Partida Rol por web

El paseo por las callejas de Aberdeen desde la casa de Dark se hace bastante agradable, a pesar del tiemplo plomizo que amenaza en todo momento. Bastantes viandantes ocupados en sus asuntos y muy pocos coches y camionetas de reparto se cruzan en vuestro camino, hasta que finalmente llegáis a Albury Road, deteniéndoos ante una casa de dos plantas, la cual suponéis que es la casa que heredó Drake.

De la casa de Dark al destino, deambulando entre el grisáceo paisaje que se asemeja a las calles londinenses. Observo los rostros de los transeúntes mientras doy un paso y otro. De a momentos, echo una mirada a mi compañera para reparar en el interés que el lugar despierta en ella.

Tras caminar un momento, damos con el perfil de una casa que supondría la del joven Drake. Me giro para mirar a Elizabetha.

"- Bueno señorita, espero sepa usted cual es la dirección del joven Drake. No me detuve a observar el remito del telegrama... error mío, lo sé... así que confío en su conocimiento sobre el recientemente adquirido hogar de su amigo- le digo-. En cualquier caso, el cementerio que da a la parte trasera del inmueble sería más que una ayuda suficiente... pero es preferible no suponer tanto- menciono sonriendo".

Doy unos pasos en dirección a la casa y me detengo en seco. Comienzo a observar los edificios aledaños, las ventanas, cortinas, entradas a hogares, callejones. También me detengo a reparar en las gentes, tanto individuos como grupos de personas. Me vuelvo hacia la señorita Durand de nuevo.

"- Según teníamos planeado, sería mejor dirigirnos en primera instancia hacia el cementerio y de ahí a la casa del muchacho. Esperemos encontrar algo interesante y esclarecedor en ambos lugares- agrego y me enciendo un cigarro".

Tras echar un vistazo rápido con tu acostumbrada visión inquisitiva, no ves que haya ningún cordón policial ni señal en la casa de que las fuerzas del orden estén vigilándola.

En cambio, en ese camión que está aparcado en el camino de salida cerca de la casa, sus dos ocupantes (con pinta desaliñada como puedes ver desde aquí) no os quitan ojo de encima.

Lanzo mi mirada despreocupada hacia un camión aparcado en las cercanías y me percato del interés que despertamos en los dos ocupantes del mismo. Saco mi libreta del bolsillo y, tras leer lo que tengo en ella un momento, vuelva a guardarla. Me vuelvo a mi compañera.

"- Continuemos caminando como si nada, señorita. Por lo pronto, será mejor que sigamos adelante ya que tenemos ojos inquisitivos y preocupados puestos sobre nosotros. Imagino que no esperan resguardar la integridad de la casa contra cualquiera que desee aprovecharse...-expreso".

De reojo, vuelvo a ver la camioneta y sus ocupantes para rever las características de los mismos. En cualquier caso, será preferible contar con datos precisos por si los necesitamos... "Lamentablemente, los individuos deben haberse percatado de mi conocimiento sobre su guardia, y mi acción con la libreta no debe haberlos confundido. De cualquier modo, es prudente que sigamos", pienso y hago señas a Elizabetha para que continuemos.

Bordeáis la casa, perdiendo de vista la calle (y con ella la camioneta sospechosa), llegando a un patio trasero bastante descuidado. Un buen número de ratas ha anidado sobre una pila de basura amontonada en una de las esquinas. Cercana a la casa, hay una zona de cemento sin una brizna de hierba, que va a dar a la puerta trasera de la casa. Al lado de la puerta, hay un barril de madera tapado, de un metro de altura más o menos.

12 de Albury Road, esa era la dirección y yo la había memorizado bien. Cuando el detective preguntó si me sabía la dirección de Edward obviamente asentí. ¿Qué, acaso esperaba que llegáramos a ese lugar y luego nos fuéramos de puerta en puerta preguntando si ahí vivía Edward Drake?

No dije nada, me mordí la lengua, so riesgo de envenarme y es que nadie sabe mejor que yo cuán ponzoñosa puede ser una lengua afilada, sobre todo si se trata de la mía... Y no era momento para mis borderías.

De pronto apareció esa camioneta salida de no se dónde y, a diferencia de mi acompañante, no me causó ningún recelo, pero la reacción y hacer del detective pronto hizo que me preocupara. Atendí a sus indicaciones y de paso me llevé, sin quererlo, una bocanada de humo gracias al tabaco que éste fumaba. Tocí, el humo del cigarrillo no me resultaba agradable, pero lo toleraba siempre y cuando éste no llegara de lleno en mi rostro, cosa que lamentablemente pasó aunque tengo claro que fue sin intención alguna.

La camioneta se había perdido de vista y nosotros habíamos bordeado la casa. El aspecto del lugar dejaba bastante que desear, cosa que conociendo a Edward me resultaba bastante extraño.

