Partida Rol por web

Entre sombra y sombra

El principio del principio

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09/04/2017, 00:16
Narrador

Al analizar el lugar en el que se encontraba Cosette pudo sentir un denso escalofrío empezando en la parte alta de su nuca y bajando por toda su espalda. Este amenazó con quedarse enganchado al final, sin abandonarla del todo, pero finalmente se difuminó uniéndose a la sensación de frío general que invadía a la chica.

Logró ponerse a gatas sin demasiada dificultad, y aunque trastabilló un poco al incorporarse no tardó en darse cuenta de que podría caminar si lo hacía con cuidado. Sus piernas amenazaban con flaquear en cualquier momento, como si hubiese levantado tras una siesta de varios días, y a sus pies les costaba mantenerse firmes en el suelo.

En ese lugar la sensación era extraña. No era sólo que estuviera perdida, sino que el estado ruinoso de todo lo que alcanzaba la vista era capaz de contagiar un poco de sus emociones. Y el silencio era tal que podía escuchar sus pensamientos con más claridad que nunca.

Al alcanzar la casa la chica se encontró la puerta entreabierta. Era una de esas puertas divididas por la mitad, y la parte inferior estaba tirada en el suelo, agujereada probablemente por las termitas. Todo el metal que había a la vista estaba oxidado y el suelo parecía hundirse ligeramente, como si estuviera un poco podrido. Aún así el único aroma que la chica pudo percibir fue el del cardamomo.

Estaba en una vivienda que no tenía recibidor. En lugar de eso ante ella tenía unas escaleras que subían al piso superior, y a mano derecha un salón con algunas puertas. El mobiliario parecía tan olvidado y destartalado como todo lo demás y era imposible esperar que la televisión funcionase, pero al menos la sensación de frío menguaba ligeramente.

Todo estaba lleno de polvo. Y sobre la mesa había un sobre ya amarillento, colocado como si lo hubieran alineado perfectamente con el borde de la superficie. En él, con una caligrafía redonda que recordaría a una profesora de primaria, había tres palabras escritas.

A mi visitante.

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09/04/2017, 14:28
Cosette Mercier

Cosette se agarró al marco de la puerta, contemplando el interior antes de entrar. «La puta madre», pensó de nuevo, segura de que allí no iba a encontrar un teléfono con el que llamar a emergencias. 

Recordó entonces su móvil y mientras se resguardaba del frío en el interior de la casa, palpó sus bolsillos comprobando si lo tenía encima. Su mente empezaba a desperezarse aguijoneada por la necesidad y las dudas revolotearon en su cabeza acompañando a los recuerdos que iban llegando poco a poco. ¿Cómo había llegado allí? ¿Habría sido cosa de Brad? Estaba tan jodidamente cabreado la última vez que lo había visto... ¿Habría contratado a unos matones para que la secuestrasen y la dejasen tirada en cualquier parte? Brad era más del tipo de los que prefieren dar las hostias ellos mismos, pero era lo más plausible que se le ocurría. 

Sin darse cuenta había pasado de buscar el teléfono a rascarse la parte interior del brazo en un gesto insconsciente. Y así, con las uñas todavía rascando su piel, se detuvo delante del sobre. A saber cuánto tiempo llevaba eso ahí. Lo cogió y lo abrió por pura inercia, no porque esperase que fuese dirigido a ella. Estaba claro que aquel sitio había sido abandonado hacía mucho. 

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20/04/2017, 03:04
Narrador

Al buscar el teléfono en sus bolsillos Cosette no tardó en dar con el aparato. En caso de que llegase a sacarlo comprobaría que aún tenía batería, lo que significaba que no debía llevar inconsciente más que unas horas. Un momento más tarde, al abrir el sobre, la chica pudo sacar una hoja de papel gruesa. No llegaba a ser una cartulina, pero sí se notaba que alguien había usado papel de calidad a la hora de escribirla. La caligrafía era similar a la del sobre, pero en determinados puntos había pequeñas manchas de tinta. Probablemente la hubieran escrito con una pluma o algo similar.

Confío en que no sea una decepción no encontrarme aquí. Te he esperado durante mucho tiempo. Las cosas ya no son lo que eran: ni esta casa, ni yo misma. Las ventanas están rotas y por las noches hace tanto frío que creo que un día me convertiré en un trozo de hielo.

