Partida Rol por web

La señorita Penny Barrow abandona la biblioteca tomando prestado un libro de las estanterías inferiores.

- buenas noches, caballeros y señoras. Vosotros tambien habeis venido a por un libro con el que sosegar vuestras mentes en esta noche tan peculiar?

El doctor saluda con un leve gesto a los recien llegados sin levantarse y luego va asintinedo a las palabras de la señorita Barlow

-buenas noches señorita*-

Sin embargo la conversación continua, se ve que el tal Crowden está nervioso por la situación

-¿Matarnos? sacre bleu, que idea mas extrema para ser la primera que se le ocurra. Aunque el señor Cavanaugh la propuso durante la velada ¿no? también fue el primero en reconocer su delito, induciendo a otros a hacer lo mismo. Aunque en si es un delito menor, mas bien un accidente según su versión-

Al decir esto el doctor queda pensativo un momento, mesando su perilla

-bueno da igual. Como comentaba antes de su llegada señor Crowden. Podríamos ser chantajeados con lo que saben los Owen, pero, no se ofenda, usted y otros de los invitados no parecen tener demasiado dinero, y no tiene sentido chantajear a un grupo. Parece mas bien un juego macabro, pero soy incapaz de imaginar su objetivo-

- Efectivamente, Doctor, esa idea de matarnos ha sido inducida por el señor Cavanaugh. Él y sus teorías tan elocuentes me hacen pensar que, tal vez, tenga alguna información sobre este lugar que no tengamos los demás.

Aquél par de caballeros respondieron su saludo a la vez que la dama con cierto hastío se despidió. Con el cigarro en los labios y sin apartar los ojos de su búsqueda, otra vez, se rió.

-Será que el caballero no valía la espera.- Comentó divertido. -¿Saben algo de eso ustedes?- Preguntó a los recién llegados sin molestarse a girarse para leer en sus ojos, ¿quién sería el misterioso caballero con el que había quedado la dama que valiese al menos dejar a su hermano unos momentos de lado?

Luego respondió aquél hombre de nombre impronunciable. Mister Arbuthnot. -Sí, así es. ¡Ah! "El príncipe" de Maquiavelo.- Sacó el libro y lo sacudió al aire en un ademán de mostrar su hallazgo. -Un clásico. Nunca me canso de leerlo.- Aseguró poniéndolo bajo el brazo su trofeo, y sin prisas por irse, viendo el interés de la conversación.-¿Matarnos?- Parecía divertido con la idea. -Pues espero que lleven unos buenos lanzallamas, algo más útil que estúpidas acusaciones sin sentido ni pruebas. ¿No creen?

Levanté las cejas

- El principe.... literatura ligera para la noche, si señor.

No pudo bromear tras lo dicho por el señor Fausto Predatore. Tras ello se acercó a las estanterías en busca de encontrar algo:

- A ver, a ver.... Buah aquí hay muchos volúmenes... ¿Srta. Morstan sería tan amable de cogerme un libro?....Esperaba tenerlo mucho más fácil para decidirlo...esta biblioteca es ciertamente formidable. Ya que el señor Fausto Predatore lo ha comentado, me gustaría algo de literatura Italina...en mi opinión y por mis gustos, poco hay equiparable a Nicolás Maquiavelo, pero... Estoy aburrido de tanto género inglés. Eso sí, nada de teatro clásico...ni moderno...¿no había un italiano que le dieron el Novel en el 34? bah ni me acuerdo, pero podría servir.

Luego se gira a los demás a la espera de que la sirvienta haga su trabajo...quizás me he excedido, pero....qué narices! después del mal gusto del anfitrión me da igual. Mientras ella busca el libro me dispongo ha hablar con el resto:

- Esto de que vayamos a morir....es una posibilidad, pero... pequeña si nos quisiera muertos ya nos habría matado con la cena y algún tipo de veneno...bah Si todos tenemos algo que ocultar es que todos somos peligrosos...quizás lo que quería es ver como nos destruimos entre nosotros... recoger pruebas de verdad para chantajearnos. No olvide, Doctor, que no sólo se puede chantajear por dinero, se pueden pedir servicios...toda la vida de una persona que quedará atada a tí con tal de que sus seres queridos no se enterasen de lo que pasó.... Son tantas las posibilidades!

No pudo sonreir y negar con la cabeza.

- Arrrrg, como siga pensando así no voy a pegar ojo en toda la noche. Yo por mi parte cerraré la puerta bien y tendré cuidado, vos deberíais hacer lo mismo, máxime las damas (dije señalando a Dupont, la silenciosa)... incluso las sirvientas deberían tener cuidado esta noche...máxime si son lentas!

Otra vez!!! se había vuelto a pasar de la raya...puede que la sirvienta no tuviese culpa, pero era tarde, tenía sueño y ella era "de la casa"....espería calladito hasta que la sirvienta le trajese el libro....al diablo!