-¿Esto pertenecerá a la casa o será terreno del vecino? -pregunté caminando en dirección a la puerta trasera- Si es propiedad de Edward resulta ser cuando menos curioso, él es bastante prolijo en cuestiones de limpieza y tener un patio trasero así no sería propio de él.

Torcí un poco el gesto y ladeé la cabeza. ¿Qué habría en ese barril?

Me acerqué y con cuidado levanté la tapa de madera. Muy acostumbrada estaré a andar metida en excavaciones y esas cosas, pero eso no significa que verme rodeada de ratas, aunque sólo sea una, me resulte agradable.

Compruebas como la tapa del barril está suelta, apenas apoyada en la boca de éste. Al levantarla, un olor nauseabundo, como a pescado descompuesto, golpea tu olfato, penetrando casi hasta la garganta.

En su interior reposa hasta casi llenar el borde, varios litros de agua, probablemente agua de lluvia, pero estancada y muy sucia, tanto que su oscura superficie impide ver el fondo.

Una pequeña ondulación se forma con el movimiento al quitar la tapa, y de súbito, del centro de dicha onda emerge algo rápido, muy rápido que chasquea como un látigo en el aire, a unos escasos centímetros de la cara de Eli, revelando su antinatural forma: un apéndice tentacular de aspecto limoso formado por pustulante carne verde.

Haber salido de la vista de esos dos tipos no me resulta satisfactorio. Una vez comenzamos a bordear la casa, muevo un poco mi saco para dejar al descubierto mi arma. Observo de reojo que se encuentra cargada y pruebo el martillo para verificar que todo está en orden. "Perfecto", pienso y levanto la vista para continuar camino.

Con hacer pocos pasos, un grupo de ratas nos recibe. Las ahuyento para prestar atención al pequeño montículo en el que se encuentran... lo observo un instante. Me agacho y tomo un poco del desperdicio. Comienzo a hacerlo bailar por mis dedos y huelo de a momentos para percatarme del estado de putrefacción en el que se encuentra.

Sigo caminando mientras continúo viendo la basura que he tomado. La pregunta de Elizabetha me saca de mi concentración.

"- Parece ser que esto pertenece al terreno de su amigo- menciono y agrego ante lo que dice-. No se olvide que se presentó en la casa de Dark en un estado por demás alterado, según comentó el erudito. No parecería extraño que, estando preocupado como al parecer estaba, no se haya preocupado por la higiene del lugar".

Miro a la jovencita hacer una mueca y luego yendo en dirección hacia un barril que se encuentra cerca nuestro. La muchacha levanta la tapa y un hedor comienza a esparcirse. Llevo mi mano a la cara, tapándome un poco la nariz. Si bien no suelo tener problemas con los aromas, éste resulta tremendamente nauseabundo.

Repentinamente, una extraña forma sale del barril e intenta golpear a mi compañera. La horripilante imagen me paraliza, y me hago hacia atrás presa de semejante espectáculo. No recuerdo haber sentido un miedo como el que me mantiene inmóvil. Trato de mover mi mano hacia el arma que llevo conmigo, pero el esfuerzo parece imposible. Estoy aterrado.

Cita:

-Puede ser pero mientras no lo vea, no lo creo... -alcancé a responder antes de enmudecer y arrugar la nariz.

Cerré los ojos más de lo normal y eché la cabeza hacia atrás, el golpe olfativo que sufrí provocó esa reacción.

-Pero qué... ¡puaj!...

El olor era nauseabundo y he de admitir que de no haberse movido el agua vomitaba. Abrí mucho los ojos, aunque la cara de asco no se me quitaba. Sentí que el corazón se me aceleraba, en mi fuero interno -sí, sí, tengo una imaginación muy prolífica- me estaba esperando que, en el peor de los casos, saliera a flote la cabeza de alguien. Vamos que me estaba imaginando que al interior de ese barril se encontraba un cuerpo descuartizado o vaya a saber qué. Pero lo que emergió no se parecía en nada a lo que me habia estado imaginando y por lo mismo la sorpresa fue mayúscula.

-¡¡Uoh... uoh... UOH!! -exclamé retrocediendo de un brinco y poniendo la tapa por delante a modo de escudo.

Retrocedo acercándome al detective.

-¡¡MIERDA!! ¿¡Pero qué demonios ha sido eso!? -pregunto sin percatarme que él está paralizado por el miedo- Sabía que la sanguijuelas podían vivir en aguas así pero de nada más...

El barril se tambalea como consecuencia del movimiento del tentáculo, que oscila torpemente con un movimiento muy poco natural, como si su superficie gomosa se doblase por puntos aleatorios y no definidos por una estructura interna normal.

