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Turno 611 - Asalto 5 ~ El ocaso de los sueños

El día apenas comenzaba, pero para los hombres que cruzaban sus aceros en el yermo incandescente de la boca del infierno, el tiempo se agotaba.

Edan, el joven mercenario de La Marca, boqueaba sofocado. El dolor y el cansancio se habian cobrado un alto precio después de su precipitada carga contra los Orientales.

A pesar del ahogo que sentía, en su mente vió con total claridad cual habia sido su error. Había subestimado a aquellos hombres. A pesar del miedo y de su pragmática visión del mundo, cuando estuvo a lomos de su cabalgadura se sintio mejor que sus enemigos. Dió por hecho que podria dejar atras al guerrero para enfrascarse con el arquero... Pero se equivocó. Aquellos hombres eran tan buenos jinetes como él... No, eran incluso mejores. Capaces de disparar sus arcos en movimiento y maniobrar sus cabalgaduras con tan solo un golpe de espuela.
En aquel primer envite se había decidido su suerte, ahora podia verlo con claridad. Habia sido tan estúpido. El primer impacto fue brutal, y mermó sus facultades lo suficiente como para que aquellos salvajes sanguinarios le llevasen la delantera el resto de la batalla.

El hombre pesimista pero abnegado se había permitido sin embargo, albergar ciertas esperanzas cuando su rival le dió una tregua en el último cruce de armas. Pero la realidad del mundo no entiende de sueños ni esperanzas, y sus dedos afilados, adoptaron la forma de espada curva y le golpearon la pierna con crueldad, doblegando su fortaleza por última vez, tirando por los suelos todos los planes y proyectos de aquel chico de granja que solo aspiraba a vivir aventuras.

El aire se asfixió en la base de su garganta y sus ojos se apagaron. El mundo se hundió en las sombras, y mientras su pie se escurria del estribo una canción de nana sonó en sus oidos.
Para cuando chocó con la dura tierra, Edan ya no sentía nada. Su consciencia se había desvanecido, como los sueños de juventud en un ocaso de cenizas.

Turno 611, Asalto 5

La idea de usar la lanza contra el caballo en su aproximación había funcionado. Al menos parcialmente. Sin embargo, no fue suficiente para amedrentar al animal y hacerlo retroceder. Y su jinete se las apañó para alcanzar al animista, con tan mala suerte que impactó contra la cabeza del norteño. Grimbeorn no supo decir si había sido herido por la punta de la lanza o si sólo fue la violencia del impacto; el golpe fue tan severo que los sentidos del hombre del bosque se embotaron antes de apagarse. La última sensación que Grimbeorn experimentó fue la del mundo al inclinarse y preguntarse, fugazmente, por el motivo de ese extraño movimiento de la tierra.

Turno 611
Asalto 5

Hallfrid trataba de mantenerse recio, pero no quería estar a la defensiva durante toda la contienda. Tenia que hacer algo y en aquella situación sus opciones no eran demasiadas. Sin su lanza, la había arrojado, blandía la espada todo lo bien que podía. No era un guerrero, pero se estaba defendiendo como si lo fuera. Esquivando los golpes del enemigo, se las ingeniaba para lanzar sus propias estocadas hacia el oriental.

Turno 611
Asalto 5

Larrid echó un ojo alrededor, y al descubrir a Grimbeorn en el suelo, se lanzo de inmediato al galope a por el oriental que se batía ahora con el enano. No lo hizo solo por eso, mas allá, en su línea de visión, también vio al caído Edan a merced del sagath. Espoleó su caballo, y cargo hacia este último. En su carrera, pasaría cerca del aisdrag, y aprovecharía para golpearlo.

RESOLUCION TURNO 611
Asalto 5
 

La escena de lucha era una batalla equilibrada, al menos en efectivos por parte de ambos bandos, se había convertido en una grotesca escena. La sangre manchaba la tierra, ropas y armaduras, el repicar de los aceros se escuchaban por encima de gruñidos de rabia, y alaridos de dolor. Edan yacía en el suelo, inconsciente por los golpes recibidos. Grimbeorn también, sus heridas habían sido menos en cantidad, pero bastante más graves. El golpe recibido en la cabeza había dado con sus huesos en el suelo, dejándolo sin sentido por el impacto. Además, su pierna sangraba profusamente por un profundo corte. La vida se le escapaba junto al líquido vital.