Otro día vi a unos gamberros hurgando en el coche que te compré para cuando llegases. Creo que en tu ciudad todo el mundo tenía uno, menos tú. Los he echado y me he asegurado de que no volvieran por aquí. Puedes estar tranquila: no me he comido sus huesos.

Sé que esta es la última carta que te voy a escribir. Las otras las llevaré conmigo, a ver si con sus letras puedo hacerme una sopa que me caliente el estómago. Hice lo que tenía que hacer durante mucho tiempo. Ayudé a los viajeros y te esperé. Escuché historias y esperé. Les di una parte de mi alma y esperé. Y al final, de tanto esperar, creo que no sé hacer otra cosa.

Entiende que nunca se me han dado bien los regalos. Así que te he dejado dinero escondido en tu cuarto.

Tengo hambre y frío. Han pasado trece años desde la última vez que alguien pasó por aquí. Ya quedan pocas cosas que hacer, salvo comerme el polvo. Nea me cuenta cómo estás. Dice que algún día va a traerte, pero que aún no estás lista. O que no lo está ella. Le he hecho prometer que no me diría tu nombre, porque no quiero olvidarlo.

Tú también tendrás hambre. Seguro que el viaje te ha dejado cansada y esperabas encontrar una casa grande, con tres camas para elegir y unos platos de sopa. Lo siento. Antes estaban, pero desaparecieron cuando me comí los osos.

Espero que aunque me haya ido sepas encontrarme. Te diría adónde voy, pero para eso necesito encontrarme. Antes de que se me olvide: te he dejado también un regalo en tu cuarto. Siempre se me han dado bien los regalos.

 

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23/04/2017, 05:47
Cosette Mercier

La nariz de la joven se arrugó a medida que sus ojos iban deslizándose por las sandeces escritas en aquella carta. La autora sin duda estaba profundamente desequilibrada pero Cosette no era capaz de despreciarla por ello después de haber sido objeto de miradas toda su vida. Más bien al contrario, sintió lástima por esa mujer y su mente quebrada. 

Dejó la carta sobre la mesa sin molestarse en volver a meterla en el sobre y no tardó mucho en empezar a buscar ese cuarto que tenía dinero escondido. No se le pasó por la cabeza que aquello fuese robar. Al fin y al cabo, fuese para quien fuese estaba claro que ya no iba a llegar y con esa carta sobre la mesa lo único que le extrañaba era que nadie hubiera saqueado ya aquella casa hasta los cimientos. 

Abrió primero las puertas del salón, echando un vistazo rápido a las habitaciones que contenían. Suponía que la habitación de invitados estaría en el piso superior, así que no tenía intención de entretenerse abajo a no ser que encontrase algo que lo pareciese. 

Mientras caminaba por la casa, fue sacando el teléfono del bolsillo y se fijó en la hora. Empezó a desbloquear la pantalla, pero detuvo el movimiento sin haber llegado a meter el código. ¿A quién podría llamar? No podía decirse que tuviese muchos amigos a los que recurrir y la policía... Bueno. Siempre los había considerado más enemigos que aliados. Una última opción desesperada. Resopló entre dientes y volvió a guardar el teléfono. Iba a intentar salir de ese lugar por ella misma. Para pedir ayuda siempre habría tiempo después.

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27/04/2017, 05:51
Narrador

Con la carta de nuevo sobre la mesa, como si pudiera ser útil en algún momento, Cosette empezó a moverse por el salón. Abrió las puertas del salón, descubriendo tras ellas una cocina sin microondas y con el frigorífico tirado en el suelo, un cuarto de baño que de alguna forma parecía mal colocado en aquel lugar, y una habitación que estaba totalmente vacía.

Las paredes del baño estaban ya amarillentas, como si el tiempo hubiera decidido escribir en los azulejos. El váter no tenía tapa, aunque sí las tuercas de haberla tenido en su momento: parecía increíble, pero también probable que alguien se la hubiera llevado. El mármol de la pila del lavabo estaba roto y en el suelo descansaban una decena de trozos de distintos tamaños que debían corresponder con lo que faltaba. Y la bañera, por su parte, era anormalmente grande. Algunos botes ya descoloridos estaban tirados por el suelo y parecía poco probable que el agua corriente aún funcionase.

Aún así, a pesar de su estado, el baño tenía todo para ser la envidia de la habitación vacía. Más que nada porque el contenido de esta se resumía en dos cosas: una densa capa de polvo y un agujero en la pared tan grande que la propia Cosette podría salir atravesándolo y llegar al jardín.

