Partida Rol por web

¡Ay!-exclamó, doliéndose del coscorrón-Pero qué bruja...

Firan se encogió ante la espectativa de recibir un segundo golpe por llamar a Helene bruja, pero en lugar de eso sintió el cálido tacto de los dedos de una madre jugando con sus cabellos. Se notaba que tenía madera para los niños, porque tras esa escena, siguió sin protestar a Vjelkus y a Helene para cambiarse.

Vjelkus, por su parte, se había librado de tener que dar explicaciones a Ivalic gracias a que el hijo de Natalija era muy inquieto, y en seguida perdió interés al centrar su atención en una de sus nuevas canicas, la más brillante de las diez que le acababan de regalar. Además, siguiendo su buena racha, la espada hecha por Paolo era el mejor era el mejor regalo que le habían hecho nunca...

¡Gracias, señor herrero!-saludó, antes de marcharse junto a Firan y Helene.

Los tres regresaron poco después, todo engalanados con sus nuevas ropas, como el resto de invitados a la boda. Partieron sin mirar atrás, y cuarenta y cinco minutos después Ludovico se les unía en el puente de las cataratas del Tser.

Buenas tardes, o tardes noches. Veo que he hecho buen negocio, si me váis a devolver mis telas como esos estupendos trabajos de corte y confección. No os preocupéis por encontrarme con mis mismos harapos de siempre. Me lanzaré un conjuro de disfraz al llegar, de modo que yo también esté vestido apropiadamente para la ocasión. ¿Vamos? Nos espera un baile.

Siguieron andando durante media hora más. Pronto anocheció. Los árboles que flanqueaban el camino viejo de Svalich mecían sus hojas, y la brisa se volvía un susurro confabulador. Sus pisadas tomaron la pendiente y empezaron a subir por la ladera de la montaña. Y al final del trayecto les esperaba su destino...

 Sigue siendo tan terrorífico como cuando era niño.

La barbacana ya no estaba presidida por la vieja gárgola ciega de la última vez. Los hierros del rastrillo izado, que hace tan solo días estaban cubiertas de un musgo que segregaba ácido corrosivo, brillaban como recién pulidos para la ocasión. La tabla del puente que había cedido había sido reparada, pero la madera aún crujía tenebrosamente.

Y más allá del puente, cruzando sus murallas, les esperaba el patio interior del castillo. En esta ocasión, el patio estaba lleno de gente, tiendas de campaña y ropa tendida en cordeles a media altura. Los rostros de la otra mitad de vecinos de Barovia, la que se había refugiado en las faldas de Strahd para escapar de la manada de licántropos, se giraron al verles llegar.

¡Ivalic!

La joven Olga fue la única que les sonrió. Hasta se arrancó a ir hacia ellos, hasta que la mano de su madre la sujetó del antebrazo y la retuvo a su lado. Los vecinos guardaban las distancias.

Solo el tío de Bildrath y el traicionero mediano Liddo se les acercaron, ambos con gesto sombrío.

Sobrino... Espero que hayas cuidado bien de la tienda en mi ausencia-dijo Bildrath a Parriwimple.

Algún día recuperaré mis cosas, Ivalic...-amenazó al niño que vestía su armadura, su morral, su estoque y prácticamente todas sus posesiones-Hoy no será ese día, me temo.

Helene detuvo sus pasos en seco cuando vio el campamento de los refugiados en el patio del castillo. Parecían estar bien, pero algo en el ambiente, como una nube oscura y sombría que los cubriera, despertó una cierta suspicacia acerca de su verdadero estado. De forma inconsciente, extendió sus brazos sobre los hombros de Vjelkus y Firan, como las alas protectoras de una gallina clueca sobre sus pollos.

-No avancéis y, sobretodo, manteneos en silencio -les susurró.

La carrera frustrada de la jovencita baroviana se vio rematada por la desagradable bienvenida de Liddo y el tío de Parriwimple. La experiencia vivida no había mermado un ápice su carácter miserable. Tanto el uno como el otro decidieron que sus primeras palabras debían ser amenazantes. Aunque algo subyacía en ellas.

-Parriwimple, nuevo Gobernador de Barovia, no tenía ni tiene obligación alguna de proteger tus bienes, máxime cuando los dejaste atrás en pro de tu propia salvación. Además, ya es de común dominio que no hay lazos de sangre entre vosotros, es decir, no es tu sobrino, así que nada puedes ni debes exigirle -dijo secamente Helene al usurero-. Y si tanto te preocupa su estado, puedes abandonar este lugar e ir a comprobarlo por ti mismo. Mas, ¿no te preocupa el estado de las gentes de Barovia que quedaron atrás? -era una pregunta retórica pues conocía la respuesta, pero una rabia fría y contenida ardía en su pecho, y prefería verbalizar su desprecio ante el egoísmo de Bildrath que dejar que la consumiera-. En cuanto a ti, Liddo, no amenaces a Ivalic. No confundas el hacer frente a alguien de tu tamaño con la posibilidad de intimidar a un niño. Pero hay algo en tus palabras que me intriga. ¿Qué te impide hacer realidad tu deseo de recuperar cuanto perdiste en buena lid? ¿O quién?

