Partida Rol por web

- "Hablaremos de ello después del funeral. Por favor, después vengan a mi casa. Son mis invitados." - Dice la mujer, con enorme tristeza.

DOCTOR QUERIO VANDEL:

- Durante un brevísimo instante, te ves sudando, agitado y corriendo por una misteriosa ciudad en ruinas, y rodeado de niebla amarilla. Acabas de coger un bello farolillo encendido y una maza del suelo, pero eso te ha retrasado, y entonces de la niebla emerge una zarpa que te rasga la piel de la espalda, haciendo brotar tu sangre.

- Ha sido apenas una décima de segundo, pero has sentido un fantasmal dolor psicosomático en la espalda, como si alguien te estuviera arañando con fuerza. Alguien, o más bien algo, una maldad inhumana que no es de este tiempo ni de este espacio.

- Los recuerdos se difuminan al momento.

INVIERNO DE 4711 RA:

DÍA DE LA LUNA, 3 DE ABADAR.

JUNTO AL TEMPLO DE FARASMA, POR LA MAÑANA.

Asegurando el carromato, y quedando al alcance de su señor si bien algo retrasado, el cochero cierra la marcha dejando que los nobles y relevantes señores guíen la comitiva. Apenas dirige una mirada a Velkan. Si la situación fuera otra, le saludaría como merece, pero la gravedad del asunto le tiene como paralizado. No es él mismo. Y es que el Profesor Lorrimor realmente había calado hondo en los básicos valores de afecto que el bruto semiorco era capaz de comprender.

Gruñido no se atreve a adelantarse a decir algo al la señorita Lorrimor. Cuando ve su aspecto, se quita el sombrero con un gesto apresurado, que deja al descubierto su cara picada, sus colmillos sobresalientes y la rala cabellera blanca que nace en su coronilla. No está orgulloso de su aspecto al lado de los nobles de pulcra apariencia, pero demostrar respeto es lo principal ahora.

Finalmente, parece que consigue reunir fuerzas para adelantarse mientras asegura su sombrero al cinturón. Pero al intentar hablar su voz se quiebra en un gorgoteo gutural, y tras desestimar el articular palabra, simplemente avanza hasta llegar a la altura del mulo, alzando un brazo para apenas rozar con una mano garruda el ataúd cerrado a cal y canto, en muda despedida de su ocupante.

- Grwlll... -

La otra mano frota furiosamente sus ojos como si algo se hubiera introducido en ellos, mientras toma las riendas del mulo. No estaba familiarizado con el equino como con los caballos del carruaje, más tenía su fusta al cinto si el animal se demostrara rebelde. Con aire resignado sostiene las riendas del animal, a la espera de una señal de los hombres y mujeres de alta alcurnia que allí se encontraban que marque el inicio de el camino hacia el reposo final del hombre de alma más amable que Gruñido había conocido nunca.

INVIERNO DE 4711 RA:

DÍA DE LA LUNA, 3 DE ABADAR.

JUNTO AL TEMPLO DE FARASMA, POR LA MAÑANA.

Sentía la muerte del Profesor Lorrimor, estaba seguro de que sus compañeros también lo hacían. Pero Velkan había aprendido a soportar esa clase de dolor con el tiempo. No era la primera vez que alguien cercano a él fallecía y estaba casi seguro de que tampoco sería la última. 

Saludó con un pesado movimiento de cabeza a la huérfana. La recordaba con claridad, menuda y despierta, con unos amplios ojos que parecían verlo todo y captar cada pequeño detalle, podría haber sido buena rastreadora, estaba casi seguro de ello.

—Lamento su pérdida, era mejor que casi cualquier persona que he conocido.

No se le quebró la voz, ni se escuchó un sollozo por su parte, pero las palabras fueron totalmente sinceras. El cazador dio un par de pasos hacia el ataúd para contemplarlo de cerca. Sus ojos se clavan en las maderas de éste como si tratara de penetrarlo con la mirada, tras eso olfatea el aire con sonoridad y retira su banjo de la espalda. Espera a que Gruñido tome las riendas que sirven para conducir al ataúd hacia el cementerio y comienza a tocar las cuerdas de su instrumento. Velkan no está seguro de si una canción en ese momento es algo acorde a las tradiciones funerarias de Ravenegro, pero tampoco le importa. Es un mensaje para el difunto, una conversación entre él y el fallecido, una conversación que ya no podrán llevar a cabo.

INVIERNO DE 4711 RA:

DÍA DE LA LUNA, 3 DE ABADAR.

