Partida Rol por web

RESOLUCION TURNO 104
 

El desayuno estaba servido, Rovis había preparado todo, con la ayuda de su mujer, que desde la cocina había ido trabajando en todos los manjares. Poco a poco fueron bajando, primero Grimbeorn y Edan, poco después Gwalin y Freagulf. Hallfrid y el propio Larrid, fueron los siguientes. Leofred e Ional, fueron los últimos en sentarse a la mesa. Comieron y bebieron, mientras comentaban detalles del viaje. Aun parecía haber alguna duda. No conocían con certeza la ruta que aquellos salvajes llevarían, no podían saberlo de ninguna manera. Aun así, varias posibilidades se abrieron. Rodear Mordor, seguir el rio, que no cruzasen las ciénagas... Todo era una incógnita, y como trato de explicar Larrid, no había más remedio que suponer la opción que les brindaba alguna posibilidad.

Hallfrid recordó algo, había dejado todas sus cosas en otra posada, no pudo saber que acabaría durmiendo en la Rosa, y que partirían tan rápido. Así pues, dejo a sus compañeros para recogerlos. Tras dejarlos se adentró en calles oscuras, frio, y soledad. A aquellas horas no había nadie en la calle, salvo algún campesino madrugador que ya estaba en camino hacia las tierras que tenía que cuidar. Apenas cruzo un “buenos días”, el endoriano llevaba prisa.

No tenía claro cómo llegar. El camino desde la Rosa, lo había hecho acompañado, con algo más de luz, y con algunas cervezas de más. Tenía miedo de perderse y de no encontrar la posada. Pero tuvo algo de suerte, y entre los lugares que reconoció, y la fortuna, logro dar con ella. Aún era demasiado temprano para el posadero del “Tejón Azulado”, al llegar a su puerta la encontró completamente cerrada.

Turno 105

- Bienvenidos - recibió el capitán al grupo - Pueden embarcar, enseguida partiremos - dijo dirigiéndose al grupo mientras daba la mano a Agranil y los comerciantes.

- ¡Freagulf! - exclamo cuando se fijó en el ailgratha. - Me alegra verte - dijo cambiando la voz, parecía mas apenado - Veo que estas mejor, parecías derrotado la última vez que te vi - quiso entablar conversación - Me alegro que te hayas repuesto de tu perdida y que vuelvas al rio - le dijo de corazón mientras instaba a sus hombres a que acompañasen a los nuevos viajeros al barco. 

Turno 105

Mientras desayunaban, Grimbeorn había tenido que aceptar el hecho de que, por mucho que planificasen, jamás podrían prever el plan que los orientales estuvieran siguiendo ni anticiparse a todas y cada una de las posibles contingencias. Lo más probable es que tuvieran que ir variando sus objetivos conforme conocieran nuevas pistas sobre los movimientos de aquellos individuos. Y aunque rescatar a Geleswinta o, al menos, obtener datos sobre su paradero era su principal motivo, la información desvelada por Agranil y su gente le había dado algo más en que pensar. Ya no era sólo la pérdida que podía sufrir su gente si los conocimientos de la Wuitan se perdían, era también la amenaza que podía suponerles una invasión de Rhovanion por parte de los orientales.

Con aquellos pensamientos rondándole la cabeza, el norteño acompañó al grupo de camino al embarcadero una vez terminaron de desayunar. Sólo el conocido como Hallfrid no marchó hacia el puerto, en un estado de aparente ansiedad cuando recordó que había dejado sus pertenencias en otra posada. Ya en el puerto de la villa, mientras el capitán saludaba a Freagulf, al que debia conocer de algo, el animista no pudo evitar una sonrisa cuando reparó en el nombre de la embarcación que habrían de tomar. El Madero.

- Si ese nombre no es garantía de que vaya a flotar bien, no sé de qué otra forma podríamos empezar mejor esta expedición. - Habló en general, de forma jovial, aunque con la esperanza de infundir confianza sobre todo en el enano, a juzgar por el recelo expresado la noche anterior a viajar por el río o hundirse a plomo hasta el fondo.

