Partida Rol por web

Thorgüs se quedó mirando a sus dos compañeros y al árbol que parecía ser, por fin, el que andaban buscando.
-Bueno, ¿Y ahora que hacemos? preguntó con un tono que desprendía una mezcla de curiosidad y nerviosismo.

- Estaré encantado colaborar en este esfuerzo- comentó con una sonrisa-, pese a que no haya músculo bajo estos ropajes sí que hay una fe que da fuerzas.

Se colocó cerca del árbol y arremangó.

- Tan sólo espero no lo rompamos.

Thorgus se acercó para inspeccionar el árbol y fue él quien indicó dónde tendrían que golpear para poder obtener la sabia. Por desgracia el enano se había equivocado y Moris y Socar golpearon con tanta fuerza que terminaron derrumbando el árbol.

El árbol caído hizo un gran estruendo y un montón de aves que habitaban en sus copas salieron volando graznando y piando haciendo aún más ruido. Lo que acababa de suceder no parecía señal de un buen augurio y algo les hacía pensar que se habían metido en un gran problema. Y encima, y para colmo de males, del golpe no parecía haber derramado ni una sola gota de savia.

El karuth se llevó las manos a la cabeza como reacción a aquel árbol tan especial viniéndose abajo. Sus dedos se aferraron a su cabello, sus ojos no pudieron evitar manar lágrimas y a duras penas pudo contener un gemido de angustia.

- ¡Pasto de gusanos! ¿Por qué? -se lamentó cayendo de rodillas al lado del tronco tumbado- El bosque se cobrará en sangre el daño hecho a sus raíces, hemos de salir de aquí.

Con preocupación miró al enano y con voz apenada logró articular unas palabras.

- Thörgus, os lo ruego, permitidme una voluntad; dejad que vista a Darko con mi colgante y que si algo nos ocurriese fuese a descansar a la plaza del mercado de Tormentos Cristalinos.

Dirigió entonces su mirada hacia Socar, a quien debía lealtad y obediencia mientras aquel cometido durase, aguardando sus instrucciones mientras se recomponía para afrontar lo que estuviese por delante.

    El árbol parecía muerto o débil, si era aquello lo que el hombre les había mandado a buscar, el resultado había resultado decepcionante cuanto menos. Socar oteo los alrededores en espera de encontrar otro de características similares o si brotaba algo de su "sangre" del tronco partido si no alguna otra señal que pudiera delatar que se trataba de lo que andaban buscando para evitar pensar que el viaje pudiera haber sido en balde.

Ante el silencio e inmovilidad del paladín de Hextor el karuth de Wee Jas cargó nerviosamente su ballesta y comenzó a apuntar a un lado y otro. Su fe inquebrantable pero no tanto como su coraje, comenzó a temblarle el pulso ante lo que pudiese abalanzarse sobre ellos en breve.

- ¿A qué aguardamos, mi señor Socar? -dijo lo más respetuosamente que pudo sin que se le escapase un gemido de angustia- Los dioses no gustan de este árbol y niegan su savia a quienes la buscan, mejor sería volver y acometer una labor que llene de orgullo al Heraldo de los Infiernos -con un suspiro trató de contener el pánico que se cernía sobre él-. Juro dedicarme a vuestra próxima viaje y dedicarme a que la vuestra sea la vida que logre conquistar la victoria... Pero no permitáis que este sea el fin de vuestra cruzada, mi señor Socar, devorados por alimañas en lugar de masacrando enemigos -tragó saliva con dificultad-. No tenéis que decir nada, tan sólo caminad y os seguiremos.

A lo lejos Moris puede ver como se acerca una criatura gigantesca que se parece a un sapo humanoide de piel azulada, robusto y grande como un ogro y sin apenas cuello pero con una cabeza enorme y aplanada. Aún estaba lejos como para que el tiro de la ballesta acertara al enemigo que se acercaba, pero fuese lo que fuese la criatura seguro que el ruido formado había llamado la atención.

Las dudas de Socar no tenían realmente fundamento. El problema no había sido que el árbol no fuera el indicado, sino que el golpe encajado al árbol lo había hecho quebrarse por un lugar por donde no emanaba ni una sola gota. Había sido un grave error y en tan solo unos instantes habían echado por tierra la misión que tanto tiempo les había llevado realizar. Habían tenido muy mala suerte...

