Partida Rol por web

Turno 408

Las nuevas dudas de Larrid sobre si seguían el camino correcto dispararon los nervios de Leofred. Temía que por las prisas hubieran cometido una equivocación, aunque ya era tarde para remediarlo y a esas alturas ya solo podían continuar como habían previsto.

Perderían un buen tiempo que tanto les había costado ganar en recuperar el rastro, pero era necesario saber que seguían por el buen camino. El bardo lamentó haber gastado todas sus antorchas durante la noche que les atacaron los mewlips; al menos en ese momento le hubieran servido para poder examinar mejor el terreno.

Turno 408

Edan descabalgó, tal y como Larrid les habia pedido y comenzó a buscar rastros en las inmediaciones. Resultaba extraño que no encontrasen ninguna huella, nisiquiera de sus compañeros. De alguna manera aquel terreno no parecía propicio para el rastreo. Ya les había costado mas de lo previsible encontrar alguna huella de Ibenar y los orientales, pero Freagulf e Ional tan solo hacia unas horas que habian partido. Había algo inquietante en todo aquello, parecía como si un velo invisible estuviese cubriendo toda huella de quienquiera que pasase por allí.

El rohir valoró encender una de sus antorchas, pero finalmente no lo consideró prudente. Debian encontrarse ya muy cerca de los orientales y no queria revelar su posición encendiendo una luz en medio de la oscuridad. Además, no tardaria en amanecer y pronto la claridad se adueñaria del yermo.

Revisaba el terreno, daba unos pasos y volvia a agacharse. De vez en cuando rebuscaba con su lanza entre la vegetación. Pero aquella era una tarea que no le resultaba fácil. Cuando ya llevaba un rato buscando, suspiró y volvió la mirada hacía el Este.

RESOLUCION TURNO 408
 

Freagulf esperaba tenso, no sabía por qué su compañero tardaba tanto. Aparentemente estaban solos, pero sabiendo lo que perseguían, ninguna precaución era poca. El ailgratha se impacientaba, mientras veía como a lo lejos, apenas perceptible, Ional permanecía completamente quieto.

El dúnadan no estaba seguro de que hacer a continuación, pero tras un buen rato de indecisión y al ver que nada ocurría, opto por acercarse. Con sumo cuidado, sigilosamente, se plantó junto al hombre. En principio no parecía muy razonable despertar repentinamente a alguien que dormía solo en mitad de la llanura, pero según se acercó, supo que no importaría. Ya estaba muerto.

La piel de Ional se erizó, en su cabeza se encontraba en mitad de una trampa, y aquel cuerpo inerte representaba un buen cebo. En seguida e instintivamente, retrocedió. Freagulf no veía bien desde allí, estaba lejos, pero sabía que algo no andaba bien cuando logro distinguir la figura del explorador retroceder para volverse a poner a cubierto.

Una flecha surco el aire. Con la luz que había, ninguno sabia de donde podía proceder, pero hasta un alejado Freagulf, pudo escuchar cómo se clavaba contra el suelo con violencia. El proyectil no logro dar a Ional, pero estaba expuesto.

RESOLUCION TURNO 408
 

Todos descabalgaron, mientras Larrid y Gwalin vigilaban los alrededores, el resto buscaba huellas con la luz que les brindaba la tenue luz del pronto amanecer. Se separaron, dividiéndose distintos sectores en toda dirección de avance. El frio aire de la madrugada calaba bien hondo, apenas habían salido del invierno. La humedad empapaba la hierba, aquello propiciaría su búsqueda, ofreciendo un terreno blando perfecto.

Aunque al principio no encontraban rastro alguno, finalmente Leofred dio con una serie de huellas, de dos caballos que iban directamente a las montañas. Eran de sus compañeros, a juzgar por lo frescas que parecían, y si algo podían indicarles, era que iban despacio. Las pisadas de herraduras mostraban un trote lento, ya sabían a donde se dirigían, y que pronto los alcanzarían.

Animados, no habían perdido más de quince minutos, volvieron a sus monturas y retomaron a toda prisa el camino. Larrid quiso arriesgar un poco más, acelerar el ritmo amparado por la creciente luz del alba. Con la silueta de los montes a los que se dirigían en el horizonte, tenían un claro destino, el galope los esperaba.

Turno 409

Tocaba apretarse los machos, que para el enano suponía tener que cabalgar a galope. Al final habían descubierto las pisadas de los caballos de sus compañeros y estos se dirigían directamente a las montañas. Una chispa de ilusión se encendió en los ojos de Gwalin  quien, aferrado a su montura como podía, seguía a sus compañeros.

