Partida Rol por web

*SU P**A MADRE!!!!

No hacía falta tener mucha idea, pero cualquier grupo de encapuchados con crucifijos eran un enemigo en el subconsciente de  El Negro y de todos sus antepasados. Y más con toda esa historia sectaria religiosa que se oyó en la radio.

Me fui por patas. Si no había tenido bastante material de pesadillas por una vida durante sólo 3 días, ahora tenía que arrinconar los traumas históricos en mi subconsciente para seguir adelante con mi vida. Y con la misión, claro está.

...

Salvo que Dios tuviese otro destino para mi corta vida.

El corazón de EL Negro latía con fuerza mientras retrocedía apresuradamente, tratando de alejarse de aquellos encapuchados con crucifijos que representaban una amenaza desconocida. Sin embargo, su intento de huir se vio interrumpido abruptamente cuando tropezó con un trozo de carbón, perdiendo el equilibrio y cayendo al suelo con un golpe sordo que resonó en su cabeza.

El mundo pareció dar vueltas por un momento mientras EL Negro luchaba por recuperar el aliento y despejar la confusión en su mente. La cabeza le dolía intensamente por el golpe, y las imágenes de sucesos pasados y temores arraigados se mezclaban en su mente, aumentando su sensación de desorientación y ansiedad.

Con esfuerzo, EL Negro intentó levantarse, pero la cabeza aún le daba vueltas y sentía una debilidad abrumadora en su cuerpo. Sabía que no podía quedarse allí indefinidamente, expuesto y vulnerable. Con determinación, trató de concentrarse en encontrar una salida, en escapar de aquella situación amenazante y retomar el control de su destino.

La voz del anciano Giuseppe Roni penetró en los oídos de El Negro, rompiendo la confusión y el caos que dominaban su mente en ese momento crítico. Reconociendo la voz de su compañero de La Agencia, El Negro luchó por enfocar su atención en las palabras del anciano, buscando una guía en medio de la incertidumbre.

-Esperad, -dijo aquella voz- este no es uno de los soldados del demonio...

Con un esfuerzo renovado, El Negro levantó la cabeza para encontrarse con la figura del anciano Giuseppe Roni entre los encapuchados con crucifijos. Aunque su mente aún se tambaleaba por el golpe y las emociones encontradas, una chispa de esperanza brilló en sus ojos al ver a un aliado familiar en ese entorno hostil.

-¿Cómo has llegado hasta aquí?. -Inquirió el hombre- Supongo que no te pillaron cuando arrasaron con el laboratorio, había escuchado que esa "traidora" había puesto precio sobre nuestras cabezas y que había ido personalmente a acabar contigo... Bueno, mis "hombres de fé" pondrán fin a esto y podremos irnos a casa, aunque si quieres ayudar, nos puedes decir que has descubierto... ¿Sabes algo de sus defensas? ¿Donde está "El Demonio", Peggy? ¿Y la Puta de Babilonia?. 

Las palabras de Giuseppe Roni resonaron en su mente, ofreciéndole un camino a seguir en medio del caos. Con la determinación renovada y el apoyo de su compañero, El Negro se esforzó por ponerse de pie una vez más, desafiando las sombras del miedo y la duda que amenazaban con consumirlo.

Más perdido y cojo tras la hostia, creí que andaba por los pasillos laberínticos cual borracho tras una semana de insomnio y las nociones de la realidad completamente alteradas. Hasta oía voces. Pero esas voces eran conocidas!! y yo estaba más arrastrándome por el suelo que caminando.

-Gi... Giuseppe!! - como me alegraba que no fuese un encapuchado puntiagudo en esos momentos.- Como me alegro que seas tú!... - Aunque tampoco estaba tan convencido, pero él fue quien me ayudó a escapar y la verdad es que no estaba muerto gracias a él. Me incorporé como pude para juntar las palabras y responder algo con suficiente claridad mental.

