Partida Rol por web

La presa está tan cerca que casi puedo olerla. Las circunstancias poco importan, si el destino es el propicio. Agarro el mango de una de las espadas ganadas en batalla, sabiendo que es de las pocas que no se encajarán en su vaina por el frío. Es lo que lo hizo durar un minuto más que al resto de sus compañeros. Un combate poco memorable, pero una buena espada. El hacha aguarda a mi espalda, pero no busco una pelea.

Sigo avanzando, a pesar de la nieve y la pendiente. Solo hay que buscar un lugar para tenderle una emboscada, agarrar a la presa por el pescuezo y sonsacarle toda la información que busco, quiera o no. Sin embargo, sigo avanzando un poco más. Hay que asegurarse de que, por alguna razón estúpida, no decida saltar del precipicio. Y encontrar el mejor sitio para la emboscada.

Tras la sorpresa inicial, meso la barba y contemplo al recién llegado

"Tiene pinta de mercenario. Eso no quiere decir nada si no sabemos qué oro ha pagado su visita, pero si cree que puede atrapar a una leona en su guarida, a una araña en el centro de su tela o a Zorin Maldian en su Cerebrocueva, puede pagar un precio demasiado alto"

Le miro fijamente y digo

- Vienes en un mal momento o puede que en el mejor de todos. Dime qué quieres, cambiachaquetas, o mi red de seguridad se encargará de que cantes. 

Sin miedo pero con convicción manejo mi mando de seguridad mientras preparo el hacha y una tetera. Las dos cosas. 

- Otro que quiere cazar a Riora, esto empieza a ser demasiado.- Musitó con una voz apenas audibe mientras empezaba a avanzar en cuclillas. Se llevó la espada a la boca, sujetándola firmemente con los dientes mientras empezaba a trepar, la altura otorga una ventaja estratégica considerable y no había visto ningún arco, por lo que no dejaba muchas opciones a quien fuera ese individuo. Buscó un saliente por encima de la cueva en la que se había internado el sujeto y decidió esperar a que saliera para lanzarse encima suyo.

No recordaba cuanto tiempo llevaba en esta situación, y la desconcertaba bastante el motivo. ¿Desde cuando cazar era motivo de ejecución? ¿Acaso habría sido mejor el robo? 

Riora pensaba en todo aquello mientras esperaba su presa, no disfrutaba con la situación, pero tampoco tenía alternativa, si se alejaba sin más probablemente no tardaría en tener un perseguidor, su plan de despistar a quienes la querían apresar no funcionaría.

Asió una piedra lo suficientemente grande como para que se oyera al impactar contra el suelo y la arrojó a unos cuantos metros por delante de la abertura de la cueva. Ahora solo tenía que esperar.

Un enano, pero que narices hace un enano en este lugar tan apartado – pienso unos segundos antes de que vuele hacia mi cabeza algo que me lanza – Es que no van a hacerme un recibimiento en condiciones en estas jodidas tierras…

Cambiachaquetas, en serio que ese medio metro me ha llamado eso, lo que me faltaba por escuchar. Respira y no te metas en más problemas. Paciencia.

- Tranquilo amigo, no me interesa ni robarte ni matarte ni tener problemas contigo, solo busco a cierta persona pero ando un tanto perdido en estas tierras– respondo levantando las manos en señal de que no busco problemas.

- Deja pues tu arma en la entrada, quítate esas sucias botas y toma un te conmigo mientras me cuentas a quién buscas y qué te hace pensar que puedes considerarme tu amigo apareciendo en lo que es una infinita fracción de mi existencia

Encima de tener malas pulgas, huraño, joder al menos no ha pensado en devorarme como primera opción, que ya es bastante en los tiempos que corren. Aunque lo de dejar el arma en la puerta no es algo que me tranquilice mucho a decir verdad.

