Partida Rol por web

Dan torció el gesto y negó un par de veces. Las palabras de la guardia le gustaron bien poco, pues nadie le había dicho que debía pagar cada que quisiera entrar en la ciudad. Estafadores, pensó antes de entregar el dinero.

–Está bien, está bien. Aquí tienes– con desgana sacó de su bolsa cinco monedas de cobre y se las entregó a la guardia. Esta vez no hubo sonrisa alguna, no le había caído precisamente bien.

Esperando que no le pusieran más problemas intentó cruzar nuevamente para dirigirse a su lugar favorito de todos los lugares que visitaba, el mercado.

Cuando vio las murallas se quedó por un buen tiempo observando algo de tan gran tamaño hecho por el hombre, lo más grande siempre sería una montaña más ver algo de tal magnitud era algo para admirar. Lo poco que le contó su padre de lugares como este no eran ni la sombra de lo que estaba viendo. Me parece que mi padre ni siquiera pisó esta ciudad. Fue la idea que le cruzó por la cabeza, aunque quizás el padre redujo la historia para intentar achicar el ímpetu de su hijo y en lo cual había fracasado.

Hasta la puerta de entrada denotaba algo descomunal y el verlas abiertas brindando una oportunidad le atrajo como miel a las abejas. No pudo decir que no a la guardia aun con su tono rígido y quizás impuesto para hacer marcar la autoridad. - Por supuesto ¿Señorita? - Le soltó con algo de descaro buscando endulzarla. Extrajo una moneda y se la dio gentilmente aunque el canto del bardo lo distrajo y casi terminó la moneda de plata rodando por el camino.

Una interpretación magnífica que hizo del momento algo espontáneamente alegre para su forma de ser, buena música, una mujer cerca y una ciudad llena de oportunidades. Nada más se necesitaba para el joven e intrépido muchacho. Esperó por la respuesta de la guardia a que le indicara donde estaba la posada para poder ir también a la misma sabiendo bien que por ahora no tenía donde pasar la noche y dormir en la calle no era una opción agradable.

Ante vosotros se alzan una muralla de piedra, fabricada con grandes bloques de caliza. La muralla es enorme comparada con el tamaño de la ciudad.

La muralla tiene varias torres que protegen aún más la zona de los posibles ataques.

Finalmente vuestros caminos se juntan en la entrada de la ciudad. Un puerta de 18 metros de alto con forma de una gran "H", una pasarela sobre la carretera flanqueada por dos torres. Una gran puerta de hierro está cerrada para controlar el acceso a la ciudad por las noches, pero durante el día permanecen abiertas.

Al llegar justo a la entrada os encontráis con dos centinelas que montan guardia en la puerta. Uno de ellos con una pose rígida y estricta da un paso al frente y os dice.

- Buenos días, señor.  Soy el encargado de la entrada de Tormentos Cristalinos, si sois residentes mostradme vuestra tarjeta. Sino es necesario que me paguéis la tasa de entrada. Tan solo son 5 pc por cabeza.

Os dice mientras saca un saquillo de su bolsillo y extiende la otra mano

¿podría ayudarme? Necesito saber cómo y dónde se tramita la residencia de la ciudad, no tengo intenciones de marcharme en el corto plazo.

Vaya hacia El Ayuntamiento, allí te informarán de los requisitos necesarios para solicitar la residencia. 

 Y quizá podría decirme dónde conseguir una cama a buen precio. 

Dicen que las mejores tabernas y de mejor precio son o bien El Bote del Lagarto, o bien La Pezuña en la Boca, el Erizo Borracho ahora mismo está cerrado, y El Cuervo de Plata quizá sea demasiado caro a no ser que dispongas de capital suficiente. En cuanto a la taberna más barata, sin duda la que mejor encontrarás es El Lenguado Macerado. 

¿Tiene idea alguna sobre la rubia que huyó de la Mansión Andrigal? 

Algo he escuchado esta mañana, pero no, no sé nada sobre ella. Serán simples chismes. De esa Mansión no hacen más que decir rumores e historias estúpidas. No hagas caso. 

Vera escuchó animada la canción de Tomas, eres el mejor bardo que ha venido por estas tierras, la verdad, pero lo cierto es que los posaderos no son muy amantes de los bardos en sus tabernas, no han tenido buenas experiencias con ellos. Cualquiera de las tabernas que le he dicho a él, dijo señalando a Aramis, será tan buena como cualquiera para que vayas. Pero ten paciencia, no creo que seas muy bien recibido.

