Partida Rol por web

Silverio no terminaba de ver claro el plan. 

- Yo voy con Flame, tengo un oído finísimo. Sería capaz de escuchar los pasos de una rata en mitad de un concierto de ogros. Pero de veras, no tiene sentido que yo vaya sólo a buscar polizones. Aún en el caso de que los encuentre... sólo podría correr y gritar. Tengo muy buena voz, seguro que alguien me oiría, pero no estoy seguro de que sea de utilidad yendo sólo.- No paraba de manosear nervioso una flauta de color marrón muy claro.- Pero tal vez pueda averiguar algo si trato con la tripulación del barco. Hablando ya en serio, se me da mejor interrogar a los marineros que buscar polizones. Lástima sean hostiles y me vuelvan a pegar.- Un escalofrío le recorrió la espalda, ya había pasado por eso, no fue una cosa agradable.- Yo sencillamente no me creo que llevemos carga extra y nadie sepa nada. Aquí hay gato encerrado. Y tengo la sensación de que no me equivoco. 

- Bien Silverio, tú ven conmigo entonces. Tu flauta seguro que me resulta de gran ayuda. Además me gustaría comentarte algo en privado. - Dice mirando al resto de sus compañeros.

¿Por qué no investigamos nosotros el compartimento del lastre?

- El que quieras, a mi me da igual.- No dejaba de manosear la flauta hasta que ya, con gesto nervioso se la guardó en un bolsillo de la chaqueta, cosido a tal fin. No estaba pensando para sacar la flauta de forma rápida, pero por lo menos iba a buen recaudo y era muy difícil que algún ratero en una noche de paga de aliviara el peso. 

Silverio sonrió para sus adentros. Se encontraba a gusto cuando estaba con Flame. 

- A ver, Silverio, ya que como guerrero no vales absolutamente nada, supongo que para algo servirás, imagino que algo de lo que estás viendo te estará dando que pensar. Cada día sospecho más de nuestro jefe... es la última persona que deberíamos hacerlo. Me temo que él puede estar organizando todo esto, que es cómplice y demás. ¿Crees que podría ser el caso o tú has averiguado algo por tu cuenta?

Bien, parece que Flame y Silverio han decidido hacer un grupo. - dijo a Erbrahke, para luego girarse hacia Hakin.- Te agradecería que nos acompañases en el registro. Nosotros dos no somos muy duchos en las armas, y tu pareces saber defenderte.

Dicho esto cogió un farolillo y descendió a la primera bodega, esperando que Erbrahke y Hakin lo siguiesen. Una vez allí se concentró, haciendo un medido gesto y susurrando unas palabras. - Empezaré yo intentando detectar alguna magia. - susurró además a Erbrakhe. Notó como el conjuro hacia efecto y empezó a recorrer la bodega, buscando en cada rincón.

- Yo no me fio de nadie, pero me dijeron que me habías salvado la vida aún sin conocerme de nada. Supongo que en ti si que puedo confiar. No me he tomado la molestia de tratar de averiguar nada con los marineros pero tal y como esta la situación se me ha ocurrido algo. Cuando terminemos el registro iré a charlar con la tripulación y a ver si hay suerte. 

Silverio extrajo de la chaqueta la flauta y comenzó a desenroscar la boquilla. Con cuidado de no cortarse sacó del cañón la fina hoja plateada. 

- A veces, cuando vas a sitios de finos, los guardias te retienen la ballesta o un estoque, pero ¿quién le negaría una flauta a un bardo?.- Añadió sonriente

Elbereth y Hakim se quedan en el pasillo junto a Das Vracken, sin decidirse a quién seguir.

Erbrahke y Vaati inspeccionan la carga de algodón.

Flame y Silverio bajan por las escaleras, seguramente con la intención de explorar desde abajo hacia arriba y encontrarse con los mágicos en alguna planta intermedia.

Al bajar las escaleras, se encuentran de frente la puerta cerrada del camarote de los marineros, es de suponer que no está cerrada con llave. Hubo alguna arenga sobre lo de no dejarla abierta debido a las señoritas que se embarcaron en este viaje, Elbereth y Flame. Los marineros no siempre se acordaron, y camino del comedor hubo algún que otro día alguna visión comprometedora de un cuerpo tatuado mudándose la ropa.

Pasando de largo el comedor, los pasos alertan al cocinero. El Mofeta se asoma y vuelve a meter tímidamente su cabeza en la cocina.

Poco después, la segunda bodega. No hay escaleras que bajen al piso inferior. La única manera a simple vista sería abriendo la rejilla y manipulando las poleas para hacer descender una cuerda por la cual bajar.

Tras la más absoluta apatía de Hakim por acompañar a los enclenques conjuradores, Erbrahke y Vaati entran en el compartimento de carga. Hay sacos y sacos de algodón por todas partes, pero están amontonados de semejante manera que hay muchos recovecos y lugares en los que ocultarse.

En un primer recorrido rápido, el sensor mágico no detecta nada, salvo de vez en cuando a Erbrahke cuando de vez en cuando se cruza en medio. No dura mucho.

La tarea de buscar más pormenorizadamente lleva mucho más tiempo. Vaati encuentra un saco rasgado desde adentro, y siguendo la pista realiza un gran hallazgo.

