Partida Rol por web

Mi dedo pulgar buscó el anillo que vestía el anular agradeciendo con una caricia rápida a lo que fuera que cuidara de mi cuando esos golpes no llegaron a cortarme - Health.- contradecí al marido de la directora con contundencia.

Entonces lancé un golpe sucio que después de la actuación de lanzaman se me antojó el doble de deshonroso, gracias a Dios que mi padre no estaba presente, gracias a Dios que sabía mentirle. Cerré los ojos al recibir el golpe - ¿Estás de coña?- me agobié al imaginarlo de piedra, exacto al David de Miguel Ángel.

- Bueno saberlo, ¿alguna madera favorito para tu caja?- arramplé el arma y apreté la mano con mucha fuerza en la empuñadura de la daga para que ninguna magia me la quitara y me impulsé desde el suelo para saltar a su cuello y enredarle la cadena. De un modo u otro iba a tocarle los cojones.

Al escuchar lo que Andrea le decía a Ethan, los ojos de la niña se abrieron como platos y pudisteis notar cómo contenía la respiración, impresionada por la osadía del italiano. 

Fue el sonido que salía del televisor al comenzar la partida lo que la sacó de su ensimismamiento y mordiéndose la lengua para concentrarse mejor, empezó a pulsar los botones a toda velocidad. - Círculo, círculo, equis, equis... -murmuraba por lo bajo.

Tal vez precisamente por aquellas palabras, o quizá porque al hablar de comida verdaderamente os disteis cuenta de que ya teníais bastante hambre, pero fue en esta ocasión Jo la que se alzó con la victoria quedando vosotros dos empatados en segundo lugar.

- ¡He ganado! -exclamó, sorprendida de sí misma y mirándoos con una sonrisa enorme- ¡He ganado! ¿Lo habéis visto? 

Botó un poco de alegría sin levantarse del sitio y luego miró a Ethan. - ¿Podemos jugar otra antes de hacer pizzas? ¿Sí? Por favoooooor. 

Ni que hubiese algo que mirar. Respondí, con calma, sin llegar a mostrarme alterado pese a estarlo. Si me quedaba alguna duda de que las disculpas habían sido más falsas que un billete de ocho libras, ya se habían disipado. Le sonreí, como si estuviese siguiendo la broma. Lo cierto era que, de no estar Jo delante, las cosas habían sido muy distintas.

La partida fue mal, pero al menos el idiota no me había ganado. Vaya paliza, Jo. Le dije, fingiendo estar cabreado. La idea de las pizzas no me atraía, sobre todo por la presencia del italiano, así que asentí a las palabras de la niña. Una más y después vamos a hacer las pizzas mientras los italianos siga aquí. Aunque os advierto que yo no sé cocinar.

Esta vez le di a empezar de nuevo en vez de cambiar personajes. Mismos personajes, que le estaba cogiendo el truquillo a este.

En aquel momento, antes de que pudierais comenzar la siguiente partida, alguien llamó a la puerta que había cerrado Andrea al entrar.

Era poco frecuente que a alguien no le parecieran de mal gusto mis bromas. Si a eso sumábamos que eran sobre una amiga muerta, y a eso que le habían arrancado la cabeza ese mismo día, la única conclusión clara de que la china pareciera disfrutar de ellas era lo mismo que ya sabía: que estaba como una jodida regadera. Su pregunta, con aquella bravuconería implícita de la que había hecho gala desde el primer momento, me sacó una nueva sonrisa y me lancé a responder mientras esperaba a que lanzase su ataque. Mientras tanto di un paso atrás y agarré la lanza por un punto entre el centro y el extremo, dándole más recorrido a la otra parte.

- Oh, yo paso de ataúdes. - Respondí de inmediato mientras afianzaba mi postura y me preparaba para interceptarla. - Prefiero que me colguéis de una viga y me uséis de diana. Así al menos serviré para que mejores un poco esa puntería de mierda. - Aseguré, insultándola de manera gratuita sólo por provocar. Después de todo, ni siquiera había fallado sus golpes. Al momento, cuando vi que se acercaba descargué un golpe con todas mis fuerzas por el que Gareth me habría hecho retorcerme en el suelo de dolor: lo hice usando la lanza casi como si fuera un bate, con sus casi dos metros de recorrido: si lo esquivaba estaría a su merced, pero me sentía suficientemente confiado como para pensar que no iba a ser capaz de hacer nada aún alcanzándome.

El asta de la lanza impactó de forma certera en la sien de Sun-yun cuando ella, ya con el arma en la mano, se dirigía hacia Émille, aunque el golpe no fue demasiado fuerte. Durante un instante la chica sintió cómo el mundo se tambaleaba a su alrededor, pero viendo que Émille había quedado desprotegido se lanzó a por él, estirando la cadena para rodear el cuello del chico con ella con intención de ahogarlo.

No parecía que fuese a ser tan sencillo pues en un primer momento Émille no parecía estar sufriendo ningún daño por la presa, sin embargo, al menos por el momento, estaba atrapado. 

¡Está abierto! Indiqué, acomodándome mejor en el sitio. Seguramente sería Carlo con ganas de unirse a la fiesta. Con él sí que no me importaría jugar.