La guardia fue muy gentil y respondió a mis dudas con absoluta claridad. Ahora tenía la información que quería y necesitaba. Sabía que tenía que tramitar la residencia y encontrar un lugar donde pasar la noche. No obstante, mi prioridad no era realizar acciones burocráticas que eran fácilmente postergables, sino el conseguir trabajo. Una buena forma era recorrer la ciudad, y habiendo escuchado el rumor de la rubia, por más que la guardia había desalentado mis ganas, era el visitar la mansión.

Crucé el umbral de Tormentos Cristalinos: nueva vida, nuevas aventuras.

"Lenguado macerado" pensaba mientras sacaba de mi bolso 5 pc para pagarle la entrada al guardia tra haber escuchado las preguntas y dudas que iba respondiendo a todos aquellos que intentaban entrar tambien.

-Muchas gracias por todo, creo que visitare primero el lenguado macerado. Decia mientras me despedia del guardia con un fuerte apreton de manos. -Habra algo que tenga que saber antes de visitar ese lugar? preguntaba con un tono de voz curioso inentando averiguar cualquier cosa para evitar pasar un trago amargo en aquella taberna.

Con dos posadas para ver si me puedo alojar como información me despedí de la guardia que tan amablemente contestó las preguntas que le fueron haciendo. Aunque no me pareció correcto que no quisieran bardos no puedo hacer nada que lo evite, una injusticia más para gente que no se lo merece. Más todo quedó sólo en mi mente y tras darle las gracias a la guardia seguí mis pasos rumbo a "La Pezuña en la boca". Quizás encontraría algo para una persona intrépida como yo en un lugar donde deberían llover las oportunidades.

Haciendo una pequeña reverencia Tómas le agradece a la guardia

-¡Muchas gracias! Espero pronto cambiar mi suerte y encontrarte en una posada para agradecerte tu gentileza.

Y tras ofrecerle una sonrisa de despedida se interna en la ciudad, ya sabía a donde tenía que ir y que es lo que tenía que hacer.

Ante vosotros se alzan una muralla de piedra, fabricada con grandes bloques de caliza. La muralla es enorme comparada con el tamaño de la ciudad.

La muralla tiene varias torres que protegen aún más la zona de los posibles ataques.

Finalmente vuestros caminos se juntan en la entrada de la ciudad. Un puerta de 18 metros de alto con forma de una gran "H", una pasarela sobre la carretera flanqueada por dos torres. Una gran puerta de hierro está cerrada para controlar el acceso a la ciudad por las noches, pero durante el día permanecen abiertas.

Al llegar justo a la entrada os encontráis con dos centinelas que montan guardia en la puerta. Uno de ellos con una pose rígida y estricta da un paso al frente y os dice.

- Buenos días, señor.  Soy el encargado de la entrada de Tormentos Cristalinos, si sois residentes mostradme vuestra tarjeta. Sino es necesario que me paguéis la tasa de entrada. Tan solo son 5 pc por cabeza.

Os dice mientras saca un saquillo de su bolsillo y extiende la otra mano

Guiado por una promesa y amparado por la esperanza de volver a casa algún día la criatura conocida como "el guerrero perdido" camina a paso lento hacia las murallas de Tormentos Cristalinos. Apenas lleva nada consigo salvo su lanza y escudo, símbolos de su posición entre los suyos, y signo de su lugar fuera de ellos. Yaotl ha recorrido una gran distancia en busca de un lugar donde hacer valer sus dotes de guerrero.

Una mujer humana se aproxima a él exigiendo el pago de cierta tasa. Si el sauriano deseaba entrar en la ciudad debía pagar su estancia. Yaotl dirigió una mirada penetrante hacia la guardia.

- Aquí tienes tu tomin - dijo el hombre lagarto haciendo chascar la lengua - Ahora me gustaría entrar en la ciudad.

Para Yaotl todo el tema de las monedas era algo nuevo y artificioso. ¿Cómo podía un pequeño trozo de metal sin pulir comprar algo? ¿Cómo era posible poner precio a algo que no se ve? Por suerte el sauriano había sido avisado de antemano, pues de lo contrario habría entrado por la puerta sin pagar la entrada. Al fin y al cabo la puerta estaba abierta.

Siguiendo el curso del río, como había hecho hasta entonces, Yaotl se dispuso a encontrarse con los miembros de su raza.

