Partida Rol por web

Irina saco la espada y se puso la hoja ella misma en la cara. Su hermano desparecido, su padre muerto, su consejero espiritual, corrimpido. No,no tenia nada que perder.

-Dejala en paz! O me Desfiguro yo misma! Cuando acabe Parriwimple se parecera mas a Taryana que yo! Oferta definitiva: los dos iluminadores a cambio de un mordisco. Es mi ultima oferta!

Ashlyn parecía decidida a cumplir con su amenaza contra Irina e Ivalic estaba cada vez más nervioso, pero la intervención de Herr Urik hizo que la paladina dejara de apuntarla, aunque sin motivo aparente subió la ballesta hasta apuntarse a si misma, solo las palabras del Conde aclararon lo que estaba sucediendo.

¡La está controlando de alguna manera!

Ivalic se sentía entre asustado y admirado por el poder del Conde pero se vio con la necesidad de intervenir para intentar salvar a Ashlyn, al igual que Irina en un intento desesperado de autodesfigurarse.

-¡Señor Conde no lo haga! Mi madre siempre dice que arreglar las cosas con violencia es de débiles, si la mata eso es lo que pensará la gente, pero si deja que viva mostrará que es fuerte y generoso. Ivalic miró a Irina desesperado. Señorita Irina, seguro que el Conde está dispuesto a dejar a la Señorita Ashlyn con vida, pero no por la amenaza. Estaba claro que no le gustaba mucho que lo amenazaran. Lo hará porque usted se lo pide.

A Ivalic le daba igual el motivo, pero no quería que ninguna de las dos mujeres terminara herida o muerta y esperaba que el Conde diera marcha atrás en su decisión.

-Señor Conde, durante mucho tiempo ha tratado de casarse con su Tatyana y no lo ha conseguido. En todos mis libros el mal nunca triunfa así que si sigue intentando obligar a la gente a que haga lo que usted quiere nunca lo conseguirá. ¿Y si por esta vez intenta hacerlo por las buenas? Supongo que un hombre que ha vivido tanto sepa como conseguir que una mujer se case con él porque es lo que quiere ella. Y si no lo consigue... Siempre tiene tiempo de volver a lo de siempre, eso es lo que le sobra.

De un manotazo, aparto la ballesta de la mandíbula de Frau Ashlyn, si puedo, le quito el arma y se la doy a Ivalic.

Querida Tatyana... ¿Tan condicional crees que es mi amor por ti? Por muy desfigurada que estuvieses, por mucho que el tiempo te demacrase, por mucho que la belleza y la juventud te abandonasen... yo, Strahd, te seguiría amando. Aunque al revés tú no tuvieras esas consideraciones, y cedieses tus favores a mi joven hermano Sergei...

La cara de Strahd cambia en una mueca de ira y amargura al recordar el pasado. Recita unas palabras mágicas y, de cada uno de sus cinco dedos de la mano derecha, nace un diminuto cometa. En su trayectoria, caen todos sobre el torso de Ashlyn, dejando un gran boquete y un cadáver. Las palabras conciliadoras del ingenuo Ivalic caen en saco roto. Es una gran verdad: los adultos siempre ignoran a los más pequeños.

Pero te perdono, Tatyana. Eso fue hace mucho tiempo, cuando yo estaba vivo y tú no habías entrado en la rueda de las reencarnaciones. Mi oferta por los Iluminati se retira. Y yo también-y tras decir esas palabras, Strahd se transforma en humo y empieza a ascender entre los tablones del techo.

Ashlyn contempla un brillo brotar de cada dedo, un pequeño relámpago. Las luces que se acercan, el fuego que quema... La muerte.

Rápidamente me arrodillo junto a Ashlyn y vierto entre sus labios el contenido de una ampolla de poción de curar heridas moderadas.

