Partida Rol por web

[HLdCn] Asesinato en el Orient Express

Bloqueados por la Nieve

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26/10/2014, 23:07
-Revisor-

TURNO 1º

Amanece un nuevo día y, conforme los viajeros van despertando, todos se dan cuenta de un hecho inusual. El tren no se mueve. Los rayos del sol se cuelan por las fastuosas ventanas del Orient Express, ofreciendo un paisaje blanco y, hata cierto punto, opresivo, pues la nieve acumulada a ambos lados de la vía a penas deja ver por encima de ésta el paisaje circundante.

En cuanto pueden, todos y cada uno de los viajeros del vagón de Calais se van reuniendo en el vagón restaurante, más que para desayunar, que también, para interrogar al personal de la razón por la cual están parados completamente.

- Todo está bajo control, damas y caballeros, tal como alguno de ustedes sugirió ayer, la tormenta que nos ha azotado era extraordinaria. Ha caído tanta nieve que el tren no puede símplemente embestirla para quitarla del camino, además que el hielo sobre los raíles no nos ofrecería la tracción necesaria como para poder hacerlo. Lamentablemente, debemos esperar a que un tren quitanieves se abra paso hasta nuestra posición, para abrir el camino y poder continuar hasta la estación de Belgrado. Estamos en un tramo de vía entre las montañas que tampoco hacen posible una evacuación del tren por carretera. No se apuren, disponemos de combustible y alimentos más que de sobra para esperar a la llegada de la máquina y seguir disfrutando de todas las comodidades a bordo.

Cuando el pasaje, tras escuchar estas desoladoras noticias, comenzaba a murmurar y a levantar la voz, con mil y una preguntas. Un chillido de horror hace que todos se suman en silencio. Se diría que es la voz de Ada Birdwhistle, la encantadora niña a cargo de la estricta institutriz.

Muchos se abalanzan hacia el compartimento número dos, para hallar una estampa que nunca se hubieran imaginado. En el sillón de la estancia de día, preparado como una cama supletoria, se encuentra estirada la institutriz, en un baño de sangre, con cuatro puñaladas en el pecho. A su lado, la pobre niña, desconsolada, llorando. La portezuela que da a la estancia de noche del compartimento, abierta a sus espaldas. Los efectos personales de la institutriz, revueltos sin miramientos, dan a la imagen un aspecto de mayor caos y terror, si eso es posible.

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26/10/2014, 23:27
Director

Notas de juego

Ya podéis dar rienda suelta.

Comienza el juego, ahora ya, plenamente.

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27/10/2014, 08:52
Sor Lorenza

Eché de menos despertarme con el traqueteo del tren, algo iba mal y no era precisamente que este no se moviera. Sería algo que descubriría un rato después.

Tras ponerme mi sotana y hacer mis oraciones matutinas me dispuse a ir al vagón restaurante. Me lo tomé con paciencia ya que si Dios había dispuesto una tormenta sería con una finalidady yo no sería quien maldijera nuestra mala suerte, cosa que muchos no dudaron en hacer al llegar al vagón restaurante.

Yo me senté y esperé respuestas sin perder la calma, estos trabajadores no tienen culpa de nada y aunque yo realmente no tenga ganas de permanecer en el tren más de la cuenta, me hago a la idea de que tendré que estarlo. Entre tanta discusión con el revisor, se escucha un grito.

Vamos corriendo, bueno todo lo rápido que se puede a mi edad y cuando llegamos descubrimos que la institutriz de aquella pequeña ha sido asesinada. Me acerco a la pequeña sin mirar demasiado tiempo el cuerpo de la mujer. Le abrazo y acaricio la cabeza.

-Tranquila mi niña... ¿puedes contarnos qué pasó?- pregunto mientras intento tranquilizar a la niña.

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27/10/2014, 09:04
Phineas Poirot Lansbury

Con el tiempo, Phineas había adquirido el aspecto pulcro, los atuendos y los hábitos de un buen inglés. Con marcadas excepciones que se acentuaban cuando este se encontraba ocioso o aletargado por la escasa actividad.

Levantarse temprano era una de ellas.

