Partida Rol por web

Buscando a Scott terminaste por llegar a la biblioteca. No era un lugar que pisaras demasiado, si no era para consultar algo concreto, preferías dedicarte a entrenar. Sin embargo, te detuviste delante de una puerta doble, con motivos de ángeles y espadas tallados en la madera y una inscripción de runas sobre ella.

Por doquier hileras e hileras de estanterías llenas de libros te rodeaban, con escaleras para alcanzar los más altos e incluso un segundo piso con más volúmenes. Había por lo menos tres salas que tus ojos pudieran percibir, una grande y central, presidida en su fondo por un ventanal delante del que se recortaba una estatua de un ángel portando una espada y una copa, la mayor que habías visto desde que entraste en el Instituto. Majestuoso, de alguna forma benévolo pero al mismo tiempo temible, como si fuese un gran guerrero. 

A los dos lados de la sala central se abrían bajo un pequeño arco otras salas más pequeñas y sabías que había varias más allá. Entre los libros había varias mesas con sillas, algunas individuales, otras preparadas para varias personas, y en algunos rincones podías ver sillones de apariencia tan cómoda como antigua. En una de las mesas, sobre un atril, un libro con apariencia de incunable descansaba apacible, como esperando ser abierto.

Desde donde estabas podías ver al hombre de la cicatriz en una de las salas adyacentes, sentado en una mesa y ojeando un enorme tomo, aparentemente estaba concentrado por completo y no reaccionó de ninguna forma a tu llegada. 

Al llegar a la biblioteca y ver allí a Scott enfrascado en el trabajo que Gareth le había encomendado decidí dejarle tranquilo, dedicando unos minutos a buscar un par de códices para los recién llegados. Una vez los tuve me acerqué al Libro Gris, valorando si estaban preparados para empezar a estudiarlo y descartándolo finalmente.

En un momento en que supuse que le molestaría menos, terminé por acercarme al hombre. - ¿Cómo lo llevas? - Pregunté, ligeramente cansado. - ¿Has encontrado algo?

Scott levantó la mirada con curiosidad cuando te dirigiste a él. Su único ojo se detuvo en ti haciendo que una sensación extraña te recorriese al fijarte tan de cerca en el otro, el ciego. Hasta ese momento nunca habías dado muestras de querer acercarte a él y aunque pareció extrañado, no mostró ningún signo de molestia. Aprovechó tu interrupción para estirarse y con la mano hizo un leve gesto hacia los libros que tenía abiertos sobre la mesa. 

- Bueno, creo que he localizado al bisabuelo de Nora. No está documentada su muerte, pero sí hay un John Carwright que podría encajar en esa época. Tendré que añadir un anexo a esa parte con todo lo que ella pueda decirnos. - Señaló un papel donde había estado tomando algunas notas. 

- En cuanto al chico... Su caso es más complicado. No hay Fairchild desaparecidos en muchas generaciones y él no parece saber nada sobre su ascendencia. Creo que tardaré en encontrar algo que pueda ser útil. - Terminó, haciendo una pequeña mueca de resignación. 

Escuché las palabras del hombre sin saber muy bien adónde mirarle exactamente. Me pasaba siempre. Trataba de centrarme en el ojo bueno, pero la mirada se me iba todo el rato.

- Quizá la sirvienta, la que tenía sangre de hada, sepa algo más. No sé si Gareth va a interrogarla, pero si no podríamos plantear hacerle una visita. - Expuse. - O, si no, de algún Fairchild ha tenido que salir ese anillo. Como no es mágico a lo mejor alguien puede decirnos su antigüedad.

- Oh, claro que esa debe saber más. Pero si tiene algún contacto con la corte no nos contará nada a nosotros. - Dijo, hablando de la criada con un desprecio subyacente en su voz. - Y si no es seelie por completo ni siquiera podemos tener la seguridad de que dice la verdad. - Añadió, aludiendo a la incapacidad de las hadas para decir mentiras directas, lo cual no les impedía tergiversar, retorcer o decir medias verdades. - Por otro lado, las hadas aguantan bien la tortura. - Terminó, con algo de acidez en la voz que te hacía pensar que no estaba bromeando en absoluto.

