Partida Rol por web

No puedes respirar, el fuego te asfixia. Notas la piel arder sobre tu cuerpo y separarse de la carne. Hueles a fuego, el calor es extremo y el silencio y la oscuridad se apoderan de ti y de tu mente. Luego sigue un instante de paz, de frescor, de olores agradables y sensaciones placenteras.

Luego abres los ojos. Te sientes bien, miras tus manos y están en buen estado, te tocas el pelo, es sedoso y colorido, está perfumado. ¿Dónde estás? Te pones en pie y a tu alrededor hay umbría, sonido de olas chocando contra las rocas a lo lejos. El cielo es oscuro y a la vez iluminado, no hay antorchas, ni máquinas, ni túneles de piedra. Estás en un lugar abierto donde la brisa marina te acaricia.

A lo lejos ves a Sinódaso, trotando, gritando al cielo frases que no comprendes.

Sinódaso, que sigue corriendo en círculos y estirando de la cuerda atada a su flecha sin alcanzar a ver el otro extremo, casi tropieza con Nedras sin darse cuenta.

- ¡Chico, no deberías estar aquí! -grita sin ni siquiera mirarle, con la adrenalina fluyendo por sus venas por el combate-. ¡Aquí solo hay dioses que juegan con nosotros! ¡Dioses sin respuestas!

¿Qué es un dios sin respuestas?, piensa el centauro. Un monstruo.

Apenas notas nada. Sólo ves algo metálico centellear a ambos lados de tu cabeza y luego oscuridad. Ni siquiera hay dolor, sólo un escalofrío en el cuello, y paz. Tranquilidad. Te notas flotar, estás relajado, cómodo. No hay sangre ni cansancio ni el peso de la armadura.

Abres los ojos y te sientes bien. Estás en un lugar extraño, con olor a agua salada, ¿Zetos? No... es otra isla, una con una luz extraña, como si el cielo tuviese sobre sí un techo, como si este amplio mar estuviese bajo tierra, dentro de una gigantesca caverna. Sopla una suave brisa, Nedras y Sinódaso están más allá, enteros, limpios, sin manchas de sangre, sin la piel chamuscada.

Oyes a Sinódaso gritarle al joven: ¡Aquí solo hay dioses que juegan con nosotros! ¡Dioses sin respuestas!

¿Qué es este sitio? ¿Qué ha pasado?

Nedras se observa a sí mismo, la piel vuelve a tener su color... Mira a su alrededor, y descubre a Sinódaso acercarse...
Se queda en silencio reflexionando... agacha la cabeza y le cae una lágrima. Parece haber entendido lo que le ha ocurrido.
Piensa en su madre...

¡Aquí solo hay dioses que juegan con nosotros! ¡Dioses sin respuestas!

Nedras mantiene un par de segundos más el silencio. Y finalmente mira a Sinódaso y sonríe. Quizás podamos encontrar a mi padre. ¿Me ayudas a encontrarlo? Dice con una voz dulce e inocente

—¿Queréis respuestas, mortales?—dice Ares, por fin saliendo de la oscuridad para recibirles. Su imponente figura es reconocible por su armadura, lanzo y casco, siempre preparado para la batalla en cualquier momento.—No eres tú el que debe preguntar, sino el que debe demostrar por qué deberíamos responder; demostrar por qué te mereces volver al mundo de los mortales. No eres el primero ni el último que pasará por aquí, ¿qué te hace tan especial?

Aunque parece dirigirse a Sinodaso, su voz resuena también en la dirección de Kynortas y Nedras, como invitándoles también a que se expliquen. Si así lo desean.

Me giro hacia Ares, y una sonora carcajada hace retumbar de nuevo el suelo en el que pisan, que tiembla con cada una de sus risotadas. Al fin Ares se había dispuesto a mostrarse, y ahora, se divertirían. 

- Mortales, Ares ha hablado, y Poseidón, yo, os digo: ¿Os atrevéis a irritarnos? Estáis en el Hades, y tenéis una oportunidad de volver a cumplir vuestra misión. Tenéis que ser dignos de ser respondidos. 

Levanto mi tridente y convoco una visión del minotauro. - Yo, dios de las aguas, estoy enfadado con Minos rey, por no sacrificarme el toro que para ello le di. Y por eso, daré una oportunidad a uno de vosotros para que vuelva y siga con su empeño. 

Miré a Ares: - ¿En qué les probamos, oh, Olímpico?

- ¿No queríais respuestas y ahora estáis en silencio para preguntar, mortales? ¿Acaso yo, Poseidón de los Mares os impongo tanto? ¿O acaso Ares el de la Guerra os deja sin palabras? -  Me giro hacia el titán marino que invoqué, y lo mantengo a la espera. Miro a Ares, y espero. 

