Partida Rol por web

Decidido a encontrarte con tu viejo amigo Fausto, llegas a la biblioteca de la mansión. Un lugar que inspira paz, tranquilidad y está bien surtida de casi cualquier libro de fama que pudiera buscarse.

De momento, estaba desierta. Fausto aun no había llegado. Quizá te habías adelantado por un par de minutos a vuestra cita.

"¿puede que haya entendido mal sus indicaciones? Fausto suele ser puntual, y tras lo ocurrido esta noche sin duda hemos de hablar"

Poco puedo hacer sin embargo, repaso las señas de Fausto, si no las he entendido bien no se que otra cosa pueden significar, ¿su habitación?

Tomo un libro al azar y me siento en un cómodo sofa bajo una lámpara para leer un rato mientras le espero

Algún tiempo después, aparece por la biblioteca de la mansión una huésped de la casa, la señorita Penny Barrow.

Al entrar, se encuentra en la biblioteca al doctor Dumont Champlain, que se encuentra en este centro de la cultura, leyendo algún que otro libro.

El doctor levanta la vista del libro al escuchar a alguien entrar, si se sorprende por la aparición de la joven no lo demuestra

-ah, Madmoiselle Barrow. ¿Tampoco puede dormir?-

Con cierta dificultad se pone en pie como dicta la educación en estos casos

-¿puedo ayudarla en algo?-

A los pocos minutos, antes incluso que la señorita Penny pueda responder, hace acto de presencia en la biblioteca la sirvienta, la señorita Eleanor Morstan.

Al entrar, se encuentra en la biblioteca al doctor Dumont Champlain y a la señorita Penny Barrow que, según parece, estaban charlando.

Penny se aseguró de mirar su espalda para comprobar que nadie la había seguido antes de cerrar la puerta de la biblioteca tras de sí, entonces miró a su alrededor y se sobresaltó en un primer momento al encontrar allí al doctor. Su mente trabajó rápido, intentando recordar si ese hombre era el violador y al descartar esa opción suspiró mientras relajaba su espalda. 

- Buenas noches, doctor Dumont. La verdad es que quería coger un libro que llevarme para conciliar el sueño y tenía la esperanza de encontrar aquí a cierto caballero. 

Mientras decía esas palabras, la puerta se abrió de nuevo y al ver a la doncella entrar también en la biblioteca, Penny alternó su mirada entre ella y el doctor, con un brillo de picardía apareciendo en sus ojos. 

- Buenas noches, señorita Morstan. Lo cierto es que no quería interrumpir nada si ustedes querían verse en privado... Cogeré un libro y me marcharé, si no les importa. 

Se acercó entonces a una de las estanterías y ladeó un poco la cabeza para ojear los títulos. 

Un rato después, se presenta en la biblioteca otro huésped, el señor Benoni Fausto Predatore.

Al entrar, se encuentra en la biblioteca al doctor Dumont Champlain, a la señorita Penny Barrow y a la sirvienta Eleanor Morstan que, según parece, estaban charlando.

Tras las llegadas sucesivas de la sirvienta y el señor Predatore el doctor Champlain les da la bienvenida al parecer de buen humor

-vaya, que frecuentada esta la biblioteca esta noche. Sin duda esta extraña situación, esas malintencionadas acusaciones, si, a mi por lo menos no me han dejado dormir. Pero quedese señorita Barrow, le aseguro que no esperaba a la señorita Morstan mas que a usted-

Tras esto se sienta de nuevo, nunca parece pasar demasiado tiempo en pie

-lo cierto es que todo esto me ha hecho pensar, se me ocurren cosas, y no creo que pueda dormir si no las hablo con alguien. ¿les apetece una conversación nocturna? en petite comite-

Penny se encontraba ojeando los títulos de los libros de una estantería cuando la puerta se abrió de nuevo y enderezó la cabeza para ver al señor Predatore entrar por ella. 

- Doctor, creo que podría usted aprovechar para hacer negocio con pastillas para dormir. - Bromeó tras escuchar sus palabras. - Creo que podría hacerse rico en esta isla. - Después saludó al recién llegado con una pequeña inclinación de cabeza. - Buenas noches, señor Predatore. 

La joven contempló al resto de los presentes uno a uno y puso cara de circunstancias.

