Partida Rol por web

En busca del Templo del Mono

3~ Pequeña Aldea antes del Hogar

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01/04/2017, 08:25
Director

Fue el río el que os guió hasta la aldea. No el río en sí, el que pasaba junto a aquel molino en que habías descansado, sino una de sus bifurcaciones, cuya orilla seguisteis a través de un cómodo sendero a buen seguro utilizado por campesinos y pastores, poco apto para animales de carga o monturas, e intransitable para carromatos. El camino os llevó hasta una preciosa caída de agua en forma de pequeñas cascadas, tras las cuales se divisaban las primeras edificaciones de madera de la aldea de Wangshu, como te indicó tu tío.

Accedísteis al pueblo con caminar pausado, pero pronto os visteis apurados a acelerar, al ver que un gran alboroto se concentraba en una de sus calles, más adelante. Varias personas se arremolinaban en torno a alguien que estaba en el suelo, dos en realidad. Algunos hombres lanzaban miradas temerosas al fondo de la calle, donde un hombre de considerables proporciones se alejaba con un pesado cayado en una mano, mientras otros trataban de acercarse a atender a las personas del suelo, un chico y una mujer. La mujer estaba en muy avanzado estado de gestación, algo evidente debido a su voluminosa tripa, y se quejaba de fuertes dolores, tanto en el vientre como en el hombro y el brazo, donde se le veian moratones. Estaba llorando y, curiosamente, preocupándose también por el joven que tenía prácticamente encima. Éste, sobre ella, apenas era capaz de mantenerse, tenía la mirada perdida y sangraba profusamente por una herida en la cabeza. También parecía que le costaba respirar, algo que se hizo evidente cuando un campesino trató de ayudarle a ponerse en pie y el joven cayó al suelo sin remedio quedando boca arriba boqueando como un pez.

Era Kippei.

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03/04/2017, 19:10
Rui Wu-San
Nos pusimos definitivamente rumbo a aquella aldea, temiendo que Kippei llegara antes que nosotros y pudiera asustarse como había dicho mi tío. Seguimos una de las bifurcaciones del río, por aquella senda que si bien no era el mejor de los caminos, tampoco el peor.

Mientras caminábamos, iba pensando en lo suecedido en aquel árbol, en cómo el musgo había creído sobre sus raíces y tronco. Era increíble que algo así fuera responsabilidad mía. Me fui fijando a mi alrededor: el río, las plantas, el pasto… Todo eso era obre de Madre Esmeralda, y en mi interior parecía haber una pequeña parte de ella.

Terminamos llegando a un bonito paraje con algunas cascadas en el que ya veíamos las primeras casas. Comenzamos en aquel pueblo, llamado Wangshu, a un paso calmado que nos vimos en seguida obligados a acelerar. Varias personas parecían arremolinarse en torno a otras dos en el suelo, tratando de ayudar a estas o mirando al fondo de la calle, donde um corpulento tipo con un cayado se alejaba.

Lancé una breve mirada a mi tio antes de proseguir abriéndonos paso, pudiendo ver entonces que era una mujer embarazada la que lloraba, mientras un hombre que sangraba por la cabeza se mantenía practicamente sobre ella, como si la estuviera protegiendo. A esas alturas ya me temía lo peor, habiendo visto marchar a aquel hombre, mucho más grande que el que permanecía a duras penas sobre la mujer.

Sabía perfectamente quién era capaz de semejante cosa, y mis sospechas se confirmaron cuando uno de los presentes ayudó al hombre herido a levantarse. Justo en ese momento conseguía alcanzar a los heridos, comprobando que quien caía de aquel modo al suelo, sin ser capaz de respirar debidamente, era Kippei.

No, no, no, por favor.

¡Kippei! - grité, arrodillándome de inmediato en el suelo junto a él, apartando temerosa la sangre que amenazaba sus ojo. - Tranquilo, ya estamos aquí, aguanta, por favor... - le imploré al borde de las lágrimas, mirando después a la mujer. - ¿Estás bien? - miré entonces a los demás. - ¿Ha llamado alguien a un médico? - grité, volviendo a clavar mis ojos en el chico. - Lo siento, Kippei... - musité mientras acariciaba su pelo.

Noté entonces cómo se desprendían un par de lágrimas de mis ojos, frotando estos de inmediato con mi mano libre.

Si hubiéramos llegado antes...

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04/04/2017, 08:58
Director

Los aldeanos hablaban entre ellos, comentando lo sucedido, lamentándolo, hablando en feos términos del hombre responsable de ello. Pero las voces se entremezclaban tanto, era tan confuso y estabas tan centrada en Kippei, que no te enterabas de mucho.