Tras inspeccionar aquellos cuartos Cosette siguió moviéndose por la casa. Desbloqueó la pantalla de su teléfono, y este le reveló una hora inverosímil: las seis y setenta y ocho de la mañana. En caso de que la muchacha volviera a bloquear el aparato y desbloquearlo para asegurarse, o incluso que lo apagase y encendiera, la hora mostrada sería la misma, con excepción de que el minutero habría avanzado  si tardase lo suficiente.

El resto de la planta baja no aportó demasiado a Cosette: otro salón más pequeño y con los muebles en el mismo estado y un garaje que parecía que usasen sólo de trastero. Había cientos de cachivaches allí, desde una gramola hasta un rastrillo, pero desde luego aquello no parecía una habitación de invitados.

La planta superior, en cambio, guardaba otras sorpresas. Las escaleras húmedas por el agua y los años se hundían bajo los pies de Cosette a pesar de su escaso peso, pero pudo llegar arriba sin contratiempos. Lo que vio al llegar allí fue un pasillo con un dos puertas a cada lado, más una de frente.

La convicción de que era esa última puerta la que buscaba llenó a la stripper. En caso de avanzar hacia ella, además, descubriría algo probablemente inesperado.

Aquella habitación estaba en perfecto estado. Las paredes estaban pintadas de un color pastel, las sábanas de la cama eran de color morado y el armario estaba lleno de ropa de distintos estilos y tallas. Lo más curioso era que a pesar de estar lleno parecía imposible escoger dos prendas de manera que encajasen entre sí estéticamente.

No había a la vista nada que hiciera pensar dónde podría estar ese dinero. Los cajones de la mesilla estaban vacíos, así como los de la cómoda. Sin embargo la chica no necesitaba buscar más para saber que, si había una habitación donde aquello se pudiera encontrar, estaba en la adecuada.

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02/05/2017, 04:33
Cosette Mercier

Cosette recorrió el piso de abajo con rapidez, sin entretenerse demasiado en ninguna de las habitaciones. En parte porque estaba todo medio en ruinas y no había mucho que ver y en parte porque quería comprobar cuanto antes si existía esa habitación para las visitas con dinero escondido en ella. 

Sólo detuvo sus pasos por un momento al ver la hora que marcaba su móvil. La chica resopló con fastidio y apagó la pantalla primero para después apagar todo el teléfono. Pero seguía dando una hora imposible así que no tuvo más remedio que asumir que el aparato se había escacharrado con alguna caída. 

Siguió buscando, ya con el teléfono en el bolsillo. Tal vez podría llamar a la policía. Al fin y al cabo no tenía por qué decirles lo que estaba haciendo cuando la secuestraron en su propia casa. El agente que la había interrogado un rato atrás le había dejado su tarjeta y parecía un poco profesional al menos. 

Subió las escaleras con cuidado, temiendo a cada paso que el piso cediese haciéndola caer, y ya en el pasillo sus ojos se fijaron de inmediato en la habitación del fondo. Por el camino hacia ella abrió las otras puertas, pero apenas les dedicó un vistazo rápido antes de continuar hacia la que tenía el presentimiento de que sería la indicada. 

En cuanto abrió esa puerta se quedó boquiabierta algunos segundos. Desde la puerta, sin llegar a atravesar el marco, observó el único lugar en buen estado que había visto hasta el momento en esa casa. ¿Por qué los vándalos habían respetado esa habitación? ¿Sería por la carta de abajo? Por un momento dudó y miró por encima de su hombro, pero al ver el estado decrépito de la casa sus escrúpulos se fueron tan rápidos y fugaces como habían llegado y se adentró en el dormitorio. 

«Me cago en la puta», pensó mientras empezaba a buscar. Primero por los cajones y en el armario, pero después agachándose para mirar debajo de la cama, comprobando las paredes y el suelo en busca de huecos secretos o tablas que se levantasen, y, finalmente, moviendo los muebles para buscar entre ellos y la pared. Si había dinero escondido allí no se marcharía hasta encontrarlo. Lo necesitaría para salir de ese pueblo fantasma.

