Partida Rol por web

Amaneció en Currículo. Después de resolver un asesinato, se duerme mucho mejor. El desayuno estaba pagado por cortesía de la Guardia, y tras llenar bien los estómagos retomaron la tarea de devolver el carruaje de Gabrielle Aderre al contacto del Muelle del Relojero. Rezando porque Quiora se hubiese olvidado de su idea de llevarse a Matton Blanchard con ellos, se dirigieron a la parte trasera de la Reja de Arado. Allí estaban los establos, el carromato y dos sorpresas más: una de ellas era el Comandante Credzu, otra era un corcel negro. El Comandante estaba cepillando al hermoso ejemplar.

Buenos días. Matton Blanchard llegó a la ciudad en este caballo. Ya lo he hablado con Wahrmer: os lo podéis quedar como recompensa. Vendedlo y repartid el dinero, o quedaos con él. Ahora es vuestro.

Por cierto, anoche se lió una buena en los muelles: uno de los almacenes ardió por completo. Varios cadáveres fueron encontrados en el interior.

Tal vez si hubiesen aceptado anoche la invitación del marinero, el fuego les habría sorprendido mientras dormían. Se sintieron aliviados.

Por la mañana Menon, a pesar de no soñar como siempre, se sentía mas descansado, muy calmado, como si estuviera en un punto de equilibrio dentro de sus mente, al meditar pudo comprobar que su reserva de poder había aumentado, y que podía manifestarlo de nuevas formas, incluso su cristal que caminaba dando pequeños pasos con sus patas cristalinas parecía evolucionado.

El caballo parecía un animal magnifico pero... necesario? Seguramente era mejor el dinero.

- Es un gran animal, pero seguramente el oro nos vendrá mejor. Un gran incendio, suerte que no fuimos por esa zona.

Por fin podían dormir a gusto y con la conciencia bien tranquila. Con el desayuno pagado la comida tenía hasta un sabor especial, mucho más rico. Con la boca llena, Sapo preguntaba al druida pro su conversación con la fata.

- ¿Qwue te difo efe brifbón?- Estaba de buen humor. Se había levantado con las primeras luces del alba y había pasado un buen rato estudiando.

El caballo que les mostraba el Comandante Vaslav Credzu era un ejemplar precioso, pero Sapo votó por venderlo. Él tenía a su Lentejuela, una mula terca y sabia, pero también celosa como pocas.

Tras rezar a su oscuro señor para recuperar sus conjuros, Alarico había descansado mientras meditaba en todos los extraños sucesos que habían ido ocurriendo desde que su suerte le había hecho juntarse con tan peculiar grupo de aventureros. Lo malo, por supuesto, es que ninguno podía ser llevado a la verdadera fe, lo que era una pena. Finalmente estaban resultando ser más hábiles de lo esperado. Flojos, por supuesto. Sobre todo Gennan. Pero útiles. 

Esos pensamientos distraían al sacerdote del dios de la tiranía mientras daba cuenta de un desayuno bastante más sabroso (y económico toda vez que era una invitación) de lo esperado.

- Buenos días, comandante Credzu. Me alegra que finalmente se haya podido solventar este enejoso asunto. Desde luego, gracias por el regalo. Y transmitid también nuestro agradecimiento al comandante Wahrmer- comentó, unos minutos más tarde, al comprobar la presencia del comandante- ¿Vos salís también de la ciudad? ¿qué se va a hacer con la asesina y con Matton Blanchard?

La norteña estaba dando buena cuenta del desayuno y comiendo como una condenada, pues hacía bastante tiempo (horas, días...) que no sacaba su apetito. Lo cierto era que no sabría cuando tendría ocasión de desayunar de una forma tan suculenta, visto lo visto.
- Quiorrrra, ¿Echarrrr tu vistaso a Gorrrrro rrrrrojo? No rrrricordarrrrr quien vigiliarrrrr a fata ... - Preguntó pensativa a su verdosa compañera.
Entre tanto, el tal comandante hizo acto de presencia anunciando que tendrían un caballo a su disposición y para venderlo, cosa que entristeció a Fedora al recordar a su buena yegua.
- Esperrrro que Mandriva estarrrr bien. Echiarrr de menos... - Comentó apesadumbrada.

Alarico no había contestado a qué hacer con la montura... hasta que la pregunta de Fedora le permitió recordar lo que se había hecho tanto con la yegua de la "mujer de tres almas" como de su mula.

- Tanto a vuestra montura como a mi mula las dejamos en un establo de Karina, pagada su estancia como cortesía del capitán estafador con que nos cruzamos, recordadlo. En cuanto a este bello animal... supongo que siendo seis lo lógico es venderlo, en efecto. Aunque si alguno quiere quedárselo y puede abonarnos al resto la cantidad que hubiéramos sacado de su venta, me parece bien.

