Partida Rol por web

LOS MUERTOS NO SUEÑAN:

INVIERNO, AÑO 4711 RA.

TERCER DÍA SIGUIENTE AL DESPERTAR. FECHA PROBABLE: 6 DE ABADIO.

MEDIA MAÑANA.

Una pena inmensa invadió el corazón de Nigromante al ver el triste y patético final de aquella mujer a la que no recordaba haber conocido. Fuera quien fuera, hubieran sido cuales hubieran sido sus sueños, y sus pecados, ahora estaba muerta. Y temío que al menos por varios días el espectáculo dantesco de su baile le acompañaría en sueños. 

Por primera vez temió que la decisión de eliminarla no hubiera sido la adecuada. Pero se guardó tales dudas. Si se habían equivocado, ahora no tenía sentido echarse atrás. Estaba hecho, y eso era todo.

Esperó a que sus compañeros registraran un poco el lugar, e incluso lanzó su conjuro de detectar magia, pero tras hacerlo, alzó la mano, pidiendo la atención de sus correligionarios.

- Tomento, Anselmo, Alexei... deteneos un instante. Contadnos: ¿os sentís bien? ¿notáis algo extraño? Es evidente que habéis entrado en contacto con algo peligroso y potencialmente nocivo y maligno. Daros un segundo y explicarnos como os encontráis.

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MEDIA MAÑANA.

Tormento, con la sombra de Anciano Sabio a su lado, se dedicó en cuerpo y alma a revisar aquel escritorio, como si tal hecho fuera un destino preconcebido. Procuró no dejar un centímetro sin recorrer, con una concentración que le impedía pensar en aquello a lo que su mente trataba de regresar una y otra vez. ¿Qué había ocurrido en aquellos minutos de sopor inducido? ¿Acaso en su sueño había visitado la ciudad en la que le habían matado? ¿El Hombre Andrajoso le había rondado, con sus poderosas cuchillas, sajando su carne? ¿O eran otros los horrores que lo habían podido llegar a atormentar?

Su mirada se fijó en un cajón con una cerradura de hermosa factura. El tintineo de las llaves que a su espalda había hallado Buscador en el cuerpo de la administradora reclamó su atención.

-Buscador, ven. Quizá una de esas llaves sea la de este cajón. Al menos intentémoslo antes de forzarla -dijo. Su mirada se volvió a Nigromante-. No te sé decir, amigo. La voz de Pharasma aún no se ha hecho evidente para dictar mi futuro. 

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MEDIA MAÑANA.

La aparente indiferencia que Buscador había sentido con la muerte de la mujer que había tenido una gran responsabilidad en la situación actual del manicomio, dio paso a cierta cautela cuando se acercó a su lado. Espero un par de segundos, como temiendo que en cualquier momento pudiera levantarse de nuevo, crispando por el dolor aquellos dedos delgados que buscaban desesperados algo con lo que poner fin a su sufrimiento. Cuando se cercioró de que no se movía, y que no lo haría, se puso en cuclillas junto a ella para rebuscar en sus bolsillos, aunque no sin ciertos reparos.

Su búsqueda tuvo éxito, aunque lo que encontró no fue lo esperado. Pero aun no siéndolo, lo encontrado podía probar ser bastante más útil que lo que había esperado hallar en un primer momento.

- Sí, sí, por supuesto. Ahora mismo- respondió a Tormento, acercándose al cajón que mencionaba mientras buscaba entre el manojo aquella llave que por dimensiones o forma podía ser la que diera acceso a su contenido y secretos.

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MEDIA MAÑANA.

<< No sé lo que me ha pasado, no recuerdo nada, ningún sueño, ni la voz de Velkan… ¿Estaré a salvo? Y si el monstruo me hizo algo en el mundo de los sueños, tal vez estoy afectado por su influencia… >>

La precaución se veía reflejado en el rostro del dramaturgo, no hacía falta que interpretara ningún papel, era el vivo manifiesto de su cara.