JUNTO AL TEMPLO DE FARASMA, POR LA MAÑANA.

El noble Konrad me hace una pregunta de como me ha ido, pero no puedo responderle más que con un gesto de aprobación antes de que lleguemos a donde están los asistentes al funeral. Demasiado pocos para mi gusto. La joven Kendra es una mujer de una edad cercana a la mía que está muy afectada por la pérdida de su padre. Miro el ataúd y siento en mi interior como también me afecta.

Le miro directamente y le hablo con voz suave:

 - "Señorita Lorrimor, le acompaño sinceramente en el pesar. El profesor fue muy cercano a mí y por siempre le tendré en muy alta estima. Que Sarenrae ilumine por siempre su camino."

Pongo mi mano sobre el símbolo sagrado para elevar una plegaria silenciosa por el alma de su amigo y su paz eterna. Veo como Gruñido toma las riendas y me parece bien. Yo mismo lo habría hecho pero estoy seguro de que al semiorco se le dan los animales mucho mejor que a mí y lo hará mejor.

Me quedo a la espera, escuchando el banjo de Velkan, a que comience la marcha hacia el lugar de descanso final del Profesor Lorrimor.

INVIERNO DE 4711 RA:

DÍA DE LA LUNA, 3 DE ABADAR.

AFUERAS DE RAVENGRO, POR LA MAÑANA.

El poco camino que faltaba para llegar, filo de Rakhan reposaba en el suelo del pescante, entre mis pies, y me entretenía acariciando el mango con una de mis uñas. Agradecía no tener que volver al interior del carro. Prefería la libertad del asiento del cochero junto con Gruñidos.

No es que entre nosotros la conversación fuese mucho más fluida que con el señor, debido a las circunstancias, pero al menos me sentía cómoda junto al que era como mi hermano.

- Sí. - Contesté escueta pero no seca a la pregunta del semiorco, debido a cierta nostalgia.

Tenía razón, los hermanos siempre eran difíciles, si embargo no me preocupaba en ese momento la presencia o existencia del hermano o hermanos de nuestro señor. Estaba más atenta al reencuentro de otro hermano: el nuestro. Me alegraba de volver a ver a Velkan, pero la situación también era complicada. Recordar la tribu, la infancia, lo sucedido entre nosotros...

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DÍA DE LA LUNA, 3 DE ABADAR.

JUNTO AL TEMPLO DE FARASMA, POR LA MAÑANA.

Llegados al templo, permanezco callada, pues es la única forma de respeto ante los muertos y la familia que conozco que sé que no es una ofensa para los que allí se reunían, pero no puedo evitar de vez en cuando que en mi rostro se dibuje un ligero mohín a medida que aquellos a los que esperamos llegaban, se presentaban, y hablaban.

El resto del cuerpo estaba relajado, y Rhakan reposaba de nuevo sobre mis hombros desde que había bajado del pescante.

Hombres que son niños demasiado tiempo, mujeres débiles, pieles sin curtir, demasiado finas. Es posible que nunca llegue a entender cómo son capaces de sobrevivir.

Miro a Gruñido.

Le dicen semiorco como si fuera algo inferior a ellos, y sin embargo es mucho más hombre de lo que muchos llegarán a ser.

Miro a mi señor.

Al menos él no parece un muñeco de porcelana a punto de romperse.

Y por último, miro a Velkan, con un gesto de reconocimiento.

El único. Aunque me pregunto si los años no le habrán ablandado.

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DÍA DE LA LUNA, 3 DE ABADAR.

JUNTO AL TEMPLO DE FARASMA, POR LA MAÑANA.

- "Concejal Vashian Hearthmount." - Dice, tocándose el sombrero a modo de saludo. - "Encantado de conocerles, caballeros... y señorita." -

INVIERNO DE 4711 RA:

DÍA DE LA LUNA, 3 DE ABADAR.

JUNTO AL TEMPLO DE FARASMA, POR LA MAÑANA.

- "Hola..." - Saluda con un gesto raro de la mano, como si tuviera alguna clase de dolencia cerebral menor.

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DÍA DE LA LUNA, 3 DE ABADAR.

JUNTO AL TEMPLO DE FARASMA, POR LA MAÑANA.

- "Por favor, disculpen a mi hijo Pevrin. No siempre sabe la mejor manera de comportarse en público. Soy Zokar Elkarid, el Tabernero." -

INVIERNO DE 4711 RA:

DÍA DE LA LUNA, 3 DE ABADAR.

