Partida Rol por web

28 de Octubre de 1921

Estás dormida en la cama de tu apartamento, acaba de empezar el jueves y no sabes qué hora es. Suena el estridente timbre de tu teléfono y te saca de tu descanso, pese a estar en otra habitación. 
Riiiiiing, riiiiiing! 
En cuanto eres consciente de que no es un sueño y te despiertas el sonido cesa, pero no tarda ni cinco segundos en volver, insistente como al principio.
RIIINGGGG

Me levanto rápidamente, aún atontada por el sueño y tanteo los pies de la cama buscando mi bata. Me la pongo rápidamente mientras dirijo una rápida mirada a la ventana, para comprobar si ya es de día. 

Recojo mis zapatillas antes de salir corriendo hacia la habitación donde se encuentra situado el teléfono. Mientras lo descuelgo, me las pongo en los pies. Me apoyo ligeramente en algún mueble al responder. - ¿Diga?

Lastrong, soy yo. Al instante reconoces la voz de tu jefe. Jaime McLeod al principio a cualquiera la parece un prepotente, sexista y todo lo que se le puede echar en cara a un superior, pero te ganaste a pulso tu reputación, por lo que cuentas con su entero respeto. Podrías considerarte algo así como su ojito derecho, además es evidente que se siente atraído hacia ti, aunque ya le has demostrado que te haces respetar. Sé que es tarde, que pasan de las doce de la madrugada y lo que quieras. Típico de McLeod, dice rápido toda la información posible para que nadie se pueda que quejar ni cortarle en sus órdenes. Te aviso desde ya, la portada de mañana es sobre la desaparición de un chico de aquí, de la ciudad, será un pelotazo, todo el mundo estará atento a la noticia durante unos días, si conseguimos una buena exclusiva... Ya sabes como va esto. Mañana ven a las 6:30 a mi despacho y te facilitaré toda la información pertinente.
Se queda callado un momento, ahora es cuando espera que aceptes sin rechistar las instrucciones, la verdad poca gente las declina.

Joder... Vaya horas...

Trato de que mi voz muestre una sonrisa a través del cable del teléfono. - Claro, jefe. Allí estaré. - Hago una breve pausa para añadir con un tono agradable. - Y gracias por avisarme.

Cuelgo sin quedarme a escuchar su despedida y vuelvo a la cama arrastrando los pies. Me meto entre las sábanas y cambio la hora del despertador para llegar a tiempo. Después me doy la vuelta en la cama tratando de conciliar el sueño, pero la emoción de un nuevo reportaje me desvela. - Por fin algo jugoso otra vez. Empezaba a aburrirme... Me muero de ganas de saber los detalles...

Poco a poco el cansancio hace mella en mí y voy cayendo dormida.

Puntualmente suena tu despertador, como era de esperar a la hora que programaste. El campaneo se siente repentino, estabas muy sumida en el descanso, cosa agravada por ser despertada en medio de la noche por tu jefe.
Una tenue luz del amanecer se mete por las cortinas a tu cama, es una estampa preciosa pero que puede recordar a mejores tiempos donde no dormías sola, si no con tu difunto marido.
 

Durante unos instantes me recreo en la belleza de la luz del amanecer, recordando a Logan. Pero enseguida aparto esos pensamientos de mi mente. - Tienes demasiadas cosas en las que pensar, Emily. No te puedes perder ahora en recuerdos del pasado. - Con energía me levanto, me aseo y me visto con una blusa verde oscuro y una falda del mismo color haciendo juego. Me gusta madrugar, así que incluso cambiando la hora del despertador, tengo tiempo suficiente para desayunar tranquilamente escuchando la radio.

Finalmente, a las seis y cinco me pongo un abrigo de entretiempo negro y salgo de mi casa en dirección a la redacción del periódico.

Acostumbrada durante años y años al tiempo de Arkham eres sabia escogiendo el abrigo, aunque a veces, como hoy, eres algo optimista de más y sientes un agradable frío mañanero que te acaba de despertar del todo. Sin duda cuando se vaya formando el día subirán algo las temperaturas y será más agradable.
De camino al periódico ves camiones descargando cajas en supermercados y no demasiada gente, a las 7:00 pasadas ya es otra cosa, pero las ratas de la prensa sois de lo más madrugador.
No tardas mucho en llegar a esos conocidos dominios del señor McLeod, que ya se nota que están en movimiento, está saliendo la furgonea con el reparto diario. Es extraño, normalmente sale casi una hora antes, y no suele haber mucha variación en este tema.
 

