Partida Rol por web

Gracias a las dudas de la criada al cambiar de dirección finalmente pudo alcanzarla y esta lo escondió detrás del pozo y se agachó a su altura. No la conocía mucho pero le parecía que se estaba comportando de una manera bastante extraña, al menos se había ganado un caramelo por la carrera.

-¡Si! ¡Un caramelo! ¡Gracias! ¿Tienes de fresa? Me gustan los de fresa, pero los de limón no, el limón no me gusta. Ooooo.... podría ser uno de piña, plátano, pera... Cualquiera me sirve. Ivalic esperó con expectación a que la mano de Elenya saliera del bolsillo del mandil con su ansiado premio y mientras tanto escuchaba a la sirvienta. Estaba claro que debía intentar calmarla y convencerla para que no hiciera ninguna tontería. Intentó hablarle con mucha tranquilidad haciendo que las cosas parecieran un poco más normales de lo que eran. Elenya, no tienes nada que temer. La Señorita Irina y tu érais amigas ¿Verdad? Si alguno de mis amigos tuviera un problema yo intentaría ayudarlo, y la Señorita Irina tiene un pequeño problema, que no puede dejarnos. ¿No le vas a dar la espalda a tu amiga no? Ahora nos necesita más que nunca y debemos ayudarla como ella estuvo haciendo hasta ahora y sigue haciéndolo, es lo menos que debemos hacer. Y en cuanto a vivir en la posada... ¿Por qué no? Es un buen sitio y Arik estará encantado de que te quedes. ¿No has visto cuanta gente nueva llegó? Necesitará que alguien le eche una mano y además quiere ayudarnos a nosotros y acompañarnos para hacer el pueblo más seguro, necesitará a alguien de confianza si tiene que ausentarse y no se me ocurre nadie mejor que tu. Por no hablar de los enfermos que necesitan tus cuidados, si te vas a vivir lejos no podrás atenderlos tan bien como hasta ahora...

Ivalic puso cara de pena esperando que alguno de sus argumentos penetrara en la razón de Elenya y desistiera de sus planes. Había pocas manos en el pueblo y las necesitaban todas, además la sirvienta había demostrado ser de mucha ayuda.

Helene dio un solo paso al frente, con lo cual el cuerpo de Urik dejó de ser un obstáculo para su magia. Toqueteó el adorno que pendía de su cuello y concentró su energía en dañar a aquel gusano.

La terrible herida hace que Parriwimple, tras golpear con su arma, de un paso atrás, alejándose de otro posible golpe que, habida cuenta de su herida y su estado previo, pudiera ser mortal. El golpe, a pesar de estar dirigido solo de forma regular, es bastante potente, aplastando en parte el cuerpo de la sabandija gigante.

¿Amigas? ¿Nosotras? Siempre hay un muro invisible entre señor y sirviente. Mis padres sirvieron fielmente a los Indirovich durante años, y nunca recibieron nada más que unas cuantas palmaditas en la espalda. Se acabó, no voy a dejar que me entretengas más. Tú te vienes conmigo.

Elenya sacó la mano del mandil. En lugar de un caramelo, lo que tenía era un cuchillo de plata con una gran i esculpida en el mango. Uno más de los cubiertos robados a la familia de Indirovich, como el que le dió a Herr Urik. Con el cuchillo, amenazó a Ivalic. Con la mano libre, intentó tirar del brazo del niño sin éxito.

¡Maldito seas!-sin más paciencia, la sirvienta desistió y siguió sin rehén hasta la casa de los Veljoban, y empezó a golpear la puerta-Abrid. Abrid, por favor...

En la punta opuesta de la plaza, los adultos seguían intentando espantar a los bichos. El golpe de Parriwimple fue lo suficientemente fuerte como para hacer desistir a la cresa que le había mordido. La sabandija emprendió la retirada.

 ¡No, oh! ¡Tú no che vas sin mi regalu de dispidida!

Varikov cargó imprudente y alocadamente delante de las narices del otro gusano. Se llevó un mordisco bueno en la pierna, pero no desistió, y siguió su carrera hasta ver su hacha partiendo a su objetivo en dos.

Tras el bocado a Varikov, el gusano que quedaba se revolvió contra Helene, que con al intentar manipular la energía negativa y traspasarla a una criatura viva como era ese gusano, se expuso demasiado.