El detective cuando la necesidad, o un caso, lo exigía podía madrugar incluso antes que el mismísimo sol, eso cuando no pasaba las noches en vela intentando solucionar el rompecabezas.  Era persona de contrastes extremos, y como tal, cuando su cerebro no se encontraba en actividad intensa, se entregaba fácilmente a los malos vicios y los cantos de sirena del alcohol, de las pastillas y del sueño, siendo capaz de despertarse bien entrada la mañana, o, siendo hasta posible, al mediodía. Otra cosa es que su esposa se lo permitiese hacer.

Tras la primera jornada de viaje, la nieve sorprendió a los pasajeros del Orient Express. No así fue para el señor Poirot Lansbury quién, como un resorte, abrió los ojos al verse arrancado bruscamente de su descanso por el grito de la desdichada señorita Birdwhistle. Phineas tenía un pasado, y acostumbrado estaba a actuar por reflejo: -¡Abbey!- Gritó mientras en escasos segundos se ponía en pie, vestía una bata sin atar y hacía mano a la pistola por lo que pudiera estar ocurriendo, pues no era la primera vez que oía un chillido teñido de terror y sabía que lo solía suceder a continuación, sería, cuanto menos, desagradable. -¡Bey! Pasa algo.- Le informó afirmando escuetamente mientras salía al pasillo, sin preocuparse, en absoluto, de su aspecto o de las formalidades, y salió prestó hacía los compartimentos de primera, puesto que era de donde provenían las voces exaltadas, los murmullos, los lloros y los detonantes de alarma.

Cuanto llegó contemplando la drama, y viendo que poco se podía salvar por el momento, guardó su pistola en el bolsillo antes de que la niña la viera y se asustase más. Se pasó la mano por la cabeza en un intento de controlar los mechones de pelo que le caían por delante por la agitación, y contempló incrédulo por el espectáculo procurando organizar sus pensamientos, a la vez, que analizaba cada detalle.

Se habría acercado a la niña para apartarla del lugar y dejase de observar aquél dantesco espectáculo, cuando la sirvienta de Dios estaba ya con ella. -¡No es momento para preguntas! Sáquela de ahí, sin tocar nada.- Ordenó más bruscamente de lo debido a aquella buena mujer, más preocupado por si se corrompían las posibles pruebas.

–Nadie. Debe. Tocar. Nada.-  Mandó a todos como si tuviese autoridad para hacerlo. Agarró por el brazo, firme pero sin hacerle daño a aquella mujer que consolaba a la pequeña Ada, y las acompañó fuera del compartimiento. -¡Abbey! Necesito espacio.- Le dijo a su esposa quién llegaba detrás de él. -La niña no debería estar aquí.- Aunque seguramente fuese la misma Sor Lorenza quién finalmente la llevase a algún lugar, más apartado y tranquilo como el vagón restaurante.

Phineas se arremangó la bata, y se acercó, cuidando cada paso, al cadáver, el cual miró meticulosamente sin tocarlo, echando de menos la lupa olvidada en su compartimento.

Notas de juego

Me pisó Sor Lorenza. XDDDDD Sorry por la brusquedad :P no elegí ser el detective U__u

XDDDDD

Edito y reacomodo. U_u

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27/10/2014, 09:42
Richard Lancaster III

Poco más que estar sentado viendo el paisaje pasar había para hacer en aquel viaje, por lo que el primogénito de los Lancaster había tomado la determinación de hacer una buena cura de sueño y permitir a su cuerpo descansar. Sin embargo, el ruido del viaje, sumado a constantes pesadillas que atacaron su descanso, impidieron que pudiera dormir plácidamente hasta bien entrada la madrugada. Por eso aún no había abierto los ojos cuando la pequeña gritó, arrancándole del sueño, y desorientándole. ¿Dónde estaba? Aquella no era su habitación. No era su mullido colchón ni su edredón de plumas, y tampoco escuchaba el murmullo de fondo de las calles de Londres. 

El tren... sí, estaba en ese tren que le devolvía a su mundo, a su realidad. ¿Qué había sido ese chillido?

Preso de la curiosidad, se incorporó, se puso una bata de algodón color carmesí con el escudo familiar bordado junto al corazón, se peinó con cuidado -al fin y al cabo, era un noble, no podía mostrarse en público de cualquier manera- y salió al pasillo, notando inmediatamente que estaban detenidos por culpa de la nieve. ¡Maldita nieve!

