Partida Rol por web

Pobre hombre. 

Era fácil evitarlo, pues golpeaba de pared a pared, inflamado.  Ya que lo saltó al paso, su misericordia no pudo más y le dijo, ¡acá, tirate hacia acá, al agua! 

Sabía que eso evitaría su muerte y le daría oportunidad de arrepentimiento.  Pero además traía un truco, al llegar abajo, ¡saltó Orologgio hacia la barca!, como buen hijo de marinero sabía que tomando de un ángulo de la borda en particular tiraría a todos al agua.  La caída del hombre en llamas contribuiría al caos, y eso daría tiempo para detener a la mujer, la mente detrás del atentado.

Ya allá abajo, con el abrazo de la salada amada marina, vería que haría Orologgio.  Todo lo de metal pesaría y el instinto los haría soltarlo.  Su esperanza yacía arriba.

Rossana amada, ¡cuida tu vida!  Más la amaba al verla así luchar. 

Orologgio se lanzó a la orilla de la barca, pegó justo en el ángulo indicado para voltearla, no sólo el matón acabaría en el agua, sino también la mujer.  Se sentía uno de esos saltimbanquis con la cara pintada de blanco y puntos de colores, con sombrero de muchos picos y cascabeles que alegraban las ferias de carnaval en Orivanni.  Se sentía como cuando saltaba sobre las cuerdas gruesas que servían de amarre a los barcos, sobre esa tensión de marea, viento y madera crujiendo por partir. 

¡Al 7mo mar!

Fue una jugada arriesgada. Un mal salto y el inventor podría haberse abierto la cabeza con el borde del embarcadero subterráneo. Pero no fue eso lo que ocurrió. La maniobra de Orologgio fué precisa, fruto de sus años de niñez junto al mar, cuando los jóvenes competían entre ellos las noches veraniegas por ver quién se lanzaba mas cerca de las rocas.

El cuerpo del vodaccio se zambulló cerca de la barca y las olas que provocó causaron que esta se inclinara peligrosamente lanzado al remero y a la mujer al agua. Mientras esto ocurría Rosanna recibió una laceración en el brazo por parte de su adversario. Le rasgó la camisa y sangraba profusamente por la herida. El mercenario pareció sonreír saboreando su cercana victoria, hasta que descubrió que el florete de su contrincante femenina no estaba en su mano, si no que le atravesaba el cuerpo de parte a parte. Ni el ahora moribundo espadachín enmascarado ni el propio Orologgio comprendían bien que clase de maniobra de esgrima había realizado Rosanna para derrotar a su adversario, pero sin duda era propia de un maestro del engaño.

Cuando el cuerpo del hombre al que Rosanna había derrotado cayó al agua Orologgio se percató que el otro tipo que había caído de la barca no sabía nadar muy bien y pataleaba en el agua gritando auxilio.

La mujer de la embarcación por su parte no parecía manejarse mal en el agua, pero sus ropajes eran abundantes y pesados, por lo que practicamente apenas se desplazaba mucho por el medio líquido. Apuntó a Orologgio con su pistola y apretó el gatillo, pero la pólvora estaba mojada y la pistola no hizo chispa. Tras arrojar con furia la pistola al inventor empezó a gritar furiosa sobre lo inútiles que eran sus hombres acompañando sus comentarios con toda clase de maldiciones vodaccias. Sin embargo, poco podía hacer, y pronto Rosanna y Orologgio lograron tomarla presa.

En la parte más alejada de la caverna se podía ver una salida navegable al exterior, a la cara de un acantilado de la isla. Y más allá cruzando el mar, a un par de millas de la orilla podía divisarse la silueta de una goleta anclada recortada contra la enorme esfera de la luna nocturna.

Rosanna sangraba profusamente de la herida pero no parecía peligrar de momento. Los hilillos de sangre que ahora recorrían en suave descenso sus níveos hombros adoptaban el color de sus ardientes labios rojizos.

Clavo una intensa mirada en los ojos de Orologggio: -Tonto. Pudiste haberte matado.- Luego sonrió a Orologgio. -Jamás hubiera imaginado encontrarte aquí abajo.-

La otra mujer, ahora presa de Orologgio y de Rosanna, intervino: -No se quienes sois, pero os habéis entrometido en los negocios de un Príncipe. ¡Pagaréis vuestra osadía con creces!-

-Ya lo veremos.- Respondió Rosanna. -¿Qué príncipe rival al gran Príncipe Lucani os manda? ¿El traidor Villanova? ¿El despiadado Caligari? ¡Hablad!-

-Ja. ¡Jamás os lo diré!- Respondió la otra mujer.

