Partida Rol por web

Desgraciadamente, como era de noche, no disponían de luz del sol. Sobre el abono, no mencionaremos nada. Pero cuando Vjelkus derramó el agua de una jarra cogida en la cocina de la casa, las letras echaron humo, como si estuviesen muy calientes. Al disiparse el vapor, las letras ya no estaban escritas sobre la trampilla. Volvieron a tirar de la anilla, descubriendo un hueco en el suelo con unas escaleras que bajaban.

La elección del grupo que iría a la carpintería fue la correcta, ya que la vela de Giussepe poco iluminaba allá abajo, pero Parriwimple sacó un farol que iluminó las escaleras hasta el suelo del sótano.

Mamá... ¿Vas a bajar ahí?

El enmadrado hijo temía por su progenitora. Con Parriwimple herido, Helene tenía todas las papeletas para bajar primero.

Las cortas piernas de Varikov no eran la mejor herramienta para recortar distancias, pero el Trampero era bueno deslizándose entre los matorrales. En cuanto la persecución salió de las calles y comenzó el campo a través, el rastro se fue haciendo cada vez más fresco.

En el horizonte, el enano divisió las luces de la mansión de Sasha Ivliskova, la vampiresa. Su vista acostumbrada también le permitió distinguir en la oscuridad de la noche a Maligno. A medias. Es decir, no es que lo viese a medias. Lo veía claramente. Lo que pasa es que solo había... ¡medio Maligno! El muñeco no disponía de su mitad superior, y ahora solo era un par de piernas rematadas en una cintura truncada. Caminaban hacia la mansión, zigzagueando por culpa de no tener ojos con los que orientarse en linea recta.

Gracias a aquel atajo, y confiando con la inocencia de un niño en que Herr Urik realmente tenía un buen presentimiento en la boca del estómago, y no era cosa de una comida copiosa, Ivalic y su héroe atajaron por una callejuela. Al desembocar en una calle principal pudieron ver, al fondo, sobrevolando los tejados de la casa, la silueta de Hurrn. Volaba torpemente debido al peso: a sus patas se agarraban las manos de Maligno. El muñeco no estaba entero, le faltaba medio cuerpo, de cintura para abajo. Parecía volar en dirección a la casa del carpintero.

Estaban demasiado lejos como para que el peso de la armadura de Urik les permitiese recortar distancias, pero si se dividían, Ivalic podía llegar hasta la vertical del cuervo, y disparar a Maligno con el tirachinas. En ese caso, el Caballero del Cuervo quedaría rezagado, y no podría proteger a Ivalic. Ambos sabían perfectamente que si se quedaban juntos, Maligno (o por lo menos la mitad superior de Maligno) llegaría primero a la carpintería.

- "Es peligroso, pero si Maligno llega a la carpintería antes que nosotros podrá recomponerse. Ivalic, ¿crees que podrías obligarle a soltar a Hurnn con un tiro de tu tirachinas? ¡Corre! Te alcanzaré lo antes posible." -

Digo sin dejar de correr todo lo deprisa que mi pesado equipamiento de caballero me permite.

-¡Mire Herr Urik, es Hurn y lleva la mitad de Maligno!

Seguramente el enano estaba siguiendo a la otra mitad. El niño escuchó las palabras del paladín, el hombre tenía más experiencia y sabía lo que hacía, así que Ivalic no lo dudó un instante, aquella era una buena ocasión para probar su valía para el grupo y además vengarse de aquel maligno ser que le había quitado el alma a su madre y a los habitantes del pueblo y matado a Bobby.

-¡Eso haré Herr Urik!

Salió corriendo con todas sus fuerzas para alcanzar al pájaro y ponerse al muñeco a tiro. Sacó el tirachinas del bolsillo del pantalón y cogió una canica que llevó a la boca y dio un besito para darle suerte y que pudiera impactar en Maligno. Cuando creyó estar suficientemente cerca se paró, respiró profundamente, apuntó su tirachinas y soltó la goma.

-¡Toma esto muñeco feo!

-No tengo más remedio, hijo. Con Parriwimple herido y presuponiendo que Maligno haya puesto alguna trampa, es a mí a quien corresponde bajar ahí.

El proyectil trazó una parábola que golpeó el duro cogote de madera de Maligno.

¡Ay! ¡Zeráz caraculo! Menoz mal que tengo la cabeza dura, que zi no podíaz haberme roto la crizma.

El pico de Hurrn se abrió para hablar con su voz de pájaro cantor, de este modo:

¡¿EZTAZ LOCO, NIÑO?! ¡MALIGNO Y GIUZEPE EZTÁN UNIDOZ POR UN VÍNCULO VITAL!
¡ZI NO ME DEJAZ LLEGAR A LA CARPINTERÍA PARA REPARAR AL MUÑECO, GIUZEPE MORIRÁ!