-Sí, sí, me escapé de ella y conseguí infiltrarme aquí. ¿qué pasa con esa loca de Zeta??... eh... pues he estado escuchando. Los soldados no están muy contentos. Peggy lleva metida en una habitación del pánico en su despacho, detrás de su cuadro. Como un búnker repleto de comida. Los soldados se quejan de que no tienen comida suficiente ellos mismos. Además oí que ella y la Puta de Babilonia son las únicas que tienen acceso. Por alguna razón Peggy confía en ella hasta el punto de ascenderla tan rápido y darle un despacho junto al suyo. - más valía darle información útil.

-Cuando se sobrecalienten las calderas acabaremos con sus defensas... - le enseñé las herramientas dándole a entender que yo tenía algo que ver con ello - todo el sistema reventará. - no tenía mucho más que decirle. Lo que tenía eran preguntas, si eso.

-¿cómo has conseguido juntar a tanta gente? no me extraña con todo lo que odian a la Peggy, si hasta sus soldados aquí dentro parecen estar resentidos con ella.

Cuando El Negro empezó a hablar, este indicó con su mano al resto de los encapuchados que se prepararan para el "asalto", ayudando al resto de los encapuchados a salir de aquel agujero que conectaba con el alcantarillado de La Ciudadela. El anciano asintió con la cabeza ante las palabras de El Negro.

-La gente reprimida suele querer buscar la libertad si se les da las esperanzas de poder obtenerla. -Comentó el hombre con su debil voz característica- Los piratas buscaban volver a sus años dorados de saqueos y pillajes; los Mafiosos deseaban recuperar el control en sus empresas cesadas, cerradas o expropiadas; y estos buenos hombres lo que buscan es poder profesar su religión en paz y amor... y demostrarle a todos los no-creyentes que su religión es la mejor y hacerles claudicar de los falsos dioses y cumplir con el dogma verdadero.

Tras decir aquello; Giuseppe Roni echó un vistazo a las calderas y sonrió... aquella sonrisa no podía significar nada bueno, pero al menos no parecía que fuera a ser un problema en estos momentos.

-No podemos volar por los aires esto aún, -advirtió el hombre- tenemos una misión que cumplir a parte de quitar a Peggy. Tenemos que demostrar que este gobierno era una amenaza para el mundo para "justificar" que la Agencia pueda operar por aquí. Así que tendremos que llegar hasta el despacho de la presidenta.

Tras decir aquello; el hombre se giró y le entregó algo a uno de los encapuchados, el más pequeño de todos ellos, el que apenas llegaba a la cintura del resto, un pequeño objeto y le dijo algo en el oído antes de volver junto El Negro.

-Con un solo aviso, puedo iniciar el asalto... pero si tienes alguna otra idea, soy todo oídos. -Comentó el hombre que, claramente, parecía querer escuchar las ideas de su compañero- No me gustaría una matanza sin sentido. Si simplemente tenemos que conseguir la información y detener a aquella mujer.

Ahora todo lleno de encapuchados -que resultaron ser realmente fanáticos religiosos- no podía evitar seguir pensando que ALGO IBA MAL. Especialmente con el mini-encapuchado de altura NIÑO... como el niño que fue catapultado en las esferas metálicas, y a saber cuantos niños más habrían dentro de esas esferas.

Pero al mismo tiempo Giuseppe prefería evitar una matanza sin sentido, y lograr que la agencia pudiese operar aquí. La Zehara había dicho que él era un traidor, pero su comportamiento de loca no era normal. Si estaba tan cerca de la presidenta ya debía haber logrado pruebas contra ella!! y aún así...

NO ME FIABA DE NINGUNO DE LOSDOS.