No eran las únicas bajas, en las filas enemigas dos orientales también habían caído. Gwalin había hecho caer a su contrincante (#3), dejándolo fuera de juego. Por su parte, Larrid había cercenado el brazo de otro sagath (#2), causándole la muerte tras haberle alcanzado en varias ocasiones más.

Pero ahora todo aquello había quedao atrás, y la contienda seguía su curso. En uno de los flancos, Leofred y uno de los orientales (#4) seguían intercambiando golpes. Mientras que los caballos se movían con espavientos, ambos jinetes trataban de controlarlos. Leofred no era capaz de hacerlo, y el aisdrag no lo hacía mucho mejor. Aquella mala ejecución solo conseguía que los golpes de ambos adversarios fueran débiles, mal dirigidos o sencillamente se perdían en el aire. El baile continuaba sin daño alguno.

Gwalin, tras la caída de su contendiente, se vio rápidamente enfrentado a otro jinete (#1). Este había tumbado al bosquimano, y ahora se abalanzaba sobre él. Con un movimiento rápido logro moverse, para evitar que el caballo pisotease al malogrado Grimbeorn. Allí recibió la lanza del oriental, desviándola con su hacha y evitando ser alcanzado. El enano respondió con una finta acompañada de un hachazo que resulto no dar en su objetivo. El enano logró esquivar varios lanzazos, antes de lograr impactar con su hacha la pierna del aisdrag. Un golpe superfluo que solo consiguió enfurecer aun mas a su enemigo. Fue cuando casi sin darse cuenta, Larrid paso al galope, dando un tremendo espadazo a ese mismo salvaje. La espada del etheod golpeó con súbita eficacia contra la cabeza del desgraciado, que casi sin enterarse se vio de bruces en el suelo, privado de su consciencia, babeando descontrolado. No había muerto, su yelmo lo había protegido de que su cabeza se hubiera abierto como una sandía golpeada.

El arquero que había noqueado a Edan, libre de enemigos, decidió descabalgar para recuperar su arco. Lo había dejado caer ante la carga del rohir, y ahora se disponía a recuperarlo. De lejos seria de gran utilidad, a distancia del peligro, convirtiéndose él en la amenaza. Bajó, el arma no estaba lejos del cuerpo de su víctima. Tomó el arco justo cuando la carrera de Larrid llegó hasta él. No se esperó aquello, se creía a salvo por la distancia, y sin embargo ahora estaba en peligro.

En otro de los frentes, Hallfrid veía como su enemigo (#5) se esmeraba en atravesarlo con su lanza. Él se defendía como podía, moviéndose rápidamente, esquivando cada estocada, pero siempre intentando alcanzar al oriental con su espada. No era un guerrero, pero estaba demostrando que tal vez algún día pudiera llegar a serlo. El campesino logó no ser alcanzado, aunque él si que logro herir al salvaje. Un débil golpe en la pierna que la armadura absorbió para no provocar daños mayores.

La violenta balanza comenzaba a declinarse levemente en contra de los orientales, solo quedaban tres en pie. El tiempo corría en contra del grupo, si no querían perder definitivamente a sus compañeros. Tenían que esforzarse, y la suerte debía acompañarlos. Entretanto los caballos, ahuyentados por la violencia, se desperdigaban y alejaban de la contienda.

TURNO 612
Asalto 6

Gwalin vio aparecer a Larrid justo en el mejor momento. Como un heraldo de los Dioses pasó segando la vida del oriental como quién cortara heno con la guadaña, segando su vida en un "santiamén". En el lance que habían emprendido, su oponente le había logrado herir de forma superficial, pero el enteco enano no quiso hacer caso a aquella herida y miró como quedaba el campo de batalla.

Quedaban tres enemigos para cuatro de ellos que aun seguían de pie, pues dos de sus compañeros estaban tendidos en el suelo, inconscientes si no muertos. 

Indeciso miró a su amigo animista que estaba tendido en el suelo inconsciente, sangrando profusamente por dos heridas, una en la cabeza que le había costado la consciencia y otra en la pierna que le estaba constando la vida.

Gwalin apretó los dientes indeciso y por fin tiró el hacha al suelo y cogió parte de la camisa del oponente caído rasgándosela, y se la puso a Grimbeorn en la herida de la pierna para taponarla y que no perdiera más sangre.

