Partida Rol por web

Escucho ruido fuera, llaman a la puerta, más bien la golpean, el té tendrá que esperar. Murmuro un buenos días al Lord Carroñero antes de salir al patio, la bruma de la mañana lo envuelve, veo las figuras del resto, con pasos tranquilos camino hacia la puerta, esto es mi casa, escucho las voces de los aldeanos, son como los criados, todos son iguales, no saben, no entienden, arrugo ligeramente el entrecejo y compongo en mi rostro una máscara de seriedad que no siento en absoluto. Cierro y abro los ojos, respiro hondo antes de abrir la puerta y mirarles, sobretodo a los guardias, que son los mismos que ayer huyeron.

Vaya, después de huir como perros volvéis para contar mentiras.

Entrecierro los ojos y miro a los aldeanos, los conozco, a todos ellos.

Fue mi hermano quien asesinó a nuestros padres, y quien intentó matarme a mí, esos hombres que habláis tan sólo me defendieron. Callo un momento. No como vosotros.

Miro al Alguacil, no sonrío. Hay té preparado. Hago un gesto con la mano para señalar el interior. Podéis pasar y os contaremos todo. Miro al resto. Ellos pueden esperar en la puerta.

- Buenos días, Loto - saludó Riqueza a la recién llegada -. Vaya, parece que tenemos invitados - dijo sonriente al escuchar los golpes y las voces de las autoridades locales, percatándose de que la doncella tomaba las riendas y como dueña de la casa asumía las responsabilidades de la misma.

Asomado a una ventana de la cocina, siguió su avance hasta la puerta principal, así como sus duras palabras. Pero era joven e imprudente y su comedimiento habitual había cedido bajo el peso de las críticas que formuló, sin saber siquiera qué era lo que los guardias Ashigaru podían haber contado. Era muy probable que, si se habían ajustado a la realidad, el alguacil y demás autoridades locales se hubieran mostrado reticentes a creer en su versión de los hechos. Secándose las manos, dejó atrás la cocina para alcanzar a la muchacha.

- Buenos y propicios días, señor Alguacil - dijo acompañando sus palabras de una leve inclinación -. Dulce Loto, te ruego permitas que los guardias entren al patio de tu casa. La mañana es fresca y un buen té siempre alivia - dijo volviéndose hacia ella -. Además será bueno oir lo que tengan para decir, pues no se puede confirmar ni rebatir lo que no se escucha.

- "Dulce Loto, ¿podemos pasar?" - El Administrador del Regente en el Arrozal se muestra calmo y sosegado.

- "Mi señora, no hagáis caso a las habladurías de los aldeanos. Nosotros no hemos venido a acusaros, muy al contrario. Huimos porque ningún hombre que no fuera un verdadero héroe o un Escogido de los Dragones hubiera podido afrontar cara a cara el rostro de un Yoma sin retroceder. No pudimos evitarlo, aunque estamos profundamente avergonzados por ello, mi señora y suplicamos vuestro perdón." -

Los cuatro hombres se postran en el suelo ante Dulce Loto, con sus rostros a la altura de las sandalias de la muchacha.

- "Yo tan sólo quiero averiguar la verdad. Ha muerto un hombre de buena familia, inmediatamente después de la muerte de sus padres, todo ello envuelto en las más extrañas de las circunstancias.

Voy a tener que redactar un informe y enviarlo a la capital." -

- "¡Mirad que desfachatez! Sola y rodeada de hombres en su casa, bajo su mismo techo. ¡Menuda falta de decoro! ¡Que desvergüenza!" -

- "¡Y con sus padres recién enterrados! Revolcando por el fango el buen nombre de los Tien. Ha yacido cual baja meretriz en compañía de hombres extraños, de los asesinos de su propio hermano..." -

- "¡Mujeres! ¿Acaso no tenéis quehaceres que venís hasta aquí con estas habladurías? ¡Venga, marcháos de una vez y dejad a la Autoridad hacer su trabajo!" -

Mazo escuchó cada una de las palabras de toda la gente que se había congregado en la casa y decidió que las cosas estaban pasando de claro a oscuro. No había derecho alguno a acusar de nada a Dulce Loto, ella era la víctima, y todos los que allí estaban lo sabían muy bien.