- ¿Qué es todo est...? - quiso preguntar, al llegar al camarote donde ya se encontraban ya el señor Lansbury y la monja. No pudo terminar su pregunta, pues se quedó boquiabierto al ver lo que acababa de suceder. Sin embargo, la sorpresa dio paso a la furia, ¿cómo era posible que hubiera sucedido algo así en un tren de esa categoría? Con los puños cerrados, se dirigió inmediatamente y con paso rápido en busca del revisor.

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27/10/2014, 13:34
Ada Birdwhistle

Cuando Ada abrió los ojos esa mañana lo primero que pasó por su cabeza fue la extrañeza por no haber sido despertada antes. La luz que entraba por la ventana indicaba que el sol estaba ya muy alto en el cielo y su institutriz nunca la dejaba remolonear tanto en la cama. Según ella había que madrugar incluso los sábados y domingos.

Inquieta se levantó, sin molestarse en ponerse la bata de noche, y vistiendo tan sólo el camisón blanco que usaba para dormir abrió la puerta que separaba la zona de noche de la zona del compartimento dispuesta para el uso diurno. Su mirada vivaz recorrió la estancia, buscando algo que explicase por qué la habían dejado dormir tanto. Y lo encontró.

Sus ojos se abrieron como platos y durante un instante contuvo su respiración, sin ser capaz de asimilar el horror que tenía ante sí. Se sintió desvanecer y se aferró con fuerza al marco de la puerta antes de empezar a chillar, completamente aterrorizada.

Y así fue como la encontraron los demás viajeros: descalza, despeinada, vistiendo tan sólo un camisón, pero con las últimas trazas de sueño totalmente perdidas. Los ojos desencajados y los nudillos blancos por la fuerza con la que se aferraba al marco de la puerta. Y desgarrándose la garganta con cada grito.

Ada apenas fue consciente de que la monja la tomaba entre sus brazos, pero su abrazo, blando y cálido, al menos consiguió que dejase de gritar. Su pecho empezó a agitarse con un sollozo y empezó a llorar, impresionada todavía por la imagen que no era capaz de apartar de sus retinas. No era la primera vez que veía a alguien muerto, había estado en el velatorio de su padre tras contemplar cada día cómo la enfermedad se lo llevaba un poquito más, pero nunca había visto un asesinato y el olor ferroso de la sangre de la pobre institutriz se le había incrustado en el cerebro, tanto como en las retinas la imagen de las manchas rojas sobre el pulcro camisón de la mujer.

Empezó a balbucear, tratando de responder a la pregunta que Sor Lorenza le había hecho, aunque sus palabras podían resultar un tanto incoherentes. - N-no no no me despertó por la m-mañana. - Sorbió los mocos, con la cara todavía escondida en el pecho de la monja. - N-no me d-despertó. Unas sombras m-me atacaban en... en sueños. Y... Y... Y... Me escondí b-bajo la manta. - Entre hipidos trataba de hablar, pero realmente no tenía nada que pudiera aportar luz al asesinato. - Sólo me quedaba ella... Y ahora... Ahora... La sangre... - La pequeña empezó a llorar con más intensidad agarrando con sus pequeñas manitas la sotana de la monja con fuerza. 

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27/10/2014, 17:17
Lorens Stiltoon III

El día despuntaba blanco, como la nieve que les mantenía varados desde buena mañana. Mañana que procuro aprovechar mejor que el día anterior, por lo que llevaba rato en su compartimiento, observando por la ventana, el quieto paisaje y de vez en cuando aquel caprichoso espejo que no dejaba de mirarlo o burlarse de él pues pese a su edad y al caro tratamiento, aun no brotaba pelo alguno bajo su nariz. Y si este viaje terminaba de la misma manera que empezó, imberbe, su padre volvería a ironizar con su rostro de niño, algo que no podía tolerar. Por lo que un par de días parados, tal vez fuera un aviso de que su niñez duraría un poco mas o simplemente era otra broma pesada del destino.
"No siempre sera un niño, pronto brotara el fornido bigote del que alardean los Stiltoon,tiempo al tiempo."

