Partida Rol por web

Finalmente el niño estaba encerrado de nuevo. -Maldita sea! - me estaba costando lo mío mantener con vida a un niño. A saber qué iba a conseguir con todo este lío. 

Ahora y sin peligros inminentes, valoré mis opciones. Y una de ellas era cambiarme con las ropas de los guardias COOL. Con suerte no estaría demasiado manchado de sangre el traje del chinorro guay. Ya se me ocurriría otro modo de cubrirme la cabeza o la cara... pero aunque fuese a nivel genérico, pasaría más desapercibido así. Al menos de lejos.

Una vez me cambié, si es que me cabían sus ropas, me asomé para buscar qué hacer a continuación... Y no tenía ni la menor idea. No veía en absoluto un modo de entrar al palacio. Pero quizás si abriese las puertas yo mismo evitaría que se repitiese una cosa como la que le sucedió al niño.

Luego de que El Negro se hiciera pasar por uno de lo soldados de las fuerzas especiales de la isla, este deambuló por la zona en busca de cualquier posible entrada en aquel gigantesco palacio que se encontraba en el centro de la ciudad; por desgracia para este todo eran murallas, murallas hasta donde la vista alcanzaba... No había ninguna puerta ni portón de entrada.

Y cuanto más tiempo estaba deambulando en busca de alguna forma de adentrarse en el lugar, ajeno de las posibles miradas que le estaban observando; más y más miradas estaban siendo atraídas por aquella persona que el traje no le sentaba demasiado bien, a fin de cuentas El Negro era más "robusto" que aquel soldado.

¡SOLDADO!

Aquella pared le gritó con bastante enfado en su tono de voz, algo que sorprendió a El Negro, pues principalmente porque el tono de voz de las paredes generalmente no estaban enfadados ni gritando... o directamente no tenían tono de voz alguno.

¡¿SE PUEDE SABER QUÉ ESTÁS HACIENDO?!

Sorpresivamente aquella pared se partió en dos y se movió, dejando salir otro de los soldados y, al igual que la pared, este también le gritaba y con un tono de voz bastante enfadado. ¡Menudas casualidades!.

¡ENTRE DE UNA VEZ!

Vuelta tras vuelta y no hubo modo de encontrar puertas para abrir. A saber lo que hubiera pasado con el niño deambulando por esa zona. Probablemente hacerlo hasta morir!!

El apretado traje me iba algo largo. Es lo que tenía por ser más ROBUSTO que un chinorro. Y eso que normalmente los chinos son considerados bajitos... fijo que les daban hormonas de crecimiento o otras cosas de laboratorio para experimentar con ellos. Por eso los tiburones, ballenas y calamares gigantes...residuos tóxicos de laboratorios hormonales!! en cuanto la agencia se enterase de esto...

Pego un bote cuando la pared me habla, y cuando se abre en dos me quedo paralizado.  UNA ENTRADA! después de tanto deambular, ya era hora.

-sí señor! - entro corriendo - estaba vigilando el perímetro, señor! me pareció oír algo moverse!

La pared que se había convertido en señor era otro soldado. Probablemente de mayor rango. ¿estaba sólo? ¿dónde me acababa de meter? Como ese hombre sospechase de mi ahora que me había logrado colar dentro...

El Negro se encontraba ahora dentro del palacio, con el corazón latiendo con fuerza por la tensión del momento. Había conseguido entrar, pero ahora tenía que actuar con cautela para no levantar sospechas. Observó al soldado con quien acababa de encontrarse, intentando evaluar la situación.

El soldado, aparentemente de mayor rango, lo miró con intensidad, evaluándolo con una expresión seria. El Negro sabía que su actuación debía ser impecable para mantener su tapadera. Trató de mantener la compostura y adoptó una postura militar, tratando de parecer lo más convincente posible. El soldado lo escrutó por un momento más antes de asentir con la cabeza.

-Mantén tus sentidos alerta, soldado-, dijo con seriedad. -No podemos permitir que intrusos se infiltren en nuestro territorio. Continúa con tu patrulla y avísame si detectas algo fuera de lo común.

Dentro del palacio, El Negro quedó maravillado por la belleza del estilo oriental que lo rodeaba. Los muros de piedra habían sido sustituidos por delicados paneles de madera tallada y papel de arroz, que permitían que la luz natural se filtrara suavemente, creando una atmósfera serena y acogedora.