Diste un respingo al ver unas manos acercarse al rostro del japonés. Eran las arrugadas manos de tu tío, que sin miramiento ninguno comenzó a palpar la cabeza del chico. Estaba amoratada a la altura de la ceja, y comenzaba a hincharse, pero parecía más preocupante la dura herida en su cuero cabelludo, bastante abierta y sangrando profusamente. Lu Yan situó sus pulgares a ambos lados de la herida y tiró, abriéndola un poco más para comprobar su estado y profundidad. Kippei se tensó por el dolor, poniendo los ojos en blanco y apretando los dientes hasta que un poco de espuma surgió y de su boca. Pudiste ver el hueso de su cabeza entre los dos trozos de carne que tu tío apartaba, tal era la gravedad de la herida. La expresión de tu tío, en extremo preocupada, no auguraba nada bueno. Sin embargo, lo que más llamó tu atención fue el modo en que miraba alrededor.

No obstante, en seguida se apartó de vosotros para inspeccionar a la mujer embarazada, no sin antes pedir permiso con las manos unidas a una anciana que estaba tratando de calmarla. Inspeccionó los moratones de sus brazos y, tras cruzar unas inaudibles palabras con la anciana y la herida, puso sus manos sobre el vientre de la mujer. Se hizo el silencio en el lugar, un silencio sepulcral, mientras todos aguardaban con el corazón en un puño a que Lu Yan dijera algo. Permaneció unos largos instantes con los ojos cerrados, y cuando los abrió fue para sonreír a la mujer y ponerse en pie.

No he oído que alguien haya respondido a mi sobrina, ¿alguien ha llamado a un médico? -Preguntó mirando en derredor.

No hay médico, señor. -Respondió casi inmediatamente un hombre de mediana edad, que sostenía un pequeño martillo en la mano- Está de viaje a la capital, su aprendiz se encarga de todo en su ausencia pero ha tenido que ir hasta una casa tras el monte a atender un accidente, y no regresará hasta mañana. -Explicó, con el rostro azorado como si fuera culpa suya, haciendo que Lu Yan frunciera el ceño.

¿Dónde podemos atenderles? -Preguntó de inmediato, señalando a las dos víctimas con sus manos.

Ésta es nuestra casa, señor. -Se adelantó una mujer, relativamente joven, señalando el edificio más cercano- Tengo espacio, sábanas limpias y agua calentando al fuego. Les ruego que acepten mi hospitalidad, por favor. -Indicó con una reverencia, mientras varios hombres ayudaban cuidadosamente a poner en pie a la mujer y otros se acercaban dubitativamente a Kippei aguardando tu permiso para alzarle del suelo y llevarle en volandas al interior.

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12/04/2017, 02:26
Rui Wu-San

Me sobresalté al ver las arrugadas manos de mi tío acercándose al rostro de Kippei, comenzando a palpar su cabeza de inmediato. Trataba de aclarar mi vista para observar cuanto hacía, viendo entonces cómo situaba sus manos a ambos lados de la herida, abriendo esta para observarla mejor. El chico se tensó inmediato de dolor, lo que me llevó a sujetar su mano de inmediato, mientras veía descorazonada el modo en que apretaba su mandíbula y esputaba algo por la boca. Pude ver incluso el hueso de la cabeza de Kippei ante lo que mi tío hacía, reflejándose en su cara que aquello tenía muy mala pinta; aunque lo que más me extrañó fue el modo en que miraba alrededor.

Pronto Lu Yan se dedicó a observar cómo se encontraba la mujer en cinta, tras lo que se hizo un silencio que fue roto por mi tío, sólo para preguntar si alguien había llamado al médico. Tan mala suerte habíamos tenido que por lo que contó uno de los hombres presentes el médico no se encontraba en la aldea ni se le esperaba próximamente; ni siquiera a su ayudante, quien no regresaría hasta el día siguiente. Mi mirada se separó entonces de Kippei para observar a mi tío, aunque sin soltar la mano del primero; a la cual me aferraba como si de soltarla la vida se le fuera a terminar de escapar.

En ese momento Lu Yan preguntó dónde podíamos atender a ambos, lo que supuse que significaba que mi tío tendría algún conocimiento a ese respecto. En un principio me extrañó aquella cuestión, pero recordando que había sido un gran guerrero, no me resultó raro que hubiera aprendido algo sobre curar heridas después de tantos años.

Una mujer ofreció en seguida su hogar, disponiéndose varios hombres a alzar a la mujer para llevarla al lugar, mientras que otros se acercaban a Kippei y a mí; al parecer aguardando por mi permiso para hacer lo mismo con él.

- Por favor… - les dije, apretando un momento la mano de Kippei antes de soltarla, dejando que los hombres se lo llevaran.

No pretendía separarme mucho de él, disponiéndome a seguirles de inmediato, pero cuando tuve ocasión me acerqué a Lu Yan para preguntarle.

- Tío, ¿Puede hacer algo por él? – pregunté completamente acongojada. - ¿Qué clase de animal ha podido hacer algo así? - añadí impotente, con las lágrimas nuevamente asomándose en mis ojos.