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06/05/2017, 23:39
Narrador

Hizo falta todo el cuidado de Cosette para estar segura de que el suelo no se vencería bajo su escaso peso, y aún así en algunos momentos debió tener sus dudas. Bajo sus pies la superficie estaba a veces tan blanda que parecía simplemente papel mojado, pero al final sus ojos acabaron por reconocer a simple vista las zonas más peligrosas por su color levemente oscurecido.

Una vez entró en la habitación la chica sintió la temperatura ligeramente más alta, incluso tibia. Desde luego era un lugar agradable y acogedor, mucho. Tanto que casi daba pena, una vez comprobados los cajones y el armario, empezar a mover cosas para seguir buscando.

Necesitó de varios minutos de búsqueda. Hubo una sensación que comenzó al abrir los primeros cajones y encontrarlo vacíos y que fue creciendo más y más conforme seguía buscando. Nacía en su nuca y penetraba en su propio cuerpo, en parte en el cuello y en parte en la cabeza, y aunque era difícil de explicar no era tanto echarle la culpa a las condiciones en que había despertado. Esa impresión se hizo más fuerte cuando ella empezó a tantear el suelo, y mas aún cuando buscó en los bolsillos de cada prenda del armario. Era como si su propio cuerpo le estuviera pidiendo buscar de una forma más intensa, impeliéndola a continuar el camino que había tomado.

No fue hasta que Cosette no empezó a mover los muebles que encontró algo. Era difícil saber si era lo que buscaba, pero desde luego parecía algo propio de quien hubiera escrito aquella carta.

Detrás del armario había una puerta, si es que podía llamarse así. Su marco no hacía ángulos rectos y no tenía pomo, pero desde luego era una plancha de madera en la pared con un par de bisagras a un lado. Estaba pintada de un color rosa fucsia y la madera parecía totalmente nueva, pero lo más curioso era su tamaño: apenas llegaba a Cosette a la rodilla.

Bastó con que la chica presionara un poco sobre la puerta para que oyera un pequeño "clic", y en ese momento aquella extraña sensación empezó a disminuir. Quizá era la presión de su cabeza, que se relajaba tras aquella pequeña victoria. Al otro lado la chica encontró una réplica exacta de la habitación en la que se encontraba. Los muebles también estaban movidos, casualmente como ella los había dejado, y en el lugar donde debería estar la portezuela había una similar del tamaño de la yema de un dedo.

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09/05/2017, 12:01
Cosette Mercier

La chica siguió su instinto sin pensarlo demasiado, dejando que sus dedos buscasen donde querían buscar y sus ojos mirasen donde sentían que debían mirar. Y, mientras, su atención se repartía entre aquella búsqueda y un intento de trazar algún plan de futuro para salir de aquel sitio deshabitado. Todo sería más sencillo si al menos supiera dónde estaba, pero suponía que no debía ser muy lejos de la ciudad, quizás algunas horas. 

Al ver la puerta enarcó las cejas sorprendida. La estabilidad mental de la mujer que había dejado la nota de abajo se manifestaba en esa especie de caja fuerte rudimentaria y con aspecto tan poco sólido. Cosette se puso de rodillas y abrió la puerta, para después echar un vistazo al interior. 

«Me cago en la puta», pensó al no encontrar un sobre de dinero y sí una especie de casa de muñecas. 

Miró hacia dentro y luego hacia fuera. «Qué puto mal rollo», se dijo al contrastar la posición de los muebles después del registro y comprarlos con los de dentro, como si alguien hubiera sabido exactamente cómo los dejaría al buscar. 

Gateó y metió la cabeza primero en el hueco y después un brazo. Con cuidado empezó a mover los muebles en miniatura, abriendo el armario, levantando la cama... Era un buen sitio para esconder el dinero, al fin y al cabo.

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13/05/2017, 23:43
Narrador

A Cosette le costó meter la cabeza a través de aquel agujero. Al hacerlo tapó la escasa luz de la pequeña lámpara que iluminaba ese cuarto diminuto, quedándose ella misma a oscuras. Un momento más tarde, ya con la cabeza fuera y el brazo dentro, no tardó en empezar a mover los muebles. Todo era exactamente como en la habitación grande, incluso las prendas que había guardadas en el armario. En la cama estaba unas sábanas similares, pero con los mismos motivos en miniatura e incluso los más pequeños indicios estaban reflejados de una manera totalmente precisa.

Cosette apenas tardó unos segundos en descubrir que una de las tablas del suelo —que tenían menos grosor que los dedos de la chica— se movía ligeramente. Con mucho cuidado y varios intentos pudo levantarla por uno de sus lados, y aunque el espacio no fue suficiente para meter la mano sí lo fue para sacar otra tablar más, y luego otra.

