Partida Rol por web

El mexicano la miró un momento, considerando sus palabras. Sin oficio ni beneficio, recién llegada de Corea, con los problemas de la familia. Sabía que la familia tenía problemas, por que se lo había dicho César. Tenían a Wu Zi Mu y su gente muy cabreados por que se habían endeudado hasta las cejas, luchando por quedarse con las acciones y reventar la franquicia como forma de blanquear dinero a troche y moche.

Era el tipo de desesperación que un cabroncete como él olía a través de las paredes de hormigón de tres metros de espesor. Pero estaba acostumbrado a tratar con gente de la high, y la conocía. No podía ir de frente, y vender la moto. El rollo colega era lo que funcionaba. Podía aprovecharse de su pericia como conductora, y expandir el negocio de las carreras. Pero para eso, ella necesitaba hacerse un nombre en dicho mundillo. Además, que cojones, se moría por follársela como si fueran un par de monos salvajes en las selvas de Borneo.

-Ah, pues tengo un Infernus*, con muchas horas de tunning. Es una pinche maravilla -le encantaba fardar de coche- Nitros, suspensión avanzada, carburante de coche de fórmula 1... Es la pinche bestia de la carretera.

Bebió un poco de su copa, sibarita, mientras consideraba una cuestión.

-Pero no compito mucho, por que tengo que organisar. A los pinches ricos les gusta ganar a las leyendas. Se corren con eso. Y yo me aprovecho, por que les saco el dinero de mala manera en esas carreras.

La miró un momento, como si viera en ella una promesa de las carreras.

-¿Te apetese probar? Hago carreras de motos, pero nadie destaca demasiado. Nesesito a un as de la moto, que gane unas cuantas carreras. Se gana mucha plata en esa vaina, tu sabe. La última que hise, el ganador se llevó 500.000 dólares limpios de impuestos. En las carreras normales, suele ser en torno a 150.000.

"Meeeeeeeeeeeeeek, respuesta equivocada"

Puso cara de "¡Que guay!" pero no era eso lo que quería saber, tal vez estaba siendo demasiado sutil? Tampoco se lió con él por su cerebro y ahora se daba cuenta de que era muy listo pero poco inteligente.
Mientras seguía vacilando de su carro volvió a mirar el móvil, estaba por decirle a Wook que se las piraba, total había ido a acompañar a su hermano y este se había esfumado y no le estaba gustando el reencuentro con Raúl, todo lo que se había puesto se le había bajado, ya no era lo mismo, antes eran iguales, hoy él estaba intentando aprovecharse de ella como de cualquier otro negocio, la pasta sonaba bien, follar ya no tanto. Fingía que flipaba con la descripción del coche y hacía como que las carreras le interesaban, pero ya no era esa Queen, había crecido, había estudiado, ahora jugaba en otra liga, y placer y negocios no se mezclaban...

-Hmmm...- bebió un buen trago paladeando, asintió con la barbilla -Me lo pensaré, aún tengo que rodar mi nuevo bicho-  había que tener amigos hasta en el infierno -una Yamato R1-

César detectó la hostilidad. La conocía lo suficiente, para saber cuando le había tocado el chichi más de la cuenta, y no para fines sexuales. Pero eso le ponía más. Ahora ella era la ex inalcanzable. Tendría que jugar a su juego, y ser un caballero errante versión siglo XXI. Le dió su tarjeta con el nuevo teléfono y quedaron en que le llamaría, por cuestión de las carreras. Pero solo para las carreras. No se habló nada de rollos, ni de follar. De hecho, ella se negó a bailar con él.

Se iba a retirar, cuando un segurata la detuvo. Le preguntó que si conocía a una chica que preguntaba por ella en la puerta, y esa no era otra que Wook. Ella dijo que si, mientras buscaba con la mirada a su hermano. No le gustaría dejarle tirado allí.

