Partida Rol por web

El actor había venido en taxi, como muchos de los que allí estaban. Obviamente, cuando piensas ir a un sitio y terminar fatal, lo último que debes hacer es coger un coche. Eso solo lo hacen los pobres, y los que son demasiado chulos. Pero a los famosos les sobraba dinero para coger un taxi.

El caso es que se subió de paquete en su moto. Era una sensación nueva. Normalmente, él llevaba a las chicas de paquete. Pero todo en ella le absorbía con la fuerza de un torbellino, tomando la voz cantante. Él se dejaba hacer, pues seguía en la falsa creencia que solo era "una chica de vacaciones". No obstante, deseaba que no fuera así. Tenía acento de San Fierro, y una moto con una matrícula del lugar. ¿Sería de allí? Si, por Dios. Estaba colgadísimo de esa tía.

Circuló a velocidad prudente en los tramos con cámara, y donde no había, le dió caña, por que a esas horas de la madrugada las calles estaban desiertas. Le sorprendió que viviera en King's, una zona de la ciudad poco glamurosa. Tenía un loft en una calle de antiguas construcciones de ladrillo.

Se fueron comiendo a besos conforme subían por el viejo ascensor, y a él le costó encontrar las llaves del piso, a causa del nerviosismo. Cuando lo abrió, vió que por dentro era infinitamente mejor que el cutre exterior.

Le causó curiosidad que le gustara el arte moderno, pues tanta profusión de cuadros no parecía mera decoración. Un gato, algo apático, de la raza noruega, se acercó para maullarle a modo de saludo. Ellos estaban a otras cosas, claro. La puerta se iba a quedar sin cerrar, pero ella se acordó y la cerró de una patada. Luego lo empujó contra la butaca, esa tan graciosa que parecía la piel de una vaca, y se propuso tomar las riendas del asunto.

Se encaminaba hacia el portal, mientras no quitaba ojo de las casas. Había visto un par de antenas de TV por satélite que valían un ojo de la cara. Pero el buscaba los grandes golpes, los más sencillos. Así que cuando llegó al número 45, no se lo pudo creer. Aparcado frente a la puerta del garaje, en el porche, había un cochazo de alta gama.

Se lo quedó mirando un momento, mientras sacaba la elefantiásica comanda del compartimento térmico, que impedía que se enfriara demasiado. Allí había comida para, al menos, seis o siete personas. Y a juzgar por los ruidos de conversación que se oían dentro de la casa, estarían celebrando una fiesta.

Le abrió la fiesta una blanquita tipo, de clase media-alta, con su ropa casual/trendy y que venía riéndose por el pasillo. Al ver su cara y que estaba bastante bueno, parpadeó con incredulidad y luego sonrió con agrado.

-¿Traes la comida?

No sabía si iba con segundas o no aquel comentario.

Si le pinchaban no sangraba, bueno, es que si se lo decían hace una hora se hubiera reído en la puta cara de quién se lo contaba. El maromo del poster de paquetillo en su moto, camino de su casa ¿Le habrían echado algo en una copa y estaba flipando? ¿Cómo un tío así acaba de amigo de la Mirage? A saber, tal y como las enganchó a ellas capaz era de habérselo cruzado en el super XD
Pensaba en chorradas mientras conducía porque sentía las cálidas manos de Fehr en la cintura y se le iba la olla, temía que con la tontería se metieran un piñazo. A veces, cuando iban más lento subía las manos rozando con la punta de los dedos la parte baja de sus pechos y le daba cosquillas y lo que no eran cosquillas. Madre de Dios! Podían prenderle fuego al asiento con tanta calentura.
Le llamó la atención que viviera en esa zona, claro que se veía que no era un famoso al uso, la cosa cada vez pintaba mejor, tanto que temía lo que estuviera por venir, todo era tan… de cuento. De cuento estilo Queen, con sexo, drogas, musicote y una pipa en la mochila, claro...
Le resultó divertido que acabaran cayéndosele las llaves, revelador… ¿No estaba acostumbrado a hacer esas cosas?
Automáticamente se quitó los zapatos al entrar, costumbres coreanas, y tiró la chupa y la mochila encima, sin dejar de besarle mientras lo hacía, tenía ese arte dominado, igual que él el de besar, a este paso iban a acabar como adolescentes, con la boca enrojecida por no tener mesura.

