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RESOLUCION TURNO 508
Asalto 2
 

Los acontecimientos se precipitaron nuevamente. Ante la situación de haber sido descubierto, el oriental corrió hacia el caballo pardo, para huir de allí. Gwalin, con un golpe seco, segó la rama de zarza que sujetaba las riendas del animal. El caballo giró, encabritado, obligando al enano a dar un paso atrás. El arbusto espinoso comenzaba a coger fuego rápidamente y su calor aumentaba, era difícil estar cerca. Mas atrás, Grimbeorn se colocaba junto al enano, cargando su arco con celeridad. Desde el norte, Larrid también había conseguido encontrar un lugar desde el que tener a tiro al enemigo. Como el bosquimano, el soldado preparo con calma su disparo mientras cargaba. El caballo blanco corrió al norte asustado. Hallfrid corrió, pasando muy cerca del bardo, iba en ayuda de sus compañeros .

Leofred se movió muy poco, lo suficiente como para poder ver su objetivo. Su ballesta sí que estaba cargada, y bien hubiera podido descargarla contra el salvaje. Pero el fuego, el calor irradiado, distorsionaba la visión mientras se elevaba. Además, sus compañeros estaban en la trayectoria. Podría haber acertado, quizás, pero en lugar de ello optó por la cautela. Su voz comenzó a susurrar palabras sin sentido, casi inaudibles. Tenia cierta capacidad, y si se concentraba lo suficiente, podía lograr cosas increíbles. Hallfrid tubo que detenerse junto a Grimbeorn, entre el caballo y sus compañeros, no pudo avanzar mas.

Edan, tras la petición de ayuda del naugrim, reaccionó con total rapidez. Girando sobre sus talones, emprendió una magnifica carrera que lo llevo a rodear la roca y llegar hasta la posición del oriental. Éste estaba ya subido en el caballo, tras liberar al animal y espoleaba la montura hacia el este. Edan descargó su hacha contra el sagath, pero entre el cansancio, y el esfuerzo de la carrera, no logro ni tan siquiera rozarlo. Fue correspondido con un espadazo, que también se perdió sin daño alguno. Subir al caballo, y hacerlo virar, le había hecho errar su desesperado ataque. Tras el infructuoso intercambio de golpes, el oriental espoleo su caballo con fuerza para huir.

El oriental estaba entrenado en la monta, su raza rivalizaba con los propios rohirrim en el manejo del caballo. Él estaba arriba y, aunque seguía estando en peligro, eso le ofrecía una buena oportunidad de escapar. El oriental salió disparado hacia el este, no sin antes dedicar una estocada al guerrero que lo acosaba. Su espada bajo con velocidad, desde la posición de ventaja, directo al cuerpo del rohir.

Turno 509, Asalto 3

Grimbeorn maldijo para sí. El oriental no pareció haberse dado cuenta de la amenaza o, simplemente, decidió ignorarla para salir corriendo. Si ese era el caso, el norteño no veía otra alternativa que disparar pero, a lomos del caballo, el objetivo se había movido de tal modo que una de las peñas le ocultaba a la vista.

El animista relajó la cuerda, pero sin liberar la flecha, y echó un rápido vistazo alrededor para evaluar la situación. Allí, en sus inmediaciones, estaban reunidos casi todos los compañeros; sólo Larrid, más alejado y a la sombra de unos peñascos al norte de su posición, y Edan (también oculto a los ojos del hombre del bosque) quedaban en solitario. Resopló por lo bajo y con paso presto y decidido se dirigió hacia el norte, serpenteando entre sus compañeros más próximos y las zarzas. Sería arriesgado, pero el animista ya estaba seguro que no podían permitirse el lujo de dejar escapar al oriental. Podía darles mucha información... si le capturaban con vida, por eso era arriesgado lo que iba a hacer, pero estaba resuelto.

Tan pronto como llegó a su destino, tras un matojo, comenzó a tensar apresuradamente la cuerda del arco, la flecha lista entre sus dedos.

Turno 509, Asalto 3

El oriental resultó ser más rápido de lo que Gwalin creyó, pues atados como estaban los caballos creyó que no le daría tiempo a desatar los, subirae,vespolearlo y marcharse con él. Con un gruñido de rabia por haber dejado escapar a su enemigo el naigrim salió corriendo en pos de éste  hacha en alto dispuesto a descargarla cuando llegará a su altura...si es que conseguía llegar.

