Partida Rol por web

Salí con mi amiga, y esperé a que recogiera sus cosas con un poco de impaciencia. La verdad, encontrar a Robert tan pronto no estaba en mis planes. Mis ojos estaban en la puerta, como si pudiera verlo a través de ella, cuando escuché la pregunta de mi amiga. De inmediato y por inercia mi ceño se frunció, indignado, sumándome a un sentimiento que ella no sentía en realidad.

—Eso digo yo, ¿qué coño le pasa? —pregunté mientras empezaba a bajar—. Quería enterarse de todo. Mira que hay que ser cotilla.

Vale, si normalmente mis excusas eran decentes esta vez quizá estaba pasándome de mala. Y después de lo de anoche... Miré a Amber antes de encogerme de hombros.

—Déjame en paz —enuncié no con mal tono, pero sí dejando claro que no quería hablar del tema.

Observé cómo Sun-yun se dirigía directamente a Milton y le pedía hablar a solas. No me extrañó demasiado pero tampoco me dejó indiferente. Aunque con el comentario de Ella mi cabeza empezó a funcionar influenciada por sus palabras.

—Pues... La verdad es que no me había fijado —respondí a la chica acercándome y sentándome a su lado—. Por lo menos entre ellos dos... —solté sin revelar nada concreto pero haciendo entender que había sacado otras teorías con respecto a los sentimientos de Sun-yun.

En un primer momento Amber te miró con cierta incomprensión por tu respuesta, pero tras un par de segundos se le escapó una risita, justo cuando tú zanjabas el asunto. 

—Vale, vale, dejemos al cotilla —dijo, alzando las manos en son de paz para después empezar a descender los peldaños de la escalinata—. Vamos a mi casa, ¿vale? Luego si quieres te acompaño a ver a tus padres. 

Ella alzó las cejas con la insinuación que habías dejado en el aire y sus ojos volvieron a fijarse en Sun-yun y Milton, que se habían detenido unos metros más allá y estaban hablando.

—¿En serio? Viéndolos habría jurado que... ¿Tiene otra novia allí en Londres? —preguntó, ladeando un poco el rostro para después mirarte a ti y aclarar— Es que no me gustaría meter la pata si hay... alguien. 

La mirada de Milton se ensombreció con tus palabras, como si por un momento hubiera esperado que fueran otras o prefiriese que no supieras lo que te esperaba. 

—Como mínimo te interrogarán con la Espada Mortal —informó, mientras iba sacando la estela del bolsillo—. ¿Has estudiado lo que es? —preguntó, pero debió dar por hecho que la respuesta sería afirmativa, porque siguió hablando sin esperar respuesta por tu parte—. Si eso no les parece suficiente puede que usen la fuerza o sus poderes para doblegarte. Pero Sun-yun... No debes llegar a eso. Te haré un par de runas para que te sea más llevadero, pero no te resistas. Si te resistes parecerás más sospechosa y sólo el Ángel sabe qué querrán hacerte si eso sucede. 

Te miró con intensidad directamente a los ojos y estiró la mano para coger tu muñeca con delicadeza y acercar la estela a tu piel después. 

—Es importante. Tienes que dejar que la espada fluya contigo, dolerá, pero si no te resistes será más soportable. Y no sé cuánta gente. No sé si querrán hacerlo delante de todo el Consejo o preferirán hacerlo en privado. Pero por si acaso, estate preparada para tener mucho público.

Dicho eso sus ojos se apartaron de los tuyos y empezó a dibujar. 

—Te haré una runa de Aguante y una de Resistencia, pero en versión suave. La versión fuerte te dejaría baldada tres días y si algo se tuerce no sería conveniente. 

Iba a contestar un solemne "por supuesto" a la pregunta de Carstairs pero hizo que no fuera necesario más que seguir escuchando sin poner la duda en la frente.

Me sorprendió cómo sus recomendaciones se adelantaban a mis pensamientos pero también me cabreó haberme estropeado. ¿Desde cuando era tan cutre?