Debo estar todavía fatigado por causa de las heridas restantes, ya que de nuevo agito mi espada hacia la cresa mutante y logra esquivar mi embate. O tal vez es que es demasiado bajita y la espada le pasa demasiado alta.

No había sido su mejor discurso, ni tampoco tenía un público dispuesto a entregarse, sabía que era arriesgado y que probablemente Elenya no le hiciera mucho caso, al fin y al cabo solo era un niño, si ella fuera otra niña quizás hubiera tenido alguna oportunidad, pero lo que no se esperaba era la reacción que tuvo la criada. Mientras ensalivaba su boca esperando recibir el premio en forma de caramelo se vio agarrado y arrastrado por la criada y en vez del caramelo un cuchillo de plata salió de su bolsillo. Ivalic abrió los ojos sorprendido pero ágil de movimientos se resistió, no sabía que le pasaba pero tenía claro que no quería ir con ella.

-¡NO! ¡QUE HACES! ¡SUÉLTAME! ¡SUÉLTAME!

La resistencia dio sus frutos y la criada lo soltó, consciente de que pronto alguien vendría a auxiliar al pequeño y desvalido Ivalic. Dejó que se alejara y no la volvió a seguir, menos sabiendo que intentaba esconderse a la vista de sus ojos. Miró hacia donde estaban sus amigos esperando que todo les fuera bien y pronto pudieran acabar con aquellas cosas, tenía que contarles lo que había pasado, quizás alguno lo comprendiera. Esperó junto al pozo atento por si Elenya volvía hacia él o intentaba escapar a otro sitio e intentó avisar a los de dentro de la casa pues estaba cogiendo algo de miedo a Elenya tal y como se comportaba.

-¡TENED CUIDADO! ¡LLEVA UN CUCHILLO Y QUERÍA SECUESTRARME!

Helene bufó una vez más. Ante su hechizo, la lanza parecía haber cobrado vida, como si una entidad superior hubiera tomado posesión de ella pero, en lugar de atravesar la piel del gusano y como si de una broma se tratara, el mástil se curvó peligrosamente al encajarse la punta en algún resquicio especialmente correoso y pudo oír el rechinar lastimero de la madera a punto de quebrarse. Por si aquello fuera poco, el gusano intentó pegarle un bocado algo que pudo evitar afortunadamente. No obstante, creyó escuchar unas carcajadas provenientes de algún lugar allí arriba.

Con furia, retiró y clavó su lanza nuevamente, penetrando la carne del gusano como si fuera mantequilla y del mismo modo fue escupida sin causar especial malestar al monstruo que pareció dedicarle un guiño de cariñosa complicidad como si la herida hubiera toqueteado algún punto especialmente erógeno, y húmedo todo sea dicho de paso, en la controvertida anatomía del mismo.

El grito de Ivalic, unido a la sensación que el resto tiene la situación controlada, hace que Parriwimple no lo dude, y salga corriendo en dirección al lugar de donde vienen los gritos.

-¡Demonio de bicho! ¡Muere de una jod...! Er... Disculpen, señoras, quería decir ¡maldita vez!

Irina volvió su atención al otro gusano, que se encontraba rodeado por sus compañeros. Entonces vió las heridas de Parriwimple y enloqueció un poco más. Saltó sobre el gusano y empezó a lanzar mordiscos como si de una fiera se tratara. Cada mordedura dejaba una señal negra en la carne de la sabandija pero Irina parecí no detenerse.

-MUERE!MUERE!MUERE!MUERE!

Con trabajo en equipo y constancia, y unas cuantas hostias como panes, del gusano que quedaba solo quedó un gran manchón viscoso aplastado en el suelo. Parriwimple, en lugar de participar en esa vorágine destructiva, se puso en unas cuantas zancadas a la altura de Ivalic. Entonces los dos inocentones vieron la puerta de la casa Veljoban abrirse. La joven Olga, con ojeras de no haber pegado ojo y un camisón largo negro con lacitos blancos en los hombros muy gothic lolita, forcejeó con Elenya con la misma pericia con la que lo hiciera Ivalic segundos atrás.

Aaah... socorro... me haces daño, Elenya...

La sombra de Parriwimple se proyectó alargada por la luz del amanecer. Elenya se volvió temerosa.

