Partida Rol por web

Escena para Tom.

FLASHBACK - 1

12 de marzo de 2007, 11:25, 3500 metros de altitud.

Tom se ajustó la correa, asegurando el paracaídas a su espalda. Jerry abrió la escotilla y el aire les golpeó con violencia. Las risas nerviosas se mezclaron con los chistes. El señor Theotrope intentaba no hacerse un lío con sus propios amarres, pero se veía en su cara la nefasta mezcla de incompetencia e inexperiencia. De todas maneras, era un cliente, nada más. Jerry se enganchó a la señorita Theotrope, hija del obeso millonario que luchaba con sa arnés, y saltó, haciendo un gesto lascivo a Tom antes de lanzarse.

La cámara estaba preparada, los enganches a punto, todo listo para saltar, menos el fardo. Theotrope se seguía liando con sus propias cuerdas. ¿Por qué se sometía a esto? Había gente que podía y gente que no podía saltar, y éste era de los segundos... Tom sabía que el aterrizaje sería duro. Sin embargo, la posibilidad de saltar otra vez más le movía a engancharse con clientes como esta ruina humana. posiblemente se retorcería para abrazarle, se mearía encima, y la grabación sería un desastre, pero el documento firmado por Theotrope eximía a Tom de cualquier responsabilidad.

- No... No quiero hacerlo... tengo miedo...

Aquel señor le había hecho subir hasta esa altura para echarse atrás. Era indignante. La respuesta de Tom no se hizo esperar.

-   Que cabron- pienso con una sonrisa cuando Jerry salta. Recordando a la vez como antes de despegar había perdido la ocasión de saltar en paracaídas con la guapa hija del millonario, a tener que hacerlo con el obeso padre en una partida de piedra papel o tijera.

Me acerco al hombre mientras me comenta que no se atreve. No era el primero que pronunciaba esas palabras estando tan cerca del salto, y no seria el último. Pero si que muchos de ellos cambiaban de opinión tras hacerlo la primera vez… y eso era mas dinero para mi, además de mas saltos. 

-   Como usted quiera, usted paga- digo tranquilizándolo mientras le arreglo el lío que tiene con el arnés. – siéntese y daremos la vuelta para aterrizar- digo señalándole uno de los sitios delante de mi. 

El hombre, de manera ingenua, se giro hacia donde le indique. Una vez se puso de espaldas fue bastante fácil apresarlo, amarrarlo a mi y arrastrarlo hacia el exterior del avión.  

-   Sonría señor Theotrope- 

Fueron mis últimas palabras antes de iniciar la caída libre junto al millonario. Él balbuceaba algo, pero no conseguía articular, estaba acojonado y agarrándome fuertemente mientras el aire intentaba contrarrestar nuestra caída, golpeándonos. La adrenalina se disparo en nuestro organismo, ese cosquilleo en la piel, que se me ponía de gallina y las vistas increíbles que se podían apreciar desde allí arriba. – Esto es la ostia- 

Di un par de vueltas sobre nosotros mismos, desafiando el estomago del señor Theotrope, pero para mi sorpresa aguanto bastante bien, por suerte. Realizamos varios movimientos mas pero pronto llego la hora de abrir el paracaídas. Adopte una posición adecuada antes de tirar de la anilla, avisa con señas a mi acompañante y lo active. Entonces el aire gano mas fuerza sobre nosotros, dándonos un brusco frenazo cuando salto el paracaídas. 

-¿Qué? ¿qué tal? – pregunte mientras descendíamos a una velocidad mucho mas reducida. Girando estratégicamente hacia la zona de caída marcada. Él no respondió, aun sin sentirse seguro del todo, aunque no parecía demasiado enojado… abajo comprobare si le ha gustado o no. 

Poco a poco nos acercamos al terreno y veíamos las figuras de mi compañero y su hija esperándonos. Le indique, de nuevo, lo que debía hacer para el aterrizaje y finalmente tomamos tierra, de forma un poco accidentada como ya me había supuesto en el avión. Me levanto, quitando de encima el paracaídas para empezar a recogerlo. Miro a Jerry que hace algún gesto tras la hija del millonario y le respondo con un corte de manga y una sonrisa, luego me giro hacia el extasiado cliente.  

- ¿Esta bien? ¿qué le ha parecido?  - pregunto sonriente, aunque sin parecer burlón, mas bien de forma sincera ya que él es quien me paga el pan. 