-Nada de nada -dijo el druida entre mordisco y mordisco-. Pero bueno, tampoco está demasiado bien, así que es de entender -señaló comprensivo-. Vaya con Alarico -comentó admirado ante la rapidez mental de este, que había visto las diversas opciones calibrando la única válida para él. Cobrar el dinero-. Por mí, se vende. Es un buen animal, difícil de mantener y que exige muchos cuidados y allí a donde vamos, no vamos a necesitarlo. Además, el dinero nos vendrá bien para reponer raciones o comprar material.

Ante las nuevas acerca del incendio, Genann se encogió de hombros con un aire fatalista. No es que hubieran elegido bien, sino que quizá habían elegido lo menos malo. Y en cualquier caso, quizá su presencia en los muelles hubiera evitado aquel fuego. Era algo que nunca sabrían. Lo único que podía hacer era rezar por aquellos pobres desgraciados con m esos suerte que ellos. 

Conjuros diarios:

Nivel 0, 4: chispa, detectar magia, leer magia, luz

Nivel 1, 3: curar heridas leves, explosión de llamaradas, enmarañar

Nivel 2, 1: esfera flamígera

¿Marcharme de Currículo? Oh, no... Para nada. Yo trabajo para el señor alcalde. Me quedo aquí. En cuanto a los acusados... Valeria Ieleni mencionó un culto al Dios Lobo. Será torturada e interrogada para que nos facilite la información sobre la secta, así podremos desarticularla. Lo de Matton Blanchard es más delicado... Es noble. Los políticos enviarán una carta a Kartakass informando de su encarcelamiento, y su familia enviará una generosa "contribución" a cambio de su deportación. Lo que siempre se ha hecho con los poderosos que infringen la Ley.

Bueno... Suerte, chicos-se despidió.

Llevaron el caballo al mercado y sacaron un buen precio por él. El dinero lo repartieron en el interior de la carroza, lejos de las miradas furtivas de los ladrones, para no llamar la atención de manos demasiado largas. Al final se acercaron a media mañana al Muelle del Relojero, pero se encontraron de nuevo la tienda cerrada. Era un horario muy extraño, debería estar abierta. La jaula de la fata se balanceó cuando se pegó a los barrotes más cercanos a la fachada del edificio para olisquear el aire.

Snif, snif... Uhm... Ayer estaba demasiado mareado por el viaje en carro, pero hoy lo huelo mucho mejor... Jijajoju, huele a cadáver dentro.

Además de forzar la puerta en una calle poco transitada, podían acceder a la relojería por el callejón trepando la valla de madera.

Gracias a que su magnífico grupo de mercenarios habían procurado tener bien alimentada a Quiora, ésta se portó como un angelito recién llegado de Celestia. Comió hasta no poder más y se quedó dormida, hastiada, en el sitio.

Tan satisfecha se encontraba después de la cena en compañía del viejo bardo que no se dio cuenta de que se habían llevado su a nueva mascota Firulais. Hasta que, como si algún sacerdote hubiera conjurado un 'reanimar muerto viviente', la semiorca tomó consciencia a las puertas de la tienda del Relojero.

- Dónde está el hombre-lobo? Que no se nos olvide que tenemos que llevárnoslo, eh? El comandante Guarjamer dijo que podíamos llevárnoslo...

La mestiza observó el gesto del resto y, dándose cuenta repentinamente de su situación, preguntó con el fin de satisfacer a sus nuevos amigos:

- Queréis que tire la puerta abajo?

Alarico, Fedora, Genann, Menon y Sapo dieron la callada por respuesta, cinco votos de abstención apática. Gorro Rojo desempató.

¡Sí! ¡Puerta a tomar por culo! ¡Jijijiji!

La semiorca casi se deja un brazo embistiendo la puerta hasta en ocho ocasiones. Si había alguien dentro, le dió tiempo a oírles y preparar una emboscada. El interior de la relojería era un desastre, con muñecos y mecanismos amontonados sobre las mesas. En el techo de madera había dibujado un extraño diseño simétrico, cuyos colores solo lograron distinguir con la tibia luz que se colaba por el umbral de la puerta.

Al fondo había un grueso mostrador, y tras él unas escaleras que subían y una puerta que debería dar al patio trasero. Pero en cuánto pusieron un pie dentro, "cosas" empezaron a ocurrir. Literalmente cosas. Juguetes mecánicos inanimados que se ponían en movimiento y se arrojaban contra ellos. Una cajita de música empezó a sonar con una nana desde una de las estanterías. A Quiora, que normalmente la música le animaba mucho, le empezó a dar el sueño.

Pero el rey de los juguetes era un engendro mecánico del tamaño y forma de un humanoide que llevaba una afilada cimitarra.