JUNTO AL TEMPLO DE FARASMA, POR LA MAÑANA.

- "Sí, sí, eso está muy bien. Yo soy el Concejal Gharen Muricar. Encantado de conocerles y eso... Y ahora si el semiorco tiene la bondad..." -

INVIERNO DE 4711 RA:

DÍA DE LA LUNA, 3 DE ABADAR.

POCO DESPUÉS, A LAS PUERTAS DE LAS TIERRAS DEL REPOSO.

Gruñido conduce por las riendas al mulo que tira del carro sobre el que reposa el ataúd hasta llegar a la verja del cementerio. A partir de aquí no se puede seguir con el carro. La tradición marca que los más allegados del difunto carguen sobre sus hombros el ataúd y lo lleven hasta donde se haya excavado la tumba. Ser un portador del ataúd está considerado un honor.

Kendrá os señala tristemente con la mano abierta el ataúd, en un claro gesto de que seáis vosotros, y no los lugareños, los que llevéis el ataúd de su padre hasta su lugar de reposo final.

- "Por favor..." -

Hasta seis personas pueden llevar a la vez el ataúd, pero el mínimo absoluto serían cuatro.

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DÍA DE LA LUNA, 3 DE ABADAR.

JUNTO AL TEMPLO DE FARASMA, POR LA MAÑANA.

El esquelético Concejal Gharen Muricar se dirige al semiorco con el aplomo de alguien acostumbrado a dar órdenes. Y como el instinto del cochero es el de alguien acostumbrado a recibirlas, se pone en marcha sin rechistar.

- ¿Deber haber esperado a que el Amo Konrad ordenar? Grrwwwllll... -

Gruñido desestima ese pensamiento, con la idea de que ser maleducado delante del Profesor es algo que nunca hubiera hecho. Cuando él estaba cerca, ni rebuscaba en las desperdicios. Aún así la cara de esqueleto andante del Concejal le ponía la carne de gallina. El semiorco no soportaba esas apariciones no muertas, le ponían furioso. Se imagino saltándole los absurdamente grandes dientes al Concejal de de una tollina. Pero enseguida lo apartó de su mente, cayendo en que el espíritu del Profesor podría verlo en su cabeza. Respeto, eso era importante para el Profesor.

Una vez recorrido el camino hasta la cancela, el cochero asegura ceremoniosamente el mulo a la verja del cementerio, mientras da tiempo a la concurrencia a tomar posiciones para la carga del ataúd. Si hubiera un hueco para portar al Profesor, Gruñido arrimaría el hombro en su traslado. De no conseguir ese lugar de honor, viajaría cabizbajo tras el féretro con gesto grave mientras arruga su sombrero con manos inquietas.

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DÍA DE LA LUNA, 3 DE ABADAR.

JUNTO AL TEMPLO DE FARASMA, POR LA MAÑANA.

Velkan no duda, ni da opción a réplica. Con paso firme y dispuesto, como de costumbre, guarda su banjo con el mismo cuidado que siempre tiene y se encamina hacia el ataúd para tomar posición. Antes de colocar sus manos y comenzar a cargar mira a la joven Kendra Lorrimor y asiente para luego colocar sus dos amplias y poderosas manos en la parte baja del feretro. Está listo para elevarlo y cargarlo cuando el resto de portadores ocupen su posición, en ese momento realizará el esfuerzo físico necesario para elevarlo y cargarlo sobre su hombro derecho. De reojo echa un vistazo al resto de compañeros esperando a que alguno se decida a seguirle.

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DÍA DE LA LUNA, 3 DE ABADAR.

JUNTO AL TEMPLO DE FARASMA, POR LA MAÑANA.

La petición de Kendra pilló a Gheorghe con la guardia baja. Una vez pensado apenas un par de segundos, era lo más lógico, dada la escasa afluencia de conocidos a aquel funeral, pero durante el viaje nunca pensó en que él sería uno de los que tendría el honor de llevar el ataúd hasta su lugar de reposo. Aquellos breves momentos le costaron que Velkan se le adelantase, así que tendría que colocarse cerca del salvaje.

Al menos él era relativamente útil y aceptable, lo que suponía un magro consuelo. Con paso firme avanzó, hasta situarse cerca para llevar él también el ataúd. Su gesto era serio, como correspondía, mientras esperaba a que otros se animaran y dieran el paso, listo para cargar sobre sus hombros parte del peso de su difunto amigo. 

