Partida Rol por web

Algo había hecho la Señora Helene para que los monstruos salieran huyendo, Ivalic no sabía que pero se alegraba de que estuviera allí.

-Uffff, menos mal, pensé que nos comerían como a los cadáveres. Creo que Herr Urik tiene razón y es mejor volver a la superficie, con el Señor Varikov y Parriwimple será más fácil vencerles. Seguro que cuando se les acaben los cadáveres comienzan a comerse a la gente viva y eso no podemos permitirlo.

Claro que en Varovia lo que sobraban ultimamente eran muertos, los necrarios se podían pegar un buen banquete durante mucho tiempo, aunque era un riesgo dejarlos allí, tarde o temprano acabarían atacando a alguien.

- "Justamente en eso estaba pensando, Ivalic. Esos seres comienzan profanando y devorando los cadáveres del cementerio, pero cuando se les acaben buscarán más. Seguramente primero empezarían por el Padre Danovich, después podrían ser Bobby y sus amigos la siguiente vez que vengan a enterrar a alguien, y luego puede ser cualquiera. Como alguien que simplemente acuda a presentar sus respetos ante la tumba de un ser querido." -

-No sé si es buena idea volver a estos subterráneos. Hemos alcanzado a ver dos necrarios pero no sabemos cuántos más puede llegar a haber. Regresar aquí sin estar adecuadamente preparados y sin la suficiente habilidad... Sería mejor tapar las potenciales entradas al pueblo o incluso cegar estos pasadizos, pero haré lo que digáis. En todo caso, en marcha hacia arriba.

- "Siento haber sucumbido al veneno de esas bestias. Frau Helene, una vez más debo daros las gracias. Si sigo vivo es gracias a vos." - Afirmo con verdadera gratitud en mi voz al tiempo que abro la marcha con pasos firmes y decididos hacia el agujero que conduce a la superficie.

Ivalic, Urik y Helene volvían ya por el pasadizo en dirección a la cuerda, que ya se atisbaba al fondo. A lo lejos escuchaban una extraña melodía... una voz de mujer a capela... No había que darle importancia, quizás no fuese más que una plañidera dando algún cántico fúnebre a sus muertos.

¡VJELKUS, NO!

Bobby soltó las riendas del caballo y corrió hacia la fosa. Vjelkus siguió caminando, hasta que la suela de sus botas pisaron vacío. Entonces el hijo de Helene cayó... Por un instante, Bobby lo cogió por un brazo. Vjelkus seguía moviendo los pies, totalmente ido, repitiendo el gesto de dar pisadas para intentar avanzar. No culpéis a Bobby... no es lo suficientemente fuerte, y Vjelkus está demasiado gordo. Por eso, en pocos segundos, el brazo regordete se le escurrió de las manos y Vjelkus avanzó... pero hacia abajo, a lo largo de aquel pozo. Helene vió a su hijo estrellarse contra el suelo del subterráneo, y quedar en la misma posición de articulaciones dobladas en posiciones imposibles de una marioneta. La sangre producida por el impacto empezó a teñir la tierra de sangre...

Mientras, en la superficie, la arpía tenía a sus dos presas a su merced, pero viendo que con las garras tardaría siglos en despedazarlos, el monstruo de cuerpo femenino trataba de arrebatar el garrote fabricado por Giussepe del brazo inánime de Parriwimple. Pero aunque su brazo se agitase con los tirones con suma facilidad, los dedos del repartidor del ultramarino continuaban firmemente sujetando el arma en el forcejeo.

Me quedo por un momento absolutamente pasmado por lo que acabo de ver. Entonces envaino la espada y con esa mano libre sujeto la cuerda bien fuerte.

- "¡Vamos, Bobby, dale una palmada al caballo para que me suba deprisa hasta ahí!" -

Miro con tristeza y preocupación a Frau Helene. Lo que acaba de ver es algo que ninguna madre debería de tener que contemplar.

Sin perder tiempo Ivalic acompañó a sus amigos adultos hasta la salida de aquellos improvisados túneles que los necrarios había excabado. Cuando ya estaban llegando escucharon alboroto, estaba claro que algo pasaba arriba, aunque lo único que el niño pudo distinguir con claridad fue la voz de su amigo Bobby gritándole a Vjelkus no sabía porqué. De repente algo se estrelló contra el suelo del túnel unos metros delante de Ivalic, parecía que algo o más bien alguien había caído por el agujero. Al fijarse pudo distinguir a su amigo Vjelkus por las ropas, aunque la imagen era horrible y distorsionada por la forma en la que el cuerpo había quedado retorcido al impactar con el suelo. Se quedó tieso durante un segundo y luego salió corriendo y gritando hacia el cuerpo de su amigo mientras en sus ojos comenzaban a aparecer unas gruesas lágrimas.

-¡VJELKUS! ¡VJELKUS! ¿Estás bien? Ivalic se agachó al lado de su amigo esperando algún tipo de respuesta por su parte. ¡Corra Señora Helene! ¡Tenemos que salvarlo! ¡Está sangrando mucho! ¿Que hago?

