Partida Rol por web

Cuando Assassin le dice que sí que tiene un nombre, Audrina agacha un poco la cabeza sin saber cómo sentirse.

—Vaya tienes…tienes un nombre —intenta sonreír para que su Servant no note su tristeza, pero en esos momentos su máscara de locura se resquebraja y, durante unos instantes, se muestra igual que una pequeña a la que acaban de romper todas sus ilusiones. Audrina alza la mano y recoge a Arañita, que ha comenzado a correr por los brazos de Assasin, y la mece con delicadeza en la palma de su mano. Después de un momento de tenso silencio, Audrina alza la mirada y habla pausadamente, su voz es como una suave brisa, tan delicada y fresca que no parece de ella, pero quizá esa es la magia de la locura, el poder ser quien quieras cuando quieras, y ahora Audrina ha elegido ser feliz, feliz como no lo ha sido antes.

-Las cosas sin nombre de las que me hablas, mi niña, son las cosas más espantosas de todas. Si las hubieras dejado vivir se hubieran convertido en hombres. La gente cree que lo oscuro, lo tenebroso y lo aterrador viven ocultos bajo las sombras, pero no es así, mi niña, no es así…A veces bajo el más ardiente sol te puedes encontrar al peor de los males.

Sobre los poetas…tienes razón. Ellos no saben nada, pero este del que te hablo sí, no en vano fue mi último Maestro, con el que he pasado los últimos años de mi vida, él sí sabe lo que es el espanto, y me lo ha mostrado.

Me lo encontré en algo que llaman desierto. Escúchame bien, mi niña, si puedes, nunca pises uno. Cuando me encontró estaba a punto de morir, tenía las plantas de los pies quemadas, mi piel a punto de arder, el sol me había cegado de tal manera que no era capaz de ver lo que había delante de mí y no hacer nada, todo era una tortura, pero caminé hasta que caí.

Caí al suelo y creí que nunca más me iba a poder levantar, pero entonces apareció él y me salvó. Fue el poeta loco el que me enseñó que bajo el Sol ardiente se esconde un Sol frío,  y bajo las arenas de ese desierto que hacía eones que nadie pisaba, me mostró lo que es el miedo. —Llegados a este punto, Audrina sonríe recordando los días vividos con su Maestro—. Oh, mi niña, si esta guerra termina, te mostraré lo que allí vi, te presentaré a aquellos seres que me cuidaron hasta que mis heridas sanaron y que después me enseñaron el antiguo lenguaje de la magia. Aunque…ahora que lo pienso, es probable que todo esto no sea nuevo para ti, porque ellos son Asesinos, son Señores de la Muerte y la Oscuridad, son los Creadores de Muerte y a ellos les pedí ayuda para invocarte. —Audrina se ha sentado en el suelo y sus piernas empiezan a cubrirse de arañas, pero a ella no parece molestarle.

-Mi niña, mi dulce niña…Assassin es la clase perfecta, tanto para ti, como para mí. Esta noche habrá luna llena, salgamos y cacemos.

La maga se pone en pie y sonríe mientras le tiende una mano a Assassin. En su ojo rojo brilla la locura, pero en el marrón brilla algo mucho más horrible, la cordura. El Servant toma su mano y juntas comienzan a recorrer uno de los corredores al azar. Es un pequeño corredor, muy estrecho y mucho más tortuoso que los demás. El techo es bajo y el suelo está lleno de pequeños charcos en los que se bañan ratas ciegas que huyen espantadas cuando notan la presencia de las dos chicas.

Según van llegando al final, el aire está cada vez más y más viciado, y cuando salen, se encuentran bajo un puente, el suelo cubierto de légamo verdoso y desperdicios por todos lados, botellas rotas, colillas, latas de comida…Audrina sonríe y mira a su hija.

—Mi niña, bienvenida a la primera noche de nuestra eternidad. 