Por el contrario, mi mirada fue intensificando el desafío. Joder, ni de coña iba a contarles nada porqué no tuviera opción. Podía tangarles, incluso a la espada mortal.

Cuando Milton buscó mis ojos, huí con los mios a nuestros pies como si de verdad estuviese dispuesta a escucharle.

— Ni de coña —resumí mi posición y lo hubiese puesto en voz si su mano no hubiese llegado a mi muñeca con ese cosquilleo que me descentró—.

Asentí a la explicación de las runas y callé mientras el trazo quemaba mi piel.

— Milton —le llamé por el nombre sin darme cuenta—, te lo agradezco. Espero que se comporten con las preguntas porqué es verdad que tengo muchas ganas de tocar mañana contigo.

Así cómo Ella miró hacia Milton y Sun-yun, yo me fijé en su rostro y en la forma en cómo los miraba. Fruncí el ceño y pensé que quizás a la chica le interesaba realmente saber si había algo entre ellos. No parecía que para ella fuera un simple cotilleo.

—Bueno, yo no sé nada de Milton. Y de Sun-yun... —hice una pausa, cruzándome de brazos y apoyándolos encima de mis rodillas—. Tampoco sé mucho pero me parece que no tiene novio. Aunque esta chica es una caja de sorpresas —dije y después me reí un poco, sin llamar demasiado la atención.

El chico levantó la mirada de tu brazo donde ahora tenías dos runas nuevas y en su rostro la sonrisa por ese plan para el día siguiente entraba en conflicto con la preocupación que respondían sus ojos al desafío de los tuyos. 

—No creo que se comporten —dijo, apartando la estela de tu muñeca pero sin soltar tu mano todavía—. Terminarás dándoles lo que quieren, si lo haces por las buenas será mejor para todos. 

Se encogió de hombros y se quedó callado, mientras su pulgar acariciaba en un gesto lento y discreto el interior de tu muñeca. 

La chica se rió contigo suavemente, pero un instante después sus cejas se enarcaron y te dedicó una mirada elocuente haciendo un pequeño gesto de cabeza hacia los otros dos. Si mirases hacia allá podrías ver que Milton sostenía la mano de Sun-yun. 

—Bueno —dijo entonces Ella, con un tono que anticipaba un cambio de tema—. ¿Y tú cómo llevas todo esto? ¿Estás preparada para lo de hoy?

Observé las runas de mi muñeca, estudiando su trazo hasta que Carstairs quemó el barco de la negociación.

— ¿Para todos? —me permití dudar— Seguro que disfrutan yendo a las más malas. Yo lo haría —enarqué una ceja puntualizando mis ideas y luego negué con suavidad.

— ¿y qué es lo que quieren? —pregunté descendiendo el brazo con suavidad para deshacerme del contacto de Carstairs sin que lo notara. No era para nada desagradable pero me moría de vergüenza— Lo dices como si escondiera algo.

Cerré y me humedecí los labios en aquel momento al darme cuenta que no tenía más secretos que la enorme cagada de la puñalada tamaño espada de Emille. Y no podían relacionarme con jesamain. ¿Qué coño iban a sacar de mí?

— Fluiré, Milton Carstairs —le prometí—. Lo intentaré.

Estaba tan tranquila después de mi sonrisa hasta que el gesto de la chica me hizo mirar de nuevo hacia Milton y Sun-yun. Mis ojos pasaron de estar achinados por la risa a abrirse como platos por la sorpresa. Me dio la sensación de que me había perdido mucho los últimos días, con tanto entrenamiento.

Me quedé descolocada un instante mientras Ella me hablaba y aunque escuché lo que decía me costó cambiar de tema. Esperaba no tener que decir nada al respecto y que mi cara lo dijera todo.

—Pueeeees, la verdad es que no tengo ni idea de lo especial que se supone que va a ser —dije con la mirada todavía fijada en la parejita—. Sé que debería estar muy entusiasmada con el tema, según lo que me han contado, pero soy incapaz de imaginármelo. Tendré que vivirlo... —comenté esta vez desviando mi mirada hacia Ella y dedicándole una sonrisa.

