Partida Rol por web

Penny abrió la puerta de la habitación que le habían asignado y echó un vistazo al interior, frunciendo levemente el ceño al final. - Es más pequeña de lo que esperaba. - Murmuró para sí misma mientras entraba.

Sin embargo, no tardó en ver que efectivamente su maleta estaba sobre la cama y descubrir un magnífico balcón con unas vistas espectaculares. La sonrisa volvió a sus labios con una facilidad pasmosa. Iban a ser unas vacaciones perfectas. La pantomima que se traía con Wesley no sólo había resultado de lo más creíble, sino que provocaba un pequeño brillo de excitación en su mirada. Tener que mantenerse alejados durante el día, a pesar de la familiaridad que compartían, era divertido y la mantenía en alerta. Interpretando su papel de forma constante. Aunque esperaba que por las noches pudieran encontrarse y no tener que disimular... 

Con esa idea, Penny se mordió el labio inferior pícaramente mientras una pequeña risita salía de su garganta. Empezó a vaciar su maleta, colgando la ropa en el armario. Dudó, estudiando las prendas, hasta elegir un vestido de noche, ligero y bonito, que sabía que le sentaba como un guante. Era un poco atrevido, pero iba acompañado de una chaquetita a juego que convertía lo que podía ser un atuendo inapropiado en uno decoroso que al mismo tiempo dejaría insinuar sus hombros bajo la tela.

Después se aseó y preparó de forma rápida y efectiva. Hacía mucho que sabía cómo peinarse y maquillarse para resaltar sus rasgos de muñeca y sus ojos azules. Y ya tenía una posible víctima con la que entretenerse. Ese señor Cavanouh parecía el sujeto perfecto para que Wesley y ella dieran un buen golpe. 

Apenas media hora después de haber entrado, salió por la puerta, cerrándola tras de sí con la intención de bajar a cenar. 

Tras el día agotador, lleno de emociones y misterios, cuando llegas a la habitación y cierras la puerta a tus espaldas, una imagen ronda tu mente, la de el mayordomo, Alfred Dyle, y su subordinada, Eleanor Morstan, cuchicheando tras hacerse los encontradizos, contra toda norma de etiqueta y moral.

Penny había vuelto a su habitación tras beberse el whiskey de dos largos tragos. Sus ojos centelleaban de rabia mientras subía las escaleras. Ella sabía que la ausencia de su anfitrión y su presencia allí no eran lo que parecían. Pero la habían expuesto delante de todos, habían desvelado su nombre real, aquel con el que había nacido y del que había repudiado al abandonar la casa de su padre. Y eso hacía que le hirviese la sangre.

Cerró la puerta con llave y apoyó ambas manos sobre el tocador mientras respiraba profundamente. Tenía varias cosas que hacer esa noche y debía mantener la calma. 

Dudaba entre acudir a la cocina o a la biblioteca. La cocina le parecía un lugar más discreto, pero no estaba segura de dónde se reunirían finalmente sus compañeros. Y tras dudar largos segundos decidió que acudiría a la biblioteca. 

Pero en algún momento, antes o después de ese paseo, tendría que reunirse con Wesley en su habitación. O con Gabriel, por lo que parecía. Sacudió la cabeza. Ella era Penny, no Margaret. Y él sería Wesley, al menos hasta que llegase su final. 

Esperó a que la mansión estuviera en silencio antes de salir. Se aseguró de llevar unos guantes consigo, no tenía intención de dejar ninguna huella fuera de su sitio.

Tras el fracaso de la reunión en la biblioteca Penny decidió acercarse a la cocina, con la esperanza de que allí pudiera encontrarse con algún otro de sus compañeros con algo más de intimidad.

Penny se sentía un poco frustrada. ¿Cómo podía resultar tan complicado reunirse con sus compañeros? ¿Es que todos los habitantes de esa casa se dedicaban a pasearse de noche? 

Suspiró cuando llegó de nuevo a su habitación y empezó a darle vueltas. Tenían un trabajo que hacer y no podían desperdiciar la noche. Al menos podía darle vueltas ella sola al asunto. ¿Quién debía morir esa primera noche?