-¿Eh? Espera, lo que vino a la ventana no era mío. De hecho, ni siquiera sé lo que era...alguna clase de mensajero- responde la mujer.

Suspira y comienza a subir las escaleras, frotándose los ojos. A mitad de camino, se da la vuelta.

-Este lugar está polvoriento y sucio, hablemos en la única habitación en condiciones. No parece que esta charla vaya a ser algo corto que digamos...y tengo comida -se encogió de hombros apenas y continuó subiendo-Odiaría comer maní si tengo hambre, solo lo digo por eso.

-Supongo que no es buena idea que pidamos una pizza.

Se puso en pie y siguió a la muchacha escaleras arriba hacia el cuarto decorado seguía comiendo de modo ávido su maní al subir.

-¿Sabías? Esta casa originalmente pertenecía a una famila conocida como Edelfelt.

Tienen bastante renombre y reconocimiento en ciertos círculos exclusivos, particularmente fue construida con un propósito especial.

¿Te tomó mucho tiempo cambiar la decoración?

Hanon entró primero por la puerta de la oscura habitación, y se apresuró a encender una lámpara pequeña que arrojó algo de luz al ambiente, aparte de la ventana abierta que dejaba entrar algo de iluminación lunar. Movió la cabeza de la lámpara a modo de que no molestara a la vista su foco. Había dos camas pequeñas juntas formando una sola, un escritorio vacío con una silla...la única parte con cierta impresión de estar más "rellena" era el área cerca de la única estantería con cosas triviales. Unos pocos peluches, estatuillas, y un marco de foto que aún tenía la típica foto "placeholder" de alguien posando plásticamente para la cámara. Por lo demás, una solitaria planta cerca de la ventana y unos pocos libros de temas curiosos relacionados aparentemente con temas super-naturales...probablemente escritos por gente que posiblemente no supiera demasiado del tema, o quizá incluso algún mago o similar que rebeliosamente tratara de hacer lo sobrenatural de conocimiento público, sin mucho caso de parte de este mismo público. "Wondrous Events: Foundations of Religious Belief", "Flim-Flam! Psychics, ESP, Unicorns, and Other Delusions", "The Skeptic's Guide to the Paranormal", entre otros del mismo estilo, todos en inglés. Y, cerca de la ventana, una papel arrugado y un tazón de cereal y leche que había quedado a medias por la visita.

- ...¿Tienes problemas con el cereal? Tengo una caja de mochi por aquí si no...

No dio mucho margen de respuesta, sencillamente tomó un plato de dentro de otra caja, le quitó la envoltura que marcaba haber sido comprado recientemente, y puso tres mochis de colores en él, dejándolo en el escritorio junto a la silla junto a un tazón nuevo, recién servido con leche y cereales de forma generosamente abundante. Seguidamente, agregó más de ambos ingredientes al que estaba a medio comer, y se sentó en cabecera de la cama de piernas cruzadas, mirándole con expresión un tanto hosca mientras comía del mismo.

Aparte de una caja que contenía unos pocos platos más y otra vajilla necesaria como las cucharas de los tazones, había una caja vacía con cosas que probablemente estarían dentro de un refrigerador muy pequeño en una pared, y otra abierta repleta hasta arriba del mismo cereal. La mayoría de fresa, pero alguno que otro tenía aros coloridos de gustos multifrutales.

-Hanon -dijo esto tras haberse aproximado a una esquina de la habitación, donde había un apilado pequeño de cajas de supermercado, rebuscando en ellas- Podrías simplemente asumir que soy una weeaboo y decidí que Hanon sería mi nombre japonés. Lo siento, no hay electricidad aquí, pero las baterías de la lámpara deberían durar. No tengo idea de quienes son las personas que mencionas...¿eran amigos tuyos? Simplemente escuché de este lugar y pensé que podría ocuparlo un tiempo.

-Supongo que no es buena idea que pidamos una pizza.