Finalmente un hueco quedó revelado en el suelo de la habitación en miniatura. Apenas tenía unas pulgadas de largo y de ancho, pero parecía profundo. De meter la mano ahora que ya era lo suficientemente amplio la chica encontraría una bolsita de terciopelo negro que tintineaba al sacarla. Era alargada, casi tanto como el alto de ese pequeño cuarto, y parecía hecha a mano y a medida. en caso de abrirla la chica daría con unas monedas doradas. Era difícil decir a simple vista si de verdad eran de oro, pero desde luego lo parecían. No eran monedas como las que uno suele tener en la mano, bien prensadas y regulares, sino como las antiguas de las películas. Algunas estaban más desgastadas, y otras incluso un poco dobladas, pero en total había una veintena de esas piezas. También había en la bolsa tres botones de distintos colores, un cristal fino del mismo tamaño, una aguja y un hilo. El otro objeto de la bolsa, el que requería que fuera tan alargada, parecía una varita de mago. Era de plástico, como esas que hay en los juegos para niños, con todo el cuerpo negro salvo las dos puntas blancas. En una de estas, sin embargo, había unas pequeñas líneas oscuras. Eran muy pequeñas, tanto que costaba estar seguro, pero parecía algo escrito con una caligrafía tan pequeña que era imposible distinguir a simple vista qué era lo que ponía.

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14/05/2017, 14:34
Cosette Mercier

No es que Cosette hubiera visto mucho mundo, durante la mayor parte de su existencia, hasta hacía un par de años, había estado encerrada en el orfanato y después apenas iba de casa al club y del club a casa, con alguna parada ocasional en el estudio de Dylan o en algún otro pub en sus noches libres. Pero, a pesar de ello, consideraba que en su vida había visto ya suficientes cosas raras como para estar de vuelta de todo.

Al menos, hasta ese día. 

«La puta madre, qué tía más freak», pensó mientras desmontaba el suelo de la réplica en miniatura. Y cuando por fin tuvo la bolsa en su mano sus ojos buscaron en el cuarto grande ese lugar del que la había sacado. Sería curioso encontrar allí una bolsa igual pero del tamaño de una persona. 

Cuando volcó el contenido de la bolsa en su mano, su nariz se frunció. Esas monedas no eran de curso legal, si es que eran de verdad. No sabía si valdría algo, pero desde luego dudaba mucho que un taxista se las aceptase como pago. Resopló con la decepción y por un instante se quedó quieta ahí, sentada en el suelo y con las cosas raras de la bolsa entre las manos.

Finalmente se puso en pie y sacó algo de ropa del armario. Con el frío que hacía no podía ir por ahí descalza y con una camiseta de manga corta así que rebuscó hasta encontrar algunas botas que pareciesen de su talla y cómodas y algún abrigo que no fuese demasiado hortera. Después guardó la bolsa en el bolsillo y sacó el móvil. Aunque se le hubiese ido la olla con lo de la hora a lo mejor el gps seguía funcionando. Lo comprobó mientras empezaba a caminar hacia la puerta, con intención de salir a la calle y comenzar a buscar gente, algún vehículo, taxi, parada de autobús... Algo.

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16/05/2017, 11:10
Narrador

En el momento en que Cosette llevó sus ojos hacia atrás pudo ver la habitación tal y como la había dejado. Ni el suelo estaba abierto, ni había una enorme bolsa, ni mucho menos los muebles habían vuelto a moverse. Luego, tras ponerse en pie, no tardó en encontrar ropa que, si bien no parecía exactamente de la talla que ella compraría en una tienda, sería lo suficientemente funcional. Las botas, sin embargo, sí eran cómodas y flexibles, de modo que incluso sin calcetines podría caminar con ellas sin preocuparse.

Una vez que la chica volvió a salir a la calle encontró algo similar a lo que había visto al llegar. El cielo estaba un poco más encapotado y la luz provenía de entre las nubes, de una posición más cercana al horizonte. Eso podía parecer extraño, porque al llegar podría haber jurado que estaba amaneciendo. La luz aún resultaba molesta, como si a sus ojos les costase acostumbrarse a que les diera directamente, pero por suerte cada vez eran más alargadas las sombras de los edificios.