Se le pasó por la cabeza que Wesley sería una opción perfecta. Ella parecería inocente y podría interpretar el papel de pobre hermanastra desolada por la pérdida. Sin embargo, al mismo tiempo contaba con que Wesley no se pondría en contra de ella por el momento, así que tal vez era un poco pronto para él. Debía morir pronto, pero quizá la primera noche fuese demasiado pronto.

Pensó también en el señor Predatore. No le habían gustado ni un ápice las insinuaciones y miradas que le había dedicado en la biblioteca. Pero el caso es que había mucha gente que lo había presenciado. Podría salirle rana el asunto. 

Entonces valoró a la señorita Cavendish. Las había visto a la señora Bennett y a ella en la cocina. Sin embargo, no le había parecido que pudiera sospechar que ellas habían quedado allí.

Finalmente empezó a darle vueltas a la idea de que tal vez sería mejor empezar por alguien que no la hubiera visto paseando de noche. Quizá alguno de los que más callados habían permanecido, así su ausencia llamaría menos la atención. Pensó entonces en la señorita Ágape Stolness y en la señorita Margaret Beddingfeld. Muy pronto se habían hecho amigas esas dos. Y eso podía ser un problema teniendo en cuenta la mirada de desdén que había visto a la señorita Stolness dedicarles a ella y Wesley. Tal vez una de ellas sería la mejor víctima posible para esa primera noche, eliminando unos lazos recién creados.

Tras pensar largo rato en todas las opciones se decidió por la señorita Ágape Stolness. Le parecía la mejor elección para esa noche. Aunque claro, no había manera de informar a sus compañeros, ¿cómo iban a organizarse si no podían hablar a solas? Tendrían que quedar en alguna habitación más privada para la siguiente noche, eso estaba claro.

Agotada por las tensiones del día, cuando llegas a la habitación y cierras la puerta a tus espaldas, una imagen ronda tu mente, la del ahora difunto Alfred Dyle y su subordinada, Eleanor Morstan, cuchicheando tras hacerse los encontradizos, poco antes del incidente del mayordomo, contra toda norma de etiqueta y moral.

Tras la cena Penny volvió a su habitación. Había sido un día duro, se había sentido en el punto de mira durante gran parte de la mañana y aunque finalmente parecía haber quedado en nada, sabía que muchas miradas podían estar vigilándola. Para empezar la de esa doncella maleducada y barriobajera a la que estaba deseando arrancar esos rizos encrespados que ella llamaba pelo. 

Con un suspiro dio vueltas a los plantes que tenía esa noche. En primer lugar le gustaría pasar por la habitación de Wesley, suponía que él estaría allí esperándola después de que le susurrase para verse. También quería salir hacia el embarcadero, donde creía haber entendido que la había citado el señor Cavanough. Y finalmente, tendría que estar en su cuarto en algún momento, con la esperanza de que la señora Bennett decidiese acudir a verla para poder por fin empezar a planificar con algo de intimidad. 

Llaman a la Puerta. Prudence se identifica al otro lado y Penny le franquea la entrada y observa la habitación de Penny.

Es algo más pequeña que la de Prudence, pero dispone de un balconcito agradable.

Haciendo honor a su nombre la Señora Prudence camino en silencio hasta llegar a la habitación de Panney y golpeo ligeramente en su puerta esperando que ella respondiera.

-¿Que deseabas niña?-Pregunto en el pasillo casi susurrando antes de entrar en la habitación y observar su decoración.

En cuanto escuchó el sonido de la puerta Penny se apartó de la barandilla desde la que había estado contemplando el mar y se apresuró a abrir para dejar pasar a la señora Bennett. Miró hacia el pasillo y se aseguró bien de que nadie la hubiese seguido antes de cerrar la puerta y echar el cerrojo.

- Buenas noches, señora Bennett. ¿Puedo llamarla Prudence? - Preguntó con una sonrisa. - Pero siéntese. - Añadió, señalando hacia el pequeño sofá que había junto al balcón. Se acercó entonces a la puerta de éste para cerrarla, impidiendo que el frescor de la noche invadiese el cuarto más de lo que ya lo había hecho. 

Se giró entonces, apoyando la espalda en la puerta del balcón y sonrió a Prudence. 

