Partida Rol por web

Racktar por inercia y siguiendo al grupo se fue con la pata, se sentía extrañado de la ofrenda de la Pata dándoles huevos, pero intrigado por Jugtar, todo indicaba que debían volver a verlo, si era un Mago al parecer era uno muy poderoso, en el fondo Racktar esperaba no tenerse que enfrentar con él, o por lo pronto, no aun.
-Cual es su nombre señora Pato, veo que no solo Jugtar le dio el don del habla si no también la inteligencia y conciencia necesaria para entender el mundo.

Siguiendo las indicaciones de la pata, Margrave recogió los huevos.

Aquella sensación de relax poco a poco se iba desvaneciendo, permitiendo que aquel ceño fruncido regresara a su rostro. Y era normal, pues volverían a verse con las lagartijas.

Escuchó las palabras de la pata, aunque no le supo encontrar respuesta a lo que le decía. 

- ¿Cómo sabemos que no nos atacará? La última vez que nos vimos, por poco nos mata.

—Patricia. Mi nombre es Patricia. O al menos así me llama Jugtar. Antes de aprender a hablar no tenía nombre. ¿Y el suyo cuál es? 

—Con Jugtar hagan como prefieran. Yo creo que es bueno. No me imagino por qué habrán peleado. Pero allá ustedes. Si van a pelearse no me involucren a mí, por favor, que no soy buena en el combate.

Anselmo se adelantó un poco más en dirección del mago... después le habló: - ¡EH JUGTAR!, SOY ANSELMO, ¿ME RECONOCE? Lo vi cuando me hundía en el agua, usted me dio una espada y maté al dragón... Comentaba Anselmo mientras se acercaba un poco más, pero intentando guardar las distancias.

El duende alzó la vista al escuchar su nombre y se sorprendió de de oír a Anselmo, o quizá fuera algo que dijo.

—Ey, hombre, no grite así si no quiee alertar a todos los lagartos de la isla.

Saltó sobre los arbustos. Un salto sorprendentemente alto dada su escasa estatura. Y se acercó al grupo cogiendo como la otra vez un saquito de su cinto pero sin exparcir las cenizas, y caminó de costado para irlos rodeando sin perderlos de vista.

—Dime, gordinflón, cómo es que sabes mi nombre. Y quién te ha dicho del dragón.—Al ver a la pata finalmente se le relajó el rostro, y la muñeca suspicaz casi llegó a parecer una sonrisa.—Ah, claro, Patricia les ha contado. Bien, de todos modos, aunque hayan intentado engañarme, creo que podemos hablar.

Sólo un instante apartó la vista de los héroes para verificar que los lagartos no habían detectado su presencia.

—Si tenéis voluntad de enfrentar al dragón, quizá yo pueda datos un poquitín de consejo para no morir calcinados.

Esta vez habló en susurro al enano rojo acercándose a él en plan amistoso. - No haga conjeturas le contaré como sé su nombre y lo del dragón. Me metí en el rio para coger el cuerpo muerto de uno de nuestros camaradas que se encontraba allí flotando, de vuelta un rayo de luz me dio directamente en la cara y de pronto ya no estaba en el agua. Estaba en un túnel oscuro, mis ropas aún chorreaban agua, agua que se escurría bajo mis pies para irse a depositar en una charca a mis espaldas, al frente, un pasadizo que parecía no tener fin. Desde esa infinita extensión una brisa fresca y perfumada me dio en la cara. 

Entonces horrorizado por encontrarme en aquel lugar de repente corrí mientras gritaba socorro, y corriendo por el túnel es cuando le vi con las mismas ropas anaranjadas, al principio creí que vos avanzaba hacia mí, pero luego me di cuenta de que era yo el que avanzaba como si una fuerza sobrenatural me empujara. Entonces me dijiste bienvenido creo que has dado con la salida, toma necesitarás esto para matar al dragón y de repente sacaste una espada y en ese momento supe cómo te llamabas. 

Cogí la espada y seguí corriendo con la espada hacia delante, usted se había hecho a un lado del camino y frente a mí apareció el dragón, cuyo cuerpo ocupaba casi todo el ancho del túnel, con sus alas plegadas y sus ojos fijos en mí. Ojos luminosos, con pupilas negras como el abismo y como las de la serpiente.

La cabeza del dragón cayó de un solo tajo, como si fuera un legendario caballero cazador de dragones, entonces apareciste tú y me dijiste muy bien hecho. Ahora sigue por el túnel y serás libre y serás sano y serás salvo... y te arrodillaste y bebiste la sangre de la bestia.