Los pasillos estaban decorados con elegantes linternas de papel, cuyas sombras danzaban sobre las paredes al ritmo de una brisa invisible. A lo largo de su recorrido, El Negro pudo admirar jardines internos con bonsáis cuidadosamente podados y estanques de agua donde nadaban carpas coloridas, creando un ambiente de paz y tranquilidad.

Las salas estaban adornadas con muebles de madera finamente trabajada, con detalles dorados y rojos que evocaban la riqueza y la tradición de la cultura oriental. Tapices con motivos de dragones y flores de loto colgaban de las paredes, mientras que enormes biombos pintados separaban los diferentes espacios, añadiendo un toque de misterio y encanto al ambiente.

Entre el ir y venir de sirvientes vestidos con kimonos elegantes y guardias con armaduras similares a la que había robado.

Asentí con firmeza y inicié mi "patrulla" lo más profesionalmente que pude. 

Caminando entre esas paredes de papel no hacía más que preguntarme cuanto resistirían si el bombardeo de campanas hubiera acertado de lleno al palacio. Pero al no tener un mapa a mano, tuve que seguir caminando intentando poner la oreja lo mejor posible para ver si veía u oía algo que me indicase una dirección hacia la que adentrarme, o alguien conocido.

Cualquier cosa que me llamara la atención lo suficiente como para poder hacer algo útil antes de que fuese demasiado tarde!

Entre las conversaciones interesantes que El Negro pudo escuchar, una le llamó especial atención, siendo esta acerca de su objetivo final, Peggy Tsai, aquella mujer que había tomado la isla por la fuerza y que al parecer ahora se encontraba en serios apuros debido a que sus fuerzas habían sido diezmadas por piratas, explosivos, cultistas y la furia del océano... Aunque no por los manifestantes pocíficos.

-Se metió en la habitación del pánico. -Comentó uno de los soldados- La que está oculta detrás del cuadro de ella misma en su despacho. Y dice que de ahí no saldrá hasta terminen las revueltas y se acaben con todos los cultistas que están asediando las murallas y con los manifestantes pacíficos que hay por la ciudad...

La mujer soldado resopló...

-Bueno, ella tiene suficiente comida ahí dentro como para sobrevivir un siglo. -Dijo mientras su estómago rugía- Ojalá no nos hubieran recortado la comida de ayer... me moría de hambre y apenas pudimos comer la mitad de lo normal...

La conversación continuaba, aunque en esta ocasión por parte del otro soldado que se encontraba en la estancia, ajenos ambos de la presencia de "El Negro" ahí mismo, probablemente porque aún no se habían percatado de su presencia o porque en este punto aún no les molestaba tenerlo ahí.

-Bueno, pues ella puede quedarse ahí todo el tiempo que le de la gana. -Comentó con malestar en su voz- A fin de cuentas, solo ella misma o la "nueva" que le cogió tanto cariño pueden abrir esa puerta. ¿No te parece extraño que rápido ascendió?. ¡Si incluso la misión que le dieron falló!. ¡Y murió su compañero ya de paso!.

Era evidente que aquello le indignaba.

-Yo he estado trabajando día sí y día también por la Isla durante décadas sin faltar ni un solo día, me perdí los cumpleaños de mi hijo y todas sus funciones teatres y lo único que recibí fue una maldita taza diciendo "Kiss the Cook" ¡Y a mi ni siquiera me gusta cocinar!... Y ella, no solo ascensos meteóricos, si no que tiene su propio despacho al lado del de la presidenta...

¡SOLDADO!

Aquel grito le hizo salir de aquella conversación tan interesante para, finalmente centrarse en lo que realmente importaba, siendo esto su propia vida, puesto que a pesar de estar parcialmente infiltrado, seguía estando expuesto.

¡¿SE PUEDE SABER QUÉ ESTÁS HACIENDO?!

Ni siquiera cambió su tono o el registro utilizado que aquella vez que habló detrás de la puerta, al parecer el master le gustaba copy-pastear, o simplemente era de una personalidad simple y directa este NPC sin nombre.

¡VE A LA ZONA DE LA CALDERA A ASEGURARTE DE QUE TENEMOS SUFICIENTE COMBUSTIBLE PARA AGUANTAR EL ASEDIO! ¡TENEMOS QUE SABER CUANTO TIEMPO PODREMOS MANTENER LOS GENERADORES!.

Estaban hablando de Zaheera sin duda alguna. ¿Qué estaba tramando esa mujer?! Quizás era buena idea contactar con ella? o evitarla? Si no podía entrar tras el cuadro secreto de Peggy quizás hubiera otra cosa que pudiera hacer.