El camino serpenteaba entre edificios en ruinas y no parecía haber nadie a la vista. No había asfalto, ni carretera, sino que era una senda formada en la propia naturaleza a fuerza de pasar una y otra vez quién sabía hace cuánto. Cosette tuvo que caminar durante varios minutos sin ver ninguna bifurcación. Quizá en su día fuese uno de esos pueblos que se forman alrededor de un camino, aunque aún así era extraño no ver ningún desvío o calle secundaria. Tampoco había tiendas de ningún tipo, ni siquiera locales vacíos, sólo casas esporádicas de las que ella pudo contar más de una veintena. Tan raro como eso eran los carteles ocasionales. Aquí y allá había flechas sobre postes de madera señalando directamente en otras direcciones con indicaciones como «El Olvido», «La Ensoñación», «La Codicia» y, en el último que pudo ver, sucesivos mensajes tachados y reescritos —«Las Siete Seis Cuatro Maravillas»— hasta que alguien había optado por poner otro cartel encima: «La Maravilla». Sin embargo, aunque la chica llevase sus ojos hacia el lugar al que señalaba el cartel, no encontraría nada más que una enorme extensión de campo. La chica también dejó a su izquierda en varias ocasiones sillas y mesas de camping que estaban dispuestas como si quien las usase quisiera ver el camino. En ellas había tazas de té vacías, la mayoría sucias como si el líquido se hubiera evaporado y otras totalmente impolutas.

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16/05/2017, 11:59
Narrador

La chica tuvo que caminar cerca de media ahora antes de llegar a la última casa a la vista. Al frente ya sólo se extendía campo, con el camino retorciéndose sobre sí mismo al atravesarlo sin ningún tipo de orden aparente. Su teléfono seguía tal y como estaba cuando lo había comprobado al salir: mostrando una hora sin sentido que cambiaba a cada minuto de forma aparentemente aleatoria, sin cobertura y al parecer con la batería completa.

No fue hasta que llegó a ese punto que oyó la voz. Era débil y sonaba como la de alguien que lleva tiempo sin pronunciar palabra. Se trataba de un timbre femenino, aparentemente anciano, pero la chica no pudo ubicarlo ni encontrar a su dueña si la buscase con la mirada.

[color=#572364]—Vaya... Buenos días, niña —[/color]dijo[color=#572364]—. ¿Estás bien? Tienes la cara de quien se ha perdido y no sabe hasta qué punto.[/color]

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18/05/2017, 12:28
Cosette Mercier

Los ojos de Cosette se abrían más y más con cada paso que daba en esa especie de pueblo de chiflados abandonado. Cada cartel era más extraño aún que el anterior y para cuando llegó al final de la calle sin haber visto ni siquiera un triste vehículo, resopló. No estaba segura de cómo debía proceder. Tal vez la carretera llevase a otros pueblos y quizá pudiera encontrar uno que estuviera habitado. pero... ¿en qué dirección debería ir? ¿Y si el siguiente estaba demasiado lejos? No tenía comida, ni agua, y aunque no tenía sed y solía comer de forma frugal salir a campo abierto sin provisiones no parecía demasiado sensato. 

Miró hacia atrás, valorando la idea de entrar en cada casa en busca de cosas comestibles que llevarse y, finalmente, volvió a mirar el teléfono. Definitivamente debía haberse roto por algún golpe porque seguía mostrando esa hora extraña y sin cobertura era poco más que una piedra inservible. 

Estaba allí, en el borde de la ciudad, dubitativa, cuando escuchó la voz y fue tan inesperada que dio un respingo y se le escapó un pequeño grito. 

—¡Joder! —exclamó, girando sobre sí misma para buscar con la mirada a la mujer que hablaba—. Me ha dado un susto de muerte. 

Pestañeó confusa al ver que no veía a nadie y entonces carraspeó. 

—¿Disculpe? ¿Dónde está usted? ¿Sabe cómo salir de este maldito lugar?

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21/05/2017, 02:17
Narrador

En cuanto Cosette giró sobre sí misma pudo ver que, detrás de ella, la distancia que había caminado parecía enorme. La luz ahora caía a cuentagotas, iluminando cada vez menos de las zonas que había pisado, pero aún era suficiente para distinguir todas las formas y colores.

La chica no pudo encontrar el origen de aquella voz, aunque algo en las palabras de la chica hizo reír a aquella mujer. Su risa sonó cascada, como la de una vieja que sufre de dolor de pecho al acercarse una carcajada.