-Ya lo veremos, sentenció Rosanna.-

Empezaron a ascender camino de vuelta a palacio empujando a la espía por delante de ellos. Rosanna no paraba de lanzar miradas de soslayo a Orologgio...

En el agua, Orologgio hizo dos cosas, además de probar el agua salada de su mar: trató de identificar la galera que estaba anclada fuera de la gruta.  Finalmente era hombre de familia marina, reconocer embarcaciones era lo que hacían en sus ratos de ocio a la luz de la luna o en todo paseo por la costa.  Así sabrían más de quién les había querido hacer daño a los Lucani.  Y cruzaría la información que le pudieran sacar a la asesina. 

Y lo otro que hizo, fue complicarse la vida.  Al otro sicario que se estaba ahogando, lo rescató.  Si, lo sacó del agua como se saca a un compañero marinero que ha caído.  Como se saca a un enemigo, sabiendo que habría un pacto que honraría por no dejarlo morir entre las aguas.  Al menos así era entre los vodaccios.  Esperaba que así fuera con este individuo.  Si lo rescataba, más información le daría.  Si no lo hacía, tendría que volver a someterlo.    Espero no llegue a eso.

Lo miró a los ojos, el pacto vodaccio implícito del rescate marino flotaba entre sus miradas repletas de agua.

Orologgio reconoció lo que sin duda era una nave rápida, de buena quilla, calado pequeño pero formidables velas. Era una nave de tamaño pequeño-medio veloz y muy maniobrable. Eran naves caras en proporción a su tamaño.

Aquello era un navío de espionaje o bien contrabandista. Carecía de bandera y había tapado su nombre (con buen criterio) aunque Orologgio sabía que si volvía a ver esa misma nave en cualquier otro puerto del mundo, la reconocería. Todas las naves eran a su modo, únicas. Como las mujeres.

Tras el gesto de Orologgio hacia el espadachín, y una vez rescatado del agua, el hombre dijo —Señor. No soy mas que una espada de alquiler que fui contratado por esta mujer a cambio de no tener escrúpulos en hacer todo lo que ella me ordenara y protegerla, eso es todo lo que se. Un peón mas en las maquinaciones e intrigas de los Príncipes. También se que partimos de la Isla de Villanova en una nave llamada Misericordia.— Se quitó la máscara, y tras ella no había mas que el rostro de un individuo cualquiera.

Rosanna iba por delante, llevando a la espía a punta de espada. Cuando Orologgio y el espadachín empezaron a subir las escalinatas tras ellas y llegaron a la altura del lugar donde se había producido el encuentro de Orologgio con Rosanna, las dos mujeres estaban ya atravesando la puerta secreta que daba a la biblioteca.

El tipo miró hacia uno de los diversos túneles que a la altura en la que se encontraban se internaban en las catacumbas y alcantarillas de la ciudad. Miró hacia ellos, esperanzado: —¿Me permitirá marcharme, señor?**—

Segundos mas tardo Orologgio se reunió con las dos mujeres en la biblioteca.

La espía estaba ya atada y amordazada a una silla de la biblioteca cuando Orologgio entró por al puerta secreta. Para sorpresa del marino parecía que Rosanna sabía mas de lo que el Vodaccio imaginaba. Los nudos con los que había atado a la espía estaban realmente bien elaborados.

A Orologgio le pareció que resultaba una silla demasiado delicada y ostentosa para tal tipo de uso practico, pero sin duda estaba cumpliendo su cometido.

Rosanna le apartó a un lado, donde la otra mujer no pudiera oirle, aunque la pudieran tener a la vista para mantenerla vigilada: —Necesito que confies en mi. No puedo verme de ningún modo involucrada en este suceso. Llama a los hombres de mi padre y entrégala, pero no me menciones. Tú y sólo tu debes ser el héroe que ha capturado a esta espía y sus asesinos. — Luego sonrió, añadiendo. —Bueno. Creo que tampoco dista mucho de la verdad. Yo he sido sólo... un pequeño apoyo. Creo que podrías haberlo conseguido también tu solo y sin mi ayuda.—

Hubo un segundo de duda: —Ahora, he de desaparecer de vuelta a mis aposentos. Por favor, dame un minuto de ventaja antes de llamar a la guardia de palacio.— Añadió.

Luego, se quedó mirándolo unos segundos a los ojos de Orologgio, como esperando algo antes de irse.

Rosanna se despidió para luego marcharse del lugar. Orologgio esperó un rato antes de avisar los guardias y contarles lo ocurrido, añadiendo el detalle de que una "espadachina desconocida" le había ayudado. Mientras los guardias del Príncipe se llevaban a al espía, seguramente a las mazmorras camino de un interrogador del Príncipe Lucani, la mujer no dejaba de proferir maldiciones hacia Orologgio.