Partida Rol por web

Empapados, eso desde luego, pero estabais vivos y eso sí que era todo un logro. La caída había sido enorme, interminable, y entre grito y grito, un torrente de agua entró en vuestras gargantas.

Para cuando vuestros cuerpos se sumergieron de nuevo, tenían más agua que aire y algunos de vosotros prácticamente habíais perdido la consciencia.

Pero lo habíais conseguido.

A vuestro alrededor estaban los restos de la balsa que tan oportunamente habíais descubierto. Gracias a ella habíais conseguido llegar hasta allí, pero ya no podríais usarla más. De ella no quedaban más que maderas sueltas y rotas y lianas semi-hundidas.

Sujetaba con fuerza a Carter, mientras nos acercábamos de forma inexorable a aquel precipicio, era una muerte prácticamente segura, pero ahora lo único que buscaba era mantener la cabeza de Carter sobre el agua para que no se ahogase pero entonces comenzó aquel descenso hacia la muerte, era inevitable así que cerré los ojos y tomé aire preparándome para el impacto y agarrando a Carter lo mejor que pude.

Y caímos lo que pareció ser una eternidad y entonces el fuerte impacto contra el agua. Perdí todo aliento y luché por salir a la superficie lo antes posible, moví mis extremidades y parecía que todas respondían bien a continuación comencé a buscar a Carter, ella estaba inconsciente y quizás no pudiera salir a flote por si sola, tenía que salvarla-¿CARTER ESTÁS AHI? ¿COMO ESTÁIS LOS DEMÁS?- grité con todas mis fuerzas.

Zenji trataba desesperadamente de aferrarse a algo para no ser arrastrado por la corriente y caer desde lo alto de la cascada. Durante algunos instantes vio a Diana muy cerca de sí y trató de extender su mano para abrazarla. Pero aunque en algún momento pareció que lo iba a conseguir, al siguiente las distancias volvían a separarse, pareciendo insalvables.

Entonces llegó el momento final, y sintió como llegaba la caída, la sensación de velocidad al caer, para impactar fuertemente contra el agua y perder la consciencia. El golpe había sido duro, nunca se debía subestimar la superficie del agua, y lo que anteriormente habíamos ido colores vivos, ahora todo había quedado en la más absoluta oscuridad.

La monja fue la primera en caer desde lo alto de la cascada. Gritó con fuerza, como si se encontrará en un parque acuático resbalando por un tobogán. Y en efecto aquello era muy parecido, solo que mucho más real, peligroso y potencialmente mortal. Eso lo hacía todavía mucho más emocionante.

Finalmente llegó al fondo de la cascada. Milagrosamente fue una caída limpia. Entró en el agua cual saltadora de trampolín y casi ni salpicó. Hubiera tenido una buena nota en un concurso de saltos. Al sacar la cabeza del agua, se creyó a salvo. Entonces empezaron a caer desde lo alto de la cascada sus compañeros de aquel extraño viaje.

Uno de los primeros que vio caer fue aquel maldito amarillo que le había amenazado con el cuchillo instantes atrás. Se sumergió en el agua y... No salía. La monja fue en su ayuda. Había quedado inconsciente, así que como pudo trató de remolcarlo a tierra firme. Una vez logró sacarlo del agua decidió hacer lo que ya tendrían que haber hecho mucho antes. Esperaba poder encontrar si llevaba más armas ocultas y desposeerle de ellas.

Note como mi cuerpo era llevado por la corriente y aunque inconsciente pensaba morir asfixiada; la verdad es que era una de las muertes que mas me gustaba de todas las que habia practicado en la academia, simplemente era como dormirse... apacible y tranquilamente....

Mi cuerpo era arrastrado notaba como algo me cogia con fuerza pero a pesar de ellos seguia en la academia...

Sextus había caído, y se dejo ir, era su final. Y sin embargo, como si se tratara de una tabla de surf, salió a flote.

Haciendo el Angel Cristo, ósea, flotando como un trozo de madera a la deriva, se dejo mover por la corriente hasta la orilla.

Pensó en echar un vistazo y rescatar a alguien, y luego se acordó de la flecha clavada en su pierna. Solo pensar en ella hizo que se le nublara la vista.

NO, mejor hacerse el muerto y descansar un poco mas en la orilla. No en vano, llevaba huyendo de peligros mortales, a saber cuántos cientos de años.

Jack fue el primero en sacar la cabeza, tomar una inspiración profunda y ver en dónde se encontraba. Al buscar a sus compañeros, no vio a Zenji, que aún estaba medianamente sumergido, inconsciente, pero sí a la Hermana Claire, que se encargó de sacarlo del agua.