Poco después de combatir didácticamente con su yo pasado y el posible futuro, escucho, no muy lejos, el grito de alguien y pasos apresurados, en un principio pensó que seria el servicio, pues la noche anterior antes de ir a dormir, exigió un desayuno intimo en pleno compartimento lejos de humos y miradas, una mañana tranquila para preparar el día, por lo que posiblemente alguien hubiera derramado en mitad del pasillo su buena mañana y salio dispuesto a comprobarlo.

Pero lo que vio era un escenario totalmente distinto, gente de vagones cercanos y lejanos así como personal y curiosos se agolpaban alrededor de un compartimiento cercano y como el resto de curiosos quiso saber de que se trataba.
-Disculpe, ¿A que viene tanto alboroto?-Pregunto a un hombre tan joven como él*, pero su respuesta no fue necesaria al escuchar las erráticas palabras de una niña asustada, la cual reconoció enseguida.
"¿A muerto su institutriz en la noche?"

Se preguntaba temiendo asomarme como otros, para ver realmente la causa de a muerte, pero la rápida marcha de aquel a quien le pregunto, le dio una ligera idea.

Notas de juego

* Richard Lancaster III

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27/10/2014, 18:41
Abbey Lansbury de Kent

Me desperté de súbito. Abrí los ojos notando cómo mis pupilas se contraían y me provocaban un dolor inmenso en las cuencas. Siseé, llevándome las manos a los ojos y los froté con fruición para dejar de ver borroso y como si estuviera mirando directamente al sol.

Cuando mis ojos se acostumbraron a la luz, lo primero que vi fue la pistola. Gris, brillante, pulcra, en silencio, aguardando su momento.

—¡Phineas!— dije, levantándome como si tuviera un resorte en el trasero— ¿Qué pasa?— lo miré, preocupada por que le hubiera pasado algo—. ¿Te encuentras bien?

Sin esperar su respuesta y al ver que salía directamente al pasillo sin vestirse de manera apropiada, me limité a seguirlo, expectante. Notaba mi corazón martillearme en el pecho, sin piedad. Un sudor frío me recorría la espalda, y mis nervios estaban muy quebradizos.

Adopté una postura algo distante, con la nariz hacia arriba, altanera, y salí al pasillo tras Phineas, sin perder de vista su espalda, y preguntándome a dónde iba.

¿Qué ocurre?— preguntaba de vez en cuando, aunque murmurando, temiendo la contestación.

Fue, entonces, cuando me fijé que no nos movíamos.

—¿Por qué está parado el tren?— dije, contemplando la nieve a través de la ventana—. ¿Qué está pasando?— pregunté alcanzando a Phineas.

Ahogué un grito sin poder dar crédito a lo que mis ojos veían. Me llevé ambas manos a la boca, y miré a mi alrededor, como si esperara que alguien me contara lo que había pasado. Me giré, dándome media vuelta para la espalda al cadáver, y pestañeé varias veces, tratando de tranquilizarme al tiempo que intentaba controlar mi respiración. La ansiedad crecía. Un tren. Cerrado. Parado por la nieve. Aislados.

Necesito un cigarro— murmuré con un hilo de voz.

Me llevé un pulgar y me mordí con nerviosismo la uña, tratando de que mis brazos no cayeran estúpidamente a mis costados.

Sor Lorenza— dije, al ver que Phineas necesitaba espacio—. Ada— la llamé por su nombre, sonriendo de manera cándida—. ¿Quieres un chocolate? ¿En una taza muuuy grande?— enfaticé, divertida, sacando la sonrisa del fondo de mi cerebro, como si se me hubiera olvidado.

Le tendí una mano a la pequeña, mirando a Ser Lorenza de manera fría, y pensando en qué demonios pasaría por su cabeza para ser tan directa con una niña tan pequeña.

Ven— dije, de nuevo, dulce, mirando a la muchacha—. Tendrás hambre. Y no hay nada como empezar el desayuno con un buen chocolate. Caliente y espeso. Dulce.

Ensanché la sonrisa, y moví la cabeza.

—Venga, dejemos a los mayores hacer sus cosas. Nosotras vamos a tomar un rico y caliente chocolate. 

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27/10/2014, 18:45
Frank Heath

Frank estuvo entre los quese quejaron del retraso en tren, no entendiendo como no habia prevenido para algo asi teniendo algo en el tren para encargarse del hielo en las vias. Pero finalmente se resigno en que seria de esa forma por lo que se sento y pidio su desayuno con su cara amargada de siempre.