El hombre se puso en pie y siguió a la muchacha escaleras arriba hacia el cuarto decorado, mientras seguía comiendo de modo ávido su maní al subir.

-¿Sabías? Esta casa originalmente pertenecía a una famila conocida como Edelfelt.

Tienen bastante renombre y reconocimiento en ciertos círculos exclusivos, particularmente fue construida con un propósito especial.

¿Te tomó mucho tiempo cambiar la decoración?

Ambos desaparecen escaleras arriba. 

Ya empezaba a hacer frío, y no sabía si se iban a marchar de la casa, pero parecía que no tenían esa intención. Lo único que podía hacer era marcharme de ahí, ya que no quería llamar mucho la atención. Saqué mi mapa para ver donde podía ir, y tras buscar un poco vi que parecía haber un templo en el otro lado de la ciudad. Creo que en los templos pueden acoger a los viajeros y alimentarlos pensé. Puede que me pudiese aprovechar de ellos para conseguir algo de comida y un sitio para dormir.

Me separé de la ventana por la que estaba espiando a los dos tipos de dentro de la casa y me puse camino hacia el templo, aunque no sin ates coger la canica que había escondido antes.

Al recoger la canica, Fukuro nota que, aunque hay restos de magia en ella, ya no está activa. Fuese cual fuese el conjuro que se había lanzado sobre ella, ya ha desaparecido. 

Fukuro se pone en camino al templo, que está literalmente en el otro extremo de Fuyuki, por lo que ha de atravesar la ciudad entera, cruzando el puente. Puede observar, entre las nubes, como ha salido la luna, que brilla llena en el firmamento iluminando tenuemente la ciudad. Las calles empiezan a vaciarse de gente, y a penas si se ven vehículos o grupos de personas. 

Mientras cruza el puente, la luna destella y se refleja, brillante, en algo metálico que hay bajo él, en la otra orilla. El Gran Puente de Fuyuki es muy grande y se eleva a mucha altura sobre el río, por lo que Fukuro es incapaz de ver nada entre la oscuridad de la orilla del río, muchos metros más abajo y donde no hay farolas ni ninguna iluminación, pero está claro que la luna se está reflejando en algo, brillante y azul. 

Josh estaba petrificado. La mujer que había aparecido frente a él irradiaba una belleza estremecedora que destacaba aún más en su aparente tristeza. La escena que había presentado había sido increíble, no esperaba algo así en una invocación, nunca había oído algo semejante. Estaba, literalmente, sin palabras. Pasaron unos pocos segundos antes de que la nieve que tenía encima comenzara a recordarle lo que era el frío, por lo que se estremeció un momento para quitársela de encima. Tomó la mano de Brynhildr y posó una rodilla en el suelo. Aunque era su servant, también era la hija de Odín.

-Mi nombre es Shun Nuchimaru -sentía que debía decirle su verdadero nombre- y acepto el contrato, Brynhildr, hija de Odín. -se puso en pie. Le costaba un poco debido al gasto de mana y al frío que le rodeaba- Creo que sería mejor dirigirnos hasta mi apartamento. Allí podríamos comenzar a hablar y trazar una estrategia. 

Mientras Audrina responde decepcionada, la alegría de Jack parece desvanecerse, los ojos muertos le brillan vidriosos, como si fuera a llorar, y mira como disculpándose a su Master.

-Lo siento, mamá... No te diré mi nombre, ¿vale? Lo guardaré muy muy hondo y no lo sacaré nunca. Lo encerraré bajo llaves enormes y pesadas. 

Jack escucha con fascinación la historia de Audrina, bebiéndose sus palabras, con ojos anhelantes. 

-Sí, en hombres, se hubieran convertido en hombres. Y dime, ¿acaso hay algo más despreciable, sucio y monstruoso? En mi ciudad había muchos cuentos de monstruos, de lobos que atacaban a la gente y de muertos que chupaban la sangre de las víctimas. Pero era mentira, mentira, porque los verdaderos monstruos estaban allí, eran los mismos que contaban las historias: los propios hombres, las mujeres, incluso los niños. 