Tras vuestro sobresalto inicial (mayor en el caso de Allen que de Eli), que ahora se protege tras la húmeda tapa de madera del barril, el apéndice viscoso enbate fuertemente contra ella con sus movimientos descoordinados pero furiosos y hambrientos.

La impresión de tan horrible imagen hace que mi vista se nuble. Me muevo un poco hacia atrás y trato de ponerme en pie.

"- ¡Elizabetha, alejate rápido de esa cosa!- le grito, entrado en razón nuevamente".

Me levanto y observo a la cosa. El espectáculo es desagradable. El viscoso tentáculo se mueve para todos lados. "¿Qué diablos es eso?", me pregunto.

Corro mi saco un poco y saco el arma. "Menos mal que me percaté de que estuviese cargada y lista para disparar". Trato de hacer puntería a la extremidad que oscila cercana a la señorita Durand, pero podría fallar y darle a ella. Bajo mis manos y apunto hacia el barril, hacia donde probablemente se encuentre el cuerpo de... eso. "Golpear con la bala en una de las tablas podría significar romper el barril... será mejor darle a la unión entre alguna de ellas y esperar lo mejor", razono llevando el martillo del arma hacia atrás y dándole al gatillo.

La bala atraviesa el barril limpiamente a través de la madera y golpea contra la pared de detrás, aunque no consigue el efecto deseado y simplemente provoca que el agua estancada de su interior empiece a fluir por el agujero producido por el disparo. La criatura emite un siseo cuando se produce el impacto y, a la vez, el apéndice visible se mueve más furiosamente que antes.

Retrocedo un poco más, extendiendo al mismo tiempo mis brazos como si con eso consiguiera que la distancia existente entre esos tentáculos y mi rostro aumentara. Una estupidez, lo se, pero trataba de poner a salvo mi rostro de un posible latigazo de esos tentáculos o lo que fuera.

Allen dispara y yo pego un grito, no porque el disparo me asustara, no, sino porque con ese disparo debilita la estructura del barril y con lo furioso que se ha puesto el bicho que está en su interior es muy probable que lo acabe rompiendo. La criatura es acuática, se supone, pero se de la existencia de otras muchas especies que también lo son pero que no por ello dejan de ser peligrosas y rápidas una vez en tierra; si acaso el bicho ese es o no una de esas especies no es algo que quiera averigüar en las actuales circunstancias.

-Hay que tapar ese barril, Allen, hay que taparlo y no se le ocurra volver a disparar que esa cosa tiene fuerza y como se siga moviendo así lo va a romper. Venga, ayúdeme a tapar el barril y fijar la tapa para que no se salga... después vemos la forma de averigüar qué demonios es, matarlo y luego diseccionarlo, no se, lo que sea, pero sin arriesgarnos.

Miro a un lado y otro, buscando unas vara de madera o metal con la que Allen o yo podamos batirnos a distancia segura con esos tentáculos y así distraer a la criatura el tiempo suficiente para que el otro fije la tapa en el barril.

Mientras Eli se cubre con la tapa e intenta buscar algo útil en los alrededores, la masa viscosa parece empezar a tomar conciencia de su alrededor, y con un rápido movimiento espasmódico, fruto de su antinatural hambre, bordea la protección de madera y alcanza a golpear a la distraida investigadora, con un fuerte latigazo asestado con el bituminoso apéndice.

Encontré lo que buscaba, bueno, no exactamente pero para el caso era lo mismo, servía y con eso me bastaba. Apoyados en una esquina había dos rastrillos y por ellos fui pero, en mi premura por alcanzarlos, me descuidé y uno de los tentáculos del bicho me alcanzó en el brazo izquierdo. Si tan sólo hubiera recibido un latigazo no habría gritado, pero no, un fuerte golpe no fue únicamente lo que recibí, el contacto con el bituminoso y viscoso apéndice me produjo un dolor lacerante, un dolor que parecía penetrar las capas de piel que quedaban al descubierto (mano y parte del antebrazo).

Difícil resulta graficar mi dolor (y espanto) por el daño causado por esa criatura, estoy segura, sobrenatural. No era como el dolor de una quemadura. No. El dolor era, creo, como aquél que se experimenta cuando se deja caer alcohol en una herida a carne viva y aún así me quedo corta. ¿Similar a una quemadura de ácido tal vez? No lo se, pero lo que sí se es que el dolor que sentí me resulta indescriptible.

-¡¡Bicho endemoniado!! -exclamé asustada, furiosa, decidida- Raymond tome, coja uno -le pasé uno de los rastrillos. La mano me dolía y sentía el brazo medio adormecido- Voy a tratar de distraer a esa cosa. ¿Cree usted que pueda poner la tapa al barril o, mejor aún, matar a esa cosa?... ¡Dios, cómo duele!