-¡¡GRRRRAAAARR!!  ¡¡NO HUYAS, ESCORIA, LUCHA!! -gritó Gwalin corriendo tras el oriental fugado.

No le importó pasar al lado de las llamas embravecidas, que daban cuenta sin piedad del arbusto seco. Tampoco el polvo que pudiera soltar el caballo. Ni la falta de luz, de hecho esto lo agradecía pues con su vista privilegiada de ébano la oscuridad era un aliado para él y una desventaja para su aponente.

Aún así el veterano guerrero solo veía que su enemigo quería escapar y debía llegar hasta él antes de que ésto sucediera. Pagaría por lo que le había hecho a Freagulf y a Ional.

Turno 509, Asalto 3

Leofred solo podía contemplar cómo el oriental azuzaba al caballo para pone pies en polvorosa mientras dejaba atrás a todos sus compañeros. Solo Edan logró encararse a él y detenerlo, aunque no lo retendría mucho tiempo. El bardo se lamentaba de no haber tenido más tiempo para prepararse, pero si el oriental se alejaba más su voz no lo alcanzaría.

Decidió arriesgarse, e infundió sus palabras con la intención de enturbiar la mente del caballo que montaba el oriental. La canción en si era improvisada, tosca y poco refinada, pero la melodía era como la de una canción de cuna cantada en el idioma de los elfos.

*
Vart ska du, vad betar du på slätterna?
Solen har för länge sedan gömts, din lopp sover.

Vart ska du, flyr rädd av platån?
Det finns ingen fara här att ditt lopp.

Vart ska du, djur tämda mot din vilja?
Dina bröder följer inte, din lopp är fri.

...
*

¿A dónde vas, qué estás pastando en las llanuras?
El sol ha estado oculto hace mucho tiempo, tu raza está dormida.
¿A dónde vas huyendo asustado de la meseta?
Aquí no hay peligro para tu raza.
¿Dónde estás, animales domesticados contra tu voluntad?
Tus hermanos no te siguen, tu raza es libre.

Turno 509 ~ Asalto 3

Edan reculó ante el ataque del oriental. Maldecía entre dientes su suerte. Si tan solo hubiese llegado un segundo antes...

Aquel malnacido estaba a punto de huir de nuevo y no pensaba permitirlo.
Miró a su alrededor y vió a Larrid dispuesto con su arco y al enano atravesando las zarzas enfurecido, pero era consciente de que si alguien tenia posibilidades reales de detenerlo, ese era él.
Antes de que el oriental emprendiese la huida, en cuanto le dió la espalda, se abalanzó sobre él con la idea de agarrarlo del cinturón o las ropas y descabalgarlo. Era una maniobra arriesgada, pero el rohir conocía bien los tiempos de los caballos y pensó que tendría una oportunidad.

TURNO 509 - Asalto 3

Por fin, la tensión insoportable había terminado. Las infinitas precauciones, el extremo cuidado al dar cada paso, el silenio absoluto... en definitiva, el arrastrarse lenta y sigilosamente por los pequeños desfiladeros, con la asfixiante impotencia de no notar siquiera si realmente avanzaban o se hallaban siempre en el mismo lugar.

Aquello había sido particularmente exasperante para el joven campesino. No solo por la impaciencia propia de su juventud. Sino porque ya desde el momento mismo en que había despertado a sus camaradas, había tenido que lidiar con la angustiante sensación de no poder avanzar todo lo rápido que hubiera querido. El no tenía los resquemores que refrenaban a algunos de sus compañeros. Ni compartía tampoco sus dudas y sospechas. Bien por el contrario, estaba completamente seguro de lo que habían percibido sus ojos, y quería llegar a su objetivo cuanto antes, para no darle la menor posibilidad de escape.

Pues lo cierto era que, a estas alturas, ya todos sabían que solo una persona podía encontrarse acampando despreocupadamente en aquella remota y peligrosa región del mundo...

De modo que, cuando las palabras del enano cortaron el aire, el gondoriano simplemente se desentendió de su vigilancia y emprendió una veloz carrera hacia el origen del estrépito. No le costó demasiado encontrar a su vociferante compañero, pues unas repentinas llamas le indicaron con exactitud el lugar buscado. Por desgracia, esas mismas llamas, junto con algunos de sus camaradas, se habían vuelto un obstáculo para el progreso del joven, que se vio obligado a detenerse en seco para no tropezar con alguno de ellos.

