Partida Rol por web

Nobuko parece a punto de llorar, pero Sanae la mira con ternura y le dice:

-Tu hermana y yo tenemos que hablar, ve a tu cuarto, venga. Luego hablamos. 

Sanae se dirige a Mayuri, con sinceridad y convencimiento en la voz.

-Mira, no sé que ha pasado aquí. Pero de verdad, afrontarlo tú sola no es la solución. Somos familia, debemos apoyarnos. Puedes contarme lo que sea y lo sabes. 

Déjame ayudarte. 

Que extraña ciudad, ¿acaso dejan salir a niñas así como así a la noche? Puede que este empezando a arreglarse el mundo. Decido no darle mucha importancia más y sigo por mi camino hacia el templo mientras tarareaba y cantaba la misma canción que acababa de escuchar. Resulta que era pegadiza y la letra conmovedora. 

-Gusto de conocerte Hannon, mi nombre es Henry Samson, no soy familiar con la gente que vive en este país aunque tuve que hacer algunos trabajos cortos hace un par de años.

Y he oído de ellos, no  han requerido mi servicios, pero mi actual contratante si, por ello me envió un archivo completo donde eran mencionados.

Henry buscó una silla, guardó el maní, tomó el plato que le habían ofrecido y conversó de modo informal sobre los asuntos que le interrogaban observando de modo atento a la muchacha, llevaba un maletín con la mayoría de sus objetos y utensilios, así como varios bolsillos y cosas más en el pantalón y la gabardina azul, de todos modos, ocasionalmente aguzaba el oído y la vista en previsión a cualquier ruido, le parecía curiosa la selección de literatura de parte de su anfitriona o el cambio hecho en el hogar, pero más que nada se sentaba con cierto confort en la habitación.

-Muchas gracias, supongo que estaba aguantando las ganas pero el hambre me haría pasar trabajos tarde o temprano.  

La familia Edelfelt tiene mucho renombre en ciertos círculos de Londres, es una familia rica que tiene títulos nobiliarios.

Hay quienes dicen que entre los miembros de la familia algunos uso de ciertas prácticas conocidas dentro de lo arcano, magia, si la quieres llamar.

Y juraron no volver a esta ciudad.

Te preguntarás el motivo de ello, se dice que asistieron hace casi setenta años a un evento secreto que sucede en esta ciudad en particular.

Los pocos que tienen conocimiento de él lo llaman 'La Guerra del Santo Grial'. 

Eran un par de hermanas, las cuales vinieron a la tercera versión de ese evento, dicen que sucede entre siete personas, las cuales buscan obtener algo.

Mayuri mira a su tía. Igual que cuando estaba hablando con Nobuko, sus ojos rezuman lágrimas. Sin saber qué decir, se acerca a ella y deja que sus brazos la rodeen. Necesita esa fuerza. Solo un poco. 

-Se que quieres lo mejor para mí. Pero este asunto solo puedo resolverlo yo. Con un poco de ayuda piensa, con la imagen de Atalanta en la cabeza. -Es algo que tengo que hacer. Por mamá. Estaré bien -promete. Aunque, en el fondo, sabe que eso no depende solo de ella. 

Nobuko abraza a Mayuri con ternura. 

-Está bien. Hay veces que ciertas cosas las tienes que resolver sola. Pero recuerda, por favor, que estamos aquí. Si en algún momento necesitas ayuda, sea del tipo que sea, llámanos. Por favor.

Se separa de Mayuri y acaricia su mejilla. 

-Sé que podrás con todo. Iré a ayudar a tu hermana a hacer la maleta. 

Sonríe aliviada ante la respuesta de Sanae. No me merezco una familia como esta. Solo esperad un poco. Haré que todo sea como antes. 

-Yo iré recogiendo el estropicio -declara. Después, centra su atención en comunicarse con Atalanta. ¿Cómo va todo por ahí arriba? ¿Alguna novedad?

La voz de Atalanta responde al punto en su cabeza. Suena bastante más tensa que la última vez, y puedes sentir su vigilancia atenta a través del vínculo empático.

-No hay novedades, pero esto se está poniendo peligroso. Muy peligroso. Tu familia debe irse cuanto antes, pero en ningún caso por la noche. Estoy notando picos de energía mágica muy fuertes por la ciudad, y, durante un momento, he notado una sensación de peligro tan fuerte que ahogaba. Que nadie salga de la casa, he visto algo salir del río y merodear por la ciudad. 

Los otros masters están ya en acción. La guerra ha empezado y este ya no es sitio para bromas ni juegos. Ni tampoco para tu familia.

Mayuri se tensa al escuchar las palabras de Atalanta. Echa un vistazo al cuarto, donde Nobuko y Sanae están haciendo la maleta. 