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Cuanto más se acercaban al puerto, más sonoros se volvían los gruñidos del enano. Como ya había dejado claro, él no era muy amigo de las embarcaciones y los viajes en ellas, por lo que esta no sería su mejor experiencia.

Aun así, no dijo nada y acompañó a la comitiva al puerto. Al llegar les mostraron la gabarra donde viajarían. Pese a que era más grande de lo que Gwalin había pensado y sus recias maderas parecían ser suficiente garantía como para prometer un viaje tranquilo, esto no tranquilizaba al guerrero quien miraba con ojos entrecerrados y boca apretada a la embarcación.

-Venga, partamos de una vez, que cuanto antes salgamos antes llegaremos -dijo malhumorado como saludo al capitán, viendo que no había otra salida que tomar el barco.

Turno 105

Hallfrid no era el único con asuntos por resolver antes de partir. Aunque no hubiese entrado en pánico como el sureño, Leofred también tenía que recoger a su vieja y testaruda mula de carga que por necesidad llevaba muchos de sus bártulos; de modo que una vez terminado el desayuno y cuando el grupo se proponía dirigirse al puerto, el bardo también anuncio que se separaba temporalmente, no sin antes preguntar por las indicaciones para llegar al puerto y distinguir su embarcación

- Adelantáos, yo también debo recoger algunas pertenencias. Nos vemos en el barco cuanto antes. -

Turno 105

La mañana era fria, y el sol todavía no despuntaba en el horizonte. Edan caminaba pensativo. El paseo le había ayudado a organizar sus ideas.
Intercambió algunas palabras con sus compañeros sobre asuntos banales, y se aseguró de revisar su equipo antes de subir a la gabarra.

La idea del viaje en rio lo relajaba. Tendrían todavía un tiempo de calma antes de encontrarse con los orientales. Para entonces esperaba tener ya, un plan mejor para neutralizarlos

¿Donde estan los caballos? preguntó finalmente.
Saber que los comerciantes habían dispuesto uno por cabeza le hizo sentir mejor, más seguro, protegido. Como en casa.

El frío sorprendió al joven como un cachetazo en pleno rostro. Pero entre las prisas y el temor por no volver a tiempo junto a los esgarothianos, HALLFRID apenas si lo notó. Su misión era demasiado importante como para preocuparse por el viento cortante de la mañana. Y además, en la granja se había acostumbrado a levantarse bastante antes del alba, por lo que aquel clima tampoco le era tan desconocido.

Sin embargo, a medida que avanzaba por los estrechos callejones, pronto comenzó a tomar consciencia del verdadero problema que tenía entre manos. Y no era el clima, precisamente. Pues lo cierto era que no tenía ni la menor idea de cómo llegar a al "Tejón Azul". Y, para peor, el lugar estaba demasiado desierto a esas horas, por lo que no tenía a nadie a quien preguntar.

Sin embargo, aprovechando su natural capacidad para orientarse en la oscuridad (de la que no había hecho mención alguna a sus empleadores), y algo de suerte, el joven finalmente dio con algunos lugares que pudo reconocer, aún en medio de la noche cerrada. Y ello le permitió guiar sus pasos hacia la posada.

Al llegar, estudió algunos momentos la fachada, para ver si detectaba algún movimiento en su interior. Pero al no descubrir nada, simplemente aguardó allí unos instanes. Atento a cualquier signo de vida que pudiera percibir.

Si podía evitarlo, prefería no irrumpir a tan intempestivas horas. Pues de seguro eso le granjearía la muy justa ira del posadero, y hasta quizás le impediría recuperar sus pertenencias.

RESOLUCION TURNO 105
 

Leofred recordó algo, había dejado su mula en los establos. Así pues, dejo a sus compañeros para recogerla. Ahora tendrían que esperar a dos de sus compañeros. Tan solo esperaban que no se demorasen demasiado.

