Partida Rol por web

El clérigo hablaba demasiado para el gusto de Boudiko. Él solo necesitaba la última frase que le dedicó, la oferta de un listado de nombres que los podría conducir a interrogar a alguno de aquellos "desaparecidos". Así que no se movió un ápice, mirando fijamente al hombre, al clérigo, con los brazos cruzados.

- Sería de gran ayuda si pudiera darnos sus nombres. Y estaríamos muy agradecidos. - Acabó por decir el enorme hombre, esperando que les pudiera dar algunos nombres. Miró de reojo a Zynna y luego a Lucrecia. Estaban avanzando. No hizo caso alguno a Balo. La capacidad de hablar no lo hacía inteligente, y también había visto a algunos perros hacer trucos de lo más interesantes.

Balo miró a Zynna con deseo, se mordió el labio y quiso que aquella criatura fuese suya. Nunca había visto a una fea criatura humana poseer rasgos tan delicados, ni siquiera en la dríada bailarina... Era aún más bella que las dríadas y por suerte parecía tener un problema. Se posó delante suya y dijo Quien-Te- Causa problemas... dijo con una voz gutural y un semblante modelado en piedra.

Columnas de fuego simultáneas en dos puntos diferentes de la ciudad, piratas orcos, una criatura de origen infernal en el cementerio, ruidos en el Cuervo de Plata y… ¿qué más? Anotó mentalmente. Lucrecia no sabía nada de eso, casi nada más bien, pues algún comentario aislado había escuchado de boca de aventureros en busca de trabajo en el Bote del Lagarto. Ya tenía las manos bastante llenas con los asuntos del supuesto culto secreto y la petición de Sillark, pero era imprescindible, si quería labrarse una reputación suficiente para comenzar su negocio con garantías, estar atenta a todo lo que se cocía en la ciudad y aprovechar las oportunidades cuando se presentaran.

Néstor no solo habló de rumores. También aseguró conocer los nombres de los feligreses “apóstatas”, lo que de ser cierto, supondría un inesperado salto hacia delante en su investigación. Era notable la diferencia con la sacerdotisa de Pelor, que vivía en una burbuja de ignorancia.

Un tipo alto y fuerte, de piel oscura y rostro de rasgos bestiales —un orco, y aparentemente puro, algo raro de ver en ciudades humanas— entró en la catedral y cuestionó directamente al sacerdote sobre el inicio de los combates. Lucrecia ignoró la falta de modales. Néstor lo despacharía hacia  la arena rápidamente y les indicaría lo que deseaban saber. No pudo ignorar, empero, el interés del orco por Zynna.

La extranjera no parecía cómoda en presencia de la criatura, y la repentina cercanía, que hacía más notorios los rasgos bestiales y el aroma silvestre del orco no iba a ayudar a que se sintiera mejor.

Lucrecia dio un par de pasos hasta situarse junto a la otra mujer y dirigió la mirada al orco.

—Nadie, amigo —intervino, deshaciendo su fachada de mujer de acero para sustituirla con la de mujer profesional—. No tenemos problemas, los resolvemos. Y si necesitas ayuda, puedes dejar una nota en El Bote del Lagarto y te atenderemos cuando nos liberemos de nuestros compromisos actuales.

SSSSSShhhhh dijo el bestial orco a la otra rubia, inmunda y sin la gracia de su diosa, aburrida y mundana. Ni siquiera le dedicó una mirada, sólo tenía ojos para Zynna. Aquella mujer era la viva imagen de una diosa. Y sólo quería estar a su servicio, le importaba poco quien estuviese cerca, mientras él también pudiese estarlo y no había nadie que pudiese con Balo... ni siquiera el enclenque humano* de los rasgos afeminados que hablaba demasiado... para su gusto.

El sacerdote de Kord no contestó a Balo hasta que no concluyó de hablar. Hasta el ocaso no se realizan los torneos. Dijo mirándolo un poco molesto por su impaciencia.