Turno 612, asalto 6

Leofred tuvo que agradecer de nuevo el tener su escudo a mano, que ya le había salvado de varias estocadas, pero su combate particular se alargaba sin vistas de terminar. Las espadas chocaban una y otra vez, silbaban cortado el aire y rasgaban su capa y su camisa, así como los adornos de la armadura del oriental, una y otra vez pero negándose a alcanzar la carne.

El bardo ya casi renunció a guiar al caballo, conformándose con que se mantuviera cerca del oriental. Comenzaba a sentir el brazo entumecido por la falta de costumbre de blandir la espada y tenía que concentrarse todo lo que podía en mantener a raya a su contrincante. 

Turno 612
Asalto 6

El explorador (#4) continuaba lanzando estocadas a su enemigo. No era capaz de enlazar ni uno solo golpe mínimamente acertado. Su caballo, nervioso, se movía erráticamente, y eso dificultaba su continuos intentos de derribar al bardo.

Por otro lado, el arquero (#6) trató de recuperar su arma al descabalgar, pero ante la inminente llegada del etheod se vio forzado a continuar con su espada. La alzó queriendo ensartar al jinete con ella, pero no todo le salió como el pensaba.

Turno 612
Asalto 6

Larrid tenia a su merced al arquero, que se vio sobrepasado por la cabalgada del guerrero. Su espada estaba siendo decisiva en la pelea, y estaba convencido de que aun podía serlo mas aun. Decidido, cargo con su arma al oriental que solo podía ver como se le abalanzaban montura y jinete. 

Turno 612
Asalto 6
 

El guerrero (#5) seguía empecinado en herir al campesino. Se le estaba resistiendo y, algo que aparentemente tenia que resultar sencillo, se le escaba de las manos. Su lanza acompañaba a los movimientos del caballo, incluso trataba de empujar al gondoriano con el cuerpo del animal para después lanzarle una serie de lanzazos. Era cuestión de tiempo, y el enfado iba en aumento.

Turno 612
Asalto 2

Hallfrid sabia que en su situación tenia que ser listo, no anticiparse, y buscar el momento adecuado para clavar su arma en el cuerpo de su adversario. El estaba en tierra mientras que el oriental, a caballo, seguía acosándolo una y otra vez en una posición ventajosa. Pero eso no detendría a un hombre que se estaba descubriendo a sí mismo, y que con cada acción acaecida hasta ese momento, había demostrado vale mas de lo que él mismo hubiera imaginado. Blandió su arma contra el salvaje, tenia que acabar con aquello, y rápido.

RESOLUCION TURNO 612
Asalto 6
 

Apenas el sol había sobrepasado las cumbres de los montes circundantes. No por ello la negrura del lugar lograba disiparse, pues el terreno era oscuro, la vegetación escasa o muerta, y la historia pasada cruel. Los truculentos acontecimientos ocurridos en aquella maldita tierra no mejorarían su reputación, ni aunque todos los rayos del amanecer bendijesen cada rincón. Estaban en el umbral de la primavera y el frio seguía haciendo acto de presencia. En aquel valle maldito la temperatura no era tan baja, salvo por las corrientes heladas que golpeaban cortantes los cuerpos. Pero ahora no era el momento de pensar en ello, ni siquiera de sentirlo, la desatada contienda hacia olvidar todo lo que no fuese el calor de la batalla.

Leofred continuaba su baile con su enemigo (#4). Podía llamarse baile, pues ninguno de los dos contendientes lograba hacer sangrar a su oponente. Ambos blandían sus espadas, haciéndolas chocar con las armaduras, escudos o sencillamente errando el blanco. Aquel enfrentamiento estaba muy igualado más por la suerte, o falta de ella, que por la habilidad demostrada de los contendientes. Al menos el bardo, aparentemente en desventaja ofensiva, lograba mantenerse como un digno oponente.