Es... está bien. Me rindo-dejó caer el cuchillo de plata al suelo-. No le voy a hacer nada a Olga, Parriwimple. ¿Lo ves? Ya no estoy armada. Todo pasó. Solo... solo me dejé llevar por los nervios. Eso es todo.

Varikov, poco interesado por las disputas entre humanos, se quedó junto al callejón. Tras quitar una bota de uno de los cadáveres y arrancar unos cuantos jirones de ropa, se dedicó a hacer fricción con el mango de su hacha sobre la suela para prender los trapos y quemar de una vez la pila de cadáveres vistani zombis no-muertos ya totalmente muertos. Todos los demás pudieron reunirse en la plaza con Elenya, Olga, Ivalic y Parriwimple. Todos, incluso el fantasma de Irina, ocultada tras una esquina para escucharlo todo sin que Olga Myljana llegase a verla.

La mirada de Elenya a Herr Urik era un poema. Acababa de perder toda oportunidad de casarse con el paladín, tal y como lo había planeado su ingenua mente. Parte de su atención también estaba en el espectro de Irina, con miradas de desconfianza, que Olga, desde el umbral de la puerta de casa, solo podía interpretar que la sirvienta se había vuelto loca y volvía la cabeza hacia donde Olga no tenía constancia de que hubiese alguien. Una especie de amigo imaginario de Elenya.

Oh, Herr Urik... me gustaría confesar mis pecados...

Aquella era su última oportunidad de evitar la ira de Irina: confesar en público, con el espíritu conteniéndose ante una niña que todavía no la había visto, y con Herr Urik para protegerla de la venganza.

Quería hacerme con unos ahorros... dinero para huir de los pies del castillo de Strahd y asentarme en alguna ciudad grande y segura como Teudeldorf. Para ello robaba algunos cubiertos de plata de la mansión en la que trabajaba, hogar de los Indirovich, y los vendía en la tienda de Bildrath, el tío de Parriwimple. Pero el Conde Strahd conoce todos los secretos. Me hizo chantaje. Contaría al Burgomaestre mis robos si yo no le ayudaba...

Se plisó la falda con las manos tratando de encontrar las palabras adecuadas. Su futuro dependía de ello.

Me dió un somnífero. Debía robar el colgante de Irina, el Símbolo Sagrado del Ravenkind, de su cuello. Sabía que Strahd lo quería fuera de circulación porque tenía un poder mágico que protegía a Irina de las mordeduras de vampiro. Me colé en la habitación del padre de Irina y le puse el somnífero en los labios... abrí la ventana para que los demás creyesen que el ladrón había entrado por el dormitorio del Burgomaestre y volví a mi cama a esperar que el somnífero hiciese efecto. Pero algo salió mal... entró un ladrón de verdad y se llevó el colgante de Irina antes de que yo pudiese hacerlo. Y lo peor de todo... que aquel somnífero que me dió Strahd no era un somnífero. ¡Yo no lo sabía! ¡Envenené al Burgomaestre porque me engañaron! ¡Tenéis que creerme, Herr Urik!

Irina había agotado todo su autoncotrol calmándose después del combate con los gusanos. Se había ocultado tras una pared mientras escuchaba y, al oir la historia de Elena se maldijo a sí misma por haber confiado en ella. Su nmundo volvió a teñirse de rojo y el fulgor de sus ojos se incrementó mientras se fundía con el suelo. Allí donde desapareció, el suelo se volvió tan negro como sus ánimos y el espíritu empezó a preparar su venganza...

Los gritos de advertencia de Ivalic no sirvieron para nada pues la joven Olga salió a abrir la puerta y Elenya intentó cogerla como había hecho con el pequeño junto al pozo, aunque al igual que antes tampoco lo consiguió. La llega de Parriwimple fue definitiva para que la sirvienta dejara de amenazar a Olga con el cuchillo.

-No se que le pasa, está muy rara hoy... Le susurró a su amigo. ¿Estáis bien? ¿Quien gritaba y que eran esas cosas? No parecían zombis.

No tuvieron que esperar mucho para que el resto del grupo se acercara y para que la sirvienta confesara todo lo que había hecho. Ivalic no podía creérselo, no se esperaba algo así de ella y bajó la cabeza pues se sentía avergonzado. Cuando terminó no sabía que decir, era mejor dejar esas cosas a los adultos. Buscó con la mirada a Irina pero había desaparecido.