[color=#572364]—Buenos días, niña —[/color]repitió esa voz, a pesar de que cada vez el anochecer parecía más cercano. Entonces volvió a reír con más suavidad[color=#572364]—. Estoy aquí, niña, estoy aquí —[/color]aseguró como si aquello fuera evidente, aún sin que la chica pudiera verla[color=#572364]—. Y salir... Claro que sé cómo salir, por eso precisamente sigo aquí, no como todos los demás.[/color]

[color=#572364]—¿Estás segura de que quieres irte, niña? Parece que hayas perdido tu suerte y tu sombra. Es peligroso caminar sin la primera, pero más peligroso es salir de aquí sin la segunda.[/color]

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23/05/2017, 13:50
Cosette Mercier

No ser capaz de encontrar el origen de esa voz intrigaba y crispaba a Cosette a partes iguales. La chica siguió mirando alrededor, intentando localizar a la mujer que debía estar escondida en algún lugar, pero que sonaba tan cerca como si estuviera a su lado. ¿Quizás había un altavoz y hablaba desde otro sitio? Como fuese, la chica no tardó en decidir que esa que hablaba también debía estar un poco chalada, igual que la de la nota de la casa. A saber si no eran la misma, en realidad. 

—Nunca la he tenido —respondió, refiriéndose a su suerte. 

Inconscientemente empezó a rascarse el brazo, en ese lugar donde los picotazos dejaban sus marcas, y sus ojos bajaron al suelo, al lugar donde debía estar su sombra. 

—¿Dónde están los demás? ¿Y por dónde puedo llegar a Nueva York? —preguntó, intentando no hacer caso de las locuras y llevar a la persona hacia lo importante.

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25/05/2017, 03:38
Narrador

Al mirar alrededor una vez más Cosette tampoco logró localizar de dónde venía aquella voz. Fijándose un poco más la chica podría llegar a notar que tenía cierto eco, pero quizá este estaba sólo dentro de su cabeza. Con sus primeras palabras el sonido prácticamente de un asentimiento le llegó con claridad, y al mirar el suelo lo encontró totalmente oscuro. Todas las sombras de lo que le rodeaba se fundían sobre la suya, tapándola por completo.

[color=#572364]—Eso es imposible, niña —[/color]sentenció esa voz con el tono de una anciana que corrige a alguien que no ha alcanzado la pubertad. Era ligeramente amable, pero también hablaba como si pretender que alguien de la edad de Cosette entendiese algo tan sencillo fuera imposible, si no lo había entendido ya[color=#572364]—. Todo el mundo nace con una sombra. Hasta tú, niña.[/color]

En ese momento la voz hizo una breve pausa, como si valorase si responder o no a sus siguientes palabras.

[color=#572364]—Eso depende, niña —[/color]expuso[color=#572364]—. ¿Hablas de Nueva Nueva York, o de Nueva Vieja York?[/color]

Apenas habían terminado esas palabras cuando Cosette sintió algo más. En su brazo, justo en el lugar que acababa de rascarse, notó una especie de hormigueo. Al llevar la vista hacia allí podría ver una araña de patas casi tan largas como un dedo y cuerpo fino, con un color que se asemejaba más bien al malva.

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02/06/2017, 22:38
Cosette Mercier

Cosette empezaba a impacientarse con esa mujer y sus chaladuras. Ella ya se había resignado a no tener suerte, pero era evidente que tenía una sombra y que no se refería a eso. Recordó con todo eso de las sombras perdidas una de esas escasas veces en que les ponían películas en el orfanato. Debía ser Navidad. Estuvieron viendo Peter Pan y Cosette no entendía por qué ese niño no quería crecer. Aquel día una familia más la había rechazado por las malditas orejas y ella tan sólo quería hacerse mayor para poder largarse de allí. No volver a ver a Wren, ni a Emily, ni a Karl. Largarse con viento fresco y no depender de la caridad de nadie nunca más. 

Resopló entre dientes cuando llegó la pregunta de la señora que se escondía y a punto estaba de responder cuando la vio. Una araña enorme en su brazo. Una maldita araña. 

—¡Me cago en la puta! —exclamó con voz aguda mientras sacudía el brazo para librarse del bicho asqueroso. Había visto muchas arañas en su vida, pero esa parecía la madre de todas las putas arañas del mundo. Eso era venenoso por lo menos.

