Partida Rol por web

Varikov vio que le hizo una herida al oso, pero lo que había cortado era un cuerpo humano y no al peluche. Se sentía muy débil y si recibía otro golpe como el último quedaría fuera de combate. Le costó volver a levantar el hacha, las manos le empezaban a temblar. Dejarla caer fue más fácil, aunque no con tanta fuerza como le habría gustado.
 

- "¡Ivalic, intenta cortar las ataduras de Giussepe o quitarle la mordaza!" -

Miro un instante hacia Frau Helene.

- "Frau Helene, os suplico que auxiliéis a Parriwimple." -

Ivalic hizo lo ordenado y quitó la mordaza al viejo carpintero.

Arf... ¡No dañéis los cuerpos de las personas a las que manipula! ¡Se les puede volver a la vida! ¡Maligno guarda sus almas dentro del saquillo de su cinto!

Posado en lo alto del cobertizo, Hurrn lanzó un graznido y dió un salto al vacío, impulsándose con las alas en un vuelo picado. Tras robar el saquillo con su pico, el cuervo levantó el vuelo por encima de la valla de madera hacia la calle trasera del descampado. Maligno, enojado, fue tras el ladrón emplumado, zigzagueando en su huída entre Ivalic y Stara. Como una cortinilla, el cuerpo de Bildrath y el de Natalija se separaron para dejarle pasar, y tras ello, volvieron a unirse cortando el paso.

No fue la única espantada. Herido, Liddo emprendió su huída y llegó hasta la parte delantera de la casa en construcción, mientras que los dos títeres humanos sueltos atacaban a Helene y a su hijo. Vjelkus logró clavar una flecha en el osito gigante, que se sumaba al nuevo hachazo de Varikov. En medio de los peluches pequeños que formaban el grande, Olga y Katta se seguían asfixiando, y en el suelo, Parriwimple se seguía desangrando...

Un nuevo disparo y un nuevo fallo. Helene sentía que el cansancio daba paso a una emoción capaz de provocar que la adrenalina la despertara. La furia por la frustación encendió la sangre de la mujer que se juró a sí misma que destriparía aquel oso y haría con su relleno cojines de florecitas y encajes.

Varikov estaba demasiado cansado. El día fue demasiado largo y su cuerpo hizo de diana unas cuantas veces. Rememorar aquello le nublaba la vista. Por suerte seguía vivo, sus brazos hicieron otra vez un buen trabajo mientras se alzaban con dificultad por encima de su cabeza. Las manos se aferraban con fuerza al hacha. El osito tenía un aspecto ridículo, pero era de un tamaño adecuado, no como los puñeteros soldaditos. Su hacha volvió a caer sobre el extraño enemigo, aunque el enano cada vez estaba más débil.

- "¡Ivalic, ve tras el muñeco! ¡No dejes que dañe a Hurnn! ¡Todavía podemos salvarlos a todos!" -

Protegiéndome con el escudo contra el osito, me agacho lo justo para tocar levemente a Parriwimple con los dedos de la mano que sostiene la espada y una tenue energía blanquecina parece tocar por un breve instante el cuerpo del gigantón.

Las palabras de Guissepe dejaron con los ojos muy abiertos a Ivalic. ¡Su madre no estaba muerta! Aquel pequeño y maligno ser, con la ayuda de Liddo, les había robado su alma a los adultos. Por fortuna el cuervo Hurn había recuperado el saco que contenía aquellas almas y escapaba con el, aunque su enemigo intentaba recuperar su tesoro. Ivalic aprovechó que pasaba cerca para lanzar un ataque sobre Maligno, tenía todavía mucha rabia contenida y no sabía si su hermana Katta y Olga seguían bien dentro del osito.

-¡Toma esto maldito!

Liddo se alejaba renqueante por las heridas causadas por el paladín, mientras que el débil brazo de Ivalic solo lograba astillar la madera de la oreja del muñeco Maligno. Y al ser de madera, ni siquiera soltó un quejido de dolor, negándole esa satisfacción al niño.

Mientras, un nuevo golpe de Varikov y un flechazo de Vjelkus bastaron para desestabilizar lo suficiente la pila de ositos de peluche para que Katta lograse sacar la cabeza y gritar...

¡IVALIIIIC, SOCORROOOOO!

Un segundo después, el osito hecho de ositos volvía a engullir entre los peluches a Katta, volviéndola a sumir en la asfixia.

Ivalic estaba decidido a perseguir a Maligno y Liddo, aquel par de malvados que habían hecho daño a su familia y tantos amigos suyos del pueblo, causando entre otras la muerte de su amigo Bobby, pero el grito de su hermana Katta le frenó, no podía dejarla allí dentro de aquel oso gigante. Dejó a los malandrines que huyeran, retrocedió hasta el oso y sin importarle el peligro intentó meter las manos en el interior para sacar a su hermana.

