Partida Rol por web

- Aunque Maestro Garra debería de estar paralizado de dolor, de repente salta con todas sus fuerzas proyectando una potentísima patada contra el pecho de Emisario del Dragón.

- Justo en ese mismo instante, Emisario da un grácil salto y golpea con la punta del pie en la mandíbula de Garra de Halcón.

- Garra de Halcón queda inconsciente y Emisario es proyectado varios metros de distancia, chocando contra una pared y estampándose contra el suelo.

- Poco después, Emisario del Dragón se levanta, bastante vapuleado, mientras que Garra de Halcón sigue tumbado en el suelo.

- El Dragón se ha impuesto sobre el Halcón.

- La resistencia física, fuerza bruta y potencial de Garra de Halcón han resultado ser impresionantes.

- La técnica de Emisario ha sido mucho más refinada, su táctica superior, sus ataques precisos, actuando casi con delicadeza.

- Ambos se han propinado mutuamente una cantidad similar de daño, pero Garra de Halcón ha caído porque su cuerpo es en esencia el de un humano (aunque dentro de los límites físicos máximos, para un mortal) mientras que Emisario tiene el aguante sobrenatural de los Dragones y puede resistir mucho más castigo físico antes de perder el conocimiento.

- Garra de Halcón ha hecho algo que caracteriza a los héroes en todas las leyendas: sobreponerse al dolor y a la derrota por pura fuerza de voluntad. En su ataque final utilizó todas sus fuerzas, pese a que en teoría debía estar impedido debido a la disrupción del chi provocado por el pinzamiento de sus chakras.

- En definitiva, el Halcón tiene un gran potencial y es bastante extraordinario, dentro de la escala humana. El Dragón no ha usado activamente sus poderes ni la danza de la espada, con lo que en realidad ha luchado con menos de la mitad de su efectividad total. Lógicamente, la diferencia de poder entre un Exaltado y un humano es abrumadora.

- ¡Magnífica pelea! - exclamó un Riqueza sonriente y palmeando alegremente -. Y confío que esto ponga fin a toda discusión de cara al futuro. Ha sido una lid limpia y elegante, los dioses son testigos - dijo al tiempo que miraba alrededor y vislumbraba un abandonado cubo lleno de agua y que algún criadio debió olvidar o abandonar precipitadamente cuando se inició el incendio al que en su momento hizo mención Dulce Loto. Decidido se dirigió hacia él, lo cogió y se dirigió donde había caído inconsciente Garra de Halcón. Sin brusquedad derramó el agua del cubo sobre el Maestro de la casa del Halcón -. Despierta, muchacho, despierta - dijo arrodillándose a su lado y palmeando su rostro -. Todo ha acabado, no es hora de dormir - sus dientes brillaron blancos en medio de su sonrisa.

Una pelea bastante pareja... para un humano... Pensó Mazo mientras continuaba apoyado en la pared.

Estaba bastante cómodo allí, por lo que no deseaba moverse más que para beber de su pellejo. Cuando terminó la pelea, levanto su pellejo de licor en señal de saludo a los que participaron en ella, aunque uno estuviera tumbado en el suelo más con un pie en el Yomi Wan que en la Creación, se merecía un brindis por como había actuado.

No se había amedrentado y eso a Mazo le resultaba impresionante.

Siempre hay que respetar a una persona que lucha hasta la muerte, aún sabiendo desde el principio que no puede ganar la batalla.

- ¡Excelente pelea! ¡Ahora bebamos por ambos luchadores! - Exclamó dándole otro sorbo a su odre.

Abrí los ojos desorientado para encontrar ante mí un rosto que al principio no reconocí. No hacía falta preguntar quién había vencido si era yo el que yacía en el suelo y el que había tenido que ser despertado. Sabía que no podía ganar, y aun así había tenido la esperanza de poder derrotarlo. Quizá fueran las incitadoras palabras del parroquiano ebrio, o el haber sobrevivido a la embestida y zarpazo del Yoma al que acabábamos de enfrentarnos…

Intenté ponerme en pie siendo entonces consciente de las magulladuras que cubrían todo mi cuerpo. De nuevo caí de espaldas, dolorido. Llevé mis manos a la cabeza apartando el sudor y agua con la que me habían despertado, aunque a lo mejor simplemente intentaba ocultarme de la vergüenza por haber perdido. Con resignación me limité a erguirme apoyando los antebrazos en el suelo para intentar buscar tras el rostro del hombre que me sonreía a Emisario del Dragón.

Había conseguido golpearle, dañarle, pero su estado en nada se comparaba con el mío. Además, mi situación no había cambiado demasiado: seguía sin nada al igual que al final del juicio solo que ahora tremendamente dolorido.  

