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Cantina de Vault City, mañana del 23 de Octubre de 2291

La mañana se había levantado perezosa, el escaso movimiento en la cantina del Atomic Cakes de Vault City lo demostraba. Aunque los parroquianos sabían que a esas horas la afluencia era escasa, un inusual número de clientes que había afincado en las mesas de la cantina propiedad de la familia Pearce. Algunos conocidos, otros desconocidos, pero todos unidos por el café caliente y los bollos que ofrecía Nicole Pearce y servía su hija, Maddison Pearce, la camarera del local.

Una desvencijada radio emitía el dial de Castle Rock Radio, el locutor había empezado a hablar tras la melodia de apertura. Su habitual tono animado contrastaba con, también habitual, su trato a su ayudante Kinkle.

—¡Últimas noticias! Me aseguran, joder, si me lo aseguran, que se ha visto un vertibird sobrevolando la mismísima Boulder —dijo con ensayado tono te noticiario —. ¿De quienes se tratan? Los observadores no han podido identificar a quien pertenecen o a qué facción. ¿Quizá son observadores de la RNC? Si me estáis escuchando, pilotos la RNC, ¡Esta emisora de radio no se rendirá ante las pretensiones de la RNC! ¡Viva la radio libre!

Tras el teletipo, el locutor volvió a hablar acerca de las noticias habituales como las más alocadas razones por el cambio de modulación de la Frecuencia o la creciente actividad sobrenatural en La Divisoria. Oh, claro, y también broncas al desgraciado de Kinkle.

Cantina de Vault City, mañana del 23 de Octubre de 2291

El viejo Clent, un fiel parroquiano del Atomic Cakes, gruñó sobre la barra de metal pulido en su rincón. Las arrugas surcaban su rostro como las dunas a un desierto, pero todo el mundo conocía, o conocía su fama, de que había sido un afamado ranger de la RNC ahora retirado en Vault City.

—Menuda sarta de gilipolleces —soltó tras escuchar al locutor, echó un trago de agua purificada —. La RNC no manda vertibirds, manda a los rangers, y estos no se dejan ver.. —soltó un escupitajo. En la escupidera, eso sí —. Esa mierda voladora es otra cosa.. os lo digo yo.. otra puta cosa..

Algún parroquiano le dio la razón al viejo Clent, aunque este no pareció apreciarlo ya que se quedó murmurando para si buscando el sentido de la vida en el fondo de su vaso sucio de agua limpia.

Cantina de Vault City, mañana del 23 de Octubre de 2291

La dueña de la cantina había salido un instante de la cocina, lanzó una mirada general a los presentes que acabó parando sobre el viejo Clent.

—¡Oh, vamos, Clent! Bebe tu agua y déjanos de batallitas —le recriminó con dureza, pero con confianza. Clent gruñó y echó otro trago —. Y tú, niña, ve a las mesas a ver qué quieren tomar. Esto es una cantina, no una sala de espera —se dirigió a Maddy con un tono de indisimulado desprecio para luego meterse en la cocina de nuevo.

Cantina de Vault City, mañana del 23 de Octubre de 2291

Katya estuvo merodeando por Vault City desde la primera hora de la mañana. No estaba demasiado familiarizada con aquel emplazamiento, por lo que no había tenido mucha suerte ofreciendo sus servicios como artesana. Al final, terminó en aquella cantina: no reconoció a nadie a primera vista, pero el comentario de Clent la sacó de su estupor.

—¿Un ventibird? —preguntó retóricamente, al haber estado ligeramente ajena al mensaje expuesto por el locutor. La sola idea de ver uno de cerca la colmaba de entusiasmo, pero el tono del anciano la devolvió a la realidad. Seguramente aquello no augurara nada bueno.

En cualquier caso, terminó por tomar asiento en alguna mesa que hiciera esquina.

—A mí me bastará con algo de agua. De la limpia, si puede ser. —diría con un tono medido hacia Maddy cuando estuviera cerca.— Ah, y oye, ¿no tendréis algo roto por aquí, no? Ya sabes, que necesite mantenimiento o alguna pieza nueva.

Cantina de Vault City, mañana del 23 de Octubre de 2291

Kath había llegado a Vault City hace escasos días, había llegado acompañada de su compañero Michael, su perro Satán y el perro de Kath, Aztharoth. Aquel cuarteto resultaba cuando menos impresionante e incluso amenazador aunque lo que más llamaba la atención era el brazo mecánico de ella así como lo armados que iban, mostrando claramente que eran personas peligrosas y preparadas para los peligros del yermo.