La adrenalina todavía bullía en la sangre de Tom; por más saltos que hiciera, su cuerpo nunca dejaba de excitarse en extremo cada vez que sentía su estómago volverse con la caída libre. Nunc ahabía saltado atado a alguien tan pesado, y la sensación era totalmente diferente... más extrema todavía. De forma cómica, como chiste privado, Tom pensó en comer hasta convertirse en un obeso mórbido para disfrutar más de su vicio. Rió ante su propia ocurrencia.

El señor Theotrope tenía la cara roja; su corazón desobocado había distribuído la sangre hasta la piel. Parecía una parodia de Santa Claus, en versión banquero. Pese a estar sin aliento, la sonrisa era imborrable; una sonrisa que valía 10000$ como mínimo.

- Tom, esta experiencia ha sido digna de ser reocrdada. Es usted un hombre valioso, muy valioso. No estoy acostumbrado a que nadie me obligue a nada, y usted ha tenido las pelotas de lanzarme de ese avión. Se lo agradezco. Si hubiera sido por mi propio miedo, jamás habría saltado. De hecho, si usted hubiera sido uno de mis consejeros, me habría hecho la pelota y habríamos acabado tomando gin tonics en el aeropuerto. ¿Desea acompañarnos a mi hija y a mí a tomar una copa ahora?

Tom miró su reloj... 12:00 de la mañana. Menudo horario etílico tenía el señor Theotrope..

Le ha gustado, lo sabia. A ver si se apunta a venir mas veces y puedo disfrutar de las nuevas sensaciones que me ha supuesto saltar con tanto peso. Así no tendré que ser yo el que me convierta en una bola, sonrío. 

- Si le hubiera dejado no saltar se arrepentiría nada mas aterrizar - hago una mueca acompañada con los hombros, como diciendo que ya me ha pasado mas veces.

El señor Theotrope me invita a tomar unas copas. Primero miro mi reloj y después miro a su hija -¿ por que no?- pensé con una sonrisa picara. - Me parece bien -

Nos montamos en el coche que nos acerco hasta nuestras instalaciones, para poder cambiarnos. Nos quitamos el equipo, guardamos los paracaídas, los arneses... dejándolo todo preparado para la próxima sesión. 

- ¿Que tal con la señorita cabrón? - pregunte, sonriente, a Jerry aprovechando que estábamos solos recogiendo

Él echo una risotada antes de hablar - ¿cabrón? la suerte tío, ¡me toco!-

. - Pero sabes quien va a ir ahora con el rico y su hija ¿no? - sentencie a su respuesta, con un tono burlón. - ya termino yo con ella, no te preocupes - 

 - ja.... ja....- ríe de forma falsa - pues si lo consigues, dale unos azotes de mi parte.... ¡Cabrón! - añadió 

Ahora reí yo con ganas - claro claro, lo haré - 

Y entre risas salí para esperar al señor y la señorita Theotrope en la entrada del edificio, dejando algunas cosas sin hacer a Jerry. No me había llamado la atención antes de salir del cuarto y, según habíamos hecho a lo largo de nuestro trabajo juntos, si salías sin que el otro se diera cuenta de decirte algo sobre que aun no has acabado tu parte, quedabas exento de ello, teniendo que pringar el otro por ti. - No se porque fue capaz de aceptar un juego asi conmigo, siempre sale perdiendo -  Pensé un momento antes de ver a mis clientes acercarse a la salida y, por tanto, a mi. 

Tom montó en el coche, dejando todas las tareas sucias para Jerry. El vehículo era un monovolumen, con los asientos traseros colocados como si de una limusina se tratara. El señor Theotrope se sentó en un lado, dejando a su hija colocarse junto a Tom.

- Eres valiente, hijo. Hacía mucho tiempo que nadie me obligaba a nada.

La risa de Theotrope llenó el coche mientras el chófer arrancaba.

- En realidad vinimos por capricho de mi hija, a ella le encantan estas cosas. Yo... el médico me ha prohibido que fume, que beba, que corra riesgos, que folle... ¡Me ha prohibido vivir! Y no soporto que nadie me prohiba nada. ¿Quién se cree que es? Porque tenga una carrera no es mejor que yo, no señor. Yo jamás pisé una universidad, ¿Y qué soy ahora? Rico. He trabajado toda mi vida como un cerdo para ganarme mi pan, y en este momento cientos de personas viven de mí. ¿Que quiero limpiarme el culo con un billete de mil dólares? Pues lo hago. Esa es la vida, hijo.