El loft estaba superchulo, más o menos los mismos metros cuadrados que su casa, pero en un mismo piso, y la decoración era… curiosa, parece ser que no solo era guapo si no además interesante, sorpresas te da la vida…
Con solo el índice le empujó hasta sentarlo en el sillón de vaca, suave y mullido, suficientemente amplio. Se montó encima escalando desde el suelo sinuosa, como si fuera una especie de cat-woman, con mucha ondulación de la espalda y los brazos, quería memorizar cada milímetro de su piel, sus ojos, sus labios, su cuerpo entero, bebérselo. Le acarició con las yemas de los dedos y los botones de la camisa parecían desabrocharse mágicamente a su paso, jugaba a la danzarina oriental, en directo, sin esas poses ortopédicas de los reportajes de fotos, sin filtros, ni Photoshop estaba infinitamente más bueno, tenía un punto áspero al tacto, un olor y un sabor… particular… joder, le gustaba más de lo que recordaba le hubiera gustado nadie, lo que era gustar, que no poner, aunque estaba que se prendía sola como un fósforo a juzgar por la erección que tenía de pezones y lo que no eran los pezones.
Echó entonces una pierna atrás y se puso en pie, siguiendo con su danza de música invisible, juguetona, se fue quitando prendas sin dejarle ver nada, solo de refilón, pues usaba un par de cojines a modo de gran abanico como había visto hacer en un biopic de esos que le gustaban sobre actrices viejunas (al gato debió caerle bien porque se le enroscó entre los pies), finalmente se quedó sin nada y le tiró uno de los cojines encima echando a correr pizpireta en busca del dormitorio.

La última entrega... ¡Ya iba siendo hora!. ¡Y, encima, el pedido era a tomar por culo!

Normalmente, los viernes son bastante potentes de trabajo; así que ya me sudan las pelotas de tanto reparto. Conforme termine me pego un duchazo y me piro a quemar San Fierro. Sé de unas chicas que se van a alegrar de verme.

Conforme voy llegando a mi destino empiezo a ver cositas interesantes. Los barrios como este son una mina si conoces a la gente adecuada, y yo soy la gente adecuada. Gracias a mi trabajo puedo ver quién vive en las casas, información interesante para muchos. Además, los dueños de algunas casas se autoengañan instalando medidas de seguridad que, en la gran mayoría de casos, te puedes saltar sin mucho problema. ¿De qué sirve una puerta blindada si te dejas una ventana abierta?. Me voy pispando de las casas con videovigilancia, perros... Y algunas en las que no veo luz desde hace varios días.

Al llegar a la casa donde tengo que dejar el reparto veo el premio gordo. ¡Menudo carro!. Se oye alboroto. Están de fiesta... ¿Será de alguno de los invitados? Está aparcado fuera. Le echo una foto sin flash y se la mando a alguien que suele estar interesado en este tipo de material. Si le interesa, más le vale responder rápido.

El pedido lo habían hecho por internet previo pago con tarjeta, así que solo tengo que entregar. Me acerco a la entrada con y toco al timbre. Al poco me abre una chica de pelo castaño y bronceado de máquina. Estaba lo bastante buena como para entrar por los ojos rápido.

- ¿Traes la comida? -me dice, con tono pícaro.

Ay, blanquita. Qué corderilla...

- Buenas noches, señorita. Aquí está su comida. - se la doy - No se queme que la traigo calentita. - añado con mi mejor sonrisa.

Si cuela, cuela; y vamos empezando el fin de semana.

El número de los cojines fue curioso. Tenía su erótica, pero a él le resultó mayormente divertido. La chica estaba un poco loca, era alegre y, al parecer, estaba nerviosa por todo aquello. Aunque lo disimulaba muy bien, tomando las riendas. Pero él sabía leer entre líneas. Sabía que ella quería a por todas aquella noche, y él haría lo mismo. Pero esperaba que la cosa no quedara ahí, en un encuentro fortuito.

Se quitó el cojín de encima con una sonrisa, y lo tiró cerca de donde estaba durmiendo Shirkan, que se asustó de forma un poco cómica. La siguió luego, desnudándose de camino a la cama. Cama, por que habitación no era. No había puerta, solo una mampara que separaba, dando intimidad, pero con un espacio vacío, sin puerta.