Aun así sabía que no todo estaba hecho. Faltaba encontrarles, dar con el campamento de los orientales e iniciar la lucha. Todo eso pasaba por la mente del enano quien poco a poco se iba olvidando de cabalgar y de la dificultad que para él suponía esta acción y esto no era una algo que se pudiera permitir.

-Vamos apretemos el paso, ya puedo oler el acero entrechocándose y el sudor y los gritos de una buena liza -dijo mientyras pensaba en ello.

Turno 409

- Mierda. Masculló entre dientes.

Había que salir de allí. O por lo menos eso pensó en principio. Montó sobre su caballo, y tras eso hizo que ambos se alzaran. No dudó en lanzarse con las monturas hacia Ional, para que montase y poder rescatarlo de allí, pero sus ojos buscaban más flechas en el aire, para intentar cubrirse. Espada en mano, y tirando de unas riendas intentó "volar" hacia el dunada, para sacarlo de allí.

- Si es sólo una flecha, igual solo hay un tipo … y si se donde está … se va a enterar. Por su mente corría la idea de arrollarlo con el caballo.

Turno 409

Ional miraba desde su privilegiada posición lo que el hombre hacía, por si estaba escribiendo algo o por si le sonaban las ropas como las típicas ropas occidentales y no las que podrían llevar unos orientales. Así podría discernir si en realidad era el compañero de Larrid o no. No quería jugársela. 

Estaba casi seguro de que era el compañero de Larrid pero entonces vió que el tipo estaba muerto. ¡Era una trampa! como pudo, intentando hacer el menor ruido posible dio media vuelta y salió en pos de su compañero Freagulf. Pero a medio camino escuchó que una flecha iba en su dirección. La flecha no dio en el blanco, pero sabía que seguirían aseteándolo si les dejaba, así que zigzagueó hasta la posición de Freagulf. Éste le esperaba ya con los caballos preparados. Seguramente también había visto la flecha surcar el aire buscándole.

Es una trampa. El tipo de la hoguera está muerto. Debemos salir de aquí.

Turno 409

- Al fin, un golpe de suerte - pensó Leofred al descubrir las huellas, más pronto de lo que había imaginado. Ante la perspectiva de ver recompensados sus esfuerzos el bardo se subió al caballo de un salto, sintiéndose lleno de ánimos y tan ligero como un pajarillo. Ya no podían equivocarse de dirección, solo restaba darles alcance.

- Esperemos que esa liza de la que habláis no suceda demasiado pronto. - bromeó, mientras se posicionaba junto al caballo del enano para guiar sus riendas con su mano diestra* - Pero permitidme una mano, maese Gwalin, y llegaremos tan rápido como deseáis. - Poco más tuvo la oportunidad de decir antes de azuzar a los caballos. Con el viento del sur despeinándole la descuidada cabellera, Leofred casi había decidido tomarse el resto del camino como una carrera, decidido a ponerse a sí mismo y a Gwalin en primera posición.

Turno 409

Aunque la parada para buscar rastros sólo les había llevado unos minutos, aquel tiempo bastó para que el animista acusase el viento frío de la madrugada, más intenso si cabía por la proximidad de la estación fría. Con la lanza apoyada al hombro, se frotó las manos y exhaló sobre ellas. Al tenerlas abiertas y haberse humedecido con algo de rocío, se enfriaron más rápido y recordaron al norteño lo tolerable que era el frío al amparo de los árboles frente a aquella extensión de terreno descubierto.

Por aquel motivo se alegró de que Leofred encontrase algo que les permitía seguir el camino. Puede que el lomo de la montura fuera un lugar incómodo, pero las manos guardaban mejor el calor aferradas a las riendas. Agradeció al bardo su buena vista deseándole que los Valar se la mantuvieran por muchos años antes de montar de nuevo, esta vez algo más animado.

Sin embargo, al reanudar la marcha, sus manos ateridas no le permitieron gobernar su montura con la desenvoltura que ya empezaba a acostumbrar, lo que repercutió en su ritmo de marcha y le hizo maldecir, en varias ocasiones, el aire fresco de la mañana.

Turno 409

El rocío de la mañana empapaba la barba de Edan, hacia frio y le picaba la piel de la espalda y la cabeza, pero los guantes mantenían sus manos calientes. Pronto el malestar desaparecería.

Cuando Leofred encontró el rastro de sus compañeros, Larrid no vaciló y ordenó a todos para una pronta partida.