Continúe por el camino, hasta la boca del túnel donde me sorprendió una luz que se colaba entre las hojas de los árboles. Cerré los ojos y puse la cara para que me irradiasen esos tibios rayos de sol, aspiré profundamente ese agradable perfume a pinos. 

Después abrí los ojos para ver como vomitaba agua salubre estaba en tierra, y ahí estaba el río como si me hubiera ahogado y algún compañero me hubiera sacado de morir ahogado. Y también es cuando encontré a este pato. 

Margrave decidió quedarse atrás y dejar que Anselmo hablara con Jugtar, aunque siempre con la daga a mano. Disimulaba haciendo como que jugueteaba con ella, sosteniendola entre las puntas de los dedos.

-¿Engañarte?-Margrave frunció el ceño, sin estar seguro de si se refería al anterior encuentro que habían tenido con el extraño hombre.

—Es difícil de creer lo que tú amigo el gordinflón dice.— Jugtar se seguía acercando con paso dudoso.—Pero de alguna manera ha acertado en que yo ansío la sangre del dragón. El único motivo por el que trabajo para él es la esperanza de en algún momento conseguir esa sangre. No me importa si lo matan o no. Pero si van a intentar enfrentarlo, puedo ofrecerles asistencia. ¿Quieren una espada? Puedo conseguirles. Y si me traen algo de su sangre, puedo ofrecerles algo a cambio. ¿Un camino seguro para salir de la isla? Puede ser que conozca uno. Mi precio es un vial de sangre de dragón.

El duende se irguió amenazante, aunque aún así no superaba la cintura de los humanos.

—Pero ni se les ocurra delatarme con esas lagartijas. La mitad de ellas no entiende el idioma de ustedes, y la otra mitad no les creerá.

Racktar observaba la escena, si bien confiaba en su grupo, el ser Jugtar no le inspiraba confianza, aunque lo interesante es que no sabía de la visión de Anselmo, pero al no saber que decir por el momento se dedicó a quedarse a un lado de patricia y vigilar con atención los movimientos y palabras de Jugtar.

El ofrecimiento de aquel extraño hombre era interesante. Así que sí había un dragón, de los de verdad...

-De nada nos sirve un camino seguro fuera de esta isla si seguimos apestados.-explicó Margrave.-Y sin embargo, aquí nuestro amigo se ha curado de repente. ¿Sabes algo al respecto?

- Seguiré mi visión señor Jugtar me crea o no, así que me comprometo a traerle el vial del dragón si me da esa espada especial capaz de enfrentar un aliento de fuego sin salir chamuscado, saldremos ganando los dos, vos por su vial y nosotros por tener una escapatoria. Trato hecho señor Jugtar. Las visiones, y en particular la visión que he tenido yo, no sé si algunos de mis compañeros habrán tenido alguna, en ese caso, comentó mirando a sus compañeros, sería cuestión de poner todas las cartas sobre la mesa, y así destapar este dilema, la divinidad alguna vez se comunica mediante sueños a sus profetas, para así darle una salida a él y a los demás. Comentó el fraile satisfecho, aunque miraba con algo de temeridad al enano, parecía algo más grande y poderoso, y por un momento creyó que las lagartijas poco podían hacerle a aquel enano capaz de manejar la magia con un chasquido de sus dedos. 

Anselmo nunca había destacado por su inteligencia y cuanto Margrave habló de la extraña enfermedad que los aquejaba, y que el enano nada había hecho al respecto. Se sonrojó... aunque según su visión dijo el enano que tras matar al dragón que si salían por ese túnel serían salvo, el túnel después de matar al dragón les sanaría a él y a sus compañeros... lo había dicho momentos antes... pero aguardó la respuesta del enano, y calló debido a que ya había hablado demasiado de sus sueños, y no quería colerizar a alguno de sus compañeros con esas visiones y por tanto que el castigo divino recayera sobre ellos. Para Anselmo como para cualquier religioso las visiones eran una bendición divina, y debía de guardar el sumo respeto hacia ellas. 

—Sí tengo una espada. Y puedo reforzarla con algo de magia para darles mejor oportunidad  para herir al dragón. Respecto de la enfermedad, pues sí es posible que algo sepa, y me ocuparé de ello. Si me consiguen esa sangre ya no tendré más necesidad de trabajar para el dragón. Pero un escudo que proteja del aliento del dragón, eso es algo que nunca he intentado, podríamos hacer un experimento. Adivino que hay uno de ustedes entendido en magia, podremos hacer algo juntos.

Jugtar volvió a mirar hacia la cueva con preocupación.

