Partida Rol por web

Las cortas piernas de Varikov le servían muy bien para salir corriendo de ese lugar. Por suerte para el resto, el enano se había quedado vigilando mientras ellos se metían a robar. Poco le importaba las razones que tenía el falso paladín para lo que acababa de hacer, el Trampero sabía que a Strahd no le gustaba nada que le cogieran sus cosas y eso era suficiente para ayudar. Ahora era tiempo de huir y, aunque los enanos no huyen de la lucha, tampoco son estúpidos, saben muy bien si es momento de retirarse y no ponen la vida en peligro para tonterías. 
Por alguna extraña razón las voces de su cabeza empezaron a reírse de Varikov. 

-Shhhhh, Ivalic. No vendas la piel del oso antes de haberlo cazado. Aún no hemos salido de aquí y seguimos sin estar solos -susurró haciendo mención del elfo al tiempo que corría en pos de su hijo al que alcanzó y saludó con una sonrisa y un guiño incitándole a seguir corriendo.

Parriwimple llegó al rastrillo que separaba el patio lateral del patio de armas, y con la ayuda del Caballero del Cuervo, lo alzó con gran esfuerzo para que todos pudiesen cruzar. El puente levadizo crujía por la estampida de pisadas, y en la barbacana, la gárgola ciega se deslizaba por las paredes, nerviosa, tratando de entender lo que pasaba. Ya era tarde. Huyeron con el trofeo en las manos. Y hasta Vjelkus aumentó su velocidad cuando llegaron al tramo del camino que iba cuesta abajo.

Ya más sosegados, pasado el puente de las cataratas del Tser, y con un pequeño sol rojizo besando el horizonte sobre las montañas, el cuervo Hurrn dió un pequeño graznido de alerta. A lo lejos, en el punto de fuga del camino, vieron un cuerpo avanzar lentamente hacia ellos con movimientos erráticos. Antes de que pudieran hacer conjeturas, el caminante se desplomó. Al llegar a él, reconocieron el rostro de Bobby...

El pueblo... aparecieron por sorpresa y tomaron el pueblo... los soldados tomaron el pueblo...

Antes de que Helene pudiese imponer sus manos curativas en aquel paciente, Bobby exhaló su último suspiro. Su cadáver, aún caliente, presentaba múltiples heridas superficiales, casi como laceraciones, pero ninguna estocada mortal. La probable causa de la muerte fue la pérdida de sangre, en esta larga caminata para buscar a los héroes locales.

Corro hasta Bobby angustiado al verle así. Siento ganas de llorar. Este chico tenía madera de héroe.

Miro a mis compañeros mientras tomo el Icono de Ravenloft de manos de Parriwimple, dándole las gracias afectuosamente por su heroísmo.

- "Unos Soldados han tomado el pueblo de Barovia por sorpresa, y han matado a este buen e inocente muchacho. Parece que le han matado de múltiples cortes.

Creo que tenemos que volver y averiguar qué está pasando, y qué podemos hacer por ayudar a las gentes del pueblo." -

Ivalic hizo caso a Helene y dejó de celebrar el aparente triunfo que habían tenido hasta estar seguros que escapaban vivos de allí. Siguió corriendo con el resto, pasó el rastrillo y salió por el puente levadizo. Cuando la distancia parecía ya suficiente el grupo relajó el ritmo y continuaron más despacio mientras recobraban el aliento.

-No me lo puedo creer, hemos estado en el castillo del Conde y seguimos vivos, nunca creí que fuera posible.

El sol comenzaba a desaparecer entre las montañas y todo parecía tranquilo y apacible, al menos hasta que los graznidos de Hurrn dieron la alerta a todo el grupo de que algo o alguien se acercaba. Por un momento temió que fuera el Conde o sus secuaces pero el cuervo señalaba el frente. Ivalic pudo distinguir una silueta humana pero no fue hasta que estuvieron más cerca que distinguió a Bobby.

Seguramente se lo ha pensado mejor y quiere venir con nosotros de aventuras.

La realidad estaba lejos de aquellos pensamientos, el muchacho a penas se mantenía en pie lleno de heridas y con las fuerzas justas para dar unos pasos, a unos pocos metros Bobby se derrumbó y todos corrieron a ayudarlo. Las noticias que traía eran tan trágicas como el fina que había tenido Bobby, había dejado de respirar, dando su vida por avisar a los únicos que podrían hacer algo por el pueblo en aquellas circunstancias.