El rohir se aferró a las riendas de su caballo e inclinó el cuerpo ligeramente hacia adelante. Cabalgar le proporcionaba un placer dificil de explicar. Sentir el frio viento en su rostro y el rítmico sonido de los cascos...el vaiven, la velocidad...apenas un ligero cambio de su peso era suficiente para que el animal siguiese sus ordenes y variase su dirección. Aquel control, aquel dominio, le proporcionaban seguridad.
Apretó los dedos de las manos y con un suave golpeo de tacon continuo espoleando a su montura.

La madrugada era fria y carente de color, pero pronto el rojo de la sangre teñiría el manto de Dagorlad, y su calor ascenderia como el vaho de los alientos de tantos como allí habian encontrado su final en tiempos pretéritos. Sven murmuraba entre dientes, una oración silenciosa porque su sangre no fuese una de aquellas.

RESOLUCION TURNO 409
 

La situación se precipitaba. Con la flecha hincada en el suelo llego la hora de actuar rápidamente. Ional comenzó a retroceder hacia Freagulf, lo hizo zigzagueando, pero sin llegar a correr. Mientras, Freagulf hizo levantarse a los caballos, y salió a su encuentro. No estaban muy lejos entre sí, por lo que un rescate aparentemente sencillo, era posible.

El enemigo estaba oculto, por el momento solo conocían la existencia de un arquero. La agonía de no saber cuándo llegaría el siguiente proyectil se acabó rápidamente cuando, no una sino dos flechas, volaron juntas hacia el dúnadan. Nunca era bueno dar la espalda a un tirador, pero por alguna razón Ional consideró que ir zigzagueando le otorgaría una protección extra. Y en realidad lo era, pero no suficiente como para hacer errar a unos experimentados lanzadores.

Las dos flechas alcanzaron al montaraz desde atrás, pero separadas, en cada costado. Eso hacía pensar que el enemigo estaba situado en dos posiciones separadas. La primera dio de lleno en el lado derecho, hincando su punta en la carne. Casi consigue derribar a Ional, pero logro reponerse y seguir con su huida. La segunda dio en el lado contrario, y también se clavó con fuerza en la armadura, no logro profundizar tanto. Con las heridas la sangre hizo acto de presencia, manchando las ropas y sobretodo, provocando un intenso dolor.

Freagulf estaba cerca, casi había llegado donde estaba su herido compañero. Era un escenario peligroso, ahora los arqueros tenían dos objetivos, y si fallaban, los caballos podían ser heridos. Tenían que salir de allí.

RESOLUCION TURNO 409
 

Se notaba como Edan y Larrid estaban acostumbrados a cabalgar. Su postura sobre la silla, las piernas flexionadas y lo acompasado de sus movimientos con el caballo, hicieron que pronto tomasen la delantera sobre sus compañeros. Leofred no se quedó atrás, pese a que sus habilidades no estaban tan desarrolladas, supo seguir de cerca a la cabeza, apenas tres metros tras ellos. Grimbeorn tampoco estaba habituado a montar, pero su pericia con los animales y su tesón, hicieron que la distancia con vanguardia no fuese demasiado grande, unos siete metros por detrás. Los que claramente no lograban mantener ritmo alguno, eran Gwalin y Hallfrid. Ambos se fueron quedando atrás, su pericia en el galope era escasa, y eso se notaba. Poco a poco se fueron alejando, hasta que obligaron a sus compañeros a bajar el ritmo para no perderlos.

La luna aún estaba en el cielo, cada vez más tenue por la luz del sol que nacía en el horizonte. El camino era claro, y las huellas se volvían por momentos fáciles de seguir. Todo estaba a su favor para dar alcance a sus compañeros, a los orientales, o a ambos en el peor de los casos.

Riendas bien sujetas, y pies bien calados, se concentraban en el cabalgar.

Turno 410

- Mierda, otra flecha.

Protestó. Incluso le recordó a si mismo, el día que escapó de los proyectiles de los orientales y escapó en el madero. 

- Ya son dos.

Había que sacar al dunadan de allí. Hizo que se metiera entre los dos caballos. Con la idea de apantallarle con la montura que este tomaría, y además, así poder ver de donde venían los disparos, si es que aparecían más. Con esto ganaba otra ventaja más. Al tener al compañero a mano, si hacía falta, podía tirar de él y subirlo a la silla, aunque fuera como un fardo. O por lo menos esa era la idea.

Ya daba igual. Ional no estaba bien. Había que sacarlo de allí y todo pasaba por subirlo a la silla, a la grupa o como fuera y salir del alcance de aquellos disparos.