- Creo que sabe perfectamente lo que quiero. - Dijo, mientras su sonrisa se volvía pícara. - Las dos estamos aquí por lo mismo, ¿no es así? Lo supe en cuanto la vi, pero ayer no conseguí encontrarme a solas con usted. En la biblioteca pude ver a algunos de nuestros compañeros en este... trabajo. Pero había demasiada gente para poder hablar con tranquilidad. Y por cierto que yo no sabía que nos expondrían a todos de esa manera con el gramófono, fue de muy mal gusto. Pero centrémonos, querida. 

Tomó asiento junto a la mujer e hizo un pequeño ademán con la mano. 

- Le agradezco que me siguiera la historia esta mañana cuando la doncella francesa nos intentó poner en el punto de mira. Al final no nos salió tan mal, aunque ambas deberíamos andarnos con cuidado mientras esa Yvette siga en pie. - Suspiró quedamente. - Parece que reunirnos a todos va a ser cuanto menos complicado. Pero tenemos una misión en este lugar y deberíamos encargarnos de que se realice. Así que seamos claras... ¿A quién deberíamos matar primero?

Asintió a las palabras de Penny a casi todas ellas.-Claro cariño, después de todo ahora somos casi familia, al menos a la vista del resto.-Contesto a su primera pregunta.

-Ciertamente fue un desafortunado encuentro, pero mejor que ella estuviera allí primero y después llegáramos nosotras de lo contrario no seria unicamente esa sirviente desvergonzada quien dudara.-Quiso dejar clara su postura contra aquella mujer de generoso escote.

Y al fin llego la pregunta importante.
-O querida, es tan cruel, no solo nos extorsionan, sino que ademas airean nuestros secretos y nos rodean con gente terrible.-En es momento intento recordar los nombres de todos los mencionados.-Muy lista fuiste tu y tu acompañante al cambiaros el nombre, me sorprende que nadie se haya dado cuenta o lo haya mencionado.-Se desvió ligeramente del tema a tratar hasta que volvió a el.

-Pero esto que nos obligan a hacer... es igual de cruel, condenar a personas, a diez de ellos quienes lo merecen realmente, pero no darnos sus nombres, es un juego macabro y odioso.-Parecía furiosa e indignada pero siguió sin alzar la voz y tras un silencio y un largo suspiro resignada cedió.

-¿Y quien piensas tu debería ser el primero? ¿Tal vez Sir Gustave? Es quien parece mas activo en nuestra búsqueda.-En eso recordó un pequeño detalle.-O pero igual tienes algo que decir al respecto, me consta que habéis hecho ciertos gestos algo poco decorosos.

- Sí, me siento como si estuvieran jugando también con nosotros. - Respondió Penny, frunciendo el ceño, molesta. - Si querían que hiciéramos un trabajo al menos deberían habernos dado una lista. 

Hizo una mueca de fastidio. - Pero ahora ya no podemos hacer otra cosa. Estamos metidas en esto hasta las trancas. Y si nos los tenemos que cargar a todos pasar salir nosotros con vida, pues que así sea. - Sentenció decidida.

- Si te soy sincera, a mí también me sorprendió que nadie mencionase nada sobre mi nombre y el de Wesley. Podría haber improvisado rápidamente una historia que lo explicase, pero no fue necesario. - Se encogió de hombros.

Al escuchar sus palabras sobre el señor Cavanough, Penny no pudo contener una risa divertida.

- Oh, precisamente vengo de encontrarme con ese caballero, ¿sabes? También había pensado en él como posible víctima. Pero lo cierto es que no me parece que por ahora nos resulte un peligro, más bien creo que podríamos utilizarlo a nuestra conveniencia. Está convencido de mi inocencia. Dice que mis ojos no sé qué y que mi sonrisa no sé cual. Bobadas -dijo, moviendo una mano-. Pero también dice que está dispuesto a protegerme, durante la noche y durante el día. No tengo ni idea de a qué se refiere, pero la verdad es que si tiene intención de interponerse para defenderme... Preferiría que siguiera vivo para hacerlo. Al menos por ahora. Mientras tanto puedo intentar meterle ideas en la cabeza para que se confunda más de lo que ya está. - Hizo una pausa. - Que es bastante por lo que he podido ver. Por extensión, tampoco desconfiará ni hablará contra ti, pues se ha creído nuestra historia a pies juntillas.