- "¡No podéis morir aún, Frau Ashlyn! ¡El deber os obliga! ¡Regresad con nosotros, os pido!" -

El Conde parecía decepcionado con Irina, aunque seguía insistiendo en que su amor era incondicional, desde luego parecía demasiado obsesionado con ese tema para entrar en razones, y no entró. Cuando los cometas salieron de la mano de Strahd Ivalic se agachó de manera instintiva, aunque ninguno iba dirigido a él, tan solo a Ashlyn. El Conde siguió hablando como si no hubiera pasado nada y retiró su oferta de liberar a los otros Paladines. Eso ya no importaba al pequeño, tan solo era capaz de pensar en el cuerpo inerte de Ashlyn. Mientras el Conde desaparecía transformándose en humo Ivalic bajó corriendo el tramo de escalera en el que se encontraba.

-¡Señorita Ashlyn! ¡Señorita Ashlyn!

Apenas le salía la voz, demasiado cansado, demasiado herido, demasiado asustado por todo lo que había pasado. Casi tropieza en el último peldaño pero consiguió mantener el equilibrio y seguir corriendo hasta llegar junto a Herr Urik que le estaba dando una poción mágica. Agarró el brazo del Caballero mientras preguntaba nervioso.

-¿Se curará? ¿Se curará la Señorita Ashlyn verdad?

Ivalic tenía los ojos llorosos y comenzaba a hacer pucheros mientras hacía intentos de controlar sus deseos de llorar.

La espada de Irina cayó al suelo con estrépito metálico. La noble se giró, en shock. Ashlyn yacía en el suelo con un agujero enorme en el pecho. Una vocecita en su cabeza trataba de avisar a Urik de que no malgastara la poción en su compañera paladín, pues era evidente que era demasiado tarde.

Iirna quería hablar pero era incapaz. Vió como el conde desapareció y cómo sus compañeros comenzaban a correr de un lado a otro. Era tarde, era inútil. Él tenía a padre, tenía a Ismarck, tenía a lso iluminadores. Y ellos no hacían más que perder sangre y aliados.

Irina se dejó caer de culo, apoyando la espalda en la pared.

La cháchara alrededor de Varikov no parecía cesar. El enano aprovechó el tiempo para echar una siestecita bien merecida. Sabía que al colmilludo no le podía hacer ni un rasguño y los humanos eran demasiado necios para hacer algo que no fuera pensado con las pelotas. Las voces de su cabeza, al contrario, no perdían detalle y no dejaban de comentar lo que pasaba. Al Trampero le parecía todo ese ruido muy semejante a unos gansos enfadados y no le disgustaba.

No sabía cuánto tiempo pasó, pero de repente se hizo silencio y un olor a carne chamuscada le llegó a la nariz. Empezó a mover los bigotes como un gato y no tardó en pensar que esos sucios humanos ya habían conseguido las salchichas y que se las estaban comiendo sin él y en silencio para no despertarlo.

Abrió los ojos con el ceño fruncido y lo que vio lo dejó sin aliento. La calienta salchichas no estaba por ninguna parte y lo peor aun ¡las salchichas tampoco! Eso era inadmisible. Y faltaba algo más… Después de echar un vistazo se dio cuenta de que la paladina tenía un agujero más arriba y a la vista de donde tenía que ser. Bufo descontento viendo que fue eso lo que le despertó.

Era demasiado tarde para Ashlyn. La poción de Herr Urik goteaba en los labios de la paladina sin hacer efecto. Un valioso recurso desperdiciado en alguien que ya no respiraba.

Elenya y Gertruda asomaron desde sus respectivos escondites: de debajo de la mesa y de detrás de la barra. Fue Elenya la que finalmente se acercó al Caballero del Cuervo y le puso la mano en el hombro.

Ya no se puede hacer nada, señor de Teudeldorf-dijo, con simpleza pueblerina y un completo desconocimiento la realidad nobiliaria de Herr Urik-. Ashlyn ha muerto. Lo... lo lamento muchísimo.

Vamos, pequeño... Este no es sitio para un niño en estos momentos...

Gertruda cogió del brazo a Ivalic y tiró de él para separarlo de Herr Urik. Con delicadeza. A la vez, su mirada se iba hacia la sirvienta Elenya. Dudó. Quizás no era momento de decirlo en estos momentos, ante el cadáver de la pobre Ashlyn, con todos destrozados por el dolor. Finalmente, decidió guardarse para sí lo que tenía que decir.