<< Tienes que pensar en positivo, no puede ser así, estoy seguro que si me hubiera pasado algo lo sentiría. Tienes que mantener la cordura, piensa con la cabeza, vamos, Réquiem, cálmate… compórtate como uno de los valerosos personajes de tus novelas, sí, esa es la solución… ser valiente, valiente… ¡Velkan me ayuda! >>

Sus pasos iban de un lado para otro y escuchó la voz de Nigromante, lo miró durante unos instantes con los ojos bien abiertos mientras afirmaba con la cabeza repetidas veces, queriendo aceptar una realidad que no creía que existiera en su más profundo ser. – Sí, sí, me siento bien, Nigromante, estoy bien… - luego negó. – No, no, no noto nada extraño… - allí volvía a negar. – No hay maldad en mi interior, estoy limpio… nada me ha tocado. No he soñado con nada – negaba mientras lo miraba con los ojos bien abiertos, claramente no estaba bien, se podía ver el miedo en su mirada que reprimía con todas sus fuerzas. Luego miró a su alrededor y empezó a rebuscar cosas por las estanterías, lo hacía para distraerse, pero el abatimiento y la desesperación lo envolvían dejando los libros por los muebles y tirándolos por el suelo.

- ¡NO HAY NADA! – Berreó en un grito en pleno ataque de pánico, no lograba encontrar algo que les ayudara, su mente le hacía pensar que estaba perdiendo el tiempo. Alexei empezó a toser, se atragantó con su propia saliva y el nerviosismo hizo que su corazón se acelerara, entre los tosidos llegó a esputar algo de sangre.

Réquiem se sentó en un rincón intentando organizar sus pensamientos y equilibrar su parte “espiritual” parecía que en aquellos momentos rezara en murmullos a quien fuera que lo escuchara.

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Tras sus palabras a Nigromante, Tormento se volvió nuevamente hacia el escritorio mientras veía a Buscador evaluar las llaves una tras otra y decidir cuál era la adecuada para el menester que le había encargado. Bajo sus manos, pronto la cerradura cedió y sus secretos quedaron expuestos. Un diario, varios viales y redomas de desconocido contenido, pergaminos, una vela, una lente y algunos talismanes, amén de una cajita de incienso.

Consciente de que pronto se determinaría su contenido y dado que las ávidas manos de Anciano Sabio ya habían rapiñado el diario, Tormento se apartó un tanto dedicando su atención a la sala, repleta de objetos que quizá pudieran serles de ayuda, si no en el presente, sí en el futuro, si llegado el caso lograban la libertad y se dispersaban por el ancho mundo que les aguardaba más allá de la bruma amarilla. 

El grito de Réquiem apenas lo distrajo. Su mente parecía más desequilibrada de lo habitual y el miedo parecía haber hundido sus raíces en él.

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Enterrador hundió su cara en las cortinas del despacho de Losandro, limpiándola de sangre. Separó su rostro de la tela y observó el intensó color carmesí de la sangre, tornándose más y más oscura conforme el paño lo absorbía. Una imagen nubló su mente. Una imagen confusa, oscura, ruinosa y sangrienta. Una imagen vista recientemente, en un sueño.

Durante unos instantes su mirada se quedó fija a aquel líquido. Poco a poco logró alzar la vista para mirar a otro lado, como tratando de huir de aquella visión. Pero se engañaba: sus ojos se dirigieron directamente a un punto de una de las paredes, donde colgaba uno de los dibujos lúgubres que representaban una ciudad destruida y apocalíptica, aportando mayor claridad a la imagen que se plasmaba en su cabeza.

Su mirada se apartó del lienzo y se refugió en el ventanal, junto a la cortina. Miró a través de ella y percibió el opresivo icor de color ocre en el exterior, tan presente en la imagen. Poco a poco todas las piezas iban encajando. Solo faltaba aquella figura, angustiosa, oculta entre las más profundas tinieblas y que amenazaba con emerger en cualquier momento.

Sacudió la cabeza y forzó a su mente a centrarse en cualquier otra cosa. Aturdido, observó el cuerpo de Losandro y en ello vio una manera de distraerse, de alejar aquel pensamiento. Se acercó al cadáver y comenzó a inspeccionarlo. Pronto su mente metódica volvió a imponerse y sumido en los datos de la autopsia alcanzó cierta calma.

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El cajón de la administradora resultó estar repleto de tesoros y secretos. Buscador los extrajo uno a uno disponiéndolos sobre la lujosa mesa para que todos sus compañeros pudieran verlos. Así facilitaba la tarea de identificarlos a aquellos que disponían de los conocimientos necesarios para ello. El que más le interesaba a él era el diario que Anciano Sabio fue más rápido en coger. Con una sonrisa observó como se lo llevaba para beber de él, buscando las respuestas que todos ansiaban. Por suerte cada vez eran menos las dudas que quedaban y mayores las certezas, la principal de ellas que si pretendían de salir de aquella les esperaba un duro enfrentamiento al final del camino del que quizá no todos volvieran.