Gwalin, con los enemigos mas cercanos muertos, o inconscientes, decidió socorrer a su compañero Grimbeorn. El animista se había desmayado por un fuerte golpe en la cabeza, y perdía sangre por una herida en la pierna. El rojizo flujo manaba copiosamente por el corte, manchando las ropas del bosquimano y acelerando su muerte. El enano decidió actuar, y con rapidez se arrodillo junto a su amigo. Tenia que detener la hemorragia lo antes posible si quería tener alguna posibilidad de que se recuperase. Busco una venda, y decidió improvisar un vendaje. Primero se acercó hasta uno de los orientales caídos, y sirviéndose de su hacha, corto parte de sus ropajes en una larga tira de tela. Una vez conseguida la improvisada gasa, solo tendría que despojar a Grimbeorn de las ropas pegadas al tajo, y cubrir la herida ejerciendo presión con el trapo. Pronto la sangre dejaría de brotar.

Por su parte, Larrid parecía haberse transformado en el heraldo de la muerte. Estaba sumido en el éxtasis de la sangre, como la bestia salvaje que prueba por primera vez la sangre y que en adelante dará caza a sus presas sin cuartel. Con una cabalgada había llegado hasta el arquero (#6), que trataba de recuperar el arco caído tras descabalgar. El cuerpo de Edan yacía no muy lejos, inconsciente y dado por muerto. Pero el etheod fue mas rápido, de un nuevo y mortífero espadazo, la cabeza del oriental recibió un terrible impacto que lo hizo morder el polvo. De nuevo, de un solo golpe, otro de los enemigos a los que se enfrentaba caía bajo el filo de su arma. La suerte le sonreía, tenia a los Valar de su parte, y si eso seguía siendo así, pronto terminarían con todo aquello.

En otro lado, Hallfrid se defendía de su enemigo con todo el fervor que podía sacar de su interior. El oriental regalaba lanzazos malintencionados hacia el campesino. Éste trataba por todos los medios de esquivarlos, moviéndose con agilidad y sorteando los golpes del caballo que se abalanzaba con su cuerpo contra él. Agazapado, paciente, Hallfrid esperó el momento adecuado para asestar un buen golpe. Su espada encontró un hueco sobre la protección de la pierna derecha, logrando herir contundentemente al salvaje. La sangre salió despedida, salpicando la cara del campesino y arrancando un alarido de dolor al desdichado jinete. Pero aun no estaba todo ganado, el aisdrag seguía vivo, y mas enfadado, dispuesto a vengarse.

TURNO 613
Asalto 7

Tenía puso. Era lo único que necesitaba saber el enano para comenzara a curar a su compañero.

Gwalin había hecho un torniquete en la herida de la pierna a base de la ropa de uno de los orientales y un trozo de asta de una laza, también perteneciente a una de los orientales caídos a su lado. El enano pasó la ropa por debajo de la pierna y por encima de la herida para luego atar un nudo en los extremos de la ropa. Después pasó el hasta por la ropa y giró hasta conseguir apretar lo suficiente la ropa para detener la hemorragia. Esperaba hacerlo bien, aunque no tenía tiempo de estarse con miramientos. 

Cuando lo tuvo preto, miró el golpe que tenía en la cabeza. Ahí tembién tenía una brecha, pero gran parte del golpe se lo había llevado el casco. -Qué suerte has tenido amigo mío -dijo mirando la herida que seguramente hubiese acabado con él.

Fue entonces cuando escuchó otro golpe. Gwalin se giró y se cubrió con el escudo, que aun portaba en el antebrazo izquierdo, acordándose que estaba en pleno combate con los orientales y que debía estar atento a lo que pudiera ocurrid. Pero en ese movimiento vio como el arquero, al que se había dirigido Larrid, caía al suelo de un golpe que le había dado éste. El enano sonrió pues ahora veía el acierto en haberse quedado con Grimbeorn y no haber ido a ayudar a Larrid contra el arquero, cosa que por lo visto no habría hecho falta.

Turno 613, Asalto 7

Los caballos de Leofred y el oriental continuaban girando caóticamente mientras ambos cruzaban las espadas, y en esas fue que por fin el bardo tuvo una leve visión del estado en que se encontraba el campo de batalla; el panorama era desolador. Casi todos los jinetes habían caído, pero, aunque en números los orientales habían salido más perjudicados, a Leofred se le encogió el corazón al notar a Edan derribado cerca del cuerpo de un guerrero oriental, y a Gwalin inclinado sobre Grimbeorn, cubierto de sangre.