¿Qué ha pasado, Archer? ¿Puedes especificar más, has visto algo más? ¿A que te refieres con que algo ha salido del lago? ¿Crees que puede ser una invocación de algún otro servant o algo así? Se mantiene en silencio un momento, pensando. Por lo que creo, ni tú ni yo somos buenas en el combate cuerpo a cuerpo. No deberíamos mostrarnos aún. 

La voz de Atalanta le llega inmediatamente, aunque con menos alarma que la última vez.

-No, no puedo especificar más. Tengo muy buena vista, pero no deja de ser de noche, y la mayoría de las cosas que te he dicho son solo sensaciones, las he sentido en la magia de esta ciudad. 

No he dicho del lago, he dicho del río. Cerca del puente, no sabría decir lo que era. Pudiera ser un Servant, pero era muy pequeño. 

Bueno, yo puedo defenderme en combate cuerpo a cuerpo, pero no es mi especialidad, y no contra un Servant poderoso físicamente. De momento me mantendré vigilando, te avisaré si veo algo.

-Suena como un argumento sacado de Monty Pyton, ¿no? Me refiero, al nombre. De todas formas, algo llamado Santo Grial...no debería estar no sé, en algún sitio más adecuado? Nada en contra de Japón pero esperaría encontrar referencias a eso en Europa.

Masticó una cucharada de cereal antes de añadir algo más.

-Así que, ¿esta fue una casa de gente mágica? -se vió un tanto disgustada al respecto, a juzgar por el ceño fruncido al decir esto- No hay nada que hacerle...y además no van a volver a este país aparentemente. ¿Tienes algo que ver con esas personas? La idea era evitar visitas, pero contigo aparentemente son dos hoy...y es mi primer día aquí. Beggars can't be choosers, supongo. Puedo tomar mis cosas y marcharme si realmente quieres el sitio.

-¿Podrías hablarme sobre tu "prometida de héroe"? -pregunto a Lancer- ¿Podrías reconocer a un héroe a simple vista o necesitarías verle pelear? ¿Podrías hablarme también de las diferentes runas que puedes usar? -mientras decía esto, me dirijo hacia la cocina del apartamento- ¿Quieres tomar algo? Tengo té y café. O incluso algo de cenar.

—¿Retirarnos de la guerra? —Pregunta Audrina sorprendida y perpleja, sintiéndose casi insultada —¿por qué íbamos a querer retirarnos de una guerra que ni siquiera ha comenzado? No. Hemos llegado aquí de casualidad, se hizo de noche y necesitaba sentir la luz de la luna bañando mi cuerpo, así que tomé a mi Arañita y salimos. El azar, el destino, la suerte o lo que sea en lo que tú creas es lo que me ha traído aquí.

No. No sé nada sobre la guerra —confirma ella— sólo lo que un Master escribió en un viejo diario que llegó a mis manos por casualidad. No habla de ningún supervisor ni de que no pueda entrar en ningún lugar, así que supongo que podrás perdonar que haya venido hasta aquí.

Tampoco era mi intención engañarte. Bueno, sí, claro que quería engañarte —se corrige Audrina. Arañita salta frenética sobre la tela que ha ido tejiendo entre el pelo de la chica— pero debes entender que si quiero sobrevivir no puedo ir pregonando por ahí quién soy. Quizá he hecho mal en entrar aquí por la puerta principal y pregonando su presencia, así que me alegro de haberme encontrado contigo, la próxima vez que quiera entrar en algún lugar lo haré con más cuidado.

Mucho gusto en conocerte, Padre Issei, espero que podamos tener la ocasión de charlar de nuevo —dice Audrina a modo de despedida. Sin esperar a que el padre conteste, ha regresado al cementerio y se sienta sobre una lápida rota en pedazos.

Una  nube cubre la luna durante unos segundos y los ojos de Audrina se tornan rojos, ansiosos de beber sangre. Durante unos minutos ha creído que podría acabar con la vida del cura, pero al final, después de sopesar los pros y los contras, se ha dado cuenta de que entonces solo sería la primera víctima del grial, y eso que acababa de comenzar la noche.

Cuando la nube desaparece en el cielo, los ojos de Audrina regresan a sus colores habituales (rojo uno, como la miel reseca el otro) y su rostro vuelve a ser el de un ángel torturado.

—Mi niña, demos un paseo por la ciudad, esta vez andaré con más cuidado, pero espero que dentro de poco podamos calmar nuestra sed de sangre —jura al aire mientras se incorpora y comienza a andar.

Audrina, Arañita y el espíritu de su Servant vislumbran la silueta de una casa a lo lejos y se encaminan a ella con cuidado, ocultándose entre las sombras.