En un rincón, lejos de miradas indiscretas, el elfo encuentra una vaina verduzca pegada a los travesaños del barco. Algún tipo de gusano o planta que vivía en los algodonales debió colarse con el algodón cuando era metido en el saco. Ahora ha crecido hasta el tamaño del peto de una coraza, y no se sabe cuánto más crecerá, pero gracias a la pericia de Vaati, lo han cogido antes de que algo monstruoso y mortífero saliese de dentro. Desde luego es demasiado pequeño para ser el responsable de la falta de comida.

Tras pasar absolutamente de Vaati, Hakim se queda junto a Das Vracken. Será que ve la tarea poco estimulante.

También está con ellos la elfa Elbereth.

Al ver el Mofeta a Sliverio se le ocurre algo. Le da un toque en el brazo a Flame y le hace un gesto para que le acompañe a la cocina. Si alguien sabe algo acerca de lo que pasa en la cocina, es de entender que el responsable directo esté al corriente de lo que ocurra allí dentro. 

A Vaati le hubiese encantado abrir la vaina para ver de que tipo o animal o planta se trataba. Pero después de las ultimas experiencias, tenía claro que no había que ponerse a experimentar en aquel barco, había que ser practico.

Lo mejor seria prenderé fuego.... - dijo a a Erbrahke - ... pero no es una gran idea, podríamos prender todo el barco. Así que no queda otra. - Se acerco a la vaina, sacando tres flechas de su carcaj y las clavó sin miramientos en aquella cosa, una en medio y las otras dos a cada lado. Luego cogió un saco de algodón y lo vació.

Intentemos descolgar esa cosa de la pared, meterla en el saco, y tirarlo por la borda.

Erbrhake hizo una mueca de asco al ver lo que Vaati descubrió y se acercó lentamente. Vaati comenta la idea descartada del fuego y el gnomo se mira las yemas de sus dedos, mira el barco, la cosa esa, a Vaati, sus manos nuevamente para iniciar otro ciclo... y finalmente se encoge de hombros.

De acuerdo, a ver que encontramos para descolgarlo... - dice Erbrahke mientras busca algo para poder subir y descolgar esa cosa, para no tenerlo que hacer sentado en los hombros del elfo, por varios motivos que no hacía la falta ni mencionar.

Ni modo, bajaré con la bruja. - Dijo el granuja a la elfa por sobre el hombro, mientras se encaminaba tras los pasos de Vaati. - No te recomiendo andar por el barco sola, hace ya un tiempo que embarcamos y por más destresas tengas con la espada, poco te servirá contra diez hombretones en celo. - Le dedicó sin darse vuelta, en tono socarron.

Hakim entra en el compartimento de carga. Los sacos de algodón amontonados no ofrecen mucha visibilidad, son como paredes blandas de esparto. Le lleva un poco de tiempo encontrar a Vaati y a Erbrahke. Están en un rincón, trabajando ante un capullo del tamaño de un peto de armadura, de color verde oscuro, que está pegado a unas traviesas de madera de la bodega. Entonces Vaati saca unos proyectiles de su carcaj.

Al clavar los virotes en la vaina, Vaati encuentra cierta dificultad. Necesita hacer un poco de fuerza para clavarlos bien, y algo en el interior del capullo se mueve haciendo que la capa de protección se abulte por un instante como un breve latido en un gran corazón verde.

Erbrahke repara en la polea que hay junto a la rejilla del techo. La luz del exterior se filtra por el techo en un mosaico de rombos de luz. Parte de esa luz se cuela a la segunda bodega por la rejilla del suelo, pero no es eso lo que interesa ahora al gnomo. La cuerda de la polea podría desplegarse lo suficiente como para llegar al capullo y tirar de él despegándolo con facilidad, incluso tal vez para luego izarlo a la cubierta.

Flame siguió a Silverio hasta la puerta de la cocina. Cuando Silverio la abrió, un horrible olor emanó del interior.

¡No! ¡Es mi cocina! ¡Nadie entra en mi cocina!

El umbral permanece abierto por poco tiempo. El camarote en el que se ubica la cocina es poco más que un pasillo. A mano izquierda hay una serie de mesas, incluyendo una cocina de hierro ennegrecido. A mano derecha, un gran armario oculta la siguiente sección de pasillo. Al fondo, el enorme ventanal del castillo de popa.

Mofeta se dirigió a la puerta y trató de cerrarla en las narices de Silverio.

¡PLOF!

Dentro de la cocina, Mofeta se apoya en la puerta para dificultar su apertura y rebusca en sus bolsillos por la llave con la que cerrar la puerta definitivamente a esos malditos curiosos que quieren profanar su sagrado rincón.

Sintió algo de resistencia de la vaina al clavar las flechas, incluso notó como algo se movía en su interior. Eso bastó para reafirmar su decisión de acabar con aquella cosa cuanto antes. Imaginarse que clase de criatura podría haber salido del capullo hacia que el cuerpo de Vaati se estremeciera.

Hakim llegó en el momento que Erbrahke señalaba la polea y la posibilidad de usarla para despegar el capullo y subirlo a cubierta - Perfecto. - dijo el elfo con una leve sonrisa. - Hakim, tu seguro eres más diestro manejando los aparejos del barco. Ayudamos a enganchar el capullo a la polea e izarlo hasta cubierta.

Dicho esto intento ayudar al marinero, siguiendo sus instrucciones.