Alejando los sombríos pensamientos con la sonrisa que aún conservaba, cogió la lupa que nadie había reclamado. Le gustaba. Podía llegar a identificarse con ella y no teniendo nada, ni recuerdos, algo material que podía considerar suyo, por insignificante que fuera, era algo que reafirmaba su existencia, algo que le daba vida y que le importaba. Un buen ejemplo de ellos era la espada cuya empuñadura guardaba. Ese arma había despertado el único recuerdo que conservaba, y el material de escritura y su juego de ganzúas causaba en él sensaciones familiares cuyo origen, aunque perdido, no dejaba de tener importancia.

- Réquiem...- le llamó con voz queda tras acercarse a él.- ¿Te apetece ayudarme a buscar entre los libros por si hay alguno interesante?

Quizá aquello le ayudara a distraerse y tranquilizarse.

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<< No hago nada aquí sentado, solo malgastar tiempo que no aprovecho para obtener algo de información y ayudar a mis compañeros. Tengo que levantarme y seguir luchando hasta el final, no puedo rendirme, no en estos momentos >>

Desde el suelo podía observar a los supervivientes revisar aquella sala, miraban cuadros, libros, anotaciones. Escuchó el característico ruido del tintineo de llaves, allí miró a Buscador de la Verdad abriendo un cajón en el escritorio. Desvió de nuevo la vista hacia Enterrador que inspeccionaba el cadáver de la Administradora Losandro.

<< Levántate Réquiem, tienes que luchar si dejas de luchar morirás. Tienes que hacer para seguir vivo y poder contar todo lo que ha sucedido aquí, tienes que sobrevivir y volver con tu gente, vamos Alexei… tu familia te espera >>

La voz de Gabriel Alarico se interpuso entre los pensamientos del pequeño de la familia Mykephoros. Miró durante unos instantes a Buscador de la Verdad, meditó unos segundos y afirmó con un ligero movimiento de cabeza.

- De acuerdo, te ayudaré… -  

Réquiem se incorporó y acompañó a Gabriel a buscar entre los libros para ver si lograba encontrar alguno interesante, ya no buscaba algo que fuera de vital importancia  para ellos, más bien algo para distraerse y no volver a caer en la desesperación. 

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Ya había transcurrido una hora desde que Réquiem gritara, un tiempo que Tormento había dedicado a registrar el despacho de la administradora tratando de dar con algo que pudiera serles útil o cuando menos valioso de cara a ser vendido en un momento posterior de sus vidas.

En el ínterin de su paseo, pudo revivir su sueño, las pesadillas habidas en el mismo y que como un goteo lento pero incesante iban aflorando a la superficie de su mente. Intuía que su paseo por las brumas amarillas del Hombre Andrajoso tendría consecuencias. El alarido de Réquiem podía ser sintomático de aquello. O quizá Pharasma lo protegiera y quizá, y solo quizá, saliera indemne de aquella trampa. Era cuestión de tiempo descubrirlo.

Concluida su búsqueda, tan solo tres objetos habían reclamado su atención. Un cráneo de madera con funciones de caja, una pirámide y dos estatuillas. No parecía un gran tesoro y ni siquiera sabía por qué los había elegido, pero los recogió y llevó ante el resto para que los vieran. Consciente de la sabiduría de Nigromante para valorar diferentes elementos, le habló.

-Nigromante, ¿crees que tienen algún valor?

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Nigromante había asentido a las palabras de Tormento, pero sin dejar de mirarle con preocupación. Preocupación que se intensificó, relativa a los tres que habían quedado dormidos, cuando Alexei gritó. Sin embargo no se acercó, tras preguntar por su estado, a ninguno de sus compañeros.

Estaba allí, le preocupaban. Quería ayudarles. Pero todos los que estaban en ese grupo tenían sus propios demonios, y temores, y Nigromante suponía que esa niebla podía haberles acrecentado y reavivado tales miedos. No iba, con su curiosa indiscrección, a aumentar tales males.

Con lo que se concentró en el estudio de los objetos que había definido como mágicos. Al terminar, dio un suspiro y miró a los presentes.