Según se acercan, sigilosos, a la casa, pueden advertir que está en ruinas, con las paredes desconchadas y corroídas, y la mayoría de ventanas rotas o desaparecidas. Sin embargo, la puerta principal, entornada, parece nueva, así como el marco, que parece como si lo hubieran instalado esa misma mañana. 

Además, en una de las habitaciones del primer piso, las ventanas están intactas y nuevas, y detrás de unas cortinas brilla una luz. 

Audrina contiene la respiración uno, dos, tres segundos, y después deja escapar el aire muy lentamente.

—Hay alguien en casa — sisea entre dientes. Intuyendo el peligro, Arañita deja de moverse y se pega al cuello de la chica, escondiéndose entre su pelo. —Mi niña, ¿estás ahí? ¿Puedes acercarte un poco más y tratar de ver qué es lo que nos depara el interior? —El corazón de Audrina ha comenzado a latir desbocado, pero enseguida comienza a calmarlo, temerosa de que un latido demasiado fuerte atraiga a quien quiera que esté en la casa.  Sigilosamente, se acerca un poco más, pero todavía espera lo suficientemente alejada a que su Servant se manifieste.

Assassin ha quedado tan silencioso que ni siquiera Audrina, que tiene el vínculo con ella, nota del todo su presencia allí, pero le llega un sentimiento de aprobación a través del canal telepático que comparten, seguido por un ansia de sangre que despierta en Jack y va creciendo y creciendo lenta pero inexorablemente, como un río a punto de desbordar una presa. 

Tras unos segundos, la leve presencia de su Servant vuelve a su lado. 

-Hay gente dentro. Dos personas, jóvenes y bonitas, tan repletas de vida y de sangre... He notado sus presencias puras y brillantes, probablemente los dos sean magos. Mamá, ¿Puedo ir y probar su sangre? ¿Puedo ir y clavar mis cuchillos en su carne, tan tierna, tan blanca? 

Las ansias asesinas de Jack desbordan sus palabras, las anegan como un mar embravecido.

Uno es un hombre, alto, joven, con una seguridad y una presencia firmes, relajado y desprevenido... precioso y perfecto, quiero destrozarlo, destriparlo, arrancar sus miembros y ver cómo esa seguridad en sí mismo se ve sustituida por el miedo, el terror de la muerte, de saber que nada puede hacer... Es maravilloso, pero la segunda persona...

Las emociones de Jack son tan fuertes que ni siquiera parece capaz de articular más palabras inteligibles, mientras oleadas y oleadas de energía, de poder desquiciado y de una locura bestial sacuden su fracturada psique, como si se hallara en la cúspide de sus delirios. Finalmente, casi en trance psicótico, logra transmitir alguna palabra a Audrina.

-Mamá... Una chica... Pura y blanca... destellante como la luna, cegadora como el sol, pura como agua de manantial... bella, inocente, perfecta, vestida con un camisón, tan desprevenida y preciosa como un cervatillo del bosque... Necesito... sangre... vientre... mis cuchillos... Lo entiendes, ¿mamá? Cuchillos, heridas, tripas, abriendo, puedo volver, puedo volver, puedo volver, PUEDO VOLVER, LA NECESITO, SU SANGRE, SU VIENTE, MAMÁ, MAMÁ, ¡YA VOY, MAMÁ!

Aunque su presencia se mantiene quieta, en realidad se sacude y se convulsiona como un epiléptico, y el mero contacto de las sensaciones que fluyen descontroladas y malsanas como un torrente de aguas sépticas por el canal telepático bastaría para llevar a la locura a cualquier persona, mientras su psique se abre y se revienta como un huevo arrojado al suelo, con el poco pensamiento racional completamente enterrado y eliminado por la marea de delirios e imágenes de sangre, de cruces rojas en llamas, de huesos y de ratas royendo cuencas vacías. 

Lancer se acomoda un poco más en la pared y mira sin emoción a su Master, con unos ojos en los que late una profunda y antigua tristeza. No parece muy interesada en la oferta de la comida, pero con un gesto indica hacia la tetera que hay en la cocina. 

-La prometida del héroe... es justo como suena, sí. Una vez fui la prometida de un héroe, del mayor de todos. Además, hace muchos, muchos años, pero fui Valkyria, no sólo una Valkyria corriente, la más antigua de todas ellas. He visto a todos los héroes en sus batallas, y su sola visión es capaz de evocar en mí los recuerdos de sus gestas. 

Sobre mis runas... Tengo muchas y de mucho poder, pero la pregunta es ¿Eres tú lo suficientemente poderoso como para permitirme usarlas, Master?

Finalmente, tras una larga caminata, sin más altercados, Fukuro llega al templo. Puede sentir el maná de la Línea Ley que pasa por debajo de él bullendo y latiendo como un río embravecido, y el mismo aire de Fuyuki parece cargado de electricidad. 

