Partida Rol por web

La cara de Varikov no expresaba nada sobre la discusión que pasaba en esos momentos en su cabeza. El enano solo movía los ojos del falso paladín al gordito, del gordito a su madre... y así hasta que se fijó en un punto algo más lejos y en lo que lo rodeaba. Era evidente que no tenían ninguna oportunidad contra esa chiflada azul. Ahora era un buen momento para salir de ahí.

- ¡CORREEEEEED! Agarró como pudo a Ivalic mientras esperaba a que los otros ayudaran al resto de los ciegos. Esta era una oportunidad que no podían dejar escapar si querían seguir con vida.

Mientras que para los ciegos Varikov dejaba clara la retirada, para los que todavía podían disfrutar de la preciosa luz de sus ojos tenía otros planes. Sus manos hacían gestos a Helene en una dirección concreta, una donde un tronco estaba medio hundido y que ellos no deberían pisar bajo ningún concepto. El plan era sencillo. El tronco estaba atrapado en unas "preciosas" arenas movedizas. Si por alguna extraña razón la hada estaba demasiado furiosa como para evitar esa zona y seguirles en linea recta, podrían librarse de ella. Solo tenían que llegar al otro lado dando un pequeño rodeo, antes de que ella lograra quitarse la capa chula y guay de Urik de la cabeza. Por esa razón el Trampero intentaba llevarse a todo el grupo y no por el cariño que les había cogido.

Solo esperaba que sus intenciones e indicaciones fueran captadas por la mujer tocona y su siempre hambriento hijo.

Ivalic seguía agitando su espada sin ton ni son, no encontraba su objetivo pero al menos se sentía algo seguro pensando que haciendo eso mantendría alejada al hada, al menos hasta que sintió que algo lo agarraba y tiraba de él, la advertencia del enano había llegado demasiado tarde y el hada lo había atrapado.

-¡Socorro! ¡El hada me atrapó y me lleva! ¡Socorro!

Parriwimple y Urik sintieron un tacto extraño en las palmas, y cómo tiraban de ellos. Así fue cómo Vjelkus cogió de las manos a sus dos compañeros y corrió tras el enano. Helene también pudo seguirles tras lanzar el conjuro.

En cuanto al hada, en cuanto se quitó la capa del Caballero del Cuervo de la cabeza, lo primero que vió es un gran rodillo de amasar, translúcido y flotante, volar directo hacia ella, golpeándola en la cabeza.

¡Auch! Grrrrrr...

La hinchazón del chichón de su cabeza empezó a menguar, como si tuviese algún tipo de don curativo que le permitiese cicatrizar sus heridas más rápido. Aún así, Helene lo había logrado: había conseguido herir al hada, lo suficiente para cabrearla aún más y que les matase a todos.

Los veinte pies que el grupo puso de por medio resultó proverbial. El hada soltó la capa, dejándola sobre la tierra, y persiguió a sus víctimas del modo más corto posible, en linea recta, sin saber que los humanos y el enano habían dado un pequeño rodeo. El suelo blando bajo sus pies cedió, desequilibrando su carrera. No llegó a caer, pero sí a avanzar por inercia hasta una zona de arenas movedizas más profunda, quedando hundida hasta las rodillas.

Vjelkus le dió la espalda para no mirarla directamente, evitando quedar ciego. Hurrn voló hasta el lugar inicial del combate y recogió la capa de Herr Urik con las garras, revoloteando como los pajarillos de los cuentos de princesas con las telas listas para volver a vestir.

El rodillo sobrevoló las arenas movedizas, de nuevo para golpear al hada. Todo parecía en contra de la que hasta ese momento parecía invencible. Entonces, el hada jugó su carta oculta...

¡Mis elfos licántropos, acudid a mi llamada! ¡Vuestra ama Valicia está en peligro! ¡Venid a salvadla! ¡YEEEEEEEEEPAH!

Varikov sabe de la existencia de una tribu de elfos licántropos, de hecho son un tipo de presa a los que nunca ha tenido el placer de abatir. Para Ivalic solo son cuentos, leyendas, que habitan los bosques que rodean el pueblo de Barovia y devoran a los niños que no se comen las verduras. Al grito gañán de Valicia, en la lejanía, aullidos de lobos empezaron a sucederse, como respondiendo.