Captarion había reconocido a Freagulf, estuvo tentado a interesarse por él, y de lo que había hecho en los últimos días. Pero ante la presencia de Agranil y los esgarothianos, supo mantener la compostura. Tras intercambiar unas palabras con el ailgratha, invito al regente a subir al barco. También lo hizo, educadamente con el resto.

Algunos bromearon con el curioso nombre de la embarcación y otros, más pragmáticos, se interesaron por los caballos para asegurarse de que todo estuviese preparado, como si dudasen de la palabra de lo los esgarothianos. El enano se mostraba algo reacio a navegar, la idea de flotar en mitad del rio no le hacía gracia pese a lo estable que era “El Madero”.

Captarion hizo subir a bordo a todos, y a Edan le señalo el lugar, aun en tierra firme, donde esperaban los caballos. Eran buenos ejemplares, musculados, de patas recias y un tupido cabello. Había caballos grandes, y otros algo más pequeños, todos parecían bien sanos. Esperaban hasta última hora para embarcarlos. Había varios hombres en el barco, una docena de ellos se encargarían de los remos, de la vela si se terciaba, y de subir y bajar mercancías. Captarion era un hombre de recursos, y aprovecharía para cargar fardos, toneles y sacos que llegarían hasta la ciudad blanca. No había razón para desaprovechar el viaje, al fin y al cabo, era a lo que se dedicaba.

El momento de partir no tardaría en llegar, el cielo comenzaba a perder su negrura y comenzaba a clarear tímidamente. Subieron los caballos, y los ataron a todos juntos cerca de popa, repartiendo el peso como buenamente pudieron, había heno y agua para ellos. Les colocaron unas sogas en las patas delanteras, para impedir que se moviesen demasiado durante el trayecto. Se aseguró la carga, y prepararon todo para la partida. Solo restaba esperar a sus compañeros, que habían ido a buscar sus pertenencias.

Mientras, Captarion atendía a Agranil, le enseñaba el barco hablándole de lo que les esperaba, un viaje tranquilo, pero rápido en unas aguas que, aunque parecían tranquilas, llevaban una buena velocidad. Aseguraba que había hecho ese viaje muchas veces, y que no encontrarían ningún problema. Los demás escuchaban mientras los marineros iban rematando las tareas antes de irse.

RESOLUCION TURNO 105
 

Leofred recordó algo, había dejado su mula en los establos. Así pues, dejo a sus compañeros para recogerla. Tras dejarlos se subió por la calle oscura, el frio, y la soledad era lo único que lo acompañaba. A aquellas horas no había nadie en la calle, salvo algún campesino madrugador que ya estaba en camino hacia las tierras que tenía que cuidar. Apenas cruzo un “buenos días”, el bardo llevaba prisa.

No tenía claro cómo llegar, creía que solo tenía que continuar calle arriba. No tenía miedo de perderse y de no encontrar las cuadras, pero no fue tan fácil, acabo en la puerta de la ciudad equivocada, y al darse cuenta, tuvo que seguir la muralla hasta encontrar el lugar donde había dejado a su animal de carga. Cuando logro llegar ya había perdido bastante tiempo. Encontró las puertas cerradas. Aún era demasiado temprano para que el local estuviese abierto

RESOLUCION TURNO 105
 

El eriadoriano había logrado encontrar la posada, gracias en parte a la su capacidad innata. Desde bien joven había podido diferenciar ciertas cosas en la noche. El ganado desperdigado se le presentaba claramente durante la noche, era capaz de percibir el humo caliente que salía por la chimenea de sus vecinos o lograba ver en la noche más oscura a los animales del bosque. Cuanto más calor irradiaba algo, más rojo y brillante lo veía. Aunque le ayudo ir sin luz alguna por los callejones, no fue suficiente para verse obligado a dar más de una vuelta.

Ya en la puerta de la posada, pudo comprobar que estaba cerrada. Tenía que entrar, dentro estaban sus cosas. Sus habilidades, además de aquella portentosa visión, era un excelente oído. Muy superior al de cualquier otro hombre, incluso mejor que la de los elfos y solo comparables a los de algunos animales. Con esa capacidad, trato de descubrir si había movimiento en el interior. Aguzando su oído, entornando los ojos, pretendía oír pasos dentro. Pero solo había gente durmiendo, respiraciones profundas, ronquidos, e incluso el crepitar de las llamas en las chimeneas. Los muros eran gruesos, pero no sus ventanas.