- Lo primero siento molestarle seguramente tenga mejores cosas que hacer y le agradezco su oferta de te, pero en el tiempo que llevo en estas tierras me han intentado matar, empalar con una pica y hacer canoas con mi piel, así que comprenderá que no me guste mucho abandonar mi arma aquí – comienzo a hablar en el umbral de la puerta – Ninguno de los dos se fía del otro, así que procurare ser del todo claro. Un informante me ha proporcionado un mapa y unas indicaciones para conseguir localizar a cierta persona, solo necesito un poco de orientación y no volveré a molestarle. Quiero dar con él y salir cuanto antes de estas desoladas tierras. Puede echarle un vistazo – acabo extendiendo mi mano con el mapa.

Esta vez aquella cueva no tenía síntomas de haber albergado ninguna criatura, pero lejos de darme por vencido, volví a fuera y con el mismo sigilo anterior busque en la siguiente cueva más próxima, si lugar a dudas el cuidado de no ser visto ni escuchado era lo más importante ya que pillar a una criatura así por sorpresa me daría sin duda mucha ventaja.

Riora se escabulló con sigilo, lo mismo que Z al meterse en la cueva. Ahora mismo, la orca estaba esperando que el hombre saliera de ella, y para hacerlo, lanzó una roca al suelo, a unos metros de la entrada de la cueva que hizo un ruido bastante leve, sin embargo, los oídos de Z estaban entrenados y rápidamente se dio cuenta de que afuera alguien lo esperaba. Estaba justo en la entrada de la cueva cuando el cascote cayó, y si la orca hubiera esperado unos minutos más, lo tendría en bandeja.

La orca maldijo por lo bajini, mientras el hombre se preparaba para el ataque...

El problema es que no tuvieron tiempo ni siquiera de saludarse.

Cuatro hombres encapuchados, ataviados con túnicas negras, de los cuales sólo se les veían los ojos amarillentos y enfermizos, aparecieron de la nada justo delante de la cueva. Uno de ellos alzó la mirada hacía Riora y después, la bajó hacía Z. Ambos pudistéis sentir, mas no ver, la sonrisa y los dientes en forma de punta de esa criatura.

^{- Aquí están. -} Susurró uno de ellos con una voz que le helaría la sangre a cualquier mortal.

Los demás asintieron, y desde dentro de sus túnicas, sacaron las espadas más largas, afiladas y de obsidiana negra como un pozo de oscuridad.

^{- Morid. -} Dijeron los cuatro al unísono y se lanzaron a por vosotros.

Mientras el enano y el hombre conversaban sobre quién la tenía más grande o quién cedia primero, una criatura oscura, con la forma de un pájaro del tamaño de un elefante, pasó rozando el techo del laboratorio de Zorin. Sus alas eran oscuras como la noche, y parecían estar hecha de jirones de tela negra. El ave, pájaro, criatura con alas, o como se llame en las Tierras Sombrias hizo un giro de 180 grados para descender.

Aterrizó a pocos metros de la entrada del sitio en dónde se encontraban ambos aventureros y lanzó un grito estruendoso que hizo que los cristales de las ventanas, los pocos que había, temblaran y se astillaran en varios pedazos. La criatura tenía los ojos rojos como el magma de un volcan y de ellos se despedía un fuego que le cubría toda la cabeza. Era fea la hija de puta, pero si era tan poderosa como fea, esto iba a ser un problema.

El Behemoth de Obsidiana Sombría™ os miró a ambos y dió un paso.

Al parecer, no venía a saludar. No.

Ragkrul buscó un lugar para la emboscada. Subió por una de las escarpadas paredes de la montaña y se sentó en una saliente. Desde allí podía ver la mayoría de los escondites, así como también, el final del camino justo antes del precipicio, y a su presa, caminando de un lado al otro del borde, como pensando que demonios iba a hacer.

Sin embargo, algo le molestaba a Ragkrul.

Algo no iba bien.

El hombre parecía hablar sólo, o por lo menos eso parecía desde dónde se encontraba. Pero su presa no hacía ningún movimiento y no se decidía si lanzarse o volver. O tal vez estaba rezando...

Al fin puedo beber y, tras asearme un poco, mi aspecto es mucho más digno de mí misma, aunque el aspecto nunca es algo que me haya importado demasiado, es cierto que detesto la idea de haber terminado así.