- "Tenía que intentarlo..." - Musito con tristeza. Otro camarada de armas perdido por obra del Conde. Delicadamente le cierro los ojos a la paladina fallecida.

Me siento deprimido, sin fuerzas para apenas nada más. Me siento pesadamente en una silla cercana, completamente desmoralizado.

Parriwimple mira el cadáver de la paladín unos instantes, como si no pudiera creer lo que sus ojos ven. El hecho de la muerte no es nuevo para el grandullón, y sin embargo... La tristeza le golpea con desagradable fuerza. Todo se le mezcla y sin ánimo para decir o hacer nada más, se sienta con una sensación como a vacío en las entrañas. Como la que tenía cuando su tio le gritara que era un inútil y no valía para nada. 

Sin saber muy bien como Ivalic se vio apartado de Herr Urik por una preocupada Gertruda. Estaba confirmado, el cuerpo inerte de Ashlyn y las caras y el abatimiento de todos eran prueba de que los intentos de Ivalic y el resto por solucionar aquello no habían funcionado, ni tampoco la poción que un desesperado Herr Urik le había dado intentando el milagro. Estaba muerta y ya nada podían hacer. Ivalic no pudo aguantar más y comenzó a sollozar mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

-Pero no... Pero no... Las palabras apenas le salían y necesitaba parar a respirar amenudo. Yo no quería... que se muriera... lo siento.

Aunque solo era un niño se sentía culpable por no haber podido convencer a Strahd para solucionar todo de una mejor manera y sin nadie muerto. No pudo decir más pues tras eso rompió a llorar desconsoladamente, probar en carne propia el lado amargo de las aventuras era más doloroso que cuando lo leía en sus libros. Ni siquiera iba a quejarse de lo que le dolían sus heridas porque al menos él estaba vivo y eso se lo recordaba.

Varikov miró a los humanos y parecía que todos se iban a quedar ahí y a mirar a la muerta como si eso le iba a devolver la vida. Un escalofrío recorrió su cuerpo al pensar en eso de la reencarnación. No quería volver a encontrarse con esa mujer nunca más. Lo único para lo que servía era como alimento para los gusanos.

Mientras los demás se decidían si iban a enterrar a la mujer o si le iban a prender fuego, el enano aprovechó para recuperar algo del sueño perdido la noche pasada. No pensaba mover un dedo para ayudarles, bastante hacia con quedarse callado y no decir en alto lo que pasaba por su mente.

La vida no es como una de esas historias en las que tras un mal trago hay un salto temporal para asimilar la pérdida de uno de sus personajes principales. No hay un Ivalic de dieciocho años practicando con la espada para vengar la muerte de la paladina. Herr Urik no alecciona a los feligreses tras haber suplido al viejo Danovich al frente de la iglesia. Varikov no ha encontrado la bondad en su corazón y juega con los niños del pueblo... o sigue durmiendo insensible al sufrimiento humano.

Durante casi dos horas, ninguno se ocupa del cadáver. Ninguno reacciona, más allá de sobrellevar el luto a su manera. Un suspiro después de esa larga espera, Gertruda deja la posada para ir a pedir ayuda a la casa de los Veljoban. Se trae a media docena de personas para ocuparse del cuerpo. Van despojando a Ashlyn, poco a poco, de las piezas de su armadura. La tumban sobre una mesa. Cuatro muchachas sostienen dos mantas a modo de biombos, mientras Elenya y Gertruda se ocupan de desnudar a la difunta y lavarla con esponja húmeda. La preparan para un entierro a pesar de que todavía no se ha decidido nada sobre cómo despedirla.