Hola gallinita. Te sorprende la voz de "Ronnie" Finster, el ser más fanfarrón que conoces, que estaba tras una esquina entrando en el recinto. Trabaja también en el Diario de Arkham, pero como fotógrafo, ocupándose normalmente él de casi todo el apartado gráfico. Qué, ¿también te ha llamado el jefe? Se contonea a tu alrededor, le encanta lucirse así con las chicas, y puede que funcione con alguna chica ligera de cascos.  

Al sentir el frío en el rostro me estremezco. - Brrrr, no parecía hacer tanto frío por la ventana, tendré que caminar rápido para entrar en calor. - Camino a buen paso tratando de ganar la batalla contra el frío hasta llegar al edificio del periódico.

- Vaya... ¿por qué habrá salido con retraso el reparto? ¿habrá pasado algo?

Cuando estoy pensando en ello, me asalta Ronnie.- Me cae bien este chico, es un fanfarrón, pero no trata de ocultarlo.

- Hola Ronnie. - Le dedico una sonrisa amable. - ¿Te han llamado para la desaparición?

- Estaría bien trabajar con él en el caso, es un gran profesional y puedo estar segura de no aburrime si viene.

Mientras hablo con él sigo andando hacia la entrada al edificio del periódico.

Ronnie sigue tu paso al principio a trompicones, se había preparado para quedarse quieto en la entrada, pero te sigue y se coloca a tu lado. Saca un pitillo de una pitillera bastante bonita, de imitación de oro pero resultona.
¿Desaparición? Vaya, a mi sólo me dijo que viniese a esta hora si no quería quedar de patitas en la calle. Al parecer el señor McLeod no era tan agradable con todo el mundo. No me gusta que las mujeres vayan solas, por favor deja que te acompañe. Saca otro pitillo de la pitillera. ¿Fumas? Te pregunta con el pitillo entre los labios. 

Mientras te termina de hablar llegáis a la entrada del edificio. Las puertas son de cristal y se abren de par en par, dando a un pequeño vestíbulo donde se ve siempre a personas apuradas anunciando que tienen una noticia. Tenéis a una recepcionista que empieza a entrar en los 40, es guapa pero le cuesta luchar contra la edad, y suele intentar coquetear con los tipos como Ronnie, que le dan pie fácilmente.
Lo que se hace en las dos primeras plantas nunca fue mucho de tu incumbencia, desde el principio estuviste trabajando fuera en busca de la historia, sin embargo ahí se traían entre manos noticias menos espectaculares y sensacionalistas. Por lo general. 
El señor McLeod te estará esperando en su despacho en la última planta, como siempre.

Rechazo el cigarrillo con un leve gesto de cabeza. - No, gracias. Quiero mantener mis dientes blancos y mis pulmones a salvo. - Le sonrío adorablemente, para que entienda que es una broma. - Claro, ven conmigo, a mí tampoco me gusta ir sola, pero a veces no hay más remedio... A mí no me han dicho tampoco mucho más, sólo que había desaparecido un muchacho. Espero que sea un caso jugoso, empezaba a aburrirme.

Voy charlando con él mientras entro en el edificio y me detengo a saludar a la recepcionista.

- ¿Qué tal, Margaret? Has madrugado mucho esta mañana. - Le digo con una sonrisa.

Margaret ya te estaba esperando con la mirada. Hola Emily, Ronnie... Le pone ojitos a tu acompañante. Ufff sí hija, sí... Hoy además no sé que pasa por aquí pero todo anda con retraso... Coge un taco de papeles y los mete en un archivador sin perder el hilo de la conversación. Se inclina hacia delante sobre su mesa y se acerca un poco más hacia vosotros. ¿Y cómo es que vosotros dos vais tan juntitos? Pregunta de manera divertida, entrecerrando los ojos y sonriendo. Típico de Margaret, si un hombre y una mujer van uno al lado del otro es que hay tema, y ella es una cotilla de talla peso pesado.
Puedes escuchar a Ronnie reírse con esa pregunta y a tu lado ves que se forma una gran nube de humo.

Me río ante la pregunta de Margaret y respondo con desparpajo. - A este pimpollo me lo encontré en la puerta, yo creo que te estaba esperando. No debía saber que ya estabas dentro... - Le guiño un ojo a Margaret y miro mi reloj mientras hago una pausa antes de seguir preguntando.

- ¿Sabes si el jefe está en su despacho? Creo que voy a subir a ver si me entero de a qué se deben todos estos retrasos. - Le dedico una sonrisa de "Luego te lo cuento" y me preparo para subir a la última planta.