Mientras Urik salvaba la vida de un moribundo Parriwimple, Ivalic hacía lo mismo con su hermana. Sin temor a nada, se acercó al osito gigante esquivando uno de sus giga-sopapos y saltó hacia el torso hecho de pequeños peluches, hundiéndose hasta la cintura. En medio de aquel bloque esponjoso, las manos de Ivalic palparon las de Katta. Ambos hermanos se agarraron con el poder del amor y con las rodillas, a horcajadas como un jinete, el pequeño bardo tiró y tiró, hasta sacarla heroicamente del osito de ositos.

¡Hermanoooo!

Del impulso, Katta rodeó con sus brazos el cuello de Ivalic mientras su hermano caía de espaldas. Detrás suya, Stara estaba de rodillas, y se giró un poco para parar la caída de los niños con el hombro. Ivalic notó la dureza de la articulación en la espalda, que le sirvió de punto de apoyo para caer de pie aparatosamente.

Ya solo quedaba en el interior del osito gigante el cuerpo herido de Olga. Ahora, cuando los héroes atacasen, tendrían menos posibilidades de que su tajo dañase a alguien.

Mientras tanto, Liddo y Maligno se marchaban por calles distintas, y el cuerpo sin alma de Viktor Litmunova encajaba su cabeza en un ventanuco de la casa aledaña al intentar embestir a Vjelkus. Aquel títere de adulto trató sin éxito de salir de la trampa en la que se había metido. Desde el exterior, su cuerpo culebreaba como una anguila, sin poder escapar.

No había manera de recuperar la fuerza y darle un buen golpe al enorme peluche. Ivalic consiguió sacar a su hermana de entre los ositos, así que el enano ya no tenía que preocuparse de que lo iban a llamar mata-hermanas, pero aun le quedaba pendiente el de mata-niñas. Varikov solo quería derribar a ese peluche gigante y usar su relleno para hacerse un blando colchón y dormir.

- "¡Ivalic, usa los pergaminos de curación para auxiliar a Parriwimple! En cuanto destruyamos a este osito gigante debemos perseguir al señor Maligno, y alguien se tiene que quedar aquí para proteger a todas estas personas." -

Sin pensarlo mucho se había lanzado hacia el interior del osito gigante y buscado con sus manos a su hermana antes de que se ahogara.

-¡Katta! ¡Estás bien! ¡Cuanto me alegro! -Ivalic abrazó a su hermana en un gesto rápido, a su alrededor pasaban demasiadas cosas y aún estaban en peligro.- ¡Ayuda a la señora Stara y a Giussepe y después aléjate del oso, vete con Herr Urik o con la Señora Helene!

El enano seguía golpeando al osito gigante sin mucho éxito, por fortuna para la pequeña Olga que seguía atrapada en su interior y también el resto parecían dispuestos a destrozarlo ahora que el mediano y su nuevo jefe habían salido corriendo. Miró a Parriwimple tumbado en el suelo, su amigo era muy fuerte y resistente y Herr Urik seguramente le había ayudado, no tardaría en ir a ayudarle pero la pequeña Olga estaba en un mayor peligro.

-¡Ya voy Parriwimple! ¡Tenemos que sacar a Olga!

Sabía que su amigo no se perdonaría que la niña muriese allí dentro, así que al igual que había hecho con su hermana Ivalic volvió a lanzarse contra el osito gigante.

El último golpe de Varikov hace que los ositos de peluche se desmoronen y caigan sin vida en la tierra del descampado. Como una flor que se abre, el cuerpo de Olga se desvela sobre un montón de mulliditos juguetes. La adolescente tiene un tajo en el estómago, nada grave, se recuperará. Resopla, consciente, tratando de recuperar el aire que le faltaba dentro del gigante. Katta desata a Stara y la ayuda a ponerse en pie. Giussepe sigue colgado como un jamón.

Ya la única amenaza que queda es el cuerpo de la prima de Bobby, que se balancea en el aire golpeándose contra la armadura de Helene y dificultando su disparo. Liddo ha huído. Maligno ha huído. Los cuerpos que quedan dificultando el paso impiden seguir al muñeco diabólico por el camino más corto, pero nada les impide recorrer la calle paralela y tratar de verse las caras de nuevo con maligno. Sin embargo, mientras se mantengan en el descampado van a seguir sufriendo los ataques de Margarita, tienen que ponerse en marcha.