En menos de lo que tardó en pestañear, su amiga se acercó trotando como una loca, emocionada por estar allí. Llevaba puesto un bikini muy chulo y sexy, que realzaba su cuerpo operado y voluptuoso.

Miraba alrededor, a la fiesta, los famosos, la gente guapa. No se lo podía creer. Era el puñetero sueño americano. Una cosa era haber coincidido en alguna fiesta con el gordo del gangnam style, y otra muy diferente estar con los famosos de Estados Unidos, que ganaban tanta pasta que podían enterrarte en ella.

-¿Como has entrado aquí, tía? Esto es la hostia.

Estaba un poco histérica, y aunque Sheon Deok quería largarse de allí, antes de que nadie descubriera que se había colado vilmente, convino en que era mejor esperar un momento y que ella bebiera. Además, quería averiguar donde cojones estaba su hermano. O al menos, esperarle para salir de allí pitando. Después de todo, era una buena hermana y le quería. No quería que acabara tirado en el callejón de atrás de aquella mansión, con la cara hecha un ecce homo y con los perros de la gente rica lamiéndole las heridas.

César no la volvió a rondar. Sabía que con ella, de buenas muy bien, pero de malas era mejor no insistir. Por eso, las chicas se tomaron un momento, pidiéndose un cóctel. En un momento, estuvieron bailando y haciendo el tonto, mientras su amiga les hacía selfies con el móvil.

Los raperos seguían tocando música en directo, y ella le echaba un ojo a los tíos. Había buenos especímenes por allí. También quería hablar con los famosos, a los cuales se arrimaba a la menor oportunidad y les saludaba como si les conociera de toda la vida. Tenía talento para moverse en aquellos círculos, como niña pija que era.

Se cruzaron con la rapera cuando fue a saludar a unos amigos. Amigos a los que su amiga se había arrimado con poco éxito. La rapera negra, que vestía un bikini de colores vivos que realzaba su culazo y las tetazas que la habían hecho famosa, saludaba a todos con cariño. La verdad es que se había metido un poco de coca. Poco mucho. Y estaba eufórica que te cagas.

Lo que los periódicos no decían es que le daba a la carne y al pescado. Por eso, cuando terminó de saludar a sus colegas, se giró y se topó de bruces con su amiga, a la que miró de arriba a abajo con una gran sonrisa.

-Madre mía del amor hermoso. Niña, tus padres te han hecho con mucho amor, por que si no lo entiendo.

Su amiga se rió de una forma muy oriental, cuqui e histérica, doblando las rodillas y llevándose los dedos a los labios. Sammy Mirage le había dicho un piropo. Que tía más enrollada. Ella era hetero, o eso creía. Pero estaba de vacaciones, y si una famosa conseguía llevársela al huerto, y le terminaba gustando... Estaba allí para experimentar, después de todo.

-Jijijiji. Que enrollada eres, tía. ¿Eres la rapera, no? He visto algunos videoclips tuyos. Ese que te echas la leche por encima, y el de menear el culo. Yo estoy practicando un poco el twerking, pero todavía soy principiante.

La negra la miraba como si le fuera arrancar el bikini y separarle el chichi de la cadera mediante una insistente succión. La mirada era totalmente descarada, pero se rompió en una risa tonta y algo infantil, casi enamoradiza. Sería la droga, que hacía que se te fuera la pinza más de la cuenta. Entre sus objetivos vitales de aquella noche había entrado ligarse a su amiga. Aquella chinilla tenía que terminar enroscada con ella en un baile de tetas entre las sábanas de seda salvaje de su cama de dos mil dólares, con forma de corazón.

-Conmigo puedes pasar a profesional, tía. Te lo aseguro. ¿Eh, bailais? Hay muchos tíos por aquí buscando a tías con estilo, y vosotros parecéis tenerlo. Parecéis la clase de locas que a mi me mola. Así que vamos a bailar, joderrrr... y que la noche nos lleve. ¡Venid chochos!