A tu lado suena una risa acompañada de una tos floja, llena de humo. Vaya Lanstrong, ya veo por qué eres el sabueso de esta empresa. Está sujetando el pitillo entre sus dos dedos y mirando con los ojos entrecerrados a Margareth, con sonrisa de tipo encantador. Culpable de todos los cargos, Margareth. Le guiña un ojo a la recepcionista y se vuelve a poner erguido cuando mencionas subir a hablar con el jefe.
Bueno, creo que sí que deberíamos ir subiendo.

Ante tu oferta de compartir información aprieta los labios en una sonrisa muy pícara y os mira a ambos alternando la vista. Creo que está libre, y si no, en breve lo estará. Por cierto, dile a Georgia que luego se baje a almorzar conmigo!
Si andas por aquí podrías apuntarte también, ¿vale? 
Georgia es la secretaria personal de McLeod, es más o menos de tu edad y más discreta que Margaret, pero no ningún secreto lo de sus comidas donde comparten todo sobre las novedades y cotilleos locales.

Sonrío a Margaret mientras empiezo a andar hacia las escaleras. - Claro, si estoy por aquí quizá me una a vosotras. Aunque espero que me manden a alguna aventura interesante, la verdad.

Puf, no tengo ninguna intención de almorzar con estas dos cotorras. Si sigo por aquí me inventaré una llamada urgente de mi madre o algo... En fin, a ver qué quiere el jefe...

Mientras subimos le doy un poco de conversación a Ronnie. - Bueno Ronnie, ¿cómo te trata la vida últimamente?

Vais por el segundo piso cuando Ronnie te mira sorprendido. Pues bueno, vamos tirando, vamos tirando. En el momento en el que estáis en medio de una escalera, fuera de la vista de todos, ves como Ronnie saca una petaca de su chaqueta y le da un rápido trago. Aghhhhhh... Y a eso me ayuda mi amigo escocés. La empieza a guardar rápidamente al llegar al tercer piso. Que este sea nuestro secreto. Te guiña un ojo y la termina de esconder en un bolsillo de la chaqueta.

 Como bien sabe cualquier el alcohol está completamente prohibido, lo que ha hecho que el las bebidas espirituosas sólo puedan ser conseguidas por medios ilegales y contrabando. La verdad no es nada fácil conseguirlas si no eres una persona con mucho dinero o con contactos turbios.

Estáis en la planta de tu jefe, a la vista hay algunas mesas con gente escribiendo a toda velocidad en sus máquinas de escribir, fumando y hablando alto y rápido. Al fondo de la planta está Georgia en una mesa, al lado de la puerta que pone con letras doradas en un fondo oscuro "Jaime McLeod".
 

Arqueo una ceja divertida al ver a Ronnie con su petaca. - Interesante. E ilegal. Quizá esta información me pueda ser útil en algún momento. - Pienso tomando nota mental del asunto.

Luego le dedico una sonrisa y le digo, aceptando sus palabras con un gesto inocente. - Claro, Ronnie, nuestro secreto. - Suelto una risilla ligera mientras sigo subiendo.

Al llegar a la planta superior me acerco a Georgia y le dedico una sonrisa a ella también. - Buenos días, Georgia, creo que el jefe me está esperando. - Hago un gesto vago hacia la puerta del jefe mientras lo digo.

La secretaria de Jaime McLeod tiene la mirada fija en unos papeles, lleva unas gafas de cerca, que raras veces le ves. Tiene un ligero enrojecimiento en el cuello y tiene pinta de estar saturada. Reacciona a tu saludo elevando en un gesto brusco la cabeza, haciendo que su perfectamente peinado pelo de un bote gracioso, sin desprenderse de sus estudiadas posiciones.
Resopla, se aparta las gafas avergonzada y se aclara la garganta. Oh, buenos días Emily. Mira hacia tu acompañante con seriedad. Ronnie. 
Deja los papeles a un lado, apoya las gafas encima y se levanta con celeridad, alisándose la falda ya de pie. Sí, el señor McLeod está dentro desde hace horas... Y está que echa chispas. Eso último se le escucha decir en bajito mientras os da la espalda para adelantaros en el camino a la puerta. Una vez de espaldas te parece que mientras anda se lleva las manos al pecho, como abotonando o desbotonando la blusa.
Sea cual sea el caso abre la puerta lentamente anunciando la visita, pero interrumpida por vuestro jefe