Partida Rol por web

La Greta cruzaba el espacio en silencio, casi como si no estuviese allí. En muchos meses de distancia, aquella nave era solamente un punto desconocido entre todas las estrellas que los rodeaban. A su tripulación no le gustaba decir a dónde iban, entre otras cosas, porque tampoco sabían siempre hacia qué lugar debían dirigirse.  Vuestro destino actual solo tenía un nombre.

Dinero.

Todos dormíais plácidamente en la sala de hipersueño. Llevabais un tiempo así, en dirección hacia la colonia LV-426, que se encontraba a diez meses de distancia de vuestro último lugar de descanso, el desguace espacial. 

Pero la Greta no era infalible. El daño que habíais recibido, tarde o temprano podía pasar factura, y eso fue lo que hizo. Aunque estabais todos en hipersueño, de repente las luces se encendieron y las alarmas se activaron, al mismo tiempo que la sala se iluminaba, las cubiertas transparentes se elevaban, los sistemas elevaron la temperatura y poco a poco, fuisteis despertandoos, rodeados de una sensación general de confusión y alarma.

McFadden sudaba en su cápsula. Abrió los ojos de par en par alterado y asustado. ¿Había sido una pesadilla o había pasado realmente? Su corazón estaba agitado y su mente confusa. Se incorporó y miró a su alrededor. Las alarmas de la nave estaban sonando, pero parecía que todo había sido una pesadilla. 

Había despertado en la nave antes de tiempo y sus compañeros habían muerto. La nave, aquel cacharro flotante, estaba inutilizada y siendo absorbida por un enorme agujero negro. No podía hacer nada iba a morir. Pero por suerte, aquello no fue más que una pesadilla.

Aunque quizás fue premonitoria, pues evidentemente la Greta había tenido problemas. Todavía estaba bastante confuso y su cuerpo estaba entumecido, pero tenía claro algo, no estaban en su destino y sin embargo, había despertado del hipersueño. Se incorporó y miró a hacia las cápsulas de sus compañeros. Era el primero en despertar, pero estaban todas abiertas al igual que se suya.

- ¡Mierda! - Exclamó por lo bajo. 

Se puso en pie. Tenían que descubrir que había pasado y dónde estaban. Aquello era un grave inconveniente, aunque con un poco de suerte podrían simplemente solventar la incidencia, volver a fijar el rumbo y volver al hipersueño. 

Se acercó al capitán. Todavía estaba tumbado, aunque tenía los ojos medio abiertos.

- ¡Ey Bella durmiente! - Le dijo con una sonrisa. - ¡Es la hora de despertar y ponerse en marcha! ¿O es que quieres un beso del príncipe? - Y le puso morritos simulando un beso para acabar alejándose sin dejar de mirarle con una sonrisa guasona.

Luces nocturnas entraban por el cristal de la ventana. Era otoño y hacía algo de frío. La música sonaba de fondo, dando un toque especial a la velada. Apoyé mi cabeza en su hombro, mientras que con la mano derecha iba jugando con los pelos del pecho, rizándolos y sacándole pequeños gritos de dolor al ensortijarlos en mis dedos. Nuestras piernas estaban entrecruzadas, con los pies jugueteando bajo la sábana. Alcé un poco la cabeza y nuestras miradas se encontraron. Ese momento fue especial, como si se hubiera parado el tiempo. No había nada más que él y yo, dos personas que se querían hasta el infinito. Inclinó su cabeza y me besó intensamente, deleitándose con mi labio inferior. Todo era perfecto y así debía de seguir hasta la eternidad.

... Abrí los ojos. Notaba una ligera sensación de ahogo. El calor me abrasaba, o es que tenía algo de fiebre. ¿Sería por el sueño? Una erección me confirmó que el sueño era de los húmedos. Intenté incorporarme y ver qué pasaba. Luces rojas, naranjas y amarillas se veían por todos los lados, y ese ruido infernal, la sirena de aviso, rugía dentro de mi cabeza. Al intentar incorporarme, una arcada tras otra hicieron que me volviera a tumbar. ¡Estaba jodidísimo! Un fuerte dolor de pelota empezó a aparecer, junto a otros síntomas chungos. La falta de aire me asustó sobremanera. Solo pude gemir lastimosamente:

-"¡Ayudadme! ¡Me ahogo!"