Un nuevo espadazo logró apartar su atención de la escena que se desarrollaba ante sus ojos. El sagath le atacaba sin darle cuartel y él se encogía mientras bloqueaba su filo con el escudo, pero Leofred bullía en el interior a causa de la frustración y la impotencia. En un alarde de temeridad, el bardo se arrojó en una imprudente arremetida contra su oponente, descargando tajos y estocadas mientras repetía a gritos unos versos que le habían venido a la mente, el estribillo de un triste poema élfico que hablaba sobre la última defensa de la perdida ciudad de Gondolin. - ¡Sarnë luhta yulda ílë nó, Turgon aman rondë vailë! -

Turno 613
Asalto 7

Larrid había dejado a otro enemigo fuera de la batalla, su ego crecía por momentos. Un rápido vistazo alrededor le ayudó a hacerse una idea de como estaba resultando la contienda. Mientras que Hallfrid se batía pie en tierra contra uno de los jinetes, Leofred hacia lo propio con el explorador a caballo, aunque el bardo estaba igualado al estar también a lomos de otro animal.

Aunque no tenia claro su siguiente acción, optó por lanzase contra el enemigo del campesino. Estaba en desventaja, y había que actuar con rapidez. Espoleó a zopenco, y se lanzó a por su objetivo arma en alto.

Turno 613
Asalto 7

El guerrero (#5) seguía empecinado en terminar con la vida del gondoriano, mucho se le estaba resistiendo, y su sensación de fracaso aumentaba. Él era un guerrero, y un simple campesino no podía hacerle frente. A su parecer ya tenia que haber matado a ese contrincante.

Su lanza salía disparada como el terrible aguijón de una abeja que lucha por defender su colmena. El arma cortaba el aire malintencionada, buscando el hueco en la armadura ligera del desdichado Hallfrid.

Turno 613
Asalto 7

El oriental (#4) continuaba en su personal duelo con su enemigo. Las espadas entrechocaban, los caballos bufaban, y ninguno de ellos había logrado herir al contrario. Eso cambiaria, tenia que esmerarse y demostrar que sus capacidades estaban a la altura de su pueblo.

Alzó la espada y, una vez mas, descargo toda su furia. El filo silbaba en cada lance, las estocadas se dirigían maliciosamente a la carne del bardo. Pronto daría con sus huesos en el suelo.

Turno 613
Asalto 7

Hallfrid acusaba el cansancio. No estaba acostumbrado a luchar, menos aun contra semejante adversario. Blandía su espada con cierta destreza, pero golpe tras golpe no lograba su objetivo. A cambio se veía sobrepasado por los lanzazos del oriental. No por eso cederia.

Estocadas, golpes oblicuos, y una serie de fintas, trataban de mantener el status quo en la contienda. Solo necesitaba un despiste, o sencillamente un golpe de suerte, para lograr abatirlo.

RESOLUCION TURNO 613
 

Nunca un amanecer había sido tan aciago, al menos para los que en batalla se enfrentaban en aquel nuevo día. La escena se había convertido en toda una masacre. Cuerpos inconscientes en el suelo, miembros amputados, sangre oscureciendo aun mas la tierra, y el salvaje entrechocar de las armas, hacían de aquella situación algo brutalmente salvaje. El sol despuntaba en el horizonte, sobre las cimas de los tenebrosos montes que circundaban el valle de Ûdum. Y el amanecer traía también el, ya habitual, frio de las cimas mas próximas, en parte rebajados por la propia orografía.

Leofred y su contrincante (#4) seguían con su intercambio de golpes. Uno y otro no lograban alcanzar de gravedad, y de ninguna otra manera, al oponente. Pero las cosas cambiaron repentinamente cuando el bardo encontró un hueco. Su espada, tras intercambiar varios golpes, impacto con bastante fiereza justo donde la protección de la pierna terminaba antes de llegar a la bota. El resultado fue demoledor, la pierna fue cercenada a la atura del tobillo, dando como resultado un pie prácticamente separado de su cuerpo y el consiguiente torrente de sangre. El rojizo liquido salpicó a su alrededor, como si de un caño roto se tratase. El pobre infeliz solo pudo caer a un lado del caballo, desmayado mientras se desangraba sin remedio.