-Bobby era muy valiente snif, snif. El pueblo nos necesita y él vino a avisarnos, tenemos que volver.

Ivalic no podría hacer nada para salvar a la gente que quería, ni siquiera con la ayuda de Parriwimple, necesitarían a sus amigos para ello, junto a la Señora Helene, Herr Urik y el señor Varikov tendrian más oportunidades.

Arrodillada junto al cuerpo de Bobby, cerró los párpados de aquel pequeño héroe cuyo nombre no aparecería ni en libros de gestas ni en canciones de bardos. Acarició su cabello como solo una madre sabe hacerlo y lágrimas de dolor y piedad cayeron por sus mejillas.

-Parriwimple, por favor, tómalo entre tus brazos y llevémoslo al pueblo. Debe descansar por siempre en su casa y no en un páramo. Y ahora, pongámonos en marcha. Hay gente que nos necesita. Vjelkus, camina a mi lado, por favor -en su mirada se veía el dolor insondable que toda madre experimentaría por la pérdida de un hijo y cada minuto en aquellas tierras henchidas de mal y perversión le recordaban el riesgo de que Vjelkus sufriera igual destino.

- "Maese Varikov, ¿queréis ir vos delante? No sea que caigamos en una emboscada de camino al pueblo. No temáis, yo os cubriré las espaldas." -

Miro a los ojos a Helene y asiento solemnemente, reprimiendo las lágrimas que querrían acudir presurosas a mis ojos.

- "Ha muerto como un héroe, Frau Helene. Espero que podamos hacer que su muerte no sea en vano." -

Tras esto, mientras el gigantón de Parriwimple coge en brazos el cadáver exangüe de Bobby, flanqueado por Frau Helene y su hijo, y con Ivalic cubriendo la retaguardia, emprendemos el regreso al pueblo.

Parriwimple estaba colapsado. No era justo, ¡estaba tan contento de haber podido tomar la reliquia sin pegar a nadie! Había sido divertido, y ahora, ahora...

Es verdad que Bobby no era uno de sus más, más, más amigos. Pero lo conocía. Lo había visto mucho. Era Bobby. Sintió un nudo en la garganta y en el estómago que no le dejaba respirar. ¿Estarían también así el resto de sus amigos? ¿Gertruda, Guiseppe?

- ¿No estar... no estar dormido, verdad?- en realidad sabía que no, pero quería volver a creer que sí. Sentía un dolor profundo, ahí, en la boca del estómago. Con sumo cuidado tomó al niño muerto (para Parriwimple Bobby siempre iba a ser un niño) poniéndolo contra su pecho y, con el gesto ceniciento, empezó a caminar hacia el pueblo, junto al resto.

Llegaron al pueblo de Barovia en el último latigazo de luz diurna, y empezaron a pasear por sus calles vacías bajo la luz de la luna creciente. El cielo estaba demasiado encapotado como para que las estrellas iluminasen también sus pasos.

En eso, un brazo emergió de un callejón y tiró de Vjelkus hacia la oscuridad. Cuando los demás acudieron en su ayuda, resultó que el brazo pertenecía a Layla.

Ssssssh...-mandó callar con el índice sobre los labios.

El ruido de pasos acompasados, como en una marcha militar, se empezaron a escuchar en la calle principal. Media docena de soldaditos de plomo de tres pulgadas de altura, en fila de a dos, pasaron por delante del callejón y siguieron su camino.

Layla se relajó y empezó a hablarles en voz baja.

Los juguetes han tomado vida. Siguen órdenes de un ser perverso llamado Maligno. Ha prohibido a la gente salir a la calle. Sus soldaditos de plomo entran en las casas por la fuerza, y se llevan a los niños a la casa en costrucción de los Litmunova y los retienen allí para que jueguen con Maligno. Los adolescentes y los adultos no tienen tanta suerte... Ivalic, encontrarás a tu hermana en el descampado de los Litmunova. Lamento no haber podido hacer nada para impedir que se la llevaran.

Me quedo completamente asombrado con la boca abierta sin poder evitarlo. ¿Diminutos soldaditos de plomo del tamaño de un muñeco infantil desfilando por el pueblo e imponiendo un toque de queda? Esto es asombroso...