¿Crees que podremos ir allí, a ese sitio del que hablas?-Como una niña pidiéndole a su madre ir al zoo, la expresión de Assassin brilla ilusionada- Me gustaría conocer a esos Señores de la Muerte, ver si realmente saben lo que es el terror, ver si realmente sus poderes son capaces obrar milagros sobre la muerte y la vida. ¿Me llevarás, mamá?

Cuando Audrina menciona lo de salir fuera, Assassin deja escapar un sonido emocionado y sus ojos brillan. 

-Uuoooooh, ¿De verdad? ¿De verdad? ¿Podemos salir y cazar a los monstruos? ¿Sentir el aire de la noche y clavar mis cuchillos en ellos? 

Salen de los túneles casi a gatas y ven, sobre ellos, la noche, y la luna llena brillando en el firmamento, entre las nubes. El aire es frío, limpio y fresco, y trae un aroma a mar. A muchos metros sobre las cabezas de las chicas, el gran puente cruza Fuyuki, cuyas calles comienzan ya a vaciarse de gente. Sin embargo, en contraste con las luces de la ciudad y el iluminado puente mediante filas de farolas, allí abajo, en la salida del túnel, reina la oscuridad, solo atenuada por el brillo de la luna.

-Qué noche tan hermosa- Dice Assassin, y se llena los pulmones - Y qué aire tan puro y limpio, tan fresco...-Sostiene los cuchillos en alto, y estos brillan y destellan a la luz de la luna, como si el acero se bebiese los rayos y los devolviese multiplicados- ¿Te he contado ya lo que dicen que hice? ¿Lo que se cree que hice? O, aún peor, ¿lo que de verdad hice? Te lo contaré, mamá. Te hablaré de estos cuchillos y de la niebla que llevo en el alma. 

El Servant habla, y su voz es dulce, pero también arrastra un cierto frío, como beber directamente de una cascada de alta montaña.

-Las estrellas alumbran nuestro encuentro, Sun Nichimaru. Puedo notar como  ya se entretejen en el Tapiz del Mundo nuestros destinos. Que las Hilanderas sean benevolentes con nosotros.

-La noche es tan hermosa que me trae recuerdos muy antiguos, de cuando cabalgaba por estos mismos cielos con mis hermanas. Siempre prefiero estar bajo las estrellas, pero veo que será mejor que vayamos a tu refugio. 

Si me permites adoptar forma espiritual, te seguiré. 

Audrina rodea con delicadeza los blancos hombros de su Servant, atrayéndola a su pecho, tratando de darle un calor que ni ella misma posee. Después le da un suave beso en la frente, mientras con sus dedos sucios aparta un mechón de pelo blanco y lo acaricia con delicadeza. En esos momentos una de las arañas que lleva sobre los hombros salta al pelo de su Servant, pero ella no hace nada por apartarla.

—Claro que podremos ir a ese lugar, mi niña. Te llevaré y conocerás a mis Maestros,—Audrina sonríe y un escalofrío recorre su espalda, pero no es a causa del frío o del miedo, sino que es un escalofrío de orgullo y placer. Audrina se separa de Assassin y está alza sus cuchillos, riendo como una niña pequeña, Audrina la contempla con el corazón henchido de amor maternal, un amor maternal loco y delirante que hace que su sangre corra con rapidez por sus venas, dando a sus mejillas un leve rubor que nunca antes han poseído.

Assassin comienza a hablar y entonces el corazón de Audrina se para por culpa de la emoción, aguanta la respiración uno, dos, tres segundos, y cuando su visión empieza a volverse borrosa, la niña termina y ella deja escapar un grito de júbilo fascinada por la historia de muerte y sangre que acaba de oír. Sin darse cuenta, abraza a su hija y la alza con ternura mientras ríe, y las dos se enzarzan en una danza macabra que termina cuando Audrina tropieza y cae al suelo, haciendo que Assassin caiga sobre ella.