Después se marchó un momento para buscar una serie de listados de los seguidores de Kord, la lista era bastante amplia para ir buscando uno por uno, pero no lo suficiente como para que fuera un número importante para la cantidad de habitantes de la ciudad. Pero había un nombre que se repetía en todas las listas, un siervo que parecía ser bastante devoto de aquella religión y que de pronto había dejado de aparecer en los siguientes registros. "Egan Lassiter". Ese apellido aparecía repetido con varios nombres. Es decir todos los miembros de la familia Lassiter habían adorado a Kord, y hubo a partir de un día en que dejaron de venir.

Me alegra ver que Zynna al final tiene una mascota. Miró a Zynna, con una diminuta sonrisa y asintió con la cabeza. Luego miró a Lucrecia moviendo la mano de un lado a otro. Quizás en el sur la costumbre fuera que las mujeres fueran defendidas por los hombres, pues eran pobres mujeres indefensas. Pero de donde ellos venían, una mujer bien podía darle un puñetazo a un hombre... y tumbarlo.

Por último miró al orco. Más pequeño que él. Más delgado. Debía ser algún espécimen pobre, enclenque y marchito de su propia raza. Entendía por que estaba allí, solo. No era difícil sumar dos y dos y pensar que había sido expulsado por débil de su clan o tribu.

Por suerte, la demora no se alargó demasiado, y el clérigo volvió con una lista. más capaz que Lyra, sin duda alguna, aquello sería un gran avance en la investigación que estaban llevando a cabo. Tomó la lista, y tras observarla y recibir las indicaciones del clérigo, señaló en el papel aquel nombre: Egan Lassiter.

- Muchas gracias. En cuanto averigüemos algo se lo haremos saber. Ha sido un placer, sacerdote. - Agradeció, llevandose el puño al pecho, con fuerza. - Marchemos. -

La mirada de Zynna se cruzó con la de aquella bestia y no tardó en reconocer el deseo que parecía despertar en ella. Su nariz se arrugó ligeramente, con cierto deje salvaje, casi animal, en una mueca de repulsion, al tiempo que su mirada se clavaba entonces en la de su esposo. Sin embargo, nada más ver a Drogo asentir, Zynna hizo lo propio, con un diminuto amago de sonrisa.

Las mujeres del norte no eran como las del sur, no. Las mujeres del norte no eran damiselas en apuros, se dedicaban a resolver problemas, o a crearlos, en su defecto. Las mujeres del norte no necesitaban que nadie las defendiera: eran guerreras, amazonas, mujeres fuertes, capaces de lidiar con cualquiera que se les pusiera a tiro. Y las mujeres del norte tampoco eran un objeto que tomar, ni una moneda de cambio; las mujeres del norte elegian a sus hombres, a sus amantes, a sus esposos, igual que ellos las elegian a ellas.

Fue entonces, y solo entonces, cuando la mujer se giró hacia la bestia, mirandolo durante unos segundos, mientras Lucrecia se le adelantaba y la criatura la mandaba callar. -Cuida tus modales, bestia. - dijo la mujer, con el ceño fruncido y una expresion dura, saliendo en defensa de Lucrecia  a quien señalo, asintiendo- Ella ya te lo ha dicho. No tengo ningun problema. -añadio, con la misma dureza, mientras veia como aquel sacerdote entregaba a Drogo la lista por fin.

-Gracias. - dijo, cabeceando tambien como muestra de agradecidimiento, en direccion al sacerdote. Y entonces asintio, ante las palabras de Drogo, dispuesta a marcharse de alli, con algo por fin entre las manos.

Un bofetón que casi la tumba salió despedido a la rubia Zynna. Un buen moretón se le quedaría en la cara, eso le enseñaría a que Balo no era un humano al que tratar como basura, era mucho más poderoso, era más grande y fuerte y estaba deseando entrar en combate. Se la sudaba sus mierdas de costumbres y como trataba a los de su raza. En la suya el fuerte era quien tenía todo. Lo que quería, lo cogía y por supuesto nadie le miraría por encima del hombro.
Tres enclenques a los que matar... pensó. Mala respuesta, niña!
YO...SOY....TU PROBLEMA... JA JA JA JA dijo con una risa desproporcionada. Ya tenía ganas de probar la carne humana...