Ante Fukuro se extienden las enormes escaleras, que suuben la montaña. Sus piernas, que llevan todo el día caminando, comienzan a protestar por tan largo ascenso, pero Fukuro las sube de todas maneras. Por fin, mientras ya nota sus extremidades acalambradas y pesadas, llega a la cima, donde puede ver el gran templo, construido sobre la Línea Ley, que se alza ante él. Sus grandes puertas están cerradas y todo está sumido en un silencio sepulcral, sólo roto por las cigarras del bosque. 

Los segundos que Audrina pasa esperando a su Servant se le tornan eternos. No sentirla cerca le preocupa y le hace sentirse desprotegida, pero cuando por fin llega, el torrente de energía en el que se ha convertido su niña le desborda y, durante unos segundos, le marea.

—Mi niña…—susurra — mi niña…mi niña…mi niña…—no es capaz de decir nada más, por eso repite esas dos palabras una y otra vez, como una letanía dedicada a un dios que no le escucha. Cuando siente que si Jack no se calma ella va a estallar, alza su voz por encima de los gritos de la niña —¡Cállate! —después, se siente culpable y esconde la cabeza entre sus manos — Lo siento, no pretendía chillarte, no debería chillarte —se reprende—. Si te chillo, entonces llorarás, y si lloras el hombre malo vendrá y te golpeará…No quiero que venga el hombre malo, no quiero, no quiero —Audrina se acurruca en el suelo y se aovilla mientras siente la nerviosa presencia del Servant.

Audrina cierra los ojos y trata de ignorar las pulsaciones nerviosas de Jack, trata de olvidar que está en medio de la nada, en medio de una guerra que la ha elegido, aunque todavía no sabe muy bien para qué.

Mientras llora, recuerdos de su pasado acuden a su mente; un sótano, oscuro, frío y gris. Ante sus ojos, una Audrina muy pequeña, con un vestido que pudo ser rosa pero que ahora parece más bien gris; descalza, los dedos sangrantes y la cara llena de arañazos. Una voz autoritaria que le dice que no se mueva y una puerta que se cierra.

Oscuridad. Oscuridad y frío. Algo viscoso que se mueve a su lado. “Aquí no hay nada. Aquí no hay nadie” se repite la niña Audrina. De nuevo, nota algo moviéndose cerca y ella pega la espalda a la pared húmeda, una arcada le sube por la garganta, pero logra no vomitar, hace mucho que no come, no sabe cuánto, pero su estómago se queja.

“Aquí no hay nada” se repite de nuevo, pero entonces siente un cuerpo rozando sus dedos, subiendo por sus piernas, rodeando su diminuta cintura y entonces, chilla. Es un chillido desgarrador, un chillido de dolor, de asco, de súplica. Un chillido dirigido a la nada, porque allí, en el sótano en el que está, no hay nada.

Entonces la puerta se abre y aquel ser viscoso abandona su cuerpo ante la presencia de la luz. Se aleja de ella reptando por las sombras que proyecta una solitaria bombilla. La niña Audrina sigue chillando, pero entonces una mano dura y callosa golpea su rostro. La niña Audrina deja de llorar, y el hombre le pide, casi en un susurro, que por gritar, permanecerá dos días más en aquella habitación.

La puerta se cierra de nuevo y el ser viscoso aparece. La niña Audrina pasa dos días de pie, pegada a la pared, llorando y mordiéndose la lengua para no chillar. Cuando por fin pudo salir de nuevo, se pasó cerca de una semana sin poder comer apenas y con una herida sangrante en la boca, una herida que de vez en cuando se abría, para recordarle que si volvía a portarse mal el ser viscoso se enredaría en su cuerpo.

De pronto, Audrina recuerda el sabor de aquella primera sangre y abre los ojos. Ya no llora y parece mucho más fría, más calmada.

—Mi niña, tenemos que trazar un plan. No podemos entrar ahí sin más y acabar con sus vidas. Son magos, sí, pero ellos son dos, y yo estoy sola contigo, ¿y si ellos también tienen Servants? En una lucha directa no podemos ganar, mi niña. Tenemos que ser listas, tenemos que ser el ser viscoso que se enredaba entre mis piernas. Mi niña, concéntrate un segundo y dime, ¿notas la presencia de otro servant? ¿Has visto círculos de invocación? Sé que es difícil, mi niña, pero es necesario, porque si no, puede que esta muerte sea la primera y la última que llevemos a cabo juntas. Debemos averiguar todo lo que podamos antes de lanzarnos a atacar, mi niña. Porque esto es una guerra, y en la guerra no podemos lanzarnos a lo loco. Recuerda, mi niña, recuerda.