- No me seas cabrón, no te mueras.

Las pesadillas regresan solas.

Turno 410

Para su sorpresa, Grimbeorn pudo comprobar que sus dotes ecuestres no le habían retrasado tanto como esperaba. Halfrid y Gwalin se rezagaban más que el norteño por lo que, pronto, el animista comenzó a actuar como una suerte de enlace entre los que avanzaban en vanguardia y la retaguardia. Conforme sus manos aferradas a las riendas conservaban mejor el calor, el animista ganó en destreza a la hora de controlar su montura pero eso no evitó que, ocasionalmente, aminorase el paso para hacer señales con el brazo en alto y el puño cerrado a los rezagados para que no se perdiesen o a los que marchaban al frente para que vieran que seguían ahí.

 Sin embargo, en ningún momento dejaba de otear la línea difusa en la que se confundía el llano con las estribaciones de las montañas en la lejanía. Esperaba, de este modo, ver a los exploradores o a los orientales con antelación. La tarea no era fácil pues, a pesar de que el cielo clareaba en el horizonte, aquella zona del terreno aun permanecía en penumbras. A Grimbeorn le intranquilizaba que, en un terreno como aquel, escaso en abrigos, les supusiera tanto problema para avistar a su presa o, en su defecto, signos de su paso en la lejanía.

Turno 410

Pronto quedó claro que en realidad Leofred no era tan buen jinete como aparentaba, pero al menos era capaz de mantener un ritmo aceptable tras Edan y Larrid. No poder cabalgar a la máxima velocidad de los caballos resultaba un tanto frustrante, pero, a pesar de todo, aún mantenían alto el espíritu.

Leofred silbaba sobre el caballo para distraerse, y de vez en cuando se giraba para comprobar que Grimbeorn y los demás aún seguían allí, pero sobre todo mantenía la mirada fija en el horizonte, con la esperanza de identificar las figuras de Freagulf e Ional, o de alguien más.

Turno 410

Las piedras del camino se sucedían, y de cuando en cuando, un pequeño arbusto, o un árbol raquítico, salpicaban el cada vez mas inhóspito paisaje que conducía a las puertas de Mordor.
El grupo avanzaba sin pausa, en silencio. El ruido de los estribos entrechocando podia distinguirse con nitidez entre el sonido de los cascos.
Todos miraban al frente. Anhelaban ver aparecer las figuras de sus compañeros en la lejanía, tanto como temían la llegada de los salvajes, pero en los ojos de cada uno de ellos podia leerse la determinación con la que afrontaban aquella posibilidad, que a cada paso se tornaba más cierta.

El propio Edan cagalgaba con inusitada decisión. Se habia visto obligado a aminorar la marcha para esperar a alguno de sus compañeros. Al rohir le preocupaba especialemente el desempeño del enano y alguno de sus compañeros a caballo. Todo parecía indicar que la refriega final tendria lugar a campo abierto y se preguntaba cuan útil podría resultar Gwalin tan lejos de sus montañas. Sus extremidades eran cortas y a pie sería un blanco fácil para un jinete medianamente habilidoso. Suponía que el veterano guerrero echaria pie a suelo en cuanto tuviese ocasión, pero todavía no tenian una certeza del número de salvajes que perseguían, ni lo bien o mal armados que iban.

Por otra parte, la expectativa de entrar en batalla a lomos de un caballo le proporcionaba cierta seguridad y estaba dispuesto a devolver el favor que había recibido en el islote si era necesario.

Ante la imposibilidad de aumentar su ritmo, se dejo caer unos metros e intento cabalgar al lado de los mas rezagados. Tal vez si imponía un ritmo no muy exigente, el resto de monturas se vería arrastrado mas fácilmente a la marcha de la manada.

Turno 410

El zigzagueo no consiguió el objetivo deseado y no solo una, si no dos flechas se arrojaron en el cuerpo del dunadan. La primera dolió como pisar ascuas, la segunda no tanto, pues aún permanecía el dolor de la primera. Estaba en una situación crítica y tenía que salir de ahí. Lo bueno es que al momento llegó Freagulf con los caballos. Con bastante dolor Inoal montó en la grupa de su caballo y espoleó para salir de ahí cuanto antes.

¡¡Vámonos, estamos muy expuestos!!

Son dos, dos tiradores.

¡Cabrones!, lo pagaréis caro.

Estas frases las dijo en un susurro, pues aunque quería chillar, su cuerpo y sus fuerzas no le daban para más.

