Partida Rol por web

Había varias aberturas laterales excavadas a lo largo de aquel túnel de roca que parecía no tener fin, pero pasaron de todas ellas pues tenían bien claro su objetivo.

El laboratorio de Jugtar no fue difícil de encontrar, era el único que tenía una antorcha encendida. Acurrucado en un camastro el duende dormía la siesta abrazado a un objeto envuelto en lienzo. Justo sobre él colgaba del techo un abanico de desproporcionadas dimensiones que se movía por sí solo para aliviar el calor.

Aunque observando mejor, no se movía por sí solo. Una compleja secuencia de poleas y engranajes lo unía a una rueda en la pared donde tres ardillas corrían permanentemente para que el artilugio funcionara.

Aprovechando que su anfitrión dormía pudieron revisar el resto del laboratorio. Había una mesa petisa llena de frascos y morteros con polvos de los más variados colores y perfumes. También algunas botellas de cerámica con líquidos extraños dentro estaban en el suelo contra la pared derecha y sobre un baúl. En la pared izquierda colgaban ramas y atados de hojas de diversas plantas, una variedad mucho mayor de la que parecía posible obtener del bosque de dónde venían. Y la pared del fondo, tras la cama, estaba tapizada por hongos de color púrpura que emitían un leve resplandor, un brillo apenas perceptible, como si cada uno tuviera una velita dentro.

-Conque estaría esperando...-comentó medio en broma Margrave cuando encontraron al extraño hombre durmiendo. Pero pronto su atención se distrajo por todo lo demás. Por el extraño mecanismo de ventilación, por toda aquella colección de ramas, pocimas y ungüentos, pero sobre todo, por aquellos hongos púrpuras que brillaban timidamente.

Anselmo se quedó mirando todo el mobiliario embelesado... Veía la cantidad de artilugios y cuadros que poseía aquel ser, además de utilizar a pequeños animales para su laboratorio. - Parece un duende, ya sabéis una criatura que vive bajo tierra, que se comunica con los animales, y que utiliza una especie de agujero como choza, como un topo, poseen magia y no sé qué más, por aquí hay artilugios interesantes, creo que estos morteros podrían derribar los túneles si se hacen los ingredientes bien. ¿Y la espada? Comentó el religioso entre susurro mientras examinaba la habitación buscando la espada, pero no se atrevió a abrir el baúl no tuviera una trampa.

Revisando con cuidado Anselmo vio la empuñadura de la espada asomando bajo la cama.

Anselmo se quedó mirando todo el mobiliario embelesado... Veía la cantidad de artilugios y cuadros que poseía aquel ser, además de utilizar a pequeños animales para su laboratorio. - Parece un duende, ya sabéis una criatura que vive bajo tierra, que se comunica con los animales, y que utiliza una especie de agujero como choza, como un topo, poseen magia y no sé qué más, por aquí hay artilugios interesantes, creo que estos morteros, pueden crear pociones o mejunjes interesantes. ¿Y la espada? Comentó el religioso entre susurro mientras examinaba la habitación buscando la espada, pero no se atrevió a abrir el baúl no tuviera una trampa.

El religioso vio que la empuñadura de la espada sobresalía bajo la cama, y teniendo cuidado de no hacer ruido la tomó para verla mejor. Era la espada de sus sueños y quería saber si era igual a la que había visto en la visión profética...

Los hongos no se parecían a nada que Malgrave hubiera visto nunca. Esa pared de roca estaba ligeramente humeda, como si agua proveniente de otro lado fuera filtrando lentamente por ella. Probablemente de eso se alimentaran esos hongos.

La espada tenía los mismos adornos en la empuñadura que la del sueño de Anselmo y la cruz grabada era idéntica. La hoja estaba algo mellada por el uso, no era impoluta y brillante como la había imaginado, aunque seguramente sería igual de útil.

Margrave se acercó a Anselmo, asombrado ante la apariencia de la espada. Se había imaginado una espada brillante y afilada como la del sueño del monje, mientras que a esta le faltaba un pequeño repaso. Lo necesitarían para cortar el cuello de un dragón lo más rápido posible.

-Ahora te toca a ti, muchacho.-comentó girándose a Racktar. Eran él y Jugtar quienes podrían llenar la espada con magia. No es que Margrave desconfiara de sus habilidades, es que el plan era enfrentarse a un jodido dragón.

- Viendo que Margrave miraba la espada con curiosidad se la cedió... - Qué raro una espada mellada sin embargo parece tan afilada como en sus orígenes. Tiene que ser ya por algún tipo de magia o el metal. Comentó el clérigo que se arrodilló rezando a su Dios por un momento para que bendijera al grupo, a la espada y al duende rojo que dormía como si en su choza fuese inmune a lo que acontecía en el exterior.

El duende se despertó lentamente, hasta que se sorprendió de hallarlos allí. Apartó con mucho cuidado la hoja de la espada al levantarse.

—Veo que habéis hallado la espada del caballero. Sois muy silenciosos, ¿mucho tiempo habéis esperado a que me despierte?