- Quizás debiéramos probarles contra lo que querían ir: el minotauro. O quizás, contra lo que más miedo les de. O quizás... - Poseidón se rió, pensando y maquinando. Uno de aquellos mortales saldría de allí, pero marcaría su vida. El ingenio que tendrían que salvar sería digno de todos los Dioses del Olimpo. 

Nedras observa completamente anonadado aquellas dos figuras. Demasiadas nuevas sensaciones en tan poco tiempo para poder asimilarlas, incluso para él que quizás se sentía más cómodo en situaciones de razonamiento que en momentos de sangre y guerra.

Se mantuvo en silencio intentando comprender la dimensión de aquello.

Daré una oportunidad a uno de vosotros para que vuelva

¿Para que vuelva? Repitió automáticamente tras escuchar aquella frase. ¿Puede hacernos volver? En la mente de Nedras volvía rápidamente la imagen de su madre, evitando que Megalippos, su escudero, tuviera que darle la mala noticia.

¿Qué necesita? ¿Qué tenemos que hacer? Preguntó completamente decidido.

Kynortas se lleva la mano al cuello y tarda unos momentos en procesar lo que le ha sucedido. Recordaba las hachas del enemigo acercándose a toda velocidad a él, y después...

Trasechar un rápido vistazo, reconoce a los dos centauros que estaban con él. Los mismos centauros que había visto morir con sus propios ojos. Así que era eso...

El hoplita había partido en busca del minotauro en busca de la gloria. Gloria o muerte, sí. Pero una muerte gloriosa. Lo que había recibido en cambio era la derrota a manos de unas bestias inmundas. No le parecía justo. Ni siquiera era capaz de mirar a su viejo amigo a los ojos. Habría prometido vengarle, y además de fracasar, no había sido capaz de salvar al crío.

Derrotado, Kynortas deja caer su lanza y su escudo, sentándose sobre un tocón cercano y, finalmente, quitándose el casco y sujetándolo entre sus manos mientras lo mira absorto.

—O quizás...—continua Ares, un brillo sádico en su mirada.—...solo el mejor guerrero deba salir de aquí.

El suelo bajo los pies de los tres mortales tiembla y se derrumba, dando paso a una oscuridad infinita bajo sus pies. La amenaza de caer les obliga a retroceder a un lugar seguro, un pequeño trozo de suelo cerca de Kynortas, apenas suficiente para que los tres quepan. Los sonidos de losas y rocas desmoronándose van ralentizándose, y con un "¡crack!", notan como el espacio en el que estaban ha cambiado. 

Las antorchas se encienden y revelan que ahora están en la skene de un teatro... y que no están solos. El fuego crea sombras extrañas y cuesta reconocerlos, pero desde la orquesta, caras deformes de cerámica envueltas en mantos oscuros alzan sus huecas sonrisas hacía ellos. Y en las gradas... están sentados grandes esqueletos humanos con mascaras aún más extrañas: superficies blancas y brillantes, con los huecos de los ojos vacíos a los lados de rostros estrechos y largos, cada uno coronado por dos afilados cuernos. Os observan inmóviles, pero juraríais que podéis oír sus lentas pero profundas respiraciones.

—Demostradnos lo que dariais por tener una segunda oportunidad. Es la única que tenéis para conseguir el respeto—dice mirando a Nedras—, el reconocimiento —mirando a Sinodaso— o la gloria —y a Kynortas— que queréis. O al menos, morireis como merece un guerrero.

Su mirada sigue fija en el hoplita un segundo más antes de retirarse y dejarles solos.

La desesperanza del hoplita no parece habersele pasado por alto, pues Kynortas siente las palabras del dios en su cabeza como si le estuviese hablando directamente.

—Agarra tu equipo y ponte en pie. No permitas que tus compañeros te ataquen desarmado.

¿Como merece un guerrero...?

- ¡Ya hemos muerto, olímpico! - ruge Kynortas mientras se pone en pie, dejando caer su casco, y grita a la nada - ¡Partí de Zetos en busca de gloria, sí! ¡Gloria en combate singular contra el minotauro! No para enfrentarme a mis compañeros de armas... - el hoplita escupe al suelo y vuelve a sentarse - Si queréis darle una segunda oportunidad a alguien, dádsela al chico. Que vuelva su hogar, con su madre y su maestro.

Nedras había permanecido en silencio ante todos aquellos cambios. Miraba a Sinódaso, esperaba una explicacion, pero ni la encontraba en el compañero de su padre ni en su propia mente.

Finalmente, ante las últimas explicaciones de aquel cruel dios, los pensamientos colisionaban en su cabeza ¿Luchar entre nosotros?