Escucho una perturbación, y mi mente sólo puede pensar en un ser de grandes dimensiones... ¿Acaso me ha cazado? ¿Está jugando conmigo y desea devorarme?

No obstante, esta vez estoy más preparada, mis estiletes son desenfundados aunque cubiertos por mí misma para que su brillo no delate mi posición, las sombras me envuelven, mis sentidos se agudizan. Como un cazador acechando a una presa enorme, avanzo lentamente para averiguar la verdad tras todo esto... o al menos tras las vibraciones.

Esto si que no se lo imaginaba, es cierto que la vida da giros inesperados, pero lo que estaba ocurriendo era demasiado. No solo se veía acorralada y desconcertada por los extraños individuos, sinó que había alguien más implicado. No parecía que formaran parte del mismo grupo, pero nunca se puede bajar la guardia.

Retroceder no sería buena idea, pues al intentar trepar se expondría demasiado, por lo que decidió observar lo que ocurría debajo suyo mientras aguantaba su posición. Si alguno era tán estupido como para intentar subir hacia ella, daría buena cuenta de él, o de eso mejor dicho, ya que intuía que no eran seres demasiado comunes ni agradables.

Preparada por lo que pudiera pasar con su mellada hoja a la zurda y el fardo de carne a la diestra para detener posibles golpes o golpear para derribar al adversario.

- No se que quereis ni quienes sois, pero os advierto que los que osan perseguirme no salen bien parados. - Riora agitaba el fardo que llevaba mientras escupía sus palabras con una voz grave y nerviosa. Una reacción más común en la gente asustada que no en la confiada.

"Clock" alguien o algo había tirado una piedra al suelo desde lo alto de las rocas que había en la entrada de la cueva por fuera, quizás su intención fuera dañarme, o tal vez asustarme, pero lejos de eso, lo único que hizo fue delatarse.

Tenía a "hojafilada" desenvainada, y estaba preparado para realizar un ataque sorpresa cuando una cuadrilla de encapuchados aparecieron frente a la cueva con intenciones nada amistosas. Entonces supe que alguien estaba encima de la entrada de la cueva, escuche su voz desafiándolos.

Cuatro, aquí no podrán entrar a la vez, me situé justo a un paso dentro de la entrada de la cueva, ellos tendrían que atacarme de uno en uno, y  perderían la ventaja del grupo, y también encontrarían la muerte.

Venid, os estoy esperando.   

Pero que cojones, es eso – pienso al ver descender ese pajarraco al suelo.

– Dejemos la conversación para cuando nos carguemos a ese jodido bicho – dije al enano retirándome la capa que me cubría el cuerpo extrayendo mi arma con rapidez.

Clave mi mirada en sus ojos, el respondió con un rugido atronador. Note un escalofrío en mi espalda y apreté mi mano diestra en la empuñadura del arma.

Siempre seras un valiente, por no decir que un estúpido y loco – murmure lanzándome hacia el combate cuerpo, mientras pensaba en los movimientos con los que iniciaría el combate. Una finta para provocar que girase su cabeza hacia arriba para después clavar mi espada bajo ella, en la zona menos protegida esquivando sus ataques.

El plan era bueno, ahora solo hacía falta que funcionase y que el Behemot se tragase la finta para poder acabar con él sin sentir las caricias de su aliento de fuego en mi cuerpo.

Joder, es sencillo de narices. Atacar y matarlo – sonreí al pensar en mis palabras insuflándome valor.

Bueno, pues eso es lo que quería saber, de qué era capaz este extraño y de qué lado estaba. Veo que tiene más coraje que fortuna, pero su gesto ha inclinado la balanza del hacha a la tetera... 

Ah, sí, se me olvidaba. Tenemos un molesto invitado. 

Con mi mando de seguridad aún en la mano, le hablo a la criatura

- He dejado que destrozaras las ventanas porque estaba atendiendo otros asuntos pero ¿crees que viviría en las Tierras Sombrías si cualquier pajarraco como tú pudiera entrar así en mi Cerebrocueva? 