Si había alguien que podía curar a su amigo era su madre que había demostrado tener buenas dotes de curación y él la ayudaría en todo.

La caída de Vjelkus fue terriblemente lenta a ojos de una madre que creyó que el veneno paralizante de los necrarios aún corría por sus venas impidiéndole cualquier reacción. Y cuando el terriblemente joven Vjelkus terminó por impactar contra el suelo, con un sonido sordo acompañado del crujido de sus huesos al romperse, Helene palideció como si la muerte la hubiera visitado. A partir de aquel momento todo desapareció a ojos de la clériga. Sus piernas se movieron a una velocidad imposible y antes de que nadie fuera consciente de su movimiento ya se hallaba arrodillada ante su hijo, cuyo rostro tomó suavemente entre las manos. Hubo una fracción de silencio donde todos los ruidos parecieron apagarse y lágrimas de madre cayeron sobre las mejillas otrora sonrosadas de un hijo.

Los labios murmuraron y un suave calor partió del cuerpo de Helene hacia su hijo. Pero sabía que no sería suficiente.

-Ivalic, usa uno de los pergaminos de cura -dijo cuando las palabras del muchacho la alcanzaron entre las brumas del dolor que la partía.

Por más que la arpía forcejeaba, no era capaz de arrebatar el arma del poderoso puño de Parriwimple. Por unos segundos más, el garrote siguió en posesión de su dueño. Al lado de Parriwimple, Varikov seguía igual de ido.

Deslizándonos a ras de las briznas de hierba, Bobby estaba tumbado boca abajo, asomado al foso. Lo que acababa de ver le había afectado. Se sentía culpable por no haber salvado al pobre niño, y tragaba saliva nervioso. La voz de Urik le sacó de su ensimismamiento. El cuerpo del Caballero del Cuervo comenzó a ascender como un mesías hacia los cielos, la cuerda tiraba de él para que así fuese. Cuando Urik llegó hasta la superficie, Bobby paró al caballo para que dejase de arrastrar. Entonces, la mente del paladín se nubló. La melodía... ese hermoso canto... La voz de la arpía también trataba de hacer mella en él.

Más abajo, lo suficientemente lejos de la arpía como para poder actuar con libertad, el conjuro de Helene sanaba en parte las heridas de su hijo, que empezaba a abrir sus ojos.

Mamá... mamá, me duele... Apareció una arpía cuando no estabas. Le tiré flechas, pero no le dí ni una sola vez... Lo último que recuerde es que empezó a cantar...

Ivalic había escuchado leyendas sobre las arpías de los alrededores de Barovia. Los problemas más graves que causaban venían cuando se llevaban algún carnero como haría un águila. Claro que a veces desaparecían pastores, y no había testigos para saber qué horrible criatura era la responsable. Lo más importante de todo es que, según contaban los rumores, un buen cantante con habilidades de bardo podría entonar una contraoda que neutralizase los efectos. La soga atada al caballo descendió entonces hasta la altura de los ojos azules de Ivalic, listo para su siguiente pasajero.

Ivalic permanecía aterrado por la situación o incapacitado en cierta medida. Sin duda, aquello era demasiado para su joven espíritu. Pero la madre era madre y no se arredraba ante nada. Sus labios, mudos a cualquier otrio requerimiento, vocalizaron su conjuro de sanación, arrancando del éter mágico la energía necesaria para devolver a su ternerito la salud perdida.

-No hables, pequeño mío. Es el turno de tu madre y lo que haya de ser, será. Y esa arpía, por la gloria de mi progenitora, pagará bien cara su osadía. Y esto es un juramento de Helene, la clériga madre.

Lentamente mi mano va hacia la empuñadura de la espada de Frau Ashlyn. Sin embargo, no puedo evitar escuchar la música de la harpía y mis movimientos se van sofrenando, por lo que no llego a desenvainar y me quedo embelesado.

-¡Está vivo! ¡Está vivo! Se pondrá bien ¿Verdad que si Señora Helene? Vjelkus, estábamos muy preocupados por ti, te caíste por el agujero y menudo golpe...

No cabía en si de la emoción de la recuperación de su amigo, sabía que la Señora Helene tenía un don para sanar a la gente pero su amigo se había llevado un golpe tremendo y eso junto a la sangre y la extraña postura de su cuerpo no hacían augurar nada bueno. Pronto su redondo amigo les explicó lo que estaba sucediendo arriba y todo cobró sentido.

-¡Una arpía! Dicen que cuando cantan hechizan a la gente, por eso debiste caerte por el agujero. ¿Y a los otros también los tiene hechizados? ¡No podemos permitirlo! ¡Hay que ayudarlos! Quizás si consigo cantar lo suficientemente alto pueda ayudarlos... ¡BOBBY! ¡SÚBEME!

No sabía si funcionaría pero era lo menos que podía hacer, intentarlo por lo menos. Se agarró fuertemente de la cuerda listo para el tirón que lo llevaría a la superficie tan rápido como había subido Herr Urik y dispuesto a cantar tan fuerte como le fuera posible para ayudar a sus amigos frente a ese monstruo de leyenda. Sabía que en Barovia había arpías pero nunca habían causado más problemas que atacar a alguna pequeña pieza de ganado, pero ahora estaban atacando a gente en su pueblo y debían defenderse.