Antes de entrar en la cantina dejaron a los animales fuera para así no intimidar más a quienes se encontraran en el interior. Una vez dentro, se sentaron en una mesa y pidieron un poco de agua limpia. 

Cantina de Vault City, mañana del 23 de Octubre de 2291

Maddy salió de su ensimismamiento escuchando la radio, y se dirigió detrás de la barra con la bandeja en la mano, la misma que había usado para servir al viejo ranger. Llenó tres vasos de agua, generosos, y salió de detrás de la barra para repartirlos entre quienes los habían pedido con una sonrisa. El jadeo de uno de los perros la hizo mirar a fuera.

-Ala, que chulada de perros ¿Les saco un cuenco con agua a ellos?.- Preguntó a los que asumia eran los dueños.- Una chapa por cabeza por el agua, ¿queréis algo de comer también? Tenemos bollos rellenos de crema braman, que van genial con el café caliente.

Cuando se acercó a Katya para servir el vaso de agua limpia, le dedico una sonrisa amable.- Si algo se escacharra suelo arreglarlo yo, al menos en la cantina, ¿quieres un cafelito o un bollo? Si Clent no está comiéndose uno es porque tiene la lengua dormida de tanto darnos la vara con eso de que fue ranger de la Repu.- Se detuvo cerca de Katya, con la bandeja ya vacía bajo el brazo, enredando con un mechón de pelo oscuro en el dedo índice de la mano contraria a la que sujetaba la bandeja.

Cantina de Vault City, mañana del 23 de Octubre de 2291

Jay se encontraba sentado en la esquina más recóndita y oscura de la taberna, frente a lo que podrían ser las sobras de otro cliente que había pasado por ahí, a saber cuanto rato llevaba sin hacerse notar de ninguna manera, con la mirada perdida pensando en lo que había descubierto en sus viajes, lo que haría durante el día o a que vendedor le llevaría la chatarra que encontró.

La palabra "Vertibird" fue captada por uno de sus oídos y lentamente este lo llevó como pudo a su cerebro agolpado de ideas, haciéndole regresar en si mismo y levantar la mirada a la radio y a los clientes del establecimiento, sobre todo al viejo Clent al cual le daba la razón. Un Vertibird era un símbolo de poder, lo poco que quedaba del ejercito del viejo mundo, aquel que tuviese uno era muy poderoso, pero gente como la RNC, el enclave o la Hermandad del Acero eran dueños del 90% que seguían en funcionamiento y cada una de esas facciones darían problemas cada una a su modo.

Empezaban a aparecer personajes pintorescos en aquel bar de carretera, pero ninguno al que pudiese reconocer o peor aún reconocerle a él. Se mantuvo en silencio limpiando el plato que estaba frente a él con el dedo, revisando las mesas de su alrededor a ver que podría conseguir para comer y beber "gratis".

Cantina de Vault City, mañana del 23 de Octubre de 2291

Vault City era sinónimo de negocios. Nyx podía llevar a cabo sus intercambios, así que el simple hecho de estar allí la llenaba de energía para que su trabajo fuera sobre ruedas. Algo le decía que iba a ser un día pleno.

Tras sus breves expediciones y sus visitas a diferentes comerciantes, se encaminó hacia la Cantina para hacer un descanso, quizá un café terminaría de cerrar con broche de oro a una buena mañana. Como siempre, iba acompañada de su perro Torx, que quizá imponía tanto como ella, si no un poquito más debido a la mirada eléctrica del animal.

Al llegar a la entrada del local, sonrió y saludó a los perros, que bien conocía, Aztharoth y Satán. Ella hizo lo propio, y dejó a Torx esperando junto a los otros. Ya se dedicarían ellos a saludarse, y esperar con paciencia a sus amos en la entrada.

El encuentro con los animales y la obediencia de su fiel compañero, provocaron que "La Rompe Huesos" entrara en la cantina con una sonrisa aparentemente amable. Los pasos de la mujer eran firmes, su sola presencia se hacía notar, y sentándose en la barra, ya rellenaba huecos que muchos otros dejaban. Nyx era grande, estaba claro.

- Buenos días. - Desde su posición, escuchó algunos comentarios de los asistentes, pero asomó su mirada por el local para buscar a Kath. Cuando la encontró la saludó con un movimiento de cabeza. No interrumpiría si no la invitaban a la mesa, igual tenía cosas que hablar con Michael.