La encontró en la cama, apartando el cojín restante y con mirada insinuante. Se acercó, faltándole solo los calzoncillos por quitarse, y la besó con pasión. La besó una y otra vez, haciendo que se tumbara. Recorriendo su cuerpo con las manos, besándola. Tampoco era una Samantha Hendricks, de cuerpo voluptuoso, pero lo tenía todo bien en su sitio. Y él disfrutaba recorriéndolo. Por momentos, se trasladaba a aquella haima en el desierto y...

De repente, parpadeó, volviendo en si con una mezcla de incredulidad y placer. Se había distraído, y ahora le tenía entre sus piernas, usando la lengua para algo más que para besar. Y que manera de usar la lengua, madre mía. Había tenido novios que les gustaba aquello, pero éste era algo así como el maestro cupaconchas. Un máster del oral.

Se sorprendió de que tardara tan poco en llegar al primer orgasmo. Apenas dos o tres minutos. Pero se corrió como una loca, retorciéndose y chillando en la cama. Poco después, el caballero de brillante armadura se había puesto su casco, y sin esperar más previos, ansioso de ella como lo estaba desde la fiesta, la penetró. Era un pene de tamaño medio-grande, justo para que llenara más, y justo para que no te hiciera daño. "Son todas... perfectas".

La pija se reía, cogiendo la comida. Eran muchas bolsas, así que otra amiga se acercó para llevárselas. Le miró, y durante un momento, pareció considerar. Pero obviamente, él era un currante que estaba repartiendo, y ella no quería un tipo así en su fiesta. Imaginaba que tendría que seguir currando. Aunque a decir verdad, nunca se la había chupado a un repartidor. Ella era muy de eso, y por eso los tíos se la rifaban.

-Jajajajajajaja. Que mono eres.

Iba a cerrar la puerta, pero decidió dejarle propina. Un billete de 10 pavos, y junto a él, una tarjeta con su número de teléfono.

-Si te aburres después de currar, dame un toque.

Le despidió con la mano, cerrando la puerta luego.

Leroy: Buen buga. Estoy allí en 10.

¿Serán todo tías en esta fiesta?.  Estas son de las que ven una polla y se vuelven locas.

Cojo su tarjeta y la leo.

- Chloe, bonito nombre. Me llamo Hwoarang. ¿Sabes, Chloe?, puede que sí te llame en un rato. Esta fiesta pinta bien. - guardo la tarjeta y le doy la mano - Te veo luego - guiño un ojo.

Parece que el finde empieza bien, después de todo.

Suena el móvil.

Un Guassup de Leroy. Ya sabía yo que le interesaría. ¿Diez minutos? Le esperaré fuera de la urbanización.

Mientras espero, leo el email y otros mensajes. Para diez minutos paso de ponerme con el Mad Chickens...

Queen tenía un alto concepto de si misma, pero no se llevaba a engaño, conocía cuales eran exactamente su virtudes y defectos, tenía una cara bonita unas manos finas unas piernas largas bien torneadas, pero el conjunto, el cuerpo, era oriental, agradable a la vista pero escurrido, y vestida lo podía disimular pero desnuda… por eso decidió jugar la carta del juego de deseo. Que parecía estar funcionando… ¿Cuántas veces el universo le plantaría una ocasión semejante? ¿Cuántos superpivones se cruzaría a diario ese hombre? Aunque fuera una sola noche Queen quería marcar la diferencia.
Quedó completamente desnuda al deslizar el cojín hasta el suelo, había llegado el momento de cederle el testigo a Fehr, de dejarle conquistar la plaza, que ya había ganas.
Volvió el rubor del primer momento, Golan la envolvió cálidamente, arrastrándola a un lugar donde no hacía pie y sentía vértigo, pero él la abrazó pegándola contra sí devolviéndole las miradas, y se dejó llevar.
Acostumbrada a que el sexo fuera una especie de lucha por el dominio, salvaje y descarnado, la delicadeza de Fehr la desarmó, le estaba haciendo sentir cosas que le daban miedo y a la vez le eran irresistibles, un mundo completamente nuevo en el que la trataban como una dama, aún en pelotas y el pene metido hasta el frenillo. Y que pene! Bendito sea Jehová, Yavéh o como coño llamen los judíos a su dios, en Corea la media era de pena y el rabo caballuno de Raúl siempre acababa escociendola, Raúl… ¿Quién se acordaba de él ahora? Nadie, por lo menos ella no, que estaba encantada con su Apolo tostado al sol de las dunas.
Al cabo de un rato pidió un cambio, que el misionero estaba bien pero le gustaba la variedad y una postura en particular. Sentados de rodillas, con él a la espalda, mientras la sostenía con un brazo y con el otro… se dirigía a orillas más íntimas. No duraba mucho pero era increíble, poco a poco la gravedad y el deseo ganaban peso y la cosa acababa convirtiéndose en un tradicional perrillo, que no estaba nada mal, sobre todo con esos calibres. Y ahí estaban los dos, abrumados por la pasión, sudando, gimiendo y aún con todo besándose y acariciándose ¿Porqué tenía que ser solo esa noche? El climax estaba cerca y ella tendría que irse… como siempre.