La hija del señor Theotrope parecía muy poco avergonzada por el comportamiento de su padre. Se diría que estaba más que acostumbrada, por la forma que tenía de rozar su rodilla contra la de Tom a medida que el coche avanzaba.

- Déjame que te de un consejo: nunca tengas socios. Ese Jerry, el otro chaval... también parece despierto. No te fíes. Si les das poder, algún día te saltarán al cuello, y te robarán todo aquello por lo que has luchado. Y no hablo de revoluciones ni de mierdas. Todos luchamos por lo mismo: tener un yate, diez coches, cinco casas con una fulana que te la chupe en cada una de ellas... eso es vida. Hablo de volcar diez gramos de farlopa sobre la mesa de la cocina y ordenarle a cualquier furcia que se la esnife por tí. Eso es poder. Nada de paz y amor. ¿Qué carajo? Eso no sirve para nada. Mira, hijo, tú tienes potencial, eso no se puede negar. Hacen falta cojones para hacer lo que has hecho. ¿Quieres pasar el resto de tu vida saltando de aviones por unas propinas de mierda? Porque creo que puedes aspirar a más... a mucho más...

El teléfono del señor Theotrope sonó en ese instante. Lo atendió sin darle importancia y comenzó a hablar en un idioma que Tom no conseguía reconocer... quizá hebreo...

La hija de Theotrope se giró, mirando a Tom con una sonrisa perversa.

- No hagas mucho caso a mi padre... no cuando desvaría. Si te va a proponer algo, no dejes de escucharle. Soy Abbey.

Le plantó un beso en los morros sin dejarle decir nada.

- Creo que papi tiene algo pensado para tí. Siempre piensa en los demás. Por fuera parece un gruñón desagradable, pero en el fondo es muchísimo peor. Lo más importante es que no le importa gastar su dinero en gente como tú... Eres guapo... me gustas... Si papi te dice que hagas algo, hazlo. No dudes. Antes le has desafiado, y eso le gusta, pero no te pases. Si cree que quieres joderle, no dudará en meterte una bala en el cerebro.

Como para ilustrar este punto, Abbey levantó el dedo índice y lo apoyó en la frente de Tom.

- Pero no creo que tengas nada que temer. De hecho, creo que vamos a llevarnos muy bien. Méteme la mano bajo la falda.

Dijo esta última frase en un tono que dejaba claro que estaba más que acostumbrada a mandar, pero lo hizo sin perder la sonrisa tierna de niña buena.

EL teléfono de Tom sonó en ese mismo instante. Lo atendió, todavía confundido por la situación. Una voz desconocida le susurró al oído...

- Salta del coche, Tom... salta del coche.

Según monto disfruto de la compañía cercana de la muchacha, eso me gusta. Ademas ella misma se asegura de buscar el contacto entre los dos, muy directa, prefiero ser yo quien tome la iniciativa pero tampoco esta de mas que me lo pongan fácil. 

El señor Theotrope empieza a hablar sin parar, de su vida, de las prohibiciones del medico... ¿de una fulana para cada día de la semana? ¿delante de su hija? y... esta ni se inmuta. No puedo evitar mostrar algo de confusión en mi rostro... Pero asiento a sus palabras, la verdad es que lo que mostraba como vida no estaba mal... aunque yo siempre necesitaría disfrutar de mis deportes para sentirme vivo. Parece que quiere proponerme algo, yo pensaba discutirle sobre que mi amigo Jerry vaya a jugármela pero entonces contesta al teléfono y su hija reclama mi atención de manera convincente. Correspondo a su beso y escucho sus palabras. Parece que tiene en un pedestal a su padre y habla como si se tratara de un mafioso... mejor tener cuidado. - ¿valdrá la pena arriesgarse tanto por... un polvo y un posible trabajo? - Dice que le gusta gastar su dinero en gente como yo, ¿en que sentido se lo va a gastar? no entiendo nada...

Abbey me propone, no, me ordena que meta mi mano bajo su falda. Niego con la cabeza, sonriente y de forma lenta. 

- ¿Estas acostumbrada a tener lo que quieres no? - digo, con cierta malicia. Si me resisto luego me cogerá con mas ganas y todo esto valdrá mucho mas la pena. - puede que yo me resista a tus encantos...- 

Mi móvil me distrae del cortejo, atiendo y una extraña voz me pide que salte del coche... - ¿esta loco?- 

- ¿Quien eres? ¿que cojones dices...? - contesto, y tras ello en mi cabeza empiezan a generarse distintas paranoias. 