- Sí, bebamos, bebamos…- dije con desdén tumbándome en el suelo y ocultando de nuevo los ojos tras las palmas de mis manos.

El salto, la patada, todo estaba friamente calculado. La técnica, afianzada en su interior tras años de entrenamiento, fluía casi de forma innata en su interior. La patada dio en el objetivo, la fuerza fue la justa que quería usar y, ahora que sus ojos enfocaban el cuerpo inconsciente de Garra en el suelo, se percató de que el efecto que había buscado lo había logrado. Dejar al hombre inconsciente. Pero algo no había ido como esperaba y, su mano apretando con fuerza su pecho para mitigar el dolor, era mudo testigo de esa sensación. Garra le había golpeado cuando casi él ya pensaba que sería incapaz de levantarse, había tenido la fuerza y el coraje de guardar fuerzas para embestirle con esa patada...

Calculó la distancia que los separaba a ambos, unos tres metros. Se volvió para observar la pared contra la que había impactado su cuerpo, a cierta distancia del suelo. Lo observó todo despacio, pensativo, mientras se desabrochaba parcialmente sus ropas de monje para ver como en el centro de su pecho comenzaba a aparecer un ligero tono morado que daría lugar a un hermoso hematoma.

Levantó la mirada cuando escuchó a Mazo y a Riqueza Efímera felicitarles por la pelea, o mejor dicho, por el espectáculo que acababan de dar.

Espero que esto sea suficiente para que ese hereje deje ya de importunar e intentar dejar las cosas donde no pueden estar. Quería lucha, pues la ha tenido y ha obtenido el resultado que debería ser... Dudó de su mismo pensamiento en ese instante viéndolo allí tirado, escondiendo su dolor tras sus ojos cerrados y cubiertos con sus manos, pero solo un instante y, en el siguiente, desechó un pensamiento que cruzó su mente.

El maestro se reiría de mí...El quería luchar y luchamos.

Se pusó de pie y no pudo evitar apretar fuertemente la mandíbula cuando apoyó su pierna derecha en el suelo y esta se resintió después del golpe que le había propinado Garra durante el combate. Cojeando levemente se dirigió a la puerta de la casa y se sentó en los escalones que conducían al interior observando como terminaban el odre de vino de Mazo. Observándolos a todos desde la distancia, pensativo.

Ha luchado con coraje, con valentía...y con fuerza ¿Más que la que podría tener un humano? ¿Ha sido solamente el afán de venganza el que lo ha llevado a luchar así? Es dificil saberlo...

Mazo. Ese arma no es normal que la porte un humano, ni tan siquiera yo podría con ella sin usar la fuerza del fuego. Y ese golpe con el que ha vencido al demonio...ha sido magistral. No eres un humano Mazo, no, no lo eres. El Dragón de la Tierra te ha vendecido

Ríqueza...tiene artilugios que detectan a los demonios y que los descubren y los hacen salir fuera del disfraz detrás del que se esconden. Tiene valor y mano firme, esta seguro de si mismo. Jugaba fuerte atacando así a Bambú con la muchacha delante. ¿Pero que hubiera ocurrido si su decisión hubiera sido errónea, sino hubiera sido Bambú el demonio que se encontraba cerca de él?

Emisario los observaba mientras pensaba. Era un grupo extraño el que había juntado el destino alrededor de Dulce Loto. Extraño, dispar, incongruente.

Recordó las palabras de su maestro, su sueño y volvió a sentir la misma preocupación que sintió aquel día. ¿Sería el capaz de reconocer a los héroes que le ayudarían si el sueño de su maestro era una visión de futuro? ¿Tendría él esa capacidad?

Emisarió negó. No tendría que tener capacidad, ni buscar respuestas, ni intentar adivinar el futuro.

Solo tenía que tener fé.

Salgo de la casa con una bolsa en la mano, revisar el piso superior ha sido rápido, todo quemado, tendremos que conformarnos con el piso inferior, las habitaciones de los criados y la de la guardia. No queda nadie, pero eso ya lo pensaré mañana. Observo a Emisario, parece dolorido, pero veo en el patio a Garra de Halcón en el suelo. No digo nada, pero bajo las escaleras, acercándome a él, recordando las palabras del monje, llego a su lado, sin decir aún nada me arrodillo a su lado en un gesto sencillo, suave, tal y como lo haría en cualquier otro sitio que no fuera el patio.

He encontrado las hierbas de mi madre, Maestro, dejadme ver esa herida.

Mi tono es suave, tranquilo, mis manos han dejado de temblar, rebusco dentro de la bolsa.

Gracias por no dejar que mi hermano me matara.