Se aproximó a la zona de baile, meneando con descaro su enorme culo, que apenas tapaba aquel bikini de diseño. Allí esperaba un grupo de amigos suyos, a los cuales saludó. Y oh, no podía ser... no podía ser. Choi, que tenía cero ganas de fiesta, se lo quedó mirando como una boba de cojones.

-Os presento a mis colegas. Ice G y su novia Coco, que también es una jaca de cuidado, como servidora. Y éste es Golan, al que conoceréis de aquella peli de la Momia. Jejejejejeje. Es un tío de puta madre, se enrrolla mucho. Pero es muuuuuuuuy responsable. Por eso lo llevamos de fiesta. Alguien tiene que conducir luego, cuando todos estamos tan jodidamente colocados que no hacemos más que reirnos como unos gilipollas

A diferencia de la mayoría de los juerguistas, que andaban en bikini o bañador, aquel dios levantino llevaba bermudas y camisa de manga corta, muy varoniles, con un colgante de acero y una pulsera a juego. Las miró con una pequeña sonrisa. Sammy se ponía muy plasta cuando se colocaba.

Sus ojos hacían fundirse a Choi. De hecho, cuando sus miradas coincidieron, él, que no era tonto, supo que ella no podía quitarle el ojo de encima. Y sonrió con sus dientes de marfil.

-Ey. ¿Como se llaman tus amigas?

Estaba bebiendo un margarita, todo emocionada, cuando la pregunta le pilló de improviso. Tenía que conocer el nombre del chocho que se iba a follar esa noche. El de su amiga le daba más igual, a no ser que ella también quisiera pasar por la piedra de amolar.

-Coño, es verdad. Que informales éstos tiempos en los que vivimos, me cago en todo. ¿Como os llamáis, tías?

Miró a Choi, pero ella estaba paralizada por aquellos ojos que le sostenían la mirada. Unos ojos que hablaban de las arenas del desierto, de veladas en una tienda tuareg, follando entre gasas de seda. O algo así.

-Jijijiji. Yo me llamo Wook, y ésta es mi amiga Choi. Somos coreanas y estamos de vacaciones en San Fierro.

No apartaba la maldita mirada. Se iba a fundir bajo ella. Espera... espera... Oh Dios. ¿Se estaba mojando, o era solo el sudor?

-Choi... -repitió, como saboreando las palabras- ¿Bailas?

Si, definitivamente se estaba encharcando.

Hay gente que mola y otra que es un menosmola. Por eso, Hwoarang molaba, aunque conduciera una mierda de moto de la empresa, compacta y con parabrisas, que parecía más bien un pequeño camión. Con sus guantes, su chupilla tuneada sobre el polo de la empresa y el casco que usaba, con vinilos. Masticaba un chicle, parado en un semáforo con la música del mypod a toda hostia.

La moto llevaba el logo de la empresa familiar, con el gracioso tiranosaurio verde comiendo un bol de arroz. Él trabajaba en la milla cero, la primera franquicia abierta y recientemente reformada, en la exclusiva zona del paseo del puerto, el Pier 69. Su jefe era su tío Jon-Hoo, el hermano de su "papa" Gun, un hombre metódico que tenía muchos cojones para trabajar, pero que que con su familia, decían, era un absoluto calzonazos.

Eran las dos y cuarto de la madrugada de aquel viernes, y el restaurante llevaba cerrado media hora. Era la última comanda, la última ronda por la ciudad para repartir aquella comida oriental, hecha con prisas y de calidad tipo. Pero los americanos no tenían ni puta idea de como era la buena comida asiática, y para ellos los wok como aquel eran sinónimo de comer bien. Una cultura ciertamente bárbara, de carnes a la brasa y salsas rancheras, que disfrutaba con agrado cualquier cocina extranjera, medianamente elaborada, como la mexicana, la tailandesa o la italiana.

