Partida Rol por web

TRANSCURRE EL RESTO DEL DIA Y DE LA NOCHE.

Tras el descanso nocturno, los marineros preparan el shampang para reanudar la navegación fluvial con destino a Pueblo de Mu.

- "Calculo que tardaremos todavía dos días enteros en llegar, contando el de hoy." -

Martillo Blanco se estiró y abrió lentamente los ojos mientras aún seguía con la espalda apoyada sobre el mástil. Al final, lo había pasado relativamente ocupado remando para que la embarcación ganara un poco más de velocidad, sin embargo, tampoco creía que había hecho demasiado. Sin embargo, el entrenamiento le había venido muy bien para que sus músculos no se agarrotaran por no hacer nada.

Se levantó y miró al cielo, recordando que durante la noche, sólo vió estrellas en el firmamento.

No había luna.

O sí había, pero no se veía. Eso sólo significaba una cosa... la luna nueva. Los Yomas estarán contentos, ya que según dicen, es cuando nuestros amigos demonios se vuelven más fuertes. Y por eso debían darse prisa en llegar a Mu, ya que los otros dos se iban a enfrentar a tres Yomas y eso, quiera o no, iba a ser difícil hasta para Mazo.

Sí, difícil. Seguro.

Igualmente, Martillo Blanco se despertó completamente y sonrió a los marineros que estaban allí trabajando e intentando que la embarcación fuera lo más rápido posible.

- Buenos días, amigos. - Dijo Mazo a los que allí se encontraban. - Bonita mañana, ¿no es así? ¿Cuántos días faltan para llegar? Tenemos que darnos prisa antes que el tema se vuelva incontrolable para nuestros amigos en Mu. -

¿Dos días? Contando el de hoy... bien... tenemos dos días de viaje...

Se estiró en la cubierta, moviendo un poco los brazos y las piernas e hizo crugir los huesos de su cuello en un movimiento algo mecánico.

- ¿Dónde está ese remo? - Dijo al fin. - Tenemos que darnos prisa, mucha prisa. -

MEDIA MAÑANA.

Mazo pensó que lo del remo, si bien podía ayudar, tampoco era para tanto. La embarcación iba lo más rápido que podía sobre el río y por más que remara a todo pulmon durante horas, lo único que iba a lograr es que sus músculos crecieran más y más hasta volverse aún mas fuerte.

Y eso no era algo que le molestara, pero no sólo de trabajar y de hacer fuerza vive el hombre.

Caminó hacia la parte delantera del barco, teniendo mucho cuidado para no caerse y se sentó allí, bajo la luz de los ténues rayos solares a meditar sobre lo ocurrido y sobre los pasos que debía realizar a partir de ahora.

El enorme hombre cerró los ojos y comenzó a recordar las enseñanzas del Templo.

Controlar la respiración y los latidos de su corazón, para lograr un estado de concentración y así, poder meditar con tranquilidad.

Sentía como las gotas del río le salpicaban el rostro y el cuerpo, y eso, le hacía sentir mejor. Recordó en ese momento al Dios Hu. El dueño de este río. También recordó que en algún momento podría pescar en ese río si la situación lo requería, pero lo más importante era otra cosa...

Llegar rápido a su destino.

Con los ojos cerrados, y estrujando unas piedrecillas entre sus dedos índice y pulgar de cada mano, intentó rezarle al Dios Hu.

Mazo no era un hombre muy creyente, pero sabía que si en algún momento el Dios del río lo escuchaba, podría hacer algo por ellos.

¡Oh, Dios Hu! ¡Dios del Río! Escúchame, te lo suplico. Mi nombre es Mazo, Discipulo del Dragón. Sé que sabes cual es nuestra misión, eliminar a los Yomas de esta región. Sé que tambíen conoces mi pasado y que ahora mismo quiero enmendar todos los males que antes he causado. ¡Te pido tu bendición! ¡Te pido que nos ayudes a llegar lo más rápido posible a nuestro destino! ¡Prometo una ofrenda de dos animales! ¡Juro que ni bien regresemos a la hacienda de Dulce Loto buscaré dos animales y los sacrificaré en tu nombre! ¡Y te los entregaré a modo de agradecimiento tanto si puedes ayudarnos como si no! Sé que eres poderoso y que en tus manos está nuestro destino, y te estoy agradecido por dejarnos navegar por tus aguas. Muchas gracias por tal honor, Dios Hu.

Mazo siguió rezándole al Dios del Río durante varias horas, sin prestar atención a lo que lo rodeaba.