Fue la cabeza de Milton la que se asomó por la puerta. El chico parpadeó sorprendido al encontrar a Andrea allí dentro, pero sólo fue un breve instante, antes de que sus ojos continuasen su recorrido hasta llegar a Ethan.

- Ethan, ¿estás ocupado? -preguntó con rostro neutro y tono comedido- ¿Te puedo robar un rato?

Su cabeza hizo un gesto hacia el pasillo, como indicando que le gustaría hablar en privado.

Me sorprendió gratamente que, aún con la somanta de palos - y nunca mejor dicho - que se estaba llevando, no se rindiese ni dejase de intentar cosas, algunas de ellas realmente arriesgadas. Y eso que ni siquiera debía saber lo fácil que iba a ser curarse. Casi me arrepentía de haber pedido sólo un cuarto de hora, porque algo me decía que la pirada esta podría estar horas así. Y cuando se lanzó a estrangularme casi me sentí bien: vale, sí, era débil y no paraba de quedarse desprotegida, pero con las runas y el entrenamiento adecuados - el mío - no sería una inútil.

La cadena alrededor de mi cuello no era más que una pequeña molestia. Iba a tener que hacerlo mucho mejor si realmente quería hacerme daño. Pero aquello se ponía divertido. - ¿Te callas por algo en especial, o es que se te ha comido la lengua el Kuri? - Pregunté. Acto seguido me eché hacia adelante de repente, pretendiendo arrastrar con mi cuello su cadena, y con ella sus manos. Tataría de aprovechar ese movimiento para agarrar su brazo y lanzarla por encima de mí, tirándola al suelo.

Cuando el chico me comunicó sus deseos para con su cadáver, omití todo comentario al respecto, era admirable su entrega aunque eso iba a ser muy poco higiénico. Si llegaba el día, mi testimonio sería que habría querido ser cebo de demonios.

Lo de mi falta de puntería me alagó, se estaba fijando y se preocupaba por las flaquezas que creía ver en mi. ¡Qué jodidamente encantador! Sentía ese pensamiento como un suave cosquilleo en todo mi cuerpo que chocaba con el escozor de los cardenales que ya debían estar pintando fragmentos de mi piel con su firma cuando me acerqué a ahogarlo y me encontré con un replanteamiento de la gravedad y el espacio.

- Joder- detesté ese golpe - cómo me quede subnormal y solo pueda comer papillas, te las potaré encima cada puto día de tu vida. - apreté los labios concentrada en aprovechar ese momento de desprotección y lancé la cadena.

Me sorprendió el color saludable de su cuello alrededor de los eslabones e imaginé que poco efecto estaba teniendo mi plan más allá de retenerlo. Incluso estaba tan cómodo como para seguir hablando y eso me mosqueó y exaltó mi admiración a su rudeza. Respondí con un tirón, había que seguir intentándolo pero preparé el filo de la daga, si su cuello podía conmigo, veríamos si su hombro podía con la daga.

En cuanto Sun-yun se dio cuenta de que el forcejeo se iba a resolver en su contra, intentó clavar el filo de la daga en el hombro de Émille. Sin embargo, la piel del chico parecía ser muy gruesa, o tal vez ella estaba afectada por los golpes recibidos y ya no tenía fuerzas para golpear con suficiente contundencia.

Antes de que llegase a herir su piel, Émille se movió, agarrando a la chica por la muñeca y volcando sobre sí mismo, haciéndola volar para terminar cayendo de espaldas. 

Sin embargo, acostumbrada a ese tipo de maniobras, Sun-yun, curvó su espalda para rodar al caer y se levantó de inmediato al terminar ese movimiento.

Disfruté la caída como me habían enseñado a disfrutarlas, había pocas cosas más agradables que sentir el aire acompañarte en el giro que volvía a ponerte de pie. Entonces me tomé unos segundos para respirar, y prestar atención a cada parte de mi cuerpo: estaba magullada, pero por suerte no tenía nada roto, o al menos, nada que pudiera notar como tal. Algunos hinchazones le impedirían presentarse para las animadoras pero tampoco es como si fuera a hacerlo.

Sintió como había perdido el control de su respiración y echó la culpa a ese hecho de que la daga ya no pinchara como debía. Tragó saliva mientras volvía a hacer girar la cadena, claramente ganando tiempo para pensar, ese tío era impenetrable.

Normalizó su respiración y exhaló todo el aire de sus pulmones mientras se acercaba centrada en el movimiento del machote para esquivar cualquier ataque con el que pretendiera alejarla de nuevo, por ahora lo importante era ganar proximidad para entorpecer los movimientos de un arma a distancia. 

Di un paso hacia atrás, reflejo de la técnica y el entrenamiento, cuando ella comenzó a rodar. Y acto seguido, al ver que pretendía dedicarse únicamente a defender, negué con la cabeza. Ya ni siquiera hablaba. Debía estar en las últimas. Me preparé entonces para cambiar de estrategia, invocando nuevas armas a mis manos. Y mientras venían crucé una mirada con la pirada.