Abbey se mostró contrariada ante la negativa de Tom. Bufó y se puso a mirar por la ventanilla, ignorándole. La voz de Theotrope seguí retumbando en el interior del coche, mientras, al otro lado del teléfono de Tom, una voz le reocmendaba que saltase. TOm preguntó, pero la voz era inexorable.

- Salta del coche, Tom... Salta del coche... Salta del coche, Tom... Salta del coche... Salta del coche, Tom... Salta del coche...

Abbey miró extrañada al teléfono, y una peculiar sonrisa asomó en su rostro. Dio un suave golpe en la rodilla de su padre, llamándole la atención, e hizo un gesto hacia el teléfono de Tom. Theotrope, al verlo, no pareció ni inmutarse. Tan sólo apretó un botón a su lado. El sonido del bloqueo de puertas penetró en los oídos de Tom. La voz del teléfono pareció percatarse.

- Demasiado tarde, Tom... nos vemos al otro lado.

La comunicación se cortó repentinamente. Casi a la vez, Theotrope colgó su teléfono.

Jonas se inclinó hacia Tom, con cara de chiste.

- Veo que ya has conocido a aquellos que se oponen a nuestro negocio... No les hagas mucho caso, jamás consiguen lo que se proponen.

Padre e hija estallaron en carcajadas. Algo en el ambiente comenzaba a inquietar a Tom más de la cuenta.

- Como le decía, pareces un hombre valiente, capaz... amigo de los juegos. Nosotros estamos buscando gente así. Piénsalo bien, hijo, te estamos ofreciendo un regalo con el que sueñan los hombres desde el principio de los tiempos... está en nuestro poder.

Se reclinó sobre su asiento, palmeándose la tripa abultada.

- Piensa en esto: Cambio climático, armas nucleares, desastres ecológicos... el mundo se va a la mierda, nos guste o no. Hay pocas formas de evitarlo. Los que tienen en su mano salvarlo son políticos, economistas, banqueros... gente que no moverá un dedo por la humanidad si no les supone un beneficio inmediato. ¿Crees que alguno de estos haría algo? Jamás. Cuando los polos comiencen a derretirse, se refugiarán en mansiones en las montañas; en primera línea de playa, y escucharán como todos los pobres idiotas como tu chapotean por salvar sus miserables vidas. No queremos esto.

Abbey asentía ante todo lo que decía su padre que, mientras hablaba, sacaba una pistola de debajo de su asiento. La sangre se heló en las venas de Tom.

- Tengo muchos científicos trabajando para mí... todos aseguran que, de aquí a veinte años, todo esto se irá a la mierda del todo. si nadie hace nada, estaremos muertos. Durante décadas, pagué a gente para que investigara las posibles soluciones, pero no pudieron darme nada claro. Siempre había dependencia de los poderosos, los banqueros, los políticos... ya sabes.

Apuntó el arma a la cabeza del chófer, que seguía conduciendo sin inmutarse.

- Entonces algo me dio vuelta en la cabeza... me di cuenta de la solución y puse a toda mi gente a trabajar en ella. Ahora, mi proyecto está completamente desarrollado. De hecho, está a punto de implantarse en la sociedad. Si los poderosos no van a mover un dedo, y al final van a salvarse, hay que darle la vuelta a la situación. No podemos salvar al mundo de la gente, si no eliminamos a la gente. La ecuación es simple. Pero... ¿Cómo garantizar nuestra propia supervivencia? ¿Cómo nos aseguramos de que nosotros mismos no seremos víctimas de nuestro propio plan?

Sin siquiera pestañear, disparó el arma contra la nuca del chófer, manchando el salpicadero de sangre y sesos. El olor a pólvora y casquería era intenso. Tom estaba paralizado de terror.

- Efectivamente. La única forma de salir de esta, es cancelar la muerte. Abolirla. Pero no para todos... eso no serviría de nada. Por eso estoy buscando gente como tu, y como Abbey, para garantizar que la especie perdure. Simple, ¿No? Ahora estamos moviéndonos a 120 kilómetros por hora, en una autopista vacía, pero sin conductor. Dentro de, como mucho, tres minutos, nos estamparemos contra el quitamiedos, o saldremos de la carretera. Como sea, el coche volcará. En el maletero hay explosivos preparados para reventar en... - Consultó su reloj sin soltar la pistola - ...10 minutos. En cualquier caso; estamos muertos. Eso ya es inevitable.