Cuando subimos a la embarcación me dirigí en cuanto pude al camarote, como en el viaje anterior sería donde yo dormiría. Necesitaba estar sola durante un tiempo y pensar en todo lo que había pasado. Tendría que empezar a asumir, aunque no me gustara, mis nuevas habilidades. No sabía de donde habían salido, pero allí estaban y poco a poco comenzaba a controlarlas, aunque no de forma clara todavía. No sabía mucho de los anatema, tan solo alguna leyenda que había oído, pero estaba claro que debería tener cuidado. La gente los consideraba peligrosos e incluso muchos estarían dispuestos a matarme solo por ese hecho, sin tan siquiera preguntar si yo tenía algo que ver con las antiguas leyendas, también a todos los que me ayudaran. Mientras pienso en todo esto ordeno mis ropas y las coloco en un estante del camarote. Me tomo un instante para admirar el kimono nuevo que me ha regalado el joven. Sin lugar a dudas es muy hermoso, mucho más que el que se había estropeado.

Tendré que tener cuidado con él, no creo que la próxima vez tenga tanta suerte de obtener otro. Eso me hizo reflexionar que si seguía enfrentándome a demonios acabaría sin kimonos. Había tenido suerte la primera vez en no haberme manchado, sin lugar a dudas.

Miro a mi alrededor, como un instinto para asegurarme de que realmente me encuentro sola. No quiero que nadie me vea hacer esto.

-Ashura. Digo bajo, casi para mi misma, pues no quiero que nadie me oiga. Me miro las manos y la oscuridad de la habitación, no ha pasado nada. Ashura. Repito un poco más alto, aunque no mucho, no quiero que me oigan desde afuera. Sigue sin ocurrir nada. ¿Acaso ya no funciona? Las dos veces que lo hice fue ante un demonio, quizá solo me pase cuando estoy cerca de uno de ellos. Si es así mi secreto estaría a salvo siempre que no haya demonios cerca y Martillo Blanco guarde silencio. Tengo que hablar con él. Quizá pueda aclararme algo en todo este asunto.

Me aliso la ropa y me retoco el pelo un poco antes de salir. Veo a Martillo Blanco sentado en la parte delantera del barco, parece pensativo. Me acerco a él y me quedo a su lado. Le hago una pequeña reverencia antes de hablarle.

-Señor Martillo Blanco. Me gustaría hablar con usted si me lo permite.

No quiero interrumpirlo, pero hay demasiadas dudas revoloteando sobre mi cabeza y él es la única persona que puede ayudarme a arrojar un poco de luz.

MAZO:

- Percibes la hostilidad del dios de río. Al parecer los dioses no se sienten muy predispuestos hacia los Hijos de los Dragones. Tal vez porque los monjes inmaculados siempre están negando la divinidad y sólo reconocen como seres supremos a los Cinco Dragones Elementales.

- De todos modos, tienes la sensación de que vuestro viaje ya está siendo favorecido, de todas formas.

Mazo abrió los ojos agradecido. Iba a hacer lo que había prometido sin dudarlo, aunque los Dioses no se llevarán bien con él o con su "especie". Y cuando abrió los ojos, allí estaba Dulce Loto. Había escuchado su voz durante su meditación y sabía que necesitaba hablar con él.

- Siéntate a mi lado, pequeña. - Le dijo dándole unas palmadas al suelo de madera junto a él. - ¿Qué es lo que te sucede? -

Hago un pequeño gesto de agradecimiento y acomodándome el kimono me siento con las piernas arrodilladas junto a Martillo Blanco. Antes de hablar me aseguro que los marineros no se encuentran cerca y que no van a escuchar la conversación. A pesar que se encuentran ensimismados en las tareas de gobernar el barco no hablo muy alto.

-Es... Es sobre lo que sucedió durante el encuentro con los yoma. Digo en un tono avergonzado y mirando hacia el suelo. Me temo que el Joven señor tenga razón, debo ser una anatema. Un nudo se me cruza en la garganta al decir esas palabras, era casi una sentencia de muerte. La luz que desprendía, no era la primera vez que pasaba, cuando mi hermano me atacó, antes de huir, también lo hice, aunque en aquella ocasión no sabía que había sido yo la causante, debe ser una especie de reacción cuando un demonio me ataca, pero no se como lo hago. Hago una pequeña pausa para coger aliento. No quiero morir, pero se que estoy en peligro, y cualquiera que me ayude también lo estará, comprenderé si quiere renunciar a ser mi tutor. Espero que al menos me deje seguir viva, aunque si quisiera matarme podría haberlo hecho ya... Me quedo en silencio esperando la reacción y respuesta de Martillo Blanco.