Parriwimple sintió una profunda pena. Esa era la verdad, y no otra. Pena. No tenía muy claro el motivo, y ni siquiera lo tuvo cuando escuchó a Helene. De hecho, su primera reacción, fue ponerse del lado de su tio. ¿Acaso no le había dicho tantas veces a Parriwimple lo mucho que le había cuidado, lo importante que era para él? Había sin embargo una sospecha que, ahora, tras tantos días de estar con otras personas, empezaba a atravesar el bondadoso pecho del gigantón.

La sospecha que su tío era malo. O al menos, algo parecido a malo.

- Parriwimple contento todos bien. Parriwimple decir todos pueblo salvarse ataque hombres lobo malos. Parriwimple aceptar esta invitación por veros. Todos intentando reconstruir pueblo. Parriwimple quiere todos volver si quieren, y poder participar. Parriwimple no enfadado, comprender amigos tener miedo, y huir. Poder volver, si querer. Todos juntos mejor separados, Parriwimple haber aprendido eso.- tras las palabras miró a su tío. Un miedo cerval se apoderó de él, pero repentinamente, pensó en Guiseppe. Y en Ida. Y en sus amigos- Parriwimple y amigos preferir salvar gente que casas. No haber casas ya, ni tienda. Tio Bildrath no tener nada.-  luego miró a Liddo y recordó- Liddo vivo porque Parriwimple y amigos salvarlo. Liddo ser malo, y hacer daño a Parriwimple y a amigos y a vecinos. Liddo no tener nada, ni merecer nada. Liddo no poder volver al pueblo. Parriwimple lo destierra pueblo, ahora y siempre. Si vuelve, cualquiera poder matar a Liddo.

- "Vuestros vecinos están tratando de reconstruir lo que pueden, de la mejor manera que pueden. Los hombres lobo ya no volverán, fueron exterminados por los vampiros cuando paralmentaban bajo bandera de tregua.

Como bien dice el Burgomaestre Parriwimple Indirovich, es seguro volver al pueblo." -

La nueva capa no es tan maravillosamente esplendorosa como la anterior, pero junto con la sobrevesta me da un aire digno y elegante, propio de alguien a quien merece la pena prestar la debida atención.

Ivalic presentó su familia a Ludovico, quería que su madre y su hermana conocieran a su nuevo amigo.

-Mamá, este es Ludovico, es un amigo mío. Sabe hacer magia y también vende cosas muy chulas, las telas de los vestidos nos la prestó él. ¿A que es muy majo? También me va a enseñar nuevos trucos de magia. Ludovico, esta es mi madre y ella es mi hermana, Katta.

El camino no se le hizo demasiado largo mientras hablaba con sus amigos, su madre y su hermana. Había muchas anécdotas y aventuras que rememorar y que infundían el ánimo para la visita que estaban a punto de hacer. A pesar de la invitación el Castillo seguía dando sensación de peligro.
Lo que se encontraron al entrar no difería mucho del ambiente que había en el pueblo con tiendas formando un campamento en el patio, aunque el ambiente si que parecía un poco más silencioso. Solo la voz de Olga rompió la monotonía y con intención de acercarse a saludar a Ivalic, su madre se lo impidió. Fue Ivalic el que se acercó a la niña contento de verla.

-¡Olga! ¡Que alegría verte! ¡Que alegría veros a todos! ¿Como estáis? ¿Os tratan bien aquí?

Sin embargo el resto no parecían muy contentos de verlos e Ivalic no entendía muy bien porqué, todos eran vecinos y habían crecido y vivido juntos. Bildrath y Liddo fueron abiertamente desagradables, sobre todo el mediano amenazando a Ivalic, pero no le tenía miedo, se sabía bien rodeado de sus amigos que enseguida salieron en su defensa, así que el niño se limitó a sonreír sabiéndose protegido.

-Ni hoy ni nunca. Ya no podrás regresar al pueblo. Da gracias que estas cosas ahora sirven para hacer el bien y no el mal como tu hacías.

- "Cierto, maese Liddo, en este castillo podéis consideráos bajo la protección del Conde. Mas si regresáis a Barovia, seréis juzgado por Herr Parriwimple como el criminal que sois." -

Oh... El párroco Danovich debe haberos contado que trajo a Parriwimple a mi familia para que lo acogiéramos. Pero nunca supe quién eran tus padres, sobrino. Así que supongo que sigo siendo tu única familia. ¿Y que es eso de que eres gobernador? ¿Te has dejado engañar por estos abusones-dijo señalando a Urik-y te han hecho creer que eres Gobernador?

No relacionó Gobernador con Burgomaestre, así que era escéptico con el título. Era como si hubiesen dicho Emperador Parriwimple. Hasta que empezaron a llamarle Burgomaestre. Pero para entonces Bildrath palideció y se tomó más en serio otras noticias...

¿Mi ti... titienda...? ¿Cómo que ya no tengo tienda?

Bildrath se fijó entonces en el colgante del cuello de Urik: el Símbolo Sagrado de la Orden del Cuervo. Esa que recuperaron de entre las cenizas del Ultramarinos.