—Vaya, que torpe soy —se disculpa Audrina mientras ayuda a Assassin a ponerse en pie—. ¿Estás bien, mi niña?  Lo siento —Audrina sacude el polvo y la suciedad de las ropas de su Servant para luego hacer lo mismo con sus andrajos —. Tu historia ha sido tan…tan emocionante. Aunque mi niña, mi dulce niña, vas a tener que perdonar mi ignorancia, pero necesito hacerte algunas preguntas —Audrina aparta la mirada un poco avergonzada, su voz es suave como el viento que golpea su pelo, haciéndolo ondear tras su espalda, dándole aspecto de una muñeca rota—. Hay cosas de tu historia que no entiendo…Para comprenderte mejor, para que seamos más cercanas y para que el mundo se postre a nuestros pies, háblame más del borrado de información y explícame con detalle el porqué del asesino de la noche brumosa.

Audrina coloca las manos sobre las caderas y clava sus ojos bicolor en los ojos muertos de la niña, el rostro serio y el ceño fruncido, tratando de comprender todo lo que su hija acaba de contarle.

Cuando Assassin acaba de contar su historia, esboza una leve sonrisa y vuelve a hablar.

—Bien, mi niña, ahora que comprendo todo, comienza nuestra cacería, pero para ello, voy a tener que pedirte varios favores: el primero, que me ayudes a buscar una forma de subir allí arriba —Audrina señala el puente con un dedo —, otro, que no camines a mi lado en tu forma humana, porque entonces otros Masters podrían verte y, por último, que confíes en mí para acabar con todos los Masters antes de que ellos acaben con nosotras. ¿Me has entendido, mi niña? Nosotras seremos las próximas Señoras de la Muerte, pero para ello, tenemos que mantenernos con vida, ¿no te parece irónico? —Audrina sonríe con desprecio y escupe al suelo indignada. 

Los ojos se le abren como platos al recordar el desastre que había montado para llamar a Atalanta. Oh, dioses. ¿Cuándo voy a aprender a hacer las cosas como es debido? Rápidamente sale de la habitación para encontrarse a su tía con cara de espanto y a su hermana con cara de pregunta.

-Yo... -trata de explicarse Mayuri. Tras un par de balbuceos sin sentido, sabe que no va a librarse de esta con mentiras. Toma aire, tratando de coger fuerzas.

-Tenéis que iros -comenta al fin, con la voz cargada de seguridad. Se nota por su tono de voz que habla en serio. Mira a Sanae fijamente a los ojos. -Hay algo... a punto de comenzar. No puedo daros más detalles. Pero tenéis que iros -repite. Ha dejado de balbucear. -Podéis vivir en el piso de Tokio. No te preocupes por el dinero, mamá -una mueca de dolor se forma en su rostro- dejó suficiente herencia como para que podáis vivir de eso de momento. No serán más que unos días.

-Se que esto suena raro... pero tenéis que confiar en mí.- continúa, tras unos instantes que se hacen interminables. 

Sanae parece entenderlo y baja la cabeza resignada, pero Nobuko tiene cara de incomprensión.

-Mayuri, ¿qué ocurre? ¿Te has metido en algún lío? ¡Podemos ayudarte! Cuéntamelo, por favor.

Assassin ríe con su Master, y Audrina se encuentra en el suelo sola, ya que Jack ha evitado caerse con sorprendente agilidad.

-Sí, sí -responde ante las preguntas de Audrina- ¡Puedo contarte lo que quieras! El asesino de la noche brumosa es la capacidad para cazar a los monstruos siempre primero, aprovechando la niebla y su distracción... El borrado de información es simplemente que mi presencia es un misterio, ¿sabes, mamá? Yo no soy nadie, y como nadie paso, y el mundo se olvida de mí. Sólo mis muertes permanecen después de que me haya ido. 