El constante ceceo hacía sospechar a Ivalic que se trataba de un truco de ventriloquía que a Maligno le había salido mal. Ivalic podía seguir disparando al muñeco diabólico, pero al fondo de la calle ya se veía la intersección que desembocaba en la carpintería. No tendría muchas más oportunidades... Miró atrás. Ya había perdido de vista a Herr Urik. Estaba solo. Todo el destino del pueblo dependía de él.

El niño torció en la siguiente calle, y Herr Urik le perdió la pista. Aún así, se afanaba por recortar distancias. De pronto, de un callejón a mano izquierda surgió una auténtica plaga de muñecas.

Aquella marea de juguetes desembocó justo delante de él, impidiendo seguir su ruta en pos de Ivalic. Movidas con vida propia, todas las cabezas se giraron a la vez para mirar a Herr Urik, y se desplazaron por el suelo tratando de atraparle.

Peldaño a peldaño, la madera bajo las botas de Helene crujía. Antes de que pudiese verlo, el extremo de una cuerda de saltar a la comba se deslizó por delante de sus espinillas haciendo la zancadilla. Helene rodó escaleras abajo hasta quedar tumbada en el suelo.

¡Mamá! Mamá, ¿estás bien?-dijo Vjelkus desde lo alto de las escaleras.

Entonces empezó a escucharse un ruido en algún rincón oscuro del sótano.

POM. POM. POM. POM.

Correspondía al sonido de un gran balón botando.

POM. POM. POM. POM.

Y cuando tuvo suficiente inercia, la pelota se lanzó contra la pared, rebotando, y saliendo disparada hacia Helene. La pelota pasó sobre su cabeza, rebotó en la pared que había junto a las escaleras y salió disparada de nuevo hacia la oscuridad.

POM. POM. POM. POM.

Giussepe apartó a Vjelkus de debajo del dintel para alargar el brazo que sostenía el farol encendido por Parriwimple e iluminar el rincón en el que la pelota seguía botando. La cuerda de la comba ya empezaba a zigzaguear en dirección a Helene, culebreando como una serpiente.

¡Parriwimple, rápido! ¡Salva a mi madre!

Era un no parar. Parriwimple estaba malherido, cansado, y ni siquiera había tenido tiempo para que su pequeño cerebro pudiera alegrarse de haber acertado (¡él!,¡¡él!!), un acertijo. Y a pesar de sus heridas, a pesar que en principio no parecía que Maligno hubiera encontrado el objeto, ya estaban otra vez peleando.

Eran tan cansado. Como si todo complotara para que no hubiera ni un segundo de descanso.

Parriwimple, por supuesto, no era consciente de todo eso. Tras escuchar las palabras de Vjelkus, hace lo que debe hacer: lanzarse al combate y golpear con enorme fuerza al enemigo más cercano, casi rompiéndolo por completo. Casi.

Sentir la tierra bajo sus pisadas era una gozada para Varikov. Perseguir las huellas en solitario, sin niños ni molestos humanos, le recordaba al Trampero de los buenos tiempos cuando iba a cazar paladines junto a Farkas. Sus bonitos recuerdos fueron interrumpidos cuando vio delante las piernas que dejaban las huellas que él seguía. Solo las piernas. Se rascó la barba pensando por un momento. Si disparaba y no le daba, perdía tiempo. Se encogió de hombros y siguió andando. A lo mejor Sasha no estaba en el jardín disfrutando del frescor de la noche. 

Maldiciendo para mis adentros hago un esfuerzo y corro a toda velocidad por una calle paralela, evitando a las muñecas.

Resopló por la caída, frotándose una dolorida pantorrilla y acordándose de toda la genealogía de Maligno, cuando alcanzó a ver la pelota y la cuerda. Aquello, que solo traía diversión y felicidad a los niños, Maligno los había pervertido hasta convertirlos en diabólicos artilugios.

Vio pasar a su lado como una sombra a Parriwimple, cuyo estado no era el mejor para andar haciendo locuras. Se puso en pie rápidamente y trató de poner fin a todo aquello del modo más rápido posible, lo cual quería decir que tocaba sacar a cantar a su maza.

A pesar del impacto este no fue suficiente para que el muñeco dejara al cuervo, seguía agarrándolo mientras protestaba por el canicazo recibido. Entonces Hurrn habló pidiendo a Ivalic que dejara de disparar ya que tenía que llegar a la carpintería y arreglar al muñeco para que Giussepe no muriera. Ivalic dudó, no estaba seguro de si volver a disparar o no pues aquello parecía un truco del muñeco, Hurrn nunca hablaba ceceando pero Maligno si, por otro lado si no mentía podría suponer la muerte del carpintero. Solo tenía una oportunidad más y debía decidir rápido.

-¡Eres un mentiroso y un asesino!

El niño volvió a estirar la goma de su tirachinas lleno de rabia por todo lo que el muñeco había hecho, no podía dejarlo escapar y que volviera a hacer daño a la gente que quería. La canica salió disparada directamente hacia el muñeco, parecía que esta vez el niño tampoco fallaría su disparo. Ivalic esperaba poder librar al cuervo de aquel peso para que pudiera escaparse y poner las almas de la gente a salvo.