Paso así un buen rato, sin oír nada que le sirviera, hasta que por fin le pareció escuchar unos arrastrados pasos tras la puerta. Llamo al portón con los nudillos, no lo hizo con fuerza, pero con la determinación suficiente para asegurarse de que lo escuchaban. Sus finos oídos le corroboraron que había llamado la atención de quien estuviese despierto a aquellas horas. La puerta se abrió lentamente, tras ella el posadero, con un rostro sin despejar y un camisón medio roído, apareció.

Turno 106

Mientras la tripulación de la embarcación iba y venía, subiendo la carga que quedaba en el embarcadero, el norteño se había hecho a un lado para molestar lo menos posible en ese trasiego de gentes, embalajes, fardos y toneles. Aunque no se mostraba tan descontento como el enano con la idea de navegar por el Gran Río, seguía teniendo sus reservas, por lo que observaba la engañosa corriente de agua desde la borda con recelo. A simple vista, parecía fluir apacible pero no había forma de saber realmente cuan violenta podía ser la fuerza con que discurría. Grimbeorn se sentía más cómodo con la idea de trepar a un árbol o escalar una montaña que tener que bracear para mantenerse a flote en aquellas aguas.

- ¿Cuánto tiempo tardaremos en alcanzar el final de la primera etapa? - El animista había aprovechado el movimiento de personas y mercancias para acercarse al capitán y le abordó en un momento en que Captarion cesó de dar ordenes. Si, como había dicho, estaba acostumbrado a hacer aquel viaje y conocía el río, sería la persona más adecuada para estimar la duración del viaje hasta el Rauros. Pensó incluso en preguntarle si lanzaría su embarcación por la imponente catarata, pero era más probable que los esgarothianos tuvieran acordado otro barco río abajo.

Con las primeras luces iluminando el horizonte, si siquiera habían despuntado los primeros rayos de sol, los caballos fueron subidos a bordo, asegurados en popa y la tripulación ocupó sus puestos a bordo poco a poco, conforme terminaban sus tareas. Grimbeorn fue consciente de que estaban a punto de partir; la última oportunidad para apearse de aquella expedición caería con la última amarra liberada del embarcadero y la pasarela retirada. Le embargó una sensación de ansiedad más que miedo. Nunca se había alejado antes tanto de los confines del Bosque Verde como estaba a punto de hacerlo si continuaba con aquella aventura. En su mente se formó por primera vez un pensamiento, ¿y si no volviera nunca? La posibilidad del fracaso estaba presente y por partida doble; si moría, si fallaba, no sólo era su vida la que se perdía, todo el conocimiento que la Wuitan había acumulado a lo largo de su vida se perdería y las tribus que dependían de aquella sabiduría resultarían perjudicadas. Por no mencionar la amenaza que suponía la invasión de un ejército de orientales para la gente de Rhovanion. No podía fallar. Su mano se aferró con fuerza al astil de su lanza mientras miraba hacia proa, más allá de la cubierta del barco o, incluso, de la corriente que se estrechaba a los lejos, hasta desaparecer en la línea del horizonte. El fracaso no era una opción.

Turno 106

- ¡Abrid, abrid! - vociferó Leofred al tiempo que aporreaba la puerta en más de un par de ocasiones. Sin duda era muy desconsiderado para el dueño levantarlo a aquellas horas intempestivas, pero otra cosa no se podía hacer; bastante tiempo había perdido ya equivocándose de camino.

Tras varios segundos frente a la puerta, el bardo buscó un ventanuco cegado para arremeter también contra la madera con la esperanza de hacerse oír al dueño y hacerlo bajar cuanto antes a atenderlo. - ¡Abrid os digo, u el diablo me lleve! ¡Que de tiempo no voy sobrado! -

Turno 106

- Oh, no se preocupe amigo, el rio aquí fluye rápido, pero es seguro - le dijo a Grimbeorn sabiendo que era eso lo que le preocupaba.