He estudiado durante décadas sus comportamientos y sé cómo actúan esos siervos del mal. No soy tan ingeniero como sabio, ni tan científico como explorador. No soy un mago creador ni un inventor loco. Pero he aprendido y vivido tanto que he desarrollado mis propios sistemas de defensa. Sobre todo si es en mi terreno. En mi propia casa.

Apretando un botón mi casa se sumerje en las ciénagas medio metro, dejando solo el caparazón de su techo al descubierto.: No quiero que lo que va a pasar ahora destroce más de mis cristales.

 Apretando otro se empieza a emitir un sonido agudo e incómodo para mis oídos. Casi imperceptible para un humano. Pero letal para el Behemoth. 

Gys intentó una finta con su espada, para intentar de distraer al Behemoth mientras Zorin comenzaba a tocar cosas dentro de su casa, corriendo de un lado hacía el otro. Gys era un espadachín fenomenal, sin embargo, parece que Las Fortunas en este momento han mirado hacía otro lado, o mismamente fue meado por algún animal mitológico en alguna vida pasada ya que su arma salió volando de sus manos para clavarse unos metros más allá de dónde se encontraba el enemigo.

Zorin por fin terminó de tocar botones y con un zumbido, su laboratorio comenzó a hundirse...

La pega es que Gys aún seguía fuera.

Cuando sólo quedó un caparazón de tortuga sobre la tierra, el Behemoth, sabiéndose vencedor, gritó al aire mientras se abalanzaba sobre Gys... pero súbitamente, el monstruo comenzó a retroceder. Se podía ver la cara de espanto en sus ojos y en su boca. Quiso aletear, pero algo se lo impedía y comenzó a temblar como tiemblan los perritos recien nacidos...

Y estalló en mil pedazos.

Toda la zona, el techo del laboratorio y Gys, quedaron cubiertos de jirones de piel, visceras y la negra sangre del Behemoth. Sólo quedó una parte de una de las alas, que parecía hecha de tela negra a jirones, en el suelo sobre una roca. El ala era bastante grande para usarla de capa, o de manta. Seguramente serviría para cubrirse del frío.

Y allí estaba Gys, negro al completo, mientras que Zorin seguía dentro de la casa tan tranquilo.

Riora y Z se prepararon para combatir a los enemigos, los cuales, al ver las posiciones de los aventureros, lanzaron una carcajada al aire. No parecían querer moverse de su sitio, y tampoco es que les hiciera falta. LLos cuatro, levantaron sus espadas y cortaron el aire, y dos olas de energía tan negra como la noche salieron de la nada en dirección a la orca y al hombre, con la sana intención de partirlos en dos si no se movían de dónde se encontraban.

Una de las ondas, la primera, impactó a un lado de Riora, abriendo una enorme grieta de varios metros de profundidad. La segunda, por su parte, impactó en la entrada de la cueva, partiéndola en dos. Ahora la entrada de la cueva parecía una boca con una cicatriz que la recorría de arriba abajo, y por ella, entraba la luz del sol hasta varios metros en su interior...

Las otras dos olas no iban tan erradas... iban directamente hacía los aventureros...

Desenfundaste, pero aún mantenías ocultas tus armas.

Lentamente te acercaste a la perturbación... un sitio en dónde el agua no parecía cubrir algo que estaba allí...

Te arrodillaste en el suelo y te acercaste bien, para ver que era. Tus ojos se abrieron como platos. Con uno de tus estiletes, levantaste eso que estaba allí y lo colocaste frente a tus ojos...

Era un mechón de pelo rubio.

Me acerco mirando a su pato con curiosidad y de un salto me subo a la silla, poso la jarra sobre la mesa y me giro para gritar:

¡Tabernero, dos jarras más para la mesa! Me vuelvo a girar y miro con curiosidad al pato antes de decir. Es un curioso animal, es más inteligente de lo que parece, ¿verdad? Sin esperar respuesta, me pongo de pie en la silla y estiro el brazo sobre la mesa para saludarlo, sin dejar de fijarme tanto en la reacción del hombre como la del pato. ¡Soy Pispantorín, el goblin errante! Me presento levantando mucho mi aguda voz. ¡Puedes llamarme Pis!, muchos humanos lo hacen...