El maldito hipersueño siempre le traía pesadillas. A veces había monstruos, a veces fuego, viejas brujas como las de las películas y cosas así, pero empezaran donde empezaran, siempre terminaban en Argos 7. Nunca faltaba el rostro de Thomas gritando su nombre en silencio, extendiendo su mano en busca de ayuda pero él núnca podía darsela. Y solía terminar con la mirada de decepción de Elizabeth. Aquella vez no fue la excepción. Sintió nauseas y le costó enfocar la mirada, pero cuando finalmente lo hizo, nuevamente era McFadden el que lo sacaba de su turbación. Se tomó la cabeza, asintiendo al soldado.

- Creo que necesito un whisky -le dijo a modo de saludo.

Los interrumpió la voz de Stamets, al que se le había ocurrido la inoportuna idea de morirse. John intentó recobrar la compostura lo más rápido posible e ir a ver al ingeniero. Cuando vio que estaba "pidiendo pista" para su último viaje, intentó ayudarlo mientras gritaba.

- ¡Alguien despierte al doc! ¡Se nos muere! Gemma, ¿dónde estás?

Luego reflexionaría en por qué recurría siempre a la androide. ¿Se estaba encariñando con aquel rejunte de plástico y engranajes?

Si nadie venía pronto intentaría hacerle primeros auxilios, pero temía en que haría mas mal que bien si lo intentaba de pura impulsividad.

- ¡Stamets! Aguanta, la ayuda está en camino -le dijo mientras lo sostenía.

Mis sistemas eran orgánicos, y estaban guiados al igual que los del resto, por impulsos nerviosos. Sin embargo, el fluido que alimentaba mi parte viva era afectada de manera similar por las mismas cosas que los humanos, como la falta de oxígeno, algunas clases de sustancias tóxicas, y un largo etcétera que demostraba que, por encima de todo, estaba viva, aunque para los demás no fuese así.

Por lo tanto, cuando fallaron las cápsulas de hibernación, noté como mi cuerpo, que se encontraba en esos momentos en bajo rendimiento, cesaba de recibir energía en la frecuencia adecuada y esta alteraba todas mis transmisiones. Era consciente de como mi cuerpo se convulsionaba a medida que las descargas se producían, al mismo tiempo que detestaba no poder reaccionar para evitarlo.

Mis sistemas empezaron a sobrecargarse y en mi mente comenzó a formarse la idea de que quizás no lograse despertarme activa y que todas mis experiencias, se perdieran en el vacío.

¿De verdad iba a acabar mi existencia de aquella manera?

Estaba en una cápsula esférica que orbitaba alrededor de un gigante gaseoso. La combinación del violeta con el azul eléctrico era hipnótica y armoniosa, y de algún modo su belleza sobrecogedora me distraía de la profunda sensación de soledad que sentía en cada átomo de mi cuerpo. No sabía qué hacía allí ni tampoco me lo planteaba, tan solo vivía el momento, sentado en el contenedor transparente envuelto por la profundidad del espacio. 

Con la cabeza apoyada en el cristal cerré los ojos. Segundos después empecé a notar como se deslizaba hacia abajo la cremallera de mi mono y la calidez de una mano jugando con los pelillos de mi pecho. Abrí los ojos y allí estaba Gabriella, recostada sobre su regazo desnudo, mirándome con aquellos ojos de cobalto rematados en una pupila negra como un vórtice. Me acercó un dedo a los labios para que no dijera nada y pegó su frente contra la mía. 

Y yo volví a cerrar los ojos, temblando pero por la vibración de todos mis átomos en una extraña sintonía. 

Una luz roja parpadeaba en mi rostro. Estaba entumecido, pero podía moverme con cierta torpeza. Por suerte necesité pocos segundos para desperezarme y ubicarme en el entorno y el contexto que me recibía. 

¡Problemas!

Stamets convulsionaba en la cápsula de al lado y Gemma no parecía mejor algo más allá. El capitán gritaba que alguien despertara a Doc rápido y Roger parecía ponerse en camino con diligencia. 

¡¡No!! ¡¡Paul!! ¡¡Gemma!!

Él y Gemma eran los tripulantes a los que tenía más aprecio por cercanía y afinidad. No podría soportar su marcha. Yo no tenía conocimientos médicos, así que poco podía hacer por mi compañero. El devenir de los próximos segundos sería crucial, pues si Doc no despertaba yo mismo me haría cargo de intentar estabilizar a Stamets. Pero de momento salté en dirección a Gemma. 

¡¡Va-vamos Paul, aguanta un poco, yo no-no-no puedo hacer nada!! - me lamenté mientras pasaba por su lado - ¡¡joder donde está Doc!! - y entonces me centré en Gemma - ¡Ya estoy aquí Gemma, no te vayas!. 

La había arreglado muchas veces, así que esperaba que esta vez fuera también capaz. 