Fue hasta que escucho el grito de la niña que salio junto a los demas que se encontraban en el vagon restaurante. Se quedo paralizado por un buen rato al encontrar el cadaver de la institutriz, pareciendo muerta a causa de apuñaladas. Cuando pudo reaccionar busco a la niña, que por suerte estaba siendo cuidada por la buena monja. Asintio complacido con eso, pero no tardo en ponerse mas serio cuando uno de los pasajeros exijio espacio.

"Disculpe?" pregunto sin moverse en ningun momento. "Es acaso un policia? o detective Señor Lansbury?" pregunto curioso por alguna razon el nombre le sonaba pero preferia estar seguro y no dejar a cualquiera en esta escena del crimen. Ademas ahora que lo pensaba mas detenidamente habian quedado varados con un asesino que debian encontrar.

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27/10/2014, 18:47
Elga von Hollard

La señora Von Hollard se levanto, como venía siendo costumbre en ella desde hacía ya unos años, poco despues del amanecer, inagurando el restaurante donde le informaron de que habían quedado atrapados en la nieve, seguramente durante algúnos días

"que desafortunado, espero llegar a Paris a tiempo para verlo todo" pensaba mientras daba buena cuenta de un abundante desayuno germano bien cargado de calorias.

Así estaba cuando se escucho un grito proveniente de los vagones de primera, tras dar cuenta de la salchicha que estaba comiendose se dirigio con paso apresurado, cada vez mas intrigada conforme iba cruzandose con otros pasajeros visiblemente alterados

Cuando finalmente se asoma al compartimento y ve al fondo a la desafortunada institutriz da un paso atras sobresaltada

-o dios mio ¿como ha podido ocurrir algo asi?-

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27/10/2014, 22:04
-Revisor-

En medio del gentío, se abre paso hasta la primera línea. Allí ve lo sucedido y palidece, como todos los que presencian la escena. Se queda mudo de asombro mientras algunos pasajeros hacen sus comentarios. Finalmente, lo dicho por el señor Heath parece que lo arranca del shock y reacciona con la diligencia que se espera de él.

- Este caballero, señor Heath, es el famoso detective Phineas Poirot Lansbury. - Con una leve sobra de culpa, mira al delatado señor Poirot. - Lo siento señor Poirot, ya sé que prefería mantener el anonimato, pero ante un caso así, me veo en la obligación de desvelarlo. Es más, estoy seguro que la empresa Orient Express querrá contratar sus servicios en este mismo momento para resolver caso lo antes posible. Así que, como máxima autoridad de la compañía a bordo, solicito de sus servicios en este fatídico trance.

Todos los presentes se asombran con tal revelación. Todos han oído hablar de los Poirot, los grandes detectives. Se dice que son primos y a cuál más brillante en la resolución de misterios. Resolvedores de enigmas irresolubles allá donde son requeridos. Así que aquí tenían, ni más ni menos, que al afamado Phineas Poirot.

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28/10/2014, 00:00
James R. Otterbourne.

Tras una noche placida, tras despertarme me encuentro que Frank ya se había despertado y salido a desayunar.

Salí y me enteré de la conmoción, me acerqué y cuando la ví..... no dije nada, me acerqué a la barra y dije:

- François, un Whisky doble con hielo.

Cuando lo recibe murmura:

- .....joder para una a la que le había hechado el ojo..... mierda!

Luego pega un buen trago

Notas de juego

(mi tiempo se ha reducido drasticamente, perdonad la falta de un post más arreglaito)

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28/10/2014, 00:14
Edward Carmichael

Una noche no demasiado movida había dado a un día inesperado y cruel. La institutriz europea había sido asesinada. Cuatro puñaladas, sin que nadie notara nada... porque la joven que iba con ella aseguraba no saber qué había pasado. Las sorpresas, no obstante, no terminaron allí. El americano que Edward había saludado el día anterior era nada menos que un detective, y según el revisor, uno reconocido.

-Creo que deberíamos hacer caso al señor Lansbury, o Poirot, o como quiera que le llamen. 