HALLFRID debió aguardar unos instantes antes de que el camino pudiera liberarse de nuevo. Y en cuanto ello ocurrió, se apresuró a emprender nuevamente la persecución, arriesgándose incluso a pasar junto a las zarzas encendidas, que cada vez se volvían más incontenibles. A estas alturas, todo lo que deseaba era llegar hasta el asesino de sus compañeros.

El muchacho sabía que no tendría demasiadas oportunidades. Y tampoco podía confiar en sus camaradas, pues desconocía por completo donde se habían ubicado, y si podían todavía cortarle el paso al oriental. Así que, en cuanto tuvo a tiro a su enemigo, lanzó contra él su tosca lanza de madera, aún a riesgo de intentar un ataque desesperado.

Turno 508

Larrid tomo aire, profundamente, y sin soltarlo, dejo escapar la cuerda de su arco. La flecha salido veloz, silbante y llena de esperanza. Si el enemigo huía sus posibilidades de coger a los demás desprevenidos, seria casi nula. Sin apenas mirar si había logrado impactar, su instinto ya le hacia buscar la siguiente saeta...

RESOLUCION TURNO 509
 

Lo que empezó como un susurro, fue adquiriendo fuerza y volumen. Las letanías de Leofred invocaban los sonidos de la naturaleza, el ulular del viento, el crujir de las ramas, y el crepitar de un fuego parecían seguir la canción del bardo. Pero el oriental huiría, y no podía permitirlo. Su voz y sus ojos se centraron en el animal, pues pensaba que sería más sencillo subyugarle con su poder. Pero algo ocurrió, fue como si una onda chocase contra el pecho del dúnadan desde dentro. No solo perdió la concentración, si no que quedo algo turbado, casi cae al suelo desfallecido.

Larrid, bien posicionado, soltó la flecha. El restallido de la cuerda se escucho seco en la oscuridad, mientras la silbante flecha voló la distancia que lo separaba de su objetivo. Iba con fuerza, bien dirigida, pero caballo y jinete se movían demasiado, provocando que golpease la armadura del oriental para después estrellarse contra la roca.

El oriental luchaba con Edan desde su caballo. Éste tenia ventaja, un hombre a caballo, bien valía lo que diez a pie, y lo aprovecharía. Ambos contrincantes intercambiaron solo unos pocos de golpes, de los que el rohir no logro acertar ninguno, mientras que el sagath logro alcanzarlo dos veces. Un corte leve en la parte superior del brazo, el guerrero echó de menos su armadura, siguió a un movimiento del caballo. Edan cayo al suelo tras dar un paso atrás cuando la grupa le dio con fuerza. Gwalin y Hallfrid llegaron, con el tiempo justo de intentar un ultimo ataque antes de ver marchar al salvaje. El enano erró estrepitosamente, su hacha apunto estuvo de volverse contra el o sus compañeros. Le bastó con conseguir no caerse al suelo. El campesino, armado con una lanza, aprovechó toda la longitud del arma para descargarla contra el caballo. Pero solo pudo hincar levemente la punta en la grupa, un débil golpe que apenas notó el nervioso animal. Tras ese infructuoso envite, el oriental comenzó su galopada, alejándose hacia el este.

Mientras todo aquello ocurría, Grimbeorn había optado por buscar un mejor ángulo, uno desde el que el riesgo de dar a sus compañeros fuese mínimo. Hacia el norte, busco una posición cercana a la de Larrid, dispuesto a intentar un disparo efectivo desde allí.

El incendio provocado por el sagath ganaba intensidad, e incluso comenzaba a extenderse por las ramas secas adyacentes. El viento y los pasillos de roca avivan las llamas, el calor cerca de el comenzaba a ser insoportable. En principio no había demasiado peligro, aunque siempre existía la posibilidad de que el viento llevase lenguas de fuego, o alguna ascua, hasta ramas vecinas y aquel lugar se convirtiese en una trampa mortal. La leña abundaba allí, pero separada una de otra como estaba, el incendio acabaría por extinguirse solo. Por otra parte, seguramente aquella pira podría verse lejos, siempre que hubiese ojos dispuestos a hacerlo.

Turno 510
Asalto 4

El sagath afianzó su posición sobre el caballo, espoleándolo con fuerza para imprimir la velocidad necesaria para huir de allí. Con las riendas en una mano, y la espada en la otra, dirigía el animal entre los pasillos de roca, tratando de no tropezar

Turno 510 ~ Asalto 4

El dolor lo recorrió como un relámpago de fuego cuando cayó de espaldas contra el suelo. Ya casí habia olvidado aquella sensación. La sensación del acero lacerando la piel. Era un dolor agudo y profundo que penetraba hasta la médula. Si el corte era muy profundo podías llegar a perder el sentido.