Carter tampoco estaba despierta y aún había que encontrar a Diana, a quien no veían por ninguna parte. 

La caída había sido brutal pero las consecuencias podían ser mucho peores si no se daban prisa.

- Maldito amarillo... - Repitió por enésima vez. 

Parecía que había perdido el cuchillo, algo lógico por otra parte tras haber caído al agua. Pero una vez lo hubo cacheado, tampoco parecía llevar nada más que pudiera ser de valor. Aunque también podía ser que sus entumecidas manos no lo hubieran detectado encima de su mojada ropa.

Parecía que una vez habían descendido aquella cascada, todo estaba más tranquilo. Nadie ni nada pretendía matarlos en ese preciso instante, aunque algo le hacía sospechas a la hermana que aquella condenada isla, muy pronto se rebelaría de nuevo contra ellos lanzando una nueva amenaza. ¡A saber que sería lo próximo!

La hermana abofeteó al japonés. Quería hacerle despertar. Quería hacerle saber que era ella y no otro quien le había sacado del agua y le había salvado de una muerte segura. Tenía entendido que los japoneses eran unas gentes que sabían devolver un favor y que quedaban en deuda con aquellos que les ayudaban y sobre todo con aquellos quienes les salvaban la vida y en ese preciso momento ella era exactamente su ángel de la guarda.

- ¿Todo el mundo bien? - Preguntó entonces la religiosa.

Mientras os recomponíais y algunos de vosotros intentaban ayudar a los demás, también visteis movimiento en la orilla que rodeaba a la laguna alrededor de la que os encontrabais.

Eran animales que actuaban como cocodrilos o caimanes, pero en su aspecto recordaban más a pirañas o algo parecido, y al veros, una tras otra empezaron a lanzarse al agua... y a nadar con curiosidad hacia los que estaban todavía en el agua.

  La caída me dejo atontada, durante unos instantes.

Unos instantes que parecieron años, mientras las aguas y al espuma me enviaban mas y mas abajo. La fuerza de la cascada impedía que pudiera salir, y veía nada mas que la espuma blanca y la oscuridad bajo mi.

Estaba cansada y agotada.

Cada vez me costaba mas nadar. Alargué al mano hacia arriba y no podía agarrarme a nada. No veía nada, ya que el agua embotaba mis ojos y me empezaban a doler. Hasta que por fin..

- Aire!!- Preciado aire el que llegué al conseguir salir a flote.

Miré a todos lados, buscando con la mirada a mis compañeros y al menos vi a un par de ellos valerse por si mismo. Hice recuento pero  me faltaba alguien. Faltaba...

- Zenji!! ZEnji!!- No lo veía por ningún lado. Hasta que poco mas o menos cerca de mi, vi algo parecido a una tela del color del uniforma del japonés.

Nadé hasta ello y allí estaba el amarillo, inconsciente. Tiré de él como pude y conseguí arrastralo, no sin dificultades, hasta la orilla. -Ayuda! Ayudadme a subirle!- Grité a los que supervivientes, solo para ver, que mas allá había bichos igual de pesadilla que los que habíamos dejado atrás.- Joder, vamos, ayudadnos!

Diana le había ayudado a sacar del agua a su novio con la picha de un centímetro. Arqueó una ceja observándola. La religiosa podría haberlo sacado sola y sin problemas, pero Diana... Bueno ella y el pichacorta parecían tener algo especial.

- Cuida de él... - Le dijo. - Vuestros hijos ario-chinos, os lo agradecerán. -

La monja se puso en pie y entonces observó cómo el médico de estaban metiendo otra vez en problemas por tal de salvar a la soldado Carter. Era obvio que él también quería procrear con aquella mujer, al menos practicar con ella. Aunque en ese caso era lógico. Carter era un mujerón.

- ¿Ves Diana lo que pasa cuando se mezcla la sangre? - Le preguntó. - Se crean híbridos grotescos. En este caso un cocodrilo se fornicó a un piraña y... - Meneó la cabeza disgustada. - Tú sabrás lo que haces... - Y entonces se lanzó de cabeza al agua.

Jack y Carter estaban teniendo problemas para salir del agua. La monja empezó a nadar con todas sus fuerzas. Dios le imbuía con un aura de fortaleza para resistir el dolor y sobreponerse a todas aquellas pruebas. Rápidamente llegó a dónde de encontraban aquellos dos tortolitos y agarró de la camisa a Carter, a quien Jack apenas lograba mantener a flote y comenzó a nadar de nuevo hacia la orilla.

- ¡Vamos Doc, nade, nade con fuerzas,! ¡Que no se diga! - Le transmitió ánimos.