En otro tiempo habría preferido, en cuanto a esto, el silencio de Amber que su risa. Ese día una parte de mí también, aunque había otra que ya no se atrevía a negar ciertas cosas. Al menos aceptó dejar el tema. Escuché lo que dijo después y asentí. Tarde o temprano tendría que ir a ver a mis padres.

Atender mis obligaciones de nephilim antes de hacerlo entraba dentro de lo normal, así que el retraso actual era admisible. También sería apropiado pasar por casa de Amber teniendo en cuenta que luego me acompañaría, que teníamos que dejar las cosas y quién era ella. O más aún quién sería esa tarde.

—Está bien —dije antes de plantearme por primera vez la posible presencia de mi tío. La verdad es que siempre había dado por hecho que tenía mucho que hacer en el mundo mundano, pero él no me desagradaría que estuviera—. Pero si no está mi tío, será sólo entrar y salir, lo justo para saludar y ya.

El chico dejó que tu mano escapase de entre sus dedos y sus ojos viajaron hacia ella durante un brevísimo instante que duró hasta que tu brazo recuperó la verticalidad. Entonces volvió a buscar tu mirada. 

—Yo no creo que escondas nada, pero algunos en La Clave sí lo creen —explicó, frunciendo sus labios en una pequeña mueca—. Creen que podríais saber más de lo que habéis dicho, que podríais ser... caballos de Troya. Si creen que te resistes a responder con la verdad a sus preguntas, podrían reafirmarse en esa idea y las cosas se pondrían mal.

Entonces esbozó una rápida sonrisa. 

—Pero si haces lo que te digan, colaboras y dices la verdad, todo saldrá bien. Te dolerá mientras te interrogan, pero podrás aguantarlo. Te pondrán la runa del Ángel por la tarde y podremos tocar por la mañana. 

Mientras mirabas a los dos jóvenes, pudiste ver cómo Sun-yun bajaba la mirada al suelo con un atisbo de timidez y soltaba lentamente la mano de Milton mientras seguían hablando. 

Ella frunció un poco el ceño al escuchar tu respuesta y pareció dudar sobre si contarte algo o no. Se mordió el labio y finalmente empezó a hablar despacio, como tanteando tu reacción.

—Bueno... Yo lo decía por lo de por la mañana, por el interrogatorio. Te han dicho que te va a doler, ¿verdad? —preguntó, ladeando un poco el rostro como si no estuviera segura de si preocuparse por ti o no. 

—Estaría guay que hubiera venido tu tío —convino tu amiga echando ya a andar hacia su casa—. Aunque no sé si en Londres podrán prescindir de él fácilmente...

El camino hasta el lugar donde Amber se había criado fue corto. Su casa estaba al final de una calle donde había otras muy parecidas en estilo y tamaño, rodeada por un pequeño jardín. En realidad tampoco era tan pequeña, pero comparada con las mansiones de las afueras de Alacante donde vivían tus padres o el castillo donde estaba instalado el Instituto en Londres, la suya casi parecía de juguete. 

Los ojos de tu amiga fueron adquiriendo un brillo entre feliz y nostálgico, el de quien regresa al hogar después de un tiempo, y para cuando llegasteis delante de la puerta, ya había extendido su mano para apretar tu antebrazo con calidez. 

—Buah, tengo ganas de ver a mi madre —confesó un instante antes de presionar el picaporte y asomarse al interior de un pequeño recibidor—. ¡Mamá! ¿¡Papá?! ¡Hemos llegado!

Toda la casa parecía oler a galletas recién hechas y mientras tu amiga daba el primer paso hacia el interior de la casa, una cabeza tan pelirroja como la suya se asomó desde lo que debía ser la cocina. 

—¡Amber! —exclamó una mujer más alta que ella y con gafas pero también con un innegable parecido—. ¿Cómo ha ido el viaje? —bromeó, sabiendo sin duda que el viaje había durado apenas unos segundos. 

La nephilim avanzó con largas zancadas y dio un abrazo a su hija antes de mirarte a ti con una mirada curiosa que sin duda comprendiste en ese instante de quién la había heredado Amber. 