El paquete estaba entregado, así que hizo tiempo. En el barrio había un parque, y por la noche se quedaba abierto. En San Fierro había muchos vagabundos, y los parques eran su zona de dormida. En los barrios de clase media-alta, sin embargo, la policía se pasaba cada cierto tiempo a echarlos. Por eso, estaba solo entre las palmeras y los setos, con la única compañía de una bandada de gatos callejeros que se acercaron a curiosear, a ver si tenía comida.

Un taxi se detuvo en la puerta del parque, y el conductor italoamericano miró de reojo a los dos negros que se bajaron de él. Había que tener cojones o necesitar la pasta para, siendo un spaghetti que odia a los negratas, recoger a dos tíos con aspecto de chungos y llevarlos por toda la ciudad. Pero ellos no estaban allí para robarle a un taxista, que eso era puta calderilla. Estaban para fangar un coche deportivo y sacarse unos cuantos billetes de los grandes.

Los negratas eran como Chip y Chop. Les conocía bien. Leroy y su primo The Bee, ases del robo, cracks del latrocinio de vehículos motorizados. Unos frecuentes en su agenda.

Venía discutiendo con su primo, de gilipolleces, para variar. Leroy se había encendido un piti, por que traía mono del trayecto en taxi, donde no te dejaban fumar. Ya no te dejaban fumar en ningún puto lado. La libertad se supeditaba a la seguridad. Puto país.

-Entre el culo de Kim Karashian y el de Sammy Mirage, está claro como el puto día, negro. La Karashian es mucho mejor. Además, ahora de moda follarse blanquitas, y ella tiene experiencia en rabos negros, hermano. Además, la chica es más classy, y la rapera es más trashy. A mi me gusta mancillar a las classy, negro. Las otras ya vienen mancilladas.

Su primo le escuchaba como solía, pasando un poco de tanta gilipollez, pero haciéndose partícipe de ella. Era la mejor manera de no terminar con un dolor de cabeza, por que su primo era de hablar sin parar, y de cabrearse si no le escuchabas. Por eso fumaba su piti y miraba de reojo a los gatos, animal que no le gustaba una mierda.

-Lo que tu digas, negro. Yo me las follaba a las dos igual.

Se acercaron luego al banco donde estaba sentado el coreano, y le saludaron chocando la mano.

-¿Que te cuentas, Hwo?

Hicieron una pausa, mirándose entre ambos. Era lo acostumbrado, dejar atados los detalles antes.

-¿Cuanto pides por el soplo?

Era una formalidad. Obviamente podían robar el coche sin que él viera ni cinco. Pero entonces él dejaba de pasarles info, y a ellos les tocaría patearse la calle. Y un repartidor pateándose la calle es una cosa. La poli pasa de él. Dos negratas paseándose por un barrio rico, es una invitación a terminar con una porra metida por el culo.

Nada más ver el taxi girar la esquina sabía que eran ellos. Nadie más viene en taxi a un barrio como este a estas horas. 

Leroy y su primo eran los típicos negratas solo que más listos; al menos lo bastante listos para apreciar mi trabajo, eso les daba prioridad en mi lista. Además, no suelen desaprovechar una oportunidad.

- Hey, ¿cómo va eso? - chocamos manos. (Ya sabemos lo que toca ahora).