Se quedó pensativa un instante. 

- Había pensado también en mi hermano, para poder interpretar el papel de hermana dolida por la pérdida y dar un poco de pena, ya me entiende. Soy buena actriz. Pero también me he encontrado con él hace un rato y me ha estado contando lo que esas voces que dice escuchar le cuentan. Al parecer el señor Crowden niega haber amenazado al señor Cavanough, dice que fue al revés. Y puedo decirle que hemos tenido suerte con las muertes de la noche pasada porque según Wesley el italiano y la rubia tenían intención de acusarnos por cuchichear. En fin, por ahora Wesley también está de nuestra parte, así que no sé si sería mejor mantenerlo vivo un poco más, al menos sus sospechas irán en la línea que yo le marque. 

- ¿Qué le parece la señorita Cavendish? - Preguntó finalmente. - Cuando la doncella francesa habló contra nosotras al principio me dio la impresión de que se uniría a ella en sus acusaciones. Se mostró suspicaz sobre nuestra reunión en la cocina. Aunque después pareció cambiar de opinión. Otra opción que se me pasa por la mente es que empecemos por alguno de los que están callados, en los que nadie se fija. Como el sacerdote, por ejemplo. O el muchacho que mató a su madre, Everett. Nadie lo echaría mucho de menos. 

Su, ahora pupila por necesidad de inventiva le demostró claramente que era alguien atrevida y de armas tomar, sobretodo con los hombres, denotaba que la juventud era un buen plus para manejar situaciones complicadas, por lo que Prudence se limito a esbozar una picaresca mueca, la cual su marido nunca hubiera aprobado, mientras Penny hablaba de sus intenciones con los hombres.

-Estas llena de ideas querida y he de decir que bastante acertadas a mi manera de pensar.-Por un momento olvido por completo la macabra razón que las había hecho reunirse.-La señorita Cavendish estaba muy próxima a nosotras eso le dará una escusa mas a esa sirviente de tres al cuarto para culparnos, ademas ella no parece sospechar de nosotras, por lo que preferiría dejarla, para mañana por ejemplo.-En ese momento se llevo la mano a la boca, no podía imaginarse que pudiera estar hablando de esa forma de personas sanas.

-Puestos a buscar un chivo expiatoria mas a mano, yo optaría por ese violador de niñas, sabiendo su crimen seguramente sea una de los 10 negritos.-Por primera vez y sin ser intencionado, entendió lo que esas figuras representaban y se sorprendió de si misma.-¿Cree que eso son las esculturas de los indigenas?

Penny asintió.

- Sí, creo que las estatuas representan a los negritos que tenemos que matar. Diez estatuas, diez negritos. Lo cual quiere decir que anoche murieron dos, quedan ocho. El señor Cavanough tiene un montón de teorías al respecto, las cuales pienso fomentar para tenerlo entretenido con tonterías. - Sonrió con cierta picardía y asintió de nuevo.

- De acuerdo, aplacemos a la periodista. El violador me parece bien. Frederick Von Baach. Llama poco la atención y a todo el mundo le resulta desagradable. No creo que lo extrañen mucho, eso nos viene bien porque no lamentarán su pérdida y por lo tanto no sentirán una gran necesidad de vengarlo. - Hizo una pausa y entrecerró los ojos. - Y además es una persona repugnante. Hacer eso con unas niñas... 

- ¿Cree que alguno de los otros habrá conseguido reunirse en esta ocasión? Si no, supongo que tendremos que encargarnos nosotras solas.

Penny tenía bastante claro qué hacer en esta noche. Tras hablarlo con Prudence habían llegado a un acuerdo, así que la joven pensó que la víctima más apropiada era el señor Frederick Von Baach. Lo cierto era que se lo merecía, aunque sólo fuese por lo repugnante de su crimen. Una cosa era matar a un adulto, que cada uno tendría sus motivos, pero violar y asesinar niñas... No había perdón posible para algo así.

Antes de que a la señora Bennett le diese tiempo de responder, Penny añadió algo más. 

- ¿Le parece bien que mañana nos veamos aquí de nuevo? Así no tendremos necesidad de andar cuchicheando para quedar.

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No.

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