- Disculpeme, srta. Morstan...¿espero que no sea mucho pedir un buen vaso de leche de paso? me da igual quien lo traiga, vos o cualquiera del servicio, me dá igual...sólo, pero espero que no tarde.

Finalmente, el cansancio nocturno provoca que el contubernio bibliográfico se diluya en la noche y cada cual enfile el camino a su habitación, para entregarse en brazos de Morfeo.

Sales de tu habitación y llegas a la Biblioteca. Igual que ayer noche, eres el primero en llegar, aunque la duda de si iba a estar tan concurrida hoy está en el aire.

El espacio es conocido y el placer de estar sólo en este lugar, con tantas obras a tu alcance, te hace aspirar el aroma de las páginas que envejecen encerradas en sus encuadernaciones.

El doctor se detiene un momento a disfrutar de la atmosfera de tranquilidad de la habitación, luego camina entre las estanterias sin mirar los libros y finalmente elige uno al azar.

Se sienta en el mismo sillón que la noche anterior, mirando hacia la puerta de la biblioteca, y se pone a leer tranquilamente hasta que le coja sueño o llegue alguien

Nada que ver con la noche anterior. Nadie se ha aventurado por la Biblioteca esta noche.

Finalmente, vence el sueño y el buen Doctor se retira a dormir a su habitación.

Cuando lo creíste oportuno, resuelves salir de allí. Tratas de abrir la puerta, pero tu sustancia inmaterial no es capaz de agarrar el pomo de la puerta. Lo atraviesa con los dedos. Entonces resuelves que si atraviesas el pomo con los dedos, quizá no sea necesario abrir la puerta. Y así lo haces. Sales al pasillo de la planta baja y te desplazas, por tu propia voluntad, sin necesidad de caminar realmente, hacia la escalera que habrá de conducirte a la planta superior.

Nadie parece haberse aventurado aún a la biblioteca durante esta noche. La quietud que reina en esta sala es la que debería reinar siempre, al tratarse de un lugar de recogimiento y el obligado silencio que manda una buena lectura.

Lástima que tus fantasmales dedos no sean capaces de asir un libro y sólo puedes vagar como alma en pena por este lugar.

Cuando lo creíste oportuno, resolviste continuar tu camino hacia la planta superior, subiendo las escaleras sin esfuerzo alguno.

Nadie parece haberse aventurado aún a la biblioteca durante esta noche. La quietud que reina en esta sala es la que debería reinar siempre, al tratarse de un lugar de recogimiento y el obligado silencio que manda una buena lectura.

Lástima que tus fantasmales dedos no sean capaces de asir un libro y sólo puedes vagar como alma en pena por este lugar.

Sin embargo, sí hay una presencia en este lugar. Se trata de Eleanor Morstan, o más bien su fantasma. Puedes verla y, por lo que parece, ella también a ti. Pero vuestras inmateriales cuerdas vocales son incapaces de afectar al aire circundante como para articular sonido alguno.

Haciendo uso de la puerta lateral de su habitación, Sir Gustave Cavanough entra en la biblioteca, donde reina la quietud y la calma. Mira a ambos lados, arriba y abajo y comprueba que no hay nadie allí. Se diría que la gente escarmentó muy mucho de reunirse en este lugar la primera noche y no parece congregar a las masas, como sin embargo sí lo hace el hall.

Camina a través de esta estancia y llega a la puerta simétrica al otro lado, la que da a la habitación de la señorita Elisabeth Cavendish.

Llama con los nudillos. - Soy Gustave. - Se presenta ante la interrogación del otro lado.

Cansada por las reuniones que se han sucedido durante la noche, no te da tiempo ni a descalzarte cuando alguien llama con los nudillos a la puerta de tu habitación que da acceso a la biblioteca.

Cuando preguntas quién es, la voz del señor Cavanough se hace sentir del otro lado. - Soy Gustave.

Por favor, señorita Cavendish, debemos hablar.

Sorprendida, me acerqué a la puerta que daba a la biblioteca, y aunque mi mano se cerró sobre el pomo, no abrí.

- ¿Qué quieres? ¿Acaso pretendes que te vean entrar aquí para que así crean que somos amiguitos o qué?

No hay nadie aquí que pueda verme. Quería hablar con usted para explicarle el porqué de la absurda acusación de hoy en el hall. Señorita Cavendish, le aseguro que soy un firme creyente de su inocencia y de la de Mercier, pero los asesinos deben pensar lo contrario. Si me lo permite, le puedo explicar todo y creo que le convenceré, porque mis métodos no son ortodoxos, pero no soy tan imbécil como quiero que crean los asesinos. Aprendo de mis errores y lo del doctor fue un paso en falso, pero estoy intentando aprovecharlo por el bien de todos nosotros. Si me permite explicarle el motivo de mi comportamiento creo que lo comprenderá, aunque le pueda parecer una locura.

Finalmente, Elisabeth abre la puerta y permite que Cavanough pase a su interior.