Embocó la calle de la zona residencial, preparando el reparto. Era una zona de clase media-alta, de casitas unifamiliares. Territorio perfecto para sus raids nocturnas. La calle, silenciosa, solo iluminada por las farolas de luz anaranjada. Tenía que repartir su última comanda en el número 45, y luego sería libre. Pero mejor fisgonear, claro. Esa zona no la tenía muy controlada, por que estaba al borde del área de reparto. A partir de cierta distancia, había que pagar un suplemento. Y claro está, los vecinos de ciertas áreas preferían ahorrarse esa molestia.

A la mierda malos rollos, se bebió un destornillador casi de un trago, Wook era estupenda para desenchufar el cerebro, justo lo que necesitaba, que ni había deshecho la maleta y ya estaba hasta las orejas. No obstante echaba un ojo de vez en cuando por si localizaba a Hwan ¡Que tío! Se había fusionado con las sombras, menudo flipe.
Entonces el universo se plegó sobre sí mismo generando una serie de eventos inesperados y extraordinarios.
Cruzarse con una celebrity en esa fiesta no era de otro mundo, pero que esa celebrity se fijara en ti y llevara con ella era otro asunto, y así fue con la Mirage.
¿Joder iba hasta arriba de coca o era siempre así? La leche que torbellino, abrumador pero divertido, esa noche Wook triunfaba como los Chichos y Queen se alegraba por ella, era su amiga. Le guiñó un ojo a modo de enhorabuena -Oh yeah! Nena!- entonces apareció Apolo que había abandonado el Olimpo para volver a caminar entre los mortales, el hombre de sus sueños, el padre de sus hijos, Golan Fehr.
Se quedó completamente subnormal, sin poder articular palabra. Entonces el la miró y dijo su nombre que salido de sus labios sonó a música angelical… y se ruborizó como una quinceañera (sintió vergüenza de la pinta que llevaba, parecía una autentica guarra)
“Sí, quiero” le pasó por la cabeza, pero la neurona le funcionó lo suficiente como para no decirlo y simplemente asentir con un gesto azorado acompañado de un pestañeo adorable.

No era muy difícil dejarse llevar en una fiesta como aquella. En Corea lo había hecho, con Wook. Ésta no era muy diferente. Solo cambiaban las personas, el entorno y ciertos tabués sociales. Sin embargo, los tabúes sociales no se aplicaban en una fiesta con gente famosa y que iba borracha, drogada o pasada de rosca. Los chichos y séquitas del "séquito", desconocidos como ellos, iban a probar suerte aquella noche. A tratar de comerle a Peggy Perrins y que viera "fireworks", o liarse con algún famoso. Y al final de la noche, cuando iban muy pasados de rosca, no discriminaban entre famoso o acompañante. Iban a matar.

La fiesta era todo lo salvaje que era de esperar, sin llegar al nivel de una rave, donde si había estado en más de una ocasión. Los famosetes todavía tenían reputaciones que mantener, así que en la zona pública, al menos, la cosa se quedaba en lo típico: fiesta, coreografías en las canciones más conocidas, emborracharse y arrimar cebolleta.

A Wook no le quitaba ojo la rapera. Bailaban, hacían el gilipollas y se arrimaban. Estaban igual de locas. Su amiga comenzó a disfrutarlo, se relajó, bajó la guardia. También es verdad que esnifó un poco de coca, para ponerse a la misma altura que su compañera de baile. El caso es que aquella noche iba a descubrir que le iba el rollo bi. Bueno, quizá no con todas las petardas que se cruzara, pero si con las petardas de pro. Y si algo definía a la Mirage era las palabras PETARDA DE PRÓ.

