Partida Rol por web

La pequeña localidad de Jefferson mostraba una actividad inusual para el día, la hora y la temperatura reinante. Llegar hasta el Excelsior Hotel no fue nada sencillo, ya que un buen número de vehículos y de gente a pie llenaban las vías, confluyendo todos hacia la estrecha calle donde se ubicaban tanto el alojamiento de los agentes de la Ley como la oficina del Sheriff del condado de Marion y la sede del juzgado.

Cuando por fin lograron abrirse paso y aparcar delante del hotel había un centenar de personas ocupando la acera opuesta a la comisaría. Un par de coches patrulla y los alguaciles Mommsen y Bush mantenían a la muchedumbre alejada de su edificio y la carretera despejada para la circulación. Moira había sido testigo del incremento del número de curiosos que habían pasado de una actitud silenciosa a un ruidoso jaleo conforme se habían ido reuniendo más y más personas.

Los ánimos se habían ido caldeando y la tensión electrizaba el ambiente con la peligrosa mezcla del propio acontecimiento, el sofocante bochorno y la presencia de domingueros tejanos bastante bebidos a esas horas de la sobremesa.

En un momento dado se hizo el silencio cuando un enorme Cadillac Escalade de color negro apareció al final de la calle y pasó rodando lentamente en dirección al Excelsior*. Los cristales tintados impedían ver a sus ocupantes, pero no cabía duda de quién era el propietario de aquella ostentosa camioneta. El todoterreno del sheriff le seguía, con el jefe Smith al volante. Al ver a los tres agentes en la puerta del hotel, Zack Smith cruzó una hierática mirada con ellos. La comitiva se detuvo allí mismo y uno de los gemelos Pickett bajó raudo del lado del copiloto y abrió la puerta trasera para que Eliah McKnight III y su acompañante, el juez Roger Corman, pudieran apearse del vehículo y avanzar el corto trecho que le separaba del porche del hotel.

El magnate tenía el rostro congestionado, el ostentoso traje blanco empapado en sudor y en sus labios se movía nerviosamente la colilla de un grueso habano. El juez Corman tiró su propio cigarro al suelo y lo aplastó con ganas; en contraste con McKnight su rostro era una máscara pétrea pero sus ojos centelleaban. Los hermanos Pickett escoltaron a ambos y el sheriff Smith trató de guardar la compostura al verse relegado a un lugar secundario. Aquellos cinco individuos, ataviados con sus sombreros tejanos y su pose de cowboys, terminaban de convertir toda aquella escena en un western surrealista.

A medida que los minutos pasaban, comprobaban que los curiosos se acercaban al lugar y el chisme corría de un lado a otro, dudando que no tardaran en saber incluso más información que ellos mismos. Al menos esperaba que con tanto jaleo la gente estuviera más predispuesta a ayudar.

Fue esta mañana, así que quien fuera debe estar cerca.- Miró a todos lados, como si creyera que el causante de todas esas desapariciones quisiera estar en primera fila por el puro morbo de saber qué decían las autoridades. En realidad, si lo pensaba friamente, no era una posibilidad tan descabellada.- Tenemos que movernos ahora que las pistas están calientes.- No sabía a dónde habían ido, tampoco le importaba ahora mismo, sólo le preocupaba saber qué le había pasado al pequeño Ben.

La revelación de que el nuevo niño desaparecido era el hijo de McKnight a priori echaba por tierra la teoría de que el adinerado empresario estaría implicado en las desapariciones. ¿Era posible que simplemente aquel hombre fuera inocente? Aún era una posibilidad, por más que pudiera estar vinculado al sheriff Smith y al juez Corman.

Como era de esperar, ahora que el hijo de McKnight había desaparecido, todo el pueblo se movilizaba, incluidos el sheriff y el juez. Claro. Aquel niño no era  el hijo de una prostituta o de una pareja de yonkis, sino de un magnate que podía mover cielo y tierra para buscarlo. Tristemente así funcionaba el mundo, aunque Scott consideró que aquella era una buena oportunidad de que McKnight y Smith se mostrasen colaborativos.

-Hay que aprovechar la ocasión para tantear a McKnight y Corman -le indicó el ranger a Moira y a Adele, en tono bajo para que el quinteto de hombres que se aproximaban no le escuchasen-. Lo que ha sucedido es una desgracia, sí, ahora más que nunca estos hombres querrán ayudar. Al menos McKnight... -agregó Bennet, pues siempre cabía la posibilidad de que Corman y Smith siguieran comportándose del mismo modo-. Creo que lo principal ahora es hablar con McKnight. Los tres. Averiguar qué sabe, cómo desapareció el chico y tratar de unir todo lo que consigamos. No creo que debamos planificar mucho más por ahora -añadió, recordando que en su caso aún les quedaba acudir a visitar a la Bruja del Árbol y también acudir a casa de la madre de Nora Smith. Sin embargo, la desaparición del hijo de McKnight cambiaba totalmente las tornas y debían centrarse únicamente en lo que pudieran extraer el empresario antes de continuar.