La mañana se había levantado fría, haciendo que tuviera que arrebujarse en su capa para cortar el helado frío que corría a su alrededor. Llevaba ya varios días de marcha y se sentía cansado, pero a la vez ansioso. Por fin había alcanzado su primer destino, el que debía ser su salto a la fama. Allí conseguiría una reputación e iniciaría todas sus aventuras. Sabía que su largo andar hasta allí no sería en balde, y el sol, aunque no calentara, le guiaba con su brillante luz como si de una señal de un destino radiante se tratara.

A medida que se acercaba a la ciudad se maravillaba ante aquél bastión fortificado que se había erigido, y cuando llegó hasta las puertas se quedó un instante sonriente mirando el que sería, durante un tiempo, su hogar. Un lugar glorioso para un comienzo glorioso, pensó para sí mismo, antes de volver a avanzar y parar sólo cuando se topó con un guardia que les explicaba a él y a un humanoide reptiliano, al que curiosamente no había visto, como iban las cosas. 

Su buen humor se apagó un poco, algo que fue visible gracias a la mueca de disgusto que se pintó un segundo en su rostro. No era una suma considerable, pero cuando tocó su más que ligera bolsa se dio cuenta de que era una pequeña fortuna para él en esos momentos, tal vez significaban una cama o una comida caliente que se perdería algún día. Pero en toda empresa había que invertir, y la suya lo merecía, así que al final, un tanto resignado pero no por ello menos alegre por haber llegado, sacó las cinco piezas de cobre y las depositó con suavidad en la palma de la mano del guardia. Hizo luego una inclinación de cabeza, y continuó para atravesar entrar a la ciudad. 

No fue hasta que estaba a punto de pasar por las puertas cuando dio un respingo, chascando los dedos de la mano derecha, y se giró del todo para moverse frente a uno de los soldados vigilantes. 

- Disculpe, casi se me olvida... - Sonrió afable -. De camino me han hablado de un lugar, Recados de Tormentos Cristalinos creo que se llama. ¿Sería tan amable de indicarme cómo llegar? 

Con aquella información ya podría dar el primer paso para ser alguien, como el héroe de leyenda del que había tomado su nombre. Estaba dispuesto y preparado para todo, ¡claro que si!

Ante vosotros se alzan una muralla de piedra, fabricada con grandes bloques de caliza. La muralla es enorme comparada con el tamaño de la ciudad.

La muralla tiene varias torres que protegen aún más la zona de los posibles ataques.

Finalmente vuestros caminos se juntan en la entrada de la ciudad. Un puerta de 18 metros de alto con forma de una gran "H", una pasarela sobre la carretera flanqueada por dos torres. Una gran puerta de hierro está cerrada para controlar el acceso a la ciudad por las noches, pero durante el día permanecen abiertas.

Al llegar justo a la entrada os encontráis con dos centinelas que montan guardia en la puerta. Uno de ellos con una pose rígida y estricta da un paso al frente y os dice.

- Buenos días, señor.  Soy el encargado de la entrada de Tormentos Cristalinos, si sois residentes mostradme vuestra tarjeta. Sino es necesario que me paguéis la tasa de entrada. Tan solo son 5 pc por cabeza.

Os dice mientras saca un saquillo de su bolsillo y extiende la otra mano

El viento intenso soplaba en su cara y las negras nubes indicaban que pronto comenzaría a llover. Su llegada a Tormentos Cristalinos estaba siendo peor de lo esperado. Su último trabajo le había dejado lo que él pensaba que habría sido dinero suficiente para afrontar el viaje a Tormentos Cristalinos y pasar una primera semana cómodo. Con tiempo suficiente para investigar dónde podría encontrar los mejores trabajos y ganarse una buena reputación, a mejor reputación el dinero llegaba en mayor abundancia aunque debía andarse con mayor cuidado con la guardia y la competencia.

Sin embargo, llegaba allí con unas pocas monedas, la noche se le echaba encima y apenas conocía la ciudad. El estómago le pedía comida y estaba cansado. Su cuerpo le obligaba a ir a comer y descansar pero sus limitados recursos le obligaban a comenzar a buscar trabajo.

El comienzo allí iba a ser pésimo por lo que tenía que actuar con coherencia y ser inteligente. El dinero tendría que llegar rápido por lo que los trabajos a aceptar no serían del nivel de preparación que solía tener él y por lo tanto le abocarían a fracasos que le dejarían una mala reputación si los sobrevivía. Necesitaba comenzar de otra forma tendría que realizar otro tipo de trabajos. Trabajo donde aunque la paga fuera pequeña pudiera recabar información y oír rumores para luego contrastarlos con los que escuchara allí donde fuera a pernoctar.