Juraría que estaba aquí...

¿Habría escuchado lo que Elenya dijo? Seguramente si, y ahora suponía que estaba muy enfadada, si es que los fantasmas podían enfadarse.

Con expresión de profundo disgusto propia de un juez severo que se encuentra ante un criminal, niego con la cabeza.

- "Robaste a tus benefactores, y para ocultar ese crímen cometiste otros mayores. Pretendías drogar a Herr Indirovich y robarle a Frau Irina el medallón que la protegía para que el Conde vampiro pudiera beber libremente su sangre. Esto lo hiciste a sabiendas de la maldad de tus actos.

Podrías haber confesado el hurto de la cubertería a tu señor, el Burgomaestre, en su lugar preferiste cometer crímenes ya de por sí imperdonables contra su hija. Además, sin pretenderlo, pero debido a tus malos actos, asesinaste a Herr Indirovich.

No Elenya, no esperes piedad ni compasión por mi parte, pues no seré yo quien impida que recibas tu justo y merecido castigo." -

-Un momento... -dice Arik-, no desdeñemos alegremente una oportunidad como ésta: el Conde no sabe que lo hemos descubierto, ni que esta mujer ha confesado. No la ajusticiemos: utilicémosla contra el conde, como el lo hizo contra nosotros.

Parriwimple abre la boca, con sorpresa, y luego la cierra. 

- Parriwimple cree que deber avisar a Giussepe. Él sabrá que hacer. Parriwimple pensar Elenya ha sido mala. Ella usar cuchillo con Ivalic y con Olga. Ella equivocarse, pero luego empeorar todo porque hacer daño a propósito luego. Eso es ser mala.- mira al resto del grupo- ¿Avisar a Giussepe? 

¡Sí! ¡Arik tiene razón! Puedo ser útil. Colaboraré en todo lo que pueda. Strahd dijo que el colgante que debía robar podía quedármelo. No le interesa tenerlo cerca. Habló conmigo una sola vez, y me dió el veneno en la noche del día veintiséis, en los jardines traseros de la mansión Indirovich. Y... y...

Elenya se esforzaba en dar detalles relevantes que pudiesen suponer la exculpación de sus crímenes, o su expiación moral, o recuperar algo de la estima que Herr Urik pudiese tenerla.

En lo alto del travesaño de madera del que colgaba la cuerda y el cubo del pozo de la plaza mayor, se posaron dos alas negras.

...y Elenya no tiene ningún valor estratégico. El Conde la utilizó con un fin, y ahora simplemente ya no le sirve para nada. No es una aliada de Strahd, tan solo un peón sacrificable. Ella lo ha dicho: ese vampiro no quiere el colgante, solo que otros no lo tengan. Ni siquiera puede acercarse al castillo con el pretexto de llevarle el colgante al Conde: simplemente se limitarían a matarla nada más verla llegar.

Discrepo.

A sus espaldas llegaron a la plaza Varikov y Giussepe. Tras ellos, una columna de humo en el callejón de los cadáveres agolpados garantizaba que no volvería a haber más problemas con las plagas de cresas. Las manos aún vendadas de Giussepe indicaban que había sido el enano el que había hecho todo el trabajo para la pira funeraria.

Hola-el carpintero sonrió lacónicamente bajo su bigote, con cara de no haber descansado bien-. He pasado una noche horrible por el dolor de las heridas, pero lo peor de todo ha sido no poder rascarme la nariz-bromeó-. Si recuperásemos el Símbolo Sagrado del Ravenkind, o creásemos una copia, o simplemente esparciéramos el rumor de que lo tenemos, Elenya sería la primera persona a la que Strahd recurriría para intentar un nuevo robo. ¿Te refieres a eso, Arik, amigo?

En cualquier caso, el pueblo es demasiado peligroso para que la gente se atreva a ser guardia, y demasiado pequeño para tener un calabozo en el que encerrar a los delincuentes. La única medida contra el crímen es la horca del cadalso que hay en la Encrucijada, a las afueras.

Por cierto, gracias por vuestro trabajo con esos gusanos. Puede que a veces tengáis la sensación de no lograr ninguna victoria en esta lucha, pero vuestra presencia hace mucho bien a este pueblo.