- No ha sido mi mejor adivinación, precisamente. Pero mañana puedo volver a intentarlo, si os parece. Lo que se... que los viales alquímicos son mágicos pero desconozco aún en qué sentido, que los pergaminos mágicos deben volver a examinase porque, a día de hoy, no los tiro porque lo que es mágico no debe tirarse nunca. Porque si no... Que la vela tiene un aura moderada de nigromancia, pero aún soy incapaz de definir su uso adecuado. En cuanto a la lata de incienso esa sí la identifiqué. Se trata de Incienso de Pensamientos Abiertos que tiene un aura moderada de adivinación y permite al quemar el incienso que los que se encuentran cerca puedan comunicarse telepáticamente lo que facilita comprender las intenciones unos de otros y la diplomacia... aunque dificulta engañar e intimidar y también perjudica resistir efectos mentales. Si no se disipa por el viento, se disipa en una hora. Aunque se puede usar en periodos menores, de unos diez minutos. Por lo que se refiere al talismán de plata... mágico, seguro. Y mañana volveré a intentar determinar su función. En cuanto a esto...-  muestra a los presentes el cordón de cuero trenzado con dos talismanes- el cordón perteneció con casi total certeza a una de las tribus de bárbaros kellidos nativos de las zonas salvajes de Ustalav, y lleva dos talismanes. El primero se activiará cuando el portador cae por debajo de la mitad de su vida, recuperando una cantidad muy importante de vida*. En cuanto al otro talismán, es un talismán de coraje del guerrero, y cuando su portador sucumba al miedo reducirá el efecto de dicho miedo. Aunque en el lado negativo ambos talismanes sólo se podrán usar una vez. Tormento, el broche ocupa la categoría mágica de este cordón. Así que creo que lo más oportuno sería que lo llevara Anselmo que es nuestro otro mejor combatiente. ¿Estás de acuerdo? La lata de incienso creo que debería quedársela Viejo Sabio o Alexei, pues son quienes más uso pueden darle. En cuanto al resto... si os parece los guardaré para poder identificarlos

Tras estas palabras, y tras pedir a Tormento sus sandalias, puesto que el pie descalzo le incomoda, examina los objetos que el monje le ha traido para valorar, y tras ellos, los restantes existentes en la habitación que puedan ser valiosos.

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La búsqueda de libros en la biblioteca de Losandro fue un éxito. Pero además del valor monetario de los libros que encontró -que de poco servía en el manicomio -, estaba el valor que suponía enfrascarse en una tarea nada común hasta aquel momento. Mientras buscaba, leía y hojeaba, pudo olvidar la desazón del encierro. Cierto que no era lo mismo que dormir, pero era un descanso que agradecía y resultaba igual de necesario, más cuando cerrando los ojos corría el riesgo de regresar a la pesadilla con la que había dado comienzo todo.

- Pues yo he encontrado esto: "Tratamiento de Ambiciones, Frustraciones y Arrepentimientos", del Doctor Beaurigmand Trice; "En Arenas Violentas", por el Doctor Hemi Meirtmane; y una copia firmada de "El Invitado de Galdyce", por Ailson Kindler. - intervino dejando sobre la mesa los tres libros, uno a uno, mientras los iba nombrando.- Parecen valiosos. E interesantes, al menos el último. Con un poco de tiempo me gustaría leerlo. Quizá antes de irme a dormir esta noche. A esto hay que sumar los seis cuadros de...- Se acercó a la pared de donde descolgó el último cuadro que quedaba allí para dejarlo sobre los otros cinco que descansaban junto a los libros.- Nuestro amigo Zandalus. Sí, él.- confirmó acercando la lupa a la esquina donde podía verse la firma.- Con ese bonito paisaje que tan familiar nos resulta. No son mi estilo, debo confesar, pero quizá se deba a que tengo algo personal en contra del autor. De todos modos alguien con el suficiente mal gusto podría estar interesado en aligerar un poco su cartera a cambio de la colección entera. Así que con todo esto, una vez escapemos, si nos cansamos de las aventuras, podremos montar una tienda. Una especie de anticuario. ¿Quién se apunta?- añadió sonriendo.

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Enterrador se levantó y arqueó la espalda, cansado de haber estado una hora sentado en el suelo observando los diversos elixires y componentes alquímicos. Los recogió y depositó sobre una de las mesas, llamando la atención a los presentes.