Él de casos así solo sabía lo que había leído en las novelas de Conan Doyle entre otros. Le interesaba más leer sobre historia que sobre detectives... pero eso no quitara que se relajara alguna que otra vez leyendo historias de misterio. Aún siendo novato, intentó aportar su granito de arena, mirando de vez en cuando a Lansbury para ver si aprobaba o no sus comentarios.

-No tengo idea de como proceder en estos casos, pero si sirve de ayuda, creo que todos deberíamos decir si oímos o no algo ayer... puede que cosas que no parecieron importantes en su momento- de hecho, puede que ni siquiera ahora tuvieran demasiada relevancia- pero que juntas quizá aporten algo de luz.

Volvió a mirar al detective. No quería inmiscuirse en la manera de trabajar de nadie, pero Edward raramente se callaba lo que pensaba y creía podía ser imprtante.

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28/10/2014, 00:59
Ada Birdwhistle

Ada levantó su rostro hacia Abbey al escuchar su nombre y miró a la mujer con los ojos llorosos. Lo cierto era que no tenía hambre en absoluto, sentía como si su estómago se hubiese convertido en una piedra dura y afilada. Pero la idea de salir de allí y alejarse de ese terrible olor y del revuelo que se estaba formando en el pasillo sí que llamó su atención.

Se frotó la nariz con la manga del camisón, pareciendo en ese gesto indefenso más pequeña de lo que realmente era, soltó la sotana de Sor Lorenza y estiró una mano temblorosa para coger la de Abbey, dejando que se la llevase hacia el vagón restaurante, sin preocuparse por ponerse una bata encima o algo en los pies. - N-no tengo hambre, señora Lansbury. - Dijo por el camino hacia el restaurante tras varios segundos en silencio. Y al llegar allí levantó los ojos para mirar a la mujer con seriedad, mientras se frotaba un pie contra el otro. Tomó aire antes de hablar, intentando no volver a echarse a llorar. - ¿Quién le ha podido hacer eso a... a... a la pobre Fraulein? - Preguntó entonces, mientras su labio inferior empezaba a temblar.

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28/10/2014, 03:15
Richard Lancaster III

Tras traer casi de la pechera al revisor y escuchar las noticias acerca de la verdadera identidad del señor Lansbury, Richard decidió alejarse de aquel pasillo de muerte y refugiarse tras un vaso de ginebra en el vagón restaurante. Podía parecer un noble pomposo, pero aquella niña había dormido y despertado junto a un cadáver, y eso traumatizaría hasta al más duro de los estibadores.

- Hay personas que esconden secretos inconfesables en lo más profundo de sus corazones, muchacha - dijo, con una voz amable, aunque no le salía sonreír - Lo importante es que el señor Poirot, el marido de la señorita Lansbury, se encargará de encontrar al culpable...

Pegó un largo trago de su vaso y apretó los puños cuando se dio cuenta de que estaba temblando ligeramente: ¿era el frío, o quizás era el miedo?

- Será mejor que alguno de los trabajadores saque su equipaje de ese compartimento y lo traslade a algún otro, quizás sor Lorenza o esa otra mujer... no me quedé con su nombre, podrían hacerse cargo de ella hasta que salgamos de aquí.

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28/10/2014, 13:36
-Revisor-

- Damas, caballeros, les ruego se reúnan en el vagón restaurante, debemos cumplir con los protocolos apropiados en estas circunstancias. - Dijo a todo el pasaje, una vez Poirot tuvo tiempo para examinar la escena.

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28/10/2014, 13:42
Antoine

El carbonero apareció por la portezuela que comunica el vagón con las máquinas del tren. Traía consigo una vagoneta de carga que, extrañamente, no dejaba marcas en el lustroso suelo ni soltaba hollín.

- Pegdón, pegdón. - Se fue abriendo paso entre la gente que aun pululaba por el pasillo, con una inconveniente sonrisa, hasta el compartimento, en el que entró y cargó, primero, las pertenencias de la institutriz en la vagoneta, después, el cuerpo de Rottenmeier, para después taparlo todo con una lona y marchar por dónde había venido.

Ñic, ñic, ñic... era el ruido macabro de las ruedas de pasta al girar sobre sus ejes.