El temblor se adueñó del karuth cuando pareció ver algo en la lejana distancia entre la arboleda. Con pasos lentos fue caminando hacia atrás para acabar tragando saliva dificultosamente antes de hablar.

- Hay un monstruo. Una especie de sapo descomunal, lejos pero viene... -dijo en un murmullo, como si le aterrase alzar la voz- Si nos retiramos por aquí lo evitaremos y podremos volver a la ciudad con vida.

Aquella persona se mantenía en aquel lugar a través de su sometimiento a los preceptos de su fe y su palabra, incapaz de abandonar al grupo pese a que cada fibra de su ser le empujase a ello.

Thorgüs se había quedado en un estado catatónico tras ver como el árbol se desmoronaba sin soltar una gota de savia.
Solo la petición de Moris lo devolvió a la realidad
-Si, si, sin problema. contestó sin dejar de pensar en que había hecho mal, en que había fallado. Se volvió hacia sus compañeros:
-Lo siento fue lo único que pudo decir con un hilo de voz.
Justo tras eso se quedó petrificado al ver a aquella criatura que había advertido Moris.
Darko empezó a gruñir e instintivamente la mano de Thorgüs se deslizó hasta la empuñadura de su cimitarra.

    Socar terminó por reincorporarse de entre los restos del árbol, seguía molesto por la resolución final de la misión, pero no tenía sentido lloriquear por algo así, Hextor no aceptaba a los débiles que se ocultaban tras excusas en lugar de encarar la realidad. Pateó una de las ramas y se reunió con el resto.

    -Regresemos, aquí solo quedan astillas y madera muerta, no tiene sentido perder más tiempo en este lugar.- Y sin más recogió sus armas e inició la marcha de regreso ignorando a la bestia que los amenazaba.

Moris asintió, permaneciendo avizor y siguiendo al paladín de Hextor de vuelta a la que ahora era su casa adoptiva, Tormentos Cristalinos. Aunque la fortuna no les hubiese sonreído en aquella ocasión el karuth se permitió un suspiro callado de alivio y un atisbo de sonrisa, ver a aquella mole de acero negro de Aquerón liderar el camino significaba un recorrido más seguro tanto para él como para Thörgus.

Sin embargo algo le vino a la mente, el hecho de que todavía no estaban a salvo. Agradeció la confianza del enano, se arrodilló frente al lobo Darko y ajustó su medallón de Wee Jas alrededor de su cuello.

- Si fuera a morir de camino a casa, espero sepais encontrar a la dama que huele a la brisa del mar -le dijo al peludo amigo del druida en referencia a su apreciada Samira (con quien había coincidido en la Pezuña en la boca) antes de obsequiarle con una caricia de orejas, alzarse de nuevo y continuar con el recorrido- . Os estoy agradecido - le dijo con contenida alegría al barbudo compañero.

Los aventureros lograron salir de las murallas de la ciudad para poner pies en el camino del Norte en dirección a las Marismas Hool. Los pantanos no quedaban lejos de la ciudad, apenas media hora andando por lo que llegaron rápido y sin encontrar ningún tipo de problemas por el camino.

Llegados a ese punto era un buen momento para organizar exáctamente lo que pretendían hacer.

- ¿Bueno esto no debería ser muy difícil no? Simplemente encontramos esa resina y de vuelta a la taberna. Sólo falta saber cual será el árbol.

Alvan esperaba que esto no se demorara mucho, estar fuera en unas marismas después de todo el camino para llegar a la ciudad no le apetecía mucho la verdad.

Una caminata tranquila (por suerte) y llegaban al lugar en el que se suponía que deberían ver los árboles que ofrecerían la dichosa resina. No debían perder mucho tiempo si querían regresar a tiempo por la mañana... Pasar la noche fuera podía ser agotador, pero esperaba que una mala noche fuera bien recompensada.

- si seguimos las indicaciones que se nos han dado deberíamos ver el árbol pronto, solo procuremos no bajar la guardia.