- He estado echando un vistazo a estos viales y he encontrado cosas interesantes - comentó cogiendo uno y mostrándolo a sus compañeros -. Es un vial de sales de olor. Posee un aroma muy fuerte e intenso que puede devolver a la consciencia a alguien inconsciente o incluso moribundo, aunque eso no signifique que cure. Hay que taparlo con prontitud cada vez que se use o se pierde su fragancia con rapidez. Estimo que tendrá... ¿Diez... doce usos? - calculó el enterrador dejando el frasquito y cogiendo dos nuevos viales.

- Jarabes de alivio - informó -. Son dulzones y agradables, pero poseen la capacidad de proteger el estómago contra las peores nauseas - aclaró depositándolas en la mesilla y cogiendo un nuevo frasquito, idéntico a otros tres.

- Ah, estos son unos clásicos: antitoxinas. Excelentes contra cualquier sustancia tóxica. A ser posible hay que tomarlos ANTES de verte expuesto a lo nocivo - explicó.

- Estos dos botecitos de polvillo púrpura es opio - dijo como quien no da mucha importancia a lo que ve.

- Y estos dos últimos... - comenzó a decir mientras su boca dibujó una sonrisa cómplice -... son una maravilla. Los llamamos Amabilidad del Alquimista, y son un preparado de sales que quita toda resaca existente. Para toda una noche ejercitándote en levantamiento de vidrio y un amanecer totalmente despejado - comentó con humor, sintiendo que en un pasado lejano, en sus años mozos, pudo dar mucho uso de esta sustancia.

Escuchó lo que el resto decía respecto a lo que había descubierto o encontrado. Agradeció el amuleto que Nigromante le dispensó, poniéndoselo, y asintió con la cabeza, como dando por supuesto, cuando Anciano Sabio corroboró su tesis sobre el responsable de aquello, tras leer el diario de Losandro.

- Haserton Lowls, cómo no. Ese maldito bastardo nos ha borrado los recuerdos y arrojado aquí, como conejillos de indias. Si salgo de aquí me aseguraré que pronto tengan que elegir un nuevo conde de Versex - dijo con tono grave e ira contenida.

No atendió demasiado al pillaje que Buscador comenzó a realizar del lugar al considerarlo fútil. ¿De qué valía hacerse rico si no se podía salir de aquel infierno? Pero cuando este mencionó un nombre, el vigilante se quedó aturdido, hierático, con la mirada perdida, recordando la silueta oscura de su sueño, la última parte que no veía con claridad...

¿O acaso no eran siluetas, en plural?

Recordó al hombre aterrado, con la frente tatuada, mirada enloquecida y palabras gimientes, lamentándose y arrepintiéndose de lo acontecido, tratando de ocultarse del Hombre Andrajoso en la ciudad de la pesadilla, la ciudad de los sueños.

Zandalus...

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Tormento no solo devolvió a Nigromante sus sandalias, sino que desabrochando el cinturón y soltándolo de la cadena, lo entregó a Enterrador. Tras ello, guardó la cadena.

-Por supuesto, Nigromante. Nací en este lugar sin memoria y sin posesiones. Nada me pertenece en sí y cuanto podamos hallar debe beneficiarnos a todos -dijo tranquilamente para luego mirar a unos y a otros-. Deberíamos hablar antes de proseguir nuestra investigación. Pero antes guardaré esto -tomó los objetos por él hallados y los guardó en su mochila, que pareció engullirlos de tal modo que pareciera nada contuviera-. En el tiempo en que he recorrido esta sala buscando algo de interés, he podido recordar lo que aconteció en mi sueño, cuando caí profundamente dormido por efecto de la bruma púrpura. No fue agradable. Y sí peligroso. Desperté en la ciudad de brumas amarillas, aquella que precedió mi llegada a la consciencia en este siniestro lugar. Vi morir gente. Reviví prácticamente aquella misma experiencia desde su comienzo cuando la sangre salpicada dibujo un "ME" en la pared más cercana. Pero no es lo que más temor me generó. Algo se me acercó en un momento dado, algo que pareció sorprenderse de mi presencia allí por segunda vez, algo que deseaba transformarme. En un ghoul. Afortunadamente desperté a tiempo, resistiéndome a sucumbir a su cruel malicia, a dejar que mancillara mi mente y mi cuerpo, a que me transformara en un muerto viviente. ¿Y vosotros? -Réquiem y Enterrador eran los destinatarios de su pregunta-. ¿Qué recordais?