- Eh. - Le dije, intentando captar su atención. - Pilla. - Enuncié después, antes de tirarle la lanza, sólo por molestar.

Sun-yun estaba preparada para esquivar el golpe mientras se acercaba, pero no tanto para que Émille le tirase su propia lanza a la cabeza. La madera la golpeó, pero no le hizo daño. 

Mientras en las manos de Émille se materializaban una daga y un hacha, la lanza caía hacia el suelo, cerca de la mano de Sun-yun, que todavía podía agarrarla en el aire.

Miré a lanzaman confundida después de que la madera me golpease en la cabeza para luego caer a un lado. Se me hacía muy extraño verle sin aquella arma que le daba nombre.

- Paso, a saber donde habrá estado. - protesté cambiando la posición de mi muñeca para facilitarme un gesto limpio para cortarle. Más tarde que temprano encontraría algún modo de averiguar cómo se dañaba su piel.

Sonreí ante su nuevo equipamiento, siempre parecía estar un paso por delante de mis pensamientos, si quería arrimarse, nos arrimaríamos. 

Esta vez fui yo el que no di respuesta a sus palabras. O, más bien, reduje mi respuesta a una media sonrisa y una mirada que era la promesa de una pronta herida. Sin decir más me lancé a por ella. Mi plan era sencillo: descargar un golpe lleno de fuerza con el hacha cerca de ella para no dejar opción de huida por aquel lado, y lanzar con un giro rápido un ataque de daga contra su pierna. Luego, si aún estaba entera, la misma daga haría un segundo corte al abandonar aquella posición. A ver cómo sabía moverse la loca esta.

Émille se movió rápido y su daga hizo una curva descendente cortando la falda y la piel de Sun-yun como si fuese mantequilla. La sangre comenzó a brotar de inmediato con velocidad de la herida y la chica sintió cómo se mareaba. Le habían seccionado la femoral y estaba comenzando a desangrarse demasiado rápido.

Cerré los ojos y apreté los dientes cuando mi piel empezó a abrirse. El dolor del corte no tardó mucho a extenderse por mis nervios hasta conectarse a cada golpe que me había llevado y que parecían reflejar mis pulsaciones.

Sangraba, obviamente sangraba y saber aquello hizo que la sensación de mareo fuese más intensa. Me asqueaba la sola idea de ver la sangre, casi tanto como saber que mis opciones se habían agotado.

- annyeonghaseyo jab-a - oí la voz de mi tío mientras trataba de aguantarme en pie cargando el peso en la otra pierna. - Tengo hambre- declaré con pasotería dando a las palabras la antonación de una despedida para pasar a otra actividad - ¿Dónde se come?- pregunté con la intención de dejar el combate atrás sin tener que decirlo.

Miré la lanza planteándome el bien que me haría como bastón, pero preferí no escupirle a la cara a ese chico con tal gesto. Así que esperaría a que se largara y me arrastraría hasta mis cosas.

Una vez mi daga abandonó el agujero recién abierto en la pierna de la loca me alejé unos pasos, dándole algo de espacio por un lado y preparado por si aún así tenía ganas de atacar por el otro. Sin embargo al ver la sangre manar de su femoral di por hecho que el combate había terminado.

Me sorprendió que no cayese al suelo, pero más aún que no se molestase siquiera en presionarse la herida. Si seguía así no tardaría en caer inconsciente. Y el colmo fue cuando su voz pasó a otra cosa totalmente distinta. ¿Estaría alucinando por la falta de sangre? Era una posibilidad, desde luego. Aunque con lo poco que la conocía ya tenía claro que no era la única: también podía estar demostrando una vez más lo loca que estaba.

No iba a ser yo quien le quitase la ilusión de comer, ni mucho menos. Y sentía curiosidad por ver hasta dónde llegaba. De modo que no dije nada sobre el charco que en unos segundos se formaría en el suelo, ni sobre su herida o su estado. - Normalmente en el comedor o la cocina. - Le dije. Luego me dispuse a recoger la cuchilla de la lanza que había arrojado antes. Recogí el arma del suelo y busqué el enganche antes de llevarla al arnés de mi espalda. - Están en la planta baja. - Informé entonces, saboreando mis siguientes palabras. - Venga, vamos, son sólo siete pisos de escaleras. - Comenté como si hablase totalmente en serio. - Si llegas antes que yo te hago la comida. - No pude evitar añadir, imaginándomela corriendo escaleras abajo. O, más bien, rodando y dejando un rastro rojo tras ella.

Esperaba que fuera Carlo buscándome para ir a entrenar o comer algo, pero resultó ser el plasta del chino. No iba a ponerle mala cara cómo él siempre hacía, aunque fuera por intentar suavizar un poco nuestra relación. En cambio levanté la mano, sonreí ampliamente y lo saludé efuisamente.

- ¡Milton, amigo! - saludé. - ¡Vente y juega con nosotros un rato! - sugerí esperando que aquello se entendiera como una ofrenda de paz.

Probablemente haría como siempre y diría alguna tontería, o me hablaría de malas pero yo estaba dispuesto a intentarlo como con Ethan. Mejor intentar rebajar humos que terminar en Florencia esta misma noche.