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28/10/2014, 13:48
Director

En tu escrutinio has deducido que han sido cuatro asesinos, cada uno ha asestado una puñalada diferente al cuerpo de la institutriz. Eso lo deduces al ver la profundidad, inclinación y trayectoria que ha debido seguir cada puñalada; tan diferentes entre sí, que pierde toda verosimilitud que las pudieran realizar la misma persona, o que incluso dos de ellas hayan sido realizadas por un solo individuo.

Por tanto, estáis ante cuatro asesinos. Cuatro cómplices que, además de matar a la institutriz, rebuscaron entre sus pertenencias a la búsqueda desesperada de algo que, a menos que lo encontraran justo al final, deduces que no debieron hallar.

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28/10/2014, 14:33
Andrew Lowell

El señor Andrew acude al vagón donde se encuentran todos lo demás, al escuchar la noticia del aislamiento en la nieve, frunce su ceño con lo cual su bigote se curva un poco en señal de que esta molesto con la situación. Aunque sabe que por mucho que se queje no va a conseguir sacar el tren de ahí y además un caballero mantiene siempre la compostura ya se encarga de tomar las acciones pertinentes cuando llegue a su destino.

De pronto mientras observa como la nieve lentamente a través de una de las ventanas escucha un grito estremecedor que capta su atención y le hace dirigirse al origen de los mismos.

Cuando llega ve a varios pasajeros observando desde la puerta de uno de los compartimentos.

-Disculpen damas y caballeros ¿me podrían indicar que ha ocurrido aquí?.

Por los comentarios parece que ha sucedido un horrible crimen, alguien ha asesinado a la institutriz que viajaba con la pobre niña.

Poco después se descubre que uno de los pasajeros es el famoso detective Poirot, en ese momento se les pide a todos que acudan al vagón restaurante, el señor Lowell teme por su seguridad ante tales circunstancias.

Mientras se encamina al vagón restaurante dice para si.

-¿Quien habrá podido hacer algo tan horrible?

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28/10/2014, 15:54
Abbey Lansbury de Kent

Cuando la niña decidió darme la mano, le sonreí abiertamente, tratando de tranquilizarla con la sonrisa. A lo que se estaba enfrentando a tan temprana edad era un castigo cruel y mezquino impuesto por un ser desalmado. Aquella muchacha acababa de caer del árbol, madura y dispuesta a enfrentarse al mundo tal y como era: cruel, negro y oscuro.

—¿No tienes hambre?— pregunté con una voz dulce, tratando de sonar divertida o, como mínimo, amena—. Pues, tendrías que comer algo, pequeña— dije, a su lado, yendo hacia el vagón restaurante—. Tienes que crecer y convertirte en una gran mujer que, cuando pases por los sitios, cuando atravieses las salas, la gente se quede desconcertada ante tu presencia porque no sólo serás guapa y bonita, sino también inteligente, con una lengua rápida y afilada, lista y astuta, preparada para ser autosuficiente, tener tu propio negocio o ser quien quieras ser— conté, distraída, tratando de que Ada pensara en algo que no tuviera que ver con lo que acababa de pasar.

Fue, entonces, cuando dijo la pregunta ganadora. Suspiré de manera lenta, de manera imperceptible. Un suspiro que guardaba pensamientos, pero ninguno con la respuesta a su pregunta.

—No lo sé, Ada— dije, algo apesadumbrada—. Me gustaría saberlo, y podríamos llevarlo ante la justicia para que el peso de la ley lo aplastara con toda su fuerza— murmuré—. Pero, no lo sé. No sé quién ha podido hacerle algo así a tu institutriz. No se lo merecía.

No, pensé. Era algo estricta, pero quería a la niña y le procuraba su bien. No merecía morir por algo así.

—Lo siento, Ada— dije, mirándola—. Si puedo hacer algo por ti….

Dejé la frase morir, y pestañeé varias veces. Cuando me quise dar cuenta, mi lengua era más rápida que mi mente.

—¿Quieres venirte al compartimento con Phineas y conmigo, Ada?— pregunté, sonriente—. Así, estarías acompañada y no tendrías nada que temer. Hay literas— añadí, como si eso fuera lo que haría poner la balanza a favor de tal propuesta—. Y puedes elegir la de arriba, si quieres.

Suspiré, algo más seria.

—No quiero que estés sola, ni que te quedes pensando en lo que ha pasado, ¿vale?— dije, de manera dulce—. Vente con nosotros, Ada, a dormir, y así no estarás sola.