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Y allí estaban, confirmadas por palabras del propio Tormento, las peligrosas consecuencias que suponía el sueño. Un sueño al que deberían sucumbir irremediablemente una vez se impusiera el cansancio que iban acumulando con la exploración del manicomio. Por suerte disponían del refugio, un lugar de relativo solaz donde podían descansar sin temor a despertar convertidos en monstruos. Ahora, ¿cuánto tiempo duraría?

- Nos aseguraremos de que pague por ello, Enterrador. Todos, porque no creo que ninguno esté dispuesto a perdonar lo que es imperdonable. Pero ahora mismo tenemos mayores preocupaciones, entre ellas salir de aquí vivos para poner fin a los tejemanejes del que espero que, como dices, no sea Conde por mucho más tiempo. Centrémonos en ello- dijo, situando la mano sobre el hombro de Enterrador intentando calmar en lo posible el enojo que muy probablemente sentía.- Porque que escapemos no solo supone nuestra libertad, también será su primer golpe y su primera derrota.

No eran precisamente pocos los retos que aun les esperaban por delante como para perder energías con una ira improductiva hacia un objetivo aun inalcanzable. Deberían ir poco a poco, paso a paso y con cautela para intentar evitar tropezar en el camino, porque un tropiezo era lo que más les interesaba a los que allí les habían encerrado.

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Alexei se había levantado y ayudó a Buscador de la Verdad a mirar los libros que había apartado, pudo apreciar que uno de ellos era una obra literaria de romance, aventuras y drama.

El dramaturgo respondió a las palabras de Nigromante – Se me da bien hablar y la diplomacia, mejor que luchar – dijo con sinceridad – Si queréis puedo quedarme el incienso pero si el Anciano Sabio lo requiere, no me opondré, dejaré que él mismo decida – dijo el pequeño de la familia Mykephoros.

Alexei puso atención a Anselmo Paddock cuando habló sobre los objetos que había encontrado, observando curioso los diales que tenía en su poder.

Réquiem desvió su atención hacia el resto de compañeros, curioseando lo que habían encontrado hasta que sus ojos se toparon con aquellos extraños cuadros que mostraba Gabriel Alarico. Como si se hubiera tratado de un interruptor, su memoria recordó aquel extraño sueño que había tenido hace escasos minutos, no se acordaba pero al ver aquellas extrañas infraestructuras todo se volvió a iluminar en su mente.  

- Antes al quedarme dormido… he tenido un sueño, he estado en ese lugar – dijo señalando los cuadros – Ahora, ahora ¡Lo recuerdo! – su voz se volvió más expresiva, reviviendo aquellas vivencias en el otro plano.

- Me perseguía la niebla y corría para escaparme de ella, pero no me escapaba realmente de la niebla, intentaba huir de lo que se escondía en el interior de la neblina y me acechaba sin descanso – movió sus manos en gestos expresivos – Llegué a una habitación y allí había una anciana keleshita que me dijo “Cuidado con los caminantes amarillos” – afirmó con la cabeza – Sí, es un consejo, debemos de tener cuidado… y… ¿Alguien tiene algún lápiz o tintero? Tengo en mi memoria una imagen que podría dibujarla en un papel, es un extraño símbolo – tragó saliva – Luego, la niebla me rodeó y… y… fue una sensación muy extraña, como si quisieran engullirme pero luché… y me desperté… - reveló así el sueño – También, la primera noche que pasamos en el refugio soñé con Velkan. Estábamos en esa misma ciudad – dijo señalando los cuadros y así respondiendo a la pregunta de Tormento de Tinieblas. 

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Y repentinamente los tres caídos tenían un sueño que contar. Enterrador suspiró entre inapetente y aliviado. Por un lado, no le apetecía contar lo que había soñado en esos breves minutos que cayó bajo el influjo de la niebla de Losandro. Fue especialmente perturbador. Pero por otro lado supo que exponerlo sería productivo.