Si queréis darle una segunda oportunidad a alguien, dádsela al chico. Que vuelva su hogar, con su madre y su maestro.

Las palabras de Kynortas le devolvieron a la realidad. ¿De verdad aquel agresivo guerrero estaba diciendo eso? ¿Dónde quedaba "la ambición desmedida" de los bípedos que los centauros tanto criticaban? Desde luego había sido un baño de humildad enorme. Nedras miraba a Kynortas sin saber que decir...

No, Kynortas, así desde luego que no. Como tu dices, estamos ya muertos. Decía tristemente. Si alguien puede volver, debe ser para acabar con la bestia y para ello... Nedras coge su arco y se equipa con él ¡debe demostrar que es el más poderoso de los tres! ¡debe ganarse su honor! Aunque su voz sigue sin imponer demasiado, observais cierta agresividad en su tono

Sinódaso, de vuelta de todo, pues le ha parecido estar corriendo una eternidad por las playas del Hades, ríe a carcajadas. ¡Por los corceles de Hermes, qué situación más surrealista!

Agarrando la lanza con ambas manos, la mantiene firme delante suyo, ligeramente inclinada, con la hoja hacia abajo. Retrocede hasta quedarse en una de las esquinas del escenario, de espaldas a esos seres extraños y cadavéricos, ciertamente provenientes de otro mundo.

- No me hagáis reír, no pienso matar al chico -escupe al suelo, rudo, animado, la sangre vuelve a fluir por sus venas al dejar de estar solo aquí abajo-. Kynortas, tenemos que pensar en algo, si nos quedamos ambos aquí abajo, ¿quién va a defender Zetos?

Kynortas escucha perplejo las palabras de Nedras. El chico tiene agallas...

El hoplita recoge su casco y lo sostiene entre sus manos, mirandolo absorto.

- ¿Y qué pretendes que hagamos, Sinódaso? ¿Hacer caso a la petición de estos dioses y... "matarnos" entre nosotros?

Nedras grita fuertemente. ¡Ares, Dios de la Guerra, si quieres que luchemos, te exijo que estés presente! Mira hacia arriba, izquierda y derecha. ¡Si voy a tener que matar a mis compañeros, quiero verte! ¡Si vas regocijarte en nuestra violencia egoísta, aparece ante nosotros!

no pienso matar al chico

Acto seguido, mirando a Sinódaso con mucho enfado y llevándose la mano al carcaj de flechas. Yo no soy ningún chico. Sin gritar como antes, pero con frialdad en su voz

Sin escuchar la pregunta de Kynortas, el centauro levanta la lanza de forma amenazadora hacia Nedras, al ver que éste coge una flecha del carcaj y se dispone a tensar el arco.

- Ni se te ocurra, mocoso -advierte Sinódaso, con cierto desdén en su voz-. Como trates de dispararme una sola flecha, te juro que acabaré contigo de la misma forma que me viste acabar con aquél maldito derro. Me da igual quién fuese tu padre.

Lo siento, Nedrón, pero esto no lo puedo consentir.

- ¡JAJAJA! - Me reí con fuerza, haciendo temblar las paredes del teatro que Ares había invocado para esa actuación final de los mortales que había perdido su vida... ¿o no? Los esqueletos con calavera de toro aplauden a mi risa, la de Poseidón, el hermano de Zeus. .-Es un maravilloso teatro, digno de Corinto y sus Juegos Istmicos , en mi honor. En nuestro honor lucharéis y si nos gusta, Hades os devolverá al laberinto. - Luego me dirigí a sentarme en el palco de honor... 

 ¿Y qué pretendes que hagamos, Sinódaso? ¿Hacer caso a la petición de estos dioses y... "matarnos" entre nosotros?

 - No podéis morir, pero si sufrir en el Hades, siendo mutilados, heridos... y no queréis pasar la eternidad condenados y separados... Si bien no podéis morir, podéis... vivir. Uno vivirá. 

Nedras grita fuertemente. ¡Ares, Dios de la Guerra, si quieres que luchemos, te exijo que estés presente! Mira hacia arriba, izquierda y derecha. ¡Si voy a tener que matar a mis compañeros, quiero verte! ¡Si vas regocijarte en nuestra violencia egoísta, aparece ante nosotros!

Aquella ocurrencia del centauro, y la reticencia de dos de ellos a combatir de primeras, me da una idea. - Muchacho, no seas tan insolente. Ares no se ha ido, está viendolo todo. Pero si quieres... 

De pronto, una neblina se apoderó de la skene del teatro, y se oyó y sintió un pequeño terremoto. Al disolverse la neblina, creada claramente por Poseidón, había dos hoplitas, dos Kynortas. Iguales, armados, dispuestos...