- Lo de siempre en estos casos. El 10% de lo que saquéis por él, 40% si queréis que participe activamente en el trabajo. Sabes que no soy avaricioso... No mucho, al menos. - digo con firmeza pero con tono jocoso. A estos negros les jode rascarse el bolsillo por soplos, pero saben que se sacan más beneficios y con menos posibilidades de acabar en la trena.

La verdad es que nadie me había pedido nunca que participara en los trabajos y me parecía estupendo; pero está bien poner un precio para que sepan que no me da miedo mojarme el culo si hay pasta de por medio. Así me miran con menos recelo, como si no fuéramos tan distintos.

- ¡No me mires así, hombre!. Sabes que el trato lo merece. Además, eres el primero de mi lista. - siempre está bien recordar que el trato es bueno. - Si hay trato os doy más detalles. Pero no tardéis en decidir.

El enano se miró con su primo, considerando la situación. Luego se mesó la barbilla, y se subió al banco para quedar a la misma altura que el coreano.

-Un Odi R8 es jodido de robar. Tiene un bloqueo electrónico de tres pares de cojones. Pero yo se como forzarlo. Te doy el 25% si nos ayudas. Necesito dos manos más para levantarlo, mientras exploro los bajos. Éste mariconcete toma mucha proteína de gimnasio, pero se agota a la tercera paja.

Su primo le tiró un paquete de tabaco encima, el que se acababa de terminar con aquel pitillo. Él hizo un amago de desafío levantando los puños, pero luego se rió.

-¿Que me dices? Por un buga así, serían 700 pavos limpios por hacer trabajar un poco los músculos.

El clímax, como ella lo llamaba, no se hizo esperar. Hubo tiempo, sin embargo, para cambiar la postura una última vez, a su favorita: en cuatro. Pero a pesar de que duró, lo inevitable llegó, por que así debía ser, y su amante de excepción se terminó corriendo y cayó hecho migas en la cama. A ella no le supo mal, por que había disfrutado bastante. Quizá no había sido un polvo conejil, o el uno tras otro al que otros la tenían acostumbrada. Pero había sido bueno y en su justa medida. A partir de cierto momento, te empiezas a escocer y la cosa deja de molar tanto.

Así que se apretó contra él, mientras su cuerpo seguía calentito. Y mientras el aire acondicionado les rociaba de cuando en cuando, el sopor la invadió, justo cuando él la acariciaba el pelo. La verdad es que después del jet lag y la escenita con sus padres, los negratas del taxi y demás emociones, estaba cansada.

Fue un black out total. De esas veces que ni siquiera sueñas, y te despiertas con la sensación de haber dormido durante un millón de años, y tener mucha vagancia. Parpadeó, y palpó en la cama. Él no estaba, solo un gatete peludo que se giró a mirarla con curiosidad.

Del espacio del loft reservado a la cocina venía un olor celestial, a desayuno completo de tortitas y zumo de naranja. El vientre le rugió, y la vejiga hizo "toc, toc", recordándole que tenía que echar la meada matutina.