- Yo también vi algo en mi sueño - confesó -. De nuevo corría, por las calles ruinosas de aquella ciudad apocalíptica. Corría con desconocidos en esa... demencial persecución donde el Andrajoso nos iba dando caza uno a uno - rememoró el primer sueño que todos tuvieran por primera vez -. Me introduje en un banco de niebla amarilla y tropecé con alguien. Al levantarnos lo vi: era un tipo delgado, de mediana edad, vestido de amarillo, con el pelo blanco y una coleta. Lucía pinturas o tatuajes amarillos y por su comportamiento estaba... ido - logró describir con voz grave -. Ese hombre, en su demencia, antes de echar a correr para esconderse, me habló desvariando, desesperado. Sin esperanza de encontrar un sitio por donde salir o esconderse. Lo último que hizo fue lamentarse, inculpándose de que él era el responsable de aquello - remarcó sus últimas palabras.

- Creo que era Zandalus - añadió -. Y ahora una presa más del Hombre Andrajoso.

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Los indicios que descubrian eran perturbadores y no terminaban de aportar respuestas claras. Anciano Sabio tomó para sí el diario de Losandro y pasó gran parte de la hora siguiente tratando de sacar algo en claro. En varias ocasiones estuvo a punto de desistir y tirar el diario, pero su instinto le indicó que podía haber algo interesante. Casi al final, encuentró algo significativo que comentó a sus compañeros:

En las entradas del último año, los nombres Haserton Lowls y Conde Lowls aparecían con creciente regularidad. Las entradas finales resultaron ser de especial interés. No había nada más en el diario que se refiriera a los asociados de Lowls o a La Cadena de Noches.

Extracto de la parte final del diario:

Día del Juramento: Otra llamada inesperada del Conde Lowls. Se han vuelto tan habituales y el interés de Lowls es tan singular que ya no me siento aprensiva al respecto. Solicitó verme tras visitar a Zandalus, sin embargo. Afirma tener una solución teórica para la condición del pobre hombre. No sé de qué han estado hablando el Conde y mi apreciado paciente, y Lowls rehusó de nuevo hablar al respecto, aunque dudo de que ese señorial psicólogo amateur haya dado realmente con algo de valor. De todos modos, sería estúpido por mi parte no contentar a mi señor.

Día de la Estrella: La "solución" de Lowls no eran absoluto lo que esperaba. No tengo ni idea de dónde lo ha encontrado, pero en su visita más reciente trajo consigo una copia de "La Cadena de Noches", de Valhadis, una colección cuasi legendaria de estudios psico-arcanos y tratamientos centrados en los sueños. Pese a que aborrezco los experimentos arcanos, lo cierto es que si realmente existe una solución permanente para las pesadillas de Zandalus, sin duda estaría ahí. Lowls me permitió estudiar el texto durante su visita, pero rechazó con firmeza dejarlo en mi posesión.

Día de la Luna: Lowls me ha hecho una oferta: Su copia de "La Cadena de Noches". Todo lo que tengo que hacer a cambio es aceptar a un puñado de nuevos pacientes, antiguos asociados suyos que padecen una forma sin precedentes de amnsia grupal. Podría aceptar esta caridad en favor del Conde, aunque él insiste en que no deje registro alguno de su ingreso. Estos términos me parecen sospechosos, pero podré aprender más sobre esos curiosos extraños cuando estén bajo mi cuidado. Si significa la posibilidad de una cura para Zandalus y otros, debo aceptar el trato.

Día del Trabajo: "La Cadena de Noches" es una maravilla. Me llevará años de estudio desentrañar todas sus posibilidades, pero ya he descubierto un proceso por el que los sueños crónicos pueden pueden extraerse y extirparse como si se tratase de un cartílago psíquico. Mañana empieza nuestro experimento.

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Anciano Sabio escuchó detenidamente los sueños de sus compañeros y se alegró en su interior de no haber quedado expuesto a la niebla que vomitaba Losandro, pues la idea de volver a aquella ciudad de pesadilla le llenaba de espanto. Mientras les oía hablar, en varias ocasiones tuvo que reprimir un escalofrío. Sin embargo, no podía evitar pensar que tal vez acabar con el hombre andrajoso pasaba por sumirse todos de forma voluntaria en uno de aquellos sueños después de armarse con objetos capaces de acompañarles en el trance y de herir a aquel ente que ya les había matado una vez. El horror y el deseo de revancha le invadieron por igual, haciéndo que se le erizara el vello.

-Me pregunto si entre los que habéis encontrado, o en algún lugar de la biblioteca, hay algún libro sobre hipnosis.

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MEDIA MAÑANA.