Ivalic no podía creerse que Bobby estuviera muerto, era uno de los muchachos del pueblo que había conocido toda su vida y ahora... La idea de la Señora Helene le pareció muy bien, no podían dejar ahí tirado al pobre Bobby y Parriwimple era lo suficientemente fuerte para llevarlo, aunque había otras preocupaciones en la cabeza del niño.

-¿Y como lo enterraremos? El pueblo estará lleno de soldados y además el cementerio está lleno de monstruos que se comen los cadáveres, yo no quiero que se coman a Bobby. Negó con la cabeza a las palabras de Parriwimple. No está dormido Parriwimple, Bobby está muerto, lo mataron los soldados del pueblo.

Siguió caminando en silencio. En otras circunstancias un desfile de soldados habría sido algo alucinante, sobre todo si habían venido a derrocar al Conde, pero si se dedicaban a matar a sus amigos prefería que ningún otro ejército llegara a Barovia.
Cuando llegaron las calles del pueblo estaban desiertas e Ivalic temió que no quedara nadie con vida, debía llegar a su casa y comprobar que su madre y su hermana estaban escondidas a salvo. Cuando una mano salió de un callejón y atrapó a Vjelkus estuvo a punto de gritar, se unió al resto en un intento de rescate pero lo único que encontraron fue a Layla. Ivalic se quedó en silencio y agazapado en las sombras ante el gesto de la chica y vio junto a todos el desfile de pequeños soldaditos de plomo. Cuando por fin se alejaron y la chica explicó la situación Ivalic la abrazó.

-¡Layla, estás viva! Me alegro de verte. Bo...Bobby murió intentando avisarnos. ¿Y mi madre? ¿Mi madre está bien? ¿Le pasó algo? ¿Porqué los juguetes hacen eso? Los juguetes son buenos, no son malos...

En un principio el ejército de soldaditos de plomo le decepciónó, esperaba algo más impresionante, aunque visto lo que le habían hecho a Bobby sería mejor tener cuidado. Si no fueran unos juguetes malvados a las órdenes de un tal Maligno, que no podía ser bueno, la idea de que los juguetes cobraran vida sería molona.

-¿Que hacemos? Cuando jugamos con los soldaditos de plomo y nos enfadamos los tiramos lejos y dejamos de luchar, pero eso no debe funcionar, si no Bobby lo habría hecho. Podemos intentar hablar con ese señor Maligno y convencerle para que se vaya a jugar a otro lado, le regalamos los juguetes si quiere, aunque quizás sea peligroso... Si lo que dice Layla es cierto yo podría acercarme a la casa, soy un niño... Si no logro convencerlo entonces entráis vosotros y lo atáis.

El plan era tan sencillo como genial en la mente de Ivalic, no hacía falta complicarse mucho para solucionar todo aquello. Tenía curiosidad por ver si su hermana estaba bien y comprobar en primera persona aquello de los juguetes vivientes y a ese jefe Maligno que tenían. Aunque probablemente a los adultos se les ocurriera algo mejor, seguramente a Herr Urik que se había quedado callado y no había dicho nada sobre el asunto mientras maquinaba un plan de rescate.

Correr y mirar atrás no era una tarea muy difícil para Varikov. Fue lo que hizo durante el tiempo suficiente hasta estar a salvo. O pensar que lo estaban, porque esa tierra olvidada del mundo estaba plagada de peligros. Muy pronto iban a conocer al siguiente candidato a tocarle las narices.
Cuando por fin pudieron ir más despacio vieron una figura que se les acercaba. Al principio lo confundió con algún borracho. Había algunos por la zona, pero este le sonaba de otra parte. Por desgracia se trataba de uno de los pocos humanos que el Trampero toleraba, Bobby, un chaval siempre dispuesto a ayudar y con pocas ganas de hablar tonterías. Suspiró y echó a andar hacía el pueblo. Ya ni sabía qué era lo siguiente en la lista de cosas pendientes, pero ahora tenían que volver a salvar a los inútiles habitantes.
La noche había llegado y con ella también el hambre. Metió la mano en el bolsillo y buscó un trozo de chorizo, teniendo cuidado para no ser visto por los demás, sobre todo por el gordo. Unas manos misericordiosas lo raptaron hacía la oscuridad y Varikov estaba preparando una oración de agradecimiento mientras se daba cuenta de que no le iban a hacer daño. No pudo ni protestar ya que pasaron por delante de ellos unos mini humanos vestidos iguales. El enano no se podía creer que esos pequeñajos eran los culpables de la muerte de Bobby. Lo que quería era ir a aplastarlos, así que empezó a buscarlos en la oscuridad de la noche.