Una ráfaga de aire en la cara, frio y algo viciado de la Greta, le hizo abrir los ojos. No tenía muy claro lo que estaba pasando hasta que empezó a percibir el sonido que le rodeaba. Escuchaba a sus compañeros pero no tenía conciencia de lo que estaba sucediendo. Ese sonido lo estaba martirizando.

—Que mierda está pasando? Ya hemos llegado?. —a duras penas se incorporó y echó un vistazo a su alrededor. Tardó unos segundos en comprender el espectáculo que tenía delante. Salio de la capsula tan rápido como pudo, no todos habían despertado de la mejor forma, los efectos secundarios del hipersueño podían ser mortales.

—Por qué no se ha despertado todavía? —dijo señalando la capsula de Harry—. Algo está fallando otra vez, él tenía que ser el primero. —Se aproximó para echar un vistazo a la capsula del doctor y para hacer que se despertara lo antes posible.

Mientras la alarma continuaba sonando, taladrando vuestros oídos, Tristán logró reajustar los niveles eléctricos que alimentaban a Gemma y reanimarla. Los ojos de esta se abrieron y su cuerpo se sentó a una velocidad vertiginosa dentro de la cápsula, mientras miraba a su alrededor y se daba cuenta de lo que sucedía.

Casi al mismo tiempo, Rook se había despertado, parecía comportarse como si todavía tenía resaca y movía a Paul, que estaba en parada, de un lado a otro como un tentetieso, sin obtener respuesta.

Y por si la confusión no fuera suficiente, las luces en la sala se apagaron y los sistemas eléctricos fallaron. Era como si la nave estuviese muriendo, casi al mismo tiempo que Paul.

- ¡Mierda! - Exclamó cerrando el puño McFadden. - ¿Y ahora qué pasa? 

Sin luz y con todos los sistemas en fallo, de nada serviría sacar a Stamets del paro cardíaco. Casi mejor que la palmara de un ataque al corazón, que al estrellarse la nave contra... ¡Contra lo que fuera a estrellarse! 

- ¡Milton, Hate! - Llamó al ingeniero y al navegante. - ¿Podéis arreglar esto? - Miró entonces al capitán y allí doctor. - ¡Capitán, entérese de lo que está sucediendo, por Dios! ¡Sin duda Gemma puede ayudarle! ¡Doctor, Stamets le necesita! ¡Yo le ayudaré en lo que haga falta!

No era su misión en esa nave ponerse al frente y distribuir el trabajo, pero tenía que hacerse y el tiempo corría en contra. Si el capitán quería hacerle un consejo de guerra, que lo hiciera, pero en esos momentos se necesitaba ser resolutivo y él adoptó esa tarea. 

Inmediatamente se colocó al lado de Stamets y le ayudó a tumbarse en el suelo. No se encontraba nada bien y en cualquiera momento perdería el conocimiento. Entonces, si no antes, tendrían que iniciar un RCP. Miró al médico. Él mandaba y el McFadden estaba a su servicio y a sus órdenes.

Doc sintió que lo agitaban de un lado a otro y abrió los ojos de repente.

—Ey, ey, tranquilo tío, ya estoy despierto, déjame un tranquilo, ya voy… ¿qué coño pasa aquí? —Los ruidos y gritos iban entrando lentamente en su cabeza, su cerebro filtraba la información, pero las barreras del sueño se diluían con rapidez y finalmente una cascada de información estalló dentro de su cabeza.

Todas las voces se sincronizaron, los ruidos de las máquinas, la alerta de parada cardiaca, y entonces saltó como un resorte y llegó hasta la cápsula de Paul, estaba inconsciente, y parecía no tener pulso, dio algunas ordenes, en esas situaciones Gemma solía ser la que le asistía, pero todos conocían por encima los protocolos de emergencia y cualquiera podía darle lo que pedía, las palas reanimadoras, las inyecciones de epinefrina, el respirador, etc.… Roger estaba allí preparado. Mientras, ya había comprobado todos los indicadores de la cápsula, la situación era realmente crítica.

Entonces, los sistemas fallaron, las luces se fueron, había podido inyectarle epinefrina en el pecho y el desfibrilador tenía baterías autónomas, pero no podía conectar la respiración asistida, tendrían que sacarlo de la cápsula e intentarlo como en los viejos tiempos, boca a boca.

—Ayudadme a sacarlo de aquí, ¡rápido!

- ¡Voy! - Exclamó McFadden agarrando por debajo de los hombros a Stamets y tirando de el hasta colocarlo en el suelo boca arriba. 

- ¡Doctor! ¿Quiere que inicie el RCP? - Le preguntó.