Lo sacudió más fuerte al ver que no caía y al final terminó por golpearla con la otra mano, mientras sus pies se movían a pequeños saltitos para alejarse del bicho. 

—Joder, qué puto asco —dijo cuando consiguió librarse de ella. Luego tomó aire en dos tiempos antes de seguir hablando con la señora—. Mire, Nueva York sólo hay una. Supongo que se refiere al East End. Yo quiero ir a Queens, pero con que me indique cómo ir a Nueva York me apañaré. 

Vigiló al bicho no fuera a ser que intentase subirse a ella de nuevo y luego miró hacia fuera. Estaba anocheciendo y con el móvil escacharrado a lo mejor se quedaba a oscuras antes de llegar a ningún sitio. Quizá sería más inteligente esperar al día siguiente. 

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04/06/2017, 03:16
Narrador

El grito de Cosette no pareció asustar a la araña, aunque esta detuvo su movimiento en ese mismo instante. Sus patas se quedaron quietas durante una milésima segundo, pero un momento más tarde dos de ellas se extendieron hacia los lados, casi como si estuvieran rodeando el brazo de la chica.

Fue por eso que no sirvió de nada sacudir una y otra vez el brazo, aunque tras ayudarse de la otra mano Cosette sí pudo deshacerse del octópodo.

En cuanto la araña cayó en la tierra empezó a moverse con rapidez, alejándose de Cosette y dirigiéndose al muro más cercano. Sus pequeñas y al mismo tiempo enormes patas se movían con rapidez, como si hubiera comprendido que debía huir de la stripper.

Ninguna voz respondió en esa ocasión a Cosette. Los segundos pasaron sin que su interlocutora pareciera haber entendido la diferencia entre Nueva York, Queens y todo lo demás. El silencio se hacía ya excesivamente largo cuando la chica escuchó un ruido justo en el lugar por el que se había marchado la araña, como el que haría alguien al caminar sobre un terreno como el que se encontraba la chica.

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04/06/2017, 03:24
Mujer

[color=#572364]—Ni me refiero a nada, ni me dejo de referir, niña —[/color]dijo la misma voz que antes al tiempo que una mujer se ponía a la vista. Su aspecto era verdaderamente extraño y para conseguirlo tendría que pasar al menos varias horas maquillándose, peinándose y arreglándose. Aún así el físico parecía el de una joven más que el de una anciana, pero su voz seguía siendo la misma.

El tono de la voz parecía ahora más serio, como si Cosette hubiera dicho o hecho algo que no le hubiera gustado.

[color=#572364]—No sabes ni adónde vienes, y quieres que te diga cómo llegar al sitio de dónde crees que vas —[/color]dijo antes de quedarse un momento mirándola, evaluándola[color=#572364]—. Qué caprichoso es el destino. Hay que ver, niña, tú tan perdida y yo con tantas ganas de haberme perdido —[/color]enunció con un tono totalmente neutral antes de encogerse de hombros un ápice[color=#572364]—. Es lo que tiene llegar tantos años tarde, claro. —[/color]Negó con la cabeza[color=#572364]—. La puntualidad nunca fue nuestro fuerte, niña.[/color]

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11/06/2017, 02:07
Cosette Mercier

El silencio tras su petición hizo que Cosette se inquietase. Cambió el peso de una pierna a la otra y alternó su mirada entre el lugar por el que había perdido de vista a la araña y el exterior de la ciudad, vigilando que el bicho no volviese mientras valoraba la posibilidad de esperar en el pueblo abandonado hasta que amaneciese. 

Entonces llegó el ruido y la mujer desveló su escondite, aunque no era una anciana, sino una drag-queen. Quizá eso explicaba la voz rara, debía ser una trans. Cosette la miró con los ojos muy abiertos, alucinada de que alguien se tomase el tiempo para maquillarse así en un lugar como ese, y pasaron varios segundos hasta que pestañeó y reaccionó a sus palabras. 

Yo soy puntual —protestó—. Pero es que creo que me han sacado de mi casa y me han dejado aquí tirada, ¿sabe? Necesito llamar a la policía y volver a casa... ¿Nueva York está muy lejos? —insistió, poco dispuesta a dejar de preguntar hasta averiguar al menos la dirección en que debía caminar—. Y usted... ¿va a una fiesta? Su disfraz es una puta pasada.