Deok bailó, y los talones se movían solos. El actor le seguía el ritmo, pero ella llevaba la voz cantante. Él bailaba muy al estilo tío, bastante estático, pero ella se movía con gran agilidad, seduciéndole sin querer (o queriendo) comportándose como una diva, a veces inalcanzable, otras veces ardiente. La clase de comportamiento que pone a los tíos bailando el mambo. Desde algún lugar de la pista, Raúl la miraría, cagándose en su chingada madre. Pero ella no le veía, ni a nadie más. Ni a su hermano, ni a Wook, que se dió el primer morreo con la rapera, ni a la Santa Compaña si por allí hubiera aparecido, cortándoles a todos el rollo.

El israelí sonreía, trataba de seguirle el ritmo, se dejaba llevar por aquel torbellino de mujer. Estaba soltero desde hace un mes, estado certificado en Bleeter, y que le vieran con otras chicas no era nada malo. Tampoco es que estuviera pensando en eso ahora mismo. Más bien, en el traje de saliva que quería hacerle a la muchacha, que dejó que apoyara sus manos en su cadera. Las notó calientes, algo rasposas, masculinas. A ella le daba igual. Él era su ídolo de juventud, la causa de tantas pajas a pierna abierta, mirando el póster, el consolador hasta el frenillo. Así que no se iba a detener hasta que cayera, como habían caído Roma y el imperio Mongol, y como caían las torres más altas aunque una princesa de Oriente, como era ella. También es verdad que cuando está un poco borracha, se pone algo altanera. Pero es que ella lo vale, o eso parecía creer su megalomaníaco subconsciente.

Llegó, casi sin querer, uno de los puntos álgidos de la fiesta. Luces de colores al cielo, el DJ que se había flipado. Los cañones de espuma se activaron, y una espuma jabonosa, no irritante (pijería muy cara, en la que la anfitriona se había dejado la pasta) se derramó por doquier en la zona de la piscina. La gente se puso histérica, riendo, haciendo gilipolleces con la espuma. Aprovechando su cobertura para sobarse hasta la indecencia.

En la última mirada que echó, Wook y su amante de excepción se estaban metiendo la lengua hasta la campanilla, sobándose las tetas. Un corro de maromos desconocidos estaba alrededor de ellas, jaleándolas y disfrutando con el espectáculo. Hasta se quitaron el sujetador, restregándose el jabón. Si su madre la viera haciendo eso, se infartaba.

El dios próximo-oriental le sonrió, al borde de la risa. Se lo estaba pasando de puta madre con ella.

Se notaba que era un tío centrado, pues a pesar de que ella pedía guerra, parecía resistirse un poco. Un caballero de los de antes, con su brillante armadura. Una armadura que ella le iba a quitar, placa a placa. Le miró con atrevimiento, y comenzaron a hacer tonterías con el jabón. A pasárselo por el pelo y por la cara.

Entonces, ella se acercó, pegando su cuerpecillo atlético y bien formado. Y algo hizo clac. Un resorte invisible del metacopón y la hostia en bote. Algo imposible de describir. Y entonces, solo quisieron besarse. Y él, como los caballeros de antes, la cogió por la cintura, y le dió un buen morreo.

Sus labios sabían a cubata y algo de sudor. Pero a ella le supieron a néctar celestial y arcángeles bailando música tecno.