Se levantó de dónde estaba, cogiendo su martillo del pomo y caminó a paso rápido hasta la entrada de la casa, lugar en dónde estaba toda la gente dando voces, y con esas voces, impedían la meditación del buen Mazo, que sólo quería descansar.

Cuando llegó, no levantó la voz al hablar, sin embargo, esta era aspera y ruda.

- ¿Qué está pasando aquí? - Dijo serio. - ¿Qué son esas acusaciones a Dulce Loto? - Miró serio a la campesina y a la aldenada, con el ceño fruncido. - Deberiáis dejar de hablar y de decir mentiras por esas bocas, o me veré obligado a cerrarlas yo mismo, ¿entendido? -

Las injusticias eran tan malas como las mentiras.

Mazo las odiaba.

- Señor Aguacil, Señor Administrador, ¿qué deseáis saber sobre Bambú? - Les comentó a los dos hombres que parecían dispuestos a escuchar. - Yo he sido el que lo ha matado. Dulce Loto no tiene nada que ver en esto. -

- Eso no es del todo cierto - dijo calmadamente Riqueza -. Nuestro fogoso guerrero no fue quien mató a Bambú, el hermano de Dulce Loto. Fue un demonio quien lo hizo al poseerlo, un Yoma si se me fuerza en exceso para catalogarlo. Triste, pero verdad. Los guardias Ashigaru aquí postrados fueron testigos de su transformación, al igual que algunos de los presentes. Nuestro guerrero mató al demonio, el demonio que dio muerte a los señores Tien, liberando así el cuerpo del hermano de Dulce Loto y dando paz a su atormentada alma. Creo que a nadie escapan los efectos de una posesión y salvo un exorcismo, nada podía salvarlo. Y en la situación vivida, tras revelar su verdadero rostro, era él o nosotros. Esa es la verdad, Alguacil y Administrador, de cuanto aquí ha ocurrido - concluyó, haciendo una nueva inclinación al finalizar.

-Tuviste el temple necesario para advertirlo y rechazarlo. No lo consiguió contigo...¿pero pudo alcanzar a alguno de nuestros compañeros? ¿Algún soldado de los que huyeron despavoridos? Quizá...No podemos estar seguros de lo contrario. Tenemos que estar atentos, puede que aún ande entre nosotros, o esté cerca al acecho de una oportunidad.

Entre sus parpados entrecerrados, pensativos y alerta, brilló durante un instante la llama de su fuego interno.

-Estuve demasiado ocupado intentando que Riqueza no atacara a Bambú. En ese momento no estaba seguro de que el fuera realmente un demonio y no quería derramamiento de sangre de inocentes, teníamos tiempo para desenmascarar al demonio, estuviese donde estuviese. No sabía nada de esa arma que porta Riqueza. Pero de aquí en adelante no me preocuparé de él, sabe lo que se hace. Y si, tienes razón. Ese arma es la única forma de saber con la suficiente antelación de la existencia de un demonio cerca de nosotros. Tenemos que estar alerta, compañero, no sabemos lo que nos tiene guardado el destino.

Unos gritos en la entrada principal resonaron entonces en el silencio de la mañana. Martillo Blanco se dirigió hacia ella y Emisario lo siguió.

Emisario llegó junto a Martillo Blanco a tiempo de hacerse una idea de lo que estaba ocurriendo allí. Guardó silencio mientras hablaban unos y otros y solo habló cuando los demás terminaron su exposición.

-Nuestros compañeros y la dueña de esta casa -dijo señalando a Riqueza Efímera, Martillo Blanco y Dulce Loto- han expuesto los hechos, igualmente lo han hecho los soldados de esta casa que estuvieron presentes anoche cuando el demonio se vio descubierto. Pero no llego a entender entonces una cosa... -hizo una pequeña pausa mirando al Alguacil y al Administrador-...pero antes de hablar más creo que no deben negar la invitación de Dulce Loto, el té se enfria.