¡Auuuuuuuuuu!

¡Auuuuuuuuuu!

¡Auauauuuuuuuuu!

En poco tiempo se plantarían aquí. Desde luego, llegarían antes de que las arenas movedizas sepultasen por completo al hada Valicia, y podrían rescatarla. La pregunta era, ¿cuánto podrían alejarse los demás en ese tiempo, con el lastre de tres ciegos? Cada segundo contaba, y no era prudente quedarse a ver si el arma espiritual lograba acabar con Valicia. Sin embargo, Helene era consciente de que en cuanto se alejase más de treinta pies de las arenas movedizas, su fiel rodillo de amasar cesaría sus ataques contra Valicia para seguir a su ama.

¡Qué interesante! Parece que al final todo queda en tablas...

Cuando Ivalic escuchó a los lejos los gritos del hada comprendió que no era ella quien le había cogido, así que debía tratarse de alguno de sus compañeros.

-¿Que pasa? ¿Hemos ganados? ¿Porqué seguimos corriendo entonces?

Parecía que la victoria no había sido posible y que además la mujer azul tenía refuerzos así que supuso que sus compañeros habían optado por una retirada a tiempo.

-¿Donde vamos ahora? ¿Volvemos al pueblo? Sigo sin ver nada. ¿Me quedaré ciego para siempre?

Incapacitado de ver por dónde voy, me dejo llevar de la mano tratando de no obstaculizar demasiado a mis compañeros pese a mi escasa agilidad con la armadura y el escudo equipados. Apenas soy consciente de que sin mi capa revoloteando elegantemente alrededor soy mucho menos impresionante que de costumbre. En especial estando ciego y prácticamente desvalido.

-Avanzad, avanzad, avanzad -decía Helene presurosa-. Vjelkus, ve lo más rápido posible. Cuervo, dime desde ahí arriba si ves llegar a los licántropos. No tenemos tiempo que perder. Yo iré algo mas lenta, pues es la forma de que mi hechizo perdure siquiera algunos segundos más antes de alejarme tanto que le vínculo se rompa. Lo justo para que tengamos ventaja. Y deberíamos buscar a nuestro amigo medio vistani. Necesitamos de él para curaros. Yo no puedo hacerlo. 

Parriwimple, tomado de la mano porVjelkus, se esfuerza en avanzar siguiendo el paso del chaval, de forma tremendamente torpe, al no ser capaz de ver nada a su alrededor.

-¿Ama? Varikov se paró en seco y soltó al muchacho. Podrías quedate mudo, le respondió de mala gana antes de darse la vuelta y mirar atrás. Ye probable qu'esa zorra obligara a los licántropos a sirvirla, dijo más bien para sí mismo. Siguíd corriendo, yá vos encontraré. Y sin dar explicaciones volvió donde habían dejado medio hundida a la hada azul.

- ¡NUN LA MIRÉIS! Se le escuchó gritar cuando casi había llegado. ¡Dexái que se funda y vais ser llibres! ¿Dende cuándo los elfos tienen ama? El mio llobu yera'l mio compañeru, non el mio esclavu... Puede que el intento de Varikov no sería más que una estúpida manera de morir, pero tenía que intentarlo.

El arma espiritual de Helene dió un último golpe a Valicia antes de desaparecer, pero las heridas del hada seguían cicatrizando a una velocidad sobrenatural. Hurrn, por su parte, alzó el vuelo y quedó sobrevolando los árboles que quedaban en la retaguardia.

Dió un poco de repelús lo poco que tardó el cuervo en recuperar la distancia perdida: realmente estaban siendo muy lentos en su avance por el pantano, el doble de lentos por culpa de los ciegos. Los licántropos tenían muchas posibilidades de darles alcance y acabar con sus vidas.

He visto a la vegetación aletear, de camino a las arenas que retienen a Valicia, como si alguien estuviese avanzando bajo la espesura. No tardarán en llegar hasta el hada.

Entonces, el enano soltó la mano de Ivalic y les dejó solos...