-¡Claro que confiaré en ti, mamá! -dicho eso, el Servant desaparece, aunque la Master sigue notando su presencia y oyendo su voz en tu cabeza- Ahora mismo voy a buscar una manera de subir -dice ilusionada, mientras Audrina nota como su presencia se aleja.

Audrina sonríe cuando nota la presencia de su Servant alejarse y comienza a caminar por la orilla del río cenagoso, llenándose los pulmones de aire putrefacto y disfrutando de la suavidad pegajosa del limo entre los dedos de sus pies. Arañita sigue en su hombro, quieta, como una diminuta guardiana, tejiendo su tela entre los largos pendientes que se balancean sobre sus hombros.

Con una voz dulce e infantil comienza a tararear una canción que habla de torturas, muerte y hogueras, de quemas de brujas y de sacrificios en altares de piedra. Cuando la canción acaba, se topa con un muro y alza la mirada para encontrarse con unas escaleras, Audrina sonríe y comienza a ascender con lentitud.

Una vez arriba la luz de una farola se refleja en sus ojos como un calidoscopio, ella parpadea un par de veces y una pequeña lágrima recorre su mejilla y ella se la limpia con la palma de la mano, después mira a la derecha y a la izquierda, pero no hay nadie por ninguno de los dos lados.

—¿Qué camino seguir? —Pregunta en voz alta a la nada. Un golpe de aire lleva unas hojas hacia sus pies y, después de jugar a enredarse entre ellos, los impulsa hacia la derecha. Viéndolo como una señal, comienza a caminar en aquella dirección.

La ciudad, desierta, le parece un mundo nuevo. No es la primera ciudad en la que está, pero nunca antes había estado en una ciudad con tanta magia en su pasado. Según recorre las calles siente como su vello se eriza, los dedos de sus manos y de sus pies comienzan a cosquillearle y el olor a antigua sangre derramada hace que comience a salivar, deseosa de sentir el líquido de la vida entre sus dedos.

Audrina mete la mano en uno de los bolsillos de su vestido y  desliza con cuidado los dedos sobre su cuaderno, asegurándose de que está ahí, con la otra, aprieta con fuerza el puñal de plata.

Sus pasos erráticos le llevan ante un cementerio, y ella sonríe. Los cementerios, esos lugares en los que se siente a salvo, segura y protegida.

—Mira mi niña —susurra—, un cementerio. ¿Cómo crees que han muerto estas personas?

Audrina comienza a vagar en silencio por entre las lápidas, algunas blancas inmaculadas, tan limpias que hacen daño a la vista, otras rotas por el paso del tiempo, cubiertas de musgo y de maleza, .

—Al final todos morimos…incluso la muerte —solloza ante un ángel de piedra que llora. Cuando Audrina alza la cabeza,  se encuentra con una iglesia Sonríe irónicamente y se pasa la lengua por los labios, como en un gesto de placer. —Una Iglesia, ¿ves esto, mi niña? Es una Iglesia, ¿Qué te parece, entramos? —Sin esperar ningún tipo de respuesta, se acerca a la puerta de la Iglesia y la empuja haciendo que sus goznes chirriasen.

—¿Hola? —Pregunta susurrando —¿Hola? —Repite alzando un poco más la voz— Buenas noches, no quiero molestar, pero es que…no sé dónde estoy —Arañita comienza a saltar en su hombro y Audrina la atrapa con la mano —Shhh —le susurra — no hagas ruido, no quiero que sepan quiénes somos. Hola…¿hay alguien ahí? —La voz de Audrina se ha vuelto tan dulce, tan suave, tan infantil y desamparada que en nada se parece a la chica que, poco antes, estaba hablando con una niña loca sobre la muerte. 