Una vez convencido de que no lo iban a atacar buscó con la mirada a Racktar. Cogió el paño al que había estado abrazado mientras dormía y se lo alcanzó al mago. Dentro había una vasija pequeña llena de escamas grises.

Mientras iba a su mesada bajita y se ponía a mezclar ingredientes, se puso a explicar.

—Esas que veis ahí son escamas del dragón. No se las he quitado, claro, las junté haciendo la limpieza de su cubículo. Pero resulta que es el único material conocido capaz de resistir el aliento de un dragón. Yo pensaba forrar un escudo con ellas, pero quizá podamos hacer una barrera, yo elaboro una nube de escamas de dragón, y el amigo mago se encarga de mantenerla en el aire el tiempo suficiente.

Miró a todos, en sus ojos se leía el orgullo que sentía por sus ideas.

—Además estuve probando en ellas qué sustancias logran penetrarlas. Son muy resistentes. Pero con este invento mío se vuelven blandas como el cuero—dijo mientras vertía un poco del líquido que acababa de fabricar sobre la hoja de la espada.—Ya sé que una armadura de cuero no es tan sencilla de atravesar. Pero una de acero es peor, ¿no?

Cuando el líquido se expandió sobre la hoja se formaron cristales como el del hielo y luego la hoja brilló, como recién salida de la fragua, pero con un color más frío, reflejando y aumentando el poco brillo presente en la habitación.

—Así tendrán mejores oportunidades de atravesar su piel. ¿Quieren que le ponga lo mismo a algún otro arma?—preguntó señalando con la mirada la daga y las flechas.

Si no fuera por todas las vivencias que habían tenido desde su llegada a la isla, Margrave no habría creído las palabras del extraño hombre. Pero ahora, le costaba pensar en qué no sería capaz de creer.

-Sí, mi daga.-ofreció su arma sin pensarlo. Si de verdad podía hacer que las armas fueran capaces de atravesar armaduras, no iba a perder la oportunidad. Ni se dio cuenta de que acababa de quedarse indefenso ante Jugtar, en sus dominios. Pero había decidido confiar en sus compañeros, y en él.

Drak también presentó sus flechas par que Jugtar hiciera ese ritual con ellas.

Anselmo esperó viendo como el duende embadurnaba aquellas armas para hacerlas dañables contra el dragón... Después comentó... - ¿quién llevará la espada?, dijo mirando a Margrave esperando que fuera él o algún otro que se hubiera formado desde joven en el manejo de las armas. 

Las armas fueron tratadas con ese ungüento helado y las repartieron: la espada para Malgrave, las flechas para Drak y la daga quedó para Anselmo, pues Racktar con su magia tenía suficiente.

El mago, en vez de arma, recibió un recipiente con escamas de dragón molidas. Si por algún medio mágico lograba que ese polvo quedara suspendido en el aire haría, según Jugtar, una excelente barrera contra el aliento de dragón.

Ya listos partieron. Al despedirlos el duende dijo que los esperaría allí y les dio un plato hondo. Para traer un poco de sengre, dijo. Si lo llenaban, mejor.

El camino era sencillo: debían volver al hall por dónde habían entrado y descender por el túnel central, el más oscuro de los tres. Tras muchos metros de descenso con la temperatura en constante ascenso desembocaron en una cavidad grande, iluminada tenuemente desde abajo por el fulgor que emanaba una piscina de roca fundida. Los héroes pisaban sobre una plataforma amplia, de cinco metros de ancho y más de 10 de extensión. Varios montículos de azufre en polvo estaban repartidos por la plataforma.

En una especie de isla en el centro de la piscina de lava descansaba un dragón de tres metros de alto y 9 o 10 de largo. Era imposible imaginarse cómo había llegado ese animal allí, por el túnel no cabía y no se veía ninguna otra vía de acceso.

Anselmo con daga en mano, y sudando como un cerdito esperó a que los demás se pronunciaran de la forma de atacar a aquel monstruo que sería su medio de salvación.

Está como en una isla.

- ¡Vaya putada!, está como en una isla, y ahora qué hacemos, supongo que la tarea será atraerlo gritándole o lanzándole cosas, ¿no? porque no tenemos otra opción para atravesar a no ser que creemos un puente fabricado, pero por aquí no hay materiales, ¿qué opináis?

Margrave se quedó pensativo. Había llegado el momento de la batalla final, pero de nada servían sus armas mágicas si no tenían forma de alcanzar al dragón. Por lo menos, le gustaría llevarse alguna estocada triunfal.

-Racktar, ¿algún truco mágico de los tuyos puede ayudarnos?-le preguntó al muchacho, mientras repasaba todo aquello a su alrededor y encima suyo.

- Los montículos tienen azufre en polvo no sé si podríamos utilizarlos en grandes cantidades sobre la lava para crear un sendero hacia el dragón. Puede que cree un camino a través de la lava, también puedo hacer una oración para bendecir ese polvo de azufre para no sufrir las inclemencias del fuego de la lava. No sé si las escamas de dragón molidas que le dio el duende a Drak para crear una barrera contra su aliento, podían ayudarnos para crear este camino hacia el lagarto.