El guerrero, al ver la situación, sin decir una palabra se adelanta para intentar parar al descontrolado y reducirlo antes de que se derrame más sangre inutilmente, aunque hay demasiada gente en medio y la postura no es la mejor...el orco descontrolado intenta rebotarse, pero esta vez tengo mejor apoyo y consigo repeler su respuesta.

Lucrecia no pudo atender a la respuesta del sacerdote.

Cuando el orco la mandó callar, le hubiera arrancado la cabeza de un mordisco, sin el menor aviso. Abrir la boca, cerrar los dientes alrededor de su cuello, masticar los huesos crujientes y regocijarse por no encontrar dentro unos sesos de sabor asqueroso y textura repugnante.

Se lo podía imaginar. Cuerpo de reptil, seis metros de alto, y cabeza de Lucrecia con dientes de acero. El orco colgando por la cabeza de su boca. Agitando la cabeza de un lado a otro hasa que el cuerpo descabezado saliera despedido y golpeara contra una de las paredes y se deslizara lentamente hasta el suelo, dejando una mancha de sangre tras él.

Tenía que haberme ido una temporada con aquel elfo druida nudista que quería enseñarme lo maravillosa que era la vida en plena naturaleza...

Sin embargo, mientras fantaseaba, la situación pareció precipitarse. Antes de que se diera cuenta, el orco tenía levantada la mano, aparentemente dispuesto a soltarle un bofetón a Zynna.

Tras las palabras de Boudiko y Zynna, el orco propino un buen bofetón a la muchacha, provocando la ira de todos los presentes, incluído Néstor.

Al ver las reacciones las intenciones de los que allí estaban, el orco propina un segundo golpe a Zynna. Un enemigo menos... 

Lucrecia se llevó la mano a la boca al contemplar, impotente, cómo el orco propinaba un bofetón a Zynna. Un tortazo con mucho, mucho peso y, por tanto, mucha fuerza detrás.

Drogo no esperó tal estupidez por parte del orco, atacar así a alguien sin avisar en medio de un templo. Después decían que aquellas eran tierras civilizadas... No había mayor mentira que aquella. Así que inmediatamente se dispuso a intervenir.

Aquel bofetón pilló a Zynna totalmente de improviso. No, claro que no esperaba una reacción asi por parte de aquella bestia. O, al menos, suponia que sería lo minimamente inteligente como para no enfrascarse en una trifulca contra todos los alli presentes.

Sin embargo, estaba claro que me equivocaba. Noté el picor en mi mejilla, que seguramente estaría enrojecida, como minimo, y, durante una décima de segundo, me descoloqué, sin tener muy claro qué acababa de suceder.

La diferencia, desde luego, era que yo era una mujer del norte. Una mujer siempre alerta, ágil como pocas.

Quizás por eso, llevé, prestá mi mano hacia mi espalda, dispuesta a desenfundar mi lanza, para ensartar a aquel desgraciado.

Pasada la sorpresa, Lucrecia se apartó la mano de la cara y se apartó de la bestia de un salto. Si hubiera sido su madre, se hubiera metido entre medio de los dos. Pero su madre era tan alta y pesada como ese orco, y probablemente hubiera podido tumbarlo a puñetazos. Si ella se metía en medio, ese salvaje era capaz de enviarla hasta la otra punta del templo de un golpe. Y desde allí, no podría ayudar de ninguna manera.

Y por cierto, Zynna no era mucho más grande que ella. Quizás un poco más fuerte, pero no lo suficiente como para enfrentarse a ese monstruo desarmada. No esperaba que la fuera a matar a golpes, no con su esposo y el otro guerrero al lado, y el sacerdote a unos metros. Pero tampoco podía quedarse parada mientras le daban una paliza.

Sin molestarse en rebuscar en el bolsillo, se arrancó un pedazo de fibra de la blusa y, mientras la sujetaba entre los dedos apunjtando hacia el orco, pronunció una palabras incomprensibles.

Uso el conjuro daze (atontar en español, si no me equivoco).

Este encantamiento nubla la mente de un humanoide de 4 o menos dg, de modo que no puede tomar acciones (durante un asalto). Un sujeto atontado no está aturdido, así que los atacantes no obtienen ningún tipo de ventaja contra él.

Para resistirlo, TS de Voluntad contra CD 15.