DULCE LOTO:

- Tirada de Inteligencia + Medicina para limpiar el arañazo del demonio y aliviar el dolor de las contusiones por la pelea contra Emisario.

- Dulce Loto limpia y desinfecta la herida causada por el demonio en el pecho de Maestro Garra de Halcón, evitando así que pueda llegar a gangrenarse.

- También trata eficazmente los moretones y contusiones, aliviando de sobremanera el dolor.

- Seguramente por la mañana, tras una noche de descanso, Garra de Halcón se sentirá mucho mejor.

Aparté las manos de mis ojos para ver junto a mí a Dulce Loto. Se había acercado a mí con la intención de aliviar el dolor de mis heridas tal y como había hecho sin pretenderlo en la posada.

- No es necesario que me lo agradezcas.- le dije poco antes de resentirme por un instante al notar el escozor provocado por las curas. - Lamentablemente no se puede proteger de otras heridas, que aunque no sangran, son más profundas que las físicas.

El resto del tiempo guardé silencio, apretando mis puños cuando el dolor se intensificaba, intentando evitar que se sintiese culpable mientras me curaba.

Una vez terminó intenté ponerme en pie, esta vez con éxito, y renqueando me acerqué a la pared más próxima en la que me apoyé para no caer de nuevo al suelo.

- Ahora soy yo el que debe darte las gracias. Gracias.

Riqueza había tomado el odre de Martillo Blanco y dio un sorbo a su contenido, lo cual provocó un inmediato acceso de tos.

- Por las vírgenes del templo de Shi-ang-poh - dijo una vez concluyeron las toses -. ¿Qué es esto? ¿Raíz de mandrágora con intestinos de gusarapo bañados en fuego? - preguntó tendiendo el odre a Martillo y con los ojos llorosos -. Puedo asegurar que bebiendo eso, debe crecer el pelo en zonas insospechadas. Si me das la receta o la dirección en que lo compraste quizás pueda venderlo como crecepelos.

Acto seguido bebió del cubo con el que había despertado a Garra de Halcón y que aún contenía algo de agua. Mientras, no le pasaron inadvertidas las silenciosas reacciones de los dos doloridos contendientes. Negó con la cabeza, frunciendo el ceño, dejando que su silencio acompañara a los cuidados que Dulce Loto regalaba a Garra. Sin embargo, el último comentario de este, provocó un sonoro bufido en este.

- Ya está bien - dijo con elevando el tono y con una expresión seria y austera -. He sido testigo, no, he arbitrado uno de los mejores combates que he visto en mi vida. Una pelea que no tenía otro sentido que el de restañar heridas y poner, muy especialmente, punto final a las diferencias entre dos guerreros de escuelas muy distintas. Pero lo único que veo es que quienes han vencido son la testarudez, la estupidez y la estulticia. Tan solo veo dos necios que recogidos en sus rincones se lamen sus heridas, pero conservan vivo su mutuo desprecio, cuando no su odio. ¡IDIOTAS! - exlamó sonoramente -. ¡Y os haréis llamar hombres! Tan solo debéis  mover un poco eso rígidos cuellos que soportan esas elevadas narices con las cuales parece que solo sois capaces de oler excrementos de gorrino y veréis el cuerpo muerto de un joven que fue poseído por un demonio. El joven hermano de esta mujer que ahora limpia tus heridas, haciendo acopio de un valor y una sensatez, superando su propio dolor,  que vosotros dudo lleguéis a alcanzar alguna vez en esta vida si es que vivís lo suficiente. Un joven que bajo el dominio de una fuerza a la que no pudo o supo hacer frente acabó con las vidas de sus propios padres y que solo por un azar de la vida, no ha acabado también con la de algunos de nosotros. Eso es grave. Eso es un problema. Esa es una tragedia. No vuestras inútiles diferencias. Si os comportáis estúpidamente, no puedo hacer otra cosa que llamaros estúpidos. Pero si reflexionáis, si os paráis a pensar, si dejáis de lado vuestro rancio y maloliente orgullo quizás deis algún valor a lo que habéis hecho, quizás percibáis el sentido de vuestra pelea y seáis capaces de estrecharos las manos como hombres que se respetan mutuamente. Sois adultos, comportaros como tales y dejaos de niñerías - concluyó para acabar rubricando sus palabras con otro bufido más sonoro aún que el primero.

Recojo lo que hay a mi alrededor mientras Garra de Halcón se levanta para terminar apoyado en una de las paredes. Suspiro. Niego con la cabeza.

Es lo mínimo que puedo hacer.

Apoyo una mano en el suelo para levantarme y dirigirme hacia Emisario del Dragón, que esté sentado en vez de tumbado no hace que no crea que pueda tener contusiones. Tan sólo he andado dos pasos cuando el Lord Carroñero empieza a hablar, su tono es claramente recriminatorio, no, no sólo recriminatorio, escucho claramente como sube ese tono, hasta casi gritarles. Niego, no se por qué han peleado, es algo que tan sólo les atañe a ellos.