Una cucaracha mecánica les escupió ácido, pero Fedora fue lo suficientemente rápida como para salirse de la fila que habían formado al entrar. El androide atacó a Menon y uno de los juguetes golpeó a Sapo. Y aquello era solo el principio...

Sorprendida, dolorida y muy cabreada la bárbara entró en estado de furia. Una energía que provenía de su espíritu guerrero y que controlaba su mente, fortaleció su golpeado cuerpo y lo preparó para la batalla.

Una imagen alimentaba esa ira incontenible; la del semiogro que había matado a su madre y alzaba su cabeza cercenada mofándose frente a sus seguidores. No podía morir antes de haberse cobrado venganza!

El primer golpe, como no podía ser de otro modo, fue hacia el insecto mecánico que la había herido.

Había guardado silencio, convencido de que cuando Quiora preguntaba algo, realmente no lo hacía, sino que declaraba lo que iba a hacer. Y así fue. Con el hombro por ariete, la semiorca derribó la puerta y como ovejas al matadero, fueron entrando uno tras otro hasta que ya fue tarde para retroceder. Y con aquello, se inició un nuevo desastre. Quizá la suerte o quizá los aguzados sentidos del druida, Genann logró evitar el daño mayor ante los múltiples ataques recibidos por parte de los engendros mecánicos allí encerrados, fruto de la loca mente de algún chalado que se creía una divinidad.

-Qué coño es esto -alcanzó a decir antes de recibir un golpetazo que le hizo gemir. Se revolvió tratando de golpear a alguno de los pequeños juguetes con su bastón, pero lo único que logró fue hacer el ridículo.

El cuerpo de Sapo se retorció como el de un contorsionista de circo con tal de que aquel escupitajo ácido no tocara su cuerpo. Era repugnante.

- ¡Aaaaay!- Gritó al contacto del líquido con la piel que empezaba a devorarle la carne. Terribles recuerdos del limo que se comió su nariz atormentaban en aquel tenso momento a pequeño gnomo. Y mira que había empezado bien el día. Con su desayuno gratuito, con la idea de entrar en la relojería, con todos aquellos mecanismos que le harían deleitare con la complicada ingeniería necesaria para darles "vida". 

- ¡Socorro!

El tajo de la cimitarra le hizo concentrarse. Se echó para atrás y amasó el éter para hacer una copia de sus puños. Eso sí, unos pequeños puños que salieron volando en dirección al constructo para darle dos puñetazos en plena cara.

De nuevo el destino se cebaba con Menon, no había amenazas más grandes y evidentes, pues no, los malditos autómatas tenían que tomarla con él, en un segundo otra vez herido de gravedad...

- Maldito juguete del averno!

Alarico musitó una maldición cuando el chorro de ácido le acertó causándole una fea herida. Dando un paso hacia atrás mientras trataba de comprobar la situación en la que se encontraban, el sacerdote de Bane puso su mano sobre la herida musitando una plegaria a su Oscuro Señor y las heridas sanaron pacialmente.

Una vez entraron en aquel lugar, algo le olió mal a la norteña del grupo, y no tenía nada que ver Gennnan, y su dedicación al bosque y los animales.
- Algo no andarrrrr bien aquí....- Dijo anunciando lo que le decían sus sentidos, que extremarse precauciones.
Y no se equivocó, una pila de juguetes asesinos de ensañaron con el grupo, con un constructor con cimitarra como aparente líder. Fedora actuó primero y trató de "herir" al agresor sin éxito. Ante su torpeza, reculó y trató de atacar a otro de los juguetes, un mono con platillos que era el que tenía más cerca, pero la diosa Fortuna la abandonó nuevamente.
- ¡Catastrrrof, catastrrrof!- Gritó mientras se preparaba para el siguiente asalto.

Quiora hizo saltar chispas de la cucautómata que le escupió el ácido, pero no fue suficiente para aplastarla como a... como a una cucaracha. El constructo le pellizcó el muslo verdoso con unas pinzas mecánicas, y suerte que no lo hizo con la nalga de Fedora, porque habría aparecido Suse. El dispositivo contaba con otro par de pinzas, era como una langosta, así que la próxima vez podría pellizcar dos veces ahora que se había acercado lo suficiente.

Otro de los juguetes, el mono, golpeó a Sapo con los platillos. El resto de los juguetes se mostraba más torpe, ya que las patadas del oso de peluche eran mullidas y la caja sorpresa tenía una movilidad muy reducida y poco práctica.

Mientras, con la carcasa quemada por los impactos de los dos misiles mágicos de Sapo, el gólem de la cimitarra empezó a luchar con Fedora. Las espadas chocaban y soltaban chispas. El eficiente constructo no tardó en encontrar una guardia baja para hundir su cimitarra en el abdomen de la norteña.

Por último, la caja de música seguía sonando y sonando... A Quiora ya no le llamaba tanto la atención, fue Menon el siguiente en notar sus efectos somníferos...