Fué entonces cuándo echó de menos su cota de malla. Aquel mismo golpe solo le hubiera supuesto un ligero moraton con ella enfundada y ahora le dejaría una bonita cicatriz. Pero lo peor no era el dolor, sino la impotencia. Había vuelto a fallar. Se habia precipitado en su intento de descabalgar al oriental, confiando excesivamente quizas, en que éste estaría demasiado ocupado intentando huir. Ahora era consciente de su error, y podía dar gracias de que el resultado no hubiese sido peor.

Edan habia estado muchas veces en donde el salvaje se encontraba ahora, y sabía muy bien lo fácil que resultaba derribar a un hombre desde la altura que proporcionaba una montura para un jinete experimentado. Si aquel mandoble hubiese ido un par de cuartas más arriba, hacia su yugular, ahora mismo estaría agonizando, con su sangre caliente derramandose sobre la tierra rocosa de la llanura. Pudo imaginarse a si mismo tendido de costado, con una mano agarrando en vano su garganta, mientras la sangre escapaba inexorable entre sus dedos. Habia sido tan estúpido...

Todavía aturdido trató de incorporarse, fué entonces cuando tomó consciencia de la hemorragia del brazo. Poco podía hacer ya por detener al oriental, de modo que echó mano a la espalda en busca de su mochila para coger un trapo con el que poder vendarse, pero entonces se dió cuenta de que también la habia dejado en el campamento. Gruñó confuso y empezó a balbucear unas palabras. Un poco de tela serviría. Antes de buscar algo que le sirviese deslizó una última mirada a las espaldas del oriental, deseando ver alguna de las flechas de sus compañeros hundirse mágicamente en su silueta. Ojalá te partas la crisma contra el suelo, cerdo salvaje lo maldijo mientras su gesto se descomponia por el dolor.

El creciente calor de las llamas empezaba a propagarse por la quebrada de rocas, tenian que salir de alli y perseguir a aquel malnacido antes de que fuese demasiado tarde, pero aquel ya no sería trabajo para el Rohir. A él le aguardaban algunas horas de convalecencia en el mejor de los casos. Y necesitaría aprovechar aquel descanso si finalmente disponía de él.

Turno 510, Asalto 4

El enano llegó hasta el oriental, pero su ataque fue un absoluto fracaso. En su ansia por acabar con él, no miró el suelo y acabó tropezándose en el peor momento, justo cuando se lanzaba a dar el golpe. Por fortuna no dio ni a él ni a ningún compañero con su hacha. Pero casi hubiera preferido haberse cortado el cuello que haber vivido tamaña vergüenza por el fracaso obtenido.

Parecía que estaba todo hecho. Habían encontrado al oriental y siendo seis éste había escapado de rositas y ellos habían sido heridos física y moralmente.

-¡¡ACABARÉ CONTIGO, SARNOSO!! -grito el guerrero levantándose. Pero frustrado, vio como el oriental escapaba a caballo.

-¡¡¡AAAAAAHHH!! -El grito de rabia se extendió por todos los recodos de aquel paraje, mientras tensionaba todos sus músculos iracundo.

Pero entonces recordó el estado en que estaban los caballos: sudorosos y cansados. Quizás todavía tuvieran una oportunidad. Sin siquiera hablar con nadie Gwalin salió corriendo a buscar sus monturas. Éstas las habían dejado en el improvisado campamento en el que habían dormido varias horas. Sus caballos sí que estarían descansados y podrían cabargar horas. El del oriental no.

Turno 510, Asalto 4

Leofred no sabía lo que había ocurrido. De repente había perdido la voz y las fuerzas lo habían abandonado como si un enorme troll le hubiera dado un puñetazo en la boca del estómago. Respiraba con dificultad apoyado a duras penas contra una pared de roca mientras todo a su alrededor daba vueltas en un remolino de colores. En la lejanía, el oriental escapaba cabalgando a lomos de su montura; no habían podido detenerlo.

Leofred hubiese querido hacer algo: disparar su ballesta, gritar lo que fuese o salir corriendo tras él, pero le temblaban las rodillas y ni todos los dioses de la tierra media le hubiesen convencido de moverse un solo paso de donde se encontraba en aquél momento. Necesitaba desesperadamente recuperar el aire de sus pulmones o sentía que se desmayaría allí mismo.