Patán Sabio recibió consternado las últimas noticias. Si llegaron a enfrentarse a muerte, cualquiera podría haber salido herido de ahí, incluido Riqueza.

"Espero que vuelvan pronto"

Ahora, con más razón, Patán debía quedarse en la barcaza. Más tarde o más temprano se harían preguntas sobre los extraños que llegaron ayer y desembarcaron en el muelle.

El Administrador y el Alguacil entran en el patio de la mansión, junto a los guardias, que ocupan sus puestos habituales. Los guardias cierran las puertas y dejan fuera a los curiosos y curiosas del pueblo.

El Administrador acepta el té en su nombre y el del Alguacil.

- "He oído hablar de vos, mercachifle de río, y he de reconocer que sois elocuente, pero he venido a escuchar la versión de Dulce Loto de sus labios...

Decidnos lo que ha pasado, doncella, y no omitáis nada." -

Al acercarme a la puerta pude escuchar con mayor claridad las voces que venían del exterior. Cómo las gentes ociosas del pueblo en vez de estar cumpliendo con sus deberes haraganeaban buscando ser testigos de lo que allí ocurriese para después chismorrear sobre ello. Seguramente aquel incidente era lo más importante que había pasado en aquella zona en mucho tiempo y bien poco les importaba que en él una joven muchacha hubiese perdido a toda su familia.

Por suerte el buscar un culpable no estaba en las manos de aquellas gentes a las que poco les importaba la víctima y que ya tenían una culpable. Así que guardé silencio cuando Dulce Loto invito a las autoridades y continué así mientras ella les explicó todo. Del té poco bebí más que un par de sorbos mientras ella hablaba.

Riqueza no demostró si el calificativo de mercachifle de río le había ofendido o no. Limitándose a una nueva inclinación, se retiró un par de pasos, y guardó silencio. Sin embargo, algo debió cruzar por su mente, ya que volvió sus pasos hacia la cocina de donde salió un par de minutos después con una bandeja en la que podían verse seis tazas de té ya servido que ofreció a los guardias, al alguacil y al administrador.

- "Gracias." -

- "Arigatou." -

El Administrador mira fijamente a Dulce Loto, esperando su respuesta.

Miro a los guardias, arrodillados delante mío, suspiro, tampoco puedo negarles eso, yo también habría huído de Bambú. Levanto la vista al Alguacil y al Administrador, hago un gesto con la mano para que pasen dentro, mejor que se sienten, sentarme yo.

Sujeto una de las tazas de té después de haberles servido a ellos, miro el líquido verdoso del interior.

Llegamos por la noche, después de que Martillo Blanco nos llevara al cementerio, para enseñarme la tumba de mis padres.

Hago un gesto señalando a Mazo.

Luego vinimos aquí, no esperaba que Bambú hubiera vuelto, huyó la noche que mató a padre y madre, que intentó matarme a mí.

Suspiro largamente.

Me acusó de ser una Anatema, de haberles asesinado, exigió mi muerte, supongo que para que no quedaran testigos de su crimen.

Aún no he levantado la vista, mi tono es bajo, suave, duele, duele mucho, pero ahora se que no era él, que era ese Yomi.

Luego todo fue muy rápido, no se, se convirtió en eso, lo mismo que hace dos noches.

Me estremezco, bebo un poco de té.

Me quiso atacar, creo, pero Maestro Garra de Halcón se puso entre él y yo, se llevó un garrazo, pueden comprobarlo, aunque se lo he curado. Cuando terminó todo, Bambú estaba muerto, aplastado por el mazo de Martillo Blanco.

Ahora sí, levanto la vista, les miro, miro a los hombres que me han protegido.

Si no fuera por ellos, ahora estaría muerta, mi hermano se hubiera ocupado de eso, un demonio le poseyó.

Vuelvo a bajar la vista, una lágrima recorre mi mejilla.

Me fui porque los criados me dijeron que debía hablar con el administrador de la Capital, algo sobre heredar, algo sobre no poder hacerlo, no se, no puedo pensar en vivir en otro sitio, me he quedado sola, esto  es lo único que me queda, esto y poder dar un buen funeral a mis padres, a mi hermano.