El puerto podía ser un buen lugar donde comenzar, las pagas para los recién llegados solía ser lo suficiente para sobrevivir. Además el puerto era un buen lugar para adquirir conocimiento de como funcionaban las cosas en la ciudad, la información solía fluir bien y quizá fuera el lugar donde en el menor tiempo acabaría encontrando a la persona con la que probar su valía y le acabara asignando los contratos que venía realizando hasta ahora.

Uno de los centinelas, con pose de estirado, en la puerta le sacó de sus pensamientos, se dio cuenta de que por fin la caravana de mercaderes había llegado hasta a la puerta. Este le pidió una tasa para poder entrar de forma educada. Menos dinero para sobrevivir y más precaria se estaba volviendo su situación. De camino ya le habían comentado que tendría que pagarla por lo que sacó una moneda plata para pagar la tasa.

- Aquí tiene la tasa, ya me puede perdonar pero no me quedan monedas de cobre. le dijo lo más amable que pudo aunque aquello le irritara, pero con el temporal que venía está mejor dentro que fuera. Mientras le devolvía la parte restante forzó su suerte, quizá aunque fuera regio podría darle un empujón para saber donde sería el lugar más propicio para comenzar a trabajar, si la respuesta no la veía clara se aferraría al plan que acababa de idear. - Buen señor, quizá pueda darme una ayuda para situarme en la ciudad, había pensado en comenzar a buscar a trabajo en la zona portuaria, ayudando a escoltar mercancía de los barcos. ¿Creé que me dirijo al lugar adecuado o quizá mis espadas pudieran ser de mayor utilidad en otro lugar? Si no era el guardia quizá alguien de la propia caravana de mercaderes con la que había estado viajando podría resultarle de interés su necesidad de comenzar a ganar una monedas para sobrevivir. Después ya valoraría que línea de trabajo le resultaba más interesante.

Llegais hasta el muro de entrada donde podéis ver a los guardias que mantienen las puertas cerradas impidiendo el paso a los recién llegados. Estabas esperando dentro de la ciudad, pero necesitabas pedirle a los guardias que te abrieran la puerta o bien esperar a que se la abrieran a los recién llegados.

Sanya llegó a la puerta y echó un vistazo para ver si estaban esperándola. Nada. La enana se buscó entonces un lugar donde sentarse y se preparó para esperar.

Llegais hasta el muro de entrada donde podéis ver a los guardias que mantienen las puertas cerradas impidiendo el paso a los recién llegados. Estabas esperando dentro de la ciudad, pero necesitabas pedirle a los guardias que te abrieran la puerta o bien esperar a que se la abrieran a los recién llegados.

Sanya se levanto cuando, por fin, llegaron sus socias. Y lo hacian acompañadas de tres luchadores desconocidos para la enana. Un hombre, una mujer y una mediana con pinta de sureña.

-Salud! Dijo Sanya. Ya pensaba que no ibais a venir.

Y, en efecto, allí estaba Sanya, sentada en un tocón, rodeada de trenzas rojas y redecillas. Cuando se levantó a recibirles, le crujieron los huesos de las articulaciones como si en lugar de un rato, se hubiera pasado meses con el trasero pegado a su improvisado asiento, a la espera de la llegada del grupo.

Estábamos reclutando compañeros de aventuras, dijo sonriente, señalando a la compaña con un movimiento de la cabeza. Habían marchado en busca de un combatiente y un sanador, y habían terminado con una pequeña tropa. Luego fuimos a la Pezuña, por si seguías allí, pero el posadero dijo que no te había visto, así que hicimos las pesquisas sobre la misión. Tenemos que dirigirnos al norte, un par de horas de camino, y preguntar allí por Alberic en el Salmón Sabroso. Curioso nombre para una posada, por cierto, como si hubiera salmones que no son sabrosos. En cualquier caso, Alberic nos dará los detalles sobre esos ladrones que hay que aprehender.

Elianne saludó a la enana agitando el brazo desde lejos y con una sonrisa en el rostro.
—Perdona la tardanza, Tormentos es más grande de lo que parece— dijo mientras zapateaba tratando de despegar el barro del puerto que todavía llevaba agarrado a las botas— pero eso significa que también hay más aventureros de lo que parece—añadió señalando con un gesto amplio al grupo que la acompañaba. Se quedó con la boca abierta un momento a punto de presentar al resto, pero se dio cuenta de que ni ella misma los conocía mucho, asique prefirió no decir nada.

-Perfecto! Cuantos más seamos, más reiremos! Soy Sanya, la roja. Exploradora y buscadora de recompensas- dijo saludando con el puño en el corazón.