—Pero hasta que no esté hecho el trabajo no debo delatar mis intenciones. Os veo en mi laboratorio. En la cueva, por el túnel de la izquierda, el único donde siempre hay una antorcha encendida. Desde que ustedes se llevaron los caballos no han podido bloquear la entrada. Para ingresar sin encontrarse con los lagartos os recomiendo dos opciones. Una, ir justo antes de que los primeros rayos de sol entren a la cueva, en el momento más frío los lagartos de guardia se quedan dormidos. La otra, ir luego del mediodía, cuando por el calor la mayoría de los lagartos busca las galerías inferiores donde se acumula el agua de lluvia para refrescarse, entonces hallarán poca resistencia.

—Vayan cuando vayan, estaré esperando. Ahora debo volver antes de que empiecen a sospechar.

Y dicho esto volvió a la cueva agitando un ramillete de hojas que recogió apresuradamente.

Racktar que se encontraba atento a la conversación de la cual no buscaba ser partícipe, de pronto escucha las palabras de Jugtar, al parecer está al tanto de que en el grupo alguien más controla la magia, pero como en ocasiones dentro de su pasado, la curiosidad por saber y aprender más le vuelve a ganar.

-Señor, yo entiendo algo de magia.

Racktar no puede evitar que su rostro muestre este destello de emoción, pese a que trata de disimularlo lo mejor posible, aprender a realizar un escudo que los proteja del fuego de dragón es muy emocionante; Por lo que esta decidido a acompañar a Anselmo al laboratorio de Jugtar.

-Señor Margrave, usted que opina, ¿nos acompañara al laboratorio?

El duende se estaba yendo cuando oyó el comentario de Racktar. Entonces se detuvo un segundo a responder, antes de seguir hacia la cueva.

—Así qe has sido tú. Me has tenido como una hora intentando desactivar ese orbe de luz. Los lagartos estaban aterrados creyendo que un vástago del sólo había nacido dentro de la cueva. Je, je. Yo no soy mago, aunque me llamen así. Soy alquimista, seguro que algo podremos hacer juntos, os espero.

Margrave asintió a la pregunta de Racktar. Aunque sería arriesgado, parecía que era la única forma de salir de ahí con la posibilidad de volver a una vida normal.

-No entiendo de magia, alquimia o sueños extraños, pero ayudaré en todo lo que haga falta para traer la sangre del dragón.-era evidente que, habiendo sido cabo, lo suyo era la lucha física. Sin él, la única otra opción para pelear era Drak, pero haciendo un equipo, tendrían más posibilidades. Así que, a pesar de sus rencillas anteriores, Margrave se giró hacía él.-Espero que podamos contar contigo también.

—¿Infiltrar un lugar muy vigilado? No sería la primera vez que lo haga. Si con eso hay chances de que me quiten esta peste, valdrá la pena el riesgo. De dragones no sé nada, pero de hurtos sí. Recomiendo envolvernos los zapatos en telas suaves, eso amortiguará cualquier ruido que podamos hacer. Ya veremos si es cierto lo que dice la criatura esa. ¿Te molestaría que sea yo quien lleve la ballesta? Mi puntería no es mala, y Margrave podría llevar la espada.

- Yo opto por ir al mediodía, si entramos de madrugada los lagartos estarán dormidos y somos varios cualesquiera ruidos podía despertarlos. En cambio, al mediodía no están en sus posiciones están en las galerías y tenemos la entrada a nuestra disposición evitando peligro. Por cierto, voy a buscar un sitio para pasar la noche, aquí cerca de la puerta no hacemos nada. Dicho esto, Anselmo buscó un lugar cerca pero fuera de peligro de aquellas lagartijas donde poder acampar.

Anselmo fue dando la vuelta al claro, manteniendo prudente distancia de la zona donde se movían los lagartos, en busca de algún espacio oculto entre matas, o un hueco en un árbol donde ocultarse.

Luego de media hora de búsqueda dio con una grieta en la roca por la que él podía deslizarse con algo de dificultad, y el resto podía entrar sin mayores inconvenientes. Lo que encontró al fondo de esa falla lo sorprendió y lo dejó sin habla por unos minutos. Ante sus ojos se abría una cavidad de al menos 10 metros de diámetro, tapizada en toda su bóveda por enormes cristales del tamaño de una persona, cristales semitransparentes, blancoazulados en la punta, como los diamantes, y más rosados en la base. Eran tan grandes que una persona adulta podía recostarse comodente en ellos.

El fondo de esa cavidad esférica estaba cubierto por un depósito de agua pluvial. Por un hueco en la parte alta de la cúpula se filtraban los últimos rayos de sol reflejándose infinitamente en esos cristales, con destellos de colores aún más hermosos que el atardecer alumbrando los vitrales de la catedral.