Mazo esbozó una sonrisa y miró a un lado y al otro antes de hablar con la muchacha.

- Verás, Dulce Loto, yo también estoy en peligro. Sabes ya mi verdadero nombre y sabes que tengo un enemigo... bueno, digamos que un grupo de enemigos que me quiere muerto. - Dijo Mazo. - Lo mismo que te pasará a ti si esto sale a la luz. -

El grandullón se giró hacia ella, aún sentado en el barco, para poder mirarla a la cara mientras le hablaba.

- Todos tenemos un pasado, en tu caso, creo que también lo tienes. - Continuó. - Verás, cuentan las leyendas que los Anatema, los Elegidos por el Sol, eran terribles demonios que asolaban el mundo causando muerte y desolación. Claro que estas son las leyendas que nos cuentan los Monjes Inmaculados, y bueno, por decirlo de alguna manera, ellos no se llevan bien con los Anatema Solares. En tu caso, es muy probable que el espíritu de un Anatema te haya elegido como recipiente, y eso, querida mía, es lo que creo que ha pasado. Ese espíritu está comenzando a salir a la luz. -

Martillo Blanco apoyó su mano sobre el hombro de la pequeña Dulce Loto, sin dejar de sonreir, y continuó hablando sobre lo que le había sucedido a la muchacha. No es que sabía mucho sobre el tema, pero lo poco que había aprendido mientras entrenaba con los monjes, por ahora, debía ser suficiente.

- A mi, esas leyendas me parecen una verdadera chapuza, me da igual lo que hayan hecho hace miles de años, o siglos o décadas, tú no me has hecho nada, ni ninguno de ellos, así que no tengo nada contra ti. Lo que quiero decir, nunca había conocido a un Anatema, no he tenido la ocasión de luchar contra uno. Creo que mi abuelo si, pero no me ha contado nada al respecto. Igualmente, por lo que a mí respecta, tu sigues siendo mi pupila y seguiré entrenándote en lo que pueda todos los días hasta que decidas qué hacer con tu vida. No voy a dejarte tirada, porque, quieras o no, nuestros destinos se han unido por alguna razón. Ambos seremos perseguidos si se conoce nuestro secreto, por eso, creo que ni bien regresemos a la Hacienda, debemos hablar con Riqueza. Seguro que él y Patán Sabio nos pueden ayudar y podrán decirte qué es lo que realmente te pasa. Aunque para mí no hay duda alguna, eres una Anatema... -

Mazo se quedó callado por un momento y frunció el ceño.

- Anatema... no me gusta esa palabra. Eres una Hija del Sol, eso es lo que eres. Y si alguna vez sientes la necesidad de luchar conmigo, será para mi un honor cruzar armas contigo, pero para eso, creo que falta algo de tiempo. ¿He respondido a tus dudas? Lamento no poder hacerlo mejor pero ya sabes... - Mazo se golpeó un par de veces la sien derecha con su dedo índice. - No hay nada más que sacar de este viejo roble, querida. -

Hija del Sol, eso suena bien.

Sonrío tímidamente. Las palabras del hombretón logran reconfortarme en cierta medida, al menos no tenía intención de matarme ni desprenderse de mí y eso era más de lo que podía esperar en mi situación.

-Gracias Martillo Blanco, vuestros secretos también estarán a salvo conmigo.

Era una buena idea hablar con Riqueza Efímera y Patán Sabio, ambos seguramente sabían muchas cosas que podían ser de utilidad y confiaba en que tampoco tuvieran intención de hacerme daño. Aunque ahora que sabía que Martillo Blanco seguiría a mi lado sentía que las cosas saldrían bien y me encontraba más animada. Aunque fuera de forma vaga al menos había arrojado una explicación. Todos esos sueños... Debe tratarse de ella.Otra duda me carcomía.

-¿Pero que pasará si me transformo en presencia de el Maestro Garra de Halcón o del Emisario del Dragón? No estaba nada segura de la reacción de ellos. No los creía capaces de hacer daño a una niña, pero no era tan seguro con una anatema. Era más una reflexión en voz alta que una pregunta, dudaba que Martillo Blanco pudiera atisbar la respuesta más que yo, al fin y al cabo los conocía casi tanto como yo.

Mazo volvió a sonreir.

- No sé. - Dijo sincero. - Pero tengo la ligera impresión que tal vez su reacción sea la misma que la mía. Además, ten en cuenta que están más preocupados por ver qué escuela es la mejor o en sus propias pullas, y son incapaces de ver la realidad tal como yo o tú la podamos ver. -

Se encogió de hombros y miró hacia el horizonte, a lo lejos, justo dónde el río se perdía en una fina línea.