TURNO 510 - Asalto 4

HALLFRID había llegado con lo justo. Había cargado a la desesperada, en un arranque de furia, y de alguna manera había alcanzado al oriental en plena huida, aún cuando se había visto obligado a esquivar las zarzas en llamas que empezaban a cerrarles el paso. Sin embargo, y quizás precisamente por ello, su golpe llegó desbalanceado y falto de fuerza, como si fuera más un intento de hacer trastabillar a la montura metiendo la lanza entre sus patas, que una verdadera estocada.

El resultado fue bastante previsible. Y el enfervorizado campesino debió conformarse con observar como su arma rebotaba en la poderosa grupa de la criatura, que se alejó velozmente entre las sombras de la noche, portando sobre ella al bastardo asesino todavía ileso.

Para peor, un rápido vistazo a su alrededor le confirmó también al gondoriano que sus camaradas no habían tenido mejor suerte. Y así su enemigo ganaba distancia a una velocidad vertiginosa, sin que nadie pudiera hacer nada para detenerlo.

Aquella situación hizo crecer un odio demencial en el corazón del muchacho. Movilizado por la frustración y la impotencia, pero también por la creciente amargura que le provocaba el recuerdo de sus camaradas caídos. Pues otra vez le habían fallado a FREAGULF y a IONAL. Y sus crímenes permanecían impunes...

Así enardecido por la rabia, y actuando más por impotencia que por auténtica voluntad, el joven campesino continuó varios pasos su carrera, persiguiendo a pie al oriental montado. En el último instante, cuando el jinete se perdía ya entre los recodos del accidentado terreno, HALLFRID arrojó su lanza contra él, escupiendo entre dientes maldiciones y juramentos contra aquel demonio...

Turno 510
Asalto 10

Larrid solo disponía de una sola oportunidad. La esperanza puesta en un único disparo, y este era muy complicado. Normalmente necesitaba tiempo para apuntar debidamente, para asegurar que la flecha llegaría a su objetivo. La flecha paso rápidamente del carjac a la cuerda del arco. Y tan rápido como ocurrió aquello, salió disparada con un nuevo chasquido del cordaje. 

Turno 510, Asalto 4

Desde su nueva posición, Grimbeorn no tardó en ver aparecer al oriental a lomos del caballo. Aquello le daba poco margen de actuación. Si no hacía algo deprisa, posiblemente perdería una oportunidad y aquel individuo escaparía. Inspiró profundamente antes de levantar su arco y tensar la cuerda. El norteño apenas tuvo unos pocos segundos para apuntar la flecha antes de liberarla. Aun entonces, descubrió que la acción había desencadenado en su mente una extraña sensación: miedo a fallar el disparo, que se mezclaba con otro miedo, temor a matar a la única persona que podía darles información sobre los demás orientales. O sobre el paradero de la anciana Wuitan.

"Araw, guía el vuelo de esta flecha. Que sea certera hasta su blanco, pero sólo derribe a su presa y no la abata". Los ojos del animista trataban de seguir el proyectil en el cielo oscuro de la noche mientras pensaba y oraba al mismo tiempo.

RESOLUCION TURNO 510
Asalto 4

La luna brillaba clara en un cielo algo encapotado. Pura poesía que insuflaba de épica lo que ocurría entre los pasillos del laberinto de roca donde caían sus rayos. Allí, el fuego cogía fuerza, ya era casi imposible pasar demasiado cera de él. Las ramas completamente secas y el viento serpenteante avivaban aun mas las llamas, lamiendo zarzas cercanas con su lengua abrasadora. Una columna de humo se elevaba hacia el firmamento.

Dos flechas salieron despedidas hacia el oriental. El jinete se alejaba raudo a lomos de su caballo, pronto lo perderían de vista. Hallfrid, por su parte, solo podía hacer una cosa. Su lanza fue arrojada tras coger algo de impulso, una carrera corta para después dirigir su arma hacia el salvaje. La única esperanza de detenerlo era que alguno de aquellos proyectiles lograba derribarlo. Dos flechas, una lanza, una necesidad… Ambas saetas se estrellaron contra la roca, si siquiera rozar su objetivo. La lanza tampoco alcanzó al jinete, bastante desviada se clavó sin fuerza en el suelo, a un lado del caballo. La ilusión de detener al enemigo, se disipo instantáneamente. El bárbaro se alejó, perdiéndose en los desfiladeros creados en la roca.