RESOLUCION TURNO 410
 

El amanecer, llegó en todo su esplendor. La hierba comenzaba a humear, tras las heladas nocturnas, calentada por los rayos del sol. Se creaba una débil neblina sobre la planicie, que daba al lugar un aspecto tétrico, pero a la vez hermoso. El frio viento soplaba cortante sobre los rostros y manos desnudas de los viajeros. El invierno no había terminado aún.

Los jinetes continuaban imprimiendo una buena velocidad a las monturas. Edan y Larrid seguían al frente, seguidos de cerca por Leofred y Grimbeorn. El rohir decidió retrasarse un poco, para ayudar a los más rezagados. Cuando estuvo junto al enano, pudo ver que este parecía haberle cogido el tranquillo y lograba mantener el ritmo de sus compañeros. Sin embargo, Hallfrid no se sentía no lograba hacer que su animal diese todo lo que podía. Era como si tuviese miedo a meter la pata en algún agujero, miedo a partirse la crisma contra el suelo, y eso se reflejaba en continuos cambios de dirección que afectaban a la velocidad. Estaba quedando retrasado otra vez.

No era un retraso exactamente, pero podían haber avanzado algo más rápido. Cuando el sol ya brillaba al completo, Larrid ordeno detenerse súbitamente. Todos buscaron el peligro alrededor, por instinto, sin lograr ver nada. Descabalgaron, y fue cuando el soldado señalo a lo lejos, cuando pudieron ver una tímida hoguera aun encendida. Todos pudieron verlo mirando en la dirección indicada.

Podían ser sus compañeros, pero extraño que se hubieran detenido, más aún que hubiesen encendido un fuego, tenían que investigar.

RESOLUCION TURNO 410
 

Bajo los proyectiles enemigos, y valientemente, Freagulf llegó junto a un herido Ional. El dúnadan se parapetó tras los caballos, estaría a salvo, aunque los caballos eran un blanco fácil. Rápidamente subió al caballo con la ayuda del ailgratha, para después espolearlos y salir lo antes posible de allí.

Dos nuevas flechas silbaron por el aire en dirección a ellos. De espaldas, centrados en hacer que sus monturas galopasen lo más rápido posible, Freagulf pudo ver como una nueva seta impactaba en el brazo de Ional. Un golpe certero, seco, que logro hundirse en la extremidad derecha y que logró romper el hueso provocando un dolor inimaginable. Un alarido de auténtico tormento que hizo desfallecer al montaraz, para después caer estrepitosamente contra el suelo.

Freagulf vio por el rabillo del ojo la caída, e instintivamente tiro de las riendas para detener su caballo. Pero apenas había parado, cuando la segunda flecha, casi sin ver de dónde venía, le dio de lleno en un costado desde arriba. La flecha iba con tal fuerza, que la armadura no pudo resistir, el proyectil lo atravesó su pecho de lado a lado. La sangre brotó, el explorador calló casi de inmediato y antes de darse cuenta de lo ocurrido. Inconsciente yacía en el suelo, con ambos pulmones perforados, sangrando por la boca en agonía.

Los caballos se detuvieron al poco tiempo, libres de cargas y ajenos a la muerte. En la ensoñación de la inconsciencia, vieron como tres arqueros salían de sus escondites para acercarse a ellos. Viendo el daño provocado, sencillamente colgaron sus arcos a la espalda, y se acercaron sin mucha cautela. Cuchillo en mano, y no sin antes dar un par de puntapiés a los caídos para cerciorarse, cortaron las gargantas de los moribundos.

Los cuerpos fueron llevados junto a la hoguera, y dispuestos como si hubiesen pasado allí la noche. Tumbados, de espaldas, y cubriendo cualquier rastro de sangre que pudiese verse. Esperaban la llegada de más incautos. Las monturas, para hacer más creíble el engaño, fueron atadas entre sí, no muy lejos del fuego.

El amanecer, que ni Freagulf ni Ional pudieron ver, llegó en todo su esplendor. La hierba comenzaba a humear, tras las heladas nocturnas, calentada por los rayos del sol. Se creaba una débil neblina sobre la planicie, que daba al lugar un aspecto tétrico, pero a la vez hermoso.

Turno 411

- Edan, Leofred, por la derecha - dijo decidido - Hallfrid, Grimbeorn, por la izquierda - continuo con las ordenes. - Dejad los caballos aquí, Gwalin y yo nos quedaremos.- señaló mientras sacaba su arma y señalaba con la cabeza para que el enano hiciese lo propio.

- Acercaos, sin ser detectados a ver que encontráis - dijo confiado - No hagáis nada, volved y veremos que hacemos.