Partida Rol por web

Reunirnos. Hay monstruos gigantescos. Lo que tenemos que hacer es salir de aquí. Por dónde se sale de aquí. Y donde es aquí.

El poco o nulo temple del traductor se había venido abajo tras estar de nuevo a salvo. Y se dejo caer en el suelo, su vida era triste, muy triste.

Como podía pasarle algo así a él, que jamas había echo daño a nadie.

No se sentía ni con fuerzas ni con ganas de moverse por allí. Solo quería marcharse. Él nunca quiso ir a la guerra. No era de esos niños que soñaban con matar enemigos de su país. De echo, no estaba siquiera con la gente de su país. Había sido una mala jugada del destino que hubiera ido a ver a su familia justo cuando llegaron los reclutadores.

Y así dejo vagar su mente por la historia penosa de su vida….

Zenji no entendía nada en absoluto y solo escuchaba las voces de aquella gente gritando improperios y en actitud hostil. Cuando empezó a avanzar hacia las dos féminas la pelinegra le cortó el paso, le señaló al piloto y realizó una señal de cortarle el cuello. Era extranjeroo y no entendía su idioma, pero aquello era universal y le estaba dejando bien claro que se largara lejos de ellas o le cortaba el cuello...pero al dar dos pasos hacia el piloto, éste vino a reprochándole algo similar, amenazándole con la pistola de señales y haciéndole entender que si le seguía acabarían mal.

Jodidos guiris... No tienen ni puta idea de que hacen, que quieren hacer y no dejan hacer nada... Su ineptitud no tiene ningún sentido... ¡Hay que joderse!

Y sin nada que alegar, levantó una mano en plan... "Ahí os quedáis, cabrones"... Y se dirigió en dirección por donde habían venido. Desde los restos del avión seguiría un nuevo rumbo para explorar la isla, y aunque solo, prefería aquello que ir mal acompañado. ¿A caso no pensaban interrogarle o acabar con su vida? Nada, nada.

La Hermana Claire, Sextus y O'Brian siguieron el camino paralelo al barranco, pero muy pronto se dieron cuenta de que debían abandonar toda esperanza de mantener a la vista al resto y adentrarse entre la densa vegetación, porque no había camino.

Por su parte, Diana y Carter por un lado, y Vance por el otro, les sucedió exactamente lo mismo. No podían más que entrar entre la desesperada jungla y desear que nada se les escapase en aquel laberinto verde.

Zenji había decidido que lo mejor era abandonar a aquellos parias y dedicarse a lo suyo. El avión podía ser perfectamente el centro de supervivencia, porque allí tenía refugio y también porque seguramente, desde arriba, era el punto más visible para un posible rescate.

Además, el resto de los pasajeros no le proporcionaban nada así que... para qué continuar con ellos.

Pero cuando llegó al avión, se dio cuenta de que no estaba solo. Un grupo de no menos de 40 pequeños dinosaurios, versión en miniatura del que les había atacado, estaban allí y todos giraron su cabeza al unísono al verlo aparecer.

Además, seguían sus movimientos ajustando su cuerpo sin perderle de vista ni un solo instante, aunque por el momento, no se movían...

... por el momento.

Vance se había quedado solo, pero mejor eso que tener que aguantar a esa panda de estúpidos subnormales, empezando por el amarillo y terminando por aquella metomentodo de Carter que hasta le había dejado KO.

Así que mientras tanto continuó andando, quitándose putas hojas de la boca, ramas y demás arbustos, e intentando llegar a alguna parte útil, o al menos, descubrir algo que le mereciera la pena.

El problema era que todo le parecía igual.

El grupo de tres, que había conseguido esquivar al monstruo ese y al supermono, se adentró en la jungla y muy pronto sintieron que estaban rodeados de todo tipo de bichos sin nombre, mosquitos y orugas del tamaño de un bocadillo de jamón.

Vamos, el lugar ideal para pasar unas buenas vacaciones.

Necesitaban encontrar algo, un lugar en el que reunirse con los demás. ¿Lo conseguirían? Joder, cada vez parecía más complicado.

Diana y Carter siguieron el camino y muy pronto sintieron que estaban perdidas, acaloradas y de mala leche. ¿Sería por culpa del japo, aquel piloto engreído, o el hecho de haber sido atacados por una criatura gigante y, en el caso de Diana, enterrada en mierda?

En cualquier caso, mientras se cruzaban con mosquitos del tamaño de una mano y mariposas tan grandes como una urraca, continuaron su penoso avance, a donde fuera que les llevara.