Finalmente llegaron al apartamento, aunque para cualquiera que pudiera ver a Josh sería un "llegó", ya que Lancer estaba en forma espiritual. Una vez se acomodó en el suelo, pidió a su servant que se materializace. Se le hacía raro hablarle así.

-Bueno, Lancer, si vamos a estar juntos en esto, es importante saber de lo que eres capaz. Conozco tu leyenda, señora de las Valkyrias, pero me gustaría poder precisar un poco más.

Assassin sigue a Audrina en forma espiritual obedientemente y en silencio, aunque parece gustarle el cementerio. 

Sin embargo, cuando la chica comenta sobre la muerte, Jack responde:

-No, mamá. Algunos no moriremos. Mírame a mí. No estoy muerta, ni tampoco viva. No puedo morir, ni siquiera aunque destruyeran mi cuerpo. Tan sólo volvería al Trono, a la niebla y a la sangre. 

Finalmente, llegan a la Iglesia, un gran edificio que parece un poco siniestro a la luz de la luna. 

Las grandes puertas se abren chirriando, y, una vez dentro, quedan sumidos en un meditativo silencio de piedra. 

Ante la llamada de Audrina, un hombre mayor, vestido con sotana y alzacuellos, sale de la sacristía. Su rostro es amable, pero su voz suena dura, firme. 

-Saludos. Creo que no nos conocemos. Soy el Padre Issei, supervisor de esta guerra. Veo que aún no conoces mucho sobre la guerra y sus reglas, por lo que pasaré por alto ese burdo intento de engaño- hace una pausa- Master de Assassin. No puedo sentir a tu Servant, pero me imagino que estará por aquí. 

¿Y bien? ¿has venido para retirarte de la guerra? Si es así, garantizaré tu seguridad hasta que acabe. 

Si no, me temo que no puedes estar aquí.

Lancer se materializa en cuanto se lo ordena Josh y permanece de pie ante él, apoyada en la pared. Su descomunal lanza ya no está sus manos. 

-¿Quieres precisar? Muy bien. Me alegra no tener que contar mucho sobre mi leyenda. Como sabrás, no es especialmente feliz. 

Como bien dices, una vez fui Valkyria. Yo cabalgaba los cielos y presenciaba las batallas, incluso decidía a veces quién las ganaba. Amé con la intensidad de las estrellas boreales a cada uno de esos héroes y de todos llevo recuerdo en mi corazón. Sé usar mis antiguas Runas, magia de lo que llamáis la Era de los Dioses. Sin embargo, pocos son los que tienen el poder para permitirme hacerlo. 

Tengo muchas y variadas habilidades, Master. Te las describiré lo mejor que pueda. 

Mayuri se acerca a su pequeña hermana, poniéndose de rodillas a su lado, para estar a su altura. Sin mediar una palabra se abalanza a abrazarla fuerte. Nota como las lágrimas se acumulan en sus ojos, pero se resiste a derramarlas. Ahora mismo tengo que ser fuerte. Tengo que ser fuerte por ella. Y por mamá. 

-Nobuko, mi vida... todo estará bien -le sonríe amigablemente. -No es nada, no pasa nada. Pero ahora mismo, Tokio es mejor que Fuyuki. Además, allí tienes muchas amiguitas. -Levanta la mano despacio para acariciarle el pelo. -Serán solo unos días -repite- luego podremos vivir donde tú quieras.  

Mientras Fukuro mira, la presencia se desplaza y sube a la calle desde el borde del río. Instantes después, una pequeña figura sube también por unas escaleras de piedra que hay al borde del río, mientras la oyes tararear lo que parece una canción infantil, aunque las pocas palabras que llegas a entender hablan de torturas, muerte y hogueras, de quemas de brujas y de sacrificios en altares de piedra. 

Una vez arriba la luz de una farola ilumina a la pequeña figura, que parece tener las dimensiones de un niño.

Tras unos momentos de vacilación, se dirige por el camino que lleva al cementerio y la Iglesia, saltando alegremente.