¡Señor enano, no se marche! Mamá, coge de la mano a Vjelkus. Señor cuervo parlanchín, Valicia sabe que va con nosotros. Sobrevuele los árboles en otra dirección para que los elfos lobo le sigan a usted pensando que nosotros estamos debajo.

Hurrn asintió y volvió a separarse aleteando. Sin embargo, aunque el enano y el cuervo supusiesen una distracción, el grupo de desvalidos aún debía salir de aquel maldito pantano para volver al camino, o al pueblo, o a cualquier otro lugar que estuviese muy lejos del cambiaformas peludo más cercano.

El enano terminó su grito atravesando unos arbustos y volviendo al lugar en el que se produjo la escaramuza. Lo que vió fue a Valicia, atrapada, y a un hombre lobo sobre sus patas traseras, sujetando con sus zarpas una liana que le unía a las manos del hada, como una correa a su ama.

Ooooh... jojojo... ¿En serio crees que no son libres? ¿Que no me obedecen por su propia voluntad? ¿Qué ocurre, que en tu mundo falocrático una mujer solo puede mandar con algún tipo de control mental? ¿Los domino con algún encantamiento? No. Mis licántropos me siguen por mi capacidad de liderazgo, y porque desean ganarse el derecho a yacer con este hermoso cuerpo. Por eso satisfacen mis deseos. Goliath, ignórale y sigue tirando de la liana para sacarme de aquí. Yo lo entretendré para que cuando lleguen los demás os podáis dar un festín con ese gordito entrometido.

Valicia miró a Varikov fijamente, una de esas miradas que te trastornan y afectan a las voces de la cabeza, y hacen que esas voces resuenen más y más, en un caótico océano de confusión.

Las palabras del cuervo sirvieron para lo que tenían que servir, generar en Helene la adecuada descarga de adrenalina, lo cual unido a la marcha del enano que mostraba una psicopática tendencia a abandonarlos en cualquier momento sin atender a mas razones que las ordenadas por lo que le colgaba en la entrepierna, la llevaron a asumir el papel de guía. La mano de su hijo entre las suyas, hizo que inclinara la cabeza hacia él y le besara el revuelto cabello de la cabeza. 

-Tranquilo, Vjelkus. Intentaré por todos los medios sacaros de aquí. Pero la astucia debe jugar su papel. Caballeros, sed lo mas silenciosos posibles -dijo a los chicos-,y coged de vuestros petates las hierbas aromáticas que cogimos del escondite de Ludovico. Frotaros a conciencia sin deteneros ni una sola vez. Vjelkus, encárgate de conducir a Ivalic. Urik, atento a mis instrucciones -afirmó mientras lo cogía del brazo y con la otra se frotaba piel y armadura en un intento de ocultar su olor y rastro. 

Asiento en silencio a las palabras de Frau Helene, reconfortado por el hecho de tener de nuevo mi capa sobre mis hombros.

Envaina la espada y guardo el escudo sin parar de caminar, guiado por mis compañeros de aventuras que aún pueden ver. Seguidamente, recojo las hierbas aromáticas y las froto por mi armadura y mis botas.

El enano soltó su mano e Ivalic se quedó manoteando a su alrededor sin comprender muy bien lo que estaba pasando, nunca lo había pensado pero eso de no ver no le estaba gustando mucho, encima tenían que huir de aquella mujer que amenazaba con matarlos junto a sus amigos, quizás por eso Varikov intentó detenerla de alguna manera, mientras su amigo Vjelkus había tenido una gran idea haciendo volar al cuervo en otra dirección.

-¡Que gran idea Vjelkus! Eres super listo.

Aún así la cosa no parecía nada, sin el enano la encargada de sacarlos de allí sería la Señora Helene y ella no conocía aquellas tierras, esperaba que ella si que pudiera ver y recordara por donde habían llegado. Al parecer Vjelkus le guiaría a partir de aquel momento.