Y esa "cosa" vino por obligación forzosa al pillarme de nuevo desprevenido ese soldado de un evidente rango superior al mío. - sí señor!! - digo de un salto, moviéndome inmediatamente hacia cualquier zona que pareciese llevar a una zona donde pudiese estar una caldera. Quizás en los pisos más bajos? Quizá un mapa "de las salidas de emergencia" pudiese ayudarme a ubicarme mejor, cuanto antes me quitase de en medio mejor.

"EL Negro" disfrazado de uno de los soldados enemigos, siguiendo con las directrices de aquel capitán, llegó a la zona de las calderas de aquel palacio fuertemente protegido por los soldados. El viaje había sido un poco confuso, pero con tan solo preguntar un poquito a otros que iban vestidos como él, era suficiente para lograrlo.

La zona de las calderas del palacio era un laberinto de pasillos estrechos y oscuros, iluminados apenas por débiles lámparas que parpadeaban y se mecían con el viento. El aire estaba cargado con el aroma acre del carbón y el calor sofocante emanaba de las enormes calderas que se alineaban a lo largo de las paredes de piedra. El suelo estaba cubierto de una capa de hollín y cenizas, haciendo que cada paso resonara con un crujido sordo. Las paredes, gastadas por el tiempo y el uso constante, estaban salpicadas de manchas de óxido y humedad, creando una sensación de desolación y abandono.

El sonido distante de la maquinaria resonaba en los pasillos, acompañado por el goteo constante de agua que caía de las tuberías corroídas. A lo largo de los corredores, se podían ver pequeños montones de herramientas abandonadas y sacos de carbón apilados descuidadamente. A pesar de la opresiva atmósfera y la sensación de peligro latente, EL Negro se movía con determinación; sabía que debía mantener la guardia alta en este lugar inhóspito y hostil.

Y... no parecía que pasra nada en aquella zona...

Bien... era el momento de... Sabotear. O de vete tú a saber qué otra cosa hacer. Si la energía aquí acababa siendo dañada probablemente eso crearía más problemas de los que ya tenían a los soldados y al propio palacio. Quizás hasta obligando a la Presidenta a salir. 

Pero esa arma de doble filo haría que los que querían entrar entrasen para causar una masacre... y no acababa de estar convencido de que fuesen "buena gente". Pero... por ahora lo mejor era intentar crear un poco de caos interno. 

Cogí algunas de las herramientas pensando que podrían servirme más adelante, y hecho eso intenté sabotear las calderas. Y el único método que se me ocurrió fue... aflojar tantas tuercas como pudiese. No tenía ni repajolera idea de mecánica. Pero sabía que cualquier cosa con las tuercas flojas acabaría fallando tarde o temprano. 

Y una vez me senti satisfecho me alejaría de allí con las herramientas y todo, no vaya a ser que me explotase algo en la cara!!!

Con determinación, EL Negro se adentró entre las calderas, aprovechando su disfraz para pasar desapercibido entre los soldados enemigos. Con manos hábiles, comenzó a aflojar las tuercas de las calderas, consciente de que cada una de ellas representaba un pequeño paso hacia el caos interno que buscaba provocar.

El sonido metálico de las herramientas resonaba en el aire tenso de la zona de las calderas, mientras EL Negro trabajaba con rapidez y sigilo, asegurándose de no llamar la atención no deseada. Cada vez que giraba una tuerca, sentía un pequeño hormigueo de anticipación, sabiendo que estaba contribuyendo a debilitar la infraestructura del palacio enemigo.

Después de un tiempo que le pareció eterno, EL Negro finalmente se apartó de las calderas, llevándose consigo algunas herramientas como precaución. Se alejó cautelosamente, consciente de que cualquier explosión o mal funcionamiento repentino podría poner en peligro su vida y su misión.

Los ruidos repentinos y el sonido de la losa del suelo moviéndose captaron la atención de El Negro de inmediato. Giró rápidamente hacia el origen del sonido, preparado para enfrentarse a lo que pudiera aparecer. Su corazón latía con fuerza mientras observaba con cautela la aparición de varias personas encapuchadas, cada una portando un crucifijo.

La sorpresa se reflejó en el rostro de El Negro ante esta inesperada situación. ¿Quiénes eran estas personas encapuchadas y qué pretendían al salir de ese agujero en el suelo de las calderas del palacio enemigo? ¿Eran aliados o enemigos? Las preguntas inundaron su mente mientras evaluaba rápidamente la situación.