Seguimos el camino de baldosas amarillas por el borde del desfiladero paralelamente al otro grupo que iba en la misma direccion que nosotros; mire hacia atras para ver si aquellos dos habian entendido mi mensaje pero ya no les veia asi que solo debia seguir caminando hasta que llego un punto en que ya no podiamos seguirlo y debiamos integrarnos en la selva.
No te separes mucho le dije a la rubia que iba conmigo

Por cierto... le comente mientras seguia o lo intentaba, el supuesto camino Como te involucraste con todos esos??

La verdad es que no me interesaba mucho pero alli estabamos las dos y la jungla no era muy habitable que se dijera por lo que, si queria sobrevivir, debia tener a cuanta mas gente de mi lado mejor

- Al menos está claro que si necesitamos proteínas... - Señaló a uno de aquellos bichos horribles que correteaban por todo. - No nos van a faltar. Otra cosa es que el menú sea agradable al paladar... - La monja soltó una risotada. 

Entonces se percató de que igual no había sido la mejor idea. Una risa como aquella podía fácilmente desvelar su posición. Lo que estaba claro era que en aquel lugar todo era a lo grande, incluso los bichos y que tampoco habían visto muchos humanos nativos que se pudiera decir. Por lo que las bestias salvajes que allí moraban, difícilmente podrían identificar una risotada como una presa fácil que llevarse a la boca.

- Perdón... - Dijo la monja. - Me he dejado llevar por la euforia. - Desveló. - Todavía no sé como no hemos muerto siete veces hoy. Dios está de nuestro lado. 

Al alejarse lo suficiente de aquel grupo, regresando en dirección a los restos del avión, Zenji sintió por primera vez la tranquilidad y relajación que ofrecía un sitio como aquel cuando uno estaba en soledad. La brisa fresca era agradable, los hermosos cánticos de las aves que poblaban los árboles, el batir de las ramas y el frigorífico de las pequeñas ramitas al andar. Incluso a pesar de seguir oliendo mal por la mierda que tenía impregnada en su piel y ropas, también le llegaban aromas agradables de la naturaleza viva de su alrededor que ahora podía observar de forma más relajada. La zona era selvática, de vivos y brillantes colores, una maravilla natural que parecía haber permanecido desde siempre alejada de la civilización que todo lo destruía a su paso, sin haber mantenido ningún tipo de contacto jamás. ¿Era posible aquello?

No le resultó difícil dar con los restos del fuselaje del avión y meditó que sería oportuno mantener aquel lugar como base si lograba realizar algunos arreglos. Si bien el bimotor había quedado completamente destruido, perdiendo sus alas al partirse contra los árboles, y finalmente partido en dos mitades, exponiendo su interior, era posible mantener la cabina de control aislada, si simplemente desplazaba algunas piezas metálicas y obstaculizaba la entrada. No sabía el tiempo que estaría enla isla, pero necesitaba hacerse con un lugar seguro, por lo que tenia en mente ponerse manos a la obra en cuanto llegase.

En ello estaba meditando y a escasos metros del avión, cuando de pronto, advirtió que un buen grupo de no menos de 40 pequeños dinosaurios pululaban alrededor de la destrozada máquina y lo observaron detenidamente, como analizándolo, moviéndose al unísono. Si bien cada uno de esos animalitos era ínfimo en tamaño, no sabía lo que podrían lograr si les diese por atacarle todos a la vez si le considerasen una presa a la cual poder dar caza. ¿Qué hacer? Puede que el olor corporal a heces estuviese conteniéndolos, y por primera vez, agradeció el hecho de estar rebozado en aquella porquería pero... ¿Sería suficiente?  Zenji miró a su alrededor, ¿Estaban los pequeños dinosaurios lejos de la masa de heces que había evacuado la colosal criatura? De ser así, no dudaría en seguir embadurnandose y embadurnar la entrada del avión. Necesitaba un lugar seguro o estaría acabado.

Al haberme liberado del lastre que suponía ese grupo de subnormales, traté de crearme una ruta propia a través de la espesura. Árboles, arbustos, helechos, insectos, calor abrasador... Empezaba a echar de menos aquel ruinoso hospital en el que comenzó el principio de este sinvivir. Minuciosamente observaba toda la vegetación que me rodeaba, pues quizás por alguna casualidad del destino podría ser capaz de encontrar alguna planta de tabaco... O de marihuana.