- Podríamos enviar el anillo a Idris y dejar que el Consejo lo examine, pero eso también llevaría tiempo y no podemos quitarle el anillo al muchacho si no quiere. - Dio algunos pequeños toquecitos con la pluma sobre la mesa. - Supongo que el Consejo querrá conocer a los dos en algún momento. Así que ya veremos qué pasa.

Escuché la respuesta de Scott, y al oír cómo hablaba del hada por un momento me dieron ganas de unirme a él, cagándome en todo lo subterráneo. Sin embargo era consciente de que estaba hablando como un nephilim de pleno derecho, y que como algo así llegase a oídos de Gareth la conversación del día anterior no iba a ser nada comparado a la que tendría lugar.

- Igualmente podemos intentarlo. - Valoré sin mucha esperanza. - Tenía que haber un motivo para que mantuviera vigilado al chico, así como tenía que haberlo para la bruja de Nora. - Expuse antes de emitir un suspiro. - Esto es muy raro.

- Además, aunque no sea para averiguar su origen es probable que ella pueda averiguar dónde está la familia de Ethan. Al fin y al cabo los conoce, y tiene parte de hada. - Valoré. - En cuanto al anillo... Será menos preciso, pero siempre podemos consultar a un joyero.

- Creo que Gareth quería encargarse de ella personalmente. - Respondió Scott, no muy convencido al respecto. - Le consultaré, pero lo mejor sería mantenerla vigilada de forma constante. Estoy seguro de que sabe mucho más de lo que dice y en cuanto la dejaron allí sola se encargó de contactar con la corte.

El hombre se encogió de hombros. - Pero tanto eso como el anillo son asuntos de Gareth. A mí me han pedido que investigue, así que es lo que estoy haciendo. - Dijo, manteniéndose un tanto distante antes de devolverte la pelota. - ¿Cómo lo llevas tú con los nuevos? 

Asentí a las palabras de Scott, consciente de que Gareth sabría qué hacer. Aunque a veces era demasiado bueno. Demasiado blando. Que el italiano siguiera en el Instituto era una muestra más de ello.

- Son unos inútiles. - Le dije, antes de liberar todo el aire de mis pulmones. - Y se preocupan por cosas totalmente estúpidas. Han perdido toda su vida, y aún así parece que piensen que esto es un juego. En un rato iremos a que ella avise en la cafetería donde trabajaba de que dejará el trabajo, y mierdas así. - Comenté. - Son varias horas que tendrían que usar en ponerse al día y entrenar, pero ni siquiera parecen verlo. Y el asunto del italiano no ayuda. Pero yo lo llevo bien. Paciencia, contar hasta diez, y listo.

El hombre esbozó una breve y pequeña sonrisa durante un instante al escucharte. - Probablemente estén en una de esas fases de negación que tanto les gustan a los mundanos. Te tocará tener paciencia con ellos. Cuando se les pase y se den cuenta de la magnitud de las cosas puede que se hundan. O puede que espabilen y te den una sorpresa. Supongo que ese será el momento clave. - Terminó, quedándose en silencio después, como esperando por si querías hablar de algo más.

Emití un suspiro cuando Scott me habló de las fases de negación de los mundanos. Como si estuviéramos para chorradas.

- Yo sólo espero que él sea de los que espabilan. - Valoré. - Si uno tiene que hundirse, creo que a ella ya la consuela Milton. - Dije con una pequeña sonrisa antes de ponerme en pie.

- Nos vemos. Le comentaré a Gareth lo del anillo.

- Suerte. - Te dijo Scott como despedida antes de devolver la mirada a lo que se traía entre manos.