Nicole se había metido en la cocina, así que buscó a Maddy con la mirada. Cuando se topase con ella, entonces hablaría. - ¿Me puedes poner un café? - Tras hacerle el pedido a la camarera, hizo un barrido por la sala. Vió a Davo, a Katya, y JJ ranpiñando algo de comida de un plato.

Mientras hablaba con Michael se giró al escuchar la puerta abrirse y cuando vio entrar a Nyx una sonrisa se dibujó en su rostro. Dejó que se acomodara y pidiera algo para alzar la mano cuando ella la saludó con la cabeza.

- ¡Eh! ¡Rompe huesos! ¿No vas a venir a darme un besito?

Le guiñó un ojo divertida mientras se notaba la confianza que Kath depositaba en aquella mujer, pues había sonreído y no había mostrado una expresión seria ni agresiva. 

-Oh, hola Morales.- Maddy tenia la costumbre de referirse a el por el apellido familiar, puesto que era ciertamente notorio en Vault city este; casi tanto como si uno preguntaba por los Pearce y le señalaban la cantina acto seguido, asi que le dedico una sonrisa que duro lo que mas gente hizo aparición por aquel lugar. -Va todo bien, haciendo caja hoy por lo que parece-Hizo apreciación de JJ, pero a ella no la importaba que alguien fregase los vasos y platos aunque fuera a lengüetazos con tal de no tener que quitar ella la costra de estos luego.

Maddy se pasó por las mesas de nuevo ante la aparición de nuevos y sonrientes clientes. No era alta, casi lo contrario, asi que cuando se acercó a Nyx contrastaba con ella.-Si, un café.- Se alejo unos pasos de esta para alzar la voz.- ¡MAMA! ¡un café!

—Como te digo, Kath —siguió Michael contando su anécdota tras lanzar un saludo a Nyx con la mano —. Aquel tipo no sé como aun se movía después de la que le había caído. ¡Te lo digo yo! Ni el mejor remendador podía pegarle las partes del cuerpo, pero ahí seguía el cabrón, erre que erre, arrastrándose como un gusano creyendo que me iba a dar pal pelo —soltó una carcajada mientras negaba con la cabeza y echaba un sorbo del agua purificada.

La señora Pearce apareció pronto dispensando lo pedido sobre la barra, ni se dirigió a Maddy, apenas un bufido para llamar su atención. Iba a volver a la cocina cuando echó una mirada a Davo.

—¿Qué tal, muchacho? —saludó a Davo —. ¿Cómo está la familia? Dile a tu madre que no me he olvidado del pastel de cumpleaños de tu padre, estoy esperando a que mi marido traiga un poco de azúcar desde Puertabismo. Un par de días a lo sumo.

Nicole apenas paró un instante en la barra, volvió a la cocina como un rayo, casi más deprisa cuando vio que Maddy se acercaba a por los pedidos. Como dos imanes polarizados de forma opuesta.

El viejo Clent se volvió hacia Katya al escucharla, el parroquiano olisqueó como si fuera un sabueso y gruñó un poco, uno no sabía si por desagrado o por costumbre.

—Hueles a aceite de motor y fragua, eres ferroviaria, ¿no, chica? —le preguntó mirándola fijamente —. ¿Qué tal están las cosas por el norte? ¿Esos cabrones de Dog City siguen dando por culo? —refiriéndose claramente a los carroñeros de la antigua Denver —. A Dios pongo por testigo que escupo sobre la puta Legión, pero ojalá esa panda de hijos de puta se hubiera cargado a esa caterva de ladrones, saqueadores y asesinos. ¿Qué digo? Que toda la puta ciudad se hubiera derrumbado sobre unos y otros. Un problema menos.

Echó un nuevo trago de agua purificada acabándosela, se volvió hacia la barra.

—¡Nicole! ¡Más agua! —espetó el viejo, aunque encontró una contundente respuesta de la dueña que ni siquiera se molestó en salir de la cocina.

La voz de Nicole llegó mezclada con sonidos de cocina.

—¡Has bebido tus raciones de agua purificada por hoy, Clent! ¡Nada purificado hasta mañana! —la respuesta provocó en Clent que soltara una serie de feas maldiciones que sonrojarían a un saqueador, pero lejos de tomar ninguna represalia se quedó gruñendo en su rincón.

—Mhmm... es comprensible. —asintió ante la respuesta de Maddie. Estaba claro que no estaba siendo el mejor día para Katya en cuanto a negocios. Debía seguir probando suerte.