Era consciente de que la noche llegaría tarde o temprano, por lo que debía procurarme algún lugar medianamente seguro en el que dormir. Del mismo modo, es imprescindible que encuentre agua potable y comida de cualquier tipo... Pero todo parece tan confuso y laberíntico...

Suxtus que se había puesto a montar el numerito, al ver que la amazona que decía ser monja, y el matasanos se marchaban sin él, se levanto y empiezo a seguirles de mala gana, y con mala cara.

Llego un momento en el que estaban de vuelta en una selva absurda, donde todo estaba sobredimiensiando.

Empezó a pensar en que habían caído por un agujero al centro de la tierra, y habían consumido algún tipo de seta, y ahora eran ellos los que tenían un tamaño menor.

Pero los arboles tenían el mismo tamaño de siempre. No, decididamente aquellas bestias y bichos eran desproporcionados.

Pues estaría bien que él bien amado dios nos guiara hasta la salida de este espantoso lugar.

Sextus era catolico protestante y bastante beato. Pero aquella situación le superaba por mucho.

Era imposible, no podíamos seguir por el barranco, el estrecho camino nos internaba de nuevo en aquella espesa jungla obligándonos a perder de vista al resto del grupo. Torcí el gesto disgustado y esperaba que las chicas y el piloto tuviesen buena suerte, al japo bien se lo podían comer el mono o el dinosaurio..

Reproché brevemente con la mirada la risotada de la monja semidesnuda, pero ella se disculpó y en parte tenía razón-No se preocupe hermana, en el peor de los casos podemos llegar al canibalismo, carne de la buena-dije con una amplia sonrisa. No me explicaba cómo coño podíamos estar de ése buen humor, pero supuse que dado, como dijo la monja podríamos haber muerto siete veces o más y habíamos salido bien parados dentro de lo aceptable, nos sentíamos felices de seguir vivos.

Tras aquello miré alternativamente tanto al escuchimizado como la mujer de Dios con escepticismo-No digáis tonterías, de aquí lo único que nos sacaría vivos sería una brújula y un mapa, sin ellos será pura chiripa si salimos vivos de ésto ¡joder putos mosquitos!-gruñí dándome a mí mismo una colleja liquidando uno de esos jodidos bichos.

- Usted le llama chiripa... - Dijo una sonriente hermana Claire. - ... otros cómo yo, lo llamamos Dios. - Miró entonces a Sextus. No parecía de tan buen humor como el doctor y ella misma, sino todo lo contrario. - Dios no nos ha olvidado. Si lo hubiera echo ya nos hubiéramos reunido con él o hubiéramos caído en manos de Satanás. Confíe hermano, tenga fe y será recompensado. - Le sermoneó. - ¿Seguimos?

Vance continuó andando por entre la densa vegetación, pero aquello parecía un jodido laberinto y todas las putas plantas parecían iguales.

De hecho, acababa de quitarse una rama de la boca cuando volvió a encontrarse con otra exactamente igual a la anterior y por si fuera poco, ya no había camino alguno que seguir, o sea que no sabía si estaba yendo en la dirección correcta... o no.

Y fue que no.

No tardó en regresar al mismo sitio desde el que había salido, junto al barranco, solo que esta vez ya no había nadie por allí. Pero era increíble. ¡Había dado vueltas en círculo!

El pequeño grupo avanzó más o menos en línea recta, aunque no resultaba nada sencillo. No obstante, la Hermana Claire parecía saber lo que hacía. De hecho, era como si Dios estuviese de su lado, primero en el camino hacia el avión, luego en la torreta y después en aquel jodido puente.

Era un puto milagro.

Y claro, los milagros nunca vienen solos, así que de repente, encontraron algo que no esperaban. Una enorme pared de roca, que parecía infranqueable, pero en la cual parecía haber algo dibujado mediante profundos cortes. Era como una especie de símbolo octogonal extraño.

Diana y Carter avanzaron por la maldita y espesa jungla, y lo hacían a buen ritmo. Quizás nadie hubiera contado con ellas en un principio, pero allí estaban, vivas y además, avanzando, aunque no sabían hacia dónde.

Cuando en un momento determinado retiraron las plantas que tenían delante, supieron que estaban en un sitio poco común, y no era únicamente por los monstruos que habían visto. Allí también había alguien.

Y es que a lo lejos, más allá de las montañas, se levantaba una gigantesca empalizada, que podía ser de madera o de piedra, no lo sabían desde tan lejos, pero que dejaba claro que alguien vivía allí y había inventado un medio para evitarlos.