Hay arroz y verduras en la despensa, no es necesario ir a la posada para cenar, hay camas de sobra para todos, entre los aposentos de los soldados y los de los criados.

Levanto la mirada hacia la parte superior de mi casa.

Arriba está todo quemado.

Suspiro de nuevo, sigo caminando hacia donde me dirigía. Me paro al principio de la escalera.

Dejadme mirar vuestras contusiones, Emisario.

Necesito seguir centrándome en este tipo de cosas, no pensar en el cadáver de mi hermano, no pensar en que padre y madre efectivamente están enterrados, no pensar en qué va a ser de mí ahora, ni qué va a ser de esta casa, mañana, mañana pensaré en ello.

Emisario asistió a la verborrea dialectica que, fuese lo que fuese lo que había en el odre de Martillo Blanco, había provocado en Riqueza Efímera.

-Vaya, me gustaría conocer cual es el contenido de ese odre -dijo Emisario levantándose y evitando echar demasiado peso en el pie de la rodilla que le molestaba- te desata la lengua de una forma muy peculiar.

Guardó silencio cuando vió a Dulce Loto abandonar la vera de Garra de Halcón y dirigirse hacia él con la intención de ayudarle con sus heridas. Levantó sus manos y las interpuso entre ellos dos, agarrándo sutilmente las manos de la muchacha.

-No se preocupe por mi muchacha, estoy bien, agradezco su intención pero no tengo nada de importancia que merezca que pierda su tiempo en mi-sus palabras eran francas y fueron dichas mientras que volvía a cruzarse parte de su traje de monje tapando el lugar en el que le había golpeado Garra en el pecho y que antes había descubierto parcialmente- aunque si te agradecería una taza de ese té que has preparado, hasta aquí llega su aroma y es verdaderamente bueno. Vamos a hacerle caso a Riqueza...-terminó de decirle indicando con un leve gesto de su cabeza a su oponente en el combate.

Con una inclinación, dio las gracias a Dulce Loto por haberse interesado por él antes de encaminar su paso, acompañado de una leve cojera, hacia Garra de Halcón.

-No es odio lo que me ha llevado a este combate, sino la promesa de realizarlo cuando me él lo propuso -dijo respondiendo en parte a Riqueza- Nunca hay que decir que no a una propuesta semejante y ahora era un buen momento de llevala a cabo. Esto es totalmente aparte de lo que ha ocurrido en esta casa, es algo solo entre nosotros dos -miró entonces directamente a Garra de Halcón, a escasa distancia de él- No es el resultado que querías, Garra de Halcón, pero has luchado bien, mejor de lo que me esperaba...

No le tendió la mano, combate realizado o no, él seguía siendo un simple hombre seguidor de una escuela hereje, pero algo en tono de voz demostraba que la sorpresa por la desenvoltura y la fuerza de su oponente era cierta. Pero no lo reconocería en voz alta, no por un solo combate, no por una mera sensación.

VAN PASANDO LAS HORAS Y LA NOCHE DEJA PASO AL DIA...

Mazo se desperezó y lentamente, abrió los ojos.

Estaba cansado, por el viaje, y por el combate, pero el sueño reparador de esta noche lo había dejado nuevamente, como nuevo.

Salió al exterior, para que le de el aire, mientras estiraba sus músculos debajo de su pesada armadura.

No podía dormir con ella puesta, por que se levantaría todo amortiguado, pero sólo por eso, sino lo haría sin pensarlo.

Se agachó y cogió unos guijarritos de piedra, para destrozarlos con la mano mientras se acercaba a un árbol y se apoyaba en el, con un pedacito de rama en la boca, esperando que los demás hagan su aparición.

-Si te diera esta piedra, ¿podrías hacer lo mismo que con los guijarros? - la voz de Emisario sonó queda en el silencio de la mañana y fue acompañada del silbido de una piedra de mayores proporciones que este lanzó en dirección a Martillo Blanco cuando este miró en su dirección.

Emisario estaba sentado tranquilamente a los pies de un árbol a unos cuantos pasos de el, tan en silencio, tan sumamente quieto, que el marrón de su traje de monje podría pasar completamente desapercibido, mimetizado con el marrón del enorme tronco del árbol que le daba sombra a esas horas de la mañana. Por su expresión, podría llevar allí cinco minutos, varias horas o toda la noche.

AÑO: 761.

LUNA: Menguante.

ESTACION: Aire.

MES: Aire Ascendente.

DIA: 3.

HORA: Por la mañana.