El primer escollo es bajar a Giussepe. Para hacerlo necesitan de la fuerza bruta de Parriwimple. Y ese es el segundo problema, Parriwimple está malherido. Necesitan curarlo con algo más potente que las dotes sanadoras de un Caballero del Cuervo.

Parriwimple... lo siento, lo siento mucho. Estás así por culpa de mi hijo. Pero... no es malo, solo travieso. Durante años lo mantuve en letargo gracias a un barniz especial que le aplicaba. Vi a Liddo taciturno, y le conté mi historia para tratar de animarle. Ese maldito tramposo lijó la piel de Maligno para quitarle el barniz y despertarle. ¡Tenemos que ir a mi carpintería! ¡Allí tengo mi barniz especial para volver a dormir a mi hijo, y que ya no pueda hacer daño a nadie!

Se conformó así la disyuntiva:

-¿Buscar a Maligno y golpearle hasta hacerle astillas?

-¿O ir a la carpintería a por el barniz mágico?

Ivalic se alegró cuando por los golpes del enano el gran osito de peluche se desmoronó y dejó libre a Olga, estaba herida pero no parecía muy grave.

-¡Bien hecho Señor Varikov! -Celebró el niño. Ahora la principal preocupación eran los heridos que allí había.- ¡Señora Helene! ¡Venga a ayudarme a curar a los heridos!- Ivalic no se había dado cuenta que Helene tenía sus propios problemas en aquellos momentos, estaba demasiado ocupado con lo que allí tenía.-

No disponía de sus pequeños poderes sanadores pero por fortuna para todos si tenía los pergaminos curativos que Ludovico le había regalado y que ahora podían salvar muchas vidas. Al primero que se acercó, pues parecía el más grave también fue a Parriwimple, se agachó junto al grandullón intentando ver la situación en la que se encontraba.

-¿Su hijo? ¿Maligno es su hijo? ¡Eso es mentira! ¡Si ni siquiera ha venido nunca a la escuela! Además lo de volver a ponerle el barniz ese que dice no me parece muy adecuado, otro podría hacer como Liddo y volver a liberarlo, no podemos permitirnos que algo así vuelva a pasar. Mire a su alrededor Señor Giussepe, casi mueren mi hermana y Olga y Parriwimple y los adultos... Si no recuperamos sus almas y se las devolvemos... Yo no me arriesgaría.

Ivalic dejó a los adultos que decidieran sobre eso, él había dado su opinión y ahora les tocaba a ellos, mientras tanto se dedicó a intentar curar y ayudar a los que habían sobrevivido.

-Ivalic, detente un momento y observa. Mira a Parriwimple -Helene ya se había arrodillado a su lado-. Debemos curarle. Es la prioridad. Y bajar a Giussepe de ahí. Y Varikov no aguantará mucho. 

Helene empleó dos de los pergaminos, prometiéndose a sí misma que debería convencer a sus amigos de que toda pelea debería contar con ciertas reservas por su parte para la sanación. Pero aquel había sido un largo día y su magia se había agotado. Cuando Pariwimple se agitó y sus ojos se entreabrieron, la mano de la cláriga se posó en los hombros del gigante.

-Tranquilo, Parri. Estás herido y no debes moverte. Chicos, si queréis tener opciones de ganar a ese pequeño monstruo, necesitamos el barniz de Giussepe. Cuando lo consigáis, haced lo que creáis oportuno. Yo cuidaré de Parriwimple en vuestra ausencia. Y ahora bajémosle. Pongamos esos muñecos bajo él para que la caida sea menos peligrosa. ¿Os parece?

En un momento había estado combatiendo, y luego... un golpe profundo, recio, y el sentir el desgarro. No era la primera vez que Parriwimple era herido, pero sí la vez que más cerca había estado de la muerte. A pesar de su complexión recia el hombretón tuvo que respirar, pesadamente, al sentir como todo su cuerpo rezumaba dolor, sin que la magia empleada curase la mayor parte de sus graves heridas.

- Guiseppe, Katta, Stara, Olga... amigos... ¿estar bien? Parriwimple querer destruir muñeco malo, pero pegaron fuerte y ya no recuerda más- agarra la muñeca de la dama Helene- Gracias ayudar Parriwimple. ¿Qué tener hacer ahora para ayudar? ¿Deber...?- sorbe con fuerza aguantando las lágrimas- ¿... quemar o enterrar tio y resto amigos muertos?

-Shhh, Parriwimple. Tranquilo. Están todos bien. Fue un extraña magia la que hizo que parecieran muertos, pero no lo están. Aún nos queda trabajo, pero primero debemos curarte. Ahora toma aire y relájate. Todo se arreglará -dijo suavemente Helene, acariciando su cara infantil-. Te lo prometo.