Yo... ¿Habéis registrado mi tienda? ¡Sin mi permiso!

Bueno... Ya lo ves, humana-dijo a Helene-. Ese es el motivo por el que no recupero mis cosas por la fuerza: vosotros. Una pandilla de matones que me detendría si tratara de coger mi mochila, o que pone precio a mi cabeza.

El padre de Olga se interpuso entre los dos niños, impidiendo que Ivalic se acercase más.

Ivalic... mis papás siguen enfadados con Arik por habernos explotado la casa, y como vosotros sois amigos de Arik, tampoco quieren que esté contigo.

Bildrath se recompuso para sacar provecho de la nueva situación.

¡¿HABÉIS OÍDO ESO?! ¡LOS VAMPIROS HAN ACABADON CON LOS LICÁNTROPOS! ¡STRAHD NOS HA PROTEGIDO! ¡STRAHD NOS HA SALVADO! ¡¡¡VIVA STRAHD VON ZAROVICH!!!

Todo el patio vitoreó y proclamó a Strahd como salvador del pueblo, gracias a Urik, y a la capacidad de Bildrath de retorcerlo todo. El jolgorio prosiguió hasta que la puerta principal del palacio se abrió en un tétrico quejido de visagras oxidadas. Una figura apareció bajo el dintel.

Bien, bien, bien, bien... El amo Von Zarovich ha mandado al bueno de Cyrus a recibir a los invitados. ¿Alguno aquí tiene invitación?-dijo el anciano humano extendiendo la palma de la mano.

Nadie se acercó, así que podían presumir de tener la única invitación de todo el patio.

Helene se desentendió de aquel par de fantoches y avanzó hacia el recién llegado. A fin de cuentas, habían ido a lo que habían ido y no era a discutir con aquellos desgraciados.

-Aquí tenéis, maese Cyrus. La invitación en la que figuran nuestros nombres, inclusiva a invitados. Ocho en total - dijo tendiendo la invitación que le había sido entregada en el fatídico puente.

El medallón tiene que habérseme escapado, me lo vuelvo a colocar de nuevo bien por debajo de la armadura, para que no sea inmediatamente visible.

A continuación, sigo a Frau Helene y a mis compañeros.

Observo al hombre que nos da la bienvenida, posiblemente un mayordomo. Su rostro me resulta familiar.

- Nosotros proteger pueblo y gente. Evitar lupinos matarlos. Vampiros y lupinos no ser buenos. Para ambos amigos Parriwimple y vecinos Parriwimple ser ganado. Parriwimple no gobernador. Parriwimple hijo anterior burgomaestre, y ahora burgomaestre.-  el gigantón negó con la cabeza- Huir por miedo todos. Bildrath no tener tienda. Pero poder volver. Liddo no poder volver. El resto tampoco tener casas, lupinos quemar todo. Pero amigos reconstruir. Poder volver. Si quieren.-  negó nuevamente con la cabeza y miró alrededor buscando a Gertruda. No la había visto, y seguía preocupado por ella. Luego tomó la mano de Ida y sin esperar respuesta, fue hacia la entrada acompañando a Helene.

-Tienes suerte de tener cabeza Liddo, a los delincuentes se la cortan o los cuelgan y tu casi acabas con medio pueblo junto a Maligno. Además te recuerdo que antes llegaste junto a tus amigos, otros delincuentes... Pero Parriwimple, el nuevo burgomaestre, es justo -Esto lo dijo alzando la voz para que todo el mundo lo escuchara.- y tratará a todos bien, ahora estamos reconstruyendo las casas porque el mismo Conde al que ahora vitoreáis se quedó aquí escondido mientras los elfos lobos arrasaban nuestro pueblo. Pero lo reconstruiremos y haremos un lugar mejor para vivir donde estaréis todos invitados, ahora debemos permanecer unidos. Liddo, tu no estás invitado, puedes quedarte aquí o marcharte lo más lejos que puedas. Y los elfos lobo no están muertos, el Conde solo se aprovechó de una artimaña para, con la excusa de llegar a un acuerdo, matar a sus cabecillas, ahora los que quedan estarán más enfadados aún...

Estaba enfadado, no solo con Liddo, en parte también con sus vecinos que miraban al Conde como un salvador cuando no había hecho nada por ellos y se las habían tenido que apañar solos para proteger el pueblo, y ahora no quedaba nada apenas. Además había usado una jugada muy sucia para acabar con el jefe de los licántropos.
Se acercó a su amiga Olga, también sentía que su casa hubiera explotado, pero daba igual, ya no quedaba ninguna en pie.

-Olga... Arik murió, intentando defender el pueblo. Y no queda ninguna casa en pie, pero vamos a reconstruirlas y vosotros podéis haceros una nueva, todos ayudamos.

Esperaba que la triste noticia sobre la muerte de Arik fuera suficiente para que sus padres le permitieran seguir siendo su amiga.
En aquel momento uno de los siervos del Conde salió y pidió las invitaciones para entrar a la fiesta. Ivalic se acercó a la Señora Helene junto a sus compañeros y al lado de Firan, su acompañante oficial.