-Sí. Tienes razón. Podríamos intentar... ¿crees que los...er... representantes de la verdadera religión... - mejor no ofender a nadie - ...puedan enviar mensajes para incentivar a los soldados reprimidos de dentro?... nadie parece contento aquí dentro. Como por ejemplo: "Peggy engaña hasta a sus agentes de Palacio"... "les deja sin comer y no les valora"... "sigue demasiado a esa nueva mujer"... "No os tienen en cuenta"..."trabajáis día sí y día también por la Isla durante décadas sin faltar ni un solo día, os perdéis los cumpleaños de vuestros hijos y todas sus funciones teatres y lo único que recibís son tazas diciendo "Kiss the Cook" ¡Aunque no os guste cocinar!..."  Y ella, no solo ascensos meteóricos, si no que tiene su propio despacho al lado del de la presidenta... - Aquél último pareció una imitación literal de lo que dijo una de ellos momentos atrás.

-Estoy seguro de que eso hará que desde dentro todos os escuchen. Y mientras tanto, podemos colarnos en sus despachos y sacar a Peggy de su cuadro. Digo búnker. - quizá hasta nos encontrábamos a la "puta de babilonia".

El hombre miró a El Negro y... tras unos intensos segundos, que tranquilamente casi se convierte en un minuto en donde el anciano parecía estar considerando las opciones que tenía al respecto; este finalmente bajó la cabeza, asintiendo ante aquelal idea.

-Pondremos la otra mejilla, pues... -Dijo finalizando así con aquel plan- ¡Hijos míos!. ¡No derramaremos sangre de infieles!. ¡Haremos que los infieles vean la luz de Dios!. ¡Les haremos ver que sus acciones pecaminosas siguiente al Demonio están erradas y que Dios es amor y comprensión!. ¡Hagamosles que suelten sus armas y se unan al gran rebaño de Nuestro Señor!.

Los cultistas se miraron los unos a los otros antes de finalmente bajar las armas que portaban; principalmente hoces, estacas y pequeñas dagas, para intercambiarlas con lo que parecían ser crucifijos, rosarios y biblias que portaban en sus otras manos.

-¡Ahora marchad!. -Indicó el hombre- ¡Recordadles quien es el verdadero Dios y su Amor!. ¡Recordadles el poder del perdón!. ¡Recordadles que "os perdéis los cumpleaños de vuestros hijos y todas sus funciones teatres"!.

Los encapuchados se marcharon, subiendo las escaleras y cruzando los pasillos que había cruzado El Negro, para encontrarse con una resistencia feroz, el sonido de las ametralladoras acallaron parcialmente los cánticos, rezos y argumentos de los religiosos hasta que finalmente hubo silencio...

Y del silencio empezó a sonar un himno, un himno liturgico... el poder del amor era realmente lo más temible en aquel lugar, y a pesar de que una buena mayoría de clerigos habian sido asesiandos ahí mismo antes de que el mensaje llegara a captar, el resto que había logrado sobrevivir había llegado a tocar los corazones de los soldados que, poco a poco, se iban uniendo a este cántico religioso de paz y amor.

Tras unos cuantos minutos en donde ya no se escuchaba ni un solo disparo más en el interior de aquella estancia; Giuseppe Roni se volvió a dirigir a El Negro, asintiendo nuevamente con la cabeza, tanto por la efectividad que estos tuvieron al respecto con su idea como para indicarle que podían continuar.

-Es el momento, - dijo finalmente- vayamos al despacho de la Presidenta en busca de lo que pueda ser lo suficientemente esclarecedor y terminemos con esta misión de una vez...

La única persona que también se encontraba en el lugar era aquel pequeño cultista. Que simplemente estaba ahí, detenido al lado de las calderas sujetando una pala incluso más grande que el propio encapcuhado.

Ni me dio tiempo a frenarles para decirles que me refería a que lo hicieran con altavoces desde fuera de las murallas. Ni pensé que se fuesen a lanzar como los fanáticos suicidas que eran cara a cara contra los soldados armados... pero más sorprendente fue que los cánticos religiosos aumentaran demostrando que... TODOS ESOS FANÁTICOS ERAN UN PELIGRO.  