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15/04/2017, 18:06
Director

Los hombres hicieron una breve y apresurada reverencia ante ti antes de coger el cuerpo de Kippei. Uno de ellos, el que parecía más mayor, pasada la cuarentena, incluso te dedicó unas palabras que te desconcertaron.

No se preocupe, cuidaremos de su esposo, se lo prometo. -Indicó, con gesto casi reverencial- Ha sido muy valiente. Velen los dioses por él.

Con los hombres cargando a Kippei con sumo cuidado, y varias mujeres ayudando a moverse a la mujer embarazada, os adentrasteis en la humilde casa, donde la mujer que os había invitado se apresuró a acondicionar la habitación principal para que la embarazada pidiera ser atendida en ella. Varios hombres, aquellos que no cargaban con el japonés, liberaron espacio en el salón, vaciando la mesa y apartando las sillas, y desplegando sobre la tabla una gran manta antes de que Kippei fuera tumbado sobre ella.

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15/04/2017, 19:05
Lu Yan Garra-del-Tigre-en-el-Ojo-del-Ciempiés

Mientras todo eso sucedía, lograste acercarte a tu tío Lu Yan y preguntarle por la situación. El anciano se mostraba atento a todo cuanto sucedía, y visiblemente pensativo. Sin embargo, te parecía que estaba menos preocupado de lo que la situación exigía. De hecho, cuando te acercaste a hablar con él, incluso te dedicó una amplia sonrisa.

¿Animal? Oh, no, no, ningún animal hace algo así. No es natural. -Te corrigió, con la condescendencia que se ofrece a un niño- He combatido con monstruos y demonios, con espíritus que encarnaban toda la maldad del mundo. Y sin embargo, es el hombre quien siempre nos sorprende albergando lo peor y lo mejor. En este caso, hemos sido testigos de lo primero. -Reconoció, volviendo la mirada hacia el trabajo de los hombres- No voy a hacer nada por Kippei, sobrina. Debo atender a esa mujer, guiar a quienes van a ayudarla a traer una vida al mundo. -Te informó, poniendo una mano sobre tu hombro- El joven tigre ha tenido valor, más del que él mismo cree poseer. Esa herida en su cabeza ni se habría producido si hubiera cambiado, y de haberse abierto habría vuelto a cerrarse rápidamente. Nos curamos muy rápido. Además, ese hombre no habría sido rival para él si hubiera adoptado la forma de batalla. Sin embargo, no lo hizo, prefirió exponerse a los golpes, arriesgar su vida por salvaguardar los secretos de nuestro pueblo. Había demasiados testigos. -En ese momento, comprendiste lo que había sucedido en realidad, algo a lo que el anciano había dotado de una nueva perspectiva- Ahora debes cuidar tú de él. Haz que los hombres salgan, y vela por él para que recupere la consciencia. Una vez lo haga, podrá curarse por sí sólo.

Con un gesto de confianza, apretó su mano en tu hombro y se dirigió a la habitación donde atendían a la mujer embarazada, quien gritaba de dolor. El viejo comenzó a impartir instrucciones entre las mujeres que la atendían, tomando asiento en un rincón del cuarto de cara a la pared, con las piernas cruzadas. Era sabido que un hombre, fuera el que fuera, ni siquiera un médico, debía ver las partes íntimas de una mujer salvo que fuera su propia esposa.

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16/04/2017, 16:40
Rui Wu-San

Los hombres me dedicaron una rápida reverencia antes de disponerse a llevarse a Kippei. Para mi sorpresa, una de aquellas personas, posiblemente la mayor de ellas, se dirigió a mí para hablarme de las bondades de Kippei y de que harían lo posible por él; como si se tratara de mi marido. Mi primer impulso fue el de negarlo, levantando incluso una de mis manos para ello, momento en que mi fijé en esta, siendo la misma mano que había sujetado la del chico en su dolor.

- Gracias, señor… - terminé diciendo tras bajar esta, junto a una reverencia.

Mientras entrábamos logré acercarme a mi tío, quien parecía mucho menos preocupado de lo que debiera estar, sonriéndome incluso. Al parecer había interpretado de forma literal mi pregunta, aunque no me importó, pues aquello me valió para saber a qué tipo de criaturas se había enfrentado alguna vez Lu Yan.

¿Demonios? ¿Espíritus?

Tampoco me pude detener mucho en aquello, pues cuando Lu Yan me dijo que no haría nada por Kippei se me cayó el alma a los pies. ¿Tan mal estaba que no era posible hacer nada por él? Miré a mi tío acongojada, mientras que este, con su mano en mi hombro, me explicaba la situación. Al parecer los hombres tigre también tenían la capacidad de curarse con rapidez, pero Kippei no había querido poner en riesgo aquel secreto que no sólo le pertenecía a él. No comprendía qué sucedía, ¿Entonces iba a tener que morir por proteger a su pueblo? Miraba a mi tío al borde del llanto, sin entender qué quería decirme además de transmitirme el gran valor demostrado por el chico, pero entonces me habló con claridad; provocando que me frotara los ojos con rapidez, dispuesta a lo que me pedía. Incluso esbocé una tenue sonrisa cuando sentí la vieja mano de mi tío apretar mi hombro, un gesto que hasta hace bien poco sólo me hubiera provocado incomodidad.