Estoy patidifuso y me siento incapaz de tomar una decisión.

- "Es cierto, Ivalic. No podemos enterrarle en estos momentos, no con esos Necrarios en el cementerio. Creo que tendremos que liberar primero el pueblo y después acabar con los Necrarios para poder enterrar a Bobby como se merece.

Deberíamos de neutralizar a ese tal señor Maligno.

Parriwimple, deja de momento aquí a Bobby en el callejón, al cuidado de Layla. Será mejor taparlo con una manta." -

Entonces veo que Varikov se aleja con intención de atacar a los soldaditos de plomo y hago gestos a mis compañeros para que sigamos al enano. No podemos permitir que se enfrente en solitario al peligro. Debemos ayudarnos siempre entre nosotros.

No sé más, Ivalic. Natalija había salido a visitar a una vecina, y no estaba en casa cuando los soldados vinieron.

Layla no acertó a decir el nombre de la vecina, su vida en este pueblo se reducía a la Viña de Sangre y aún tenía todo un vecindario por descubrir. Los soldaditos de plomo, por su parte, seguían trayectorias de patrulla erráticas y fácilmente predecibles. La misma patrulla que antes pasó de largo, no tardó en dar media vuelta y volver por la misma calle, pasando de nuevo por delante del callejón en el que el grupo de la resistencia se encontraba.

Estaba encajonada contra la pared y poco podía hacer. No se lo pensó dos veces. Puso una mano sobre Varikov, que era el más próximo y murmuró unas palabras.

Ivalic hizo un mohín al escuchar que Layla no sabía donde estaba su madre, esperaba que estuviera segura y a salvo en casa de algún vecino, pero sin saber cual no podía dedicarse a ir de casa en casa preguntando con el pueblo lleno de soldaditos de plomo y a saber que otros juguetes peligrosos. Sería mejor que se deshicieran de ellos antes.

-Luego la buscaremos, en cuanto acabemos con estos juguetes y ese tal Maligno que tiene a todos los niños del pueblo. ¿Vas a quedarte aquí? Quizás sea mejor que vayas a casa y te escondas, si ya han pasado por allí los soldados dudo que vuelvan a mirar.

Sin mediar palabra Varikov se lanzó sobre los soldados que volvían seguido por Urik. Ivalic no sabía que hacer, los soldaditos eran demasiado pequeños para acertarles con su tirachinas y no se sentía con fuerzas para cantar y así ayudar a sus compañeros a concentrarse en el combate. Miró a la Señora Helene en busca de consejo.

-¿Que hacemos Señora Helene? ¿Nos quedamos aquí protegiendo a Layla?

Otra opción era intentar darles con su espada o simplemente una buena patada, quizás no les haría daño pero los echaría lejos por un rato.

Parriwimple no dice nada. Al ver como los soldaditos de plomo se acercan a ellos, ataca al más cercano, pero sin lograr a atravesar su piel de plomo. Hay un gesto de profundo dolor en el gigantón.

-Esperemos a ver qué pasa -dijo a Ivalic sin mirarlo, los fijos en la escena a punto de desarrollarse ante ellos-. Luego, decidiremos. Son soldaditos de plomo pero no podemos fiarnos de las apariencias. Bobby ha sido víctima de sus pequeñas armas. Son como hormigas. Una sola no hace nada. Juntas son un ejército peligroso. Lástima no contar con fuego. El plomo no resiste muy bien el fuego.

Esas mini cagarrutas pintadas no tardaron mucho en volver a "patrullar" por delante del callejón donde estaban. El enano, valiente y fuerte, no se imaginó en ningún momento que los soldaditos podrían ser peligrosos de verdad. Él estaba acostumbrado a pelear con las bestias del bosque, animales que pesaban mucho y tenían una fuerza considerable. Esos ratoncitos de dos patas no le infundían ningún miedo.
Antes de lanzarse, la mujer volvió a tocarlo. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué tenía que hacer eso? Maldita furcia vieja... Obviamente no sabía que en realidad era para su propio bien, solo pensaba que lo hizo para darle mala suerte. Todo enfadado y protestando se acercó a sus diminutos enemigos e intentó barrerlos con el hacha.