- "El Madero" es un barco fiable, no tendremos problemas - comenzó a decirle tras la pregunta del bosquimano - Si partimos con la primera luz, y alargamos la jornada hasta la ultima, estaremos en la Laguna Brumosa - afirmó con seguridad el capitán. 

Turno 106

No fue de inmediato, Leofred tuvo que insistir con sus gritos antes de que alguien desde dentro, abriese el portón. Era un hombre entrado en años, no lo había visto antes, y vestía aun un raído camisón. Su cara y su pelo reflejaban aun la somnolencia del recién levantado, y a juzgar por su aliento se había acostado tarde, y borracho.

- ¿Que demonios ocurre? - pregunto malhumorado - Largo de aquí o hare llamar a los alguaciles - dijo con una voz ronca y maltratada.

La puerta no estaba abierta del todo, no podía ver lo que había dentro, pero lo suficiente como para ver de cuerpo entero a aquel tipo.

Turno 106

Gwalin fue el último en subirse a la barraca, pese a su sus palabras de autosugestión para poder autoconvencerse de que todo iría bien y que no había otra opción que subir y marchar con los demás.

Nada más subir el enano empezó a sudar como un pollo que lo están asando. Intranquilo, miraba a uno y otro lado. Lo malo es que solo veía como la tripulación no dejaba de moverse en sus quehaceres. Esto, unido al pequeño vaivén de la barcaza, hizo que el guerrero se sintiera incómodo desde el principio.

-¡Cuál es el sitio más seguro y que menos se mueva de este cascarón! -asaltó el enano al capitán dando dos zancadas y girándole literalmente para que le hiciera caso.

TURNO 106

Finalmente, parecía que empezaba a haber algo de movimiento en la posada. O quizás solo era alguno de los huéspedes levantándose para echar una meada rápida antes de volver al cobijo de las mantas.

Por supuesto, a HALLFRID aquel minúsculo detalle poco le importaba. Pues estaba decidido a aprovechar la situación todo lo que pudiera. No tenía intenciones de causar un escándalo. Pero llegado el caso, no tendría problemas en tomar medidas desesperadas...

- Perdón por importunarlo a estas horas. - asaltó al posadero con un quedo susurro, apenas audible por ambos. Había alzado una moneda casi hasta la altura de su propio rostro, de modo que el brillante trozo de metal pudiera captar de inmediato la atención del adormilado propietario - He pasado las últimas noches en vuestro establecimiento. ¿Me recuerda? Llegué con la caravana que venía de Edoras, hace unos días.

El joven esperaba que la onirica visión del pequeño disco de plata centelleando a la luz de la luna sirviera para despabilar a su anfitrión. Y quizás también para predisponerlo de buena manera. Al menos, lo suficiente como para no cerrarle la puerta en la cara.

- Creo que me faltó algo por pagar. Y me gustaría saldar las cuentas, antes de partir. Conseguí un puesto en otra caravana, pero están apresurados. Y salimos antes del alba.

Hasta donde sabía, el joven campesino había pagado debidamente las rondas de bebidas que había invitado durante el último día, cuando conociera a Larryd. Y también tenía saldada su estadía de la noche anterior. Pero esperaba que la mente adormilada del posadero se entretuviera lo bastante haciendo cuentas como para dejar que el muchacho sacara sus pertenencias con la mayor de las prisas.

Turno 106

- No se ofusque buen señor, que no venía yo buscando armar jaleo. - contestó Leofred ya más calmado y en tono conciliador una vez apareció alguien a atenderlo, no era él a quien le había dejado el cuidado de la mula, pero bien podía ser el patrón y haber tratado con algún joven al que emplease para cuidar de los pocos animales que necesitasen establo en aquella ciudad.

- Tengo la urgencia de recoger la mula que dejé aquí ayer; créame que si hubiera podido elegir no estaría yo aquí llamando a su puerta antes de que saliera el sol -