- Vaya, tío, no se preocupe, así lo haré. – agaché mi cabeza en una reverencia, para al alzarla ver cómo Lu Yan se dirigía a la habitación donde se encontraban las mujeres, dispuesto a dar instrucciones de cara a la pared.

Miré entonces a mi alrededor, viendo los hombres en torno a Kippei, que se abrieron a mi paso al tratar de acercarme a él. Mi ánimo había cambiado, habiéndome llenado de esperanza las palabras de mi tío, pero al ver de nuevo a Kippei sentí una gran losa sobre mi espalda. Me acerqué a él y sostuve otra vez su mano, si bien esa vez me acerqué despacio a ella, notando incluso como temblaba la mía.

- Muchas gracias por su ayuda, ¿Podrían ahora dejarme a solas con mi e-esposo? – solicité con amabilidad, valiéndome de aquella confusión para que accedieran a ello. – Cierren las puertas antes de salir, se lo ruego. – añadí, mirando consternada el rostro de Kippei, mientras envolvía su mano sujeta con mi otra mano.

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22/04/2017, 15:00
Director

Todos los hombres, entre asentimientos y respetuosas reverencias, accedieron de inmediato a tu petición. Eras la esposa de un hombre valiente, que posiblemente no viviera lo suficiente para recibir agradecimiento y honra por su acto. Para ellos, merecías todo el respeto del mundo.

Cerraron la puerta al salir, dejándote a solas con Kippei. Uno de los hombres, que por su forma de actuar te había dado la impresión de que era el esposo de la mujer que os había ofrecido pasar a la casa, y por tanto vuestro anfitrión, había dejado una palangana con agua limpia y algunos retales de lino para limpiar la herida. Sin asistencial a médica adecuada, era posiblemente la única ayuda que podían ofrecer.

Ojalá el silencio se hubiera convertido en tu compañía, pero no fue así. Las voces de dos mujeres se filtraban desde el otro lado, impartiendo instrucciones a la parturienta, aunque tenías la impresión de que eran ellas las que seguían las instrucciones de Lu Yan. Y por encima de esas voces, te llegaban los desesperados gritos de dolor de la mujer, espaciados por cortos periodos de tiempo en calma entre contracción y contracción, cuando las mujeres le pedían que empujase para hacer avanzar al bebé hacia la luz de la vida. Aquellos gritos lograban exasperarte, pues mientras te llegaban Kippei permanecía en silencio, luchando apenas por respirar con una mueca de dolor en su rostro, los ojos entreabiertos y completamente en blanco, y una pequeña muestra de espuma asomando por la comisura de sus labios.

¿Qué había dicho tu tío? Que debía recuperar la consciencia, para curarse por sí mismo...

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22/04/2017, 15:44
Rui Wu-San

Todos los presentes actuaron con gran diligencia, dejándome a solas con Kippei, no sin antes dedicarme respetuosas reverencias. Estas no me pertenecían, era Kippei quien merecía toda muestra de respeto y agradecimiento, pero continuaba sin recuperar la consciencia. Sus ojos apenas se encontraban abiertos, sin dejar siquiera asomarse el iris, mientra que en la comisura de sus labios seguía habiendo algo de espuma. Apenas conseguía escucharle luchar por respirar, pues desde la habitación me llegaban todos los sonidos habituales en un parto.

Mientras una vida trata de llegar a este mundo, otra se me escapa entre las manos.

No, aquello no podía ser. Mi tío me había dicho que de recuperar la consciencia Kippei todo se solucionaría, ¿Pero qué podía hacer para ello? Apreté ligeramente su manos, esa que ya envolvía, antes de soltarla y limpiar con mis dedos aquella espuma de sus labios. Me fijé entonces en la herida, y en la palangana que el señor de la casa había querido proporcionar. Me acerqué a esta, tomando uno de los trozos de lino y empapándolo, para escurrirlo y acercarme a Kippei.

Traté de limpiar la herida, así como las zonas circundantes. Aproveché también para deshacerme de la sangre derramada por el rostro de Kippei, para refrescarle también de aquel modo.

- Kippei, ¿Puedes oírme? Estamos solos. – le dije mientras me ponía a ello, hablándole cada pocos segundos. – Tienes que recuperarte, Lu Yan dice que puedes hacerlo. – mi voz sonaba cada vez más triste.

Me dirigí de nuevo a la palangana, tomando un trozo limpio de tela y mojándolo, antes de regresar junto al chico y ponérselo en la frente.

- Vamos, no puedes irte y dejarme… No puedes. – añadí como una exigencia, con mis ojos brillantes. – No puedes dejarme. – insistí, agarrando su mano al borde de las lágrimas.