Le pirraba bailar, se le daba de puta madre, se sentía libre, viva, preciosa, poderosa y esa noche: cómoda. Gracias a la música recuperó el control sobre sí misma y hechizó al actor, en una fiesta así no iba a hacerlo a base de hablar de literatura.
Flirteaban de un modo nuevo para Queen, nada que ver con los típicos niñatos y chicos malos con los que se cruzaba, la intención estaba clara por ambas partes y aun así la trataba con… respeto. De peli, “Oh Red…” se sentía la puñetera Escarlata O´hara en camiseta.
El primer escalofrío dio paso a un intenso calor que manaba de su interior, una sensación embriagadora, se sentía tan bien, tan relajada… ese beso era como tomarse un buen café, sabroso, intenso. Mordió suavemente su labio inferior y acarició su nariz con la respingona punta de la suya, parpadeó al alzar la vista.
“¿Y ahora qué? ¿Una broma? ¿Una risa tonta? ¿Una proposición indecente? Noooo Queen, es un caballero, pórtate con clase”
Nada existía a su alrededor, ni Wook, ni Hwan, ni Dios que lo pintó.
Hizo un gesto simpático aún con las manos apoyadas sobre su pecho –Hmmm no está mal- soltó un soplidito para apartar una burbuja que se les cruzó –pero si trabajamos en ello podemos mejorarlo- (disimuló la intriga) sonrió y esta vez fue ella la que le plantó un beso que no tenía nada que ver con sus tórridas fantasías apresuradas de juventud y sí mucho con el deseo profundo propio de una mujer.
Esa noche por sus muertos que Golan Fehr caía y luego… que saliera el sol por Antequera.

Su hermano había echado unas fotos muy interesantes de la Mirage morreándose con la amiga de su hermana. Mirage bisexual, iba a ser un notición. La dueña de la casa se había pirado, de hecho se había largado con un maromo que la cortejaba, lejos de ojos indiscretos. Lástima.

Iba a echar mano a la cámara, que había metido en una mochila de tirado, de esas donde se lleva el grinder y la droga, para fotografiar a la pareja del actor de segunda, el de la película de la momia. Cuando... coño, espera. ¡Si era su hermana! Pobrecito, había visto a los famosos hacer de todo, pero claro, eran gente sin freno. Pero, no había salido de fiesta con su hermana, ni la había visto así de suelta. Se quedó super planchado. De hecho, se largó silenciosamente, para coger un taxi. Ya tenía las fotos que quería. Tenía material para estar un mes vendiendo instantáneas a medios diversos.

Le mandaría luego un mensaje, diciendo que no se preocupara, que ya volvía él a casa por sus propios medios.

Aquella mirada, el mordisco en el labio, sus palabras... Aquello presagiaba algo más. Sintió el vértigo que suele sentirse en éstas circunstancias, al enfrentar un abismo que parece quitar tierra bajo tus pies. Pero como era un hombre bragado, se recompuso casi al instante, y el gesto le quedó en una sonrisa prometedora.

Entonces volvió a besarla, y ésta vez, hubo lengua además de labio. Y la lengua, vive Dios, la jugaba con no poca habilidad. Una habilidad que presagiaba solo cosas buenas. Sus brazos la apretaron en torno a él, y resbalaron sobre la espuma. Y sus manos, definitivamente, agarraron culo. Las placas de la armadura caían, como si ella manejara una alabarda con precisión de cirujano. Y aquello que se apretaba en el pantalón era, y como diría la Mirage, un buen morcón.

Al apartarse para respirar un poco, le dijo algo al oído.

-Mi casa está muy solitaria a éstas horas. Un gatito muy simpático que se llama Shirkan, y una nevera llena de cerveza. Y ya de otras habitaciones, mejor no hablar...

Le chupó el cuello, brevemente. Respiraba como un toro de lidia.

-Mejor actuar.

Virgen santa, o salían de allí o perdía el norte
-Todo sea por ese gatito y esas cervezas...- rio haciendo un gesto muy femenino con el cuello y los hombros cuando Golan le lamió -no podría dormir sabiendo que se sienten tan solos...- le miró abrasadora -tu pones la casa... y yo el transporte- dio un tironcito suave a su camisa y se adentró en la nube de espuma. Caminaron persiguiendose, a veces perdiendo la visión del otro entre la bruma y teniendo que adivinar su figura con las manos, acariciandose, todo el mundo estaba la mar de entretenido como para reparar en ellos 
-Espero que te gusten las motos- dijo al llegar al hall (donde sacó los pantalones de la mochilita, dando un par de botes se los puso, con el consiguiente meneo pechuguil) y meneó las llaves de su burra.