Ashlyn termina luciendo un vestido de Olisja Veljoban. Se la tapa con una manta y se la mantiene arrinconada en el salón de la Viña de Sangre, mientras los aldeanos preparan en silencio la comida y las mesas para la pitanza del mediodía. En otro rincón se amontonan las posesiones de Ashlyn. Una armadura mejor que la de Irina... una espada mágica... su amuleto de salud... su carismática capa, a la altura de la del mismísimo Herr Urik... un escudo, una ballesta con unos cuantos proyectiles... Un vial con un papel que decía "esplendor del águila", y otros dos cuya etiqueta era "destello solar alquímico". Y diez estacas. Diez. Una por cada vampiro que no tuvo ocasión de matar.

Finalmente me repongo poco a poco del estado de melancolía en que me hallo sumido.

- "Creo que debemos darle a Frau Ashlyn un digno entierro en el cementerio. También debemos oficiar los funerales por todos los que han caído en los recientes sucesos.

Frau Kolyana, también es un buen momento para restituir a vuestro padre a su sepulcro.

En cuanto a las posesiones de Frau Ashlyn, ciertamente en otros tiempos un guerrero hubiera sido enterrado con toda su panoplia, pero creo que ella quisiera que usáramos sus armas contra el Conde y el Mal que sola estas tierras.

Frau Kolyana, creo que vos debierais portar su armadura y su escudo.

La ballesta y los virotes le vendrían bien al joven y valeroso Ivalic, así como la capa y la poción.

Los destellos solares para vos, maese Varikov.

Yo quisiera hacerme cargo de su espada y su amuleto.

Por último, estas diez estacas de cazador de vampiros podemos distribuirlas, dos para cada uno.

Propongo preparar ahora los funerales y descansar esta noche. Mañana al alba tendremos que ver lo que podemos hacer por continuar nuestra misión." -

Basandonos en nuestras anteriores experiencias, si no quieres verla volver como zombi, yo la quemaria. En cuanto al cuerpo de mi padre, el conde ha dicho que lo tiene el. 

Irina hablaba con un tono de voz monocorde y la mirada fija en un punto del suelo. 

- "Cierto, disculpadme, estaba todavía pensando en lo que nos dijo la doncella de que había ocultado el cuerpo bajo la cama...

Respecto a Frau Ashlyn, sé que es muy poco probable que hallemos la manera de resucitarla, pero no quiera la crueldad del destino que la encontremos y no podamos hacer nada porque hayamos quemado el cuerpo.

Parriwimple, tal vez sea mejor que tengas tú la espada de Frau Ashlyn. Llévala con honor y con el coraje que te caracteriza, muchacho." -

Con gesto de respeto y reverencia hacia ese arma honorable, le tiendo la espada encantada al gigantón.

Las lágrimas y los pucheros cesaron poco a poco, pero la tristeza ante la pérdida de Ashlyn seguía ahí. Con el paso de las horas el vacío que había dejado se hizo evidente y mientras preparaban su cuerpo Ivalic anotó en su cuaderno todos los detalles que recordaba sobre la Paladina para añadirlos a su libro, se merecía un buen lugar en él y le apenaba no haber tenido más tiempo para saber más cosas sobre ella.
El reparto de las pertenencias lo pilló un poco por sorpresa pues no se esperaba algo así y mucho menos que parte de ellas fueran para él. No se sentía digno.

-Pero Herr Urik yo no se utilizar una ballesta y la capa de la Señorita Ashlyn me queda muy grande.

Nunca había tenído algo más sofisticado que su tirachinas entre las manos, aunque debía admitir que hasta ahora no le había sido de gran utilidad, los zombis no parecían dispuestos a quedarse quietos y caerse de un canicazo como las latas con las que practicaba puntería. Se acercó a Varikov que también tenía una ballesta.

-¿Usted podría enseñarme a utilizarla Señor Varikov? Así podría ayudarles mejor a acabar con el Conde y hacer que la muerte de la Señorita Ashlyn no fuera en vano.

Podía intentar aprender y si el enano le enseñaba seguro que conseguía disparar a algún zombie y ayudar al grupo con algo más que no fuera portar la antorcha y disparar con el tirachinas.

-No me gustaría que Strahd convirtiera en zombi a la Señorita Ashlyn. Dijo preocupado al paladín. ¿Habrá algún lugar seguro para enterrarla?