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22/04/2017, 17:00
Director

Decidiste centrar tus atenciones en la herida de Kippei. Sin conocimientos de curandero, tan sólo se te ocurría tratar de limpiar la herida en la medida de lo posible. Tomaste los trozos de tela, y con agua de la palangana comenzaste tal operación.

A pesar de los gritos de la parturienta, que te crispaban los nervios, mientras limpiabas con sumo cuidado sostenías la mano del japonés, hablándole sin la menor garantía de que pudiera escuchar tus palabras. Tan sólo la fe, la necesidad de que así fuera, te impulsaba a seguir haciéndolo.

Sumida en la tristeza y la desesperación, le pedías, suplicabas y hasta exigías que despertase, que no te dejase, como si hubiera algún sentido de pertenencia entre vosotros. Apretabas su mano, que permanecía inerte, y las lágrimas resbalaron por tus mejillas.

Y entonces lo oíste.

Los gritos de dolor cesaron de golpe, así como todas las voces. Todo se vio reemplazado por un llano, la primera voz de una nueva vida que acudía a este mundo. El niño había nacido, aquella diminuta criatura que podías recrear en tu mente, un pequeño y tierno bebé que colmaría de felicidad a sus progenitores, el milagro de la vida...

...Y en ese preciso instante, sentiste un hormigueo en tus manos. Una de ellas sostenía la mano de Kippei, mientras la otra se posaba cuidadosamente en el trapo húmedo que sujetabas sobre la herida de su cabeza. Ambas manos te ardían, sentías como si hubieran comenzado a sudar, y de repente, te pareció notar que los dedos del joven se cerraban en torno a tu mano.

Y en un estallido, todo su cuerpo se convulsionó. Quisiste apartarte, asustada, pero su mano se aferró a la tuya con fuerza, tanta que sentiste un gran dolor. Kippei gritó con desesperación, un grito de profundo dolor mientras arqueaba la espalda separándola de la mesa. Su cuerpo comenzó a crecer, la ropa le quedaba estrecha y amenazaba con rasgarse y saltar las costuras. En sus dedos aparecieron pequeñas pero afiladas garras y su rostro adquirió tintes felinos y algo de vello rayado, entre rubio y moreno. Mientras gritaba, más un rugido en realidad que hizo estremecerse la casa, viste poderosos colmillos entre sus labios. Y, tal como comenzó el rugido, en cuanto el aire de sus pulmones se acabó, encontró su final.

Kippei cayó de nuevo sobre la mesa, respirando con ansiedad. Su mirada, al principio perdida en el techo de la cocina, comenzó a aclararse a medida que el chico parpadeaba sin cesar, desorientado. Respiraba como si hubiera estado a punto de ahogarse, necesitado de sentir la vida de nuevo en su cuerpo. Lo que sentía, en cambio, era tu mano en la suya. Se giró y te miró, sin comprender nada.

La brecha de su cabeza, ante tus ojos, se iba cerrando por momentos.

- Tiradas (1)
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23/04/2017, 20:52
Rui Wu-San

Al mismo tiempo que el llanto de aquel bebé anunciaba su nacimiento, comencé a sentir un extraño hormigueo en mis manos. Este se convirtió en un ardor, sintiendo que las manos me sudaban, pero no sólo eso. En ese instante los dedos de Kippei se aferraron a mi mano, convulsionando su cuerpo poco después. Traté de apartarme, asustada, pero su mano se agarraba a la mía con cada vez más fuerza, procurándome un gran dolor.

Pero me produjo incluso más dolor su desgarrador grito, arqueando su espalda y separando esta de la mesa. En aquel estado, vi con temor y esperanza como su cuerpo crecía, apareciendo en él no sólo pequeñas garras, sino vello con marcas rayadas y colmillos en su boca. La imagen era estremecedora, manteniéndome en vilo hasta que al menos aquel grito convertido en rugido cesó, cayendo de nuevo sobre la mesa.

Mientras respiraba con ansiedad mirando a la nada, traté de aflojar sus ropas con mi mano libre, convencida de que aquello le ayudaría. Permaneció unos segundos así, tratando de recuperar un ritmo más relajado, girándose en determinado momento para mirarme. Pude ver entonces cómo aquella brecha comenzaba a cerrarse, era increíble.

- ¿E-estás bien? – le pregunté con los nervios a flor de piel, esperando poder escucharle al fin. – D-dime que estás bien... – le pedí, secando mis mejillas con la manga de mi mano libre. – Parece que es verdad lo que decía mi tío, puedes curarte solo…

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23/04/2017, 21:58
Kippei Gennosuke

Observar aquel cuerpo que trataba de recomponerse ante ti era... desconcertante. Era una bestia, no podía calificarse de otra manera, una criatura a medio camino entre un hombre y un animal. Y no uno cualquiera, un temible depredador. Los rasgos del tigre se hacían evidentes en el cuerpo del chico, en sus fauces, en las garras, en la piel, en aquellos ojos que te miraban...