Por otro lado, Larrid había echado un vistazo y viendo la situación, decidió ir en ayuda de Hallfrid. Girando su caballo, se lanzó al galope a por su nuevo objetivo. El etheod surco con rapidez la distancia que los separaba, espada en alto, para continuar con su racha. El aisdrag (#5) servía con poca amistad, una serie de lanzazos contra el campesino, que por mucho que intentaba sobrevivir, se vio alcanzado por uno de ellos. El mástil de la lanza lo golpeo brutalmente en un costado, provocándole un dolor intenso. El gondoriano devolvió el golpe infructuosamente para, después, recibir otro terrible impacto. Vio como el arma enemiga penetraba en su muslo, haciéndole claudicar hincando la rodilla en el suelo. El daño recibido le costaría con seguridad su propia movilidad en el futro, si es que sobrevivía a aquello. El pobre Hallfrid cayó inconsciente al suelo, derrotado por los golpes del oriental. Larrid llego justo después para asestar otro de sus mortíferos espadazos, una habilidad que no había mostrado hasta aquel momento de necesidad. Tras la cabalgada, el etheod cargó contra el oriental con su espada. Un fuerte sablazo fuer recibido de lleno por el brazo del enemigo, solo su armadura evitó que el brazo se despegase del cuerpo. El aisdrag tuvo que esforzarse para sujetar su arma después de que tendones y músculos fuesen violentamente dañados por el jinete.

Gwalin continuaba tratando de evitar que Grimbeorn se desangrase. Tras cortar un generoso jirón de ropa, comenzó a retirar la tela manchada de sangre alrededor de la herida del animista. Una vez hecho, se dispuso a vendar la pierna para evitar que la vida abandonase al bosquimano. Ajeno a lo que ocurría a su alrededor, se apresuraba en su cometido.

Turno 614
Asalto 8

El torniquete que había hecho en la pierna de Grimbeorn había hecho con eficiencia su propósito, y la pierna de su compañero había dejado de sangrar. Ahora, se veía mucho mejor la fea herida que había sufrido a manos del oriental, quien yacía muerto a escasos centímetros de donde estaba ellos dos.

Pero no todo estaba hecho. Ahora debía vendar la herida para que no se infectara y que no sangrara cuando aliviara la presión del torniquete. Nuevamente con ayuda de la ropa de los orientales cercanos, fue haciendo tiras de tela rápidamente, sin estarse a perfecciones, dando trozos más cortos o más largos. lo que sí miraba es si estaban limpios o sucios para desechar los últimos.

Cuando tuvo suficientes, comenzó el trabajo. Limpió y desinfectó la herida lavándola con el agua de su odre y con su jabón. Tela sobre tela, el enano comenzó a aplicar las vendas sobre la herida de la pierna.

A su alrededor, escuchaba los sonidos de la pelea y de vez en cuando se permitía el lujo de levantar la cabeza para ver cómo se estaba desarrollando. No quería encontrarse rodeado de enemigos mientras él intentava salvar la vida a uno de ellos, que a la postre sería su perdición. Pero por l contrario, lo que veía le alentó. Larrid estaba acabando con los enemigos a base de espadazos. Enemigo al que atacaba enemigo que caía. Mientras los demás compañeros también se las tenían con sus adversarios. Si el primero en caer fue Grimbeorn, el segundo fue Edan y, en su último vistazo fue Hallfrid, quien había caído bajo la lanza de uno de los orientales.

-Mmmmggggggrrrr malditos seáis, cuando acabe con esto, os aplicaré mi medicina favorita... palmo y medio de buen acero enano - gruñó entre dientes el enano sin dejar de aplicar las vendas a su compañero incosciente.

Al final consiguió que la herida de la pierna estuviera bien protegida por la venda. Miró a su amigo seriamente y palmeó el hombro con cuidado. -He hecho lo que he podido, espero que sea suficiente -dijo y sin perder más tiempo, recogió el hacha que tenía a su vera y levantándose miró el campo de batalla. 

Lo únicos que aun seguían combatiendo eran Larrid y Leofred. El bardo había conseguido abatir a su oponente y lo tenía a merced en el suelo. Mientras Larrid se batía contra el único oriental que quedaba en pie, aunque parecía que ya le había herido, por lo que parecía que la balanza se inclinaba a favor de su líder.

El enano se acercó a ayudarle para acabar cuanto antes con él. Se movió con cuidado para lograr que no le vieran atacando a su adversario por la espalda.