- Así que tampoco deberás preocuparte por ellos. Si acaso intentan hacerte algo, estaré a tú lado. No puedo permitir que a mi pupila le suceda algo. Si hacen algo fuera de lugar, se las tendrán que ver conmigo y te aseguro que sea como fuere, ellos saldrán muy mal parados en un combate singular. -

Volvió a mirar a los ojos a su pupila, a la joven Dulce Loto y asintió.

- Supongo que debes conseguir entrar en contacto con el alma del Anatema que vaga dentro de ti. Si es una posesión como dicen las leyendas, lo que sea, está dentro de ti. Sólo está en tu poder alcanzar esos recuerdos y traerlos a la realidad. ¿Por qué no meditas conmigo? -

-A veces se me aparece una mujer en imágenes. ¿Crees que así puedo conseguir saber que quiere de mí? La idea de Martillo Blanco parecía buena. Dime que tengo que hacer. ¿Tan solo estar aquí sentada con los ojos cerrados y esperar? Nunca había intentado meditar y no sabía muy bien como había que prepararse para ello. Había escuchado que algunas personas podían alcanzar estados superiores mediante las meditaciones pero creía que eso era algo reservado para los sabios o los maestros.

Esperaba que las suposiciones de Martillo Blanco fueran ciertas y tanto Emisario del Dragón como el Maestro Garra de Halcón reaccionasen de buena forma, no quería que se metieran en problemas por mi culpa, y si intentaban hacerme daño tendrían un gran problema en forma de mazo. Sigo atenta todas las indicaciones de Martillo Blanco e intento imitarle adoptando la misma posición que él.

- Bien, ponte cómoda. - Dijo Mazo. - Siéntate y relájate. Tu mente tiene que olvidarse de todo, no pienses en nada y respira muy tranquila. -

Martillo Blanco apoyó su mano sobre el pecho de la muchacha, justo debajo de su barbilla.

- Inspira... así, muy bien. Ahora mantén el aire unos segundos dentro, no más de tres. Bien, ahora expira. Así, por la nariz, hinchando el pecho. -

El grandullón quitó su enorme mano del pecho de la muchacha y se sentó a su lado, pero en cambio, él lo hacía con los ojos abiertos.

- Relaja tu cuerpo y vacía tu mente. Recuerda lo que ha sucedido la noche anterior, piensa en esa palabra, en esa palabra que has gritado con fuerza e intenta mantenerte tranquila. Yo estaré aquí para cuidarte. -

Sigo todas las indicaciones de Martillo Blanco. Intento relajarme lo más posible mientras cierro los ojos y comienzo a coger y soltar el aire al ritmo que me marca con la presión de su mano. Al principio me cuesta mantener constante el movimiento, pero poco a poco lo consigo. Entonces Martillo Blanco retira su mano y me deja libre. Intento recordar todo lo que pasó anoche. La conversación de Martillo Blanco con los yoma y como de repente en mi mente aparece aquella palabra. Ashura. Después toda la lucha encarnizada y los demonios destrozados por el mazo de Martillo Blanco.Intento mantener la calma y seguir concentrada. Vuelvo a respirar con calma después de un pequeño sobresalto. Ashura. Ya había repetido esa palabra en el camarote y no había dado ningún resultado, pero quizá con este método consiguiera ponerme en contacto con ella, la mujer de mis visiones. Intento materializar en mi mente la imagen de la dama que se me aparece, quizá así pueda encontrarla y hablar con ella.

PRIMERAS HORAS DE LA TARDE.

Intento concentrarme con todas mis fuerzas pero a pesar de eso no consigo nada, este ejercicio no parece funcionar en absoluto. No se cuanto tiempo he pasado intentándolo, pero parece que alargar la espera resultará inútil.

Quizá no pueda comunicarme con ella, tan solo ella conmigo y cuando quiere.

Lo cierto es que las imágenes no acudían a mi amenudo, afortunadamente por otro lado, pues siempre resultaban inquietantes. Abro los ojos esperando encontrar a Martillo Blanco también meditando, pero para mi sorpresa se encuentra enfrente de mi con los ojos abiertos.

¿Me está mirando? No sabría decir si a pesar de mantener abiertos los ojos su mente se encuentra aquí o está en algún tipo de trance. Decido no hablar por si acaso. Sin embargo le sonrío y espero su reacción, si no está meditando seguro que me dice algo.

Si no se mueve me levantaré despacio para no molestarle.