...Y al mismo tiempo, era Kippei. No era ningún monstruo, era un joven extranjero al que considerabas de noble corazón, en exceso Edu ado y quizás tímido y retraído, que había arriesgado su vida por ti, que lo había hecho por aquella mujer. ¿Podían ambas cosas coexistir, el monstruo y el hombre, el depredador y el animal apacible, el mal y el bien?

E-estás... es... estoy... -Comenzó a decir Kippei, y a través de aquella voz gutural y profunda que surgió de su garganta como un gruñido salvaje, pudiste percibir el tono inseguro y protocolario del joven que conocías- ...bien. -Sus ojos se movían a toda velocidad, algo que llegó a ponerte nerviosa. Ojos felinos, atentos, que se desplazaban tan rápido que casi era difícil seguirlos, escrutando la estancia en un intento, quizás, de comprender dónde estas y qué había pasado. Pero se detuvieron, cuando clavó su mirada en la puerta, al otro lado de la cual os llegaban los llantos del recién nacido. Kippei parpadeó, abriendo los ojos desmesuradamente, y sus labios se abrieron como si fuera a decir algo, pero no le salían las palabras. Te miró, y fue cuando vio las lágrimas que te secabas que se dio cuenta de que su mano se aferraba a la tuya. La soltó, y de un brusco salto se incorporó sobre la mesa, apartándose de ti hasta acurrucarse al otro extremo de la madera a cuatro patas, como un gato preparado para salir corriendo- ¡¡Watashi ga kizutsukete kimashita!! -Exclamó, señalando tu mano, bajando sus pies al suelo- ¡Mano! ¡Yo daño!

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24/04/2017, 09:27
Rui Wu-San

Sabía que en otras circunstancias, presenciar cambio semejante habría provocado que saliera corriendo, probablemente temiendo por mi vida. Lo que tenía delante era una bestia con grandes habilidades, pero no era sólo eso. Aun con aquella forma, también sabía que aquellos ojos eran los de Kippei, que se trataba de él luchando por sobrevivir, así que ni me planteé por un segundo soltar su mano; ahora mucho más salvaje. Sabía que no me haría daño.

Logró finalmente decirme que estaba bien, con aquella extraña voz en la que a pesar de todo se advertían las maneras del japonés. Oírle decir aquello me llenó de alegría, pero lamentablemente esta no duró mucho.

Sus ojos se movían rápido, escrutando el lugar, hasta fijarlos en la puerta y mostrarse sorprendido por el llanto del pequeño. Pero a pesar de ponerme nerviosa sus inquietos ojos, lo que más me agitó fue su repentino salto al volver a mirarme, exclamando algo que no comprendía. No tardó en explicarse en mi idioma, señalando mi mano, ante lo que me quedé sin aire un segundo.

-¡N-no, no, no ha sido nada!- quise quitarle importancia al asunto, mostrándole mi mano. - ¿Ves? Está bien. Sólo la apretaste un poco y sentí calor en ella cuando cambiaste, nada más. - Quise tranquilizarle. Lo de la mano no había sido nada en comparación con haberle visto pasarlo tan mal. - Ahora que estás bien... Y-yo también estoy bien... - añadí agachando mi rostro, avergonzada. - ¿Quieres que te deje solo? Puede que necesites descansar. - le ofrecí, y es que lo último que quería era que mi presencia le impidiera mejorar más rápido.

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24/04/2017, 15:05
Kippei Gennosuke

Desde su nueva posición, con los pies ya en el suelo pero aún apoyando las manos en la mesa, Kippei volvió a mover sus ojos de un lado a otro con nerviosismo. Los pasaba de tu mano a tu rostro, de nuevo a tu mano, siguiendo tus movimientos, y a las suyas, cubiertas de un fino vello rayado entre el rubio casi transparente y el moreno espeso, con finas garras en los extremos de cada dedo. Y vuelta a empezar.

Creías que atendía a tus palabras, a pesar de todo, ya que había demostrado una gran capacidad de atención desde que le conocías, pero no fue hasta que reconociste estar bien, agachando la mirada con pudor, que logró centrar su vista en un único punto, sobre la mesa ante él. No sabrías decir qué expresaba su rostro en ese instante, pero si reconociste la sorpresa al oírte proponer dejarle sólo.

¡Īe! Eh... N-no... -Dijo alzando una mano, corrigiendo con vergüenza su primer impulso, en que había vuelto a usar su idioma natal- No descansa, yo bien, yo... -Algo detuvo su explicación, como una especie de tic nervioso que le llevó a cerrar y abrir varias veces uno de sus ojos, sobre el que resbalaba una gota de espesa sangre de la herida casi cerrada ya de su cabeza, que cicatrizaba ante tus ojos hasta prácticamente desaparecer bajo el espeso cabello del muchacho. Éste se llevó una mano a la cabeza, sobre los restos de la herida, y sus ojos felinos se abrieron de par en par- ¡M-mujer! ¡Niño! -Exclamó con clara preocupación, señalando la puerta sin dejar de mirarte- Hombre golpea, gran palo, ella dice... ¿esposo? Yo no... yo... ¿Ella bien?¿Ella bien, Rui? -Preguntó poniendo ambas manos sobre la mesa.