INVIERNO DE 4711 RA:

DÍA DE LA LUNA, 3 DE ABADAR.

JUNTO AL TEMPLO DE FARASMA, POR LA MAÑANA.

Los pueblerinos que acompañan a la joven Kendra me parecen sumamente particulares, extraños incluso. Escucho sus palabras pero no veo real pesar en sus rostros, como si estuviesen presentes más por obligación y compromiso que por haber perdido al pobre profesor.

Avanzamos mientras Gruñido lleva al animal que tira el ataúd, en silencio y completamente sumidos en nuestros pensamientos y pesares.

Cuando llega el momento de cargar el féretro a pulso, apenas pronuncia la petición la Señorita Lorrimor, avanzo detrás de mi Señor y me hago cargo de ayudar a levantarlo, para cargarlo a la zona donde será sepultado. Espero a que otros tomen parte también para así levantarlo todos juntos y comenzar a caminar.

El Doctor no iba a estar entre los que llevasen el ataúd. No era muy fuerte, aunque ese no era el motivo. En realidad, Querio era bastante bajo de estatura. Con respecto a los guerreros, caballeros y cocheros que había allí congregados, más fornidos y más altos, el señor Vandel no quedaba a la par, con lo que su intervención solo sería estética salvo que los demás inclinasen el ataúd para apoyarlo también en su hombro. Sin embargo, el ataúd inclinado dificultaría el avance, con lo que llevarlo sería más cansado para todos.

Había otro motivo...

Señor Hearthmount... permítame preguntarle algo. ¿Sabe por qué no han venido las demás personalidades políticas al entierro? ¿Tenían los concejales que faltan, o el alcalde, algún tipo de disputa con el difunto Profesor? Es solo que... la presencia de usted y del otro concejal ha llamado mi atención sobre la ausencia de los demás.

No era ese el motivo. Tan solo era charla insustancial. En muchos pueblos, los concejales están entre las personas más formadas y más ricas de la comunidad. Era probable que los dos hombres que estaban aquí tuviesen profesiones requeridas para el entierro. Según la deducción del Doctor Vandel, uno de los concejales podría ser también el notario local, y acompañarles a casa de Kendra para la lectura del testamento. Otro podría ser un terrateniente ganadero que hubiese aportado al mulo, o el dueño de la funeraria.

Todo eso eran divagaciones. Modos de tener ocupada la mente, después de los episodios alucinatorios que le perturbaban. El verdadero motivo eran ambos hermanastros. Vandel quería forzar a Konrad para que se uniese al transporte del féretro. Konrad y Gheorghe debían trabajar en equipo como primera piedra para reconstruir su fraternidad. Y ponerse a hablar con Hearthmount era el modo de hacer entender a Konrad que el honor de llevar el ataúd debía recaer sobre sus hombros. Si la bárbara se adelantaba en ocupar el quinto lugar del equipo, Querio Vandel se ocuparía de que el sexto estuviese vacante para Konrad.

INVIERNO DE 4711 RA:

DÍA DE LA LUNA, 3 DE ABADAR.

JUNTO AL TEMPLO DE FARASMA, POR LA MAÑANA.

El ataúd parece pesado, y excepto por la presencia de Velkan entre los voluntarios para llevarlo, no confiaba en que aquellos hombres fuesen capaces de moverlo una distancia demasiado larga. Pienso en ayudarles, sin embargo no estoy segura de si es correcto que lo haga.

Por respeto al difunto, y como muestra de buena voluntad (y porque ninguno de los presentes realmente me parece un verdadero peligro), esta vez guardo el hacha entre las cintas de cuero de la espalda. Me acerco a Konrad, y le miro, aunque sin decir nada, mientras extiendo una mano en dirección al ataúd, preguntando y pidiendo permiso para ayudar, en silencio.

INVIERNO DE 4711 RA:

DÍA DE LA LUNA, 3 DE ABADAR.

POCO DESPUÉS, A LAS PUERTAS DE LAS TIERRAS DEL REPOSO.

​- "El Doctor Vandel, supongo. Sólo somos cuatro concejales en Ravengro." - Y sonríe tenuemente como dando a entender que asistir al funeral o no era una cuestión de preferencia personal.

Seguidamente, traza con la mano el signo de la Espiral sobre el pecho en señal de respeto, cortando así toda ulterior conversación por ahora. Es costumbre hacer el signo antes de entrar en las Tierras del Reposo, pues Farasma es la principal deidad de Ravengro.