Donde algún maledicente podía pensar que el mago se había quedado dormido, lo cierto era que, salvo alguna cabezada ocasional, lo que había hecho Nigromante tras examinar los objetos mágicos, había sido meditar sobre lo que cada uno de sus compañeros había recordado de esa nueva pesadilla. Y es que, a pesar de haber sido el único en evitar su muerte en aquel aciago despertar en pesadillas, el mago guardaba un recuerdo aterrador de aquella ciudad llena de niebla.

Poco podía decir para hacer sorportables los recuerdos de sus compañeros, y simplemente, se limitó a unir las piezas del rompecabezas. Por un lado, parecía claro que el conde Lowls tenía mucho que ver con su actual situación. Probablemente fuera un malvado aunque, ¿podían acaso asegurarlo con los datos de los que disponían? ¿no podía ser que fueran pensamientos bondadosos los que le habían conducido a ingresarlos en el psiquiátrico y una preocupación por su reputación lo que le había llevado a no querer que los nombres de los implicados figurasen en el registro? Era posible... aunque era más probable que fuera la maldad la que condujera los pasos del conde. Empezaba a temer Nigromante que la maldad, incluso en los corazones benignos, era la opción más cercana al instinto del ser humano. Se sacudió dichos pensamientos, casi presentimientos, de la cabeza, y se esforzó en seguir atento a las palabras de sus compañeros tratando, con ellas, de encontrar el hilo conductor en la madeja de pensamientos y hechos relativos a sus circunstancias.

Mientras aprovechó para guardar aquellos objetos y para volver a calzarse sus lujosas botas con ribete de piel.

- Creo que me apuntaré a esa lectura, Gabriel, y aunque no me veo de anticuario, seguro que algún beneficio podremos obtener cuando salgamos de esta pesadilla. Sólo hay que tener fe, y no olvidar la fuerza que tenemos todos juntos. Hemos llegado hasta aquí, cuando lo fácil hubiera sido fallecer en aquella horrible sala de torturas. Ahora, hay que insistir.- su mirada fue a la pobre administradora- Pobre mujer. No sé cuántos pecados hubiera cometido, pero para hacer lo que hizo en sus momentos finales, mucho dolor tuvo que soportar hasta que llegamos a este lugar. Ojalá pueda ahora descansar en paz. En cuanto al conde Haserton Lowls prefiero esperar a someterle a interrogatorio antes de decidir su culpabilidad. Pero si, como parece, es responsable de nuestra amnesia y su deseo de meternos aquí no estaba guiado por la bondad sino por la malevolencia... tendrá mucho de lo que responder. Eso no hay duda. Y por supuesto... debemos extremar nuestras precauciones para no caer dormidos en este lugar, salvo en el santuario. Aunque eso es evidente.

Tras las palabras ocupó su lugar antes que procedieran a abrir una nueva puerta en este laberinto de horrores en los que se había convertido (¿quizás siempre lo había sido?) el sanatorio donde se encontraban.

LOS MUERTOS NO SUEÑAN:

INVIERNO, AÑO 4711 RA.

TERCER DÍA SIGUIENTE AL DESPERTAR. FECHA PROBABLE: 6 DE ABADIO.

MEDIA MAÑANA.

- Yo tampoco me veo de anticuario, Nigromante, pero por edad damos el pego. A la hora de hacer un desembolso importante para adquirir algo con lo que llenar de presunción un rincón vacío de la casa, confiaría antes en alguien con el bagaje que se entrevé en nuestros curtidos rostros que en un muchacho imberbe que suple la inexperiencia con inquietud y energía. Claro que mejor que nadie sepa que la experiencia se marchó con la memoria y que los rostros curtidos no son más que la impronta dejada por los recuerdos perdidos. En cualquier caso- dijo agitando en el aire la novela que había cogido con intención de leerla tan pronto dispusiera de tiempo-, cuando quieras. Nunca es tarde para leer por primera vez. Al menos que yo recuerde.

Guardó el libro y sacó el tintineante manojo de llaves que esperaba les abriera todas las puertas de allí en adelante. Con él en la mano, se acercó a la puerta cerrada por la que deberían continuar su andadura y buscando la adecuada comenzó revisar una llave tras otra, haciéndolas pasar por el anillo que las unía a todas. Entonces escuchó el comentario de Anciano Sabio.

- ¿Un libro sobre hipnosis? ¿Para?