No sólo eran suicidas si no que ahora habían aumentado en números. Y armados!!! ... pero lo peor era el pequeño cultista con su pala. Sabía para que serviría esa pala. Pero no la usaría para lo que creía que la iba a usar... ¿verdad?... con Giuseppe dentro del edificio... no le daría la orden... ¿VERDAD?... 

Para cuando intentaba pensar en como hacer que el mini-encapuchado no se quedase allí, a saber si me haría caso alguno como el niño de la campana... esto no era normal, e iba más allá de una simple "idea religiosa". Tenía que seguir con Giuseppe hasta saber más antes de poder actuar.

-S-sí... vamos. ... hay que ir a esos despachos. 

Tanto El Negro como Giuseppe Roni subieron las escaleras y pasaron por el pasillo hasta llegar a las salas en donde el ambiente era terrible; el suelo estaba cubierto por charcos de sangre mientras que un poco más allá, luego de los cadáveres de los cultistas se encontraban rezando, de rodillas, abrazados, tanto cultistas como soldados que habían dejado caer sus armas al suelo.

A medida que seguían caminando por los pasillos; esquivando cuerpos muertos de cultistas, estos iban encontrando el mismo panorama; cultistas y soldados abrazados, rezando y de rodillas, cantando aquel himno litúrgico. Al parecer el poder que tenía la religión en aquella zona era bastante, lo suficiente como para traer la paz de los corazones dudosos.

Finalmente llegaron a las enormes puertas dobles que daban al despacho de "Su Excelentísima Presidenta Peggy Tsai", en donde frente a aquellas puertas cerradas, se encontraban también un par de cultistas en el suelo, muertos a causa de las balas, al igual que también otro par de soldados, ambos tumbados en el suelo y abrazados.

Sea lo que hubiera al otro lado de la puerta, al parecer el poder de la religión no le era lo suficientemente llamativo para hacerle cambiar de opinión. Tan solo quedaba ver cómo lograrían entrar, puesto que la puerta estaba bloqueada y cerrada, quizás el recibimiento no sería del todo agradable.

Sin dudar ni un instante; Giuseppe Roni se acercaría a la puerta y, cubriéndose con el marco de la misma, daría un par de golpecitos a ella para llamar, de forma educada; a fin de cuentas una cosa era ser un genocida sin miedo a sacrificar a quien hiciera falta y otra cosa distinta era ser alguien maleducado.

-¿Se puede pasar?. -Preguntó con aquella voz titubeante- Es Giuseppe Roni y...  -Girándose hacia El Negro, este le susurró- ¿De verdad que te llamas "El Negro"?. No sé, eso es incluso más racista de lo que mi paladar puede soportar... -Tras decir esto, volvió a hablar- Y un acompañante.

Con un pequeño crujido, las alas de la puerta se movieron ligeramente, abriéndose lo suficiente como para indicar que ya se podía pasar al interior. Al parecer ser educado te abría muchas puertas, algunas incluso que llevarían hacia la que probablemente fuera la sala final de todo aquel conflicto.

Por lo que ahora era simplemente cuestión de saber qué era lo que El Negro iba a hacer...

La religión, DA, MIEDO. El genocidio también, pero claro, la religión mezclada con el genocidio parecía ser algo recurrente en la historia de la humanidad, y ahora mismo yo era testigo de ello. Y era aterrador.

¿De verdad la educación bastó para que nos abrieran las puertas? ¿o nos estaban esperando? 

Empujé levemente esa puerta para ir abriéndola poco a poco. Si ya tenía los pelos de punta y las antenas a tope durante mi camino pasando por charcos de sangre y cultistas y soldados caídos y abrazados... en cuanto se empezó a abrir la puerta mis instintos estuvieron en alerta máxima, preparado para saltar en el mismo instante de sentir que aquello fuese una trampa. 

Todos mis músculos estaban en la tensión más absoluta, preparado para saltar y esquivar un ataque sorpresa o una trampa preparada para acabar con nosotros en cuanto entrásemos.

La tensión era tan palpable que hasta costaba respirar de lo denso que era el ambiente (para mí, al menos).