-¿Vjelkus? ¿Donde estás? Dame la mano, no te veo. -Ivalic no quería hacer demasiado ruido como les había dicho la Señora Helene, pero comenzó a cantar algo muy bajito con la esperanza que la melodía ayudara al grupo a tranquilizarse.- Los verdes prados de mi hogar, son más bonitos que cualquier otro lugar, todos los miran y no quieren marchar, ven a mi pueblo y te quedarás...

Había tantas cosas que decir, tanto de que burlarse, pero Varikov ya no era dueño de sus actos. El hacha empezó a deslizarse de su mano y por mucho que se esforzaba en cerrar los dedos, un acto tan sencillo, simplemente no podía hacerlo. El encuentro que había pensado para un licántropo tenía otro fin en su pervertida mente. Embolado e inutil el enano no hizo nada. 

La canción de Ivalic enterró su miedo, y el de todos los demás. Helene había asumido el papel de la madre de todos ellos, y esa responsabilidad le podía. Pero con instinto, y un poco de orientación divina (suerte, no el lanzamiento del conjuro), el paisaje empezó a cambiar. Hasta los más ciegos notaron que los charcos del suelo daban paso a tierra firme. Los aullidos por detrás de ellos se alejaron, y tras el sacrificio de Hurrn y Varikov, llegaron a salvo hasta el camino, a un cuarto de milla de las primeras casas del pueblo.

La ceguera de Urik, Parriwimple e Ivalic todavía persistía, pero la caminata se hizo más sencilla y rápida por el sendero. En pocos minutos, volvían a estar en las calles de Barovia. Al pasar por la carpintería del viejo Giussepe, encontraron a una Stara cabizbaja, barriendo en la parte del taller que a modo de pesebre servía para dejar a secar las maderas recién barnizadas.

Uuuuuy... mira qué monos, todos cogiditos de la mano-por un momento, olvidó la angustia sufrida la noche anterior, pero pronto volvió a concienciarse de dónde estaba-. No es asunto mío. Por cierto, Giussepe se ha ido.

Sin poder reaccionar, Varikov contempló cómo el rescate de Valicia era consumado. El licántropo y el hada avanzaron hacia él, con expresiones terroríficas en el rostro. Finalmente, una lluvia de golpes, arañazos y mordiscos se cebaron en el Trampero.

Aaaargh...

La última visión que tuvo fue la llegada, al fondo de la espesura, de más y más licántropos. Y en el cielo de los enanos, las imágenes eran igual de nítidas, pero más amigables: su lobo Farkash, cabeza abajo. Después se dió cuenta que solo era un impostor: un licántropo en forma de lobo. Y se dió cuenta de que no era el lobo quién estaba del revés, sino él, colgado de una liana. Le rodeaban media docena de licántropos, y Valicia, cómodamente sentada sobre una roca. A pesar de que Varikov miraba su desnudez directamente, no se quedaba ciego. Era como si el hada hubiese apagado su poder, para no cegar a sus fieros guardaespaldas.

¿No creerías que la muerte te llegaría tan fácilmente, verdad? Esto va a doler. Y va a ser largo. Tenemos hasta el ocaso para hacerte cantar...

Varikov vió el sol bajo, sobre las copas de los árboles. Faltarían dos horas para que el mordisco de Goliath y la luna llena le convirtiesen en enano lobo.

Canta, pajarillo, canta... ¿Quiénes eran las personas que te acompañaban? ¿Qué magias les protegen? ¿Qué es lo que buscan?

La tensión se relajó tan pronto como alcanzó a ver las primeras casas del pueblo y cuando escuchó el comentario de Stara, la antigua y melosa Stara, fue como si un rayo de sol asomara entre las nubes. Es suficiente dejar de percibir algo para darse cuenta de lo que se ha perdido. Y Helene fue muy consciente de que recuperar a la Stara que veía la vida en rosa sería muy difícil.

Soltando el brazo de Urik, se acercó a la futura madre y besó sus mejillas.

-Nos cruzamos con Giussepe y nos comentó sus intenciones. Insistimos para que cambiara de idea, pero fue imposible. Cuando menos, hay un techo para cobijaros y voy a tener que pedirte que nos des asilo. Ivalic y Urik han sufrido un pequeño incidente y están temporalmente ciegos. ¿Te importa si entramos?