La desaparición del nuevo niño tiraba por el suelo las teorías que Bennet le había relatado a Adele, pero no era eso lo que escamaba a la agente del FBI. -No tiene sentido.- Masculló, mientras observaba con atención el remolino de personas en el exterior. -Este secuestro no coincide con el resto. Sí, quizás por fechas es plausible, pero no estamos ante un niño abandonado a su suerte por sus padres, cuya madre sea prostituta...- Se mordió un momento la lengua. -O igual sí; podría ser una manera de acusar a McKnight y a su esposa, de que él quizás descuide a su familia y puede que la mujer no sea una santa. Pero ha sido un riesgo demasiado grande. ¿Por qué?- Todo esto eran más que todos pensamientos en voz alta.

Asintió a ambos Rangers. -Vamos, sepamos los hechos de primera mano y veamos que tan dispuesto está el señor McKnight de dejarnos investigar.- Sospechaba que, luego de los diferentes sucesos que habían ocurrido desde su llegada, el magnate y el juez no estarían muy a favor de permitirles trabajar... o puede que sí.

—Mi hijo desaparece y aquí están los polizontes enviados por el gobierno, mano sobre mano, malgastando nuestros impuestos para disfrutar de unas vacaciones en el bayou —exclamó McKnight en voz suficientemente alta para que pudieran escucharle todos los curiosos que abarrotaban la calle y que comenzaban a confluir hacia el Excelsior— Imagino que ahora que ya han molestado a todas y cada una de las autoridades de esta pacífica comunidad no tendrán más trabajo, ¿cierto? ¿O quizás estaban planeando a quién joder a continuación?

El magnate se detuvo incómodamente cerca del sargento Scott Bennet. Había incluido en sus insultos a sus compañeras, pero ni siquiera les había dirigido la mirada. Los Pickett flanqueaban a su jefe como dos leales perros guardianes dispuestos a matarse con quien le pusiera una mano encima. El juez Corman parecía buscar a alguien con la mirada detrás del trío de agentes, como esperando ver salir a un cuarto, aquel con el que había tenido un encontronazo el día anterior en la oficina del periódico local.

Smith, paradójicamente, era el que mejor mantenía la calma. Se había quedado varios pasos por detrás del grupo y analizaba la situación como un auténtico profesional. Sus hombres estaban lejos y la multitud se desplazaba desde la comisaría hasta el hotel. Era consciente de que sería incapaz de controlar ningún tipo de disturbio que pudiera crearse allí.

El ranger veía en McKnight la intención de provocarles y, tal y como estaba la situación, Scott no aguantó la provocación. Era la oportunidad de encarar a los poderosos, echando en cara el hecho de que Smith había mirado a otro lado mientras desaparecían niños de familias desestructuradas o clase baja.

-¡Su hijo no ha sido el primero en desaparecer y, si su sheriff no hace nada para impedirlo, no será el último! -exclamó Bennet, dirigiéndose a McKnight-. Theresa O'Hara, Olegario Fuentes, David Smith... ¿Necesita que le dé más nombres? Todos y cada uno de ellos desaparecidos, sin que nadie moviera un dedo. Estamos aquí para hacer justicia con respecto a esos niños, ¡y si deja de vernos como si fuéramos el enemigo y empieza a colaborar, puede que podamos encontrar a su hijo mientras aún podamos!

Si mi hijo hubiera desaparecido o tuviera la menor sospecha de que eso pudiera llegar a ocurrir, me alegraría de saber que hay gente cualificada ayudándome a encontrarlo.- Aquél enfrentamiento sobraba demasiado, ¿acaso era más importante inflar el pecho a encontrar a su hijo? Seguro que su mujer entendería mejor a lo que se refería, puesto que la conexión de una madre con su hijo era más fuerte que la del resto.- Luego si quiere puede seguir escupiéndonos, pero ahora mismo estamos aquí para encontrar a Ben sano y salvo.- Sin embargo no podía llegar a imaginar los pensamientos que estaban surcando ahora mismo por su mente. Tal vez fuera esa incertidumbre y miedo los que le volviera más pasivo agresivo, pagando su frustración con ellos en este caso.

Voy a preguntarle a Smith por las zonas que han peinado. Necesitamos acortar el terreno.- Moira quería moverse, no quedarse charlando, y teniendo que en cuenta que sorpresivamente el Sheriff parecía más calmado y llevando la situación, intuía que era con él con quien tenía que hablar para poner ambos cuerpos en acción.

El jefe Smith había sido interpelado por los rangers, aunque con actitudes diferentes. Eso le hizo reaccionar un poco, avanzar hacia el frente de la reunión, apartando sin miramientos a Frank Pickett. A continuación tomó una posición nada casual y sí bastante intecionada: en un lateral, equidistante a ambos grupos; mostrando quizás que, si bien su placa dependía del poder de McKnight y de Corman, seguía siendo un representante de la Ley y el deber le impelía a darle la razón a los rangers y a los federales.

En cualquier caso, aunque su lenguaje corporal mostraba todo aquello, su rostro permanecía crispado en su característica mueca de hartazgo y desprecio.