Al final no podía ni pensar, estaba tan cansada, tenía que vestirse y trasponer a casa pero tenía taaaanto sueño que hizo lo que el subconsciente le pedía, acurrucarse como un gato y dormir… dormir… se estaba tan agustito…
Cuando despertó tenía la sensación de que no había transcurrido el tiempo, pero la luz le dijo que sí, mucho. Lo primero que vio fue a Shirkan ronroneando a su bola, que giraba la cabeza como diciendo “Por fin te despiertas!”, parpadeó, como a los ordenadores, a su cerebro le costó arrancar alrededor de un minuto
-¡Oh, Mierda!-
Con la tontería no había avisado a nadie de que se había largado de la fiesta, recordó entonces… se había tirado a Golan Fehr (sonrió) pero seguía allí (puso cara de susto) y… se estaba meando a chorros , lo primero era lo primero. Correteó hasta el baño, cuya puerta estaba al otro lado de la cama. 
Sentada en el wc se encontró con su "yo, zombie" en el espejo ¡Vaya pelos! ¡Vaya cara! Vaya… ¡PUAJ! Olía a muerto, soltó aire a dos carrillos “de perdidos al río, total ya…”, aprovechó y se metió directamente a la ducha donde recordó algunos momentos de la noche... estaba que no se lo creía y su estado anímico era una montaña rusa entre el vértigo y la ilusión, pasando por la alegría y el miedo adolescente. Dio incluso algún botecito.
Bueno... ya parecía un ser humano y no un putón tirado en el arrollo, el problema ahora era la ropa… no había, todo estaba fuera esturreado por el salón. Había una camiseta, de esas grises de trapillo, sobre un puff y pensó que podría hacer el apaño. Al ponersela aspiró su olor, el delicioso y masculino olor de la piel de Fehr... "Eau de Fehr"...
Aseada y "no desnuda" llegó el momento de salir.
Se sentó al borde de la cama, estaba nerviosa, y Shirkan se le puso al lado mirándola con curiosidad “¿Sales o que?” le decían sus enormes ojos. Queen le rascó la cabecita pero cuando el gato iba a frotarse con ella le rugió el estómago como si fuera a salirle un alien de dentro y saltó asustado “Valor y al toro nena… venga tu puedes”.
No acostumbraba a quedarse en casa de sus rolletes y tampoco quería que pensara que era la típica fan plasta. 
Tímida asomó la cabeza tras la mampara que separaba la cama.Al ver la estampa, tan de anuncio, pensó en que se lo comería crudo, otra vez, a él y al desayuno, todo hecho una ensalada sobre la encimera...
No ver su ropa por allí la sacó de sus fantasías.Caminó tirando del borde de la camiseta –Buenos días…- saludó desde unos pasos de distancia –Perdona, me quedé dormida…- se le iban los ojos hacia el desayuno –em…- “Coño que hambre” –Si me das mi ropa me voy… y te dejo tranquilo…- “Que diga que no, que diga que no!!!!”, cruzaba los dedos mentalmente.

(El puto enano sabe negociar. En fin, es pasta fácil.)

Me enciendo un cigarrillo.

- Hombre, si me necesitas... El 33% y todos contentos. Así nos ahorramos el mamoneo del regateo. Además, no sé cuánto tiempo tenemos. Ahora estarán comiendo y es un buen momento. 

Cuando llegó al salón, vió que habían preparado un buen desayuno. Quizá no tenía de todo, pero si lo que un judío podía comer, por sus particularidades alimenticias. Y la verdad es que tenía todo una pinta tremenda: tortitas y gofres, sirope de fresa, de arce y de chocolate, zumo de naranja y café soluble para mezclar con leche. Le llamó la atención lo del soluble, aunque era de buena marca. Imaginaba que era un pijo que tenía una de esas máquinas de café en cápsulas tan de moda, pero no. Era de los de cafetera antigua, de hierro, o de beber soluble. Sorpresas te da la vida.

Tenía un delantal puesto sobre el hombro, una camiseta de un local de moda en San Fierro, del Pier 69, y unos calzoncillos tipo boxer. Cuando dijo lo de irse, se la quedó mirando con cierta incredulidad. Espera que no se fuera tan rápido. Quería hablar con ella.

-¿Tienes prisa? Creía que estabas de vacaciones...

Parpadeó, señalando la mesa con una sonrisa.

-¿Quien se va a comer todo ésto si no? Yo solo no puedo.

Le miró un momento, sonriendo. Partes iguales... Aquello era interesante. Un cambio a considerar. Pero si lo hacía tendría que cruzar la línea. Dicen que cuando pruebas con un negro, ya no vuelves atrás.

-Jejejeje. A partes iguales. Bien, bien. A ver de qué estás hecho. No es lo mismo ojear que dar el palo, no señor. Luego hay que llevarle el coche a César...

Le señaló con uno de sus dedos, regordete como una porra.

-Coño, déjame llevar tu moto de vuelta, la del Gozushi, y te doy el 33%. Siempre he querido conducir esa puta mierda.

(Este tío es más listo de lo que quiere parecer...)

Miro la moto un momento y sonrío mientras le devuelvo la mirada a Bee.

- Hecho. - le doy una larga calada al cigarro - pero no le hagas ni un rasguño, que me lo descuentan del sueldo. ¿Ves lo poco que cuesta hacer feliz a tu primo, Leroy?.

Tiro la colilla y la piso. Me froto las manos despreocupadamente.

- Vamos al lío...