- En fin. Supongo que puedo charlar un rato con ustedes. Aunque con su permiso, si no aparece el caballero que espero, me marcharé pronto a mi habitación. Lo lamento si he interrumpido algo. - Con una mirada de disculpa se sentó en una de las butacas, cerca del señor Dumont.

- Toda esta... Situación... Me tiene bastante trastornada si les digo la verdad. Pero discúlpeme, quería usted compartir sus impresiones, doctor. - Hizo un pequeño ademán hacia el hombre y posó sus ojos azules sobre él, prestándole su atención. 

El doctor sonrie a la señorita Barrow y carraspea un poco antes de hablar

-me da la impresión de que aquí hay bastante mas de lo que parece. No acabo de entender los motivos de los Owen para todo esto, aunque es posible que mañana nos presenten algunas exigencias para extorsionarnos. Lo ridículo es hacerlo así, en grupo. Estos anfitriones han de tener un sentido del humor muy peculiar. Y ello me hace pensar que querrá disfrutar del espectáculo. Aunque puedan haber puertas secretas en esta mansión como dijo alguien esta noche los Owen deben ser alguno de nosotros.-

Mientras habla se acaricia pensativo la perilla

-no se quien puede ser, pero me inclino a señalar a los que se apresuraron a reconocer su crimen, induciendo a otros a reconocerlo también. Los Owen se habrán inventado unos crimenes propios para mezclarse entre nosotros. Desde luego ese individuo, von Baach, no sera un Owen. Nadie en su sano juicio se autoacusaría de ser un asesino y violador de niñas para disimular. Es con diferencia el crimen mas repugnante de los relatados esta noche, y además reconocido por el mismo sin mostrar pudor-

Tras decir esto queda pensativo y en silencio un momento, luego, como si recordara algo de repente, se dirige a la señorita Morstan

-por cierto, ya que hemos coincidido. La vi esta noche cuchichear disimuladamente con el mayordomo. ¿ya se conocian? porque es una conducta bastante inadecuada socialmente-

-Buonanotte, señora... o señorita.- Respondió a su vez sin recordar mucho de la joven que había pasado la mayor parte de la velada junto su hermano y aquél aristócrata de ideas tan revolucionarias. En lo principal, había olvidado su apellido aunque de su condición era más que la cuestionaba más que un simple olvido. -Es raro verla sin su… hermano al lado.-  Observó con una sonrisa como quién no ha insinuado nada. 

-Y buonanotte para usted también. Un placer verlo, otra vez.- Aseguró pues había mantenido conversación con varios varones tras la cena, aunque no recordaba con certeza que él hubiese sido uno de ellos. -¿De verdad? ¿Esas patrañas, esas acusaciones infundadas les ha robado el sueño?- Pareció divertirle tal posibilidad.

Con pasos decididos y enérgicos, avanzó al interior de la sala de la misma forma que si la hubiese encontrado vacía. No parecía nada sorprendido al ver gente ahí ¿Por qué debería de estarlo?

Paseó su mirada por las estanterías de la misma forma que aquél perenne cigarro viajaba de los labios a los dedos que lo paseaban caprichosamente al aire.

Fue entonces cuando se percató de la presencia de una cuarta persona. Ésta vez, alguien del servicio. –Scussi. Buenas noches también para usted, signorina.

Acomodó el tabaco a la boca, mordisqueándolo levemente según leía los títulos de los lomos. -¿Un caballero?- Se interrumpió para girar solo la mitad de su cuerpo y verla a los ojos, como si no creyera sus palabras. Algo indiscreta en su opinión. -Naturalmente, tiene usted mi permiso para retirarse cuando lo crea oportuno. No retendré a una bella signorina contra su voluntad. Eso sería scortese... descortés.- Se corrigió.

Pronto perdió el interés y se giró de nuevo a los libros. -Vaya, veo que mi paseo nocturno me ha dado a importunarlos. Lo lamento, mucho. No venía más que a buscar un libro con el que distraer unas horas. Verán duermo muy bien, pero a mi edad basta con poco más de media noche para sentirme fresco. Seguro que el doctor sabrá bien de que hablo. ¿No es así? ¿Usted también ha quedado con un caballero? –Espetó con algo de sarcasmo. 

En cuanto a las objeciones y opiniones del doctor sobre los anfitriones y sus intenciones, tan solo se encogió de hombros, como si no fuera con él. Se sabía las espaldas bien cubiertas. -¿Quién sabe? Puede que sea el amigo de nuestra signorina. Ese galante que ha dirigido toda la noche la velada como quién está en su casa, o... quizás sea yo, el anfitrión "escondido".- se burló. 