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25/04/2017, 09:32
Rui Wu-San

Mientras me explicaba, los ojos de Kippei no dejaban de moverse de un lado a otro. Parecía mirar mi mano, mis movimientos, su mano, no comprendía qué significaba aquello. ¿Seguía pensando en haberme hecho daño? ¿O quizás…?

¿Le habrá molestado que yo…?

Pero descarté aquella idea cuando al proponerle dejarle sólo negó de forma impulsiva. Aunque no supe que negaba hasta que más calmado se explicó en mi idioma, habiendo utilizado el de las islas. Su exclamación hizo que alzara mi rostro del todo, fijando mi visa en aquellas vetas que recorrían su rostro. Era algo extraño, pero… Eran bonitas.

Dijo estar bien, pero en seguida su ojo comenzó a hacer algo raro, viendo cómo algo de sangre caía hacia su cara de aquella herida cada vez menos perceptible. Se llevó la mano al lugar, reaccionando con sorpresa, parecía haber recordado de golpe lo sucedido; preguntándome alarmado por la mujer y el niño. Sus palabras daban a entender que había sido el “esposo” de esta quien le golpeara con un palo, aunque no parecía comprender el significado de aquella palabra.

Mis ojos se hicieron más pequeños, furiosa, al saber que había sido el propio marido de la mujer quien la había tratado de aquel modo. Una vez más, quien debía cuidar de alguien era quien más daño le hacía. Ahogué un suspiro, cerrando mis ojos un segundo antes de volver a dirigirlos a Kippei.

- Está bien, Kippei, no te preocupes. Lu Yan está con ella y las mujeres, el bebé iba a nacer. – le informé más seria de lo que me hubiera gustado. – Diría “esposo”, sí. Su marido, el padre de sus hijos, con quien una mujer se casa. – traté de explicarle, aunque no sabía si lo comprendería. – Tu esposo debería cuidarte, como tú a él, y no… - dije en tono de enfado, apretando los dientes antes de girarme, acercándome a la palangana para tomar un nuevo trozo de lino y empaparlo. - ¿Puedo? – pregunté al chico, acercándome a él y mostrándole la tela mientras señalaba su herida, queriendo terminar de limpiar la sangre.

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26/04/2017, 17:23
Kippei Gennosuke

En el preciso instante en que dijiste que el niño iba a nacer, asegurando que tanto él como la madre estaban bien, percibiste cómo el cuerpo del japonés comenzaba a menguar. En pico tiempo volvió a ser el chico que siempre habías conocido. Al menos, el que conocías desde apenas el día anterior, pero junto al que te había tocado vivir tantas cosas. Señaló la puerta, como si acabase de comprender el verdadero origen de aquellos llantos que llegaban desde el otro lado de la puerta, y no hicieron falta las palabras como respuesta.

Incluso te pareció atisbar una tenue sonrisa en sus labios, mientras agachaba la mirada. Y a pesar de ella, los puños del chico se cerraban con fuerza.

La sonrisa de Kippei se desvaneció cuando le explicaste lo que significaba aquella palabra. Asintió, pero no volvió a alzar su rostro hasta que, turbado, te oyó pedir permiso con aquel trozo de lino mojado en tu mano. Tras rodear la mesa para acudir tímidamente a tu encuentro, se inclinó en lo que parecía una nueva reverencia, de aquellas tan propias de él o su cultura de origen. Sin embargo, no volvió a alzarse, quedando en aquella postura para facilitarte la tarea.

Y-yo... -Comenzó a decir, sin alzar la mirada- ...n-no puede detener esposo. Sólo quedar golpes de mujer. M-mucha gente, no tigre que mostrar... -Dijo, como si pretendiera excusarse.

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27/04/2017, 14:15
Rui Wu-San

El cuerpo de Kippei volvió a ser el que era mientras le explicaba lo sucedido, cosa que interpreté como que ya estaba curado. Me alegraba pensar en ello, y también volver a ver su rostro y aquella ahora despeinada cresta.

Pareció comprender entonces que el llanto escuchado era el del bebé de la mujer, mostrando una tenue sonrisa con la mirada gacha. Esta se desvaneció, sin embargo, al explicarle a Kippei lo que significaba la palabra esposo. Asintió, mas no me miró, haciéndolo sólo cuando le pedí permiso para terminar de limpiar su herida. Se acercó con timidez, rodeando la mesa y haciendo una nueva reverencia de la que no terminó de alzarse del todo.