Mientras la arpía seguía forcejeando con Parriwimple sin éxito, un tercer pretendiente se unió a su harén masculino. Con Urik, Parriwimple y Varikov, era imposible cargar en linea recta contra el monstruo. Sin embargo, la criatura asomó la cabeza por encima de la de Varikov cuando una voz más allá de la muralla de escudos humanos rivalizaba con la suya.

Al niño todavía le faltaba algo de talento para imponerse en el duelo, pero la arpía no se iba a jugar el cuello en ello. Con sus patas gallináceas, dió varias zancadas para tomar distancia con los dos humanos y el enano. Solo por si acaso recobraban su belicosidad. Irónicamente, el canto que los mantenía mansos también les hacía caminar hacia la arpía, de modo que con angustia empezó a ver que no podría librarse facilmente de la amenaza que suponían.

De modo inesperado, la arpía giró en su carrera, bordeando a sus tres enamorados. Con esa maniobra, el canto de sirena estaba lo suficientemente cerca como para afectar también a Ivalic. Si la mente del niño cedía, dejaría de cantar, y todos serían sus esclavos...

Ivalic notó algo a cada lado de la cabeza. Eran las manos de Bobby. Mientras tapaba las orejas del joven bardo para que no cayese víctima del hechizo, le lanzó una mirada de confianza para que prosiguiese. Si Ivalic no hubiese expresado sus intenciones verbalmente, Bobby no lo habría oído desde el borde del foso, y la historia habría cambiado radicalmente.

Gracias, mamá...-dijo Vjelkus, ya recuperado totalmente-Veía todo lo que pasaba, pero no podía controlar los movimientos de mi cuerpo.

Aquello confirmaba todo lo que Helene sabía del cántico de las arpías, muy similar al canto de sirenas que atraen a los marinos hasta las rocas para que naufraguen. No había más poderes especiales ni ases debajo de la manga en esta criatura mitológica con cuerpo y cabeza de mujer, y alas y patas de pájaro.

Ssssh... ssssh-sh...

Aquel murmullo provenía de más allá de la espalda de Helene, de la galería por la que habían regresado. Al volver la vista, la negrura que espesaba más allá del linde de luz ocultaba lo que se está acercando. Seguramente fuese uno de los necrarios acercándose, o quizás un mal todavía peor.

¿Qué ocurre, mamá? ¿Qué...? ¿Qué encontrasteis aquí abajo? ¡¿Qué es lo que viene hacia nosotros?!-dijo con temor.

Helene pasó el lazo bajo las axilas de Vjelkus y dió un tirón a la cuerda para indicarle a Bobby que hiciese andar al caballo... pero justo en ese momento, Bobby tenía las manos ocupadas.

Escucho la hermosa voz de Ivalic contrapuesta a la voz embrujadora de la maligna harpía. Algo en mi interior lucha por liberarse, por soltarse para propinar un tajo de espada a la garganta traicionera de esa cosa mitad mujer, mitad ave de corral. Algo a lo que tan sólo le falta un poquitín más de la dulce canción de Ivalic para liberarse y soltar su justa ira.

Ivalic no consiguió imponer su voz frente a la de la arpía pero siguió cantando todo lo fuerte que pudo, lo suficiente como para que al menos aquel monstruo pareciera algo molesto y se alejara. El Señor Varikov, Herr Urik y Parriwimple parecían hechizados por su canto y siguieron a la arpía que de repente dio la vuelta y se acercó en un intento de atrapar al niño con su canto. Entonces Ivalic sintió algo a cada lado de la cabeza y pensó que la arpía estaba ganando pero se dio cuenta que su amigo Bobby le estaba ayudando a vencer a la arpía tapándole los oídos, por algún motivo que desconocía Bobby parecía inmune a los cantos de aquel horrible ser. Aquello le dio mas fuerza y ánimos para seguir cantando más fuerte, si todos colaboraban juntos podrían vencer a la arpía y después a los monstruos que habitaban bajo Barovia.

Oh Terrible arpía deja a mis amigos
con este canto yo te lo digo
y cantaré cada vez más fuerte
pues juntos no hay quien nos gane
Vete de aquí para siempre
o encontrarás la muerte
pues mis amigos resistirán tu canto
y verán que eres un espanto.

Con un fuerte chirrido metálico, la espada de Frau Ashlyn sale de su vaina. Por un breve instante el frío acero centellea con un brillo mágico relumbrante.

-No sé qué es lo que puede venir. Lo que hallamos fueron necrarios. Peligrosos, venenosos -se señaló el arañazo de la cara para que fuera consciente de la batalla que en el útero de la tierra habían vivido-. Pero dudo que se trate de uno de ellos pues se batieron en retirada. Y mientras no podamos subir, estamos solos aquí abajo. Coge tu arco que yo tomaré mi maza. Mantente alerta.

Tan pronto como se ve libre de la atadura del perverso canto de la arpía, Parriwimple maniobra hasta volver a flanquear a la arpía y le asesta un fuerte golpe.