Luego, pensó en la idea que aquello fuera a ser cierto y se rió sin freno, cuando se le pasó contempló los que estaban ahí congregados, casi esperando que compartieran su gusto por la broma.

Se presenta en la biblioteca otro huésped, la señora Jacqueline Dupont.

Al entrar, se encuentra en la biblioteca al doctor Dumont Champlain, el señor Benoni Fausto Predatore, a la señorita Penny Barrow y a la sirvienta Eleanor Morstan que, según parece, estaban charlando.

Un rato después, se presenta en la biblioteca otro huésped, la señora Jacqueline Dupont.

Se presenta en la biblioteca otro huésped, el señor Sean Abuthnot.

Al entrar, se encuentra en la biblioteca al doctor Dumont Champlain, el señor Benoni Fausto Predatore, a la señorita Penny Barrow, la señora Jacqueline Dupont y a la sirvienta Eleanor Morstan que, según parece, estaban charlando.

Al poco, se presenta en la biblioteca otro huésped más, el señor Sean Abuthnot.

Como si fuéramos pocos, se presenta en la biblioteca otro nuevo huésped, el señor Martin Crowden.

Se presenta en la biblioteca otro huésped, el señor Martin Crowden.

Al entrar, se encuentra en la biblioteca al doctor Dumont Champlain, el señor Benoni Fausto Predatore, el señor Sean Arbuthnot, a la señorita Penny Barrow, la señora Jacqueline Dupont y a la sirvienta Eleanor Morstan que, según parece, estaban charlando.

Las carcajadas del Sr. Predatore retumbaban incluso antes de verlo paseando entre las estanterias del lugar.

-Realmente, haría usted una increíble fortuna con esas pastillas, doctor.- Espetó recordando de pronto una observación de la señorita Barrow, y empezó a reírse a carcajadas mientras saludaba uno a uno los nuevos huéspedes de la biblioteca, presas involuntarias de aquella conversación.

-Buonanotte.- Les dedicó escuetamente ahogando su risa con el cigarro y volviendo de nuevo su atención a la lectura de los lomos se aquellos múltiples volúmenes encuadernados con mucho mimo.

Penny enarcó levemente una ceja ante las pullas más bien poco sutiles que el mafioso había tenido a bien dedicarle. Llegó a abrir la boca y no era difícil ver en su expresión que tenía toda la intención de devolver un comentario mordaz. Sin embargo, la puerta volvió a abrirse antes de que pronunciase una palabra, incluso en tres ocasiones más, y la joven finalmente terminó por perder el interés por el italiano. 

No se molestó en disimular que se sentía cada vez más incómoda cuanta más gente entraba, pero saludó a cada uno de los recién llegados con una inclinación de cabeza.

- Buenas noches, señorita Dupont. Señor Aburnoth, señor Crowden. 

Se giró entonces hacia el doctor, junto al cual se encontraba sentada.

- Estoy totalmente de acuerdo con usted, doctor. Yo también creo que los anfitriones se encuentran entre nosotros. También había pensado en la posibilidad de un intento de extorsión, pero entonces... ¿Para qué juntarnos a todos? - Hizo una pequeña pausa. - No. Esto parece más bien una especie de juego. Morboso y macabro, desde luego. Aunque supongo que para que fuese un juego tendríamos que conocer las reglas. 

Se puso en pie y se acercó a la estantería que había estado ojeando antes, para tomar en sus manos uno de los volúmenes sobre poesía inglesa. Con él en la mano hizo un gesto con la cabeza hacia los presentes y empezó a caminar hacia la puerta.

- Ha sido un placer tener este breve encuentro, pero creo que ha llegado el momento de que me retire. Dejaré que charlen tranquilamente. Que pasen una buena noche. 

Y con estas palabras salió de la biblioteca.

Martin escuchó sus palabras al entrar y se pudo situar más o menos en la conversación:

- Buenas noches de nuevo. Parece que la noche nos ha traído aquí a unos cuantos. ¿Es serio creen que el anfitrión está aquí? Me parece una idea válida, pero, ¿la idea es matarnos a todos? ¿Que paguemos por esos crímenes de los que nos ha acusado?