Me puse algo nerviosa mientras comenzaba a limpiar la sangre de Kippei, a pesar de haberlo hecho antes, aunque ahora él estaba consciente. Mientras lo hacía, el chico comenzó a explicarse, y me puse seria, demasiado.

- Me has dado un susto de muerte. - le reproché, suspirando después. - Pero lo entiendo... Yo habría hecho lo mismo. Incluso sin ser un gran hombre tigre. - sonreí de forma tenue. - Lu Yan me explicó que quisite guardar vuestro secreto. Has sido muy valiente, Kippei, mucho... - le dije retirando el trapo de su cabeza y alzando su rostro por la barbilla, aunque al encontrarse nuestras miradas tan cerca le solté de inmediato. - E-esto ya esta.- dije completamente sonrojada, acercándome a la palangana a aclarar el paño.

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03/05/2017, 12:10
Kippei Gennosuke

Kippei no reaccionó mientras le hablabas. Permanecía impertérrito, en aquella postura, mientras limpiabas la herida de su cabeza. Mientras pasabas aquel paño, deshaciendo la sangre ya tan premurosamente seca, te diste cuenta del modo en que la grave herida había ya cicatrizado, llegando incluso a haber crecido pequeños pelillos sobre la cicatriz que pronto desaparecería.

Le expusiste tus temores, el gran susto que te había dado, pero al mismo tiempo que comprendías lo que había hecho, dado que tu tío te lo había explicado. Incluso le alabaste por ello, diciendo que era muy valiente. Fue el único instante en que pareció reaccionar a tus palabras, encogiendo ligeramente los hombros como si quisiera hundir su cabeza entre ellos. Fue apenas un gesto perceptible, aunque desde tu posición pudiste verlo claramente.

Fue cuando alzaste su rostro, apoyando tu mano en su barbilla hasta hacer que te mirase a la cara. Sin embargo, al hacerlo vuestros rostros quedaron excesivamente cerca, el uno del otro, algo que no se hizo obvio hasta el último instante, un momento de tensión en que vuestras miradas se cruzaron y quedaron prendadas la una de la otra. Un instante en que tantas ideas y ninguna pudieron agolparse en tu mente, haciendo que te sonrojaras incómoda. Soltaste su barbilla, y ambos os echasteis atrás, con las mejillas encendidas. Kippei agachó la mirada, uniendo sus manos bajo las mangas de su ropa, encogido de hombros, y tú te apartaste con la excusa de aclarar el paño en la palangana.

En ese instante, alguien golpeó la puerta, pero no abrió. En su lugar, aguardó unos instantes a ser respondido, antes de golpear otra vez si tardabais de más.

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14/05/2017, 20:25
Rui Wu-San

Comencé a aclarar aquel paño, pensando en qué era lo que acababa de pasar. Porque algo había pasado. Miré de reojo a Kippei una de las veces que escurría el trozo de lino, dándome cuenta de que parecía continuar con aquella vergüenza que había percibido en su rosto al cruzarse tan de cerca nuestras miradas. Se mantenía con la mirada gacha y las manos escondidas en las mangas de su ropa, encogido de hombros.

Aparté mi mirada, preguntándome qué significaba su reacción. Aunque ni siquiera tenía claro cómo me sentía yo, como para saber interpretar qué se le pasaría a Kippei por la cabeza. Dejé de navegar en mis pensamientos cuando escuché de pronto la puerta, cayéndoseme el trapo escurrido al agua por el sobresalto, chistando molesta por mi torpeza y la inoportuna irrupción.

- ¡Un momento, por favor! – dije recogiendo el trapo, escurriéndolo con rapidez y dejándolo a un lado, antes de buscar algo de lino seco.

Me acerqué a Kippei con él en la mano, haciéndole gestos para que levantara la cabeza.

- No pueden verte perfectamente curado, eso llamaría la atención. – dije en voz baja, temiendo que nos escucharan. – Déjame a mi… - le pedí, esperando que me diera su consentimiento para proceder.

Cogí entonces el trozo de lino y se lo até con cuidado alrededor de la cabeza, dejando que este cubriera el lugar donde la herida debía continuar.

- Espero que esto sirva… - añadí, nuevamente bajando la voz. – Finge que te duele, ¿De acuerdo? Dolor. – dije señalando su cabeza, esperando que me comprendiera, y dedicándole una tenue sonrisa de complicidad con mis mejillas sonrojadas.

Entonces me giré y alce la voz de nuevo, esta vez en dirección a la puerta.

- ¡Pueden pasar! – di permiso, esperando ver qué era lo que sucedía.

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02/12/2017, 10:31
Kippei Gennosuke

Kippei pareció comprender rápidamente tu intenciones, dejando que le cubrieras con aquellos vendajes para hacer ver que mantenía aquella herida en su cabeza. Cuando le insistiré en que fingiera dolor, asintió con la cabeza, aguardando con una fija mirada a que aquella puerta se abriera a tu señal.