—¿Cómo estás, Émille? Mi marido está intentando hacer galletas, ¿os apetece un café, té, cacao?

Los de la clave empezaban a ser un coñazo. ¿Qué coño les había pasado? ¡putos paranoicos!

Me paré en los labios de Carstairs con su mueca y volví a levantar los ojos al escuchar lo del caballo con una sonrisa a medias entre elogiada y divertida por el nivel de paranoia que se cocía en ese lugar.

Su sonrisa hizo que deshiciera la mía a la neutralidad como si necesitara ser su negativo y no un reflejo de la misma emoción. Me gustó lo que vino a continuación.

— Me estas pidiendo que me deje torturar —le aclaré y me encogí de hombros—. ¡Lo que una llega a hacer por buena musica! —bromeé.

Y dicho lo cual volví a mirar mis runas nuevas — No dista mucho de los ritos de acceso a hermandades. Y si voy primero Mel se acojonará el doble —asentí convencida con la cabeza—.

— Vamos, no les quiero hacer esperar —empecé a sortear rosales de vuelta a las escaleras—. Putos sectarios, están de la olla —volví a reírme encantada—.

Cada vez me estaba quedando más sorprendida por lo que veían mis ojos. ¿Sun-yun y Milton, juntos? Pensaba que la chica estaba enamorada de Émille, pero sin embargo lo que estaba viendo ahora me hacía pensar en varias posibilidades. La primera, que el hecho de que hiciera parecer que le gustaba Émille era una tapadera. La segunda, que le gustaban los dos chicos.

La voz de Ella fue de nuevo la que hizo que dejara de mirar en dirección a la parejita y mi expresión se tornó confusa ante lo que dijo.

—Espera... No lo estoy entendiendo —dije primero, viendo la cara de Ella, mostrando preocupación—. ¿A qué te refieres con el interrogatorio? ¿Y con que me va a doler? —pregunté luego, recordando la frase que la pequeña Jo nos había lanzado a Sun-yun y a mí antes de separarnos. «¡Que no os duela mucho lo del Consejo!» resonó en mi cabeza con esa vocecilla tierna.

El chico te miró con seriedad cuando llegó tu broma, pero era evidente en su rostro que tu aceptación le aliviaba de alguna manera. En un primer momento te siguió cuando empezaste a caminar, pero no habías llegado a dar ni dos pasos cuando sentiste su mano rodear con delicadeza tu brazo intentando detenerte.

—Espera, Sun-yun —pidió, con un tono que indicaba que quería decirte algo más antes de que os reunieseis con el resto. 

Esperó hasta tenerte de nuevo encarada hacia él antes de seguir hablando y cuando lo hizo su ceño se frunció un poco.

—No debería decirte esto —comenzó, soltando el aire por la nariz, como si ya hubiera tomado esa decisión—. Pero van a insistir contigo por tu anillo. Tiene «algo» y aún no saben bien qué es. Querrán averiguar si sabes algo al respecto.

—Oh, por el Ángel —masculló la chica al ver tu confusión—. No te han explicado nada, ¿verdad? 

Se recolocó para encararse hacia ti sin llegar a levantarse y entonces suspiró entre dientes. 

—¿Sabes lo que es la Espada Mortal? —preguntó, pero no se paró a esperar tu respuesta, en lugar de eso siguió hablando con cierto tono de profesora—. Es uno de los tres Instrumentos Mortales que el ángel Raziel le otorgó al primer cazador de sombras. Con ella se puede obligar a un nephilim a decir la verdad. Algunos en La Clave creen que no habéis dicho todo lo que sabéis, así que van a interrogaros con la espada. —Hizo una brevísima pausa para aclarar—. Eso te dolerá un montón, pero si dices la verdad durará poco. 

Por el rabillo del ojo podías ver cómo Sun-yun comenzaba a caminar de regreso, pero apenas daba un par de pasos antes de que Milton estirase el brazo para detenerla con delicadeza y seguir hablando.