 Edan, desorientado, buscaba en vano algo para detener su hemorragia, una laceración en el brazo que manchaba sus ropas con la sangre que brotaba de ella. Leofred también estaba trastocado, no supo controlar los poderes que había convocado y ahora trataba de sobreponerse al impacto mental. El enano quiso actuar, si el enemigo lograba marcharse, sus posibilidades se reducirían drásticamente. Salió corriendo por el camino por el que habían venido, su meta era traer los caballos y perseguir al sagath. Su visión especial le otorgaba una cierta ventaja, lo que le ayudo a cubrir una buena distancia.

Turno 511

Había una posibilidad, solo una y el naugrim lo sabía. Si lograba llegar hasta los caballos y volver con ellos podrían seguir al oriental en su huida, con el beneficio de tener los caballos descansado no como su oponente que lo llebaba cansado. No sé cuanto duraría en su carrera, pero ellos más, sin duda.

Con esto en mente, el guerrero siguió corriendo por los desfiladeros haciendo caso omiso a las piedras, arbustos y demás obstaculos que encontraba en su camino. Sus ojos, acostumbrados a la oscuridad de las cuevas, le guiaban certeramente por los recovecos que le llevarían hasta el campamento.

Su ceño fruncido, la boca abierta dejando ver sus dientes apretados en un mordisco de ira y sus puños fuertemente cerrados, advertían tanto de la ira que recorría el cuerpo de Gwalin, como de la necesidad imperiosa de su misión. No podía fallar y no podía retrasarse.

Turno 511

El mundo se cubrió de tonos ocres y anaranjados y un humo blanco y denso se elevó trepando por las paredes de la quebrada zigzagueando al compás de las corrientes que se creaban en aquel laberinto de rocas.

Por suerte para él, Edan contempló como el fuego se expandía en dirección opuesta a la que estaba. El humo le nublaba la visión y el olor a combustión se le metía en los pulmones con cada inspiración, dificultando su respiración.
En cuanto recuperó ligeramente el conocimiento se arrastró hasta el peñasco más cercano, en dirección opuesta al fuego y allí se recosto de espaldas contra la pared para examinar con más detenimiento la hemorragia de su brazo. Seguia sangrando abundantemente y no estaba seguro de poder aplicar presión para detenerla el solo con el brazo que le restaba. Muy a su pesar echó un vistazo a su alrededor y pidió ayuda a sus compañeros. Solo podia ver a Larrid y a Grimbeorn, aunque sabia que el resto no se encontrarían muy lejos.

MI BRAZO!! NECESITO AYUDA CON ESTE CORTE! Gritó, mientras trataba de arrancarse un trozo de la camisa de algodón.

Aquella batalla habia finalizado, y el oriental había salido victorioso una vez más. La claridad de la mañana se abria camino a marchas forzadas en la llanura y aunque en aquel escondido pedregal de rocas altas la oscuridad era todavia imperante, las rojas lenguas de fuego devoraban las zarzas con avidez arrojando un brillo intenso sobre los rostros abatidos de los hombres y rebotaba en las paredes de piedra refejandose en los pasillos contiguos como un juego de luminarias que dibujaba sombras danzantes y aterradoras.
Aquellas sombras parecían burlarse del fracaso de los mercenarios, y de entre todos ellos el mayor derrotado era el rohir.

Su rostro era la viva imagen del infortunio. Todo lo que habia intentado desde que comenzaron aquella endemoniada mision habia terminado en fracaso. Lo único por lo que podia dar las gracias era por seguir con vida. No obstante, no se trataba de una fortuna menor, dos de sus compañeros habian corrido peor suerte y Edan era plenamente consciente de ello. A un nivel muy diferente, en el subsconsciente del chico, un cambio se estaba experimentando, aunque él todavia no fuese capaz de percibirlo. Aquellas experiencias lo harían mas fuerte.
El rohir no era de los que solia repetir errores, y de un modo u otro, su mente y su cuerpo recordarian aquella derrota y como un reflejo natural, rescatarian algún aprendizaje de todas aquellas vivencias.

Recostó su cabeza hacia atrás y observó al cielo alicaido. Sus ojos se entrecerraron en un gesto de dolor cuando llevó su mano de nuevo al corte del brazo para ejercer presión .

Pagarás por esto, hijo del demonio... se repitió mentalmente mientras esperaba el auxilio de sus compañeros.