Abbey parecía enfermizamente emocionada ante la idea. Theotrope guardó el arma y miró fijamente a Tom.

- Ahora escúchame, hijo. Te estoy ofreciendo el mayor regalo del mundo: la inmortalidad. Sólo a unos pocos les será concedida. Si no accedes, tu vida terminará en un absurdo accidente de coche. Abbey, el chófer y yo viviremos, pero tú serás pasto de las llamas. Posiblemente no puedan ni reconocer tu cuerpo. Estamos haciendo una excepción contigo, hijo... ya lo comprenderás... generalmente somos muy respetuosos con los cadáveres, por la cuenta que nos trae... pero no nos distraigamos... ¿Quieres vivir?

Abbey pasa de mi, ya volverá. Aunque en este momento me preocupa mas la voz del otro lado del teléfono - un puto loco- pienso, casi decidido a colgar. Entonces la familia Theotrope se da cuenta de la "conversación" que mantengo y el sonido del seguro de las puertas penetra en mis oídos, dándole la razón a la vocecita del móvil y paralizándome unos segundos... - oh mierda...- 

Jonas se inclina y empieza a hablar. Primero me informa de quien me ha llamado y se echan a reír, - tenia que haber dejado a Jerry que se llevara el premio....- es lo primero que pasa por mi cabeza, la cosa empieza a coger unos tintes que me inquietan. 

El hombre sigue hablando, en lo que a mi me parece un desvarío constante. Que si el mundo se acaba en 20 años, que si la única forma de solucionarlo, que si los poderosos, que si bla bla bla... deje de escuchar sus palabras cuando saco el arma. Mis músculos se tensaron, buscando las salidas, pero no había... Su hija parecía del todo divertida con la situación y su padre apunta y dispara a su chófer, lo que nos deja en una situacion muy jodida. 

Esperaba que después de su conductor me apuntara y disparara a mi, pero no lo hace. Entonces alguna de sus frases vuelven a ser procesadas por mi cerebro. "...Tres minutos para estamparnos..." "... en diez minutos explotaran los explosivos del maletero..." "... te ofrecemos la inmortalidad..." y finalmente una pregunta "...¿quieres vivir...?". Mil pensamientos cruzaron mi cabeza, buscando algún resquicio por el que saltar del coche, pero no lo había. Se hizo largo, muy largo, hasta que caí en que podía decir que si, o que no, pero que mi muerte ya estaba bastante clara... no perdía nada por acceder y probar suerte. 

 -¡Si!, ¡quiero vivir! - conseguí decir bastante alterado, agarrándome fuerte y nervioso al asiento, esperando el impacto en cualquier momento... corriendo a ponerme el cinturón de seguridad. 

La respuesta apresurada, llena de terror de Tom pareció crear un efecto muy potente en Abbey, que empezó a palmear, a reir y gritar.

- ¡Ha dicho que sí! ¿Lo has oído, Jonas? ¡Ha dicho que sí! ¿Puedo quedármelo?

Parecía una niña con un nuevo juguete. El desconcierto y el miedo crecieron en el paracaidista. La forma de llamar Jonas a Theotrope hizo que Tom sospechara, definitivamente, que no eran padre e hija.

El señor Theotrope asentía como un patriarca benévolo, mientras el coche se dirigia a una desquiciante velocidad hacia una muerte segura. El cadáver del chófer había quedado en una postura imposible, grotesca. Theotrope volvió a sacar su móvil.

- Me alegro de que hayas tomado esta decisión. No tenías porqué sentirte coaccionado... así que asumiré que accedes por propia voluntad... Por fin. Cada día somos más.

Sin pedir permiso, consciente de la urgencia de la situación, Jonas apoyó el teléfono sobre la frente de Tom. Pasado un segundo, en que no pasó nada relavante, lo despegó.

- Hecho. Ahora, disfruta del viaje, Tom... El mundo es nuestro... en poco tiempo seremos reyes, pero falta mucho trabajo. Respecto a esa copa que te prometí antes... dentro de un rato nos la tomamos, antes tenemos cosas más urgentes a las que atender.

Pese a lo frenético del movimiento del vehículo, Theotrope mantenía su ritmo lento. Se reclinó en su asiento y suspiró, con una gran sonrisa adornando su cara de Santa Claus.

- Yo de tí, me quitaría el cinturón... es más agradable si hay menos seguridad.

Tom miró a los dos chalados que le acompañaban. Ninguno de ellos tenía el cinturón abrochado.