Inevitablemente dirigió la vista hacia Nyx y Kath, ligeramente intimidada. En su mente Vault City estaba poblada por gente más dócil que ellas, pero pronto asumió que estaban de paso al igual que ella. Luego cabeceó discretamente ante el saludo de Morales, aunque pronto el anciano demandó su atención.

—Así es, señor Clent. Ferroviaria. —afirmó levemente con la cabeza.— Las cosas se mantienen como de costumbre. Podrían ser peores, también mejores. —esbozó una discreta sonrisa— Soy Katya, por cierto.

Miró con curiosidad y algo seria a la mujer que se les acercó preguntando por el bol de agua para los cyberperros, negando con la cabeza la miró.

- No, no lo necesitan. Tampoco queremos nada de comer.

No parecía tampoco muy educada ni dada a agradecer el servicio, después de todo su trabajo era servirles, igual que el de ella era recorrer el yermo. 

Cuando escuchó hablar de Dog City elevó una ceja mirando a quienes hablaban de ello pero en cuanto percibió que no era de su interés regresó su atención a Michael, riendo ante sus palabras mientras apoyaba su espalda contra el respaldo.

- Quizás iba hasta las cejas de Musculeína...

La sonrisa que Nyx traía puesta, se alargó ante las palabras que Kath le dedicó. Apoyó un codo en la barra y se ladeó de forma despreocupada. Aunque el grito de Maddy la hizo parpadear seguidamente, luego enarcar una ceja divertida. Le gustaba ese rollo madre-hija trabajadoras, haciendo sus vidas normales incluso en la cantina. Los gritos, las miradas condescendientes... rutinario y bello. - Buenos pulmones. - Le dijo a Maddy a modo de halago.

Se volvió a dirigir a Kath. - No sabía que querías una demostración de amor en público. No se hable más. - Concluyó y se levantó bajándose de su asiento en la barra, incluso antes de que le sirvieran el café. Escuchó las maldiciones de Clent y solo levantó las cejas. Cuando se acercó a la mesa donde estaba su amiga junto a Michael, le extendió una mano con intención de aferrarla con fuerza, le daba igual si era la humana o la mecánica, porque acto seguido, le agarraría la cabeza a Kath con su otra mano, y le plantaría un beso sonoro sobre la coronilla, esa que llevaba sin apenas cabellera. - Perra, cada día tienes menos pelo. - y la soltó frotándole la cabeza. Eso, eso si que era interrumpir.

Después de su beso, poco delicado, le extendería el puño a Michael para que lo golpeara a modo de saludo. - ¿Qué tal? - Preguntó quedándose de pie, por ahora. Escuchó lo que hablaba la ferroviaria y la miró de reojo al oír su nombre. Sin más.

Jay se deslizaba entre las mesas cual mutaracha, silencioso y minucioso con su expedición de rapiñar, quitándole a Maddison un duro día de trabajo el cual ahora consistiría en terminar de fregar unos platos y vasos casi inmaculados como si se tratase de un lavavajillas, procurando que ni Maddy, ni la dueña del local Nicole se diesen mucha cuenta de su presencia.

En su aventurado hurto de sobras, la curiosidad de ver a aquellas féminas demostrando su jerarquía era algo que le hacía detenerse para estudiar el comportamiento humano, que fuera de su circulo social donde él se movía, era todo un espectáculo. Jay estaba acostumbrado a personas traumadas, de baja autoestima y a las que les falta un tornillo... o varios.

En esta situación no era que sobrasen los tornillos, pero Nyx y Kath ya eran dos piezas de ingeniería y Katya una manitas que arreglaría o desmantelaría lo que fuera. Habían un par de chicos a parte de él y el viejo Clent, Morales se veía un poco como él mismo, alguien que vivía del comercio de chatarra, pero establecido en el mismo lugar, tal vez con un hogar y una cama en la que dormir por las noches, lo cual le daba un poco envidia y claustrofobia a la vez, el compañero de Kath por otra parte se veía un poco como el pupilo de esta, un cachorro en entrenamiento.

Río cuando Nyx le plantó aquel cariñoso beso en su coronilla.

- Será porque una cachorra me saca demasiado de quicio... 

Volvió a reír ofreciéndole un sitio a Nyx junto a ellos en su mesa y observando como aquella sombra con apariencia de hombre parecía observarles y la yermense no lo perdía de vista.

- Y bien Nyx, dinos, ¿qué haces por aquí?

Movió ligeramente el brazo mecánico.

- Necesita una limpieza y un poco de aceite...