Con gracilidad felina, los malvados pies de Maligno y sus caderas caótico neutrales recorren el último tramo de los terrenos adyacentes a la finca. De un gran impulso, los pies se posan encima del muro de tres pies de alto (noventa centímetros) que delimita el patio.

Ya está. Varikov lo tiene. Tan solo debe cargar, hacha en mano para "talarle" los pies. Sin embargo... algo va mal. A medida que Varikov se acerca, sus ojos enajenados empiezan a ver soldaditos de plomo aupados al segundo piso de la mansión, picando las contraventanas. Demasiados enemigos demasiado cerca. No puede evitar tener la sensación de que aquello es un tremendo error. De que al segundo o tercer hachazo, esos juguetitos infernales se le lanzarán encima tratando de salvar a su señor.

El primer pensamiento de Herr Urik fue bueno. No solo estaba alejando a las muñecas de Ivalic, también resultaba que estos juguetes en concreto eran más lentos incluso que él con su armadura, con lo que poco a poco las fue dejando atrás... demasiado poco a poco. La fatiga empezaba a hacer mella en él. Las muñecas, por contra, eran incansables perseguidoras.

Trató de zigzaguear por las callejuelas, pero así perdía velocidad de carrera. Necesitaba cambiar de táctica, pero a su alrededor solo había casas y más casas.

Nada más ponerse en pie, la comba se avalanzó sobre Helene. Su golpe de maza alabeó la cuerda sin hacerle ni un rasguño. No era el mejor arma para la ocasión, por muy fiel y cantarín que fuese. La pelota se lanzó contra Helene también, tratando de acorralarla en la esquina y que no pudiese avanzar libremente por el pasillo, pero el disparo se fue alto y la pelota rebotó de nuevo al centro del sótano.

Después de eso, Vjelkus desperdició una flecha tratando de desinflar la pelota. Parriwimple también trató de ayudar. Sus pies hicieron retumbar cada peldaño en la carrera, y el garrotazo tumbó la cuerda animada, pero ésta se volvió a enderezar lista para dar más guerra.

Desde lo alto de las escaleras, el farol oscilaba en la mano temblorosa de Giussepe. Él también trató de ayudar, a su manera.

Tomad, usad esto-dijo sacando unas tijeras y tirándolas escaleras abajo.

Como una piedra rebotando sobre la superficie de un estanque, las tijeras fueron cayendo de escalón en escalón. Poco a poco giraban su punta hacia Parriwimple y Helene, pero finalmente frenó su inercia un peldaño antes.

El barniz lo guardo en esa esquina de ahí-dijo señalando-, bajo un tablón suelto.

Paso tras paso Varikov recorta la distancia entre las malignas piernas del muñeco y él. Una sonrisa espantosa se dibuja sobre sus labios mientras agarra con fuerza su hacha. Solo por un instante se sobresaltó. En la mansión, en una de las ventanas, pequeños soldaditos de plomo aparecen delante de sus ojos. El recuerdo que le habían dejado sus hermanos, no era nada placentero y por un momento casi se siente tentado a dar la vuelta. Pero él no era un cobarde humano, como Urik, por sus venas corre sangre de valientes enanos y hay que seguir honrado esa sangre. Así que el golpe que le dio a la mitad inferior del muñeco, fue rápido y preciso. 

Esta vez la canica del tirachinas golpeó una de las manos de Maligno. Por un instante, se soltó y quedó pendulante agarrado solo a una de las patas del cuervo, pero recuperó rápido la compostura y se volvió a asir con ambas manos.

Maligno no iba a soportar tal afrenta. Él fue el Lord Oscuro de Odiare, firmó un pacto con los Poderes Oscuros. ¿Quién se creía ese niño que era para ponerle en apuros?

Bajó la cabeza y focalizó su mirada en Ivalic. Al momento, el muchacho empezó a sentir cómo las palabras del muñeco le taladraban la mente...

¡Erez un pollo! ¡Loz polloz no zaben dizparar con tirachinaz! ¡Pollo, pollo, pollo!
Tú mamá era una gallina, tu cunita era un cazcarón. Pollo, suelta el tirachinaz de una vez!

Las voces de su cabeza sacaron los carteles con las puntuaciones. Aquel hachazo había sido valorado por los jueces con un ocho, un nueve y un siete coma cinco. Varikov sabía que lo había hecho bien. Sin embargo, aquella madera era más fuerte de lo esperado. El filo se hundió sin cortar la pierna del todo, quedó colgando.

La pierna que no estaba pocha (y con ella las caderas y la pierna rota) se impulsó hacia arriba para hacer una voltereta en el aire y aterrizar en el interior del jardín. Si lo lograba, obtendría sus refuerzos y los soldaditos de plomo saldrían a proteger a su rey. Pero esta es la buena, Varikov no iba a desaprovechar esta ocasión. Y según aquel armazón de madera iba bajando, preparó el hacha para golpearlo en el aire.